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03 de marzo de 2017
PARO DE MUJERES

Una creación colectiva


El próximo 8M depara una reconfiguración del escenario de las mujeres en
las calles, en las casas y en sus lugares de trabajo que escapa al imaginario
gremial y público para ser conceptualizado a la medida del tiempo laboral en
sus más variadas formas, convirtiendo la desocupación en nuevas formas de
trabajo. La construcción de la herramienta política del paro en los territorios y
en asambleas vitales y heterogéneas les pone cuerpo a las palabras y
fortalece el paro internacional como modalidad inédita de lucha que impulsa
un feminismo masivo, capaz de vincular reclamos y deseos urgentes contra
las violencias y los ajustes despiadados.
Por Verónica Gago

La jornada del Paro Internacional de Mujeres del próximo miércoles 8 de


marzo se viene amasando, vociferando, debatiendo y, sobre todo,
construyendo en una serie de espacios múltiples. El paro del 19 de octubre
pasado instaló la discusión sobre un nuevo sentido de esta herramienta: ya
no sólo para uso exclusivo de los sindicatos, sino capaz de ser reconfigurada,
reconceptualizada y reutilizada por realidades de vida y trabajo que escapan
a los límites gremiales. ¿Qué significa hacer del paro una medida apta para
las trabajadoras informales y cooperativistas? ¿Cómo logran parar quienes
se dedican a las tareas domésticas y de cuidado que parecen no tener pausa
posible? ¿Cómo los sindicatos se sienten a la vez desafiados y revitalizados
por esta interpelación del movimiento de mujeres? ¿Por qué el paro es una
medida que tiene que ver con repudiar la explotación de nuestro tiempo en
sus variadas formas? ¿Cómo el paro deviene una modalidad de politización
de las precariedades?

En la preparación de este 8 de marzo esas mismas preguntas han tenido


más días para concretarse en conversaciones, controversias y asambleas.
Asambleas en los sindicatos y en las comisiones internas, en los barrios, en
las fábricas y oficinas, en los centros de salud y en los movimientos sociales.
Es en ese espacio de muchas donde las palabras no pueden despegarse del
cuerpo. Donde poner la voz es gesticular, respirar, transpirar y sentir que las
palabras resbalan y se traban en el cuerpo de las otras. Contra la idea de que
un paro se organiza sólo de modo virtual o por convocatoria de redes, la
trama de la asamblea, de su reiteración obstinada y en distintas escalas,
vuelve a poner en escena lo trabajoso del cuerpo a cuerpo, del desacuerdo
permanente, del mapeo a viva voz de las experiencias divergentes y las
disidencias concretas e irreductibles. El modo del compartir un espacio, de
escuchar pacientemente las intervenciones y, finalmente, de sostener esa
tensión que es pensante sin ser necesariamente productora de consensos,
evidencia que la heterogeneidad no es sólo una cuestión discursiva. Estar
reunidas en asamblea como un modo laborioso de estar con otras nos quita
de una relación pasiva o cínica con la crueldad que las violencias machistas
machacan de modo tal que pretenden hacerse paisaje cotidiano. Nos
desplaza también del modo victimista de padecer los ajustes que precarizan
nuestras existencias. La asamblea teje tiempo entre un acontecimiento
callejero y otro. Lo dijimos el 19 de octubre y ahora nuevamente: ampliando y
redefiniendo la herramienta del paro estamos enlazando la violencia femicida
con su trama económica y política. Esto vuelve al paro una herramienta
revulsiva y no de negociación. Y nos pone alertas también contra usos “ligth”
o despolitizados del paro, que intentan vaciar su sentido político y convertir al
movimiento de mujeres en una bandera multiuso pero inofensiva. Ya lo
intentan con la torsión punitivista frente a los femicidios. Ahora vemos la
torsión que quiere diluir el paro como herramienta concreta, de bloqueo,
contestación y desafío. 

Es justamente en la fuerza del paro como modalidad de lucha que atraviesa


lo laboral, lo político, lo vital y lo económico donde se construye un nuevo
modo de conexión internacional que impulsa un feminismo masivo, de calle,
capaz de vincular luchas territoriales, reclamos precisos y deseos de una vida
nueva, que se inventa al borde de duelo y del abismo alegre de descubrir una
fuerza común.

#NosotrasParamos

“En los distintos lugares de trabajo que conozco y transito -fábricas, escuelas
y universidades- se está discutiendo el paro y en los espacios de articulación
de fábricas recuperadas también. Nosotrxs participamos en la movilización
dela CGT del 7 y paramos el 8. Estuvimos hablando de todo esto en estas
semanas y es un tema muy fuerte lograr que los sindicatos llamen a paro, no
a otras cosas lavadas”, señala Gisela Bustos, abogada de la Cooperativa
metalúrgica 19 de diciembre e integrante del Movimiento Nacional de
Empresas Recuperadas (MNER). 

¿Hasta qué punto el mundo sindical está dispuesto a dar espacio a esta
resignificación del paro? Lo interesante es el modo en que el paro ha puesto
en ebullición interna a muchos sindicatos. 

Varias asistentes a las asambleas que se vienen realizando en la Mutual


Sentimiento -y de donde salió la exigencia de pronunciamiento a las
centrales- no dudan en señalar un mismo punto: para las que ingresaron a la
tarea sindical en los últimos tiempos, no hay contradicción entre la militancia
gremial y la militancia del movimiento de mujeres. Más bien se viven como
una experiencia de confluencia. 

“A lo largo de estos años participamos de los Encuentros Nacionales de


Mujeres y la acción pedagógica de esos encuentros tanto en términos
individuales como para la organización han sido muy potentes. Hoy en ATE,
por ejemplo, las juntas internas tienen delegadas de género. Esto nunca
había pasado, es un nuevo momento. Desde esta realidad que se ha hecho
cotidiana pasa que las trabajadoras jóvenes hoy son parte del movimiento de
mujeres. Hoy nosotras creemos que desde el feminismo podemos formar una
corriente de opinión dentro de las organizaciones sindicales, en clave
transversal, convocante para distintos gremios. El hito de que las centrales se
junten a debatir sobre esto, como viene sucediendo estas semanas, es
inédito e histórico”, sostiene Clarisa Gambera, secretaria de Acción Social de
CTA-Capital y parte del equipo de género de ATE Nacional. 

Desde el punto de vista de las altas dirigencias, la situación es más


complicada: se ha escuchado en reuniones decir en fuerte tono de voz que la
legitimidad para convocar al paro solo es de los sindicatos. La legitimidad así
expresada se parece a un alambrado. No es un tema menor: de su efectiva
convocatoria depende garantizar las condiciones efectivas para que miles de
trabajadoras puedan parar sin sentir que ponen en riesgo sus puestos de
trabajo.

Matías Cremonte, presidente de la Asociación de Abogadxs Laboralistas, que


convoca y adhiere al paro, señala: “Lxs trabajadorxs tenemos derecho al paro
por la Constitución Nacional, por lo cual no es necesario que sea convocada
por un sindicato. Obviamente se trata de un derecho que se ejerce
colectivamente, pero los y las trabajadoras somos los titulares de ese
derecho, y no es una potestad exclusiva de las asociaciones sindicales
decretar un paro. Sin embargo, el año pasado la Corte Suprema de Justicia
de la Nación interpretó, en un fallo regresivo, que los titulares del derecho de
huelga son los sindicatos (tanto los que tienen personería gremial como los
denominados “simplemente inscriptos”). Por supuesto que cualquier
represalia que pueda tomar un empleador o empleadora contra una
trabajadora por ejercer su derecho de huelga debe ser considerado una
grave discriminación en los términos de la ley 23.592, y existen herramientas
legales para defenderse. Pero es muy importante, para evitar eventuales
controversias, que los sindicatos y/o las centrales sindicales adhieran o
convoquen a la huelga”. 
“Para mí los sindicatos son la organización de los trabajadores y las
trabajadores y sin dudas muchas de nosotras captamos el sentido de estos
paros que van más allá de su definición gremial porque cuando el paro lo
anunciamos las mujeres estamos nombrando muchas cosas. Este 8M serán
muchas las trabajadoras sindicalizadas que se sientan movilizadas y tocadas
por este llamamiento. Pero para las dirigencias sindicales de las centrales se
les abren varios interrogantes y discusiones que aun no han podido saldarse
y eso dificulta hacerse eco de la consigna, más allá de que movilicen por
primera vez en unidad todas las centrales, lo cual es en sí un hecho histórico
importantísimo a destacar”, argumenta Natalia Fontana, secretaria de prensa
del Sindicato de Aeronavegantes, que viene participando sistemáticamente
en las asambleas. Hay que resaltar que hay gremios que sin venir
desarrollando un trabajo de género se sintieron interpelados por el
llamamiento. Así pasó por ejemplo con el Sindicato de Obreros y Empleados
Aceiteros: un sindicato clave ya que fue el año pasado el que después de 25
días de huelga rompió el techo salarial y conquistó un aumento del 36%. Hoy
adhieren al paro desde la Federación de Trabajadores del Complejo Industrial
Oleaginoso, Desmotadores de Algodón y Afines de la República Argentina,
diciendo que “no se pueden  cambiar los problemas de género sin cambiar
los problemas de clase, así como tampoco se pueden cambiar los problemas
de clase sin cambiar los problemas de género”.

Asamblea a cielo abierto

El último miércoles de febrero hubo una asamblea que tomó el obelisco: eran
las trabajadoras de la economía popular. La Confederación de Trabajadorxs
de la Economía Popular (CTEP) empezó a articular un espacio de género
después del paro del 19 de octubre, cuando por primera vez marcharon
juntas todas las mujeres de las distintas organizaciones que componen esta
herramienta gremial en formación. “Tengo la mirada más alta”, dijo una
integrante de Mujeres en Lucha, migrante boliviana y vecina de Villa Lugano,
que asiste desde hace algunos meses a las reuniones de género. La
asamblea, al medio del rayo del sol, se sentía como un espacio de
elaboración política de lo que ya viene sucediendo: es por eso que pone en
juego otras posibilidades expresivas. El documento leído fue trabajado con
tiempo y enhebraba algunos párrafos del llamamiento del Colectivo Ni Una
Menos con frases que surgen de reuniones y talleres. Hablando del paro,
dijeron: “Es esta protesta para nosotras un aviso de incendio, porque en este
momento tan difícil para nuestro pueblo somos las mujeres las primeras que
perdemos el laburo, porque nos cuesta llevar el pan de cada cena. Nos
cuesta reproducir la vida”.

En la asamblea había muchas mujeres que habían participado de distintos


movimientos de desocupados en la época del 2001. Pero aún más
impactante fue la presencia de una nueva generación: las hijas de las
piqueteras. Jóvenes que tenían 5 o 7 años cuando sus madres estaban en
las asambleas de desocupadxs y ahora están en los movimientos vinculados
a la economía popular y que, en los hechos, trazan un linaje con aquellas
luchas. A diferencia de aquel ciclo de organización, donde el protagonismo
femenino fue fuertísimo, emerge ahora una politización que se reconoce
explícitamente feminista.

“Para muchas de nosotras es complicado parar”, dice Jackie, referente de las


cartoneras del MTE, organización al interior de la CTEP. “Si dejamos de
laburar un día, no morfamos. Entonces, esto no es una debilidad nuestra,
tiene que ser algo que el paro logra incluir y que lo haga más rico. Nosotras
vamos a parar”, argumenta. Este es un punto central que plantean las
economías populares como exigencia de ampliación de las imágenes mismas
que disponemos del paro: ¿cómo se logra dar cuenta de esta multiplicidad de
realidades que son la clave de un mapeo del mundo del trabajo en clave
feminista? ¿Cómo el paro es una herramienta que asume la precariedad
como condición común?
El paro en clave regional

El paro se fue construyendo en muchas lenguas y dando espacio a muchos


reclamos. Desde Paraguay, el llamado al Paro toma para muchas mujeres el
significado de la protesta contra el envenenamiento de las comunidades por
agrotóxicos. En Colombia, hay un debate intenso sobre el papel que jugó la
campaña que agitó la “amenaza del género” a favor del triunfo del “no” a los
acuerdos de paz. En Honduras y Guatemala, la organización de la medida se
afirma fuerte en el reclamo por los femicidios territoriales contra líderes
comunitarias. En Brasil, los reclamos subrayan la avanzada de las iglesias
contra las luchas por las  autonomías del cuerpo. El paro entonces, desborda
e integra la cuestión laboral. No la deja de lado pero al mismo tiempo la
redefine y la actualiza. La multiplica sin diluir su densidad histórica.

Este 8M las movilizaciones también van a ir más allá de las demandas


puntuales porque la puesta en común de los cuerpos en la calle permite parar
para darnos tiempo a imaginar cómo queremos vivir. Se trata de un rechazo
concreto y contundente a los despojos múltiples y a las nuevas formas de
explotación con que el capital avanza sobre nuestras vidas. Y también abre
una discusión sobre las formas en que pensamos la provisión de cuidados,
recursos comunes e infraestructuras para la reproducción de la vida. El
movimiento feminista de masas es una respuesta a los modos filantrópicos y
paternalistas con los que se quiere subsanar la precariedad, imponiendo
formas conservadoras y reaccionarias de subjetivación aceitadas por el
miedo.

Se trata de una elaboración paciente y difícil. Pero las asambleas que


reactivan la cotidianeidad de muchas organizaciones (sindicales, políticas,
educativas, culturales, etc.) están produciendo nuevas imágenes de
soberanía popular. Intermitentes y frágiles pero persistentes y capaces de
producir nuevas formas de poder. Sobre todo ponen en práctica algo que hoy
se pregunta la alta filosofía: ¿qué significa actuar juntxs cuando las
condiciones para hacerlo están devastadas?

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