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1. Introducción
¿Por qué predicamos? Predicamos para revelar a Cristo (1 Cor. 1:23; Ef. 3:8). Él es la
única fuente de salvación y poder para la vida (Juan 14:6; 15:5). Es decir, solo Él provee
la justificación y la santificación. Aparte de Él no podemos hacer nada.
Una pregunta seria para evaluar es: Si no estoy predicando a Cristo entonces ¿por qué
estoy predicando? Si no estoy predicando a Cristo como la única solución a la
condición caída no estoy predicando el evangelio. Mas bien, es probable que esté
predicando moralismo o legalismo.
En este taller no puedo dejar pasar la oportunidad de una vez más poner frente a
ustedes la necesidad imperiosa de enfocarnos en Cristo en la predicación. En esta
lección quiero resaltar algunos conceptos primordiales de la predicación Cristo-
céntrica. En el curso "Introducción a la Homilética" ya presentamos conceptos muy
profundos para ayudarles en la predicación Cristo-céntrica. Vamos a revisar algunos
de estos conceptos para reforzarlos y extenderlos. Adicionalmente, exploraremos
otros conceptos para profundizar nuestro conocimiento de la predicación Cristo-
céntrica.
Quiero aclarar que lo que se presenta en esta lección no es una nueva forma o
metodología de hacer predicación. Es una filosofía, teología, y perspectiva sobre la
predicación que debe cambiar el objetivo y el contenido de la predicación pero no la
forma de preparar la predicación.
No es la intención de esta lección rehacer el cimiento ya establecido en el curso
anterior. Por eso recomiendo que ya deben haber leído ese curso, particularmente la
lección 4 sección 3 y toda la lección 7.
2. Fundamento básico
El supuesto es que esta fórmula permea toda la Biblia. En cada capítulo de la Biblia vas
a encontrar explícitamente o implícitamente la condición caída y la gracia. Repito: lo
que subyace, lo que esta detrás de cada capítulo, es condición caída y gracia. A veces,
explícitamente solamente vas a observar la condición caída o la gracia. Nota que el
supuesto indica que aún el Antiguo Testamento apunta a la gracia.
Como resultado, cada predicación debe explicar cómo la condición caída está resuelta
por la gracia. La condición caída debe ser la de la audiencia original del pasaje
contextualizado a la audiencia actual. La gracia es la gracia de Dios en Cristo Jesús.
Bryan Chapell propone que hay dos palabras y dos preguntas para incluir en toda
predicación.
1. Necesidad: ¿Qué revela este texto de la necesidad humana que requiere la obra
de Cristo?
2. Provisión: ¿Qué revela este texto de la provisión de Dios que provee la obra de
Cristo?
Vamos a explorar esto en más profundidad y evaluar más versículos que apoyan este
concepto. El punto que quiero resaltar y que quiero que se lleven es que toda
predicación Cristo-céntrica debe usar una condición caída para llevar la audiencia a la
gracia de Dios. (No se olviden de las diferentes variaciones para expresar esto:
necesidad => provisión, incompleto => completo, condición caída => gracia.)
3. Fundamentos Avanzados
Gracias a Dios que nos explica el evangelio de una forma tan sencilla que aún un niño
de dos años puede entenderlo. Gracias a Dios que también las profundidades del
evangelio no tienen fondo y nunca deben aburrirnos. Deben fascinarnos. Vamos a
explorar más de las profundidades de la predicación Cristo-céntrica en esta sección y
ampliar sobre la sugerencia básica presentada en la sección anterior.
Nota que la parte central vertical es lo mismo que el gráfico básico. Los conceptos
alrededor de este eje central son para que puedan observar objetivos más detallados
de la predicación. Se puede resumir el gráfico avanzado en ocho aspectos: perfección,
ley, condición caída, gracia, amor, imitar, arrepentir, fe. Abajo se explicará cada
aspecto de este gráfico con la esperanza que les ayude a percibir la belleza de la
predicación y cómo sus partes se interrelacionan con Cristo.
Dios es perfecto (Deut. 32:4; Mat. 5:48). Su carácter, sus atributos, sus perfecciones son
exquisitas. Su belleza es asombrosa y admirable (Sal. 27:4). Debemos glorificar y
adorar a Dios por quien es (Is. 6:3; 43:7; Juan 17:4; Apo. 4:11). Su palabra despliega su
esplendor (Sal. 8:1; Sal. 145:5). Entonces parte de cada predicación debe mostrar la
belleza y la perfección de Dios para que su pueblo lo percibe y le adore. Queremos
hacernos a un lado como predicadores y ayudar a que el pueblo contempla la
hermosura del Señor.
Nuestras predicaciones deben ser como cuando Dios escondió a Moisés en la peña, la
gloria de Dios pasó frente a Moisés, y la voz de Dios explicó su carácter (Ex. 33:18-23;
34:5-8). Como resultado, Moisés se inclinó al suelo y adoró. Queremos que a través
de la predicación el pueblo de Dios escuche su voz explicando su carácter, que vean la
gloria de Dios, y que como resultado adoren. Me fascinan las características de Dios,
su pureza, sus atributos. Y quiero que el pueblo de Dios lo pueda contemplar y adorar
en cada sermón que comparto. Por eso es importante preguntarnos ¿Cómo revela
este pasaje las perfecciones de Dios? para que luego pueda ayudar al pueblo a
contemplarlo y admirarlo.
3.2. La ley
¿Cuál es la función de la ley? Una vez estaba explicando las funciones de la ley en una
iglesia y una mujer, muy atenta, me paró y dijo ¿Qué dijiste? Estaba explicando que la
ley es buena y es un regalo de la bondad de Dios. Ella empezó a llorar y dijo "Siempre
pensé que la ley era algo negativo, que nos decía lo que no debíamos hacer. Nunca
entendí que la ley nos explica cómo es Dios para que lo podamos conocer mejor."
Esta es una de las funciones más importantes de la ley. Nos muestra quién es Dios.
Nos muestra sus perfecciones. Vez tras vez en la Biblia se repite "Sean santos, porque
yo soy santo" (1 Pedro 1:16). Jesús dijo "Por tanto, sean perfectos, así como su Padre
celestial es perfecto" (Mat. 5:48). "Sean santos" y "sean perfectos" son el tema global
de la ley. Es decir, todos los imperativos son subtemas que encajan bajo de estos
temas. "No robes" (Deut. 5:19) y "dad gracias" (1 Tes. 5:18) son imperativos específicos
que son parte del imperativo general "sean santos". Nota que la razón de ser de la ley
es para que seamos coherentes con el carácter de Dios, con cómo piensa y actúa Dios.
La ley nos explica la belleza del Señor (Sal. 19:7-9) para que podamos percibir y
apreciar sus perfecciones y para que podamos deleitarnos en su belleza.
Pero otra función de la ley es explicarnos el gran abismo que existe entre nosotros y
Dios. La ley revela pecado. "No hay justo, ni aun uno… No hay nadie que haga lo
bueno; ¡no hay uno solo!... todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" (Ro.
3:10, 12, 23). Por esto la ley nos acusa, condena, y declara una sentencia de muerte
(Ro. 7:9-10; 8:2; 2 Cor. 3:6-9).
En este aspecto la ley es como un espejo (San. 1:23). Miramos el espejo y nos damos
cuenta de cómo realmente nos vemos. Somos pecadores. Nos damos cuenta que
necesitamos un salvador. Cuando contemplamos las perfecciones de Dios en la ley,
revela nuestra condición caída. Revela quiénes somos sin Cristo. Cuando predicamos
queremos que la audiencia entienda claramente que ellos no cumplen la ley
presentada, comparten de la condición caída, y desesperadamente necesitan implorar
la ayuda de Cristo para la justificación y la santificación.
Por eso la ley es también un tutor que nos lleva a Cristo. "De manera que la ley ha
venido a ser nuestro ayo para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados
por fe" (Gal. 3:24; Ro. 3:20; 10:4). La ley apunta a la gracia. La fórmula que expresa
esto es: ley => gracia (o imperativo => indicativo). Es decir, los imperativos apuntan al
y requieren el indicativo. Un imperativo es lo que debemos hacer en Cristo. El
indicativo es la gracia que Dios nos ha regalado en Cristo. Otra definición del
indicativo es "Cristo en vos" (Col. 1:27). Un imperativo explica lo que debemos hacer
para agradar a Dios. Pero nuestras naturalezas pecaminosas no tienen la capacidad de
agradar a Dios. Por eso necesitamos el indicativo, Cristo y sus fuerzas, para que
podamos agradar a Dios. Cada predicación debe apuntar a Cristo como la única
solución para la condición caída del hombre.
3.4. La gracia
¿Qué es la gracia? ¿Es licencia para hacer lo que quiero hacer? ¿Es gracia barata? Un
pastor me dijo, "Yo estoy de acuerdo con la teología de la gracia. Pero cuando lo
predico produce relajamiento en la audiencia." ¡Que buen comentario! Estoy muy
agradecido que este pastor tuvo el ánimo de compartir su inquietud. ¿Es cierta esta
observación? ¿Si predicamos gracia entonces la iglesia no va a querer buscar agradar
a Dios con toda su pasión y corazón? ¿La gracia produce relajamiento y desobediencia
(antinomismo)? ¿Qué opina la Biblia?
"Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los
hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos,
vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente, 13 aguardando la esperanza
bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador
Cristo Jesús, 14 quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda
iniquidad y purificar para sí un pueblo para posesión suya, celoso de buenas
obras." (Tito 2:11-14, LBA)
Pablo opina que la gracia enseña obediencia. La gracia no enseña a pecar. ¿Por qué?
Porque la gracia enseña la profundidad de la obra redentora de Dios para nosotros y
su gran amor. La gracia produce frutos de arrepentimiento. Si Cristo está en nosotros
vamos a actuar de una forma correspondiente. Los perros ladran porque son perros.
Los gatos maúllan porque son gatos. Cada tipo de creación produce acciones
correspondientes a su tipo. Y los cristianos producen frutos de Cristo porque son en
Cristo.
Nosotros somos peores de lo que podemos imaginar. Pero Dios es lejos mejor de lo
que podemos imaginar. Todos los héroes de la Biblia son horriblemente defectuosos,
menos por uno: Jesús. Si Dios pudo usar a los héroes rotos de la Biblia, incluyendo a
David, Abraham, y los apóstoles con sus miedos y traición, entonces hay esperanza
para nosotros. La predicación de gracia debe producir una profunda esperanza en
cada uno de nuestros oyentes.
3.5. La imitación
Hay que enfatizar las dos en nuestra predicación. Piensen en las predicaciones que
han escuchado. ¿Cuántas se caracterizan por el "no" y les falta el "si"? ¿Recuerdan la
historia del sacerdote en Valledupar que predicó los diez mandamientos sin mencionar
a Jesús? Predicó ley sin ofrecer la solución. Muchos predicadores protestantes
solamente predican "no deben hacer" tal cosa. Se reducen a predicar un moralismo y
legalismo ineficaz e inútil cuando hay un mensaje lejos mejor. Este mensaje tan
asombroso y maravilloso es el evangelio: Cristo en nosotros (Col. 1:27).
Muchos cristianos en sus vidas personales hacen lo mismo (Gal. 3:3). Aplican una
"curita" a un cáncer cuando necesitan el cirujano. Sus vidas se convierten en "no debo
hacer" y llegan a ser amargados consigo mismos y enojados con otros porque no lo
pueden hacer. O viven una ilusión de "obediencia" (porque no se dan cuenta de la
imposibilidad de agradar a Dios por sus propios méritos) cuando en realidad su
obediencia es desobediencia. Reducen la relación con Cristo a ley una vez más.
Reducen los requerimientos de Dios a algo posible para la obediencia humana. Son
como los Fariseos que dijeron "¡Qué bueno que soy! Diezmo la décima parte." Pero
olvidaron las cosas más importantes. Olvidan la parte positiva. Olvidaron de enfocarse
en Cristo y preguntar: "¿Cómo es Cristo?", "¿Cómo puedo vivir su carácter?" Como
consecuencia no viven con una actitud de "Cristo dame más de ti, te necesito tanto"
sino una actitud de autosuficiencia. Desafortunadamente muchas predicaciones
refuerzan este legalismo y moralismo. La predicación debe remover cualquier base
para la creencia que la obediencia humana puede producir el tipo de vida que requiere
el evangelio. Debe llamar a un ciclo continuo de profundo arrepentimiento y a un
profundo retorno a Cristo. El nivel de vida de Cristo requiere a Cristo. Y Cristo nos
desafía a crucificar al pecado y permanecer en Él, no solamente una vez sino como
forma de vida.
3.7. El amor
"El amor de Cristo nos obliga, porque estamos convencidos de que uno murió por
todos, y por consiguiente todos murieron. Y él murió por todos, para que los que
viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado." (2 Cor.
5:14-15, NVI)
4. Teología de la santificación
Cada predicador y maestro debe tener una respuesta a la pregunta: ¿Cómo crezco en
mi santificación? La respuesta a esta pregunta es vital y debe permear la forma en que
uno predica y enseña porque determina la respuesta a la pregunta ¿Cómo ayudar a
otros a crecer en su santificación? Desafortunadamente la respuesta en muchos casos
es solamente "esfuérzate más".
Ahora/Pero todavía no: Mientras busco ser santificado, debo recordar que vivo en dos
"eras" que se solapan. La primera es la era (o época) presente y mala, que es resultado
de la caída (Gal. 1:4). La segunda es la era nueva y redentora inaugurada por Cristo
Jesús. Estas dos eras se superponen en mi ser. Mi naturaleza exterior está decayendo,
pero mi naturaleza interior está siendo renovada día tras día (2 Cor. 4:16). Tendré mi
naturaleza pecaminosa conmigo hasta el día que muera (Ro. 7:14-20). Debido a esto
no puedo separarme de o evitar el mundo de forma exitosa. Puedo esperar crecer y
producir fruto, pero no puedo tener la expectativa de ser perfectamente santificado en
esta vida.
Dolor: Mientras que pedimos que Dios nos santifique, no debemos ser sorprendidos
por el dolor. Podar una planta le produce dolor. En muchas situaciones Dios esta más
interesado en nuestra santificación que en nuestra comodidad y confort.
Cooperación: La santificación, como la justificación, es solo por gracia, solo por fe, solo
por Cristo. Entonces, dependo totalmente de Dios para la santificación (Gal. 3:3).
Debo orar y pedir más fe, y que Él me cambie, y que produzca fruto en mi. Sin
embargo, la Biblia claramente da responsabilidad al hombre por su santificación. El
hombre no puede ser pasivo. Por eso debo usar los medios ordenados por Dios para
tal fin.
Medios: ¿Cómo crezco en Jesús? Por los medios de gracia. ¿Cuáles son? Los medios
ordenados incluyen la palabra, los sacramentos, la adoración, la oración. Si te
preguntas ¿por qué no estoy creciendo en Jesús? deberías preguntarte ¿estoy
asistiendo a los cultos, escuchando la predicación de la palabra de Dios, leyendo la
Biblia, participando en los sacramentos, y orando?
Predicación: Escuchar la predicación de la palabra es importante. Pero el tipo de
predicación que escuchas también es importante. Debe ser centrada en Cristo, reflejar
la relación entre la ley y el evangelio, y equilibrar el imperativo y el indicativo. Estos se
explorarán a continuación.
El indicativo es quién soy en Cristo. El imperativo es lo que debo hacer en Cristo con el
poder de Cristo. Debo tener cuidado de siempre ir a Cristo para Su fortaleza que me
fortalece (Fil. 3:21; 4:16) y de no depender de mis propias fuerzas para cumplir el
imperativo. O sea, el indicativo permite el imperativo, y el imperativo me hace volver
al indicativo. Una fórmula lineal para expresar esto es "indicativo => imperativo =>
indicativo". Otra forma de visualizarlo es como un círculo (o espiral) virtuoso donde
Cristo posibilita la obediencia, pero la obediencia depende de y apunta hacia Cristo.
Iglesia vs. Individuo: También debo tener cuidado de no pensar que puedo crecer en
mi santificación aparte de la comunidad de creyentes (Heb. 10:25). Dios generalmente
viene a los individuos a través de la relación de pacto con Su pueblo.
En resumen, es muy importante que cada predicador evalúe qué teología de
santificación tiene, y, por otro lado, qué teología de santificación predica.
Conclusión
El pueblo de Dios necesita predicadores que los guíen a Cristo. ¿Si no estamos
predicando el evangelio por qué estamos predicando? La condición caída de nuestra
audiencia que hacemos visible en nuestras predicaciones debe hacer que la audiencia
entienda que necesitan la gracia en Cristo. Deben quedar adorando las perfecciones
de Dios, lamentándose de cómo no llegan a esa altura, contemplando la gracia de Dios
en Cristo, acudiendo intensamente para más de Cristo, imitándole con mayor deseo,
enamorándose cada vez más profundamente de Dios por Su obra inimaginable en
Cristo, y comprometiéndose a una vida de arrepentimiento y fe.
Resumen
8. ¿Por qué tiene la imitación una acción negativa y una acción positiva?
[1] Ez. 36:25-27; Joel 2:28-29; Zec. 12:10; Juan 15:1-17; 1 Cor. 15:45; Gal. 2:20; Ef. 5:25-
27, 32; 6:10-18; Is. 59:20-21; Fil. 2:12-13; Col. 1:27.