Está en la página 1de 15

RECLUTAS, SUBDITOS Y FELIGRESES.

Carlos Arboleda Mora.

El conflicto actual colombiano tiene unas raíces de raigambre histórica. En este sentido,
presentamos una hipótesis de investigación que puede servir para entender en algo lo
que ahora estamos viviendo.
Ciertamente, son algunas palabras que pueden generar discusiones y búsquedas
ulteriores. No pretendemos oscurecer otras causas importantes como la desigualdad
social y económica, la debilidad del estado, los poderes regionales, etc.
Fundamentalmente se trata de decir que una entre las muchas causas del conflicto está
en la negación de la mayoría de edad a las personas de este país. Podemos enunciar así
nuestro propósito: “Somos una nación de reclutas, súbditos y feligreses, y no una nación
de ciudadanos y creyentes mayores que construyen y defienden su comunidad”. Se ha
construido un país de gente obediente y sumisa a los mayores en edad, dignidad y
gobierno como nos decía el catecismo del Padre Gaspar Astete. La obediencia al
gobierno, a las autoridades religiosas y a los jefes militares se convirtió en el currículo
oculto de la nación. Obediencia total y ciega pues los tres estamentos tenían la
autoridad triple: espiritual, legal y coercitiva, y desafiarlas era exponerse a perder la
salvación eterna y la vida temporal, o los favores de los altos.

En términos más filosóficos, no hemos logrado la mayoría de edad de la que hablaba


Enmanuel Kant en “Qué es la Ilustración?”. Asumir la vida con seriedad y
responsabilidad, como mayores de edad y no como niños es la meta de la ilustración.
Sin embargo, no nos gusta ser responsables de nuestra vida pues tener tutores que
piensen y actúen por nosotros es una actitud fácil. Que el gobierno arregle los
problemas, que los vecinos embellezcan el vecindario, que los policías cuiden el lugar,
que el alcalde frene la inseguridad... pero yo, yo permanezco en mi casa tranquilo
viendo la televisión. Como Kant lo presenta es un problema del sujeto; es por pereza o
cobardía que no somos mayores. Es verdad que hay que tomar la vida en las propias
manos. Pero también es cierto, y es esto lo que nos proponemos decir, ha habido en el
país una educación para la minoría de edad, para que seamos niños obedientes y no
causemos problemas. Desde la colonia, se nos ha dicho a quien tenemos qué defender, a
quién tenemos que seguir y qué tenemos qué hacer para alcanzar la salvación. Y así
hemos aceptado cambiar favores por votos, salvación por diezmos y ascensos por
amistades o familia.

Esta hipótesis para América Latina no es algo nuevo. Ya Octavio Paz escribía en este
sentido:

“No tuvimos Ilustración porque no tuvimos Reforma, ni un movimiento intelectual y


religioso como el jansenismo francés. La civilización hispanoamericana es admirable
por muchos conceptos, pero hace pensar en una construcción de inmensa solidez – a un
tiempo convento, fortaleza y palacio- destinada a durar, no a cambiar”1.

El propósito era una civilización durable y permanente que Paz imagina como convento
(una verdad religiosa única e inmutable), fortaleza (cuartel inexpugnable con el poder
de las armas) y palacio (familias políticas en el poder para siempre). Más que una
comparación acertada es una afirmación socio-histórica de gran validez.. Y
posteriormente ha habido autores, algunos de los cuales mencionaremos aquí, que se
han acercado a este análisis. 2

1. RECLUTAS.
En la historia colombiana, los reclutas, en general, han sido conscriptos a la fuerza para
servir a un determinado grupo o partido. Si bien el ejército ha sido medio de ascenso
social de quienes no tenían otra alternativa de vida, lo más común era reclutar gente del
pueblo y campesinos mediante encerronas para servir obligatoriamente en las guerras.
Carlos Eduardo Jaramillo nos habla así de la guerra de los mil días:

“Estar en armas y participar activamente en el conflicto no fue siempre un acto


voluntario, ni siquiera para las fuerzas irregulares que eran grupos que por su naturaleza
deberían tener esta característica. Muchos de los hombres que participaron en ella, por

1
Paz, Octavio. El peregrino en su patria, historia y política de México. México: FCE, l987. Tomo I. p.
45l.
2
Cfr por ejemplo, Garay, Luis Jorge "Construcción de una Nueva Sociedad". Tercer Mundo Editores.
1999. Santa Fe de Bogotá. Corzo Fernández , Susana. Elite política y formación de redes en
Latinoamérica. VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la
Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002.
http://unpan1.un.org/intradoc/groups/public/documents/CLAD/clad0043417.pdf
no decir la mayoría, fueron llevados a la fuerza hasta los campos de batalla, las más de
las veces contra su abierto y franco deseo de no tomar las armas.”3

Pero los antioqueños y los costeños eran remisos al reclutamiento forzoso. En lo


referente a las deserciones de antioqueños y costeños, cuando de salir a combatir fuera
de sus tierras se trataba, no hubo diferencias; ambos se esfumaban con la misma
frecuencia. A Rafael Uribe Uribe, en el departamento de Bolívar, le desertó un tercio de
su fuerza en una sola noche; a Justo L. Durán, cuando ordenó a San Juan marchar hacia
Riohacha, le desertaron dos batallones; a las tropas conservadoras en una marcha de
Chiriguaná se les refundió más de medio batallón; y en Antioquia, a Pedro Nel Ospina,
se le fugaron la mitad de los batallones que sacaban de Medellín4.

Sobre la participación de los antioqueños en la guerra hay que aclarar que, aunque las
deserciones fueron muchas, sus jefes siempre lograron llevarlos a combatir a casi todos
los escenarios del país, cosa que no ocurrió con las tropas costeñas.”5

Servir a quién? Aunque es posible que muchos fueran a servir voluntariamente con
conocimiento del partido al que defendían, la mayoría lo hacían por obligación y nunca
por convicción. Aún en nuestra época se va al servicio militar por sacar la libreta militar
o por tener un trabajo. Además las mamás siempre están intrigando para que su “niño”
no pague el servicio militar.

El servicio como medio de ascenso lo aclara esta anécdota:

“ La siguiente anécdota, sucedida al general Benjamín Herrera y relatada por Belisario


Porras, ilustra el fenómeno y las argucias utilizadas para lograr ascensos:

Recuerdo que al organizar Herrera nuestros cuadros en Buriticá y habiendo en el grupo


de invasores tantos oficiales que ello dio lugar a la picante ocurrencia del célebre
antioqueño, La Puerta. Preguntábale Herrera a cada uno del grupo: ¿ha militado usted?,
¿que grado tiene?, y cada uno iba contestando según el caso:

3
Jaramillo, Carlos Eduardo. Reclutamientos, ascensos y deserciones. Revista Credencial Historia,
Bogotá, Enero 2000. Nùmero 121.
http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/credencial/enero2000/121guerra.htm
4
Cfr. Pedro Nel Ospina a gobernador de Antioquía. Salamina, marzo 17, 1900, Archivo ministerio de
defensa, caja 32.
5
Ibidem.
--¿Yo?... ¡yo soy coronel...!

--¿Yo?... ¡yo soy mayor...!

--¿Yo?... ¡yo soy teniente coronel...!

Ninguno resultaba ser alférez, ni teniente, pero ni siquiera capitán, y al llegar a nuestro
antioqueño: y usted, ¿que es usted?, preguntó Herrera, y con la mayor seriedad contestó:
--¿Yo?... ¡Yo soy mariscal...!”6

Otro de los aspectos más afectados por el reclutamiento era el económico como nos lo
dice Roger Brew cuando analiza la situación de Antioquia en la guerra civil de 1860 e
insiste principalmente, en los efectos negativos de la misma sobre la economía
antioqueña. Considera que entre 1860 y 1864 se produjo una profunda crisis minera, se
paralizó el comercio, se incrementaron los precios de los alimentos, y todo ello estuvo
asociado predominantemente al incremento del reclutamiento y a la captura de los
animales de transporte, con lo cual se rompió todo el sistema de mercado:

El aspecto que causaba las peores perturbaciones en el mercado en los


tiempos de guerra era el reclutamiento. Debido a que no había una amplia
reserva de pobres urbanos para llenar las filas del ejército, el servicio militar
era una carga para el campesino. La carga se distribuía bastante
igualitariamente entre los distritos según su población, aunque los
trabajadores migrantes tenían más posibilidad que cualquier otro de ser
clasificados como vagos y metidos dentro de la cuota local. La importancia
del reclutamiento no residía tanto en el número de reclutas como en la fama
que tenía en la población, sólo bastaba con que un hombre fuera cogido para
que otro huyera del pueblo a esconderse en las montañas.7

Hoy, en el país, sigue existiendo la conscripción, pero no sólo la que realiza el ejército
regular sino también la que realizan los grupos armados. El art. 216 de la Constitución
de 1991 estipula el servicio militar obligatorio. Pero, en el campo, otros grupos siguen
reclutando jóvenes y niños para sus filas. Y también sigue siendo medio para mostrar

6
Porras, Belisario. Memorias de las campañas del Istmo 1900. Panamá: Imprenta Nacional, 1974.
7
Roger Brew. Aspects of politics in Antioquia, 1850-1865. Oxford, 1971. pp. 159-160.Citado en Ortiz,
Luis Javier (dir). Ganarse el cielo haciendo la guerra, Medellín, Unal, 2004.
poder. En una sociedad donde muchos no han podido acceder a ningún dominio social,
tener un arma es poder imponer su voluntad. Piénsese en el sicario, el grupo de un
grupo armado o un soldado. El arma da el status que no se ha tenido como ciudadano,
da prestigio e incluso intima respeto, entiéndase miedo.

La defensa del estado no se realizó como una defensa del contrato social o de la
comunidad imaginada, sino como una obligación forzosa de acabar con el otro que es el
enemigo. Enemigo elaborado por los detentadores del poder. Estos nos decían quién era
el enemigo. La tradición latinoamericana antes de la llegada de los europeos fue una
tradición comunitaria vivida en términos tribales. Luego del arribo de los españoles se
nos inculcó la tradición hobessiana: somos los enemigos de los otros. El español es el
enemigo que viene a destruír nuestra cultura. Luego el español logró inculcarnos que el
luterano es el enemigo y también el hereje, el distinto. Y en la época de la
independencia, se nos inculcaba que el realista o el patriota eran los enemigos. Más
tarde el liberal o el conservador eran los contrincantes a destruír. Posteriormente el
marxista y ahora el guerrillero o el paramilitar o el soldado; o el vicioso o el malito.
Todos los otros son los enemigos.
Y las personas son conscriptas a la fuerza para destruír al enemigo denominado así por
los de arriba. Formados para obedecer órdenes no importa su calidad de órdenes injustas
o arbitrarias. “Las órdenes se cumplen o se acaba la milicia”. Obediencia ciega a la
injusticia camuflada como defensa del orden, o como construcción de una sociedad
justa.

2. SUBDITOS.

Para muchos, bastante románticos, la gesta de independencia fue la liberación del yugo
español para establecer un régimen democrático de tipo liberal a ejemplo de Francia. Se
pensó que llegaba la época de las libertades, de las virtudes civiles, del reconocimiento
pleno de la ciudadanía. Pero si miramos con otros ojos, encontramos que las luchas
culminadas en l819 dieron lugar a una, que hoy llamaríamos, privatización del poder
público en manos de unas élites políticas, y privatización de los beneficios. Lo que antes
era para la corona española, ahora es para los gobernantes de turno. Y si antes éramos
súbditos de la corona, ahora lo seríamos de la serie de jefes liberales o conservadores
que cruentamente se disputan el poder en las guerras civiles del siglo XIX y en las
disputas del siglo XX. Pero siempre con un común denominador: “el pueblo necesita ser
gobernado”, “el populacho siempre es peligroso”, “hay que dirigir a las masas”. Incluso,
en el pensamiento católico, el Estado funcionaba como un padre para el pueblo inculto,
ignorante y no educado. El Estado y la Iglesia estaban para formar, informar, corregir y
vigilar a las masas que eran “rudas”. Había una sensación de tipo ilustrado de que el
pueblo era casi bruto y peligroso.

En los inicios mismos de la república están varias de las raíces de la dependencia del
individuo.
“La crisis de la sociedad colombiana hunde sus raíces en el mismo momento de la
fundación de la República. No fue posible renunciar a la herencia colonial que
permitiera construir un ordenamiento económico, político y social, acorde con la
dinámica mundial de la época. Por el contrario, se profundizó en el fenómeno del
caciquismo, que se convertiría a la larga en el problema socio-político básico, en la
medida en que impide la construcción de una sociedad democrática en cuyo interior se
modernice el aparato productivo que lo ponga a tono con la creciente globalización.”8

El clientelismo ha sido el fruto maduro del caciquismo en cuanto es la práctica del


control que aprovecha la obediencia a un caudillo con carisma o sin él , pero con poder.
Ante él se rinde la conciencia, la libre elección, la libertad. Y la obediencia a ese
caudillo se extiende, después de él, a su familia o a su clan. Vivir del caudillo es fácil y
cómodo, esto nos lo recuerda Kant. Esperar del patrono ayudas y prebendas; suplicar al
político de turno por unas tejas de zinc o unos bultos de cemento; esperar la cómoda
limosna del que está arriba; conseguir empleo por el amigo del amigo que está en un
puesto público... todo esto a cambio del voto, de la servidumbre irreflexiva, del rechazo
al ejercicio de la altiva ciudadanía. Y el político aprovecha esta renuncia del sujeto para
realizar los planes que desea, alcanzar beneficios y mantener la idea de benefactor del
pueblo. Así los caciques se perpetúan y se reproducen en la sociedad. La constitución de
1991 quiso abolir esta tradición cultural y no lo ha logrado.

“Proceso que inexorablemente ha conducido a un estado permanente de crisis social en


la que afloran los conflictos por la pérdida de controles y de sentido de pertenencia de la
sociedad colombiana agudizados por la globalización. En ciento ochenta años de vida
8
Guarín Medina, Gustavo. La crisis de hoy: razón histórica de una ausencia , Revista de ciencias
humanas, UTP, 2000. http://www.utp.edu.co/~chumanas/revistas/revistas/rev23/guarin.htm
republicana no se ha podido consolidar el Estado Nacional, al contrario, hoy la sociedad
colombiana sufre una profunda crisis en la institucionalidad del Estado, su presencia en
buena medida es insuficiente, el escepticismo ciudadano sobre su efectividad y
representatividad es mayor.” 9

La corrupción o cultura de la ilegalidad, aunque ha sido un hecho de carácter


inmemorial como nos lo muestra hasta la misma Biblia, se ve concretamente en
Colombia como fruto del clientelismo. Se buscan intereses particulares abusando del
poder poseído, de las amistades contraídas, de los beneficios personales que se pueden
lograr. Es lo que Garay llama el rentismo.

“El rentismo consiste en la reproducción de prácticas impuestas de facto por grupos


poderosos en usufructo de su privilegiada posición en la estructura política y económica
del país, para la satisfacción egoísta y excluyente de intereses propios a costa de los
intereses del resto de la población y sin una retribución a la sociedad que guarde
proporción a los beneficios capturados para provecho propio.”10

Este rentismo se opone a la formación de una cultura cívica donde los ciudadanos
puedan pensar y actuar por sí mismos y no por insinuación o presión de otros. Se opone
también a la búsqueda del bien común pues se basa en la cleptocracia, e impide la
formación de ciudadanos autónomos. Aunque algunos dicen que el clientelismo tuvo su
funcionalidad en otros momentos como modo de acceder los más pobres y débiles a los
beneficios del estado o la justicia, hoy se presenta como un factor de producción de
crisis política y económica:
“ A cambio de su prestación de trabajo y otros servicios, y de la promoción de los
intereses del patrono, el campesino recibía unos medios básicos de subsistencia, sobre
todo en momentos de crisis, protección, y mediación cuando era necesaria.” 11 Aunque
esto puede ser cierto, se hacía a costa de la autonomía y participación del que debía ser
ciudadano.

Para muchos hoy, se considera lo más corrupto del país la clase política. Todo se
puede hacer, aún los peores delitos, siempre y cuando se tenga el apoyo de un cacique,

9
Ibidem.
10
Garay, Luis Jorge. Op. Cit.
11
Cazorla, José. Del clientelismo tradicional al clientelismo de partido: evolución y características.
Universidad de Granada. Barcelona, 1992. www.diba.es/icps/working_papers/docs/Wp_i_55.pdf
de un amigo en el poder, de una “palanca” que pueda abrir las puertas, aún las de la
cárcel.

“Colombia sufre las trágicas consecuencias del robo endémico perpetrado por políticos
y funcionarios públicos durante años. Entrelazada con la producción y el tráfico de
estupefacientes, esta conducta exacerbó el subdesarrollo y la ilegalidad en las zonas
rurales, donde una brutal guerra continúa cobrando la vida de 3.500 civiles por año. Un
estudio del Banco Mundial dado a conocer en febrero de 2002 reveló que el 50 por
ciento de los contratos por compras estatales contiene algún elemento de soborno.12
Otro informe del Banco Mundial estima que el costo de la corrupción en Colombia
asciende a USD 2.600 millones por año, el equivalente al 60 por ciento de la deuda del
país.” 13
La corrupción no es la conducta desviada o inmoral de un individuo aislado, es la
conducta de una clase de caciques que ni siquiera la juzgan como antiética sino como el
aceite que lubrica el sistema o la forma normal de vivir el servicio público.

La interpretación culturalista del fenómeno de la corrupción, nos lleva a entender que el


problema de la corrupción es el fruto de toda una historia de clientelismo, de compra de
poder, de caciques... que nos condiciona de forma permanente. La desconfianza, la
búsqueda del propio interés y el influjo de una cultura del engaño y el propio provecho,
marcan la historia de este país. Y plantea la tesis de que las naciones colonizadas por
España y católicas tendrían el sambenito de seguir siendo corruptas por toda la
eternidad.

En esta línea, el profesor Luis Eduardo Fajardo plantea la hipótesis de que la variación
14
en la eficiencia de la justicia entre los diversos países, depende de su pasado colonial.
Presentando el estudio de La Porta y otros ,15 llega a la conclusión de que:

12
Informe sobre "Corrupción, Desempeño Institucional y Gobernabilidad: Desarrollando Una Estrategia
anticorrupción para Colombia", 21 de marzo de 2002; ver
www.transparenciacolombia.org.co/textos_word/info_corrupcion

13
Ver wbln0018.worldbank.org/LAC/lacinfoclient.nsf/d29684951174975c85256735007fef12/
921d461c069a434d8525696f00514142/$FILE/LJ%20SPEECH.pdf . Tomado de:
http://www.globalcorruptionreport.org/download/gcr2003/SPANISH_Sudamerica.pdf
14
Fajardo, Luis Eduardo. La corrupción heredada: Pasado colonial, sistema legal y desarrollo económico
en Colombia. Revista de Estudios sociales. Universidad de los Andes. Facultad de ciencias sociales.
Bogotá-Colombia. Número 12, Junio de 2002, pp. 18-26.
“Una revisión inicial de varias fuentes históricas sobre el sistema legal colonial en
Nueva Granada parece sugerir que los patrones observados en la Metrópoli española se
replicaron en las colonias americanas. La burocracia colonial encargada de administrar
justicia era mal paga y corrupta. Las normas que aplicaban eran ambiguas y
antitécnicas. Era un sistema legal que en vez de favorecer el surgimiento de
empresarios capitalistas como ocurrió en varias de las colonias británicas desincentivó
la inversión privada y fortaleció el predominio de un aparato estatal clientelista que fue
el gran distribuidor de riqueza en el Virreinato.” 16

Acepta así la tesis de que los países colonizados por España tienen en promedios
sistemas legales más corruptos y con menos protección de los inversionistas, que los
países colonizados por otras potencias como Inglaterra. Aunque es de notar, que hace la
salvedad de que la connivencia del sistema legal débil con un estado clientelista, no es
un determinismo absoluto y que hubo también decisiones posteriores de las élites o de
los grupos dominantes.

No podemos negar la validez de las anteriores aseveraciones. El sistema de caciquismo


y clientelismo ha sido una constante de la historia colombiana, y aún hoy la distribución
de puestos, riquezas y beneficios se da por métodos de adscripción mecánica,
consanguínea, familiar... lo que algunos han llamado el “carrusel” de puestos y
prebendas. Se puede afirmar que en Colombia no hubo una verdadera construcción de
ciudadanos modernos sino que los individuos fueron considerados como reclutas,
súbditos y feligreses, orientados a obedecer pasivamente a los militares y a las élites
políticas y religiosas, tratando por medios feudales de ganar los beneficios que
otorgaban los de arriba. Es un hecho innegable que marca nuestra historia. Pero en la
lucha contra la corrupción se ha de entender que el cambio de mentalidad y el logro de
una ciudadanía participativa es una tarea posible aunque de largo plazo. Los gobiernos e
instituciones tienen allí una acción primordial, la creación de una nueva actitud o
mentalidad ciudadana, autónoma, con conciencia crítica política, libre de
condicionamientos de tipo militar, político o integrista.

15
La Porta, Rafael; López-de-Silane, Florencio; Schleifer, Andrei y Vishny, Robert W. Law and
Finance. NBER working paper 5661. Boston, NBER, 1996.
16
Fajardo, Luis Eduardo. Op. Cit. P. 23
El concepto de ciudadanía ilustrado no encuentra su nicho en nuestro país. La
ciudadanía universal es ocultada cuando se dice que sólo son ciudadanos quienes sean
varones, alfabetos, con propiedad. Los demás quedan excluidos. Sin cultura,
propiedades o ingresos no se puede elegir o ser elegido. Y si se es mujer, mucho menos
pues es una persona de segunda categoría.
Lo grave es que es una dominación que no se razona. Como dice Weber:
“Ni con mucho ocurre que la obediencia a una dominación esté orientada primariamente
(ni siquiera siempre) por la creencia en su legitimidad. La adhesión puede fingirse por
individuos y grupos enteros por razones de oportunidad, practicarse efectivamente por
causa de intereses materiales propios, o aceptarse como algo irremediable en virtud de
debilidades individuales y de desvalimiento.17
Hay una aceptación casi determinista de la falta de ciudadanía por las carencias
económicas o políticas o por razones históricas. “Este señor nos ayuda y nos protege”.

3. FELIGRESES.

En cuanto a lo religioso, la Iglesia ejerció un control de tipo no sólo religioso, sino


también moral y social sobre sus fieles, de tal manera que regía las conciencias
individuales y deseaba regir también el sistema social. En la época de la colonia, no
hubo mayores conflictos pues sociedad civil y sociedad religiosa, en general, coincidían
y era la corona la que ejercía el control sobre la iglesia y sus ministros. Esta regía, con
la ayuda de la corona toda la vida social. Se exigía a los indígenas la asistencia al culto
y a los sacramentos, se sancionaba al pecador con castigos civiles, se orientaban las
lecturas a tal punto que sólo ingresaban aquellos libros permitidos, etc. Todo lo
diferente era considerado pecaminoso o satánico.

Al iniciarse la independencia, la Iglesia tenía un enorme peso social, moral y


económico del cual se derivaba su poder político. Esta situación se había originado en
la estrecha relación entre la Iglesia y el Estado español bajo la forma del Patronato Real,
el cual convirtió a los reyes españoles en una especie de vicarios papales y generó un
aislamiento casi total de las iglesias hispanoamericanas de la Santa Sede y del resto del
mundo católico.
17
WEBER, Max, Economía y sociedad: esbozo de sociología comprensiva, México-Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 1964. p. 171.
El proceso de independencia y de formación de la República de la Nueva Granada no
abolió el patronato sino que le confirió una nueva forma jurídica bajo la figura del
Patronato Republicano (1824), que asignaba al gobierno civil las funciones que antes
tenían las autoridades españolas. De esta manera la Iglesia y el Estado en la Nueva
Granada estuvieron unidos hasta la ruptura del Patronato Republicano en 1853. Sin
embargo, la Iglesia católica y el Estado colombiano tuvieron conflictos durante las tres
cuartas partes del siglo XIX, como lo anota el historiador Jorge Villegas:

Al término de la independencia (1819) se disputan la hegemonía tres poderes:


1. La Iglesia Católica, poderosa, rica, organizada y con fuerte prestigio
popular.
2. El ejército, triunfador de la contienda contra España, que posee fuerza
desmesurada en relación con la población (30.000 soldados en millón y cuarto de
habitantes).
3. El Estado naciente, heredero del aparato colonial español, más no de su
experiencia, quien nace deficitario y abrumado por el gigantesco peso de las
deudas de guerra.18

El peso de la Iglesia en la vida social y política era mucho mayor que el del incipiente
Estado. Un diplomático norteamericano anotaba en 1834: "Un tercio del Senado y una
cuarta parte de la Cámara de representantes están constituídos por miembros del
clero."19

Los conflictos entre la Iglesia y el Estado colombianos se agudizaron con las reformas
introducidas a partir del medio siglo y la ruptura del patronato en 1853. Esta
radicalización de los dos poderes alineó la Iglesia con el partido conservador y dejó sin
legitimidad al liberalismo. Desde su propia perspectiva, los liberales se consideraron
proponentes de una reforma que no se había realizado en la Iglesia colombiana, tanto en
las costumbres del clero como en la apertura hacia la modernidad. De una parte,
denunciaban al clero por sus abusivos comportamientos y de otra, buscaban cambiar la
tradicional manera de pensar de los colombianos abriendo paso a la modernidad,
mediante la adopción de la libertad de conciencia y de cultos, la separación de la Iglesia
18
Jorge Villegas. Colombia: Enfrentamiento Iglesia-Estado, 1819-1887. Medellín, Centro de
Investigaciones Económicas C.I.E., Universidad de Antioquia, 1977, pág. 1A.
19
Citado en Ibid., pág. 2A.
y el Estado, la pluralidad religiosa y la tolerancia. Globalmente, el liberalismo aparecía
como reformador y el conservatismo como defensor de la tradición. Para el primero, la
Constitución de l863 marcó su rumbo y para el segundo, el Syllabus fue su carta de
navegación. Puede decirse que se constituyeron en dos símbolos de nación y en dos
banderas de guerra. Dos símbolos de nación porque después de las guerras de
independencia sólo se presentaron en el país dos propuestas de construcción de nación:
la liberal y la católica. En diferentes períodos, las dos propuestas han tratado de
conformar la nación pero no lo han logrado por la recurrencia a prácticas como la
exclusión, el autoritarismo o la intolerancia sin la convocatoria ni la participación de
amplios sectores de la población. Sin embargo, continuó el férreo control de la iglesia
sobre los feligreses a quienes, en última instancia, sólo se exigía obediencia a la palabra
de los pastores. Un caso particular es el control mismo que trató de ejercer sobre los
escritores católicos que, en su momento, tenían como objetivo defender la misma iglesia
católica.
Había algunos escritores pertenecientes al partido conservador que tenían una actitud
demasiado tradicionalista y que habían optado por el Syllabus como orientador de sus
reflexiones. Entre estos sobresalen Miguel Antonio Caro y José Manuel Groot. Ellos
optaron por la vía de la intransigencia y así se lo manifestaron mutuamente:

El miedo, el egoísmo, y el odio a los laicos que ayudamos a la causa de Dios


con nuestros desinteresados esfuerzos, tienen sus procuradores en esa
Corporación llamada a hacer grandes bienes y capaz de hacer grandes
males. Dios enderece las cosas y haga infundados mis temores, que son los
de muchos católicos.20

Lo que había dicho el Segundo Concilio Provincial en 1874 al respecto se puede


resumir en unas cuantas afirmaciones:
1. Los escritores católicos no deben desmayar en su tarea de defender la fe;
2. Pero esos escritores pueden ser causa de innumerables males e inconvenientes para
la Iglesia;
3. Por eso, la desenfrenada libertad no debe tener cabida entre los hijos de la Iglesia;

20
“Carta del señor Caro al señor Groot, el 20 de enero de 1874”, en: Thesaurus. Boletín del Instituto
Caro y Cuervo, tomo VIII, 1952 pág. 189.
4. Sino que deben tener gran prudencia en tratar ciertas cuestiones, no anticipar el
juicio, ni prescribir a los fieles y, aún a los pastores, la conducta que han de
observar, pues no se puede trastornar el orden de los poderes establecidos por
Nuestro Señor Jesucristo en la Iglesia, tomando las ovejas el lugar de sus pastores;
5. Los escritores católicos deben optar por el camino de la sumisión a sus pastores.

Se pensaba que así se podría controlar el celo excesivo de los escritores que los llevaba
a una confrontación con el gobierno y que impedía conciliaciones en materia de
instrucción religiosa. El señor Groot, sin embargo, en una carta del 23 de Agosto de
l875 se manifiesta inconforme:
Empezaré por observar, que todo lo que en él se dice, se refiere
precisamente a los que escribimos sobre asuntos de religión en Bogotá, y
principalmente al señor Caro y a mí. Es verdad que se habla en términos
generales, pero con una generalidad que a cada paso deja traslucir el
designio de individualizar [...].21

Más adelante, Groot, después de reconocer la obediencia debida a los prelados,


considera que hay casos en los que los católicos tienen el derecho de desconocer la
autoridad episcopal. La obediencia al obispo es necesaria “pero todo ésto se entiende
cuando el Obispo está en la Iglesia, porque desde que se separa de ella por el cisma y la
herejía, ya no es pastor sino lobo a quien las ovejas no pueden seguir sino huírle.” 22 Y
termina diciendo que, por más ofensas que perciba de los eclesiásticos, no dejará de
combatir en defensa de la causa de Dios y de su Iglesia, aunque “me exponga a los tiros
de toda clase de enemigos, así exteriores como interiores.”23

Es un caso especial de control de escritores. Pero el control ejercido por la iglesia era
también social, político, sexual, religioso. Son suficientemente conocidas las normas de
control sobre votaciones, asistencia a misa, vida sexual, ideas políticas...

Quizás sea interesante mirar, desde la óptica de las representaciones y símbolos, la


importancia de la figura del “padre” para nosotros los colombianos. De alguna manera,

21
Citado en Mario Germán Romero. “El Arzobispo Arbeláez y el II Concilio Provincial Neogranadino”,
en: Boletín de historia y antigüedades. Bogotá, enero-febrero de l956, vol XLIII. N° 495-496, p. 792.
22
Ibíd., pág. 800.
23
Ibíd., pág. 801.
desde la colonia, hemos dependido de esta figura. El Rey, en la colonia, era el Padre
rey. Bolívar era el padre, el padre de la patria, unificador, centralista, con un poder
fuerte. Los caudillos regionales eran los padres que mandaban y a quienes había que
seguir.24 Y hoy seguimos hablando de padres de la patria cuando nos referimos a los
miembros del congreso, como aquellos que paternalmente dan cosas. Pero también
buscamos un padre que tenga poder y así aceptamos y buscamos gobernantes que sean
autoritarios, que gobiernen con mano dura. Queremos seguir siendo los hijos de los
padres políticos, militares y eclesiásticos.

En síntesis, muchas veces la Iglesia sólo quiso feligreses obedientes, que no protestaran,
que cumplieran sumisamente sus deberes religiosos. La concepción de Iglesia era
jerárquica, vertical, sin espacio para la tarea de los seglares que sólo debían seguir los
mandatos del obispo o sacerdote. No había lugar para el laico como lo propuso el
Concilio vaticano II, que ya reconoce el papel fundamental del seglar en la iglesia como
miembro pleno de ella con derecho a participar activamente en la vida religiosa.

CONCLUSIÓN

Se trató y se logró formar profesionales de la obediencia cuya tarea consistiría en


conocer bien lo que se manda y en tratar de cumplirlo con la mayor celeridad y
perfección. A ser posible, con alegría y aún con sentido cristiano. Desde esta posición ,
se supone que quien manda busca lo mejor para los súbditos y el que obedece nunca se
equivoca. Los jefes tienen la obligación de pensar en ellos y por ellos y de decidir lo
que es mejor para su vida a corto y largo plazo. La felicidad consistiría en ser
disciplinados y obedientes, en trabajar con denuedo sin rechistar. No sólo la felicidad
individual. También la colectiva y social. Si todos cumplimos las leyes, a todos nos irá
bien. Desde nuestra condición de súbditos, nos callamos y obedecemos. Podemos
quejarnos, sí. Pero no como un derecho sino como una camuflada insumisión. No es
preciso pensar mucho ni hablar demasiado. No es bien visto oponerse y criticar a las
autoridades. Esto solamente crea mal ambiente y produce problemas. Es mejor

24
Anrup, Roland y Oieni, Vicente. Ciudadanía y nación en el proceso de emancipación.
http://www.hum.gu.se/ibero/publikationer/anales2/pdf-artiklar/rol.vic%20.pdf.
obedecer, respetar la autoridad, aprovecharse del que manda a través de amistad o
sumisa petición. Y esa es la finalidad de la educación: formar para ser súbditos del que
piensa por nosotros. 25

No se logró crear ciudadanos de verdad. Pues se trató de hacer reclutas no pensantes,


súbditos turiferarios del político de turno, feligreses que simplemente comulgaran y
pagaran diezmos. Ni siquiera los liberales, portadores de una modernidad civilista, lo
lograron realizar.

25
Santos Guerra, Miguel Angel. Súbditos, clientes o ciudadanos. Jornal A Pagina da Educaçao. Portugal,
Nº 116, año 11. Octubre de 2002. Pg. 31.

También podría gustarte