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En el aprendizaje de lenguas, naturalmente, la imitación y el signo denotado comportan el primer nivel de

acercamiento, tanto para un hablante nativo como para quien se aproxima, por elección, a otra lengua. Nacer
en el seno social implica nacer en la lengua. La madre dice al niño: “sopa”, “come tu sopa”, mientras sostiene
aquella sustancia con la cuchara; esta situación deíctica permitirá al infante crear un concepto. A partir de
entonces, todo alimento que presente una consistencia semejante aparecerá en su repertorio lingüístico como
“sopa” y será nombrado como tal. Con el tiempo, el significado dado por el uso le permitirá incluir la misma
unidad lingüística en diferentes contextos, como en “estás hecho una sopa”. Proceso semejante sigue el
extranjero al descubrir otra lengua, pues, en gran medida, es en el habla donde se adquieren los conceptos.

Lo anterior con respecto a la asimilación de vocabulario; sin embargo, conforme se amplía el conocimiento del
entorno, crecen las urgencias comunicativas. ¿Qué hacer para transmitir eficazmente mi experiencia a otro si
no conozco una palabra específica para ello? Una respuesta tentativa es: crear por analogía. En la Poética,
Aristóteles afirma que, inherente a la esencia humana, está la imitación: imitamos con medios diversos y de
modos diversos, con lo cual nuestras creaciones no son espontáneas sino que poseen cierto anclaje en lo ya
conocido. El mismo niño del ejemplo anterior, ahora, asiste a la escuela y, un buen día, consternado, le cuenta
a su madre: “Mamá, hoy un niño le pegó a una niña, le dio un balonazo y le tiró los lentes; ella, después, le dio
un lapizazo en el ojo y el niño lloró.” Dar un golpe con cierto objeto implica la terminación –azo (cubetazo, golpe
con cubeta) añadida al sustantivo. Dicho conocimiento, en el ejemplo, enfatiza una cierta intuición lingüística:
formamos palabras a partir de estructuras ya existentes.

Sabemos, hasta aquí, que las palabras se separan entre sí por espacios en blanco, es decir, por silencios en la
oralidad, pues no pueden pronunciarse a un tiempo (relaciones sintagmáticas); sin embargo, ello compete a la
estructura externa de la palabra: como unidad, se constituye por una serie de elementos (morfemas) dispuestos
en un orden jerárquico. El modelo estructurador de formas es: prefijo + raíz + afijo + género/numero (libros y no
*librso). Muchas veces, dichos elementos poseen significado propio, sin embargo, su función consiste en formar
gramaticalmente a la palabra sin determinarla necesariamente de manera semántica (interfijos). Así, el modelo
de estructura para el género femenino, en español, está dado por el morfema –a, como en mesa y silla; para
plural es -s, como en mesas y libros1, aunque existen formas en las que el género es aludido por el artículo,
como en estudiante o suicida. Conviene precisar algunas reglas del español para la construcción en plural:

singular plural
Vocal átona + -s casa casas
Vocal tónica –á, -é, -ó + -s café cafés
Vocal tónica –í + -es/-s jabalí jabalís/es
Vocal tónica –ú + -es hindú hindúes
Palabras agudas terminadas en s/x + -es autobús autobuses
Consonante + -es (excepto s, x) cañón cañones

Ahora bien, el léxico no es un bloque estático, pues se encuentra en constante movimiento: las entradas y
salidas del vocabulario son manifestaciones de la puesta en práctica de reglas y estructuras, primero de manera
intuitiva y, después, consciente, con el desarrollo de competencias lingüísticas. La existencia de la palabra como
unidad distintiva que funge como modelo para la actualización léxica y depende de la morfología particular de
las lenguas; así, en español, las propiedades relativas a la forma de las palabras son las siguientes:
Sin duda, es posible encontrar irregularidades o, mejor, excepciones a la regla. Bosque afirma que las
condiciones mencionadas se cumplen de manera gradual en las diversas clases de palabras. Así, por ejemplo,
en el aprendizaje de lenguas, suele causar confusión la división entre unidades lingüísticas: en una transcripción
fonética, es posible no hacer distinción entre cada palabra, pues la pronunciación refiere un enclítico; en el habla
coloquial, no es extraño pronunciar, en una sola emisión, un sintagma como: ¿tú, qué estudias? [¿késtudias?]
Aunque en el sistema se distinguen como unidades diferentes, en el habla resulta una sola. Los elementos
clíticos, como los artículos, constituyen otro caso de satisfacción parcial a las reglas mencionadas, pues no
pueden ir en posición posnominal y, en prenominal, representan una secuencia que resulta incompatible ante
la presencia de posesivos (no se puede decir: los mis libros, ni los estos libros) 3.

Cuando dichas propiedades se cumplen con mayor amplitud en una palabra, ésta se convierte en modelo para
estructurar otras unidades que coinciden con ella en categoría gramatical. Un buen ejemplo que ilustra el caso
es el paradigma verbal que, en castellano, siguiendo la conjugación latina, admite tres vocales temáticas: a, e,
i (amar, temer y partir constituyen los verbos paradigmáticos). Se considerarán regulares aquéllos que,
admitiendo la conjugación en alguna de estas estructuras modélicas, preservan el lexema únicamente
agregando desinencias. Es muy común que los niños, al incorporar un verbo a su vocabulario, intenten
conjugarlo siguiendo estos modelos, sin advertir posibles excepciones: yo corro (correr), yo cabo (caber). Las
irregularidades presentes en los verbos son de índole diversa y los regulares admiten algunos cambios de orden
“ortográfico” como sigue:

Verbo Regla Ejemplo


Terminación –quir Permutan la -qu en –c ante las Delinquir, delinco
vocales a, o
Terminación –cer, -cir Permutan la -c por -z ante las Convencer, convenzo
vocales a, o Esparcir, esparzo
Terminación –car Permutan -c en -qu ante la vocal e Tocar, toqué
Terminación –zar Permutan la –z en -c ante vocal e Rezar, rece
Terminación -ger, -gir Permutan la –g en –j en los Proteger, protejo
gramemas cuya vocal inicial son a y
o
Terminación –aer, -eer, -oer Permutan la –i en –y Corroer, corroyera
Terminación –gar Añaden una –u, en presencia Litigar, litigue
de una vocal e, conservando el
sonido de la consonante
Terminación –guir Suprime la u, ante a y o, siguiendo Distinguir, distingo
con la norma fonética
Los verbos irregulares son aquéllos que sufren alteraciones en el lexema, el gramema o en ambos a un tiempo.
Las características por las cuales un verbo suele considerarse irregular son tres: cambio, supresión o adición
de un sonido (estos cambios en la estructura morfémica serán analizados más adelante). En general, podemos
hablar de irregularidades como: diptongación (contar, cuento) y guturización (nacer, nazco).

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