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Resumen
Las formas específicas que asumió la articulación entre consenso y coerción al interior del
desarrollo del régimen de acumulación por valorización financiera en Argentina (1976-2001), es
uno de los problemas e interrogantes centrales que atraviesan nuestra historia reciente. A partir de
los avances previos de investigación, intentaremos aportar a la aún inconclusa tarea de reconstruir
en profundidad la evolución, ocurrida desde la última dictadura cívico-militar, de aquellos
dispositivos orientados a la construcción de consenso y hegemonía. En general, y como ocurre en
la interpretación de Eduardo Basualdo -estructurada en torno a la traducción del concepto
gramsciano de transformismo- la dimensión ideológica, y en especial el rol de intelectuales y
expertos- ocupan un lugar secundario. Sin embargo, según intentaremos argumentar en este
trabajo, el estudio de los dispositivos (esencialmente discursivos) construidos por los economistas
neoliberales, asume una importancia significativa al momento de comprender de qué modo la
valorización financiera –régimen de acumulación esencialmente excluyente en términos sociales–
logró sustentabilidad social y política a partir del período democrático iniciado en 1983.
Palabras clave: Hegemonía y acumulación; Transformismo; Valorización financiera.
Abstract
The specific forms assumed by the articulation between consensus and coercion within the
development of the regime of accumulation by financial valorization in Argentina (1976-2001), is
one of the central problems and questions that go through our recent history. Based on previous
research advances, we will try to contribute to the still unfinished task of reconstructing in depth
the evolution, occurred since the last civil-military dictatorship, of those devices oriented to the
construction of consensus and hegemony. In general, and as in Eduardo Basualdo's interpretation
–structured around the translation of the Gramscian concept of transformationism– the
ideological dimension, and especially the role of intellectuals and experts - occupy a secondary
place. However, as we will try to discuss in this work, the study of the devices (essentially
discursive) constructed by neoliberal economists assumes a significant importance at the moment
of understanding how financial valorization - essentially excluding accumulation regime in social
terms - achieved social and political sustainability from the democratic period initiated in 1983.
Keywords: Hegemony and Accumulation; Transformism; Financial Valorization.
Santiago Gerchunoff
Introducción
Entre 1976 y 2001, sostiene Basualdo –y coincidimos en este caso con él–, la historia
económica y social argentina estuvo condicionada por el predominio estructural de la
valorización financiera, implantada durante la última dictadura cívico-militar y consolidada
durante los gobiernos de Alfonsín, Menem y De la Rúa. Entre los años 1983 y 2001, en efecto, el
régimen de acumulación por valorización financiera –esencialmente excluyente y agresivo con
los sectores populares– convivió con un sistema político democrático. Para explicar este
fenómeno –la sustentabilidad social de la valorización financiera– y en efecto, la ausencia de una
extendida y profunda reacción político-social ante las devastadoras consecuencias sociales de las
políticas de “ajuste y austeridad”, Basualdo utiliza, no sin contradicciones, el concepto de
Licenciado en Historia (Universidad Nacional de Córdoba) - Centro de Investigaciones “María Saleme de
Burnichon” - Facultad de Filosofía y Humanidades, Argentina. Email: santigerchunoff@gmail.com
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transformismo acuñado por Gramsci. Una vez agotada la opción represiva predominante entre
1976 y 1983, sostiene el autor, el transformismo fue la estrategia que estructuró el sistema
político durante el período democrático y permitió a las clases dominantes argentinas inhibir una
reacción política popular de largo alcance.
1
Piva (2007), Bonnet (2007) y Grigera (2012), consideran que este proceso de concentración industrial iniciado en
1976, a su vez, se profundiza a partir de 1989, expresando una violenta reestructuración del modo de acumulación
capitalista, sustentado en el disciplinamiento del capital sobre el trabajo a través de la apertura indiscriminada al
mercado mundial, el aumento de la productividad y el endeudamiento externo.
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Así pues, para poder desarrollar los elementos que hemos expresado como esenciales a
nuestra problemática, hemos decidido estructurar nuestro relato dividiendo el argumento en tres
partes. En primer lugar, intentaremos delimitar, recuperando los aportes de distintos autores, los
elementos centrales que hacen al vínculo entre los conceptos de hegemonía y acumulación de
capital, justificando desde allí la importancia de incorporar el análisis político-ideológico al
estudio del desarrollo histórico de la valorización financiera en Argentina. En segundo lugar,
ingresando ya más plenamente en nuestro problema, realizaremos una descripción sintética de la
aplicación del concepto de transformismo en los estudios de Eduardo Basualdo. En base a dicha
descripción, nos conduciremos al tercer y último momento del trabajo, en el cual expondremos
las limitaciones y contradicciones teóricas y analíticas que, desde nuestra mirada, subyacen a la
aplicación del concepto de transformismo. Intentaremos con ello esbozar algunas hipótesis,
siempre provisorias, orientadas a complementar los aportes que Basualdo ha realizado al campo
de la economía política argentina.
La aplicación de este concepto por el propio intelectual italiano, sin embargo, no reconoce
una coherencia sistemática. La reelaboración continua que Gramsci efectuaba sobre sus
conceptos, en correspondencia con las diversas etapas y ritmos que asumió su pensamiento
(Cóspito, 2016), hace inviable todo intento de definirlos sin fisuras. La categoría que aquí nos
ocupa es expresión acabada de ello, presentando acepciones distintas según el momento en que
Gramsci se dispuso a repensar el fenómeno de la unificación de las ciudades-estado italianas,
proceso conocido como Risorgimento. De modo sintético, es posible identificar dos acepciones
2
Para profundizar en ello, véase Saiz (2011).
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En este marco, un párrafo más adelante continúa Gramsci: “¿en qué forma y con qué
medios lograron los moderados establecer el aparato de su hegemonía intelectual, moral y
política? En formas y con medios que pueden llamarse “liberales”, es decir, a través de la
iniciativa individual, ‘molecular’, privada (Gramsci, 1980:100; cursivas nuestras). El concepto
transformismo asume aquí una acepción diferente a la anterior: la exclusión de las demandas
populares, su “decapitación” vía cooptación, es fundamentalmente lograda por la atracción
ideológica que los intelectuales conservadores producían de modo espontáneo en el conjunto de
intelectuales vinculados a los sectores populares. Esta tensión conceptual no es acabadamente
presentada por Portelli (1973), autor al que Basualdo refiere al momento de explicitar la
categoría. Si bien Portelli indica claramente que aquella categoría importa una particular
articulación entre coerción y consenso –ante todo, una articulación difusa–, el autor hace
hincapié en la acepción coercitiva, definiéndola entonces como una particular estrategia de
dominación que, al excluir la utilización del aparato represivo del Estado, se sustenta en la
incorporación de los intelectuales y dirigentes de las clases subalternas a la fuerza política
orgánica a las clases dominantes. Cumpliendo con la función de dominación mas no de
dirección, insiste Portelli, la burguesía italiana había obviado a través de la estrategia
transformista, la tarea política de construir consenso y “verdadera” hegemonía. Sin embargo,
como bien expone Gramsci, la aversión de la burguesía italiana a ejercer, ella misma, la función
de dirección hegemónica sobre las clases populares, la condujo a “delegar” aquella tarea en el
Estado de Piamonte y la “minoría heroica” que yacía en su interior: el Partido de los moderados.
de capitales; pues como consecuencia de ello, los productos importados erosionaron, vía precios,
la producción interna y, mediante la liberalización de sistema financiero, irrumpió el fenómeno
del endeudamiento público y privado. Sintéticamente, según la interpretación de Basualdo, el
nuevo patrón de acumulación se organizó en torno a la apropiación –vía renta financiera– de la
redistribución del ingreso en contra de los trabajadores, articulando de modo estructural el
fenómeno del endeudamiento externo con el de la fuga de capitales. En efecto, las fracciones del
capital dominantes contraían deuda externa con la finalidad específica de convertirla en activos
financieros al interior del mercado local, valorizando los mismos a partir de la existencia de un
diferencial positivo entre la tasa de interés interna y la internacional. Finalmente y como parte de
la misma dinámica de valorización, las ganancias se fugaban al exterior. La intervención del
Estado resultó central para garantizar este proceso mediante diversos mecanismos, entre los
cuales se destacaron el financiamiento de la fuga de capitales a través del endeudamiento externo
del sector público y el sostenimiento de la tasa de interés en un valor más alto que el
internacional, a través del endeudamiento en el mercado local. Las consecuencias sociales y
económicas de esta dinámica de valorización fueron profundas: entre 1976 y 1983 el cierre de
fábricas industriales alcanza los 120.000, la caída de la ocupación industrial es del 35% y el PBI
industrial pasa de representar el 26,9% del PBI total en 1976 a caer hasta el 23,8 en 1983
(Azpiazu y Schorr, 2010). Durante el alfonsinismo y el menemismo todos los datos continúan
con una tendencia declinante3.
3
Durante el primer gobierno democrático, la participación de los asalariados en el ingreso nacional, pese al breve
intento redistributivo de Grinspun, no superó el 30%, lo cual implicó una caída del 12% en comparación al período
1970-1975 (Basualdo, 2013). Los primeros años del gobierno menemista, signados por la salida de la hiperinflación,
permitieron un leve aumento en la participación de los asalariados en el ingreso, sin embargo, las políticas de ajuste
estructural implicaron que desde 1994 en adelante, la tendencia sea nuevamente descendente, llegando a un punto
crítico durante el último período de Menem y el corto gobierno de la Alianza, durante el cual el índice referido llegó
al 26%, sumado a un aumento exponencial de la desocupación y el trabajo no registrado (Basualdo, 2013).
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de la “decadencia ininterrumpida” del país; y por otro lado, echar las bases para el desarrollo de
una nueva forma de acumulación capitalista, caracterizada por la valorización financiera. En este
esquema de análisis propuesto por Basualdo, la función y jerarquía de los actores se vuelve
evidente: las clases dominantes delegaron en la casta militar, casi sin mediaciones, las tareas de
suprimir la conflictividad política e interrumpir la industrialización sustitutiva de importaciones,
delegando en los intelectuales y expertos neoliberales la tarea de conducir técnicamente el
proceso de transición de un régimen de acumulación a otro.
Las clases dominantes, continua Basualdo, fueron quienes, sin mediación alguna,
intervinieron en el sistema político argentino a fin otorgarle un modo de funcionamiento que
cumpla y amplifique las exigencias específicas de su reproducción ampliada. La estrategia
esencial para cumplir con este objetivo fue la de cooptar materialmente a los funcionarios y
miembros del Parlamento pertenecientes a los dos partidos mayoritarios del país –peronismo y
radicalismo– introduciéndolos en la lógica de valorización financiera y haciéndolos cómplices
directos de sus trágicas consecuencias sobre el bienestar social. Así, sueldos elevados y,
principalmente, la corrupción fueron los instrumentos esenciales para la conformación del
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Entre los años 1983 y 1989 entonces, la estrategia transformista nacida del vínculo entre
empresarios y funcionarios estatales permitió la consolidación de la valorización financiera. El
final de este subperíodo, siguiendo el análisis del autor, se inicia con la hiperinflación de 1989,
fenómeno que expresó, en términos económicos, la fuerte disputa política ocurrida al interior de
las fracciones dominantes del capital. El contenido de la discordia tenía origen en el fuerte grado
de inserción y control ejercido sobre el Estado por parte de los grupos económicos locales, frente
a la escasa incidencia que, en términos comparativos, tenían los acreedores externos y ciertos
exponentes de los conglomerados extranjeros. En efecto, la fracción excluida de los privilegiados
vínculos con el poder político consideraba un verdadero escollo al desarrollo de la valorización
financiera la tendencia del Estado argentino a privilegiar los intereses de los grupos concentrados
del capital local. Al mismo tiempo, sostiene Basualdo, la hiperinflación también significó una
reestructuración profunda en la redistribución del ingreso que implicó en este caso, y no como
anteriores disputas distributivas, una redefinición del vínculo entre capital y trabajo, en claro
detrimento de este último: pues el despliegue de la valorización financiera necesitaba profundizar
el avasallamiento político y económico hacia los trabajadores. Todo ello, es decir, la solución
(aunque parcial e inestable) del conflicto ocurrido al interior de los sectores dominantes y la
profundización del transformismo, a fin expandir y profundizar el desarrollo de la valorización
financiera, ocurrirá bajo el gobierno peronista de Carlos Menem.
negociación del Plan Brady –todo lo cual reiniciaba el ciclo del modo de reproducción del capital
predominante–, la crisis iniciada en 1989 con la hiperinflación culminó y la consolidación del
nuevo sistema político devino en una urgencia para las clases dominantes. La profundización del
nuevo régimen de acumulación precisaba al mismo tiempo la profundización de la nueva
estrategia de dominación. La maduración del transformismo llegó cuando la incorporación del
bipartidismo argentino –el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical– fue prácticamente
absoluta.
En base a esta interpretación que reduce transformismo a corrupción y atribuye a las clases
dominantes plena conciencia de sus intereses, Basualdo le otorga un lugar más que secundario a
la ideología y la construcción de consenso hegemónico: de allí que, a nuestro criterio, los
importantes aportes que el autor ha realizado, desde la economía política, a la comprensión del
período histórico en cuestión, carecen sin embargo, de un pertinente estudio sobre los roles o
funciones cumplidas por los intelectuales y expertos neoliberales de la economía como
constructores de discursos con intencionalidad hegemónica. En la explicación de Basualdo, la
función de las ideas ocupa un lugar prácticamente inexistente debido a que uno de sus
presupuestos esenciales indica que “en la experiencia argentina no existe un Benedetto Croce que
vincule a los intelectuales autóctonos con los de los países centrales, sino que, en todo caso, la
construcción de una nueva ideología proviene de los países centrales” (Basualdo, 2011:47).
Al respecto, los comentarios críticos de José Nun realizados sobre los ensayos de E.
Basualdo, incorporados en la primera edición del libro por el propio autor, son más que
pertinentes para esclarecernos este problema. Nun, centrado en el cuestionamiento a algunos
presupuestos teóricos y políticos que estructuraron el análisis de Basualdo, se detiene, aunque
muy brevemente, en la aplicación que éste hace del concepto gramsciano de transformismo. Allí
cuestiona, esencialmente, el reduccionismo inscripto en tal aplicación –traduciendo
transformismo como cooptación material– y otorgándole, en efecto, una exagerada importancia a
la práctica de la corrupción política en la conformación del sistema de dominación política
surgida tras la recuperación democrática. En efecto, el politólogo argentino advierte, casi como
una propuesta metodológica, que:
4
Este “esencialismo de clase”, provoca otro problema y es atribuirle un grado de representatividad popular excesivo
al radicalismo y el peronismo de los ochenta y noventa. Según el esquema del autor, la cooptación de dirigentes
radicales y peronistas significó para las clases populares la imposibilidad de reaccionar políticamente ante el
avasallamiento progresivo a sus derechos que provocaba la valorización financiera, significó la decapitación de sus
representantes más directos. Cabe preguntarse seriamente, como bien advierte Nun (2001), si realmente el peronismo
y el radicalismo de los ´80, y sobre todo el de los ´90, luego de la profunda transformación que les imprimió la
última dictadura, debían convertirse naturalmente en los líderes del movimiento popular si no hubieses sido
absorbidos por la clase dominante. Este presupuesto, sin embargo, cierto o no, le es más que necesario para su
esquema de análisis: si se descarta la importancia del elemento ideológico, necesariamente la “sustentabilidad”
política de un régimen de acumulación tan agresivo y excluyente debe buscarse en la “traición” política de dirigentes
y funcionarios.
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Lo que afirma allí Nun es de gran importancia para nosotros, pues efectivamente Basualdo
no incluye en su interpretación sobre el modo en que se articuló lo económico y lo político
durante los primeros gobiernos democráticos, no aparece allí, pues, suficientemente resaltada la
importancia de los diversos organismos de la sociedad civil en la formación de discursos
hegemónicos. Suponemos aquí entonces, que un análisis más profundo sobre la incidencia de la
variable ideológica-discursiva en el proceso de reestructuración económica iniciada con la última
dictadura en Argentina, precisa de otro marco conceptual para lograr de modo más pleno la
resolución de algunas incógnitas que han quedado relativamente subordinadas en el recorrido
analítico trazado por Basualdo. Los intereses económicos y políticos no son percibidos rápida y
acabadamente por las clases o fracciones de clase, como así tampoco los intereses son un reflejo
inmediato de las posiciones objetivas en el campo económico. En efecto, y haciendo nuestras las
palabras de Mariana Heredia (2002), en tanto las clases no se circunscriben únicamente a
atributos socioeconómicos comunes, requieren para expresarse en la esfera pública de portavoces
que decodifiquen la realidad, superen las diferencias que palpitan en su seno y definan sujetos
con experiencias y reclamos coincidentes (Heredia, 2002: 58).
implementación del nuevo modelo de acumulación capitalista, excluyendo así del análisis, la
construcción de dispositivos hegemónicos aún al interior de la lógica represiva.
5
La cual, hemos visto, caracterizaba al modelo de la Industrialización Sustitutiva de Importaciones (ISI) como
expresión local de los proyectos colectivistas dominantes a nivel global y como el principal responsable de la
decadencia económica y moral cristalizada trágicamente durante 1975.
6
Para un estudio genealógico sobre la tesis del agotamiento del proceso de industrialización por sustitución de
importaciones, ver Reche (2016). Allí se exponen en detalle las distintas versiones de dicha tesis, a la cual
confluyeron, desde distintos caminos y con objetivos divergentes, desarrollistas, marxistas y liberales.
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La empresa capitalista como norma de subjetivación, es decir, la relación del sujeto consigo
mismo en base a la exigencia de la autovalorización indefinida, y la competencia como principio
ordenador de los vínculos sociales, fueron los elementos fundamentales que constituyeron aquel
“combate político ideológico” conducido por intelectuales y expertos dirigido a provocar la
transformación de aquella argentina decadente, colectivista y totalitaria en un nación de
individuos emprendedores, competitivos y eficientes. Para ello, no bastaba una transformación
político-cultural, pues entre otras cosas, el precio del trabajo y demás mercancías no debían
definirse más de modo “extraeconómico”, el Estado debía modificar rotundamente el sentido de
sus intervenciones conduciéndolas en favor del mercado, y el empresariado nacional abandonar
su dependencia de la protección estatal y transitar el camino de la competitividad. Este era, pues,
el contenido que subyacía a las máximas “cambio estructural” y “transformación cultural”
repetidas por la intelectualidad neoliberal durante todo el período aquí analizado. Desde esta
perspectiva, podemos comprender más acabadamente el sentido imprimido a las políticas de
“Orientación al Consumidor” conducidas por Martínez de Hoz entre 1976 y 1981 orientadas a la
construcción de un “nuevo consumidor”, que como bien expresa Friedman (2008) 7, debía regirse
por el principio del cálculo maximizador y racional que los economistas neoliberales hicieron
emerger de la teoría económica neoclásica. Las iniciativas contenidas en aquella política dirigida
a construir nuevos hábitos de consumo y vínculo social mediante la interiorización de la lógica de
la competencia, indica una primera codificación institucional de los discursos y dispositivos
construidos para la disputa hegemónica que condujeron intelectuales y expertos durante todo el
período signado por la valorización financiera.
En ese sentido, podemos afirmar que, a pesar de las diferencias en el uso del lenguaje, en
las trayectorias y funciones específicas, tanto intelectuales como expertos orientaron sus
discursos a la construcción de un diagnóstico central, que fue el de la supuesta inviabilidad y
agotamiento de la industrialización sustitutiva, como así el modelo social y cultural a ella
vinculado, principalmente desde el peronismo en adelante. La intención de convertir este
diagnóstico central en una verdad socialmente extendida, importaba a su vez, una propuesta hacia
delante: si en Argentina y en el mundo se habían agotado las experiencias “colectivistas”
(socialistas o “populistas”), llegaba la hora de construir de modo definitivo una verdadera
economía de mercado libre, en la cual los procesos de producción, distribución y consumo sean
regidos por el mercado, espacio donde naturalmente y sin arbitrariedades políticas se define la
asignación de recursos. En efecto, la construcción de la economía libre no se agotaba para los
intelectuales y expertos en sustituir el intervencionismo estatal por un Estado constructor de
situaciones de mercado, sino que, al mismo tiempo, la contrainteligencia por ellos impulsada
contra las concepciones “colectivistas” tenía como finalidad iniciar una profunda reconstrucción
7
Sin embargo, debemos aclarar que, según nuestra mirada, la caracterización que realiza Friedman del modelo de
sujeto que pretendió crear la última dictadura como sujeto regido por el modelo de homo economicus, no es
enteramente correcta. Según exponen Laval y Dardot, y acordamos en ello, “el individuo competente y competitivo
es el que busca el modo de maximizar su capital humano en todos los dominios, que no trata únicamente de
proyectarse en el porvenir y calcular sus ganancias y sus costes, como el antiguo hombre económico, sino que
persigue, sobre todo, trabajar sobre sí mismo con el fin de transformarse permanentemente, de mejorar, de volverse
cada vez más eficaz. Lo distintivo de este sujeto es el proceso mismo de mejora de sí al que se es conducido […].
(Laval y Dardot, 2013: 338; cursivas nuestras).
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ética y moral de la sociedad. Sin ésta, la construcción de una economía libre sobre la base de
hábitos y pensamientos “colectivizados” y “colectivizantes” estaba destinada al fracaso.
En efecto, por todo lo anteriormente dicho, entendemos que, a fin de comprender con
mayor profundidad la compatibilidad entre régimen democrático y valorización financiera del
capital, es importante profundizar en el estudio de la genealogía de los dispositivos de
construcción de hegemonía desde la última dictadura cívico-militar y no, como lo intenta
Basualdo, prescindiendo de ella. Pues una vez agotado el dispositivo represivo como instrumento
esencial de dominación, el proyecto hegemónico elaborado durante el período dictatorial –
directamente vinculado a la programática ética, política y económica neoliberal– fue en parte, lo
que le permitió sustentabilidad política y social a la dinámica de valorización financiera y sus
efectos trágicos sobre el bienestar social.
Finalizamos así este trabajo con la intención de haber podido expresar, con cierta claridad,
la preocupación central que han atravesado estas páginas: demostrar que, la potencialidad
analítica que posee la categoría gramsciana de transformismo a fin de comprender el vínculo
entre sistema político y modelo de acumulación durante el período 1976-2001, se desvanece sino
incorporamos la función de los actores y organismos constitutivos a la sociedad civil –en el
sentido que la define Gramsci– como activos constructores de hegemonía. En efecto, la respuesta
a la pregunta sobre la sustentabilidad política y social de una dinámica de acumulación
esencialmente excluyente como lo fue la valorización financiera debe incluir la compleja
construcción, iniciada durante la última dictadura cívico-militar, de una racionalidad neoliberal
que estructuró el pensamiento y la acción de numerosos actores de la ciudadanía argentina y
8
No queremos decir con esto que intelectuales y expertos elaboraron desde 1976 un plan absolutamente pergeñado,
ni que hayan sido capaces construir de modo plenamente consciente el efecto de los dispositivos y discursos: más
bien, la expansión del neoliberalismo en Argentina y su progresiva conversión en racionalidad dominante, se
configuró como un proceso en el cual existieron actores concretos que estructuraron y articularon un conjunto
específico de discursos y prácticas, al mismo tiempo que los efectos de las mismas y de su progresiva expansión,
escaparon a la voluntad y consciencia de los actores. No existió en efecto, un “proceso sin sujeto”, como así
tampoco, sujetos sin condicionamientos estructurales y con plena consciencia del sentido de sus actos.
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Para profundizar en los diagnósticos y su articulación, consultar Gerchunoff (2018).
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posibilitó, especialmente en los años ´90, inhibir la reacción política de los sectores más
perjudicados. Entendemos que ello al mismo tiempo, nos permitirá aportar al restablecimiento en
los análisis históricos de los vínculos entre economía y política.
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María Virginia Pisarello y Jorgelina Beltramone
Resumen:
En este artículo analizamos las memorias de los desaparecidos de la última dictadura cívico-
militar argentina que circulan en la llamada “pampa gringa”. Con este objeto, caracterizamos
el habitus de los pobladores de la región, que ha tenido y tiene una fuerte impronta
inmigratoria europea, focalizando en una serie de localidades del departamento Las Colonias
de la provincia de Santa Fe. Asimismo, reconstruimos el listado de desaparecidos de la región
y recuperamos las memorias subterráneas que aluden a sus historias de vida. De este modo,
rebatimos la difundida sentencia conforme a la cual “en los pueblos chicos, del interior, no
pasó nada durante el terrorismo de estado”.Desde una perspectiva cualitativa, trabajamos con
una pluralidad de fuentes, entre las que se destacan las entrevistas orales realizadas a
habitantes del departamento Las Colonias que manifiestan haber vivido con “normalidad”
durante la última dictadura cívico-militar.
Palabras clave: pampa gringa; dictadura; desaparecidos
Abstract:
In this article we analyze the memories about the people that were disappeared in the “pampa
gringa” during the last argentine dictatorship. We study the habitus of people from the region
that has received lots of migrants from Europe during the XIX century and the first half of the
XX century.We study especially some small towns of the department Las Colonias from
Santa Fe province. We make a list of the people disappeared from the region and recover the
underground memories about them. In fact, we discuss the idea that “in small towns, in the
inner of Argentina, nothing happened during the terrorism of state”.From a qualitative
perspective, we use different sources of information, mainly oral interviews to people from
Las Colonias that thinks they lived a “normal” life during the last dictatorship.
Key words: pampa gringa; dictatorship; disappeared
Introducción
Quien ha vivido en un pueblo sabe que la metáfora “pueblo chico, infierno grande”
describe la idiosincrasia de la vida de las localidades pequeñas, donde no existe el anonimato.
En los pueblos se desdibujan constantemente las fronteras entre lo público y lo privado, y las
identidades de sus habitantes se encuentran inexorablemente unidas a las trayectorias de sus
familias de origen. Esto adquiere ribetes particulares en la “pampa gringa”,2 donde se
encuentra invisibilizado el terrorismo de estado; al punto que son escasos y muy recientes las
placas y los memoriales a las víctimas de la última dictadura cívico - militar.
Docente de la Universidad Nacional del Litoral y de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, Argentina. Correo
electrónico: mvpisarello@gmail.com. Agradecemos los comentarios realizados por los evaluadores anónimos.
Cientibecaria de la Universidad Nacional del Litoral, Argentina. Correo
electrónico:jorgibeltramone_06@hotmail.com
1
Entrevista a M., Felicia (Pcia. de Santa Fe), 8 de septiembre de 2018.
2
Ezequiel Gallo ha trabajado en su conocido libro “La Pampa Gringa” (2004), los diferentes lineamientos
históricos del área provincial santafecina situada en lo que se conoce como “pampa húmeda” por sus
características geográficas. La misma tiene su foco en el departamento “Las Colonias” pero se extiende hacia el
norte, hacia el oeste y hacia el sur, alcanzando los departamentos Castellanos y otros departamentos del sur
provincial. Esta área, que presenta buenas posibilidades para el desarrollo económico agropecuario, fue
tempranamente colonizada por inmigrantes europeos que se establecieron en la región como resultado de las
políticas de colonización agrícola emprendidas por el gobierno provincial.
3
Al respecto resultan elocuentes los himnos de dos localidades de “La pampa gringa”. En efecto, La “Canción a
los Primeros Pobladores de Esperanza” de María Hortensia Pittier de Benitez es utilizada como himno de la
ciudad cabecera del departamento Las Colonias, y la misma comienza así: “Aquellos heroicos pionners del
suelo./ Aquellos abuelos de tiempo feliz./De tierras lejanas cruzaron los mares./Formaron hogares en nuestro
país”. Por otra parte, el estribillo del himno de San Agustín reza “San Agustín, tierra de paz y trabajo./ En honor
a nuestros gringos, no bajaremos los brazos…”. Y esta situación se replica en los himnos de los otros pueblos
que habitualmente son cantados en todos los actos oficiales y escolares luego de la entonación del Himno
nacional argentino.
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La “pampa gringa”
“Pampa gringa” es una denominación coloquial y socialmente aceptada que recibe una
amplia franja que se extiende por el centro-sur de la Provincia de Santa Fe, donde se
establecieron -entre la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX-
inmigrantes italianos, alemanes, suizos y franceses que arribaron animados por las “empresas
colonizadoras” o como resultado de las migraciones “en cadena”7 (Devoto, 2004: 122). En
este contexto, la impronta italiana fue decisiva, puesto que “ya en la última década del siglo
XIX los italianos conformaron un grupo inmigrante que, si bien regional y ocupacionalmente
4
En el departamento Las Colonias, los pueblos cuentan con memoriales a la inmigración europea en sus plazas
principales y con arcos de entrada que nos retrotraen al momento de la fundación de las colonias de inmigrantes.
Dentro de este marco se inscribe la llamada “ruta del inmigrante”.
5
Existe una profusa red de Museos de la Memoria gringa en Las Colonias. Algunos de ellos se encuentran
disponibles en “Altrocché. Museo Virtual de la Memoria Gringa”, elaborado por la FHUC-UNL. Disponible en:
http://www.fhuc.unl.edu.ar/portalgringo/museoaltrocche/museos_museos.html
6
La Fiesta Nacional de la Agricultura y Fiesta de las Colectividades se realizan en Esperanza en los meses de
septiembre y mayo respectivamente, y son ocasiones privilegiadas para homenajear a los colonos
europeos.https://www.lanacion.com.ar/economia/campo/esperanza-festejo-sus-150-anos-a-todo-color-nid842152
y http://www.esperanza.gov.ar/sitio/esperanza-recibe-a-la-region-en-la-12-edicion-de-la-fiesta-de-las-
colectividades/ . En San Carlos, la fiesta de las colectividades es una ocasión de encuentro entre los tres núcleos
(Sud, Centro y Norte), donde la exaltación de los orígenes inmigrantes ocupa un lugar central.
http://www.cronistalascolonias.com.ar/?p=49019 y https://www.sancarloscentro.gob.ar/?q=content/fiesta-las-
colectividades-la-colonia-san-carlos-album-2
7
Las cadenas migratorias que caracterizaron la inmigración en la argentina se articularon a partir de la
circulación de información entre los futuros migrantes sobre las oportunidades disponibles en el lugar de acogida
y las posibilidades de estrechar relaciones con migrantes anteriores. En este sentido, encontramos dos
modalidades conocidas para la migración en cadena: las cadenas familiares y las cadenas más amplias
estructuradas sobre una base de origen en común.
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Mapa de las localidades del Departamento Las Colonias de la Provincia de Santa Fe. Extraído de:
http://www.fhuc.unl.edu.ar/portalgringo/crear/gringa/archivo/departamento/lascolonias/index.html
Referencias: ABC (1), Cavour (2), Col. Rivadavia (32), Cnel. Rodríguez (7), Cululú (8), Elisa (10), Esperanza
(12), Felicia (13), Franck (14), Garay, Grutly (15), Grutly Norte (16), Hipatía (17), Humboldt (18), Ing. Boassi
(20 ), J. L. Aráoz (22), La Pelada (23), Las Tunas (24), María Luisa (4), Matilde (9), Nuevo Torino (5), Pilar
(27), Progreso (28), Providencia (29), Pujato Norte (30), Santa Clara de Buena Vista (26), Saavedra (6), San
Agustín (33), San Carlos Centro (34), San Carlos Norte (35), San Carlos Sur (36), San Jerónimo Norte (38), San
Mariano (31), Santa María (3), Sa Pereira (21), Santo Domingo (25), Santomayor (11), Sarmiento (19).
8
Portal de la Memoria Gringa, Italia- Argentina. UNL-FHUC.
http://www.fhuc.unl.edu.ar/portalgringo/crear/gringa/index.html
9
“[Los habitus son] sistemas perdurables y trasladables de esquemas de percepción, apreciación y acción que
resultan de la institución de lo social en el cuerpo (o en individuos biológicos) y los campos, es decir, los
sistemas de relaciones objetivas que son el producto de la institución de lo social en las cosas o en mecanismos
que tienen prácticamente la realidad de objetos físicos; y, por supuesto, de todo lo que nace de esta relación, esto
es, prácticas y representaciones sociales o campos, en la medida en que se presentan como realidades percibidas
y apreciadas” (Bourdieu, 2008: 167).
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una forma de ser y de habitar el mundo que presenta los valores del esfuerzo, el ahorro y el
sacrificio como estandartes. En estos espacios la educación superior es un bien preciado, que
requiere usualmente el traslado a la cabecera provincial o a otras ciudades para su desarrollo,
puesto que la oferta universitaria y terciaria de la zona es reciente y limitada. Se trata de un
espacio conservador en lo político y aventurero en el campo económico-comercial, con un
fuerte desarrollo industrial que habitualmente se encuentra ligado al agro10.
En este contexto se inscriben las ciudades de San Carlos Centro y Esperanza, y también
los pueblos de San Agustín, San Jerónimo Norte y Felicia. Todos ellos están anclados en el
departamento provincial que lleva el nombre “Las Colonias” en alusión a los asentamientos
gringos de la zona. Esperanza es la cabecera del departamento, se encuentra a 38km al oeste
de la ciudad capital de la provincia, y cuenta con una población de aproximadamente 42.000
habitantes, mientras que en la década del setenta, según los datos censales contaba con una
población de 17.000 habitantes. San Carlos se encuentra a 45km al suroeste de la capital
provincial y posee una población de aproximadamente 11.000 habitantes, que duplica a los
5.000 habitantes11 con los cuales contaba durante la última dictadura cívico- militar.
En el último decenio se han multiplicado los trabajos que abordan la relación entre
memorias y terrorismo de Estado en escalas locales (Alonso, 2016; Jensen, 2016; Jensen y
Águila, 2017; Gómez, 2016; Ponisio, 2016; Solis y Ponza, 2016). En este sentido, Jacqueline
Gómez se sumerge en el caso de la localidad cordobesa de San Francisco, limítrofe con la
provincia de Santa Fe, “donde parece que la historia comienza y se desarrolla en la odisea de
los inmigrantes”, pero “también hubo militares, desaparecidos, apoyos y resistencias al último
golpe militar” (Gómez, 2015: 22-23). Este planteo resuena con las cuestiones que abordamos
en el presente artículo, dado que San Francisco posee una fuerte impronta piamontesa y se
encuentra dentro “pampa gringa”. Pero también, nos impulsa el mismo desafío como
historiadores de abordar la historia reciente en la localidad de San Carlos, donde predominan
construcciones sociales muy similares que silencian u omiten la implicancia del pueblo en una
trama represiva.
10
La zona referenciada se corresponde con la “cuenca lechera” santafesina, donde se encuentran establecidas
numerosas industrias lácteas, entre las cuales se encuentran: Milkaut, La Ramada, Ilolay y otras empresas
menores y subsidiarias de aquellas mencionadas.
11
Datos de los ’70:http://www.santafe.gov.ar/archivos/estadisticas/censos/Censo1970.pdf Datos actuales:
http://www.santafe.gov.ar/index.php/web/Estructura-de-Gobierno/Ministerios/Economia/Secretaria-de-
Planificacion-y-Politica-Economica/Direccion-Provincial-del-Instituto-Provincial-de-Estadistica-y-Censos-de-la-
Provincia-de-Santa-Fe/ESTADISTICAS/Censos/Poblacion/Censo-Nacional-de-Poblacion-y-Vivienda-
2010/Distritos/Poblacion/Poblacion-segun-Censo-Nacional-de-Poblacion-2010.-Provincia-Santa-Fe
12
Tomamos la noción de memoria colectiva propuesta por Maurice Halbwachs. Siguiendo a este autor, “La
memoria colectiva (…) es una corriente de pensamiento continua, con una continuidad que no tiene nada de
artificial, puesto que retiene del pasado sólo lo que aún está vivo o es capaz de vivir en la conciencia del grupo
que la mantiene. Por definición, no excede los límites de ese grupo. Cuando un período deja de interesar al
período que sigue, no es un mismo grupo el que olvida una parte de su pasado: hay en realidad dos grupos
sucesivos” (Halbwachs, 1995 [1968], 213-214).
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período precedente. Este recuerdo se refuerza por el hecho de que las autoridades comunales
habitualmente continuaron en funciones, puesto que tras ser cesadas en sus cargos por decreto
el 24 de marzo, fueron nombradas nuevamente, pero esta vez en calidad de delegadas del
gobierno de facto y no como autoridades democráticamente electas. Esto se vincula con las
políticas puestas en práctica por el régimen militar en la dimensión socioespacial local. En
especial la implementación de medidas que apuntaron a regular y controlar los propios
mecanismos del Estado, sus empleados, funcionarios y la administración de los recursos
económicos y políticos (Ponisio: 2016a).
La “toma” comenzó con el asalto en el polígono del Tiro Federal, ubicado en las
afueras de la ciudad. Los guerrilleros se llevaron fusiles del lugar y luego se dirigieron a la
comisaria del pueblo, ya que allí se encontraban los cerrojos que necesitaban las armas para
funcionar. Un “tirador” de ese momento, que vivió el hecho de cerca, lo recuerda así:
Esta acción constituyó una de las primeras apariciones públicas de los grupos
guerrilleros a nivel nacional, en el marco de un complejo proceso de conflictividad social y
radicalización política, que se estaba desarrollando en el país durante la autodenominada
“Revolución Argentina” y que sería brutalmente reprimido durante la última dictadura cívico-
militar (Pasquali, 2006; Servetto, 2016; Solís y Ponza, 2016). Tal como lo revelan el
entrevistado y los medios gráficos de la época16, los comisarios en actividad fueron tomados
por sorpresa y desarmados con celeridad en un lugar donde aparentemente “nunca pasaba
nada”. La noticia apareció en el sector de policiales del diario santafesino El Litoral, bajo el
título “En un golpe comando en S Carlos Sud roban armas”. Allí se especificaba que se había
tratado de “un espectacular atraco que puso de manifiesto una singular audacia por parte de
sus autores, que sin duda responden a un comando de tipo delictivo tuvo lugar el sábado en la
13
El Tiro Federal Argentino Suizo San Carlos fue una de las primeras instituciones de la localidad nacida en
1860; y constituye el segundo tiro Argentino Suizo fundado en la República Argentina. Es el resultado de la
implantación en esta región de un sector de inmigrantes suizo-alemanes en las colonias, y de la prolongación de
costumbres que arrastraban de sus países de origen.
14
El Litoral, 21/09/1969
15
Entrevista a S., San Carlos Centro (Pcia de Santa Fe), 12 de junio de 2018.
16
El hecho apareció en los diarios santafesinos El Litoral y Nuevo Diario. En el diario Clarín la noticia fue
intitulada «La audacia ya no tiene fronteras», con fecha (23/09/1969).
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tranquila ciudad de San Carlos Sud”17. La pormenorizada crónica de los hechos, dejaba
entrever también que “…los organismos de seguridad del ejército se han abocado también a la
investigación del grave suceso cuyas implicancias pueden tener vasto alcance en relación con
los paros obreros ocurridos últimamente en el país…”18.
La homologación entre la lucha sindical y las acciones delictivas fue una estrategia
discursiva que se reeditó en distintas ocasiones en los medios de comunicación santafesinos.
La pampa gringa fue escenario de distintas operaciones entre 1969 y 1972. El 25 de febrero de
1970 un comando de Montoneros copó la localidad de Progreso 19: tomaron la telefónica,
inutilizaron todas las líneas del lugar, asaltaron el destacamento policial, se llevaron el dinero
de la sucursal del Banco de Santa Fe y secuestraron un camión con una importante cantidad
de explosivos. Esta acción reveló una acabada organización, al igual que la toma de San
Jerónimo Norte20 que tuvo lugar el 1ro de junio del año 1971. En esta ocasión el pueblo fue
sitiado por tres comandos Montoneros que lograron desplegarse con eficacia, robaron dinero
del banco, fusiles de la comisaria, documentos del juzgado de paz, y otros elementos de la
comuna (Bedini, 2013: 2). Al año siguiente el epicentro fue Nelson 21, puesto que en abril de
1972 un grupo comando no identificado consumó un atentado a la “Industrias Frigoríficas
Nelson S.A” y tres meses después lanzó una bomba molotov en la casa familiar de uno de los
encargados de la planta en el contexto de exacerbación de la lucha sindical (Berrone, 2015:
10).
La pampa gringa fue escenario de la escalada de conflictividad social que tuvo entre sus
protagonistas centrales a las organizaciones político-militares, quienes fueron tipificados
como enemigos reales o potenciales, por tanto podemos entender que la represión fue
selectiva, en tanto se orientó y dirigió contra ciertos individuos, grupos y organizaciones
(Águila: 2013). Sobre estos grupos y organizaciones revolucionarias que concebían la acción
armada como medio de lucha, se desplegó la estrategia represiva de la última dictadura
cívico- militar, que persiguió, secuestró e hizo desaparecer a quienes categorizaba como
“subversivos y guerrilleros” (Franco,2013; Servetto y Noguera, 2016: 11).
Los años sesenta y setenta marcaron una bisagra en la historia argentina reciente en lo
concerniente al proceso represivo desarrollado desde el Estado, y por la transformación
radical operada en el campo económico. El régimen dictatorial adoptó medidas neoliberales,
fijando un modelo económico excluyente (Basualdo y Jasinski, 2016: 252-243), a la vez que
perpetró un genocidio amparado en la vigencia de la Doctrina de la Seguridad Nacional
(O’Donnell, 1997; Franco, 2012; Pontoriero, 2015)22.El autodenominado “Proceso de
17
El Litoral, 21/09/1969
18
Ibíd.
19
La localidad de Progreso se encuentra 60 km al noroeste de la ciudad de Santa Fe, en el departamento Las
Colonias.
20
La localidad de San Jerónimo Norte se encuentra en el departamento Las Colonias, provincia de Santa Fe, a
39 km de la capital provincial. Se trata de un pueblo, que en los 70 contaba con 4500 habitantes, y actualmente,
según los censos del 2010 con 6500 habitantes aproximadamente.
21
Nelson se encuentra enclavado en el departamento de La Capital, limítrofe con el departamento Las Colonias.
22
En el contexto de la Guerra Fría, las FFAA argentinas al igual que en muchos países latinoamericanos,
adhirieron a la Doctrina de la Seguridad Nacional. Orientada a la idea de que el enemigo era potencialmente
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Los diversos ámbitos, organismos y agencias del estado fueron concebidos como
engranajes de la maquinaria represiva que funcionó a lo largo y a lo ancho del país adquirió
formas y características específicas en las diferentes regiones (Águila, Luciani, Seminara y
Viano, 2018; Águila, Garaño, Scatizza, 2016; Servetto, 2016; Servetto y Noguera, 2016; Solís
y Ponza, 2016). En este proceso fue decisivo el accionar de “los señores de la guerra”24, que,
en el caso que nos ocupa se desempeñaron en el ámbito del II Cuerpo del Ejército. Esta
“zona” tenía como cabecera la ciudad de Rosario, donde tuvo asiento el II Cuerpo del Ejército
que comprendía las provincias de Santa Fe, Chaco, Formosa, Misiones, Corrientes y Entre
Ríos25. Esta fuerza fue la responsable última de los secuestros y desapariciones durante el
terrorismo de estado, para lo cual estuvo asistida por los Destacamentos de Inteligencia N°
121 de Rosario y Nº 122 de Santa Fe y por las fuerzas de Policía provinciales y federales.
Sin embargo, fueron escasas las desapariciones que se dieron en la pampa gringa, a
excepción de un resonado operativo que tuvo lugar en Rafaela (departamento Castellanos) en
enero de 1977, durante fue secuestrado Reinaldo Hattemer en el atrio de la Iglesia del Sagrado
Corazón de Jesús, y un operativo posterior donde se detuvo a quien era su novia y otros dos
militantes de la localidad26. En efecto, los jóvenes de la zona habitualmente militaban en las
ciudades de Santa Fe y Rosario, donde se habían afincado por razones laborales y/o
estudiantiles. Y muchos de ellos debieron desplazarse a Córdoba y Buenos Aires cuando se
agudizó la represión. Este alejamiento geográfico los desancló tempranamente de sus
localidades de origen, y sus historias de vida fueron inscriptas fuera de la trama comunal.
interno, y el peligro del comunismo internacional era inminente. Para ello, las fuerzas del estado debían
orientarse a eliminar cualquier amenaza que opere en contra de los valores occidentales, cristianos y nacionales.
23
Mapa de los CCD elaborado por el Ministerio de Justicia de la Nación:
http://www.jus.gob.ar/media/3122963/6._anexo_v___listado_de_ccd.pdf
24
Los señores de la guerra “eran depositarios de un poder fundamentalmente territorial, basado en el desempeño
de las tareas “operativas” contra la “subversión”, dentro de las cuales tenían las más altas responsabilidades,
gozando al mismo tiempo de un elevado nivel de autonomía” (Canelo, 2008: 69).
25
Meses después del golpe de estado, Ramón Genaro DiazBessone pasó a desempeñarse como Ministro de
Planeamiento, dejando la Comandancia del II Cuerpo del Ejército a cargo de Leopoldo Fortunato Galtieri, otro
integrante del sector de los “duros”, quien continuaría allí hasta febrero de 1979, tras lo cual sería designado
presidente de la nación (entre 1981 y 1982). A él le siguió Luciano Adolfo Jáuregui, quien extendió sus
funciones hasta que Juan Carlos Trimarco asumió la comandancia, en diciembre de 1980. Mientras tanto, a nivel
local, se desenvolvieron como jefes del distrito que abarcaba el centro norte de la provincia de Santa Fe el
Coronel Juan Orlando Rolón (entre los años 1976 y 1978) y luego el Coronel Justo Darak.
26
En febrero de 1977 hubo un operativo semejante en la ciudad –por el cual se substanció un Juicio en 2009-,
durante el cual fueron secuestrados en Rafaela Silvia y Hugo Suppo y Jorge Alberto Destéfani. Al respecto, H. S.
recuerda: “nos cargan atrás de este auto esposados, nos llevan a la Jefatura de Policía de Rafaela. Y ahí nos
tienen esa noche, y después nos cargan y nos llevan para Santa Fe a la Seccional Cuarta de Policía…” (H.S.,
Santa Fe, 17 de septiembre de 2009).
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Por otra parte, de Felicia eran originarios dos hermanos que tuvieron un rol célebre en la
conformación de la Compañía de Monte del Ejército Revolucionario del Pueblo -ERP- que
obró en Tucumán. En Esperanza, la cabecera del departamento Las Colonias, se registran 16
desapariciones de hombres jóvenes, entre los que se encuentran un conscripto y un policía que
durante años fue considerados víctima de las organizaciones político-militares. En 2012 se
inscribió su nombre públicamente, por primera vez, dentro de las víctimas de la última
dictadura cívico-militar28.
Como planteábamos al inicio del artículo, en Las Colonias se han invisibilizado las
memorias de los desaparecidos y el caso paradigmático es la total ausencia de memoriales que
recuerden a los dos primos hermanos de Carlos Reutemann, quien fuera gobernador de Santa
Fe en dos ocasiones (1991-1995, 1999-2003), y quien se desempeña desde 2003 como
Senador electo por la provincia de Santa Fe.
27
De San Carlos eran las mellizas Norma y Nora Meurzet, asesinadas en Santa Fe y Rosario respectivamente, la
desaparecida María Emilia Monasterolo, que fue secuestrada embarazada en Escobar (provincia de Buenos
Aires). De San Agustín era Mirta PanzaniZeiter, fusilada en Buenos Aires mientras cursaba su séptimo mes de
embarazo. De San Jerónimo Norte procedía Stella Hilbrandt, quien fue vista por última vez en el Centro
Clandestino de Detención conocido como “la Quinta de Funes”, en las inmediaciones de Rosario.
28
La lista que describimos a continuación es en base a los nombres identificados en el memorial en el “Espacio
de la Memoria” ubicado en el Parque de la Agricultura, http://www.esperanzadiaxdia.com.ar/nunca-
mas/Ampliamos esa información con el listado de víctimas directas del accionar represivo detallado en
http://www.robertobaschetti.com/biografia/l/75.htmly recuperamos Historias de Vida. Homenajes a militantes
santafecinos. Aportes para la construcción de la memoria colectiva. [Tomo I, 2007 y Tomo II, 2010]
referenciado al final: Roberto Stegmayer,MarioTottereau, El “Gringo” Alcides Gassman, Omar René Mattioli,
los hermanos Pedro Trody Jorge Trod, Héctor Carlos Bertona, el petiso” Daniel Adolfo Trípodi,Orlando Rubén
Trujillo, Jorge Ramón Peralta, “El cura” Eduardo Oscar Danielis, Antonio Roque Bernal, “El Gringo” Juan
Carlos Voisard, los hermanos Luis Alberto Lera y Francisco “Panchi” Lera.
29
Entrevista a M., Felicia (Pcia de Santa Fe), 8 de septiembre de 2018.
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inscripción alusiva a la causa de su muerte, y al día de hoy nadie recuerda en el pueblo que
ese féretro llegó a la provincia envuelto en la bandera del PRT- ERP, luego de que su madre
viajara a Catamarca a identificar el cadáver de su hijo30.
Aunque hay tres personas enterradas en esa tumba, la placa que la acompaña lista cuatro
nombres. Se añade allí el nombre de Jorge Carlos Molina (el famoso “capitán Pablo” del
PRT-ERP), otro primo de Reutemann, y hermano de José María, que estuvo preso en Devoto
y en Rawson, tras lo cual fue liberado por la amnistía de 1973, y finalmente fue asesinado en
la emboscada perpetrada por el Ejército en la Ruta 307, enla provincia de Tucumán, en
octubre de 1975, donde fue enterrado en una fosa común.
30
El abogado santafesino que reconoció el cadáver de Molina recuerda: “Cuando fuimos a retirarlo [el militar nos
dijo] ‘mejor que entren ustedes porque la madre se va a descomponer, porque arriba, adentro, hay quince,
dieciséis muertos en el suelo, sucios’” (N., Santa Fe, 7 de julio de 2009).
31
Entrevista a M., Felicia (Pcia de Santa Fe), 8 de septiembre de 2018.
32
Entrevista a D., San Jerónimo Norte (Pcia de Santa Fe), 22 de enero de 2018.
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que recuerden a los desaparecidos de la localidad, y la misma pauta se repite en todos los
pueblos que componen el “Las Colonias”, a excepción de la cabecera departamental. Aquí
emergen las memorias subterráneas a través de misceláneas. Por ejemplo, en diciembre de
2017 fue la primera vez que una compañera de la escuela secundaria de Stella Hillbrandt
decidió reivindicarla como estudiante, amiga y abanderada durante el acto que precedió a una
reunión de egresadas33. En consonancia con esta acción de memoria, encontramos que la
susodicha y Mirta PanzaniZeiter son las dos desaparecidas que se encuentran mencionadas
dentro de la sección de Historia Reciente del Museo Histórico de San Agustín.
En este contexto, Esperanza –que es una ciudad con una fuerte impronta universitaria34–
marca una nota disonante. En marzo de 2012 se inauguró un Espacio de Memoria en el
emblemático Parque de la Agricultura de la ciudad. Se trata de un memorial que recupera los
nombres de los desaparecidos de la localidad, que fue gestado por un reducido grupo personas
comprometidas con los derechos humanos de la localidad35. Entre ellas se encuentran
familiares de desaparecidos y un egresado de la facultad de Veterinaria preocupado por
rendirle homenaje a quienes habían sido sus profesores y compañeros de estudios en los años
setenta.
33
Entrevista a A.,San Agustín (Pcia. de Santa Fe), 8 de enero de 2018.
34
Esperanza cuenta con una sede de la Universidad Nacional del Litoral. Allí se estudian las carreras de
Veterinaria y e Ingeniería en Agronomía, entre otras. Ello define el perfil de esta pequeña ciudad del interior
santafesino
35
El Espacio de Memoria se concretó durante la intendencia de la justicialista Ana Meiners (en funciones desde
2007), si bien es cierto que comenzó a gestarse durante la intendencia del radical De Pace.
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El pasado reciente, y en especial los años de la dictadura cívico militar en nuestro país,
son objeto de debates y controversias en la esfera pública (Servetto; 2016: 11), por lo cual el
memorial de Esperanza se erige como un puntal clave para la construcción de la memoria
social. Aquí se hacen visibles las luchas por las memorias y los sentidos sociales del pasado
de represión política y terrorismo de estado, revelando cuestiones clave sobre las posiciones y
apuestas del presente (Cfr. Vezzetti, 2003).
Desde que retornó la democracia, “la figura de los desaparecidos ha sido pensada,
representada y evocada mediante una multiplicidad de soportes y vehículos” (Crenzel, 2010:
14). En diálogo con ella, la presencia de los sobrevivientes también ha ido mudando de
significación. Los años noventa han presenciado una redefinición de esta encrucijada en la
esfera pública mediante la generalización del uso de la noción de terrorismo de estado
asociada a la imposición de un orden económico excluyente y la denuncia de la impunidad y
las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante la última dictadura (Lvovich y
Bisquert, 2008).
En este contexto abordar el tema de las desapariciones forzadas sigue siendo una
operación arriesgada, porque en el entramado social perviven construcciones acuñadas
durante los años setenta. Una sancarlina recuerda:
Porque la gente pensaba que todos eran asesinos, y era lo que te vendían
obviamente, si vos no leías, no te informabas, si no buscabas, te creías el cuentito
ese, y que ellos eran todos unos delincuentes, y total si acá no pasaba nada, y los
otros estaban allá quien sabe que están haciendo, “algo habrán hecho”[haciendo
referencia a los que se iban a estudiar a la ciudad], vos no podías ni militar en esa
época, olvídate que podías militar,(…) viste no podías pensar, te prohibían, claro,
vos eras rara,(…) ésta si estaba allá, es rara, es una mina rara…38 (…)
En efecto, en la “pampa gringa” hay una memoria emblemática que estigmatiza a los
desaparecidos. La misma se nutre de un cúmulo de memorias sueltas que combinan elementos
propios del metarrelato nacional propuesto por la última dictadura cívico militar y otros
característicos de la teoría de los dos demonios instaurada tras la recuperación de la
democracia (Vezzeti: 2002; 2007). De este modo se apuntala un relato exculpatorio de la
sociedad en su conjunto. Las representaciones de “subversión” o la “guerrilla” como un
“otro” completamente ajeno a la propia sociedad siguen permeando la memoria colectiva a
nivel nacional, y ello opera de un modo mucho más decisivo en las pequeñas comunidades
que estudiamos(Da Silva Catela, 2017; Balcar y Pisarello, 2018).
Conclusiones
La tensión entre la paz que promete “el pueblo chico” y la adrenalina que supone el
“infierno grande” estallan cuando abrimos las compuertas del recuerdo. En la “pampa gringa”
36 Entendemos las memorias sueltas como aquellas memorias personales, mientras que las memorias
emblemáticas son un marco general más que un contenido, es decir que son una forma de organizar las
memorias concretas y sus sentidos (Stern: 2002)
37
No podemos pensar en el carácter ético o político de la narración de los grandes traumas del siglo XX sin
atender a su mediatización y su espectacularizaciòn(Eseverri, 2013: 30-31).
38 Entrevista a A. L., San Carlos Centro (Pcia. de Santa Fe), 7 de agosto de 2017.
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la memoria colectiva postula que los grandes acontecimientos y los procesos de represión
estatal han tenido lugar en las grandes urbes; y que, por oposición a ello, los pueblos habrían
sido un remanso. Paralelamente, el imaginario popular sostiene la metáfora “pueblo chico,
infierno grande”.
Las memorias sociales de los habitantes de Las Colonias se han configurado a partir de
la selección y reivindicación de ciertos recuerdos donde los resortes del poder jugaron y
siguen jugando un papel clave (Dejon, 2012;Daona, 2016) . La función selectiva de los relatos
ofrece a la manipulación “la ocasión y los medios de una estrategia astuta que consiste de
entrada tanto en la estrategia del olvido como de la rememoración” (Ricoeur; 2016:115). Las
construcciones normalizadoras que silencian las memorias de los desaparecidos y los hechos
vinculados con el terrorismo de estado han sido oficializadas y mantenidas desde los aparatos
locales del poder. Sin embargo, el metarretato hegemónico que afirma que “acá no pasó nada
durante la dictadura” se fisura en cada entrevista, puesto que al cabo de una breve charla todos
y cada uno de los entrevistados evocan circunstancias y personas que refieren al terrorismo de
Estado a escala local. Sus inquietudes y miedos a más de cuarenta años del golpe nos
recuerdan que la historia de la última dictadura cívico militar se sigue escribiendo en cada
pueblo, y que la invisibilización no ha conseguido el olvido. En ese marco, la localidad de
Esperanza es un caso atípico.
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Fuentes
Periódicos
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Año 6, Nº 11. Córdoba, Diciembre 2019- Mayo 2020. ISSN 2250-7264
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Cronista: http://www.cronistalascolonias.com.ar/?p=49019
Fondos documentales
Hemeroteca Digital "Fray Francisco de Paula Castañeda" del Archivo General de la Provincia
de Santa Fe.
Entrevistas
A.L., San Carlos Centro (Pcia de Santa Fe). Entrevista realizada por JorgelinaBeltramone el 7
de agosto de 2017.
A., San Agustín (Pcia. de Santa Fe). Entrevista realizada por María Virginia Pisarello el 8 de
enero de 2018.
D., San Jerónimo Norte (Pcia de Santa Fe). Entrevista realizada por Aurora Beltramino y
María Virginia Pisarello el 22 de enero de 2018.
S., San Carlos Centro (Pcia de Santa Fe). Entrevista realizada por JorgelinaBeltramone el 12
de junio de 2018.
M., Felicia (Pcia de Santa Fe). Entrevista realizada por María Virginia Pisarello el 8 de
septiembre de 2018.
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Martín López Ávalos
Resumen
The History of Present Time (HPT) is a type of historiographical practice under construction
within the discipline we know as History. It shows the path taken by the HPT from the
recognition of contemporary history as a historiographical period, which responds to the
historical changes that occurred after the first and Second World War, as well as the
displacement in favor of scientific knowledge produced in the century. XX that makes up the
modern vision about things and the universe, but also to a change in the disciplinary paradigm
of history that now allows opening the debate of the present as a historiographical field
susceptible to the examination of the historian in collaboration with the social sciences. The
case of contemporary Mexican historiography is included as a sample button.
Keywords: History of the Present Time; Contemporary History; Historiography
Fecha de recepción:
Fecha de aceptación: 18 de septiembre de 2019
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Introducción
Este ciclo corresponde con los extremos de la historia contemporánea como ejercicio
historiográfico (1914-1989). Adelante, sin embargo, aparece un espacio inédito que según el
“consenso historiográfico” y de las ciencias sociales es posible distinguir como un nuevo
periodo histórico. Este espacio incumbe al presente. Así pues, la HTP se ha convertido en objeto
Centro de Estudios Históricos, El Colegio de Michoacán, A.C. México. E-mail: mlopez@colmich.edu.mx
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de estudio de la historiografía y de las ciencias sociales que disputaron las explicaciones sobre
el pasado y el presente contemporáneo.
A partir de este marco general, el presente escrito se divide en dos partes y un colofón.
La primera, está dedicada al reconocimiento de la existencia de una etapa contemporánea que
nace con el siglo XX, producto de la nueva época que posibilita el ejercicio de una historiografía
contemporánea. La segunda, se centra en el surgimiento del debate sobre las posibilidades y los
límites de esa historiografía, y a partir de ella, la aparición de una nueva concepción del tiempo
histórico asociado al presente como campo historiográfico. En ese sentido, observamos que la
conformación de la HTP como práctica historiográfica −por medio del reconocimiento
institucional como campo específico en la enseñanza y la investigación−, que se debate entre
la continuidad del canon hegemónico disciplinario y la “ruptura” a través de la creación de uno
nuevo, ajeno al pasado como objeto único e inmóvil, apelando a una nueva base del
conocimiento, el presente, móvil y en construcción permanente, y si es posible, en colaboración
interdisciplinaria con otras ciencias sociales. También se puede observar que no existe una
práctica homogénea en este tipo de historiografía y que ésta depende en buena medida de las
condiciones que ofrecen las sociedades que albergan su ejercicio, como se advierte en el
colofón. De ese modo, resulta indispensable ofrecer una mirada específica a las comunidades
locales de historiadores −o investigadores en general− que aspiran a convertir a la HTP en un
campo específico de trabajo disciplinario.
1
Sobre este debate primigenio, véase Aróstegui (1998); Bédarida (1998); Cuesta Bustillo (1983); De Garay (2007);
Sauvage (1998); Soto Gamboa (2004). Resaltamos el hecho de la naturaleza del trabajo historiográfico para la
historia contemporánea: señalar cambios de épocas o periodos históricos a partir de develar los problemas propios
del presente. Nos parece que esta distinción es la que priva para la HTP como justificación normativa cuando
aparece como práctica historiográfica, derivada de la historia contemporánea y esgrimida como separación
epistemológica del anterior modelo disciplinario.
2
La cuestión se complica cuando este criterio deja de operar y se insiste en diferenciar la modernidad de la
contemporaneidad, criterio donde coinciden los cultivadores de la historia contemporánea y los promotores de la
HTP. A diferencia del estudio sobre otros periodos del pasado, la contemporaneidad no puede estar contenida en
un periodo cerrado.
3
El ciclo de revoluciones modernas las podemos clasificar, después del primer ciclo, como socialistas por la
experiencia que deriva en la formación de la Unión Soviética tras la revolución de octubre en 1917; y en un tercer
ciclo como nacionalistas poscoloniales, para incluir a las que se producen en el momento mismo de la
descolonización de la guerra fría. 1989, por otra parte, cerraría el ciclo revolucionario cuando el Estado soviético
se disuelve, con lo que entraña simbólicamente el fin de una contemporaneidad, pero abre una nueva.
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¿Por qué las fuerzas que forjaron la modernidad en el siglo XIX nos ayudan a explicar
los cambios en la ciencia y las humanidades como campos de conocimiento? Como hemos
señalado, la aventura del saber científico −sin importar su ámbito entre las ciencias de la
naturaleza y sus contrapartes sociales− está en las entrañas de la dinámica misma del mundo
moderno; la actividad científica de la historia y las ciencias sociales va registrando los cambios
y las diferencias de un mundo en constante transición. Esta dinámica es lo que conocemos como
modernidad o en términos historiográficos, historia contemporánea. Su reconocimiento como
periodo histórico muestra la validez de esta aventura y, sobre todo, la jerarquía de estas fuerzas
para moldear nuestra construcción del mundo en que vivimos o dejamos de vivir para
encontrarnos con otro. Ha sido la evidencia científica –concebida como demanda social− lo que
ha obligado al método historiográfico a revisarse una y otra vez, para “abrirse” (Wallerstein
dixit) a lo “nuevo”, como veremos a continuación.
Generalmente, las crisis o los grandes cataclismos suelen operar como marcadores de los
cambios de época. Sin dejar de estimar su importancia, el siglo XX empieza a mostrar una
nueva forma de medir o hacer evidentes las transformaciones que definen una época de otra.
Por primera vez, el mundo es explicado por los científicos en vez de los teólogos y filósofos en
su calidad de sabios. En este sentido, actualmente existe un consenso mayor, tanto
historiográfico como de las ciencias sociales, de poner mayor énfasis en este tipo de cambios y
no en los parámetros de la política o la economía como se hace generalmente (Higgs, 2016: 21-
39; Iggers, 2012; Johnson, 2000:13-69). El conocimiento científico, a partir de 1919, anuncia
los cambios del porvenir, mientras la primera contemporaneidad (aunque muchos insistan en
llamarla modernidad) llegaba a su fin con las consecuencias políticas de la Paz de Versalles. La
nueva contemporaneidad abre un debate en varios frentes, donde percibimos el cambio de las
jerarquías del conocimiento, ponderando a la ciencia como el principal producto de la nueva
época dentro de un mundo conectado por la economía. Al mismo tiempo, se determina una
declinación cultural del eurocentrismo que había dado vida a la expansión europea del periodo
previo y que en buena medida ha configurado el conocimiento de las ciencias sociales.
Al igual que el siglo XIX, tanto la economía como el conocimiento científico dan las
pautas a seguir. La idea de la contemporaneidad como un espacio en constante transición nos
lleva a observar en estos dos ámbitos las fuerzas motrices del nuevo periodo. A partir de los
cataclismos que Europa sufre tras la primera guerra mundial, el mundo es una realidad global
por las relaciones establecidas entre las diversas economías locales y nacionales; ha sido la
4
El conocimiento científico producido y reproducido en las universidades resulta modelo replicado en cada una
de las disciplinas que componen el corpus universitario. Es decir, pese a la diferenciación de dos grandes campos
(las ciencias de la naturaleza y las ciencias humanas) estamos ante un mismo modelo de generación del
conocimiento. Para el caso que nos incumbe, la historia como campo del conocimiento moderno, desde el siglo
XIX deriva su epistemología del modelo de ciencia en general. No hay razón para insistir en la dicotomía entre las
humanidades y las ciencias, o en la imposibilidad de aplicar el enfoque científico a la historia. Al presentarse como
una razón instrumental en la generación de conocimiento disciplinario, esta dicotomía lo único que ha logrado es
alargar un debate que desde su origen no tenía mucho sentido como veremos más adelante.
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economía de mercado liberal la que ha producido un salto cualitativo entre las relaciones
internacionales. La expansión del capitalismo propicia que la crisis de una de sus partes tenga
efectos en todas las demás. Ese efecto negativo fue la principal consecuencia de las condiciones
de la Paz de Versalles sobre Alemania que termina por afectar al conjunto de la economía
europea5.
Mediante esta breve síntesis, pretendemos apuntar que las características de la etapa
contemporánea del siglo XX ya estaban presentes al finalizar la primera guerra mundial. Sin
embargo, como desafío al porvenir, la posguerra fue encarada con los conceptos políticos del
ciclo anterior, de tal manera que sus secuelas se develan tres décadas después al finalizar la
segunda guerra mundial. Allí es donde cobra relevancia el mundo de la ciencia −y en particular
la aparición de la teoría de la relatividad de Albert Einstein− pues modifica el paradigma
prevaleciente de la física que termina por cuestionar la forma en que hasta entonces se había
entendido la naturaleza de las cosas y el desarrollo del conocimiento. Lo que algunos llaman la
“crisis de la modernidad” en realidad tiene que ver con la superación de las certezas científicas
producidas en el ciclo anterior. Einstein demuestra que el movimiento y el espacio no son
conceptos absolutos sino simples escalas de medición relativas6. Eso transforma la conciencia
del tiempo, es decir, de la idea de contemporaneidad en nueva escala que no se había visto
anteriormente en los ámbitos sociales y culturales. Así como la aparición de las vanguardias
artísticas del siglo XX puede atribuirse (relativamente) a esta visión científica, no es
descabellado plantearnos también el mismo efecto en los métodos de indagación que las
disciplinas sociales mantenían como principios incólumes en su funcionamiento y presentación
de resultados7.
5
Sólo un joven economista inglés advierte lo inconveniente del proceso en el momento mismo que se llevan a
cabo las negociaciones en Versalles. John Maynar Keynes señala que el enfoque de hacer pagar a Alemania por
los costos de la guerra más que beneficiar una rápida recuperación hará todo lo contrario. Critica acremente la
poca imaginación de los tomadores de decisión involucrados entre los países vencedores por insistir en una
solución propia de potencias colonialistas del viejo estilo al compensar con tierra y población como forma de
reparación por el daño sufrido por la guerra. La solución para un mundo integrado, advierte Keynes, no está en el
reparto del botín colonial, sino en el fortalecimiento de las diversas economías nacionales conectadas una con otra
por el intercambio comercial del mercado. Lejos de terminar con el orden colonial de potencias europeas en
equilibrio del siglo XIX, la Paz de Versalles lo prolonga una generación más.
6
La otra punta del arco lo representa la mecánica cuántica menos publicitada en este momento pero que contribuye
a esta modificación de nuestra percepción de la naturaleza de las cosas.
7
No pretendemos abonar el debate, de larga data, en torno al relativismo y sus conexiones con la filosofía, la
lógica y la teoría del conocimiento con personajes y escuelas de pensamiento previos a la aparición de la teoría de
la relatividad, así como los desencuentros de ésta con la mecánica cuántica. La naturaleza compleja del mismo
rebasa por mucho los objetivos y aspiraciones de este trabajo, centrado en una práctica historiográfica específica,
la de HTP. No intentamos atribuirle todas las innovaciones a la teoría de la relatividad, ni hacer más relativista a
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Las consecuencias de la segunda guerra mundial han sido las referencias para marcar el
inicio de un nuevo periodo contemporáneo, aún como prolongación de la primera guerra
mundial, sus diferencias con ésta son notables. En primer lugar, el mundo deja de estar centrado
en Europa y se convierte en una realidad internacional. La irrupción de un mundo no europeo,
surgido de los márgenes coloniales previos es tal vez el rasgo más importante de su dinámica,
más que la bipolaridad ideológica que representa el liberalismo y el socialismo. El mundo
poscolonial articulado en la formación de los Países no Alineados se muestra mucho más
relevante que las disputas de la guerra fría, al final de cuentas destinadas a una contención
asumida por sus promotores, como sucede en la lucha por Berlín, la guerra de Corea, y la crisis
de los misiles en Cuba. Los Países no Alineados representan el ejercicio de la
autodeterminación establecida para el espacio europeo en primera instancia esbozada por la Paz
de Versalles y posteriormente en la Carta del Atlántico que tanto Gran Bretaña como los
Estados Unidos promueven previo a la contienda de 1939-1945. Al mismo tiempo, pone a
prueba la validez universal de los valores del liberalismo para los pueblos y naciones no
europeas al postular al desarrollo económico como el rasgo que define al Estado. La segunda
poscolonialidad abarca varios continentes e involucra a por lo menos a la mitad de la población
mundial y sus consecuencias están a la vista en este tiempo presente como una realidad
evidente: el ascenso de China e India, por ejemplo, como engranes importantes de la nueva
economía que despunta al terminar el conflicto bipolar en 1989.
Einstein de lo que en realidad era. Tampoco creemos en una relación causa-efecto mecánica. Lo que resulta
relevante destacar son las aristas generadas en este contexto histórico preciso por los tres ámbitos específicos de
la acción humana (ciencia y economía principalmente, y en menor medida la política); como tales, estas aristas
nos ofrecen nuevos ángulos de visión y posibilidades abiertas. ¿Acaso la historia contemporánea, entendida como
época, no obtiene su reconocimiento como el último periodo legítimo de la historia precisamente en estos años?
¿La aparición de la posmodernidad como teoría articulada a partir de nuestra noción de contemporaneidad, acaso
no es producto de una de estas aristas? ¿La crisis de las teorías estructurales en las ciencias sociales en la década
de los ochenta del siglo XX no son resultado de los nuevos ángulos trazados cincuenta años antes? ¿La
microhistoria se genera espontáneamente?
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Siguiendo a este caso como prototipo, su experiencia nos indica la operación de la lógica
de identificar los grandes cambios que dan motivo para pensar en datar el nuevo periodo
histórico que abarca el presente contemporáneo. La fundación del Institutd´Historie du Temps
Présent (IHTP) en 1978 (Bédarida, 1998)8, con el auspicio del Estado francés, no sólo marca el
inicio de operaciones de una nueva institución, también nos indica un proceso de
institucionalización de una práctica historiográfica diferenciada, en buena medida de otras del
mismo corte historiográfico, con las cuales comparte principios y valores epistemológicos. El
IHTP como institución pionera en sus objetivos y aspiraciones de producir un conocimiento
específico muestra el recorrido que siguieron los parámetros de investigación (ver Bernecker,
1998: 22-25 para el caso alemán y Aróstegui, 2004: 24, para el caso inglés).
Originalmente existía la presión por estudiar, desde el punto de vista nacional, las causas
que habían llevado a la segunda guerra mundial, así como sus consecuencias. Sobresale el
establecimiento de una agenda que determina las líneas y temas de investigación para entender
la preguerra; posteriormente, y sin dejar dichos temas, se abordan los propios de la posguerra,
como la descolonización y las manifestaciones culturales posteriores al 68.9 Si bien resulta
evidente el imperativo político por estudiar el presente, esto no explica la naturaleza conceptual
de esta práctica historiográfica.
8
Otros centros similares están en Gran Bretaña, Centre for Contemporary British History (1986), como rama de
The Institute of Historical Research (IHR) y se diferencia del Institute of Contemporary British History. En
Alemania el Institut für Zeitgeschichte (Instituto de Historia del Tiempo Presente) con sede en Munich es fundado
en los mismos años que su similar francés y al desaparecer la República Democrática Alemana (RDA) se organiza
el Zentrum für Zeithistorische Forschung (Centro de Investigación del Tiempo Presente) en Potsdam (1992) con
académicos sobrevivientes de la Academia de Ciencias de la RDA.
9
En un balance de la actividad del IHTP, se observa el vínculo con los diferentes contextos nacionales y cómo
éstos son los que dan sentido a la práctica: “Los historiadores alemanes y austriacos buscan como nosotros [los
franceses], su camino, a la vez en el dominio de la metodología y en los sectores de investigación a profundizar.
[También se detectan] […] las diferencias reales que aparecen en las estructuras de investigación, en los centros
de interés y en algunos métodos” (Cuesta Bustillo, 1983: 235).
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El primer tramo del desarrollo de la HTP está ligado a la construcción y preservación del
testimonio como necesidad de la política en los puntos conflictivos del pasado, pero también
en la celebración o conmemoración promovida por el Estado. Asimismo, se hace evidente que
la naturaleza de la HTP está ligada al uso de su método (la historia oral) y su principal producto
(la memoria) sin las cuales no puede justificar, todavía, su legitimidad como práctica
disciplinaria cabalmente aceptada. Para ello, se requiere ir más allá de la declaración de
principios donde se deslinda de los periodos históricos, incluido el contemporáneo, como
condición necesaria para enunciar su independencia conceptual. Los trabajos más propositivos
a favor de la HTP insisten en este punto. François Bédarida señala que así como la historia
contemporánea es completamente diferente a la de cualquier otro periodo, lo mismo sucede
para la HTP, su propia noción de tiempo flexible en la medida que sigue corriendo hace que su
naturaleza sea diferente a sus contrapartes historiográficas centradas en el tiempo histórico
pasado, que por definición es inmóvil y cerrado. Incluso, esto es un inconveniente para la
historia contemporánea, pues en la medida que transcurre el tiempo se le plantea un problema
de definir sus límites en cuanto el presente siempre es un horizonte que se aleja. La
transitoriedad del tiempo es su naturaleza misma en cuanto presente, pero en cuanto pasado
histórico no. Esa paradoja es compartida por la historia contemporánea y la HTP: ambas son
transitorias, una más que otra, en la medida que su espacio de experiencia se aleja.
La demarcación del periodo contemporáneo permite, por un lado, diferenciarlo del tiempo
presente y, por otro, compartir el método de consulta documentalista en el ejercicio de este tipo
de historiografía. Es decir, en la medida que el historiador de lo contemporáneo acepta “cerrar”
el tiempo del periodo para tener perspectiva –por ejemplo, dejar pasar diez, veinte o treinta años
del hecho o del presente−, admite el paradigma de la historia como pasado cerrado, y con él,
todas las implicaciones del método historiográfico de la práctica disciplinaria más ortodoxa
centrada en la hermenéutica documentalista del archivo como la gran fuente para construir a la
historia. Esta es la razón por la cual la práctica historiográfica de lo contemporáneo no puede
mantener su equivalencia con el presente y donde la HTP reclama un espacio diferenciado tanto
dentro de la disciplina historiográfica como respecto a las ciencias sociales. En el momento de
la inauguración del Instituto de Historia del Tiempo Presente (IHTP), Bédarida señala que: “La
mayor innovación de esta empresa la constituye la interacción entre el pasado y el presente”
(citado por Sauvage, 1998: 60), lo que lleva a recordar la consigna de Marc Bloch: “entender
el presente por el pasado y, lo que, es más, el pasado por el presente” (Bloch, 1952).
10
La historia oral como tal no tiene su origen metodológico en la preocupación política del holocausto, pero sí en
la necesidad de preservar los testimonios, de allí su uso; de hecho, la historia oral aparece como una herramienta
derivada de la biografía como género narrativo. El otro ámbito donde se desarrolla esta noción, a la cual el
historiador del tiempo presente no es ajeno, es el museo dedicado a la memoria. Las experiencias autoritarias
durante la guerra fría y las posteriores transiciones a la democracia, en unos casos, y como procesos de paz en
otros, reivindicaron la memoria como una política propia de la transición.
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Esta característica nos lleva al mayor problema de legitimidad científica de la HTP, visto
desde la práctica historiográfica basada en el tiempo cerrado, y afianzado en la perspectiva o
distanciamiento como valor de objetividad y certeza. Como el historiador no puede disociarse
ni distanciarse de su objeto de estudio, entonces, tiene poco que decir al respecto pues siempre
compite en desventaja por la determinación de la perspectiva; sin embargo, al redefinir su
práctica historiográfica fuera de ese canon abre la posibilidad de construir con otros criterios de
método el acontecimiento, acorde con la definición del tiempo que le atañe y estudia. Ha corrido
mucha agua desde el debate posestructuralista de las disciplinas sociales, pero es allí donde
hallamos la nueva lógica del método y su orientación que recala en la renovación de la
historiografía: la presencia del historiador no es un obstáculo para hacer visible un
acontecimiento, hecho o proceso histórico del presente, por el contrario, es a partir de su
presencia que éste tiene legibilidad para su propio tiempo. En ese sentido, Barraclough (1976:
41) define el papel del historiador del presente como la capacidad para “dictaminar un panorama
más amplio del que contemplan sus contemporáneos, corregir sus perspectivas y atraer su
atención sobre ciertos síntomas cuyo alcance a largo plazo no es extraño que se escape su
percepción”. Admite, sin embargo, que este esfuerzo no deja de ser, forzosamente, “hipotético
y especulativo” pues la evolución de los acontecimientos desbordan “hasta al más meticuloso
de los investigadores” (Barraclough, 1976: 43). Como producto del tiempo presente, el debate
posmoderno acaba con el dilema de la objetividad y sus límites, pues al igual que el debate
científico de la mecánica cuántica en la física, coincide en la superación de la perspectiva como
medida absoluta de veracidad. La relación con el objeto de estudio no contamina la construcción
imparcial porque ésta es sólo una ilusión cognitiva. Las disciplinas contemporáneas se realinean
sin la necesidad de un absoluto que las cohesione y con una perspectiva relativista se reconoce
el valor de cada parte.
11
Al respecto es notable observar que el gran debate de los primeros tiempos de la profesionalización
historiográfica es entre el historicismo alemán −trasplantado desde Europa por los filósofos e historiadores
transterrados de la república española en México− contra la tradición erudita que para entonces se identifica como
resabio de positivismo, privativo del régimen anterior porfirista. Nuestro debate no pasa por la pertinencia o no de
la historia contemporánea sino por los métodos que permiten la objetividad de la práctica disciplinaria. Más
adelante, incluso, los nuevos debates no traspasaran este marco.
12
El ejemplo más acabado de esta tendencia sigue siendo La historia de la revolución mexicana bajo la dirección
de Daniel Cosío Villegas y editada por El Colegio de México en 23 tomos. Abarca el periodo de 1910 a 1960 y se
hizo con el objetivo de mostrar la historia contemporánea de México como producto de la revolución.
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veces alterado por la historiografía, pese a los llamados de colaboración entre ambas desde la
década de 1970 con la orientación interdisciplinaria. En ambas tradiciones, no existe la
distinción entre tiempos, el presente y el contemporáneo, y hasta hace relativamente poco, la
historiografía contemporánea era sinónimo de tiempo presente para los historiadores, mientras
que, para sociólogos y antropólogos, por ejemplo, no es necesario hacer tal distinción.
13
Estamos a más de cuarenta años de su aparición, lo cual indica que los términos del debate no son del todo
novedosos o al menos coinciden con la fundación del IHTP francés y sus objetivos.
14
En esos años, Siglo XXI Editores (México), por ejemplo, inicia su colección de Historia Inmediata donde se
incluyen estudios nacionales de los países de América Latina con el subtítulo de Hoy, lo mismo que de Japón y
Estados Unidos.
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Epílogo
15
Podemos señalar dos obras que comparten estas preocupaciones, una de corte académico (James y Edna Wilkie,
1965); la otra nacida del ejercicio de la crónica periodística pero que contribuye enormemente a la difusión de la
idea de darle voz a los sin voz (Poniatowska, 1971). Paralelamente, en 1970 aparecen publicadas las primeras
recopilaciones del Archivo Sonoro del INAH iniciado en 1959. Los talleres de formación técnica en historia oral
son otro indicador de la consolidación y pluralidad de la práctica.
16
El Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM alberga al Seminario de Historia del Presente, el cual
organiza en octubre de 2013 el Coloquio para la Historia del Presente en México. Dicho seminario mantiene
actividades regulares, lo cual muestra un interés en la práctica específica de este tipo de historiografía.
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de enseñanza –del ciclo básico a su cúspide en los estudios de posgrado– tanto de la historia
contemporánea como la HTP es un reconocimiento como campo historiográfico con el efecto
que esto trae para el conjunto de prácticas que dan fisonomía a la disciplina.
Al mismo tiempo, las mutaciones en los paradigmas y sus efectos en las prácticas
específicas, ya no pueden verse únicamente desde la lógica disciplinaria misma. El
conocimiento contemporáneo se relaciona con la revolución que significa, todavía hoy, la
Teoría General de la Relatividad y los postulados de la mecánica cuántica a inicios del siglo
XX. El universo, y por ende nuestra concepción de la naturaleza de las cosas, deja de ser
definitivamente un campo de los teólogos y filósofos para convertirse en materia de la nueva
ciencia. No es exagerado decir que el siglo XX es producto de la relatividad y del quantum, y
con ello, que nuestra contemporaneidad se define cada vez más con valores (relativos)
científicos. El conocimiento emanado de las ciencias sociales asimila esta revolución y, a su
vez, abandona las pretensiones absolutas propias del modelo nomotético que había justificado
su constitución como disciplinas científicas. La historia, por su parte, no se queda atrás, se
adapta a los cambios y genera un nuevo modelo –que a su vez engendra otro– acorde al siglo
relativista y quántico. La aceptación de la historia contemporánea primero, y de la HTP después,
como campos específicos de una disciplina tenemos que empezar a verlos como adaptaciones
y sintonías acordes con la revolución del conocimiento científico y su nuevo modelo de
representación. En este sentido, tanto la historia contemporánea como la HTP son producto de
la última experiencia moderna de la humanidad. Por tanto, deben asimilarse como
representaciones relativas de un tiempo histórico específico, que, por la propia naturaleza del
mismo, siempre es transitorio.
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Esteban Barroso y Saúl Casas
Esteban Barroso
Saúl Casas**
En su ya clásico libro “El contrato sexual”, Carol Pateman (1995) sostenía que el
patriarcado no se limitaba al terreno de lo privado, de lo familiar, ni era sinónimo de
paternalismo. En el patriarcado moderno –afirmaba– la posición de los varones no estaba
dada por el hecho de ser padres. Más que eso, los varones eran fratis, hermanos: lo que existía
era, en realidad, una fraternidad en el dominio, en el libre acceso a los cuerpos de las mujeres,
en su poder para subordinarlas. Los teóricos clásicos del contrato social muy frecuentemente
habían separado en sus análisis la esfera de lo civil de la esfera de lo privado, considerando
que esta última no tenía ninguna relevancia desde el punto de vista político. Contrato sexual y
social aparecían, de esta forma, como irremediablemente separados, cada uno se ocupaba de
territorios diferentes.
Profesor en Historia (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata)
y Becario Doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), con lugar de
trabajo en el Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Genero (CINIG), FaHCE-UNLP. Correo
electrónico: esteban_barroso@live.com.ar
**
Doctor en Ciencias Sociales, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de
La Plata. Profesor Adjunto de Historia Contemporánea de América Latina, Facultad de Periodismo y
Comunicación Social – UNLP; y en la materia Problemas de Historia Americana, FaHCE-UNLP. Correo
electrónico: casas.scasas@gmail.com
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Esteban Barroso y Saúl Casas
La identidad es, precisamente, una de las cuatro dimensiones o aspectos del género que
resalta Scott (1990), remarcando a su vez la necesidad de llevar adelante una aproximación
histórica a la problemática de su construcción. Precisamente, este es el enfoque empleado por
Graciela Queirolo en su trabajo, en el que centra su atención en el proceso de construcción de
la identidad laboral de las secretarias en Buenos Aires y Santiago de Chile, durante la primera
mitad del siglo pasado. Tomando distancia tanto de las posiciones que solo observan ventajas
en la entrada de las mujeres en el mercado laboral, como de aquellas otras que, de manera
antagónica, remarcan exclusivamente los rasgos más sobresalientes de la explotación
capitalista, la autora observa las tensiones que se generan en el juego existente entre
profesionalización y feminización de las secretarias. Como profesionales, ellas tenían la
posibilidad de ascender dentro de las jerarquías sociales existentes. Sin embargo, la
feminización ejercía una presión en el sentido opuesto: se afirmaba que las mujeres realizaban
este trabajo empleando ciertas “virtudes” o secretos propiamente femeninos –y no gracias a su
preparación profesional-, el trabajo se concebía como temporario –hasta el matrimonio-, el
sueldo era inferior, y estaban sujetas a los caprichos y /o abusos del jefe.
Más allá de los símbolos y de sus significados, tenemos las maneras específicas en las
que se manifiestan sus interpretaciones, todo ese cuerpo normativo que busca definir lo
“masculino” y lo “femenino” (Scott, 1990). Esta dimensión particular del género es abordada
en el artículo de Lucía Busquier, que tiene como objetivo explícito realizar una contribución a
los debates que se vienen realizando en el último tiempo en la Argentina sobre la
problemática de la despenalización y legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.
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Esteban Barroso y Saúl Casas
Para ello, analiza la posición que adoptó una organización feminista estadounidense que se
autopercibía como de mujeres del Tercer Mundo, la Third World Women’s Alliance, ante la
legalización del aborto en aquel país en el año 1973. El estudio de este proceso histórico
particular le permite a la autora poner en discusión aquellos análisis que conciben a las
mujeres como un sujeto homogéneo exento de cualquier tipo de privilegio. Por el contrario,
Busquier remarca los entrelazamientos existentes entre género, clase, raza, etnicidad y
sexualidad, para poner en evidencia no solo la heterogeneidad de las mujeres, sino también
los juegos de privilegios y de lugares de poder que se dan en el interior de este sujeto
colectivo, cuestión que considera central en lo que respecta a la reflexión sobre el acceso al
aborto legal, seguro y gratuito.
Hace poco menos de diez años Joan Scott (2011) se preguntó en un artículo si la
categoría de género seguía siendo útil para el análisis. Su respuesta es clara: sí, sigue siendo
útil, siempre y cuando se adopte una actitud crítica y cuestionadora al momento de realizar el
trabajo de investigación. Es decir, el objetivo no debería ser el de describir roles diferentes;
más bien se debería prestar atención a la construcción de la diferencia sexual en sí. Ya dijimos
–y a esta altura posiblemente también pusimos de manifiesto- que uno de los rasgos de este
dossier es el de su diversidad. Ahora agregamos que estos artículos tienen otro aspecto en
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Esteban Barroso y Saúl Casas
común, quizás el más importante de resaltar: todos hacen gala de esa actitud crítica y
cuestionadora que menciona Scott.
Bibliografía
Scott, Joan (1990): “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en Mary Nash y
James Amelang (eds), Historia y género: las mujeres en la Europa moderna y
contemporánea, Alfons el Magnanim, Valencia.
------------- (2011): “Género: ¿todavía una categoría útil para el análisis?”, La manzana de la
discordia, Vol. 6, Nº 1, pp. 95-101.
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Graciela Amalia Queirolo
Secretaries’ secrets. The female labour market in private bureaucratic jobs (Buenos
Aires and Santiago de Chile, 1910-1955)
Resumen:
Este artículo se propone analizar la construcción de la identidad laboral de la ocupación de
secretaria en Buenos Aires y Santiago de Chile, dos sociedades que vivieron similares
procesos de modernización capitalista, en la primera mitad del siglo XX. Uno de los
fenómenos sobresalientes de esos procesos fue la expansión de los mercados de trabajo y,
dentro de ellos, de las ocupaciones administrativas. Dentro de éstas, la secretaria se constituyó
en una ocupación que vivió tanto un proceso de profesionalización a partir del pasaje por el
sistema educativo, como un proceso de feminización que estimuló la presencia de mujeres. De
acuerdo con lo anterior, en primer lugar, se demostrará el ingreso e incremento de las mujeres
en el sector burocrático privado; en segundo lugar, se caracterizará el proceso
profesionalización y, finalmente, se abordará el proceso de feminización de la ocupación. El
análisis se desarrollará a partir de un análisis crítico de censos de población, manuales de
capacitación comercial y prensa comercial que se realizará desde la Historia de las Mujeres y
los estudios de género.
Palabras clave: Trabajo femenino; Empleadas administrativas; Profesiones
Abstract:
This article aims to analyse the configuration of secretaries’ labour identities in Buenos Aires
and Santiago de Chile between 1910-1955, two cities that went through similar processes of
capitalist modernisation during the first half of the twentieth century. A noticeable
phenomenon within those processes was the expansion of the labour market and, in particular,
of the administrative jobs. Among the latter, secretaries increased their professionalization,
which derived from both their access to the educational system and the progressive
feminisation of administrative tasks. In this work, firstly, I will show the rise in the number of
women occupied in the private bureaucratic sector. Secondly, I will address the feminisation
of the secretarial profession. The analysis, which draws on Women’s History and Gender
Studies, will proceed through a critical analysis of population censuses, training manuals for
the commercial area and commercial press.
Key Words: Female Labor; Female Clerical Workers; Professions
En 1948, Eva, una publicación de la editorial chilena Zig Zag presentada como “la
revista moderna de la mujer”, inauguraba una serie de columnas sobre “las nuevas profesiones
para la mujer”. La primera de ellas estuvo dedicada a “la perfecta secretaria”:
La secretaria, como el nombre lo indica, es la persona que tiene los secretos del
jefe, es decir, es el segundo “yo” del jefe. Tiene que estar impuesta de todo el
manejo de la oficina, ya sea ésta una firma comercial, de publicidad, el estudio de
un profesional, etc. Debe contar con la absoluta confianza del jefe y hacer frente a
cualquier problema difícil que se presente en su ausencia y resolverlo según su
criterio. […] En la parte práctica debe preocuparse de que […] haya orden y
armonía dentro de la oficina, que [su] apariencia externa […] sea agradable a la
vista, que su voz no sea chillona, que sus modales no sean bruscos, que tenga
buena memoria, tacto, discreción, que trate con amabilidad a la gente (jefes y
subalternos). En cuanto a la parte técnica, una secretaria debe saber: dactilografía,
taquigrafía, debe tener buena redacción, buena ortografía, en lo posible saber un
idioma y saber encabezar una carta.1
Fue hacia mediados de los años treinta, momento en que las burocracias privadas
incrementaron su expansión, cuando la ocupación de secretaria se conformó en la cumbre de
la carrera laboral de las mujeres en los empleos administrativos, especialmente dentro de las
burocracias privadas. Se trató de un proceso que, tanto en la sociedad argentina como en la
chilena, se había iniciado en la década de 1910, momento en que las columnas de avisos
clasificados habían comenzado a incorporar ofertas y pedidos de dactilógrafas, así como
también a promocionar instituciones que vendían cursos de enseñanza comercial que incluían
todas las técnicas anteriormente señaladas. En las décadas siguientes, el proceso se
Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (IDIHCS), Universidad Nacional de La Plata,
Argentina. Correo electrónico: graciela.queirolo@gmail.com. Quiero agradecer la lectura atenta de las y los
evaluadores cuyas sugerencias espero haber respondido. Asimismo, me beneficié enormemente con los
elaborados comentarios de Alicia Salomone y Matías Wymerszberg.
1
Eva (Santiago de Chile), 5 de marzo de 1948, p. 29.
2
Para Ti (Buenos Aires), 31 de agosto de 1937, p. 31.
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Graciela Amalia Queirolo
3
Tercer Censo Nacional. Levantado el 1 de junio de 1914, t. IV: Población, Buenos Aires, Talleres Gráficos de
L.J. Rosso y Cía., 1916, pp. 201-212; Presidencia de la Nación. Ministerio de Asuntos Técnicos. IV Censo
General de la Nación, t. I: Censo de Población, Buenos Aires, Dirección Nacional del Servicio Estadístico,
1952, p. 67.
4
Dirección General de Estadística, Censo de Población de la República de Chile. Levantado el 15 de diciembre
de 1920, Santiago de Chile, Soc. Imp. y Litografía Universo, 1925, pp. 464-473; XII Censo General de
Población y I de Vivienda. Levantado el 24 de abril de 1952, t. III, República de Chile, Servicio Nacional de
Estadísticas y Censos, 1956, p. 580.
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en 1920, eran 300.648 llegaron, en 1952, a 689.412 (tabla 2). A pesar de que las mujeres
mantuvieron un volumen minoritario respecto de los varones, merece destacarse que, en
Buenos Aires, el porcentaje de mujeres asalariadas se incrementó levemente: de un 25%
(1914) a un 28% (1947); mientras que, en Santiago, apenas se redujo un punto: de un 34%
(1920) a un 33% (1952). Estas cifras, que se calcularon sin desatender que las fuentes
censales incurren en el subregistro de la participación femenina asalariada, ratifican la
temprana presencia femenina en el mercado laboral a partir de la expansión de la
modernización capitalista.
5
Entiendo por población asalariada a aquella que realiza diferentes actividades económicas a cambio de un
salario. El censo de 1914 clasificó a la población según la profesión a partir de los 14 años. El censo de 1947
clasificó a la población a partir de los 14 años en “ocupados con retribución”.
6
El censo de 1920 contabiliza las actividades económicas de la población a partir de un listado de profesiones,
sin discriminar la edad de las personas. En cambio, el de 1952 lo hacen por grupos de ocupaciones y consideran
la población a partir de los 12 años de edad.
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De acuerdo con todas estas cifras se puede concluir que, en ambas ciudades, la cantidad
de empleados –mujeres y varones– creció, con volúmenes específicos, tanto en valores
absolutos como en relación de la totalidad de personas asalariadas. Asimismo, es interesante
destacar que, tanto en Buenos Aires como en Santiago, hacia mediados del siglo XX, de cien
mujeres asalariadas, once se desempeñaban como empleadas administrativas en una oficina.
Este dato nos permite mensurar la importancia de la ocupación dentro de la población
femenina asalariada y equiparar su magnitud respecto de otras ocupaciones que expresaron
importantes diferencias entre ambas ciudades, como la de obreras y la de servicio doméstico,
producto de sus diferentes estructuras ocupacionales –tabla 5–.7
Tabla 5.
Ocupaciones de mujeres respecto de la población asalariada de mujeres.
Buenos Aires (1947) y Santiago de Chile (1952)
Ciudad de Buenos Provincia de Santiago
Ocupaciones
Aires (1947) de Chile (1952)
Empleadas administrativas
11% 11%
(sector privado)
Obreras 40% 27%
7
No ahondaremos en los motivos de tales diferencias. Algunas respuestas se pueden construir a partir de Lobato
(2007) y Hutchison (2005 [2001]).
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Finalmente, diremos que hacia mediados del siglo XX, en Buenos Aires, un 73% de
taquígrafa-dactilógrafas eran mujeres, mientras que, en Santiago de Chile, un 70% lo eran
(Queirolo, 2018 y en prensa). Aunque carecemos de datos para establecer una comparación
cuantitativa de las secretarias, los porcentajes anteriores nos permiten afirmar que las
secretarias eran predominantemente mujeres desde el momento que toda secretaria era
técnicamente experta en taquigrafía y dactilografía, requisitos imprescindibles para acceder al
puesto, es decir, que los porcentajes anteriores se pueden asumir como relativos a la profesión
secretarial.
De acuerdo a todo lo expuesto, podemos concluir que las y los empleados conformaron
la mano de obra que protagonizó la expansión de las burocracias privadas. Interpretaciones
historiográficas muy difundidas relacionaron a los empleados con las clases medias. José Luis
Romero (1986) y Armando de Ramón (2007) postularon que las clases populares vivieron un
proceso de movilidad social ascendente a partir de su participación laboral en actividades
relacionadas con la modernización capitalista, entre las que se encontraron las administrativas.
Esto habría dado origen a las clases medias. De Ramón se refirió también a la movilidad
social descendente que empujó a los sectores acomodados a ingresar a las oficinas. Tanto en
un caso como en el otro, los empleos administrativos se presentaron como ocupaciones que
poseían implícitamente importantes cuotas de prestigio social, por lo tanto, coronaban el
esfuerzo de los que ascendían al tiempo que evitaban la vergüenza de los que descendían.
8
Dentro de esta categoría se incluyen las ocupaciones educativas, sanitarias y de las burocracias públicas. El
diseño de cada uno de los censos no permite realizar comparaciones entre estas ocupaciones.
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también ofreció otros numerosos cursos de “educación profesional” para mujeres –costura o
“corte y confección”, belleza– y de “educación técnica” para varones –mecánica,
electricidad– (Queirolo, 2016).
En Buenos Aires, se destacó Academias Pitman, que junto a una sede central ubicada en
el centro de la ciudad abrió sucursales barriales, así como también en diferentes ciudades de
todo el país e inclusive en Montevideo (Queirolo, 2018). En Santiago, convivieron varios
establecimientos ubicados en pleno centro como el Instituto Técnico y Profesional de
Santiago, que promocionaron su fácil acceso –“a un paso de todas las líneas de tranvías y
recorridos de autobuses”12– y algunos que, como el Instituto Comercial Alonso Figueroa,
hasta ofrecieron un “sistema de internado” que le permitía a los y las estudiantes de las
regiones establecerse el tiempo de estudio en la capital como “pupilos”.13 De todos modos la
modalidad de enseñanza por correspondencia siempre fue una opción para las y los
interesados de ambos países. Tal es así que algunos establecimientos de Buenos Aires
intentaron avanzar en el sistema educativo chileno. Fue el caso Escuelas Latino-Americanas
que ofrecieron la “enseñanza por vía aérea”14 y de las mismísimas Academias Pitman que
lanzaron desde las columnas de la revista Eva su “invitación a la juventud chilena”15.
Cierto es que los establecimientos privados no fueron los únicos canales de acceso a la
capacitación comercial, puesto que también existieron establecimientos de enseñanza media,
dependientes del Estado Nacional, como el Instituto Técnico Comercial de Santiago o las
Escuelas Nacionales de Comercio en la ciudad de Buenos Aires, pero la gran ventaja que
aquéllos ostentaron fue la rapidez: meses frente a los años requeridos por los establecimientos
educativos. En un contexto de expansión del mercado de trabajo, con la promesa de una
inmediata inserción y un futuro ascenso, con los consecuentes beneficios salariales, se
comprende el florecimiento de las instituciones privadas de la sociedad civil. En Buenos
Aires, este formato de capacitación también fue difundido por instituciones barriales como las
bibliotecas, diferentes agrupaciones sindicales, políticas y confesionales, mientras que en
Santiago, la Universidad Católica lo adoptó en sus cursos “libres y breves” que luego dieron
paso al Instituto Femenino y la Universidad de Chile hizo lo propio bajo la oferta de su
Departamento de Estudios Generales.16
12
Instituto Técnico Comercial y Profesional de Santiago, Prospecto General, p. 1.
13
Instituto Comercial Alonso Figueroa, Prospecto General 1943.
14
Margarita (Santiago de Chile), 24 de marzo de 1949, p. 39.
15
Eva (Santiago de Chile), 24 de noviembre de 1944, p. 59.
16
Para la Universidad Católica ver El Mercurio de Santiago (Santiago de Chile), 12 de marzo de 1934 y 6 de
marzo de 1944. Para la Universidad de Chile ver “Estudie por correspondencia”, XXVII Escuela de Verano,
1952.
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estudio con una práctica diaria de dos horas, un total de 125 horas de estudio.17 Un tiempo
similar ofrecía Instituto Técnico Profesional, mientras que Instituto Comercial Alonso
Figueroa invitaba a cursos de tres meses con una hora de práctica diaria; un mes con tres
horas de práctica diaria e incluso quince días con cinco horas de práctica diaria.18 La
velocidad se combinó con un estricto entrenamiento del cuerpo frente a la máquina de escribir
que evitaba el cansancio. Los manuales insistieron en la posición erguida de la columna, el
apoyo de los pies, la caída de los brazos, la suave inclinación de la cabeza, los golpes secos de
los dedos sobre las teclas. Las ideas sobre “la ausencia de fatiga” o de “tensión nerviosa”
abonaron también el prestigio de la ocupación de dactilógrafa. La ilustración de la joven con
la venda en los ojos, la cabeza hacia el frente y el cuerpo paralelo a la máquina de escribir fue
un emblema de Academias Pitman y de varios manuales chilenos –imagen 1–. Abundaron
publicidades redactadas con un género gramatical masculino bajo la pretensión de difundir
una convocatoria que incluyera tanto a varones como a mujeres. Sin embargo, las imágenes
que las ilustraron colocaron a mujeres frente a las máquinas de escribir y, así
indiscutidamente, promovieron la feminización de la dactilografía.
Imagen 1. Jan José María y Ollúa Ricardo, El corresponsal moderno, Buenos Aires, Academias
Pitman, s/f (c. 1930).
Los requisitos para participar en la capacitación comercial fueron muy accesibles para
sociedades que estaban protagonizando procesos de alfabetización expansivos: “con sólo leer
y escribir, usted puede aprender una profesión moderna” promocionaba un aviso clasificado.19
Poseer una cierta instrucción básica, es decir, haber pasado por la educación elemental sin
haberla necesariamente completado, se convirtió en un requisito imprescindible. Academias
Pitman llegó a ofrecer un curso “elemental” o “preparatorio” para las “personas de poca
instrucción”,20 mientras que Instituto Técnico Profesional anunciaba que “para los alumnos de
escasa preparación escolar, contamos con cursos preparatorios y se les ayuda especialmente
17
Instituto Técnico Comercial y Profesional de Santiago, Prospecto General, Santiago, Talleres Gráficos El
Chileno, s/f, p. 4.
18
Instituto Comercial Alonso Figueroa, Prospecto General 1943, Santiago, Talleres Gráficos El Chileno, 1943.
19
El Mercurio de Santiago (Santiago de Chile), 18 de junio de 1944.
20
Academias Pitman, Guía de estudios para el comercio, p. 36.
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en sus estudios”.21 Semejantes propuestas nos invitan a reflexionar sobre las complejidades de
los procesos de alfabetización, que si bien fueron exitosos a ambos lados de la cordillera, no
por ello descartaron un desarrollo lleno de obstáculos como lo fue, por ejemplo, la deserción
escolar (Lionetti, 2007; Serrano, 2012).
¿Cuáles eran los requisitos para acceder a una ocupación de secretaria? En primer lugar,
tal como anunciábamos en la introducción, los saberes técnicos, adquiridos previo pasaje por
alguna de las instituciones de capacitación comercial, según las modalidades ya explicadas en
el apartado anterior. Si bien estos saberes técnicos eran imprescindibles para competir por un
puesto, no eran suficientes para conseguirlo, porque también se requería una cierta actitud –
los secretos o “trucos (…) para destacarse”–.25 Esta actitud era un conjunto de cualidades que
se concibieron como propias de las mujeres, dado que se las presentó como una extensión de
su naturaleza femenina. Así, la secretaria ejecutaba un “trabajo ideal para señoritas por las
cualidades de orden y habilidad que [exigía]”.26
21
Instituto Técnico comercial y profesional de Santiago. Prospecto General, contratapa.
22
El Mercurio de Santiago (Santiago de Chile), 8 de marzo de 1954.
23
Para Ti (Buenos Aires), 15 de agosto de 1939.
24
“Enamorada de su jefe”, Margarita (Santiago de Chile), 16 de marzo de 1939, p. 25 y 89.
25
“¿Qué piensa Ud. de una buena secretaria?”, Eva (Santiago de Chile), 26 de noviembre de 1943, p. 18 y 50.
26
Academias Pitman, El libro del éxito, p. 74.
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eficazmente en los detalles. Así le [dejaba] más tiempo que dedicar a la solución de los
problemas importantes del negocio”.27
Así como guardaba los “secretos” del jefe, toda secretaria velaba por una prolija
disposición de la oficina, situación imprescindible para facilitar cualquier información
demandada, de manera súbita. Ello implicaba que cada objeto reposara en su lugar, preparado
para su uso inmediato y que se protegieran los documentos de “ojos indiscretos y de manos
ociosas”.30 Un vaso con flores frescas en su propio escritorio constituyó el emblema final del
decoro secretarial.
Una de las actividades que introducía a la secretaria en la intimidad del despacho del
jefe era el dictado que se tomaba gracias al dominio de la taquigrafía, para lo cual debía estar
siempre lista, con sus útiles disponibles –la libreta y el lápiz de grafito–. Algunos manuales
insistieron en cómo proceder ante el llamado del jefe:
En síntesis, las destrezas técnicas se entretejieron con las supuestas naturales actitudes
femeninas para la cotidianeidad del quehacer oficinesco e hicieron de la secretaria una
empleada que asistía al jefe, al extremo de estar a su disposición para todas las gestiones
laborales, aunque a veces podían mezclarse algunas intimidades de la esfera doméstica del
27
Nuevo Manual de Dactilografía para máquinas Remington. Lo que toda secretaria y mecanógrafa debe saber,
Buenos Aires, Remington Rand Argentina, 1939, p. 33.
28
Nuevo Manual de Dactilografía para máquinas Remington, p. 32.
29
Nuevo Manual de Dactilografía para máquinas Remington, p. 32.
30
Nuevo Manual de Dactilografía para máquinas Remington, p. 32.
31
Nuevo Manual de Dactilografía para máquinas Remington, p. 31-32.
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jefe como la compra de un presente a algún familiar: “una buena secretaria nunca espera que
le digan lo que debe hacer. Ella sabe los datos que su jefe necesita y siempre los tiene a mano.
No sólo esto, sino que tiene preparados los que su jefe va a necesitar”.32
El tercer y último requisito que toda “perfecta secretaria” debía cumplir era el de la
“buena presencia” para la cual los manuales volvían a insistir en la discreción para evitar
cualquier “impresión equivocada”, es decir, que se produjeran malos entendidos de índole
sexual: “exquisitez sin ostentación” en la apariencia exterior.33 Esto incluía el vestir, el
maquillaje y el cabello. Nos detendremos en las manos. Por un lado, se recomendaba
mantener las uñas cortas porque “uñas largas y coquetamente puntiagudas sirven solamente
para retrasar la acción de los dedos”.34 Sin embargo, por otro lado, se insistía con que:
las manos deben estar siempre perfectamente manicuradas y cuidadas. Las manos
cuidadas son señal de orden y de limpieza, cualidades que figuran entre las buenas
referencias de todos los oficios femeninos. ¿Tomaría usted de secretaria a una
mujer con las uñas mal teñidas? Seria exponerse a que la correspondencia
estuviera también mal tenida.35
Margery W. Davies (1982) equiparó a la secretaria con el ama de casa en tanto ambas
gestionaban, respectivamente, los procedimientos domésticos y burocráticos para que
brillaran las actuaciones de los maridos y los jefes. Por su parte, Abel Ricardo López Pedreros
(2003) se refirió a la empleada como el “ángel de la oficina”. Precisamente con esta
concepción de “ángel” se aprecian los sentidos del proceso de feminización de la ocupación
porque se le asignó supuestas características de la identidad femenina, es decir, una mujer era
idónea para desempeñarse como secretaria porque poseía una naturaleza que la habilita para
ello. La naturaleza o la idoneidad para el desempeño desconocieron todos los aprendizajes
realizados para ejercer la profesión, es decir, presupuso que las calificaciones eran dotes
femeninas inherentes. Los saberes técnicos fueron la excepción a ello aunque, a pesar del
reconocimiento de su aprendizaje también recibieron los impactos de la naturaleza femenina:
¿la motricidad fina de las manos de mujer no la volvía apta para pulsar el teclado de la
máquina de escribir?
32
Nuevo Manual de Dactilografía para máquinas Remington, p. 32.
33
Composto S. Ítalo, Secretariado Comercial, p. 9.
34
Composto S. Ítalo, Secretariado Comercial, p. 9.
35
“Horario de belleza de la mujer que trabaja”, Eva (Santiago de Chile), 10 de diciembre de 1943, p. 26.
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Las jóvenes que han visto de cerca los negocios no son, por regla general, tan
infantiles, tan superficiales, ni desprovistas de sentido práctico como las que nada
saben de esa materia. Al contrario, siempre aventajan a las otras en inventiva para
arbitrar recursos, en laboriosidad metódica, en esmero, en inteligencia económica
y, por consiguiente, se adaptan mejor a las condiciones de un hombre.39
sueldos mejores que los que ganaban otras ocupaciones femeninas, pero siempre menores que
los que ganaban sus jefes cuando no sus compañeros varones.
Conclusiones
Uno de los principios motores de la Historia de las Mujeres ha sido restituir a las
mujeres a las narrativas históricas. Este desafío de conocimiento, impulsado por los
movimientos de mujeres, dio vida a una historia contributiva que demostró tanto la presencia
como el protagonismo femenino en los procesos históricos. Dentro del mundo del trabajo, el
resultado de la restitución consistió en que se iluminaron trabajos reproductivos y trabajos
productivos. El entusiasmo frente al encuentro de mujeres en numerosas actividades
remuneradas llevó a la rápida conclusión de los beneficios que el trabajo asalariado aportaba a
su autonomía social. Se trató de una premisa reforzada por el hallazgo de mujeres en
ocupaciones ajenas al espacio fabril, que además tenían la posibilidad de participar en carreras
laborales nada despreciables, como la profesión de secretaria en la que nos detuvimos páginas
atrás.
Algunos análisis supusieron que esas experiencias del mercado eran liberadoras para las
mujeres, a pesar de las relaciones de explotación propias de las relaciones asalariadas
capitalistas. En cambio, otros análisis señalaron exclusivamente los oprobios de la explotación
capitalista y obturaron cualquier interpretación sobre las bondades, por más mínimas ellas que
fueran, de la experiencia asalariada. Los estudios de género y la teoría feminista aportaron
herramientas teóricas para pensar la experiencia laboral de las mujeres y permitieron análisis
más profundos y complejos que también restituyeron a las mujeres en la historia, al tiempo
que ordenaron tan disímiles interpretaciones. La reconstrucción de una carrera laboral en
ciertas ocupaciones no descartó las relaciones de dependencia que las asalariadas
desarrollaron frente a los sectores propietarios, ni las desventajas que padecieron dentro de los
sectores trabajadores por su identidad femenina. Precisamente, el análisis comparativo entre
ambas ciudades, que rescata las similitudes sin ahondar en las diferencias –algo a profundizar
a futuro-, permite iluminar los matices de una identidad laboral como la de las empleadas
administrativas que si, por un lado, las jerarquiza dentro del mercado y de las clases
asalariadas, por el otro, no les ahorra subordinaciones.
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Criminal policies in Latin America between 1850 and 1940: historiographic approaches
and possible dialogues with masculinity studies
Resumen:
Durante las décadas del ’70 y el ’80 surgió un conjunto de historiadores/as que se dedicaron al
estudio de las políticas criminales implementadas por los Estados latinoamericanos,
especialmente durante el período de consolidación de los Estados-nación y expansión del
mercado capitalista global entre los años 1850 y 1940. Durante los primeros años del nuevo
siglo, desde el propio campo de la historia nuevas investigaciones permitieron abrir horizontes
a partir de la introducción de nuevas perspectivas, lo que se tradujo en muchos casos en la
revisión de las interpretaciones tradicionales. En este trabajo intentaremos dar cuenta de cómo
fue variando el abordaje historiográfico en relación a las políticas criminales, tanto en
América Latina en general como en Argentina en particular. Nos interesa fundamentalmente
señalar tanto las tendencias generales de las diversas investigaciones como también dar cuenta
de los puntos que aún no fueron abordados o lo fueron de manera marginal. Es en ese sentido
que intentaremos hacer dialogar los estudios sobre la cuestión criminal con la historiografía
acerca de las masculinidades en América Latina, entendiendo que pensar las políticas
criminales desde esta perspectiva nos permitirá dar cuenta de todo un conjunto de elementos
que hasta el momento fueron dejados de lado por las investigaciones vigentes.
Palabras clave: Masculinidades; Políticas criminales; América Latina.
Abstract:
During the 70s and 80s, a group of historians engaged in the study of criminal policies
implemented by Latin American countries emerged. They were particularly interested in the
period 1850-1940, when the consolidation of the nation-state and expansion of the global
capitalist market took place. At the beginning of the 21st century, novel historical research
opened new horizons, reviewing – in many cases – traditional interpretations. In this work we
aim to analyze the way in which the historiographical approach of criminal policies has
varied, in Latin America in general and in Argentina in particular. We are primarily interested
in pointing out both the general trends of the various researches, as well as to signalize the
subjects that were not yet addressed or were marginalized. Thereby we will establish a
dialogue between criminal studies and historical research on masculinities in Latin America,
with the understanding that thinking criminal policies from this perspective will allow us to
account for a completely new set of elements.
Keywords: Masculinities; Criminal policies; Latin America.
Criminal policies in Latin America between 1850 and 1940: historiographic approaches
and possible dialogues with masculinity studies
Santiago Lamboglia
Introducción
Entre fines de la década del ‘70 y comienzos de los ‘80 del siglo XX un conjunto de
historiadores/as comenzó a estudiar las políticas implementadas por los Estados
latinoamericanos en relación al control, observación y disciplinamiento de los sectores
populares. Como señala Lila Caimari (2016), estas investigaciones que aquí llamaremos
indistintamente como estudios sobre el control social, la cuestión criminal, políticas
criminales o políticas de control, observación y disciplinamiento de los sectores populares,
tuvieron especial interés en el período de consolidación de los Estados-nación e inserción de
los países latinoamericanos al mercado capitalista global entre los años 1850 y 1940. Estos
estudios señalaron las vinculaciones que existieron entre el proceso de consolidación estatal
en América Latina y el surgimiento de dispositivos estatales de control social, el desarrollo de
los llamados laboratorios sociales dedicados al estudio del delito y los delincuentes, como así
también el surgimiento de agencias vinculadas al control social en las áreas de justicia, salud
y en la policía. Hacia los primeros años del nuevo siglo podemos notar no sólo un crecimiento
cuantitativo en las investigaciones históricas en torno a la cuestión criminal en América
Latina, sino también una ampliación de los horizontes, las preguntas y los/as sujetos/as
estudiados/as como parte de las políticas criminales desplegadas por los Estados, lo que se
tradujo en una revisión de las interpretaciones tradicionales de la primera etapa. Así,
nuevos/as investigadores/as analizaron el consenso o el rechazo que despertó entre distintos
grupos sociales la implementación de las políticas estatales, partiendo de la idea de que era
necesario comprender la agencia de actores intermedios –como burocracias, profesionales
especializados o autoridades institucionales- o de quienes aparecían como receptores/as de las
políticas estatales.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, Argentina. E-mail:
santiago.lamboglia@gmail.com. Agradezco los comentarios formulados por los/as evaluadores/as anónimos/as.
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estudiados o lo fueron de manera marginal. Es en ese sentido que intentaremos hacer dialogar
los estudios sobre la cuestión criminal con la historiografía latinoamericana acerca de las
masculinidades en particular y la perspectiva de género en general. Entendemos, siguiendo a
Alda Facio (2009), a la perspectiva de género como una herramienta metodológica que nos
permite dar cuenta de aquellas características, aptitudes, comportamientos, roles y funciones
asignados de manera dicotómica y desigual a varones, mujeres e identidades disidentes a
través de procesos de socialización en la que intervienen instituciones sociales, políticas,
religiosas y económicas. Como veremos, son pocas las investigaciones que, desde el estudio
de la cuestión criminal o desde el de las masculinidades, buscaron puntos en común entre
ambos campos. Aunque esto puede explicarse por el hecho de que la historiografía de las
masculinidades en América Latina tiene un corto recorrido, sostenemos que la posibilidad de
pensar ciertas cuestiones vinculadas con las políticas de control, observación y
disciplinamiento de los Estados en su período de consolidación desde una mirada que ponga
en el centro el estudio de la construcción de las masculinidades nos permitirá comprender
aspectos que hasta el momento no han sido analizados, como así también nos puede dar
elementos para pensar las relaciones existentes entre las políticas estatales que abordaron la
cuestión criminal y los procesos de construcción de ciudadanías binarias de varones y mujeres
características de los Estado latinoamericanos entre 1850 y 1940.
La conformación del campo de estudios sobre las políticas criminales: entre el derecho y
la historia
Como señala Magdalena Candotti (2009), las primeras investigaciones en torno a las
políticas estatales de control social en América Latina tuvieron origen entre los/as estudiosos
del derecho, en particular, juristas interesados/as por la Historia. Las investigaciones se
centraron en dos puntos específicos: en primer lugar, en interpretar las ideas de los principales
exponentes latinoamericanos del derecho en la segunda mitad del siglo XIX y, en segundo
lugar, en rastrear el impacto que tuvieron en las nuevas codificaciones y políticas judiciales
esas ideas. Estos primeros abordajes elaboraron interpretaciones un tanto superficiales acerca
de la institución de la justicia y del avance del derecho como regulador de las prácticas
sociales en los Estados-nación latinoamericanos en formación, concibiendo también las ideas
de los juristas como bloques coherentes de ideas. No obstante, la utilización que hicieron
los/as investigadores/as del derecho del archivo judicial promovió su uso entre
historiadoras/es sociales, lo que más adelante dio lugar al estudio de fenómenos judiciales por
fuera de la historia clásica del derecho.
Un segundo trabajo que nos interesa mencionar es el libro que editaron Ricardo
Salvatore y Carlos Aguirre (1996), quienes se centraron en la influencia del criminalismo
positivista en las reformas penitenciarias impulsadas en América Latina a partir de la segunda
mitad del siglo XIX. Estos autores plantearon que durante esta etapa, en la mayoría de los
países latinoamericanos, se habría dado un proceso de reforma y creación de nuevas
instituciones penitenciarias que tuvieran como principal interés dejar atrás las formas más
arcaicas de castigo, bajo la influencia de teorías penitenciarias provenientes de Europa y
Estados Unidos. La construcción de penitenciarías modelo como las de Lima entre 1856 y
1862, Buenos Aires en 1877 y México en 1900, como así también la instalación de
laboratorios sociales en éstas, con los cuales se pretendió estudiar, clasificar y tratar a los
penados (en su mayoría pobres), son ejemplos que dan cuenta de la influencia del positivismo
criminológico en los establecimientos de castigo. Como señalan los autores, la reforma debía
ser leída como un proceso más amplio de implementación de políticas tendientes a controlar,
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disciplinar y castigar a determinados grupos sociales que fueron considerados desviados. Así,
la justicia penal y procesal, la policía, las políticas educativas y las políticas de salud pública
fueron también influenciadas por las teorías criminológicas modernas, como lo demuestran
por ejemplo la instalación de institutos de criminologías y laboratorios médico-psiquiátricos
en distintas capitales y centros urbanos de la región/de Latinoamérica. Pese al ímpetu con el
que se llevaron adelante estas políticas en un comienzo, los autores sostienen que los
resultados que habían tenido las reformas penitenciarias no habían sido los esperados: incluso
en las penitenciarías modelo que habían contado con todo el apoyo económico de los aparatos
estatales, puertas adentro las condiciones de vida, salubridad, higiene y hacinamiento seguían
siendo malas. Las oficinas especializadas en los tratamientos más modernos alcanzaban una
población minoritaria del total no sólo de cada país, sino incluso de las penitenciarías en las
que éstos funcionaban. Así, los magros resultados, sumado al costo que significaba para los
Estados la manutención de las penitenciarías y la construcción de nuevas, llevaron a que
muchos gobiernos perdieran el apoyo que originalmente tuvieron. Según veremos, para
algunos Estados significó también el fin de la implementación de políticas sostenidas en el
positivismo criminológico.
Una última referencia que me interesa mencionar entre este conjunto de investigaciones
es el libro editado por Eduardo Zimmermann (1999) y publicado originalmente en Londres.
En él se reunieron una serie de trabajos que estudiaron la historia de las formaciones
institucionales en América Latina durante el siglo XIX, intentando vincularlo con el proceso
de formación de los Estados-nación independientes. A partir de estudios de caso de Brasil,
México y Argentina, los trabajos en su conjunto muestran las continuidades que existieron
entre el derecho colonial y el derecho que se fue imponiendo a partir del siglo del siglo XIX
durante la construcción del orden estatal latinoamericano. En ese sentido, ofrecen una
perspectiva distinta en relación a la tradicional historia del derecho que, como señalamos
anteriormente, proponía una visión lineal y evolucionista acerca del avance del derecho y la
regulación de las prácticas sociales en América Latina.
XX a partir de la intervención de diversos factores, entre los que se destacaron los debates
parlamentarios que la clase dirigente diseñó en el contexto de consolidación estatal.
Zimmermann identificó la existencia de corrientes ideológicas opuestas en el interior de la
clase dirigente, que se expresaron con posiciones contrarias en las discusiones parlamentarias
en relación al papel que debía cumplir el Estado en el tratamiento de problemas vinculados a
la pobreza, la salud pública, la vivienda o la delincuencia. Aquellos que defendían la
intervención del Estado fueron identificados por Zimmermann como liberales reformistas,
quienes para el autor adoptaban posiciones de rechazo frente a las ideas liberales puras y
apostaban por la mediación del Estado mediante políticas estatales como estrategias para
contener el conflicto social. Más allá de las diferencias entre cada posición, las
investigaciones que se centraron en el estudio de las políticas sociales entre los ’80 y los ‘90
representaron una puerta de entrada para el estudio de las políticas criminales, en tanto éstas
fueron interpretadas como políticas dirigidas a los sectores que no era necesario corregir pues
significaban un peligro para la sociedad: la respuesta represiva implicó el reforzamiento del
aparato represivo, el control y la intervención de los sindicatos y la especialización y
profesionalización de la policía.
En resumen, durante esta primera etapa, los aportes de las distintas investigaciones
permitieron construir un campo de estudio propio. Así, entre la década del ’80 y fines de los
’90, se estudió desde la historia las características y la influencia de la criminología positivista
en las políticas estatales, la policía, las instituciones de justicia y las de castigo, las reformas
penitenciarias y las instituciones de observación y clasificación que algunos/as autores/as
llamaron laboratorios sociales. Como vimos, estos temas fueron abordados también por
historiadores/as de las políticas sociales, como así también por aquellas investigaciones que
hicieron una historia social del derecho. Este conjunto de trabajos se preocupó por establecer
vínculos entre las políticas criminales y los procesos de construcción del orden estatal en los
distintos países de América Latina. En ese sentido, los/as historiadores/as de la cuestión
criminal, en esta primera etapa, tendieron a pensar el desarrollo de las políticas de control,
observación y disciplinamiento como vinculadas fundamentalmente al proceso más amplio de
construcción de ciudadanías nacionales mediante la disciplina del trabajo, en el contexto de
expansión de las relaciones capitalistas en los países latinoamericanos. En relación a la
criminología positivista, durante esta etapa existió un amplio consenso entre los/as
historiadores/as acerca del peso que tuvo la criminología como ideología rectora de políticas
estatales de toda naturaleza.
Las investigaciones históricas sobre las políticas criminales en esta primera etapa
privilegiaron una mirada desde arriba, en el sentido de que estudiaron fundamentalmente las
ideas, tensiones y acciones de las clases dirigentes en cada nación. Por ello, quedaron por
fuera de dichas investigaciones los actores intermedios que formaron parte de la puesta en
prácticas de las políticas institucionales, es decir, funcionarios, autoridades, burocracias o
profesionales. Como señala Germán Soprano (2007), creemos que a la hora de hacer una
historia de las instituciones es necesario tener en cuenta la agencia de los actores que, desde el
Estado mismo, ocupan lugares estratégicos en la implementación de las políticas públicas, de
modo que poner la mirada únicamente en las intenciones y acciones de las clases dirigentes
puede llevar a una sobredimensión del impacto real de las políticas estatales. Al mismo
tiempo, el haber privilegiado una mirada desde arriba en estas primeras investigaciones
condujo también a dejar de lado al conjunto de actores sociales que aparecen a los ojos de las
clases dirigentes como potenciales destinatarios/as de las políticas sociales. Así, delincuentes,
vagos, vagabundos y desviados aparecieron como meros receptores de las iniciativas estatales,
siendo también problemático en el mismo sentido que lo hemos planteado respecto de los
actores intermedios. Dado que se hace necesario comprender –como demostró el debate en
torno a las políticas sociales en Argentina- de qué manera interpretan y a partir de ello actúan
los grupos sociales que se involucran, directa o indirectamente, en las políticas públicas para
comprenderlas en su integridad. Como proponen Guillermo O’Donell y Oscar Oszlak (1984),
pensar las políticas estatales latinoamericanas desde esta perspectiva nos permite
interpretarlas mediante una lógica pendular que, desde el interior del Estado, va desde lo
estatal hacia la sociedad en donde los límites entre lo privado y lo público aparecen difusos.
Hacia fines de la década del ’90, las investigaciones históricas acerca de las políticas de
observación, control y disciplinamiento social se ampliarán, tanto desde lo cualitativo como
desde lo cuantitativo. Como veremos a continuación, se abrirán nuevas preguntas, se incluirán
en los estudios nuevos actores y se abordarán aspectos que durante las primeras décadas
habían pasado inadvertidos. A ese conjunto de investigaciones se dedicará el segundo
apartado.
En uno de los capítulos del libro editado por Daniel Palma, Lila Caimari (2015) planteó
una suerte de diagnóstico en relación con la situación en la que se encontraba en ese momento
el campo historiográfico de la cuestión criminal. Allí, Caimari sostuvo que el acercamiento de
la etnografía, la antropología, las ciencias políticas y la historia del derecho fueron centrales a
la hora de renovar este conjunto de investigaciones historiográficas. A su vez, señaló que el
estudio de la criminología positivista, que durante los primeros años funcionó como el
puntapié para las investigaciones y concentró la atención de la mayoría de las investigaciones,
había cedido su lugar a los estudios sobre el delito, los delincuentes y la policía. En estos
últimos temas, Caimari marcó las vinculaciones existentes entre el crecimiento del delito -y su
tratamiento público- en los países latinoamericanos y su impacto en las agendas académicas
de cada nación.
destinadas a las mujeres, un tema que, como vimos, fue estudiado de manera secundaria por
los/as historiadores e historiadoras de la cuestión criminal. El tema abordado es el de las
trayectorias de las casas correccionales chilenas entre 1860 y 1940, en donde mostró cómo el
Estado chileno aplicó políticas diferenciales para varones y mujeres que se encontraban en
conflicto con la ley penal. En Argentina, como señala Caimari (1997), el Estado relegó a la
Iglesia católica el tratamiento y la administración de las instituciones en las que fueron
recluidas las mujeres. Un trabajo pionero en este sentido fue el de María Soledad Zárate
(1995), quien se dedicó al estudio de las mujeres chilenas durante la segunda mitad del siglo
XIX, en particular aquellas consideradas por la clase dirigente como malvivientes, viciosas y
perdidas. Zárate analizó no sólo quiénes eran aquellas mujeres, sino también por qué eran
consideradas como tales y cuáles fueron los dispositivos de castigo que se implementaron
para recluirlas y disciplinarlas. En el trabajo, que fue también pionero en haber pensado las
políticas estatales de disciplinamiento y control desde una perspectiva de género, Zárate
mostró cómo el ideal de mujer que se construyó desde la clase dirigente chilena durante el
período de consolidación estatal fue un instrumento de marginación para las mujeres
provenientes de los sectores populares, cuyas formas de vida se encontraban muy alejados del
modelo de mujer recluida en el hogar, virgen y al mismo tiempo reproductor, servidora de
Dios y honrada. Las mujeres de los sectores populares que vivieron en Santiago durante la
segunda mitad del siglo XIX, en su enorme mayoría, tuvieron que trabajar para poder
mantenerse, y algunas de ellas combinaban el trabajo formal e informal con el delito
ocasional. Participaban también, dice la autora, en fiestas en las afueras de la ciudad a las que
iban varones de todas las clases sociales, y llevaban una forma de vida que se alejaba en
muchos sentidos del ideal promovido por las clases dirigentes. La reacción de los sectores de
poder frente a estas mujeres fue en muchos casos, como señala Zárate, una respuesta punitiva,
que buscó disciplinar y castigar prácticas que no eran necesariamente delictuales: la vagancia,
el adulterio o las injurias fueron también penados, aunque sólo cuando quienes lo hacían eran
mujeres. Zárate mostró también cómo, una vez que las mujeres eran recluidas en la Casa
Correccional de Santiago a cargo de las religiosas de la Congregación del Buen Pastor, se
utilizaban todo un conjunto de instrumentos moralizantes encargados de corregir las acciones
consideradas desviadas, fundamentalmente a través de intensos regímenes de trabajo, sobre
todo aquellos considerados propicios para la mujer, como la costura o las tareas manuales en
general. El aporte más interesante de María Soledad Zárate fue haber mostrado cómo el
Estado chileno implementó políticas absolutamente para abordar la cuestión social para
varones y mujeres, relegando para estas últimas la gestión de las Casas Correccionales en
representantes orgánicas de la Iglesia.
Algunas de estas cuestiones fueron discutidas por Ricardo Salvatore y Carlos Aguirre
(2017) en una revisita que hicieron a veinte años del lanzamiento de su libro El Nacimiento de
la Penitenciaría en América Latina. El enfoque se centró principalmente en la criminología
positivista y en el tratamiento dedicado a ello por parte de la historiografía latinoamericana.
En este sentido, los autores plantearon que existieron dos tipos de respuestas en relación a sus
postulados acerca de la criminología positivista. Por un lado, un conjunto de autores/as
tendieron a minimizar el papel que había cumplido en las políticas estatales de los Estados
latinoamericanos. Para este conjunto de historiadores/as, la falta de presupuesto, la falta de
federalización de las políticas vinculadas a la cuestión criminal, la ausencia de profesionales
especializados y bien remunerados o el rechazo de los/as funcionarios y autoridades a las
políticas que estaban designados a implementar, fueron todos aspectos que permitieron
matizar muchas de las interpretaciones tradicionales acerca de la influencia de la criminología
moderna en las políticas vinculadas al control, observación y disciplinamiento. Por el otro
lado, los autores señalaron la existencia de un segundo grupo de historiadores/as que, a
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lugar, porque en las regiones periféricas la presencia del Estado centralizado era débil, lo que
hacía difícil el sostenimiento de las políticas criminales en las zonas alejadas a Buenos Aires,
como lo demuestra la realidad de la cárcel de Ushuaia, construida a comienzos de siglo, en
donde las condiciones de vida de los penados eran inhumanas y los tratamientos tendientes a
la “reforma de los delincuentes” nulas. Y en segundo lugar, porque incluso aquellos proyectos
que sí contaron con el apoyo del Estado -como fue el caso de la Penitenciaría- los resultados
logrados estuvieron muy lejos de las expectativas generadas en torno a ellos. De esa manera,
señala la autora, las políticas institucionales de modernización del castigo y de las políticas de
control, observación y disciplinamiento fueron cuestionadas desde sus mismos orígenes. En
esta línea fueron también las investigaciones de Milena Luciano (2014) y Luis González Alvo
(2012, 2015) que estudiaron las reformas penitenciarias implementadas fuera de Buenos
Aires. Analizando los casos de Córdoba y Tucumán entre 1880 y 1910, ambas investigaciones
coinciden en afirmar, en primer lugar, que las élites políticas locales de cada provincia
elaboraron interpretaciones propias de la criminología positivista, en un proceso de
apropiación que implicó una elaboración particular. En segundo lugar, tanto Luciano como
González Alvo llegaron a conclusiones similares a las planteadas años antes por Caimari en
relación a las fuertes limitaciones que tuvo la reforma penitenciaria en cualquier región que
no fuera la Ciudad de Buenos Aires.
Otro aporte interesante en este sentido son los estudios de Máximo Sozzo vinculados al
impacto de la criminología positivista en Argentina (2011). En ese sentido, Sozzo criticó las
interpretaciones tradicionales en torno a la criminología positivista, que según su
interpretación cayeron en una sobredimensión de la importancia que tuvieron como ideas
rectoras de las políticas estatales en el país. Retomando la idea postulada por Del Olmo en
relación a la originalidad que tuvo en cada país la recepción de la criminología positivista en
América Latina, Sozzo mostró cómo en Argentina -a diferencia de países como Brasil o
Cuba- los principales referentes de la criminología moderna se alejaron de las interpretaciones
que establecían relaciones causales directas entre raza y delincuencia. Estas ideas aparecieron
recién en un segundo momento, producto del crecimiento del conflicto social hacia la década
de 1880, en donde la participación de organizaciones anarquistas y socialistas, con un
importante componente extranjero, habilitaron el surgimiento de ideas que fortalecieron los
lazos entre la llamada mala inmigración, la raza y el delito. Esto fue parte de un proceso más
amplio de renovación de ciertas ideas en el interior de la clase dirigente, a partir de las cuales
la frontera entre lo bueno y malo -que hasta entonces se ubicaba en el pasado pre moderno y
el presente moderno- pasó a ser construida en el interior mismo de la modernidad y la
urbanidad, ya no por fuera sino como parte constitutiva del proyecto modernizador. También
en el trabajo de Jorge Núñez (2009) encontramos una revisión de las interpretaciones
tradicionales respecto a la criminología positivista en Argentina, en este caso en su impacto en
el derecho penal y procesal entre los años 1890 y 1930. Estudiando las ideas defendidas por
los principales criminólogos, las discusiones legislativas sobre los proyectos de codificación y
los códigos sancionados, Núñez mostró las dificultades que tuvieron los juristas positivistas a
la hora de trasladar sus ideas a los códigos sancionados durante esos años. Estas dificultades,
a su vez, se tradujeron en importantes limitaciones a la hora de lograr aplicar los tratamientos
que proponía la criminología positivista como parte del proceso de resocialización de los
penados, vinculados fundamentalmente a la condena y la libertad condicional.
más bien una continuación de las perspectivas más tradicionales. Por el otro lado, un segundo
grupo de estudiosos/as de la cuestión mantuvo una perspectiva más revisionista en relación a
principales hipótesis de las interpretaciones clásicas, criticando, matizando y poniendo en
cuestión muchas de sus ideas centrales.
Como mencionábamos al comienzo del trabajo, las investigaciones que desde el campo
historiográfico se dedicaron al estudio de las masculinidades son relativamente nuevas. En
1996, Teresa Valdés y José Olavarría señalaban que los estudios latinoamericanos en torno al
género masculino, influenciados por las investigaciones provenientes de los Estados Unidos y
del mundo anglosajón en general, se encontraban por esos años en pleno desarrollo. En los
últimos años, la producción histórica acerca de las masculinidades ha crecido, tanto en
términos cuantitativos como cualitativos. Como coinciden en señalar Olavarría (2009) y
Nascimento y Aguayo (2016), el tema que mayor atención ha despertado en este campo ha
sido la vinculación entre masculinidades y violencia, fundamentalmente aquellos estudios que
hacen referencia al ejercicio de la violencia por parte de los varones sobre las mujeres e
identidades disidentes. Otro tema que despertó el interés de los/as investigadores/as de las
masculinidades ha sido la cuestión de la(s) paternidad(es) y el lugar del varón en el ámbito
doméstico en general. A su vez, un tercer tema de interés ha sido el estudio de la sexualidad y,
dentro de ella, las investigaciones sobre la diversidad sexual, las prácticas homoeróticas, la
homofobia, la transexualidad y la bisexualidad. A partir de esta variada producción, se han
visibilizado formas diversas de ser varón, se ha evidenciado la participación de éstos en las
desigualdades de género, se han propuesto nuevas categorías útiles para pensar las
masculinidades y se han intentado establecer los vínculos entre las masculinidades y la
sociedad (Nascimento y Aguayo, 2016).
En conjunto, los distintos aportes han contribuido a pensar las características que
asumieron las masculinidades en América Latina, como así también permitieron indagar
acerca de los distintos procesos que contribuyeron a definir esas configuraciones. En este
sentido, a pesar de que, como señala Pierre Bourdieu (1998), existen elementos de lo
masculino que parecieran ser ahistóricos y universales, las masculinidades deben ser pensadas
como construcciones histórico-culturales y no como formas de ser propias de la naturaleza
humana o producto de pulsiones interiores de cada individuo (Kimmel, 1997). Es por ello que
Connell (1997) señala que las prácticas genéricas aparecen condicionadas por estructuras que
responden a pautas culturales, políticas y económicas que exceden lo individual, entre las
cuales el Estado ocupa un papel fundamental. Rita Segato (2003), a su vez, señala el carácter
inestable de las masculinidades: para la autora, el sistema patriarcal aparece estructurado a
partir de un eje horizontal y otro vertical que conforman un sistema único, en donde ambos
ejes se estructuran a partir de una dinámica violenta pero con dinámicas diferenciales. El
horizontal, compuesto por pares, se organiza a partir de la ideología moderna de la igualdad
entre individuos; mientras que la vertical, compuesto por desiguales, aparece marcada por
conceptos pre modernos de estamentos y castas. La masculinidad se compone de ambos ejes.
En el primer eje, los hombres establecen entre sí relaciones de alianza pero también de
competición, mientras que en el vertical los varones establecen vínculos de tributo, ya no
entre sí, sino fundamentalmente con el colectivo de mujeres. El tributo aparece como el
requisito indispensable que articula y da sentido a los miembros que se incluyen entre sí en el
orden horizontal. Entendemos, entonces, que la masculinidad, al estar marcada por la
necesidad de revalidar su lugar a partir de la extracción del tributo en el eje vertical, y al
mismo tiempo resistir la competencia entre pares en el eje horizontal, aparece una y otra vez
marcada por la inestabilidad y por la configuración cambiante de relaciones de dominación y
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subordinación, en las cuales el cruce entre género, clase y etnia ocupan un papel central.
Dentro de lo que Segato señala como el eje horizontal, donde los varones se relacionan entre
sí como pares en una lógica que combina la ayuda y la competencia, quienes tienen mayores
posibilidades de vencer son quienes acumulan el mayor conjunto de características aceptadas
por el conjunto de la sociedad como masculinas: es a ello a lo que le denominamos
masculinidad hegemónica (Kaufman, 1997).
Como vimos con Connell, entre las estructuras que condicionan y modelan las
identidades masculinas, el Estado moderno ocupa un lugar de privilegio. En ese sentido,
distintas investigaciones se encargaron de mostrar las maneras a partir de las cuales los
Estados latinoamericanos, entre 1850 y 1930/40, se abocaron a la construcción de ciudadanías
categóricas basadas en distinciones sexuales dicotómicas (Lobato, 2000). Como señalamos
más arriba, estos estudios se enfocaron preferentemente en la construcción de ciudadanías
femeninas a partir de la impronta de los estudios de género, mientras que los estudios sobre
las masculinidades en este período han sido más bien escasos. Juan Branz (2017) señala que
estas investigaciones, aunque aún marginales, han estudiado las maneras a partir de las cuales
se configuraron las masculinidades: así, la cuestión sexual, el rol de la familia, el papel del
deporte o la violencia entre varones y de éstos hacia mujeres y disidencia han sido señalados
como elementos que contribuyeron a modelar las masculinidades latinoamericanas desde el
momento de organización del aparato estatal.
A su vez, Pablo Ben (2000) analizó cómo, entre fines de siglo XIX y comienzos del
XX, instituciones tales como los hospitales psiquiátricos, la escuela, la policía y el servicio
militar contribuyeron a configurar un discurso a partir del cual ciertas prácticas sexuales
masculinas fueron identificadas como desviadas, impropias o pervertidas, a través de
discursos fuertemente influenciados por ideas propias de la criminología, la pedagogía, la
psiquiatría, la medicina y el derecho. En particular, Ben mostró cómo el sexo entre varones, la
penetración anal masculina o la práctica del sexo oral de varones hacia mujeres eran
identificadas como prácticas patológicas o desviadas desde el discurso estatal. Sin embargo,
estas categorías fueron rechazadas por los sectores populares que, aunque consideraban
negativas o problemáticas este tipo de prácticas sexuales, no lo hacían a partir de la idea de lo
normal o lo patológico. Así, aunque el sexo entre varones, el cunnilingus o la penetración anal
en varones eran considerados como negativas, lo eran en tanto implicaban la pérdida de
estatus: el problema era que el varón “sucumbía” al no imponer su deseo al deseo de la mujer,
perdiendo así parte de su masculinidad frente a los pares. Pablo Scharagrodsky (2001), por su
parte, analizó cómo el Estado, a través de la introducción de la educación física como
disciplina escolar en la currícula oficial, intentó promover desde su dictado en las escuelas
primarias y secundarias, identidades masculinas a partir de la configuración de cuerpos útiles
para el ejercicio de la ciudadanía, productivos, obedientes, sanos y racionales.
En cuanto a la justicia y el derecho, vimos a partir del análisis de los duelos entre
varones de clase alta (Gayol, 2007; Correa, 2005) cómo la aplicación de la ley en los países
latinoamericanos aparecía mediada por concepciones determinadas de género y clase. Sin
embargo, no se ha avanzado en investigaciones históricas que pretendieran ahondar más en
este sentido, aunque como señalan Facio Montejo y Lorena Fríes (2005), diversos estudios
provenientes de las ciencias sociales han evidenciado el carácter fuertemente patriarcal del
derecho y la justicia. En ese sentido, cabe preguntarnos cuál fue el papel que cumplió la
aplicación del derecho y su avance progresivo como regulador de las relaciones sociales en la
configuración de identidades masculinas determinadas. ¿Cómo fue, en ese sentido, la
aplicación de la ley? ¿Qué nociones e ideas tenían los jueces, abogados y juristas acerca de lo
masculino? Preguntas similares nos surgen cuando pensamos en las prácticas delincuenciales.
Como vimos, uno de los giros de la segunda etapa de los estudios de las políticas que
pretendieron abordar la cuestión criminal se enfocó en pensar a éstas desde los sujetos que
aparecían como receptores de las políticas, de manera que surgieron investigaciones que
pretendieron analizar a los delincuentes desde sus propias agencias. Pese a ello, no ha habido
una producción historiográfica significativa que lo haya hecho desde una perspectiva de
género, como así tampoco poniendo el eje en la cuestión de las masculinidades.
esos discursos patologizantes los policías que transitaban por la ciudad? ¿De qué manera eso
condicionaba la puesta en práctica de las políticas públicas?
Especial interés, en este sentido, nos genera el caso de las penitenciarías, ya que
entendemos que el estudio histórico acerca de éstas nos ofrece un lugar privilegiado para
pensar los posibles diálogos entre el estudio de las masculinidades y los estudios acerca de las
políticas criminales. Como vimos, toda la política penitenciaria latinoamericana del siglo XIX
y hasta bien entrado el siglo XX se concentró exclusivamente en el colectivo de varones. A
pesar de esto, pocas investigaciones hicieron mención al fuerte componente genérico que
tuvieron en América Latina las reformas penitenciarias consideradas modernas, como así
tampoco se intentó estudiar desde una perspectiva de género el funcionamiento interno de
estas. Sobre este último aspecto se concentró el historiador chileno Marcos Fernández Labbé
(2001), quien sostuvo que las cárceles masculinas chilenas, entre fines del siglo XIX y
comienzos del XX, funcionaron como espacios privilegiados para la reproducción de la
violencia entre varones. Ésta se expresó tanto entre detenidos como entre penitenciarios y
detenidos, constituyéndose de esa manera en el eje vertebrador a partir del cual se articularon
las dinámicas propias de un ámbito particular como el penitenciario. Sin embargo, desde
nuestro punto de vista, las instituciones penitenciarias en América Latina no pueden ser
pensadas o interpretadas únicamente como espacios de reproducción de violencias. ¿No
existían, por ejemplo, relaciones de solidaridad y compañerismo entre los detenidos? ¿No se
ensayaban estrategias conjuntas para resistir al hambre, al frío o al hacinamiento? ¿No
podemos pensar que las peleas eran medidas excepcionales para resolver las disputas,
mientras que lo habitual eran otras formas de regulación no violentas? ¿Cómo vivían quienes
eran padres su condición de detenidos? ¿Qué pasaba cuando se encontraban imposibilitados a
cumplir los mandatos masculinos de proveer a la familia? ¿Cómo se transitaban las
situaciones de angustia y de tristeza propias de un espacio de detención? ¿Había relaciones
sexuales entre detenidos? ¿Serían consideradas patológicas o como pérdidas de estatus, por
citar a Ben, por sus compañeros de cárcel?
Cualquiera sean las respuestas que se ensayen frente a estas preguntas, su simple
enunciación nos permite mostrar cómo muchas de las interpretaciones que se han hecho de las
penitenciarías y de las políticas criminales en general han pasado por alto aspectos que,
entendemos, son importantes a la hora de analizar el impacto que tuvieron las políticas de
observación, control y disciplinamiento en las sociedad latinoamericanas. Pensar éstas desde
el estudio de las masculinidades y desde la perspectiva de género nos permitirá no sólo
iluminar aspectos antes invisibilizados, sino también revisar algunas de las interpretaciones
tradicionales de aquellas investigaciones que carecieron de perspectiva de género a la hora de
abordar el estudio de las políticas criminales.
A modo de síntesis
A lo largo del trabajo intentamos dar cuenta de las maneras a partir de las cuales se
abordaron desde la historiografía las políticas criminales implementadas por los Estados
latinoamericanos entre los años 1850 y 1940. Durante la primera etapa, entre los años ‘80 y
fines de la década del ‘90, se conformó un campo de estudio propio en el que se definieron un
conjunto de problemas y perspectivas específicas entre los/as historiadores/as de las políticas
criminales. Durante una segunda etapa, a partir de fines de los ‘90 y los primeros años del
nuevo siglo, muchos de los consensos construidos durante los primeros años fueron revisados
y criticados por nuevos/as historiadores/as de las políticas de observación, control y
disciplinamiento en América Latina. Esto se dio a partir del renovado interés de estas nuevas
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investigaciones por involucrar nuevos/as actores y actrices a los estudios sobre las políticas
criminales, poniendo el eje en los actores institucionales intermedios y en aquellos/as que
aparecían, en las miradas tradicionales, como meros/as receptores/as de las políticas estatales.
Por supuesto, en este breve recorrido que hemos intentado hacer ha habido
investigaciones y trabajos que, por cuestiones de tiempo y espacio, no han sido incluidas en
este artículo, de manera que las afirmaciones y observaciones que hemos hecho deberán ser
revisadas, discutidas y confirmadas o refutadas por la investigación empírica. Intentamos aquí
hacer mención a algunas de las investigaciones que, analizando la cuestión criminal,
privilegiaron una perspectiva de género en general y de las masculinidades en particular. En
un intento por hacer dialogar ambos campos de estudio, nos concentramos en primer lugar en
dar cuenta de cómo fue el abordaje historiográfico en relación a las masculinidades
latinoamericanas decimonónicas, mientras que en un segundo lugar nos concentramos en
aquellas investigaciones que, aunque de manera incipiente, nos permitieron establecer
vínculos entre la implementación de políticas institucionales y la configuración de identidades
masculinas. Por último, intentamos mostrar los posibles puntos de contacto entre la historia de
las políticas de control, observación y disciplinamiento y los estudios de las masculinidades,
entendiendo que existe allí un importante terreno por descubrir.
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Resumo:
Este artigo busca refletir sobre as divergências impressas na construção do olhar
fotojornalístico atravessado pela lógica cultural binária, que se divide entre masculino e
feminino. A partir de produções fotojornalísticas de Rosa Gauditano e Evandro Teixeira,
realizadas durante a ditadura militar brasileira de 1964, e de depoimentos de outras
fotojornalistas brasileiras, provocamos uma releitura interdisciplinar sobre a possível divisão
de olhares em cotejamento com os textos de Veiga (2012), Hall (2006), Alvarez (2016), entre
outros e outras. Os resultados preliminares revelam a existência de um elemento
possivelmente transformador no processo de produção de mulheres fotojornalistas brasileiras:
a influência dos movimentos feministas.
Palavras-chave: Gênero; Fotojornalismo; Feminismos; Subjetividade; Ditadura militar.
Abstract:
This article aims to reflect about the divergences printed in the construction of the
photojournalistic look crossed by the binary cultural logic, which is divided between
masculine and feminine. From the photojournalistic productions of Rosa Gauditano and
Evandro Teixeira, carried out during the brazilian’s military dictatorship of 1964, and from
testimonies of other brazilian photojournalists, we provoke an interdisciplinary re-reading
about the possible division of looks in comparison with texts of Veiga (2012), Hall (2006),
Alvarez (2016), among others. The preliminary results reveal the existence of a possibly
transformative element in the production process of brazilian’s female photojournalists: the
influence of feminist movements.
Keywords: Gender; Photojournalism; Feminisms; Subjectivity; Military dictatorship.
Elaine Schmitt
Introdução
No que diz respeito aos limites da pesquisa, tanto temporais quanto metodológicos,
propomos partir de um contexto político-social denso como foi o período da ditadura militar
brasileira, iniciada pelo golpe de 1964. Mais especificamente, trataremos sobre o processo de
produção fotojornalística realizado por Rosa Gauditano e Evandro Teixeira durante esse
período. A possibilidade de encontrar traços subjetivos, que produziram sentidos sobre a
prática (fotografar) e o resultado (a imagem) da fotojornalista, também nos são caros. Mais do
entender quais olhares, buscamos entender como é possível a existência de um olhar
fotográfico gendrado.
Outro ponto importante a ser destacado é da ciência que temos sobre a fragilidade
presente em discussões que sugerem haver diferentes entre os gêneros. Tomado o devido
Estudiante de doctorado en Programa de Pós Graduação Interdisciplinar em Ciências Humanas;
Universidade Federal de Santa Catarina (Brasil); Correo electrónico: elaine.schmitt@gmail.com
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cuidado para não cair em essencialismos que levam à reprodução de noções rasas e taxativas
sobre o tema, o que acaba por reiterar discursos radicalmente biologizantes e já refutados,
buscamos, pelo contrário, propor argumentos coerentes que se baseiam em uma perspectiva
construtivista acerca da realidade social (Berger; Luckmann, 1998) e do jornalismo
(Tuchman, 1978), que englobam uma série complexa de fatores relacionados à construção
subjetiva de cidadãos e cidadãs perpassada pela esfera social, política, subjetiva, econômica e
também de construções de gênero.
A necessidade de adotar uma perspectiva histórica sobre a temática por meio de uma
análise de gênero, aqui compreendida como categoria relacional e como construção histórico
cultural (Butler, 1990), surge de um longo apagamento dos enfrentamentos, das contribuições
e das experiências1 femininas contidas na história do fotojornalismo de modo global.
Ressaltamos, portanto, que nesse estudo, o gênero é compreendido como resultado das
práticas discursivas e performativas que conformam subjetividades no contexto das relações
sociais, políticas e culturais (Foucault, 1977).
1
Scott (1992) já havia nos alertado sobre a importância da categoria “experiência” como construção cultural e
não apenas como falta de mediação e autenticidade.
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seus trabalhos não foram menos marcados pelo movimento feminista de 1970 e
1980 (Tilly, 1994, p.31).
Michelle Perrot (1989), por sua vez, destaca a possibilidade de se fazer uma história das
mulheres que aborde o que foi ocultado no âmbito do espaço público. Dentre as principais
questões enfrentadas pelo campo está a disponibilidade de fontes para sua produção, que
revela a existência da pluralidade como condição da natureza humana e da subjetividade,
como fator que deve ser considerado em sujeitos históricos. Por isso mesmo, comenta o
seguinte:
A história das mulheres e das relações entre os sexos coloca de maneira muito
feliz a questão da permanência e da mudança, da modernidade e da ação, das
rupturas e das continuidades, do invariante e da historicidade... Objeto de
pesquisas precisas e necessárias, terreno sonhado para a micro-história, ela é
também um terreno de reflexão maior, “teórico” como o chamariam os
americanos, epistemológico, como teríamos dito nas décadas de 1970 e 1980, para
a pesquisa, diremos mais modestamente nos dias de hoje. Ela interroga a
linguagem e as estruturas do relato, as relações, do sujeito e do objeto, da cultura e
da natureza, do público e do privado. Ela coloca em questão as divisões
disciplinares e as maneiras de pensar (Perrot, 2005, p. 25-26).
A interdisciplinaridade aparece como campo potente para tal estudo, uma vez que
permite a análise da realidade humana social desprendida da racionalidade moderna. Com
isso, permite observar sujeitos, subjetividades, culturas, psique e sociedade a partir de novos
conceitos teóricos elaborados por diferentes correntes teóricas: os estruturalismos, pós-
estruturalismos e o desconstrucionismo. Na tentativa de aproximar os diferentes elementos
que estão elencados à produção fotojornalista feminina brasileira, como a discriminação
sofrida por muitas mulheres, faremos a seguir, uma breve discussão sobre a prática
(foto)jornalística através de uma perspectiva de gênero.
Percebemos, dessa forma, como o gênero constitui-se como marcador de distinção, que
corresponde às posições que jornalistas homens e mulheres ocupa(va)m e a partir das quais
são reconhecidos no universo de valores e posições dentro das empresas. Essa estrutura,
baseada em pressupostos hierárquicos históricos e culturais tidos como irrefutáveis, atinge
não somente o conhecimento social partilhado pelo jornalismo, mas os sujeitos que o
constituem e o produzem, na medida em que interfere na disseminação de valores e sentidos,
conforme aponta Veiga:
O argumento que faz do universo midiático uma construção tão potente envolve a
racionalização dos acontecimentos, que passam por critérios de seleção de fatos e sujeitos e
por formas de encerramento de categorias de entendimento. Modos de visibilidade escolhidos
e alidados, ainda, às regras instituídas por este universo já estabelecido, legitimado, que
também fazem parte desse processo, que propõe uma visão de mundo hiper articulada e
naturalizada (Charaudeau, 2010). Nesse sentido, acredita-se que a má distribuição de tarefas a
partir da hierarquia de gênero, dentro do jornalismo, que insiste na divisão entre pautas
“leves”, “sensíveis” ou de moda e entre pautas “pesadas”, “difíceis”, de economia, política,
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polícial ou hard news. Com isso, segue a legitimação de vozes e fotografias masculinas2, ao
passo que delega às mulheres tarefas de menor prestígio e chances menores de ascensão na
carreira (Pontes, 2017).
A mídia pode ser pensada como esfera que participa ativamente da reprodução ou
da transformação de práticas, valores e instituições que configuram as formas
atuais da representação e da participação política nas democracias e legitimam as
formas assumidas pelas relações de gênero (Biroli, 2009, p. 271-272).
Dentro dessa organização empresarial que, para além de interesses e jogos políticos,
distribui tarefas de acordo com o gênero, vemos o setor fotojornalismo como um espaço
inteiramente passível de análise. Mas primeiro, vamos nos ater a algumas considerações sobre
fotojornalismo brasileiro, enquanto prática social e política, feito por mulheres.
2
Essa disparidade pode ser vista, por exemplo, na concessão do prêmio brasileiro Esso que, entre 1961 a 2016,
premiou 2 mulheres ao longo de 55 anos. Para saber mais sobre o tema, consultar Claasen e Ferreira (2018).
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Figura 1: Manifestação do Movimento Custo de Vida, fotografada por Rosa Gauditano em 1978.
Fonte: Revista Zum (2018).3
Além desta, a imagem de uma greve na fábrica da Volkswagen (2), de 1979, em São
Bernardo do Campo, revela o momento de confronto entre operários e policiais.
3
Disponível em https://revistazum.com.br/radar/rosa-gauditano-greves-abc/. Acessado em 29 de janeiro de
2019.
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Figura 2: Greve na fábrica da Volkswagen, fotografada por Rosa Gauditano em 1979. Fonte:
Revista Zum (2018).4
Uma terceira imagem selecionada, traz o registro do Ato Público (figura 3) do grupo
S.O.S Mulher, que aconteceu em 1981, na Praça da Sé. O grupo, fundado em São Paulo, em
1980, tinha por objetivo lutar contra a violência masculina, principalmente por meio da
construção de entidades de atendimento às vítimas. Além do atendimento, contava com o
trabalho de psicólogas e advogadas feministas, o grupo promovia grupos de reflexão sobre
violência e divulgação sobre o tema, (Grossi, 1994).
Figura 3: Ato Público do Grupo SOS Mulher na Praça da Sé, fotografada por Rosa Gauditano
em 1981. Fonte: Revista Zum (2018).5
4
Disponível em https://revistazum.com.br/radar/rosa-gauditano-greves-abc/ Acessado em 29 de janeiro de 2019.
5
Disponível em https://revistazum.com.br/radar/rosa-gauditano-greves-abc/ Acessado em 29 de janeiro de 2019.
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Outro exemplo de imagem selecionado para esta análise, que nos ajuda a refletir sobre
possíveis definições do fotojornalismo, bem como da divisão gendrada do olhar, foi feita por
Evandro Teixeira. O fotojornalista do Jornal do Brasil, que também driblou militares chilenos
durante o golpe militar que derrubou o presidente Salvador Allende, em 1973, A imagem
abaixo, de 1968, retrata a repressão do Movimento Estudantil do Rio de Janeiro, que teve
estudantes perseguidos e assassinados (figura 4).
Na sequência, imagens da cavalaria que se dirigia até a Igreja Candelária, onde estava
sendo rezada a missa de 7º dia do estudante Edson Luís, morto em 28 de março (5 e 6).
Evandro, de acordo com Boni (2015, p.82), foi o único a fotografar o golpe dos bastidores, o
que explica os enquadramentos “privilegiados” que conseguia, aliada à sua técnica
profissional: “É dele a fotografia que praticamente simbolizou e condenou o golpe militar,
tomada no interior do Forte de Copacabana, onde entrou acompanhado de seu amigo, o
Capitão Lemos, na noite do golpe”.
Imagens feitas por Evandro revelam a posição do fotojornalista que enquadrava cenas
públicas do alto, como fez, em outra ocasião, da janela da própria sede do jornal.
6
Disponível em: https://blogdomariomagalhaes.blogosfera.uol.com.br/2013/07/02/1968-pelas-lentes-de-
evandro-teixeira/ Acessado em 29 de janeiro de 2019.
7
“Instante zero do golpe”, Alfredo Ribeiro. Disponível em: https://ims.com.br/2017/11/28/instante-zero-golpe/
Acessado em 21 de agosto de 2019.
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Figura 6: Cavalaria se dirige à Igreja Candelária, fotografada por Evandro Teixeira, em 1968, da
janela do Jornal do Brasil. Fonte: Blog do Mário Guimarães.9
No entanto, vale recordar que o acesso aos “bastidores” da ditadura militar não eximiu o
jornalista de colocar sua vida em perigo constante, conforme relatou em entrevista, sobre a
cobertura da missa do estudante assassinado Edson Luiz, exibida acima:
8
Idem.
9
Disponível em: https://blogdomariomagalhaes.blogosfera.uol.com.br/2013/07/02/1968-pelas-lentes-de-
evandro-teixeira/ Acessado em 29 de janeiro de 2019.
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Já levei muita bordoada, sim. Vivia sempre em perigo. Corri muito, às vezes eu
conseguia fugir, às vezes apanhava, às vezes ia preso. Na cobertura da missa do
Edson Luiz, aquele estudante que foi morto pela polícia na igreja da Candelária,
por exemplo, foi um massacre geral. A cavalaria chegou e arrebentou tudo,
quebrou todo mundo, crianças, mulheres e velhos, sem distinção e sem piedade.
Eu e outros fotógrafos estávamos no terceiro andar de um edifício próximo à
Candelária e fotografamos aquilo tudo. A cavalaria nos viu e abriu fogo contra
nós. Fomos expulsos à bala, tivemos que sair correndo pelos fundos e procurar
abrigo em algum lugar. Era complicado e perigoso trabalhar. Os militares viviam
nas redações. Uma vez um amigo meu, o Jacó, tomou a maior surra dos milicos.
Quebraram sete costelas do Jacó. Ele passou três meses internado (Boni, 2015, p.
82).
Sabemos que o debate sobre o status documental da fotografia acontece desde o início
do pensamento fotográfico. É evidente que tal perspectiva resulta de uma produção por
aparato técnico e, por isso, demanda a necessidade de relativizar fronteiras, gerando novas
possibilidades de leitura, função e significação.
Para Dubois (1994), pode-se pensar a fotografia a partir de três discursos gerais: espelho
do real (quando é percebida como cópia objetiva do real), transformação do real (a fotografia
está envolvida e codificada culturalmente, composta por um sujeito e feita por um aparelho
com possibilidade técnicas para congelar e distorcer cenas) e, por fim, índice ou marcas do
real (ela comprova a existência daquele referente, em tempo e espaço determinados,
estabelecendo-se como um traço do real): “A imagem foto torna-se inseparável de sua
experiência referencial, do ato que a funda. Sua realidade primordial nada diz além de uma
afirmação de existência. A foto é primeiro índice. Só depois ela pode tornar-se parecida
(ícone) e adquirir sentido (símbolo)” (Dubois, 1994, p. 53).
10
Decidimos por conduzir a análise de forma binária, mesmo que tenhamos ciência da superação do termo, que
excluiu tantas outras identidades possíveis.
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Nascido na Bahia, em 1935, Evandro Teixeira teve sua primeira experiência dentro do
jornalismo aos 23 anos, quando estagiava no Diário de Notícias, em Salvador. Quando tinha
27, em 1957, passou a morar no Rio de Janeiro e trabalhar no Diário da Noite por
recomendação de um amigo, ficando apenas o tempo necessário para ser reconhecido e visado
pelo mercado midiático. Na sequência, entrou para o quadro de profissionais do Jornal do
Brasil, lugar em que permaneceu por 47 anos, até 2010, quando a empresa deixou de circular
sua versão impressa. E foi no JB que Evandro consagrou-se como um dos cânones da
memória fotográfica da ditadura militar brasileira, seja pela sua experiência, pelo alto domínio
da técnica, pela talentosa criatividade, mas também pelas relações sociais que estabelecia na
época.
Abordar a trajetória desse profissional nos ajuda a entender melhor como foi sua
construção e desenvolvimento enquanto fotojornalista, e o que o transformou em um dos
responsáveis pela veiculação, e também cristalização, de imagens sobre a ditadura na grande
imprensa brasileira.
11
“Instante zero do golpe”, Alfredo Ribeiro. Disponível em: https://ims.com.br/2017/11/28/instante-zero-golpe/
Acessado em 22 de agosto de 2019.
12
“Instante zero do golpe”, Alfredo Ribeiro. Disponível em: https://ims.com.br/2017/11/28/instante-zero-golpe/
Acessado em 22 de agosto de 2019.
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Figura 7: ‘A queda da moto’, fotografada por Evandro Teixeira, em 1968. Fonte: Site Instituto
Moreira Salles.13
Outro momento registrado por Evandro Teixeira que repercutiu na imprensa e mais
tarde transformou-se em livro14 foi a Passeata dos Cem Mil, que aconteceu em 26 de junho de
1968 no centro da cidade do Rio de Janeiro. Encabeçada pelo movimento estudantil, a
manifestação repudiava a violência desenfreada, dentre elas a truculenta ação policial que
levou ao assassinato do secundarista Edson Luís. As fotografias feitas por Evandro no dia
revelavam uma multidão de pessoas que estavam ali reunidas em nome da resistência e da
denúncia contra um governo ditatorial. Os enquadramentos que impactaram o público,
serviram também para inspirar o poema “Diante das fotos de Evandro Teixeira” de Carlos
Drummond de Andrade, também parte do Jornal do Brasil na época.
13
Disponível em: https://ims.com.br/2017/11/28/instante-zero-golpe/ Acessado em 22 de agosto de 2019
14
Para saber mais, buscar por Teixeira, Evandro (2008).
15
Disponível em: https://utopica.photography/pt/exposicoes/a-passeata-dos-cem-mil/ Acessado em 22 de agosto
de 2019.
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Figura 8: Chico Buarque de Holanda, na Passeata dos Cem mil, em 26 de junho de 1968, fotografada
por Evandro Teixeira. Fonte: Site Utópica.16
[...] e como eles não sabiam fazer leitura visual, a gente dizia: ‘Não coronel, isso
não tem nada de subversivo, não. É apenas uma comemoração do Dia das Mães...’
Quando eles descobriam que estávamos querendo enganá-los, tomavam os filmes
e dava muita confusão, mas normalmente só descobriam nossas mentirinhas no
dia seguinte, quando as fotografias saíam publicadas (Boni, 2015, p. 84).
Além desse tipo de dribe, Munteal (2005, p.138) comenta como o papel de
fotojornalistas, no contexto da repressão, representou o “respiradouro dos veículos de
imprensa” ao criar espaço para que os veículos pudessem levar aos leitores e leitoras imagens
de um engajamento que não era possível ser percebido nos textos censurados. Assim, as fotos
de “poderosos em posições ambíguas”, muitas vezes ridículas, junto com as distorções na
imagem e a sensação de ampliação da visão causada pelo uso da grande angular foram, muitas
vezes, soluções encontradas por essa geração de fotógrafos. Pertencente à essa geração de
fotojornalistas, Evandro Teixeira forneceu um testemunho histórico que contribuiu para a
cultura visual deste triste episódio da história brasileira. Entre subir em palanques, entrar em
palácios governamentais, visitar presídios, correr e apanhar de militares, o fotojornalista
produziu uma série de documentos que, hoje, ajuda a compor a memória imagética que temos.
16
Disponível em: https://utopica.photography/pt/exposicoes/a-passeata-dos-cem-mil/nggallery/thumbnails/
Acessado em 29 de janeiro de 2019.
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direitos categóricos por parte da pessoa quem opera a câmera, como interferência, invasão ou
desinteresse (Sontag, 2004). Ou seja, mesmo que as imagens não criem uma posição moral ou
ideológica determinada, já que demandam de certo grau de familiaridade com o contexto para
produzirem sentido, elas tem o potencial de acionar a consciência política e reforçar
determinadas visões de mundo, ao mesmo tempo que minimiza ou torna invisível diversas
outras visões.
Figura 9: Passeata dos Cem mil, organizada pelo movimento estudantil, no Rio de Janeiro, em 26 de
junho de 1968, fotografada por Evandro Teixeira. Fonte: Site Utópica.17
17
Disponível em: https://utopica.photography/pt/exposicoes/a-passeata-dos-cem-mil/nggallery/thumbnails/
Acessado em 29 de janeiro de 2019.
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Figura 10: Retrato da história lésbica paulistana, fotografada por Rosa Gauditano, em 1975. Fonte:
Site oficial da rádio francesa de notícias RFI.19
18
Site oficial da rádio francesa de notícias RFI: “"Tenho uma parte da história do Brasil nos meus arquivos"”,
conta a fotógrafa Rosa Gauditano. Entrevista Rosa Gauditano concedida à Patrícia Moribe, disponível em:
http://br.rfi.fr/franca/20180822-tenho-uma-parte-da-historia-do-brasil-nos-meus-arquivos-conta-fotografa-rosa-
gaudita Acessada em 29 de janeiro de 2019.
19
Disponível em: http://br.rfi.fr/franca/20180822-tenho-uma-parte-da-historia-do-brasil-nos-meus-arquivos-
conta-fotografa-rosa-gaudita Acessado em 29 de janeiro de 2019.
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Figura 11: Série” Prostitutas”, fotografada por Rosa Gauditano, em 1976. Fonte: Site oficial da
fotógrafa de Rosa Gauditano.20
Figura 12: Série “Crianças em São Paulo”, fotografada por Rosa Gauditano, em 1975. Fonte: Site
oficial da fotógrafa de Rosa Gauditano.21
20
Disponível em: https://www.rosagauditano.com.br/prostitutas-1975. Acessado em 29 de janeiro de 2019
21
Disponível em https://www.rosagauditano.com.br/blank-1. Acessado em 29 de janeiro de 2019
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Figura 13: Série “Genocídio Silencioso”, fotografada por Rosa Gauditano, entre 2010 e 2012. Fonte:
Site oficial da fotógrafa de Rosa Gauditano.22
A partir disso, questionamos: o engajamento como motor produtivo pode ser entendido
como um elemento constitutivo do olhar de Rosa? Até que ponto ele oferece sentidos para a
fotografia? Para Márcia Folleto, fotógrafa do jornal O Globo com mais de 20 anos de carreira,
ganhadora do Prêmio Finep de Fotografia em 1995 e do prêmio Rei da Espanha em 2016, isso
tem a ver com um repertório que, no caso da mulher, poderia ser encarado como de uma vida
de “luta maior”:
Isso, talvez, nos dê mais força nesse momento de construir essa imagem. Se um
homem talvez tivesse essa luta, mais dificuldade, pudesse ter construído esse olhar
também, com mais força. Isso não quer dizer que um homem não tem, dá pra
entender? Só tô tentando encontrar uma diferença24.
22
Disponível em: https://www.rosagauditano.com.br/blank-5. Acessado em 29 de janeiro de 2019
23
“As fotografias de Rosa Gauditano e as greves do ABC no final dos anos 1970”, Revista Zum. Disponivel em:
https://revistazum.com.br/radar/rosa-gauditano-greves-abc/. Acessado em 29 de janeiro de 2019.
24
Entrevista concedida por Folleto, Márcia. Entrevista 1 (fevereiro, 2019). Produtora: Camilla Shaw. São Paulo,
2018. 1 arquivo .mp4 (15 min).
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[...] eu, a máquina e a ânsia de um click, mas apenas para dizer que, lá, quando
acontecia um assunto fotográfico, vinha sempre acompanhado das clássicas
escusas, ‘Filhinha, tem sangue, não é pra você’, ‘Filhinha, essa não, é barra
pesada’ etc. e muitas et ceteras. Senti que eu deveria fotografar apenas aniversário
de crianças e festas nupciais (Barros, 1989, p.57).
Referindo-se à sua própria experiência como jornalista, Márcia Folleto, por exemplo,
conta que, ainda em 2017, apenas quatro mulheres faziam parte de um ambiente de trabalho
com 23 pessoas:
Demorou algum tempo, mas eu passei a ser considerada capaz de fazer qualquer
trabalho. E fazer qualquer trabalho, significa fazer trabalho de homem, que eles
entendem como de homem. E é uma luta diária, porque como você é mulher e tá
fazendo a mesma coisa que eles, homens? Você tem que ser muito melhor pra
você poder ser considerada igual25.
Eu acho que é uma questão estrutural. Assim, existe um grupo de pessoas que
gerencia essas oportunidades que esses fotógrafos vão ter. Então se não temos
mulheres editoras, mulheres curadoras, mulheres dirigindo as galerias, essas
fotógrafas também não vão chegar lá. Então eu acho que, não que a gente tenha
que tem apenas mais fotógrafas, mas no ambiente fotográfico como um todo, as
mulheres têm que ocupar todos os espaços26.
Eu acho que as mulheres, elas tendem a olhar as questões femininas com mais
aproximação. O exercício da empatia nesses casos é feito com, com muita força
25
Entrevista concedida por Folleto, Márcia. Entrevista 1 (fevereiro, 2019). Produtora: Camilla Shaw. São Paulo,
2018. 1 arquivo .mp4 (15 min).
26
Entrevista concedida por Cruppe, Marizilda. Entrevista 2 (fevereiro, 2019). Produtora: Camilla Shaw. São
Paulo, 2018. 1 arquivo .mp4 (15 min).
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porque a gente sabe as questões que as mulheres passam, então muitas dessas
experiências vividas pela pessoa fotografada, pela mulher fotografada, são vividas
por nós também27.
A ordem da experiência, mais uma vez, surge como instrumento vivo de memória
coletiva, identificação e, conforme as jornalistas Valda Nogueira e Bárbara Lopes, “uma
preocupação maior com a questão feminina”. Junto à potência da experiência, a oportunidade
de tornar pública e real a trajetória de mulheres socialmente estigmatizadas, dando-lhes o
poder da narrativa, é parte dos objetivos da história das mulheres: “Acho que isso tem a ver
com bagagem pessoal, tem a ver com vivência. Tem a ver com o que a gente carrega, porque
a gente não fotografa com o nosso gênero, a gente fotografa com a carga que a gente tem pra
vida”28.
“A carga que a gente tem pra vida”, conforme relato da fotojornalista do jornal O
Globo, Bárbara Lopes, surge como marcador cultural que produz diferenças na forma
subjetiva de produzir e de compreender-se como fotojornalista na sociedade brasileira da
segunda metade do século XX, conforme aponta Joana Maria Pedro:
[...] isso não significa considerar que só por serem mulheres ou homens possuem
maneiras diversas de lembrar. O que se está entendendo é que, nas relações de
gênero vigentes, [mulheres] ocupam funções e têm tarefas diferentes, e isso
configura uma outra forma de narrar suas trajetórias. Considerando que nas
narrativas as pessoas se constituem como gênero, o tempo, a relação e o lugar
definem o que pode ser dito e o que continua escondido, o que vai ser destacado
ou minimizado. (Pedro, 2017, p.1).
27
Entrevista concedida por Nogueira, Valda. Entrevista 3 (fevereiro, 2019). Produtora: Camilla Shaw. São
Paulo, 2018. 1 arquivo .mp4 (15 min).
28
Entrevista concedida por Nogueira, Valda. Entrevista 3 (fevereiro, 2019). Produtora: Camilla Shaw. São
Paulo, 2018. 1 arquivo .mp4 (15 min).
29
Também chamado de segunda onda.
30
Sônia Alvarez (2016) embasa sua definição de “campos discursivos de ação” na literatura brasileira sobre os
campos ético-políticos e na teoria dos campos, encontrada principalmente na obra de Pierre Bourdieu.
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Elaine Schmitt
Assim, eu não sou uma teórica do feminismo, mas se ser feminista é, sabe, lutar
contra a invisibilidade das mulheres, lutar pelo espaço das mulheres e por
igualdade de todo tipo, sabe? Eu quero ganhar o mesmo que os homens ganham,
eu quero tá nos mesmos lugares que os homens estão, eu não quero ser invisível
pela minha condição de mulher, não quero que minha capacidade seja questionada
por eu ser mulher. Então, assim, se ser feminista é militar nesses campos, eu acho
que eu sou feminista, sabe?31
Vemos, então, de modo preliminar, como os fluxos que resultam das interações
dinâmicas entre o campo feminista e os campos de poder nos quais se inserem em
determinada conjuntura histórica podem permitir, facilitar ou incentivar certas expressões,
discursos e práticas, tais como a da inserção e participação feminina na produção
fotojornalística.
Considerações finais
A partir de tais contribuições, nos cabe perguntar: o que nos “dizem” as fotografias de
Evandro Teixeira e de Rosa Gauditano? De que forma poderia haver relação entre o momento
31
Entrevista concedida por Cruppe, Marizilda. Entrevista 2 (fevereiro, 2019). Produtora: Camilla Shaw. São
Paulo, 2018. 1 arquivo .mp4 (15 min).
32
Por política identitária, queremos dizer políticas relacionadas às ações afirmativas, que ofereceram novas
teorias sobre as relações entre indivíduos, grupos, direitos políticos e responsabilidades sociais. Dentre os
objetivos, baseados no liberalismo, esteve a possibilidade de tratar indivíduos como iguais. Para saber mais sobre
este debate, sugerimos a leitura de: Scott, Joan W. (2005).
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histórico sob o qual ambos fizeram registros importantes sobre a história da sociedade
brasileira, ou com a expansão do movimento feminista, que aos poucos servia de motivo para
mulheres realizarem reuniões em suas próprias casas e começassem a criar sua própria
imprensa alternativa? Seria possível afirmar que o contato com o feminismo resultou em
novos interesses, que refletiram no processo produtivo de Rosa, como na cobertura de
manifestações encabeçadas por mulheres durante o período?
Magalhães, et. al. (1989), traz contribuições importantes para esta reflexão, mas alerta
sobre a escolha por não polemizar a “célebre discussão sobre a especificidade do olhar
feminino na fotografia”:
33
Os dados foram retirados do Jornal El País:
https://brasil.elpais.com/brasil/2018/12/31/opinion/1546266865_425649.html Acessado em 26 de abril de 2019.
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Elaine Schmitt
Para além do que já foi dito, salientamos a importância em retomar as narrativas durante
a ditadura militar brasileira, um período chave para entender a história contemporânea do
país. Percebemos a urgente necessidade de reexaminar uma parcela da história brasileira que
registrou o cerceamento de liberdades fundamentais, bem como a prisão, a tortura e o
assassinato de milhares em prol de ideais relacionados ao estabelecimento de uma nação cristã
e progressista que produziu sentidos e legitimou violentas ações.
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Fontes
Entrevista concedida por Folleto, Márcia. Entrevista 1 (fevereiro, 2019). Produtora: Camilla
Shaw. São Paulo, 2018. 1 arquivo .mp4 (15 min).
Entrevista concedida por Nogueira, Valda. Entrevista 3 (fevereiro, 2019). Produtora: Camilla
Shaw. São Paulo, 2018. 1 arquivo .mp4 (15 min).
Resumen
Desde un análisis histórico y a partir del estudio de un caso particular: la legalización del
aborto en 1973 en Estados Unidos y cómo esto repercutió en una de las organizaciones
feministas más importantes de la época, la Third World Women’s Alliance (TWWA),
organización que se autopercibía como de mujeres del Tercer Mundo, este escrito busca
contribuir a los debates que emergieron en Argentina en los últimos tiempos sobre la
despenalización y legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Para el desarrollo
de este trabajo se analizan algunos artículos de la publicación periódica de la TWWA,
denominada Triple Jeopardy: Racism, Imperialism, Sexism para dar cuenta de la posición que
adquirió dicha organización ante la problemática del aborto. Luego, serán abordadas algunas
reflexiones en torno a dicha problemática y los debates que se desarrollan actualmente en
Argentina, así como también, las características que adopta el movimiento feminista local.
Palabras clave: Aborto; Mujeres del Tercer Mundo; Feminismos.
Abstract
From a historical analysis based on the study of a particular case: the legalization of abortion
in 1973 in the United States and how this had an impact on one of the most important feminist
organizations of the time, the Third World Women's Alliance (TWWA), an organization that
saw itself as belonging to Third World women, this paper seeks to contribute to the
discussions that have taken place in Argentina in recent times about the decriminalization and
legalization of voluntary termination of pregnancy. For the development of this work, some
articles of the TWWA periodical publication, called Triple Jeopardy: Racism, Imperialism,
Sexism, are analyzed in order to give an account of the position that the organization acquired
regarding the problem of abortion. Then, some reflections on this problem and the debates
that are currently taking place in Argentina will be addressed, as well as the characteristics
adopted by the local feminist movement.
Key words: Abortion; Third World Women; Feminisms.
Lucía Busquier
Introducción
Este contexto, además, exige reflexionar desde una perspectiva de género, nuestro rol
como investigadorxs y productorxs de un discurso científico.1 Es por eso que resultan
fundamentales los aportes que puedan realizarse desde los diferentes ámbitos, instituciones,
organizaciones, partidos políticos y, por supuesto, desde la universidad y los espacios
académicos. En ese sentido, este escrito busca contribuir a dichos debates desde un análisis
histórico a partir del estudio de un caso particular: la legalización del aborto en 1973 en
Estados Unidos y cómo esto repercutió en una de las organizaciones feministas más
importantes de la época: la Third World Women’s Alliance (TWWA), organización que se
autopercibía como de mujeres del Tercer Mundo, radicada en California y Nueva York, entre
los años 1970 y 1975.
Licenciada en Historia y Doctoranda en Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional
de Córdoba, Argentina. Correo electrónico: lu.busquier@gmail.com
1
Siguiendo una convención que tiende a generalizarse, utilizo la X en el plural reemplazando la forma
tradicional que emplea el masculino como genérico del plural, entendiendo que esta modificación puede
funcionar como una herramienta para visibilizar y reconocer a ciertos grupos que históricamente fueron
omitidos, incluso en el lenguaje, como las mujeres, lesbianas, travestis, transexuales y muchxs otrxs. En este
sentido, la X, en tanto desobediencia lingüística que rompe con la norma gramatical, nos permite ser coherentes
con nuestra propia posición política (Rojas Blanco y Rojas Porras, 2015). Además, cuando hablamos de acceso
al aborto en Argentina debemos contemplar a todas las corporalidades e identidades que también tienen la
capacidad de gestar, como lxs trans, travestis, intersexs, queers, entre otrxs.
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En Estados Unidos en particular, las personas consideradas del “Tercer Mundo” eran
aquellas descendientes de asiáticxs, africanxs y latinoamericanxs. La TWWA hacía hincapié
en que estas comunidades, a pesar de sus diferencias, debían enfrentar opresiones similares y
se encontraban bajo la dominación del mismo tipo de colonialismo, por lo tanto, era
importante que desarrollaran reivindicaciones comunes y confluyeran en una única lucha
contra el imperialismo: “Para combatir a un enemigo internacional (el imperialismo) es
necesaria una resistencia internacional, por lo tanto, se necesita la unidad del Tercer Mundo”.4
Es importante aclarar que este escrito forma parte de una investigación más extensa en
la que indagué en profundidad sobre la historia de la TWWA y la totalidad de sus definiciones
políticas. En otros trabajos investigué sobre la cuestión de las esterilizaciones forzosas y sobre
el rol de las mujeres del Tercer Mundo en el sistema productivo norteamericano y, en esta
oportunidad, centraré mi análisis en la cuestión del aborto y la posición política que adquirió
la TWWA ante dicha demanda, lo que nos ofrecerá algunos puntos fundamentales para pensar
cómo abordar esta problemática en nuestra región.
Para ello, tomé como punto de partida los estudios desarrollados por la Teoría de la
Reproducción Social que considera que la esfera de la producción y la reproducción no
corresponden a dos esferas separadas sino que, por el contrario, en el marco del sistema
capitalista, ambas son necesarias para la existencia de dicho sistema.5 Para el caso de este este
escrito, las realidades de las mujeres del Tercer Mundo, formaban parte de un todo en donde
se intersectaban diversas opresiones a partir de su condición, no solo de mujeres, sino también
de trabajadoras, madres, inmigrantes y pobres.
Para la TWWA era central dar cuenta del lugar que ocupaban las mujeres del Tercer
Mundo en el sistema productivo norteamericano como un modo de disputarlo y cuestionarlo.
Este sector de la población era parte de la mano de obra barata necesaria para el
funcionamiento del capitalismo norteamericano, tanto en las fábricas, como en los hogares de
las familias blancas. Sobre esa “mano de obra barata” también se ejercían formas de
explotación y dominación que iban más allá del ámbito productivo involucrando sus cuerpos,
su intimidad y su subjetividad. Estas formas de explotación y dominación se tradujeron
también en luchas y reivindicaciones políticas que la TWWA, entre otras organizaciones,
2
Para mayor profundidad sobre la definición de “Tercer Mundo” véase Mohanty (2008).
3
Triple Jeopardy, Vol. 1, N° 2, nov. 1971: 16.
4
Triple Jeopardy, Vol. 1, N° 2, nov. 1971: 16.
5
Para mayor información sobre la Teoría de la Reproducción Social y un análisis más exhaustivo sobre qué
implican ambas esferas se recomienda la lectura de Brown (2012); Federici (2011); y Ferguson y McNally
(2013).
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llevaron adelante en aquel momento, en especial en relación con la legalización del aborto en
1973 y a la práctica de las esterilizaciones forzosas.
Desde mediados del siglo XIX y durante el XX, Estados Unidos realizó gran cantidad
de esterilizaciones forzosas, intervención quirúrgica que, por medio de la coerción o el
engaño, buscaba terminar con la capacidad reproductiva de, en este caso, las mujeres del
Tercer Mundo en Estados Unidos y Puerto Rico. Si bien esta práctica por parte del Estado
comenzó a mediados del siglo XIX con la llegada masiva de inmigrantes, fue en las décadas
del sesenta y setenta del siglo XX cuando se masificó, convirtiéndose en algo habitual en las
vidas de las mujeres del Tercer Mundo. Frances Beal (1970), una de las militantes fundadoras
de la TWWA, explicaba que este “control de natalidad” era aplicado primero a las
portorriqueñas y luego a las mujeres negras, de manera forzada y engañándolas sin respetar su
derecho a decidir y vulnerando su salud e integridad (p. 117-119).
En este artículo, entonces, busco contribuir a otras formas de conocimiento que en los
últimos tiempos lograron ocupar un lugar importante en los espacios académicos
latinoamericanos de las Ciencias Sociales. Sobre todo aquellos que intentan recuperar las
particularidades y singularidades de las mujeres del Tercer Mundo tanto en Estados Unidos
como en América Latina y el Caribe, superando los análisis generales que entienden al sujeto
mujer de manera homogénea y los que analizan las problemáticas relacionadas con el género,
la raza, la clase y la colonialidad de manera fragmentada. Es en este punto donde considero
fundamental el aporte que pueda realizar a los estudios de género y a los feminismos en
América Latina y el Caribe buscando contribuir a la construcción de otras epistemologías
feministas en América Latina y el Caribe.
Sobre la estrategia metodológica, para el desarrollo de este trabajo opté por una
metodología cualitativa asentada en el análisis de un corpus conformado por fuentes
primarias. En este sentido, indagué sobre una selección de artículos de la publicación
periódica de la TWWA, denominada Triple Jeopardy: Racism, Imperialism, Sexism. El
acceso al corpus documental se produjo a través del intercambio con archivos y bibliotecas de
los Estados Unidos, principalmente con Women of Color Resource Center (Oakland,
California).
Triple Jeopardy fue publicada durante los años 1971 y hasta 1975, de manera
bimensual, excepto en 1974 y 1975 que se imprimieron solo dos números por año. Era
producida en la Ciudad de Nueva York y en algunos casos también en Berkeley, California.
La mayoría de sus artículos eran anónimos y redactados principalmente en inglés, pero con
algunos artículos en español, ya que también estaba dirigida a la población latina de los
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Estados Unidos. Es por ello que la mayoría de los fragmentos utilizados para este análisis
corresponden a traducciones propias del idioma inglés al español.
Otro de los colectivos con el que el feminismo negro desarrolló gran cantidad de
debates fue el Black Power, movimiento que durante los sesenta organizó a millones de
personas afrodescendientes en Estados Unidos, buscando dar una respuesta a los ataques
violentos que recibían debido a su lucha por la obtención de los derechos civiles y la ausencia
de protección por parte del gobierno. Estaba compuesto por mujeres y varones, algunxs
organizadxs en grupos políticos o artísticos y otrxs de manera independiente dentro del
movimiento (Breines, 2006: 52).
En este marco, en 1968, Frances Beal, miembro del Student Nonviolent Coordinating
Committee (SNCC) agrupación antirracista fundada por estudiantes negrxs y blancxs en 1960
(Puleo, 2007: 39) decidió promover el Black Women’s Liberation Committee (BWLC) en el
interior del SNCC con el objetivo que se comenzara a contemplar en los debates y discusiones
de la organización algunas problemáticas que las afectaban particularmente desde su lugar de
mujeres afrodescendientes (Ward, 2006: 125).
6
Dentro del feminismo y los estudios de género, se prefiere utilizar la metáfora de “olas” ya que se habla de algo
continuo y en permanente construcción (Hewitt, 2010: 1-2 y Laughlin, 2010: 76-77).
7
Sobre el movimiento feminista estadounidense en general y sobre el feminismo negro y el movimiento de
mujeres del Tercer Mundo en particular, algunos de los escritos más relevantes seleccionados para esta
investigación son: Hewitt (2010), Henry (2004), Evans (2004), Jabardo (2012), Hill Collins (2000 y 2012),
Davis (2004-2005 y 2012), Sudbury (1998), Viveros Vigoya (2009), hooks ([2000] 2017) y Carastathis (2014).
Sobre los textos que abordan específicamente a la TWWA, recomiendo los trabajos de Springer (2006) y Peniel
(2006).
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efectiva, atendiendo a las necesidades específicas de las mujeres negras, que una organización
mixta que ponía en segundo lugar la lucha contra el sexismo, como lo hacía el SNCC
(Springer, 2006: 47). Fue en ese contexto cuando se propusieron la tarea de incluir, además, a
otros grupos culturales y étnicos como las asiáticas, latinoamericanas y chicanas (hijxs de
inmigrantes mexicanxs que nacieron y residen en Estados Unidos) (Arriaga, 2003: 6).8
La primera ciudad de los Estados Unidos donde se asentó la TWWA fue en Nueva
York, sede de la organización y lugar donde se editaba e imprimía Triple Jeopardy, a cargo de
su principal referente: Frances Beal. En la costa Oeste, más precisamente en California,
Cheryl Perry, militante de la Venceremos Brigade, junto con otras activistas de la misma
organización, fueron las impulsoras de la TWWA en dicha región con las mismas
definiciones de la seccional de Nueva York: la lucha contra el imperialismo, el sexismo y el
racismo, sobre todo pensando en las isleñas del Pacífico asiático y las chicanas, quienes en su
mayoría se concentraban en esa región (Springer, 2006: 49-50).9
Las mujeres del Tercer Mundo en Estados Unidos y la legalización del aborto en 1973
8
Sugiero la lectura de Degler (1986) y Anzaldúa (1987) quienes, a partir de sus experiencias personales,
explican cuáles son las particularidades de la comunidad chicana.
9
En este contexto el término “género” no había sido instalado de manera extendida en los discursos políticos de
las diversas organizaciones feministas de la época; por el contrario, muchas organizaciones -entre ellas la
TWWA- utilizaban el término “sexo” y “sexismo” para referirse a las desigualdades que enfrentaban las
mujeres.
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Muchos estados han cambiado sus leyes contra el aborto, pero solo Nueva York
no tiene ninguna restricción, con la excepción de un límite en el estado de
embarazo.
[…] Muchos estados ofrecen abortos solo con certificados por un grupo de
psiquiatras que diga que el embarazo sería dañino para la salud mental de la
mujer. Tal restricción sistemáticamente excluye a las mujeres pobres y a las del
Tercer Mundo de un aborto legal, ya que nosotras generalmente no tenemos la
“palanca” necesaria para obtener la aprobación requerida.10
Han sido las mujeres pobres, en especial las del Tercer Mundo de bajos recursos,
quienes han estado a merced de la clandestinidad del aborto. Las estadísticas
muestran que las muertes de las personas no blancas en manos de médicos
abortistas no calificados fueron sustancialmente mayores que las de mujeres
blancas […] Aproximadamente, la mitad de las muertes en partos en la ciudad de
Nueva York fueron atribuidas a auto-abortos (estadísticas de 1969), y 79% fueron
mujeres no blancas y portorriqueñas.11
10
Triple Jeopardy, Vol. 2, N° 1, nov-dic. 1972: 8. Artículo publicado en español.
11
Triple Jeopardy, Vol. 2, N° 2, ene-feb. 1973: 1.
12
Triple Jeopardy, Vol. 2, N° 2, ene-feb. 1973: 1.
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Lucía Busquier
las últimas diez semanas de gestación, cualquier Estado debe prohibir el aborto
excepto cuando es necesario preservar la vida o la salud de la madre.13
De todos modos, a pesar de la gran victoria para el movimiento de mujeres para contar
con la posibilidad de tener una mayor decisión sobre sus propios cuerpos, la TWWA advertía
que la legalización del aborto no significaba un avance real en tanto siguieran existiendo las
esterilizaciones forzosas:
Las palabras clave son: “si ella así lo elije”. Una amarga experiencia ha enseñado
a las mujeres del Tercer Mundo que la administración de justicia en este país no es
daltónica. Sabemos que algunas mujeres negras con asistencia social se han visto
obligadas a aceptar la esterilización a cambio de la continuación de los beneficios
de la asistencia social y algunas portorriqueñas han sido esterilizadas sin su
conocimiento o consentimiento […] Debemos estar siempre vigilando que lo que
aparece en la superficie como un paso adelante, de hecho, no se convierta en otro
método de esclavitud.14
El aborto gratuito es un derecho que toda mujer debe tener. Pero tenemos que ser
claros en esta demanda […] a pesar de la victoria parcial en algunos estados
donde las mujeres que tienen dinero fueron “gratificadas” con el derecho de
comprar el aborto, esta ley no beneficia a los hombres y mujeres de la clase
trabajadora que no pueden afrontar los costosos abortos. Las mujeres pobres
asisten a hospitales en Nueva York mientras que las mujeres con dinero pueden
tener una mejor y segura atención en un mejor hospital o en uno privado.15
A pesar del gran avance que significó la legalización del aborto en 1973, en tanto
permitiría disminuir la cifra de muertes por abortos clandestinos y otorgaría más libertad para
que las mujeres del Tercer Mundo pudiesen tener un mayor control y poder de decisión sobre
sus propios cuerpos, la TWWA continuaba viendo con preocupación las limitaciones que este
sector tenía sobre su salud reproductiva. Para estas mujeres, resultaba demasiado complicado
realizarse un aborto teniendo acceso únicamente a los hospitales públicos, donde los recursos
eran bastante limitados.
A partir de este análisis, a continuación serán compartidas algunas reflexiones que, lejos
de presentarse como conclusiones, buscan abrir el debate y permitirnos repensar sobre
algunos puntos claves, a partir del caso estudiado, sobre cuál es la situación actual en
Argentina en relación con la lucha por la despenalización y legalización de la interrupción
voluntaria del embarazo y cuáles son las tareas que debemos plantearnos a la hora de
contemplar las diferentes realidades de las mujeres y las personas con capacidad de gestar,
entendiendo a este colectivo como uno heterogéneo y diverso.
Reflexiones finales
13
Triple Jeopardy, Vol. 2, N° 2, ene-feb. 1973: 1.
14
Triple Jeopardy, Vol. 2, N° 2, ene-feb. 1973: 1.
15
Triple Jeopardy, Vol. 2, N° 2, ene-feb. 1973: 15.
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Lucía Busquier
Tomando como punto de partida la mirada de una organización de mujeres del Tercer
Mundo en Estados Unidos -la TWWA-, sobre el acceso al aborto y las incidencias que tuvo su
legalización a nivel nacional, en este trabajo describí algunas de las estrategias más
significativas llevadas adelante por un grupo de mujeres en un contexto de ebullición política,
tanto de movimientos antirracistas, como feministas.
Es por ello que sostengo que las luchas de las mujeres del Tercer Mundo en los Estados
Unidos nutrieron y gestaron una herramienta teórica y política que resulta central en la
actualidad para explicar las desigualdades y formas de dominación que distintos sectores
sociales enfrentan. En definitiva, fueron las diversas organizaciones de mujeres negras,
chicanas, latinas, asiáticas, indígenas, las que, a partir de su distanciamiento con el feminismo
blanco y con el movimiento antirracista, pudieron construir sus propias definiciones políticas.
Tomando como punto de inicio sus experiencias personales y particulares, estas mujeres
lograron expresar y visibilizar su propia situación de exclusión y discriminación.
Otra es la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito17 que
si bien nació en el 2003, fue en el 2018 cuando, a partir de una nueva presentación del
Proyecto de Ley para la Interrupción Voluntaria del Embarazo en el Congreso de la Nación,
logró consolidarse como una actora política en la escena pública. Si bien una vez más este
proyecto de Ley fue rechazado por el parlamento argentino, emergieron una serie de eventos
políticos y puntos de reflexión fundamentales para el movimiento feminista en particular y
para la sociedad en general, que me gustaría señalar.
16
https://niunamenos.com.ar/
17
http://www.abortolegal.com.ar/
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Esto nos lleva a pensar una segunda cuestión y es que, actualmente, los abortos
clandestinos son un negocio millonario por parte de algunas clínicas o consultorios privados
que los practican de manera clandestina y para acceder a ellos se necesita, en primer lugar, de
la información necesaria para conocer estos espacios y, segundo, contar con altas cifras de
dinero para realizarlo, aún en el marco de la clandestinidad, de manera segura. Por el
contrario, quienes no cuentan con el acceso a esa información y ese capital económico,
acuden a realizarse un aborto en condiciones insalubres y peligrosas y, en muchos casos,
intentan efectuarlo por sus propios medios, lo que muchas veces termina con la vida de estas
personas.
Esto tiene que ver con la multiplicidad de realidades que existen entre las mujeres y las
personas con capacidad de gestar en Argentina. Sabemos que el acceso al aborto, al ser
clandestino y no estar garantizado por el Estado en los hospitales públicos, esta permeado por
la condición económica en la que se encuentre la persona que decide abortar. Esto quiere
decir que, tomando una de las frases más importantes de estos tiempos impulsada por el
feminismo, “las ricas abortan, las pobres mueren”.
En tercer lugar, es importante señalar que cuando hablamos del acceso al aborto,
estamos hablando no solo de mujeres cis, es decir, las personas que su identidad de género
asignada (en este caso: mujer) coincide con su sexo asignado (es decir, hembra), sino que esta
demanda afecta igualmente a otras corporalidades e identidades que también tienen la
capacidad de gestar como lxs trans, travestis, intersexs, queers, entre otrxs.
Por último, esto lleva a comprender que, dentro de este gran colectivo, existen también
grupos más privilegiados que otros, lo que evidencia que el acceso al aborto, mientras sea
clandestino, será de manera selecta y diferenciada. Es por esto que resulta fundamental el
18
Cifras obtenidas de http://www.abortolegal.com.ar/about/
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aporte que puedan realizar los colectivos feministas y organizaciones como el que en este
artículo estudiamos ya que nos permite pensar y dar cuenta de la multiplicidad de
experiencias e identidades posibles para, de esta manera, construir una herramienta
verdaderamente plural que contenga a todas las diversidades y realidades posibles a la hora de
pensar el acceso a un aborto legal, seguro y gratuito.
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My room, my black hole. Experiences and own readings from Feminism in the Southern
Cone in the 80´s
Resumen:
Construir genealogías propias para el feminismo del sur continúa siendo un desafío cuando “La
historia” del feminismo, suele ser aquella autorizada del norte occidental. Comprender el
feminismo en el sur requiere tomar en consideración fenómenos cruciales para la vida de un
importante contingente de mujeres en la región como los de la violencia política y la pobreza, y
que probablemente sean también los que han delimitado las condiciones de producción de
pensamiento en los lugares tradicionalmente legitimados. Reconocer una trayectoria propia y los
aportes del feminismo desde las experiencias concretas de las mujeres latinoamericanas continúa
siendo una tarea pendiente. Este artículo tiene el propósito de pensar la relación del feminismo
de los ochenta en el Cono Sur con la experiencia del terrorismo de Estado, especialmente
aquella asociada a la violencia y la peripecia carcelaria de las mujeres. Se propone pensar cuánto
los procesos de incorporación y reflexión de las ideas feministas estuvieron interpelados por la
violencia de las dictaduras. Para ello se detiene en un relato particular de una experiencia
carcelaria elaborado por una feminista e inscribe dicha intervención en un proceso más amplio
de reflexión que fue característico del feminismo latinoamericano sobre la violencia
institucional. Las fuentes que aquí se abordan son principalmente un relato elaborado por una
ex-presa política y feminista uruguaya en los ochenta, titulado Mi habitación, mi celda, y otras
intervenciones fragmentarias de figuras feministas y referencias latinoamericanas que fueron
contemporáneas a este relato y se plasmaron en revistas, documentos e informes del feminismo
de la región.
Palabras claves: Genealogía; Feminismos del sur; Terrorismo de Estado.
Abstract:
Building own genealogies for southern feminism continues to be a challenge when "The history"
of feminism is usually that authorized from the north of the West. Understanding feminism in
the South requires the analysis of specific phenomena such as those of political violence and
poverty, and it is probably precisely these phenomena that have delimited the conditions of
thought production in traditionally legitimized places. Recognizing the trajectory and the
contributions of feminism from the concrete experiences of Latin American women continues to
be a challenge. This article aims to think about the relationship of feminism of the eighties in the
Southern Cone with the experience of State terrorism, especially that associated with violence
and the past of women in prison. It is proposed to think about how the processes of
incorporation and reflection of feminist ideas were addressed by the violence of dictatorships.
For this purpose, this paper analyzes a particular account of a prison experience narrated by a
feminist and inscribes this intervention in a broader process of reflection that was characteristic
of Latin American feminism on institutional violence. The sources analyzed here are mainly a
memory of a prey and feminist in the eighties and other contemporary Latin American
interventions and references to this story published in magazines, documents and reports on
feminism in the region.
Keywords: Genealogy; Feminisms of the South; State terrorism
Mi habitación, mi celda.
Experiencias y lecturas propias desde el Feminismo en el Cono Sur
en los 80
My room, my black hole. Experiences and own readings from Feminism in the Southern
Cone in the 80´s
Introducción
Área Política, Género y Diversidad del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de la República, Uruguay. E-mail: analauradegiorgi@gmail.com
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Ana Laura De Giorgi
En términos de la historia de los feminismos del sur, una serie de investigaciones se han
realizado desde una perspectiva que se focalizó en ciertas condiciones políticas particulares,
como fue el caso de las dictaduras y sus posteriores transiciones políticas. Algunos de estos
estudios mostraron cómo la cancelación de los mecanismos y espacios tradicionales de
participación hizo de los hogares un espacio central de discusión y reunión durante las
dictaduras (Costa 1988; Sapriza 2003), y cómo las transiciones de régimen fueron un momento
bisagra para visibilizar la función política de resistencia desde los hogares, reclamar la
visibilización del rol cumplido por las mujeres y reivindicar la necesidad de otras formas de
hacer política (Costa, 1988; de Giorgi 2018a; Jaquette 1989; Johnson 2000). Estos estudios han
sido especialmente importantes para comprender cómo la reflexión sobre la división público-
privado estuvo interpelada por la experiencia de la dictadura y las nuevas funciones políticas del
llamado mundo de “lo privado”.
Estos aportes han permitido comprender las específicas condiciones para la recepción de
la crítica al binarismo público-privado y las específicas estrategias políticas del feminismo en el
marco de los “movimientos de masas”. La mayoría de estas investigaciones focalizaron la
atención en las transiciones políticas cuando fue el momento clave de emergencia y
visibilización de las mujeres movilizadas, pero en menor medida se detuvieron en la experiencia
del terrorismo de Estado en las vidas de las mujeres y concibieron esta experiencia en diálogo
con los devenires feministas. La literatura sobre memoria y género ha incursionado ampliamente
en el análisis de los relatos de las mujeres sobre sus peripecias carcelarias y en cómo esa
experiencia se reelaboró dando cuenta de una experiencia particular atravesada por la cuestión
de género. Sin embargo, esta literatura prácticamente no ha dado cuenta de las iniciativas
feministas que fueron contemporáneas a la elaboración de esos relatos o que directamente
construyeron otro tipo de revisita al pasado reciente.
Este artículo tiene el propósito de pensar la relación del feminismo de los ochenta en el
Cono Sur con la experiencia del terrorismo de Estado, especialmente aquella asociada a la
violencia y la peripecia carcelaria de las mujeres. Se propone pensar cuánto los procesos de
incorporación y reflexión de las ideas feministas estuvieron interpelados por la violencia de las
dictaduras. Para ello se detiene en un relato particular de una experiencia carcelaria elaborado
por una feminista e inscribe dicha intervención en un proceso más amplio de reflexión que fue
característico del feminismo latinoamericano sobre la violencia institucional. Las fuentes que
aquí se abordan son principalmente un relato elaborado por una ex-presa política y feminista
uruguaya en los ochenta, titulado Mi habitación, mi celda, y otras intervenciones fragmentarias
de figuras feministas y referencias latinoamericanas que fueron contemporáneas a este relato y
se plasmaron en revistas, documentos e informes del feminismo de la región.
En el Cono Sur todos los países sufrieron dictaduras entre mediados de los sesenta hasta
mediados de los ochenta - diferenciándose Paraguay que inició su proceso dictatorial en 1954-, y
aunque las transiciones políticas no fueron idénticas, los últimos años de los regímenes no
democráticos fueron claves para la emergencia de nuevos actores políticos, entre los que se
destaca el movimiento de mujeres y dentro de él las organizaciones autodenominadas
feministas. En algunos casos se trató de la reorganización de grupos ya existentes previos a los
golpes de Estado, pero en gran parte surgieron nuevas organizaciones feministas. Estos noveles
agrupamientos emprendieron la tarea de difundir las ideas feministas y desplegar otras prácticas
políticas que con grados distintos contestaban las formas tradicionales de intervenir en lo
político.
1
Cabe señalar que además de las revistas, América Latina contó con una producción sobre la condición de la mujer
realizada por intelectuales como Saffioti (1969) o Larguía (1975), cuyo aporte excede a los objetos de este texto.
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regional como fue el caso de Fempress, y todas publicaron y republicaron notas de otras revistas
(Veiga, 2009; Grammático, 2011).
En las revistas se fue construyendo un canon del feminismo a partir de las citaciones y
referencias autorales (Costa y Álvarez 2013: 581), aunque no fue una mera reproducción ya que
las revistas feministas oficiaron de mediadoras culturales entre las teorías metropolitanas y sus
traducciones periféricas (Richard 2001). El problema de la domesticidad y la consideración del
espacio doméstico como el epicentro de la opresión femenina claramente fue una idea
proveniente del norte occidental, pero fue resignificada en el contexto de la discusión
autoritarismo versus democracia (de Giorgi, 2018a).
La difusión de las ideas feministas se realizó además desde la preocupación por pensar a
las mujeres desde el sur. Revistas del Cono Sur como Mulherío y Brujas señalaban la necesidad
de construir una “conciencia latinoamericana” (Veiga, 2009: 145), estar en guardia frente al
“imperialismo cultural” y establecer la diferencia entre ser feminista en el “primer o tercer
mundo” (Veiga, 2009: 121). La reflexión feminista se nutrió de las ideas del feminismo
hegemónico estadounidense o europeo y también mantuvo la preocupación de pensar cuán
productivas podían ser aquellas ideas. Esta discusión la dieron aquellas exiliadas que devinieron
feministas en Europa y organizaron la revista Nosotras (Abreu, 2013), como el conjunto más
amplio de iniciativas feministas en la región (de Giorgi 2018b). La preocupación por tomar
distancia del feminismo del norte, de no reproducir un imperialismo cultural y por adjetivar al
feminismo como “latinoamericano” o “tercermundista” fue una preocupación constante.
Las feministas del sur mientras se nutrían de las conceptualizaciones del norte tomaban
conciencia de ser “Las otras de los discursos hegemónicos” (Femenías, 2007: 15). La referencia
a Simone de Beauvoir como mujer emancipada o al debate sobre la opresión doméstica convivió
con una búsqueda de claves propias. Luego de la necesaria construcción de un “nosotras” que
permitiera visibilizar y denunciar la exclusión del mundo de los hombres, el segundo momento
teórico fue el reconocerse como las otras de otras mujeres, de las mujeres occidentales. Como
señala Femenías, este fue un ejercicio de “resistencia a la inscripción completa y acabada según
un ideal sumiso”, pero también un ejemplo de experiencia crítica, marginal y periférica que
rechaza el lugar de otra exótica.
La resistencia fue al universal mujer blanca, intelectual de clase media, y por tanto al
modelo de emancipación así como también a los modos de la intervención política. Aquí se
produjo una “escritura límite entre el activismo y la academia, al límite entre la escritura letrada
y cifrada y aquella que espera circular ampliamente, en el límite entre la academia/letrada y la
experiencia que “no sabe cómo decir todo lo que sabe”. (Belausteguigoitia, 2009).
América Latina contó con otras prácticas enunciativas, productoras también de otros
saberes como señalan Costa y Álvarez (2013:584) y que claramente no viajaban de sur a norte.
Las autobiografías, las novelas, los testimonios, los ensayos, la lírica, entre otros, marcaron otras
formas de la intervención, aunque sin un reconocimiento por su “status teórico”. Domitila
Chungara, Rigoberta Menchú, Gloria Anzaldúa, Léila González, desde modos muy diversos
contestaron conceptualizaciones y estrategias para pensar y revertir la opresión sobre las
mujeres. En el sur del sur, los relatos testimoniales de las mujeres víctimas de los terrorismos de
Estado permitieron visualizar la violencia institucional contra las mujeres y en algunos casos
esto se transformó en una forma de hacer autoconciencia.
Experiencias y relatos
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La furia de las mujeres decía Julieta Kirkwood, provenía de “2000 años de opresión y 8
años de dictadura” (Kirkwood, 1987: 30). En este discurso la experiencia de las mujeres no
estaba signada por la opresión y el agobio del espacio doméstico, sino por la pobreza, la lucha
contra ella y la violencia política. Domitila Chungara en Bolivia, Rigoberta Menchú y Alaíde
Foppa en Guatemala, las madres de Plaza de Mayo en Argentina y otras madres de
desaparecidos del Cono Sur, fueron esas figuras que representaban una experiencia otra que,
más allá de las diferencias de clase o raciales, estaba signada por una violencia que adquiría
modalidades específicas al ejercerse sobre las mujeres.
Las transiciones permitieron pensar sobre la política y las formas de hacer política, la
arbitraria escisión del mundo público y privado, el rechazo por parte de aquellas que llegaron a
los ochenta con ciertos “residuos de insatisfacción” (Costa, 1998) y avizoraban que la
democracia y la reinstitucionalización podía significar un retorno al hogar (de Giorgi 2018a). El
retorno democrático también implicó pensar en al autoritarismo y específicamente en la
experiencia inmediata del terrorismo de Estado. En algunos casos, de forma excepcional podría
decirse, algunos testimonios fungieron como instancias de autoconciencia y reconocimiento de
las dictaduras como dispositivos de extrema violencia patriarcal.
Entonces, se elaboró cierta reflexión feminista que provenía de una experiencia concreta
como fue la de la violencia durante las dictaduras. Como señala Diana Maffia (2004:173) no
puede comprenderse la situación de las mujeres en América Latina sin tener en cuenta las
dictaduras, guerrillas, paramilitares, genocidios, asesinatos impunes y otros fenómenos. Y en
este caso no sólo se trata de tener en cuenta las distintas condiciones de las mujeres, sino cómo
esas experiencias son significadas para visibilizar, comprender y denunciar la opresión sobre la
mujer. La experiencia no tiene así un estatus de verdad per se, sino porque su relato permite
transitar un proceso de subjetivación (Scott, 2001).
En los países del Cono Sur del fin del terrorismo de Estado y de la agenda de DDHH
comenzaron a surgir una serie de relatos en torno al pasado que continuaron décadas después
desde nuevas voces y miradas. En los primeros años de recomposición de las reglas
democráticas y de la liberación de los presos políticos, emergieron algunas memorias que se
transformaron claves para el relato de la experiencia carcelaria. Estos relatos con un fuerte
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carácter denunciatorio del terrorismo de Estado fueron elaborados por los involucrados directos,
que relataron su peripecia carcelaria y permitieron brindar una mirada alternativa al relato oficial
de la subversión.
Este primer corpus de relato estuvo integrado por varones que adquirieron mayor
visibilidad pública y se tornaron protagonistas tanto de la experiencia dictatorial como de la
polarización política de fines de los sesenta. El campo de posibilidades para pensar el pasado
reciente en los ochenta quedó así de alguna manera delimitado por una literatura testimonial
donde los protagonistas eran aquellos directamente involucrados con el accionar violento que
luego sufrirían el encierro y la represión por dichas acciones. El relato se ancló
fundamentalmente en acciones épicas y resistencias heroicas a partir de una voz masculina de
aquellos que oficiaron a nivel del relato testimonial como “militantes de memoria” (Jelin, 2002:
62). Pensar y relatar el pasado desde otras miradas fue un desafío complejo.
Una vez que las mujeres comenzaron a reunirse para revisitar su experiencia y escribir sus
memorias, se tornó posible contar otro tipo de historia. Allí comenzó a hacerse evidente el
carácter de género de la violencia durante el terrorismo de Estado y sobre todo los modos
específicos de resistencia y resiliencia por parte de las mujeres. Contestaron el relato heroico de
la resistencia, dando cuenta de una experiencia carcelaria y su resistencia desde “historias
mínimas”, relatando el mundo de lo privado (de la cárcel) y el relato de una resistencia desde “lo
femenino”. En estos relatos el lugar para la afectividad fue un elemento de ruptura con aquellas
memorias escritas por sus compañeros, y el diálogo un punto de partida para retornar a un
“nosotras” tan común en las memorias de mujeres sobre la cárcel (Forné, 2010).
2 La elaboración del relato a partir de las denuncias sobre violencia sexual sufrida por las mujeres y la nueva
emergencia del movimiento feminista actual, ampliaron las posibilidades de escucha de aquellas voces y
comenzaron a ser revisitadas en un repertorio de transgresiones de género como no había sucedido anteriormente.
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Lilián Celiberti, quien fue secuestrada en 1978 en Brasil junto a sus dos hijos y luego
trasladada a Uruguay, inicia su relato con la salida de la cárcel y el secuestro que la condujo a
ella, para luego dedicar gran parte del libro al relato de la experiencia carcelaria. 5 La salida de la
cárcel es presentada como un momento de retorno “pero no del todo”, en el que se describe la
casa materna, la búsqueda del espejo para mirarse entera y el primer abrazo con su hija
Francesca. El segundo momento del texto es el del secuestro. Allí se enuncia la desnudez, el
interrogatorio, la tortura con descarga eléctrica, el señalamiento de sus captores como “mujer
liberal”, el esfuerzo por mantener la lucidez, recordar su cumpleaños número 29 y la
preocupación por sus hijos ante el riesgo que pudieran correr la misma suerte que los de sus
compañeras Sara y Emilia (a quienes hoy conocemos como Simón Riquelo y Macarena Gelman
pero que en los noventa aún continuaban desaparecidos). Así en las primeras páginas se presenta
una memoria marcada por la condición de mujer, y esta última muy vinculada a la condición de
madre.
Este relato, aunque no menciona de forma explícita la consigna del feminismo de la época
“lo personal es político”, narra la experiencia carcelaria rescatando el registro de lo personal y
buscando politizarlo. En este sentido no es una narración que se recuesta en una idea de esencia
femenina sino por el contrario reflexiona sobre los aspectos adquiridos socialmente. Del relato
nace un “entre mujeres” que permitió dar cuenta de una sabiduría adquirida por fuera de
cualquier manual de comportamiento político
3
Recién una década después comenzaron a circular los volúmenes de Memorias para armar (2001), De la
desmemoria al desolvido (2002) y en 2010 fue publicado Maternidad en prisión política.
4
Cotidiano Mujer surgió como órgano de prensa feminista y se transformó en un actor fundamental de difusión de
temas del feminismo local e internacional, especialmente del latinoamericano. Fue un espacio de encuentro y de
visibilización para las mujeres organizadas, especialmente para aquellas cercanas o comprometidas con el campo de
la izquierda. Fundaron y participaron de esta organización varias dobles militantes y desplegó un discurso anclado
en el “feminismo latinoamericano” y “de izquierda”.
5
Celiberti, militante del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), fue secuestrada en Porto Alegre junto a sus hijos
Francesca de 8 años y Camilo de 13 años. Luego de su secuestro fue trasladada ilegalmente a Uruguay y recluida en
la cárcel de mujeres Punta de Rieles donde permaneció cinco años.
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Esto coincidía con la denuncia de la domesticidad y las exigencias del mandato maternal
del feminismo hegemónico, pero esta crítica provenía de la cotidianeidad carcelaria, en donde
eran juzgadas por haberse desviado de su rol y acusadas de malas madres, no sólo por parte de
las jerarquías militares, sino por la sociedad entera, incluyendo a su propio hijo y a ella misma,
lo que hacía evidente la dimensión estructural del mandato maternal. La idea de la mujer
“objeto” y de los distintos modos de disponer del cuerpo de las mujeres, también es una
reflexión que emerge de este relato en el que Celiberti señala cómo la dominación masculina se
ejerce de múltiples formas y se anticipa claramente a la discusión actual sobre el
“consentimiento”.
La cárcel también fue el espacio de sororidad, aunque aquella palabra aún no circulaba en
el feminismo del Cono Sur. Entre las presas construyeron un lazo con el que antes no contaban,
que implicó complicidad y cuidados desde las mujeres. Fue en la cárcel en donde la voz mujer
comenzó a ser enunciada. Del “infierno” (sala de torturas) regresaba una prisionera política y
una mujer, que era recibida por sus compañeras que le cantaban Palabras para Julia:7 “Te
sentirás perdida, acorralada, te sentirás perdida o sola, tal vez querrás no haber nacido” (...)
Nunca te entregues ni te apartes, nunca digas no puedo más, no puedo más aquí me quedo (...)
La vida es bella, ya verás cómo a pesar de los pesares…”.
6
Como señala Hiner (2015), las presas políticas de las dictaduras del Cono Sur desarrollaron modos específicos de
resistencia a la peripecia carcelaria, que contribuyeron además a repensar los sentidos de la resistencia.
7
Poema de José Agustín Goytisolo, musicalizado y cantado por Paco Ibáñez, Mercedes Sosa, Liliana Herrero, entre
otros, referenciado de forma muy recurrente en los relatos de las mujeres expresas y un tema musical central del
largometraje Migas de Pan sobre la violencia sexual sufrida por las militantes uruguayas.
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mundo que no nos pertenece. En el calabozo se experimenta esa soledad, que paradojalmente se
parece demasiado a la soledad vivida en libertad.
Respiras hondo, llenar los pulmones primero, después la cavidad del estómago,
aflojar los músculos. Todos, pensar en ellos y relajarlos. Cerrar los ojos nuevamente,
dejar de pensar. El ojo no me deja. Intentarlo nuevamente. Llenar los pulmones,
retener el aire, así era en el parto, también en ese momento estaba sola pero el ojo no
estaba, ahora sólo dormir y que el ojo deje de mirarme, es sábado y no me pondré un
vestido para ir al cine. Es sábado y ese foco de luz sobre mi cabeza levanta una
pared para espantarme los duendes. No puedo llamar a nadie. Es sábado y estoy sola
y tengo sobre mi cabeza un ojo fijo implacable helado y es como dice Idea: “estoy
sola, sola y estoy sola y soy sola aunque a veces un sábado de noche me invada a
veces una nostalgia enorme de la vida. (1990:43).
Celiberti señala con todas las palabras que como mujer vivía en una celda, una celda que
incluso era más difícil visualizar y por tanto huir que aquel terrible calabozo al que había sido
confinada. Un calabozo en el que había experimentado la mayor soledad y vulnerabilidad, al
mismo tiempo que un proceso de profunda reflexión existencial. Un específico ejercicio de
traducción se realizaba además de la idea del cuarto propio de Virginia Woolf y no era este un
cuarto dentro de un hogar en el que la mujer necesitaba refugiarse, escribir y encontrarse. El
cuarto propio, su habitación, era al mismo tiempo su celda. Allí se había encontrado consigo
misma y la experiencia carcelaria, aun desplegada en un contexto de extrema violencia, es
presentada como liberadora. La cárcel había permitido pensar sobre el ser mujer dejando al
descubierto otra cárcel, claramente, la del patriarcado.
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Ana Laura De Giorgi
Este texto no es sólo un relato sobre el pasado para la denuncia y la verdad. Es una
intervención que permite conocer una experiencia carcelaria y cómo fue significada desde una
lectura feminista. Y es también un testimonio sobre un devenir feminista que no puede pensarse
sin el terrorismo de Estado y que revisita este fenómeno desde otros marcos interpretativos que
el feminismo provee.9 El mandato biológico, la soledad y vulnerabilidad, la cosificación de la
mujer, la escisión entre lo personal y lo político, la imposibilidad de otorgar un estatus político a
una experiencia no desplegada en el espacio público, son todos componentes de una reflexión
feminista que se produce a partir de la experiencia carcelaria.
La cárcel implicó para muchas presas el encontrarse entre mujeres y refugiarse en esa
condición para la resistencia de la peripecia carcelaria. Paradojalmente la cárcel aparece como
un espacio más propicio para visibilizar y experimentar un entre mujeres que otros espacios
menos intervenidos por la dictadura. Algunas pocas pudieron hacer de esta experiencia un
ejercicio de autoconciencia con el poco instrumental conceptual que disponían, pero la
recomposición democrática no ofreció mayores posibilidades de revisitar el pasado para aquellas
ex-presas mujeres. Como señala Celiberti, el “afuera” requería de aquel que no le diera muchas
vueltas al asunto y por tanto las condiciones para intercambiar y pensar sobre lo que había
sucedió adentro – en la cárcel – no estaban dadas:
8
En el texto de Marina Cardozo y Lourdes Peruchena (2005) en el que se analizan relatos de mujeres en Memorias
para Armar, se señala como algunas presas resistían la idea de hacer de la celda un hogar a través de ciertos
adornos por considerar a estos ámbitos absolutamente opuestos, por considerar al encierro “institucionalizado” en
oposición a la libertad hogareña.
9
Hiner (2015: 879) también señala este fenómeno de cómo los exilios y las experiencias carcelarias permitieron a
las mujeres reflexionar y revisar sus trayectorias desde su condición de mujeres.
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Este testimonio oficia como práctica enunciativa distinta que permite construir otros
saberes (Costa y Álvarez, 2013:583). Este texto aporta entonces elementos para
comprender un contexto histórico específico en el que se desplegó la reflexión feminista y
para considerar las condiciones de habla, así como de escucha. Además, es una
intervención política de aquellas que tomaron la palabra. Una práctica que adquiere en este
sentido un status político y que puede ser problematizada históricamente como otras
intervenciones del feminismo del sur (Ferreira, 2014:147).
Un aporte clave en este sentido fue el de la feminista chilena Julieta Kirkwood, una
referente para las feministas, fundamentalmente de la izquierda en el Cono Sur y cuyas ideas
circularon ampliamente por la región en los ochenta hasta su temprano fallecimiento. El título de
uno de sus textos anunció lo novedoso de su aproximación: “El feminismo como negación del
autoritarismo” (1983). En este ensayo Kirkwood interpreta el autoritarismo del régimen
dictatorial como el resultado del autoritarismo extremo de las fuerzas militares más el
“autoritarismo subyacente en la sociedad civil”. En su análisis el conservadurismo del
terrorismo de Estado se había logrado instalar con un programa completo respaldado en una
ideología tradicional autoritaria, cautelosa del orden, que no habían podido ser desafiada por las
apuestas del “cambio social”, “progresistas o revolucionarias” que sólo se habían constituido en
un ámbito público, “totalmente ajenas a las relaciones sociales y conductas cotidianas, reales”
(1983:7).
La democracia que se transformó casi en la única idea disponible para ordenar la discusión
político-ideológica de las salidas de las dictaduras del Cono Sur delineó también la recepción de
las ideas feministas. La dicotomía autoritarismo-democracia articuló identidades separando un
“nosotros de un “vosotros”, “autoritarios versus demócratas” (Lesgart, 2003: 68) y también
incidió en los modos de pensar la condición de la mujer. Las feministas revisaban sus
trayectorias personales y tanto en el espacio público como en el privado decían haberse
encontrado con prácticas autoritarias. Reclamaban desde otras formas de hacer política hasta
parejas y familias “democráticas” (de Giorgi, 2018a). Todas demandaron el slogan chileno que
se extendió por la región: “Democracia en el país y en la casa”.
La intervención de Julieta Kirkwood, también es parte de una discusión regional sobre los
autoritarismos, guerras y ocupaciones en países de América Latina que hacen al contexto en el
que se desarrollan las iniciativas feministas de fines de los setenta y ochenta. De hecho, según
Jadwiga Pieper (2010: 219), las chilenas retornaron con la consigna “democracia en la casa”,
luego de participar en las discusiones del Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del
Caribe (EFLAC) realizado en Bogotá en 1981, en el que pudieron establecer el vínculo entre la
violencia doméstica sufrida dentro de los hogares y la violencia política hacia las mujeres en los
regímenes militares.
Sobre este tipo de violencias desde el Estado, los ejércitos y la policía, las feministas
latinoamericanas intercambiaron sus experiencias y pensaron la dimensión estructural de la
opresión y la violencia hacia las mujeres. En el Cuarto Encuentro Feminista Latinoamericano y
del Caribe realizado en Taxco en 1987, se integró un contingente importante de mujeres que
provenían de una experiencia directa con la violencia institucional o que se habían sumado a
procesos revolucionarios. Cubanas, guatemaltecas, nicaraguenses, salvadoreñas, participaron del
EFLAC realizado en Taxco. Allí la violencia de las mujeres latinoamericanas fue nuevamente
denunciada y varias interpretaron su condición de mujer como una resistencia constante a una
violencia de dimensiones estructurales. Una de las participantes de este Encuentro declaró estar
“tan cansada del régimen impuesto por su marido, como por el de Somoza (Sternbach, 1994:
284).
Que el veinticinco de noviembre sea una fecha nacida desde América Latina no es
casualidad. Desde su origen la denuncia de la violencia hacia las mujeres se realizó denunciando
su carácter público, denunciando el carácter patriarcal de los Estados latinoamericanos que las
habilitan a ser botín de guerra en intervenciones y terrorismos. Desde los feminismos
latinoamericanos se comenzó a poner en evidencia cómo la violencia llamada “privada” en
aquel tiempo no tenía tal carácter y que la violencia ejercida por el Estado era patriarcal, tal
como se declaró en el informe final del EFLAC realizado en Brasil en 1983:
Nos enojamos cuando una mujer es golpeada por su esposo, cuando una mujer es
violada por un grupo, por el joven de la esquina o por su propio marido, en estos
casos todas protestamos y reclamamos por justicia y castigo. Entonces ¿no
deberíamos reclamar lo mismo cuando los violadores son los tenientes, los coroneles
o un simple soldado?11
Cabe señalar que este tipo de aproximaciones no fueron las más recurrentes en la
interpretación sobre las violencias durante los terrorismos de Estado, las ocupaciones y las
10
Tercer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, Informe Final, 1983:26.
11
La República de las Mujeres, 18 de marzo de 1989: 3.
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guerras, pero sí que una parte importante del feminismo reflexionó a partir de esa
experiencia y buscó conceptualizarla desde nuevos marcos de interpretación.12 La guerra
como tal no fue un tema de preocupación central para el feminismo del Cono Sur, pero sí
la dimensión institucional de la violencia hacia las mujeres. La reflexión sobre la
condición de las mujeres en América Latina parte de una experiencia compartida que es la
de la violencia estatal y paraestatal.
Viajaron muchas ideas del norte al sur, pero algunas hicieron un recorrido de sur a
sur. En 1987 la revista Fempress dio cuenta de un cántico en el Encuentro Feminista en
México, como resultado de “una reapropiación de una consigna venida muy del sur”13. Por
las calles de Taxco en México, las feministas marcharon cantando: “Y va a caer, y va a
caer, el patriarcado va a caer”, una reelaboración del “se va a acabar, se va a acabar, la
dictadura militar”.
Apuntes finales
Este artículo se elaboró con el propósito de dar cuenta de ciertas experiencias de mujeres
latinoamericanas, especialmente de aquellas del Cono Sur en relación al terrorismo de Estado y
cómo esa experiencia fue significada e incorporada a un proceso de reflexión feminista. Para el
caso de la intervención que se produce con el texto Mi habitación, mi celda, allí se puede
apreciar un ejercicio de introspección feminista que inaugura una mirada particular sobre las
dictaduras y que se elabora principalmente a partir del relato de una experiencia concreta. El
disparador para la reflexión feminista no es el agobio del espacio doméstico, no es la
imposibilidad de participar en el espacio público ante estructuras patriarcales, sino que emerge
de una experiencia extrema que hace evidente el lugar subordinado de las mujeres, tanto adentro
como afuera de la cárcel.
12
El movimiento gay-lésbico también reflexionó y denunció cómo la violencia que había sufrido la disidencia
sexual durante las dictaduras no se había interrumpido con la reinstalación de las democracias, aunque su marco de
interpretación fue el de los Derechos Humanos hegemónico para aquel contexto (Sempol, 2014).
13
Fempress, 1987, N° 76, 1986: 1
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La cárcel como la violencia es un hecho colectivo a las mujeres y por tanto su reflexión se
produjo en conjunto. Con pocas palabras para nombrar lo innombrable las latinoamericanas
hicieron de la violencia institucional compartida un punto de encuentro, de reflexión y denuncia.
La denuncia de los terrorismos de Estado como la máxima expresión patriarcal fue un resultado
del intercambio entre quienes sufrieron y resistieron la violencia institucional. La reflexión sobre
la violencia fue un punto central para impugnar la divisoria de lo privado y lo doméstico, o al
menos para señalar el origen compartido de las violencias domésticas e institucionales. Aunque
este pensamiento provino de una experiencia concreta, no quedó limitado a ella, las mujeres del
sur no sólo testimoniaron en tanto víctimas, sino que repensaron esa experiencia y le otorgaron
un estatus político.
Quienes pensaron en la violencia institucional en esta clave no sólo elaboraron una mirada
específica sino tomaron cierta distancia de la concepción de los regímenes del terrorismo de
Estado como instancias excepcionales y por tanto pasibles de ser superadas con la reinstalación
de los regímenes democráticos. Por el contrario, las dictaduras fueron concebidas como
regímenes que se sostuvieron con un autoritarismo vigente también en la sociedad como
señalaba Kirkwood y desde el ámbito institucional. El Estado en esta interpretación no era
neutral. Aunque poco conocida esa lectura, antecedió o convivió con la interpretación que
hicieron otros colectivos subalternos que sufrieron y sufren la violencia institucional durante los
regímenes dictatoriales y también en democracia. Disidentes sexuales de sectores populares,
colectivos indígenas y afrodescendientes, sufren y denuncian una violencia institucional que se
despliega tanto durante los regímenes “de excepción” como en los de estabilidad democrática.
Transcurrieron varias décadas para que la violencia contra las mujeres fuera concebida
como un fenómeno político, para que la figura del feminicidio se incorporara en la
jurisprudencia de algunos países latinoamericanos y las movilizaciones en torno al “Ni una
menos” recorrieran el mundo, pero sin dudas este largo recorrido tiene sus antecedentes en una
reflexión realizada por quienes enfrentaron la violencia como una de las principales marcas del
patriarcado. El vasto campo de reflexión en torno a la violencia patriarcal y todas sus
gradaciones, no puede comprenderse sin la contribución del feminismo del sur.
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Fuentes
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Año 6, Nº 11. Córdoba, Diciembre 2019- Mayo 2020. ISSN 2250-7264
Florencia Grossi
Si toda lectura habilita posibles viajes e interpretaciones, un libro multiautoral que reúne
trece investigaciones de varios países de América Latina, agiganta todavía más las opciones
de abordaje. Los editores, sin embargo, nos proponen algunas pistas para transitar esta
experiencia de lectura. Primero, afirman que la historia cultural latinoamericana acuñó una
asimilación crítica de la fraguada en Europa desde la segunda mitad del siglo XX, razón por
la cual es indispensable reflexionar sobre la recepción de estos “patrones occidentales como
un fenómeno histórico en sí mismo” (p. 8). Es posible registrar en la historia cultural la
elaboración de lecturas “endémicas” en conexión con estos patrones “exógenos”. No
obstante, y ésta es la hipótesis central, este vínculo siempre complejo, que se acrecentó a
partir de la década de 1980, solo fue posible por la “sensibilidad culturalista” que la región
cultivó previamente al “giro cultural” europeo. Podemos pensar que existe algo similar a un
corpus propio de la historia cultural latinoamericana, en el que se localizan las definiciones
del antropólogo cubano Fernando Ortiz, los estudios sobre la “cultura urbana” de José Luis
Romero, la propuesta de Ángel Rama sobre la “cultura letrada”, o la obra de Néstor García
Canclini, donde su concepto de “hibridaciones” resultó en una perspectiva para comprender
las “culturas populares” (p. 10). Segundo, los editores enuncian que encontraremos en todos
los estudios un “tópico vertebral” de la historia cultural de la región: una apuesta por una
comprensión más precisa de las relaciones de poder que nacen del examen de las
significaciones que los actores del pasado dieron a sus prácticas (siempre partiendo de una
noción antropologizada de cultura) (p. 8). La historia cultural hoy implica, de esta manera,
desplegar una actitud de agenciamiento permanente tanto para pensar los actores como los
insumos del saber historiográfico. Tercero, el libro reúne un conjunto de investigaciones que
practican una “renovación historiográfica”. Encontraremos estudios sobre temas clásicos de
la historia social y política (esclavitud, género, clase, juventud, poder) atravesados por
lecturas y metodologías de la nueva historia cultural. Discursos, representaciones, circulación
de ideas y saber, recepción, memoria, serán entonces, los problemas reelaborados por los
autores.
Historia cultural hoy está compuesto de tres partes. En la primera se presentan los artículos
dedicados a las “Circulaciones: la historia cultural en movimiento”. Las contribuciones
intentan problematizar la relación centro-periferia en la producción intelectual. Mas que un
análisis de la noción de “influencia” de las propuestas elaboradas en las academias
hegemónicas, los artículos buscan develar la “práctica de antropofagia intelectual” atribuida
a los historiadores latinoamericanos –una forma de ser que evoca la ya emulada por la
vanguardia brasileña al referirse a la identidad continental− (p. 20). La recepción de la
historiografía europea, en particular la Escuela de los Annales, es analizada por Carlos
Escuela de Humanidades. Universidad Nacional de San Martín, Argentina. Correo electrónico:
florencia_mar20@yahoo.com.mx
Aguirre Rojas, en un recorrido que abarca varias décadas del siglo XX; mientras que Julio
Bentivoglio centra su atención en la importación de la corriente francesa ligada a la “nueva
historia cultural” en Brasil. Dos artículos más se ubican en esta primera parte del libro. El
escrito de Max S. Hering Torres, historiador colombiano, contiene una precisa y extensa
explicación sobre la práctica de la “microhistoria” latinoamericana, y un artículo de Mariana
Canavese reflexiona acerca de la relación entre la historia intelectual y la historia cultural.
Las otras dos partes de Historia cultural hoy reúnen muy buenos trabajos de investigación
que pueden ser leídos como aplicaciones de las metodologías e interpretaciones de la nueva
historia cultural, pero también, como artículos que en su conjunto dan un panorama amplio
sobre temas de investigación en desarrollo (muchos de ellos ofrecen una extensa
bibliografía). Los editores –entiendo que con el fin de destacar ciertos incisos de estas
investigaciones individuales− agruparon los artículos en dos apartados: “La cultura en
tensión: imaginarios negociados, hegemonías disputadas…” y “Textos y contextos: usos
sociales y políticos de las representaciones”. Ubicamos aquí investigaciones acerca del
imaginario médicos de fin de siglo XIX en Santiago de Chile; la producción de significados
políticos y culturales sobre la juventud en la Argentina de la década de 1980; un análisis de
los vínculos nuevos entre clase y otros conceptos como género, juventud, y domesticidad; un
estudio de la “teatralización del poder” en la cultura cortesana virreinal; la revisión de los
códigos de conducta y valores de los libertos entre fines del siglo XVI e inicios del XVII en
La Plata, Charcas; la reconstrucción de la memoria colectiva cruceña a principios del siglo
veinte como una historia social del recuerdo; y finalmente, los usos políticos de la idea de
género para movilizar a las mujeres chilenas en la década de 1950.
La lectura de Historia cultural hoy permite detectar, finalmente, dos líneas de exploración.
Una reafirma la premisa que sostiene que la historiografía latinoamericana actual está desde
hace tiempo en sintonía con el auge de la historia cultural como modelo interpretativo. Un
verdadero Cultural Turn no homogéneo sino más bien polifónico, que como señala Philippe
Poirrier (2012), se observa a nivel internacional. Nos encontramos frente a un libro
multiautoral que ofrece un paneo sugerente al reunir artículos de varios países y academias
latinoamericanas. De manera resumida podemos decir que encontramos una historia cultural
de lo social y lo político (tópicos recurrentes latinoamericanos), y una ampliación de temas
y problemas ligados al estudio de las representaciones, los imaginarios, las hegemonías, los
símbolos y la ritualidad.
La otra línea de exploración circunda un núcleo que excede la reflexión historiografía aunque
también la incluye: cómo pensar la cultura latinoamericana como práctica de antropofagia y
mestizaje. No es casual que los editores insistan sobre este punto al final de su Introducción:
“la obra ofrece al lector la opción de visualizar los gestos de antropofagia” (p. 20). El dilema
tiene una larga saga reflexiva. Podemos entender estos “gestos de antropofagia” en la historia
cultural como parte de un “modelo del encuentro” (Peter Burke, 1997) donde los
historiadores culturales se han preocupado por estudiar el conflicto, el choque, la invasión o
sinergia cultural entre dos modelos, aunque sin dejar de lado los aspectos destructivos de la
conquista. Asimismo, podemos pensar la historia cultural en el encuadre del “pensamiento
mestizo” elaborado por Serge Gruzinski (1999). Pero ni una ni otra definición evita los
interrogantes acerca de cómo se mezclan estas culturas, en qué condiciones, en qué
circunstancias, a qué ritmo, y en todo caso, qué de una y de otra se observa en el resultado
final –si esto es posible−. Historia cultural hoy ofrece al lector algunos incisos al respecto y
sobre todo enuncia los interrogantes. Esperamos que esta obra sea la primera de una nómina
de investigaciones que persiga los mismos fines.