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PSICOANÁLISIS Y POESÍA
Acerca de la escritura
Para la charla coloquio de esta tarde traigo apuntes con los cuales intentaré desarrollar los
siguientes cuatro puntos:
a) La escritura como un trabajo y el poema como un efecto del trabajo
realizado.
b) La diferencia radical entre la vida del escritor y su obra.
c) La escritura como algo que pertenecía a pequeñas élites: sólo los poderosos podían
escribir.
d) La escritura es una lengua diferente a la lengua hablada.
Relacionando estos puntos, digamos para empezar que el que sabía hablar no sabía el
idioma que hablaba, en tanto el idioma que hablaba se transmitía por intermedio de la escritura
que, en realidad, era otra lengua de la que hablaba.
Siempre se le ha dado a la escritura, al escritor, al poeta, a la poesía, un lugar -si bien
denostado y perseguido-, siempre privilegiado. Este planteamiento lo hago en tanto que pienso
que la poesía es un trabajo. Ahora iremos a los instrumentos.
Para que la poesía sea un trabajo, tengo que tener instrumentos. Esos instrumentos son el
sujeto que escribe o están en el sujeto que escribe. Es decir, cualquier sujeto parlante podría
desarrollar el ser de la escritura.
Esta concepción choca con las ideas de inspiración, musas, élite, nobleza, dando lugar a
una socialización de la escritura.
El capitalismo genera un proceso de socialización universal, es decir, la irrupción del
capitalismo como modo de producción en nuestras civilizaciones produce como resultado un
efecto humanizador, un efecto civilizador.
La socialización de la mercancía, la posibilidad de que la mercancía llegue a mercados
infinitos, abre las compuertas y los medios para que también se pueda llegar a pensar en la
socialización del lenguaje, en la socialización de la escritura.
Entre cualquier jefe de sección en cualquier fábrica más o menos moderna y un maestro de
escuela hay quinientos años de diferencia en favor del jefe de sección de la fábrica. El objeto
técnico en su proceso de socialización se adelantó al proceso de socialización de la cultura, de
la escritura, de la lectura y, por lo tanto, éstas se atrasaron quinientos años.
Si pensamos cómo se produjo la máquina herramienta, veremos que fue la física la que la
hizo posible. La física hace posible el capitalismo: sin la física, sin la máquina herramienta, sin
la rueda sinfín, no podría haber habido producción en serie. Por lo tanto hubiese sido una
ficción el proletariado o el capitalismo.
La física posibilita la fase de producción capitalista, pero es también la fase de producción
capitalista la que genera nuevas opciones, como mínimo, de lectura de la realidad. La máquina
infernal que nos somete es la que nos posibilita la puerta de una posible libertad. La Teoría del
Valor y la Teoría del Inconsciente así lo atestiguan.
Para conversar, elegí tres poemas míos que tienen que ver con el arte poético. Los tres son
diferentes y pertenecen a épocas distintas de mi escritura, y definen situaciones diversas de la
creación.
En uno de ellos se ve claramente cómo el sujeto que está escribiendo, el poeta, está
procesando que la creación es un hecho que se da entre el poeta y la poesía. En otro poema, a
esta función poética el poeta la ve fuera de sí y es ciega: no se puede aprender. Allí lo que
escribe es absolutamente independiente de él. Y a mi entender, ninguno de los dos poemas
deja de ser poema, sino que son poemas y se refieren al proceso de escritura. Y, en el tercer
poema, donde aparece una verdad: «Poesía, mientras te escribo, dejo de vivir.». Después de
esa frase nombra una serie de obstáculos que el poeta tiene que vencer: rechazo la vida para
ser esa página escrita.
Este párrafo nos lleva al segundo punto que quería plantear hoy: la diferencia radical de la
vida del poeta, que tiene que ser rechazada para poder escribir, y el poema resultante. No
podemos decir que el poema dé cuenta o trate la vida del poeta, aunque haya partido de sus
lágrimas para escribir el verso: «el cielo llora sobre la ciudad». Es cierto que partió de sus
lágrimas, y aprovechando el sema común que tienen la caída de gotas de las lágrimas y la
caída de gotas de la lluvia produce la metáfora donde, humanizando el cielo, generaliza el
problema de su llanto y no dice como un tonto: «estoy llorando porque mi mujer me abandonó»;
no, abre la ventana, produce el hecho poético: «el cielo llora sobre la ciudad». Es una metáfora
porque humaniza el cielo y cosifica el llanto, esto es, produce una nueva temporalidad.
Aunque el poeta crea que se vale de su propia vida para escribir, su vida no es otra cosa
que una materia prima, como la madera con la cual, aplicando instrumentos de trabajo, fabricó
una mesa que no estaba en la madera. El poema no estaba en la vida del poeta, sino que su
vida funcionó como materia prima, como materia natural, porque materia prima son los poemas
de los otros poetas. La vivencia del poeta es materia natural que, trabajada por los poemas de
otros, se transforma así en materia prima.
El problema que planteo es que escribir siempre es un trabajo; sólo me doy cuenta de que
los instrumentos que creía conscientes y racionales en realidad son inconscientes.
Los instrumentos son históricos, ideológicos y psíquicos y los tres son inconscientes para el
sujeto, porque si bien el mecanismo histórico, el instrumento histórico, es consciente, es
consciente para la historia, no para el sujeto, no para el hombre. Los modelos ideológicos
funcionan de manera inconsciente, lo psíquico verdaderamente real es lo inconsciente.
Los mecanismos con los cuales trabajamos la materia prima o la materia natural, la vivencia
del propio poeta y los libros que ya están escritos antes de la existencia del poeta son
mecanismos inconscientes. Desde este lugar no me cuesta ningún trabajo hacer un pasaje y
pensar un campo que denomino Poesía y Psicoanálisis.
El lugar desde donde digo: sin la función poética no hay poesía, no hay pintura, no hay
música, y nosotros agregamos: tampoco hay interpretación psicoanalítica sin función poética.
Ponemos así la interpretación psicoanalítica en el lugar de la superestructura del arte, es
decir, pintura, música o cualquier otra expresión que se conciba artística. Es tan nuevo para la
historia del sujeto eso que acontece como interpretación psicoanalítica, como lo es para la
historia de la humanidad un nuevo poema que acontece con las características de serlo.
Normalmente se dice: Fulano de Tal dejó en su obra la elegancia de sus gustos. Lo que
propongo es una lectura casi a la inversa, esto es, esa obra, que tenía que ser escrita de esa
manera, puso en ese sujeto esa elegancia que en realidad no conocí, sino que ahora leemos
desde su escritura.
La escritura es el efecto de haber procesado una lectura. Aquí se plantea el problema de
qué es leer.
Estamos leyendo permanentemente. Tomamos café y pensamos: «Estará caliente, estará
frío», y eso es una lectura.
Alguien dice: «No sé si voy a llegar». Acaba de leer. Y parecen lecturas ingenuas, pero en
un caso usó la física; en otro, las matemáticas.
Usó sin saber y eso se llama la cultura, eso se llama la civilización: sin saber utilizamos
todos esos fenómenos que han ocurrido a lo largo de la humanidad y los utilizamos para leer
pequeñas cosas cotidianas. Hay instrumentos, entonces, en lecturas sencillas como «voy a
llegar tarde», «me mira con mirada inteligente» o «cree que me estoy enojando». Cada vez que
hago eso, estoy haciendo una lectura.
Si los modelos ideológicos funcionan de manera inconsciente, lo ideológico es la propia
vida del sujeto; por eso la ideología no se puede abolir. La ideología se puede transformar, pero
no se puede exterminar, porque se exterminaría al hombre.
La «propia vida del sujeto», que el sujeto defiende con uñas y dientes, es, en él,
inconsciente.
En apariencia, este fue el siglo del error. No funcionaron las grandes doctrinas, ningún gran
descubrimiento, pero me acaban de preguntar en la radio si el psicoanálisis ya se terminó
cuando todavía no ha empezado, cuando no ha pasado siquiera un siglo. Aún no se conoce en
el sentido de que tenemos un instrumento novedoso en las manos, que nos quema y que
produce revoluciones del sentido, de lo que creo que soy.
El psicoanálisis produce una alteración total de la verdad. Podría decir: «esa lluvia que veo
es real, porque la veo», y la lluvia es real por un montón de motivos, menos porque yo la veo.
La mirada es lo que más le miente al hombre. Ve sólo el diez por ciento de lo que hablamos y
podemos expresar el diez por ciento de lo que seríamos capaces de expresar, de pensar. Es
decir, también
un amor atado.
Los periódicos trabajan todos sus artículos con un máximo de trescientas palabras. Esa no
es la lengua castellana. La lengua castellana tiene un millón de palabras. Los cómicos, aun
estando en los medios de difusión, aumentan esas trescientas palabras a mil. Los poetas, los
buenos poetas, trabajan con diez mil palabras. Quedan novecientas noventa mil palabras no
utilizadas por nadie. La gente es capaz de decir frente a esa ignominia que ya está todo dicho.
Sí, ya está todo dicho con las trescientas palabras, que es la vida que nos permiten.
La lengua castellana tiene un millón de posibilidades de combinarse, y en ese sentido decía
que sólo podrían usarlas los cultos, sólo los nobles, los grandes, los profesores. Ya eso
apuntaba con los medios por los cuales nos permitiría ser socializada la poesía, el hecho
poético, el hecho simbólico. Y, diciendo que es un trabajo aquello que yo produzco, un
producto efecto de trabajo, un poema entra en un nuevo proceso de trabajo como cualquier
mercancía. Entra como instrumento: con un poema puedo leer una realidad, y entra como
materia prima sobre la cual, trabajando, voy a producir otro escrito.
Existe la posibilidad de pensar una máquina herramienta del pensamiento. Existía la
posibilidad de que la ciencia matemática se hiciera corriente de opinión, que pasara de ciencia
a producción de filosofía, de ahí a producción de ideología y luego corriente de opinión. Así, no
hace falta conocer la ley de los números naturales para sumar. Es corriente de opinión. Antes
del descubrimiento de la ley de los números naturales (n + 1), la gente contaba de manera
primitiva, tenía que mostrar algo, los dedos, el ábaco, las piedrecitas, los nudillos, enfrentando
el objeto que querían contar. Para pensarlo simbólicamente había que entender la ley de los
números naturales y así nació la ciencia. Ahora que han pasado dos mil años es corriente de
opinión, ya que nadie tiene que entender la ley de los números naturales para sumar.
Del mismo modo que una ley matemática se hace filosofía, luego ideología y, por último,
corriente de opinión, también puede ocurrir con la poesía, con el psicoanálisis o cualquier
disciplina que abra nuevos caminos para la humanidad.
La conversión de la inspiración y la musa en trabajo hace accesible este asunto. Puede
decirse que hay gente a la que le da trabajo trabajar, y yo diría que sí, que es verdad. En un
recuerdo que tengo, veo el arte poético como un esperar. Si me permiten decirlo, el Menassa
joven. La actitud poética era la actitud de espera. Allí no sería atravesado por el lenguaje, por la
historia, la polémica. Recuerdo haber escrito un poema que decía que al poeta le mostraban
piedras preciosas, diamantes de África, mujeres extranjeras, se le leían poemas por altavoz,
todo para que dejara de esperar, porque en la espera era donde buscaba su sol, buscaba su
poema.
Pasan los años, y evidentemente impactado por la comprensión que permite el
psicoanálisis de los procesos de creación, escribo un nuevo poema para hablar del arte
poético:
Oficio de poeta
Aquí el poeta complica el asunto, porque intenta decirnos que el proceso de creación
es una relación que él tiene con esa abstracción que nos plantea como poesía. Plantea
el problema de la inmortalidad; dicho de una manera concreta, que no es el poeta el que
se inmortaliza, sino que, en todo caso, hay algunos poemas que se inmortalizan.
La muerte de la muerte es lo que puede la poesía. Lo más importante es que el
poema plantea que hay una relación misteriosa del poeta, del sujeto concreto que
escribe, y la poesía. Una relación con una abstracción, con un ideal, con una marcación,
una especie de Ideal del Yo.
En este momento se está escribiendo un poema. ¿Por qué? Porque estamos
poniendo en juego las pasiones y los requerimientos del trabajo de la poesía. Están
nuestras vivencias, están las palabras, hay palabras de otros poetas, recuerdo otros
libros, ustedes recuerdan otros libros. Hay una situación particular que nos reúne.
Tenemos nuestra ideología, nuestra filosofía, nuestra psique.
Está todo, está la materia prima; por lo tanto, en este momento se está escribiendo
un poema. Lo que no sabemos es si el agraciado que lo escribe en una hoja, el
agraciado que representará para que se sepa que se estuvo escribiendo un poema, ése
quizá no está entre nosotros, y si entienden esto, entienden lo que pienso del
procesamiento de la poesía.
¿Este es mi poema o este Oficio de poeta lo escribió otro poeta y yo lo único que
hice con mi ordenador fue transcribirlo, y el poema que yo estoy escribiendo sobre el
arte poético quizás lo escribe uno de ustedes?
Es una bella pregunta la que hago. Hay en ella cierta universalidad o historia de la
poesía. Más allá de lo que piensan los sujetos, más allá de lo que todos pensamos, hay
una historia propia de la poesía que se va concibiendo más allá de lo que aquellos que la
conciben, los poetas, piensen de la situación.
Un poco más adelante, el título Oficio del poeta, se transforma en arte poético. Es un
intento generalizador. En Oficio del poeta, el poeta estaba en medio de la frase, el poeta
que pudo escribir eso estaba metido en el título; en cambio, en Arte poética no está
metido en el título, lo roza de sesgo.
Analizando los títulos, pensé que en este poema se va a intentar una generalización
que no consigue en el anterior. Ese error se ve ahí donde complica el proceso de la
producción poética el que el poeta estuviera tan en contacto con la poesía, en un diálogo
casi personal. Leamos el tercer poema:
Arte poética
COLOQUIO
Pregunta.-¿Se escribe con una intención de decir algo concreto o hay que ser un
especialista de la propia obra?
P.- Yo dudo que por dejar de hacer cosas pueda escribir un poema.
M.O.M.-No se contradice con lo que digo, aunque parece distinto. Pero ¿vas a
escribir el poema o sólo a tener la duda? Porque si sólo tienes la duda, estás en mi
teoría. Pero si lo escribes, en ese momento no es un juego de ausencias y presencias.
Es: dejo de hacer estas cosas para escribir el poema. Lo planteé concretamente. Es una
máquina que si no se conecta, no funciona.
Es una máquina que si la conecto, dejo de hacer otra cosa.
No creo que la decisión sea consciente, porque vuelvo a insistir que no todas las
veces que me siento a escribir escribo. Pero no todas las veces que no quiero escribir,
no escribo. Hay veces que no quiero escribir y escribo.
Hay noches que me pongo loco ya las tres de la mañana me levanto a escribir; no sé
qué me mandó ni quién me dijo, soy una persona que normalmente duerme, pero a
veces, por decirle que no durante todo el día, me levanto de noche y me doy cuenta:
tengo que escribir.
Creo que es un problema de entrega como el amor. Como si hubiera hombres y
mujeres que tienen mayor capacidad de hacer el amor. Hoy quiero pensarlo
exactamente como el amor: todo el mundo tiene los instrumentos, todo el mundo posee
la materia prima, hay gente que lo hace más o menos, hay gente que lo hace bien. Pero
pienso que la sexualidad puede ser modificada, así como pienso que la relación que
tienen todos los hombres con la creación puede ser modificada. No tengo apuro: calculo
doscientos años. Estoy hablando de cuando el proceso de escribir sea corriente de
opinión; ahora, cuando dos personas quieren hablar, se encuentran y se quedan mudos;
uno dice: qué raro; espero un tiempo cuando frente a una persona que no escriba uno
pueda decir: qué raro.
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