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Reportaje

“Llevar el Concilio Vaticano II a fondo”


Entrevista a José Luiz Azcona, obispo de Marajó (Brasil)
Ezequiel Silva
Laico y teólogo

El obispo de la Prelatura de Marajó, en la desembocadura del Amazonas, Brasil, no da su


testimonio pastoral, vivido entre la fe y las amenazas a su vida.

Ezequiel Silva: Quisiera que primero comente cómo es la realidad con la que usted se encontró en
su prelatura, desde que tomó posesión de ella. Eso por un lado. Pero al, mismo tiempo, cómo ha
sido el proceso hecho con la pastoral desde aquel momento hasta hoy.
José Luiz Azcona: Yo comencé en el año 1987 y me encontré una prelatura, porque no es diócesis.
Es una prelatura, por lo tanto, una diócesis subdesarrollada en el sentido eclesiástico o eclesial y
canónico también. ¿Subdesarrollada por qué? Porque aún no tenemos sacerdotes nativos, solamente
seis. El resto son Agustinos Recoletos o son de Polonia. Estaba aún por ser asimilado el Concilio
Vaticano II, a pesar de que ya hacía años que se había celebrado, pero no había llegado aún a la
conciencia. Había habido encuentros, había habido reuniones y hasta programaciones, pero una
asimilación cordial y evangelizadora del mismo no había existido. A partir de ahí lo que me propuse
fue tratar de llevar el Vaticano II hasta el fondo para la pastoral y articularla en pastorales. Lo
principal, y es un aprendizaje que estoy haciendo aún, el centro y el núcleo que desde el comienzo
hasta el día de hoy me está acompañando en mis preocupaciones pastorales es este: ¿hasta qué
punto la evangelización que hemos hecho responde a la autenticidad del Evangelio de Jesucristo y
de lo que la Iglesia debe anunciar? Voy a concretar esta pregunta. ¿Hasta qué punto la expresión de
la religiosidad popular que es la base para muchos católicos de pertenencia a la Iglesia Católica y de
su ser cristiano está llevando efectivamente a Jesucristo, al encuentro real con Jesucristo o no? Esta
es la pregunta. Temo, y lo proclamo delante de sacerdotes, hermanas y líderes de comunidades y
liderazgos de pastoral, que no. Muchas veces se queda en el sentimentalismo religioso o si no en la
magia religiosa que quiere agarrar de Dios, a través de los santos, poder contra las enfermedades –lo
cual es muy bueno–, contra los problemas familiares, contra el desempleo o contra una sociedad
funesta y perversa que tenemos en Marajó. Pero la aceptación cordial y central de Jesucristo como
único Señor y Salvador de mi vida y por tanto hacer que de este encuentro Cristo tome cuenta de mi
familia, de mi empleo, de mi trabajo, de la naturaleza donde me muevo, ahí es que se está
encontrando... yo siempre encontré dificultades y las sigo encontrando. Por ejemplo, cuando desde
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algunos años a esta parte estamos insistiendo algunos sacerdotes y el obispo en la necesidad de
hacer esta unión entre Evangelio e historia, y una historia tan deplorable como la nuestra, como es
la de Marajó, ahí surgen las dificultades, el cerrar los oídos o hasta la protesta por la indignación,
hasta en algunos católicos. ¿Por qué? Porque nunca comprendieron que el Evangelio es para la
historia, es sal de la tierra, es luz en el mundo, es una ciudad que se coloca en lo alto que es
imposible que no se vea. Ese concepto y esa realidad aún no han sido asimilados y para mí es el
desafío fundamental. ¿Por qué no ha sido asimilado? Porque detrás se encuentra el peligro de la
muerte social, sociológica. Porque vas a enfrentar al alcalde, vas a enfrentar a las autoridades y eso
va a suponer la marginalización social. ¿Qué significa lo primero? No vas a tener empleo en la
alcaldía, en el municipio, que es la fuente primordial de empleo en Marajó. No solamente tú, sino
tus hijos, tus parientes, tu padre y tu madre, tu descendencia. Es decir, es un sistema tiránico en que
el pueblo no tiene libertad. Y si no hay libertad económica básica por lo menos no hay libertad
democrática, no existe dignidad humana ni absolutamente nada. A partir de ahí el riesgo que se
corre de quedar desempleado o en algunos aspectos morir hasta biológicamente es que el Evangelio
debe ser anunciado y debe ser acogido como es, sin reticencias y sin desvíos. Por ejemplo, para una
religiosidad popular que puede decir “¡Viva nuestra señora de Nazaret!”. Vivas y procesiones
intensas de cuatro horas bajo de un sol escaldante. O como hacen nuestros hermanos protestantes.
“Aleluya, amén, estoy salvo” y después del prójimo y de nuestra historia no se preocupan para
nada. Entrar en el desafío de la bienaventuranza. Entender por la fe y por experiencia que ser
perseguido por la justicia es bueno, que te trae la felicidad; que ser pobre según el sentido del
Evangelio es lo que te va a traer la verificación personal y familiar, y vivirlo con la fuerza del
Espíritu Santo; que ser calumniado y ser tratado de cualquier cosa por causa del nombre de Jesús
eso te hace de verdad ciudadano del cielo con toda la dignidad, donde eres señor y donde nadie te
puede pisar. Entender que la sed y la necesidad de justicia Dios la quiere satisfacer también ahora,
pero sobre todo en el Reino de los cielos. Ese es el desafío pastoral supremo. Y pensarlo, para mí
porque es un largo proceso, me ha llevado a estos cuestionamientos, ya existenciales y pastorales,
que tienen alguna vez algunos reflejos hasta en la sociedad. Por ejemplo, las amenazas de muerte, la
situación de peligro en que estoy nacen de ahí.

Ezequiel Silva: José Luis ¿a raíz de qué se han dado las amenazas de muerte?
José Luiz Azcona: Las amenazas nacieron de denuncias que hice yo y algunos colaboradores de la
Comisión de Derechos Humanos Parlamentaria de Brasilia, de los diputados de la Cámara.
Diputados a quienes ayudé a orientar, a dar puntos de referencia, en algunos casos hasta con dinero
de una organización no-gubernamental de España, defensora de derechos humanos. En fin, que
estuve apoyando y ayudando. Uno de ellos, el más importante, me llamó desde Brasilia, en el año

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2007 diciendo: “Don José Luis, tenga cuidado porque, por los servicios de inteligencia que tenemos
ahí en Belém, tanto usted como yo estamos siendo buscados para matarnos”. Yo comencé a tener
cuidado, comencé a no viajar…

Ezequiel Silva: ¿Esta información le llegó por un diputado?


José Luiz Azcona: No, un asesor de la Cámara de Diputados en el área de derechos humanos que
había trabajado con nosotros aquí en Marajó. Entonces, yo empecé a tener cuidado, a no salir en el
autobús, sino a tomar un coche, carro, taxi siempre, a no abrir la puerta de la Iglesia en la catedral
temprano, sino cuando está amaneciendo. Tomé algunas precauciones mínimas. Resulta que al final
del año 2007, el 9 de diciembre, este muchacho fue asesinado. Éste que me había avisado, que había
trabajado conmigo. El 23 de diciembre de ese mismo año en O Globo, que es un periódico
importante aquí en Brasil de la Cadena Globo, me incluyo en la lista de los 16 marcados para morir
en el Brasil, donde estamos tres obispos, dos sacerdotes y el resto son seglares. Y desde entonces
comenzó el ofrecimiento de protección oficial por parte de la Policía Federal, por parte del gobierno
del Estado, del sector derechos humanos y justicia. Y ahí estamos. No he recibido más amenazas ni
noticias de que me estén persiguiendo, pero la dinámica de los acontecimientos, por ejemplo la
presencia brutalizante del narcotráfico con una acción cada día más acelerada en Marajó, llegando a
los puntos más extraños, de más difícil acceso, con una acción brutal y actuando e influenciando
políticos. Estamos denunciando esa situación. Porque hay mucho miedo también, mucho miedo
porque el peligro es grande y la mentalidad en alguna parte del pueblo de que el narcotráfico es
bueno, que antes no era, pero que ahora es bueno porque está dando de comer a los pobres, sino las
familias morirían y que los niños están recibiendo remedio, medicina, de lo contrario morirían
también porque las medicinas son caras. Con esa mentalidad ya tenemos la guerra en Marajó. Todo
es como una avalancha, porque nuestros problemas son tan enormes que nos sentimos incapacitados
para enfrentarlos. Es un espacio humano y ecológico abandonado completamente por nuestras
autoridades y es ahí donde tenemos que ejercer nuestro ministerio. Entonces en este clima, en este
ambiente es que estoy.

Ezequiel Silva: ¿Las denuncias han sido sobre todo contra el tema del narcotráfico?
José Luiz Azcona: No, habían sido contra el tráfico humano para la Guayana Francesa y para
España, desde la selva, pasando por Belém hasta San Pablo y de San Pablo a Madrid y de Madrid
para Europa. Toda esa situación. Y también denuncia de abuso sexual de menores en algunos
municipios, sobre todo en Marajó. Todo eso creó ese ánimo. Esa problemática primera se está
ampliando.

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Ezequiel Silva: ¿Y cómo hace para vivir como obispo, desde la propia espiritualidad, con la
amenaza próxima? ¿Qué sensaciones le producen en el plano personal tal situación?
José Luiz Azcona: Lo que hago es rezar, rezar mucho porque considero que sin oración no sería
capaz de llevar esta causa el Evangelio como creo que debe ser llevado para adelante. Otro motivo
que me impulsa a seguir con fuerza es el ejemplo de algunos presbíteros también y de personas de
la prelatura que están ahí. Por ejemplo, un sacerdote hace tres, cuatro meses en una reunión de la
Comisión de Justicia y Paz nos dijo: “Hace dos semanas y media mi madre me llamó por teléfono y
me dijo: ‘Hijo mío, estoy sabiendo que estás en una diócesis de un obispo que está amenazado de
muerte. ¿Es verdad?’ y sólo respondí: ‘Sí madre, es verdad’. ‘Ay hijo mío, por favor apártate de ahí.
Por favor, tenga mucho cuidado. Ya no voy a vivir tranquila. Esto ya es para mí la declaración de
muerte. Por favor hijo mío tenga cuidado’” Este padre nos dijo: “Le tuve que cortar el teléfono y
decirle: ‘Madre, yo sé que Jesucristo me ha enviado aquí, a esta ciudad y a este rebaño donde hay
muchas ovejas heridas y muchas ovejas abandonadas. Si tengo que morir por estas ovejas yo voy a
morir, madre’”. Con este ejemplo de un hombre que por la fe, por el Evangelio, por su condición de
pastor es capaz de resistir, de pasar por encima de las lágrimas de una madre y de la propia vida, a
uno, a un obispo, le anima sobremanera. El ejemplo de un diácono también amenazado hace dos
meses o tres, no un día sino varias veces me compromete con esta situación.

Ezequiel Silva: ¿Le han aconsejado irse, José Luis?


José Luiz Azcona: Me han aconsejado muchos, pero no puedo. Imposible.

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