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ÀREA: HUMANIDADES
LA ABNEGACIÓN
La abnegación, para ser tal, ha de tener por finalidad el Bien Supremo, ya que en otro caso no sería
completa ni perfecta, pues tratándose de bienes relativos, todos ellos pueden dejarse por otro mejor.
Se entiende en este sentido por abnegación la renuncia o el sacrificio hecho de una cosa por una
causa cualquiera. Esta clase de abnegación es más o menos perfecta, filosóficamente hablando,
según sea la causa que la motive. Hecha por fines humanos ha sido practicada en todos los tiempos.
La vida es una continua abnegación, pues siempre se sacrifican unos bienes para alcanzar otros.
También se llama abnegación, algunas veces, al acto o idea contrarios al egoísmo; en este sentido la
caridad, el desinterés, el altruismo y la filantropía pueden entrar, según sus fines, en una u otra de las
clases referidas.
Una madre es el mejor ejemplo ya que sacrifica todo por sus hijos para brindarle felicidad y un mejor
futuro, como también una esposa que renuncia su trabajo por entregarse a su hogar, entre otros.
Ahora bien, ¿es realmente sensato ser abnegado? Claro que sí. Pablo sabía por experiencia propia
que tener ese espíritu trae abundantes recompensas. A él le produjo gran felicidad y una inmensa
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satisfacción personal. Se lo explicó a los ancianos de Éfeso cuando se reunió con ellos en Mileto y les
dijo: “En todas las cosas les he exhibido que por medio de laborar así [con abnegación] tienen que
prestar ayuda a los que son débiles, y tienen que tener presentes las palabras del Señor Jesús, cuando
él mismo dijo: ‘Hay más felicidad en dar que en recibir’” (Hechos 20:35). Millones de personas han
descubierto que tener este espíritu causa mucha felicidad ahora mismo. También traerá gozo en el
futuro, cuando Jehová recompense a quienes anteponen Sus intereses y los de los demás a los suyos
propios (1 Timoteo 4:8-10).
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