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HISTORIA DE LA FILOSOFIA MODERNA

Trabajo sustitutorio de examen de Antonio Castillejo 30191101J

LAS MÓNADAS, UNIDAD METAFÍSICA DE LEIBNIZ

Resumen

Este artículo es una reflexión sobre la esencia y características de las Mónadas,


consideradas por Leibniz como las unidades simples que constituyen la realidad.

La reflexión se inicia con una breve exposición del marco histórico y mental de
Gottfried Wilhelm Leibniz, que es relevante para entender algunos postulados de su
filosofía, para a continuación, tratar de los principios que fundamentan su Metafísica y
finalmente, este artículo, se centra en la esencia y características de las Mónadas y en
las consecuencias de estas características tienen en la realidad del mundo en el que
existimos.

Marco histórico de Leibniz

Leibniz nace en 1646 en Leipzig, dos años antes de la firma de la paz de Westfalia
de 1648, que supuso el fin de la guerra de los 30 años, en parte, una guerra de religión
entre protestantes y católicos en Centroeuropa y muere en 1716 en Hannover, un año
después de la firma del tratado de Utrecht de 1715, que puso fin a la guerra de sucesión
española y marcó el ascenso de Francia, en detrimento de España, como potencia
europea continental, con el inicio del reinado de Luis XIV.

Leibniz vive en primera persona, las consecuencias de la devastadora guerra de los


30 años, comparte los deseos generalizados de la población y de sus gobernantes de
superar el enfrentamiento y buscar alguna forma de armonía religiosa y a lo largo de su
vida se produce el auge de las monarquías absolutas, como forma de organización social
que se imponen definitivamente a la concepción feudal imperante en los siglos
anteriores.

Contemporáneo de Spinoza, al que visitó en La Haya unos meses antes de la


muerte de éste, de Malebranche, Blaise Pascal y de también de George Berkeley y de
Newton, con quien mantuvo una agria polémica sobre la autoría del descubrimiento del
cálculo infinitesimal y asó como del empirista y padre del liberalismo político John Locke.
Fue contemporáneo también del auge del barroco, así como de Johann Sebastian Bach
y de Antonio Vivaldi, genios de la música barroca.

Marco mental de Leibniz

Leibniz, de formación religiosa protestante cree firmemente en el Dios de los


cristianos, creador del mundo de la nada, Dios providente y personal con entendimiento
y voluntad, “En Dios hay a Potencia, que es el origen de todo, después el Conocimiento,
que contiene el detalle, de las ideas, y, por último, la Voluntad, que realiza los cambios o
producciones según el principio de lo mejor” (Monadología I § 48).

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Buen conocedor, por sus lecturas en la biblioteca de su padre, de la filosofía


escolástica, apoya su convicción religiosa en los argumentos sobre la existencia de Dios
de Santo Tomas de Aquino y de San Anselmo de Canterbury. Sin esa creencia firme en
Dios, Leibniz no hubiese podido construir su Metafísica1 y 2.

Leibniz, es un filósofo racionalista de su tiempo, y como Spinoza, parte de una


confianza absoluta en la razón para descubrir las verdades3. Para Leibniz el mundo es
racional y afirma que todo lo que sea racional tiene que poder ser explicado, estando en
esta afirmación, el germen de su principio de razón suficiente.

Como racionalista, es el filósofo que lleva más lejos y de forma más coherente y
consecuente, la lógica de su racionamiento sobre la realidad de las cosas a partir de sus
postulados y como racionalista que es, otorga primacía a lo simple sobre lo complejo4 .

Leibniz, por su profundo conocimiento de la filosofía clásica, que estudia al tiempo


que la filosofía racionalista de Descartes, toma de Aristóteles, al igual que hacen
Descartes y Spinoza, el concepto de sustancia, como aquello de lo que se predica algo,
pero que no puede ser predicado de ninguna otra cosa.

Sin embargo, mientras que para Descartes hay dos sustancias, la res cogitans y la
res extensa, y para Spinoza solo hay una sustancia Dios sive natura, para Leibniz hay
infinidad de sustancias, las Mónadas.

Leibniz comparte también con Descartes y Spinoza, la creencia en la dualidad


cuerpo - alma, si bien difiere de estos en la forma como se relacionan entre sí el cuerpo
y el alma.

1
Leibniz usa el argumento de la vía de la causalidad eficiente, de Santo Tomas de Aquino, como
demostración racional de la existencia de Dios, cuando afirma, “Es así que la última razón de las cosas
debe estar en una sustancia necesaria, en la cual, la relación de los cambios sea eminente, como en el
manantial, y a esto es a lo que llamamos Dios” (Monadología I § 38).

2
Leibniz utiliza también, el argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury, como demostración
racional de la existencia de Dios, cuando afirma, “Porque es necesario que, si hay una realidad en las
Esencias o posibilidades, o bien en las verdades eternas, esta realidad esté fundamentada en algo existente
y actual; y, por consecuencia, en la Existencia del Ser necesario, en el cual la Esencia implica la Existencia,
o al cual basta ser posible para ser Actual” (Monadología I § 44).

3
Gracias al trabajo filosófico previo de Descartes que le tocó la tarea de tener que validar previamente la
razón como herramienta fiable para descubrir la verdad, partiendo de la duda escéptica, combatiéndola
con sus propias armas y convirtiéndola en duda metódica.

4
En la primera modernidad, lo simple, adquiere primacía sobre lo complejo, hasta que, a partir de Kant,
la primacía pasa al todo y a la relación. En el método de Descartes, en la etapa de la síntesis, Descartes
recomienda proceder del conocimiento de los objetos más simples elevándose hasta los más complejos.

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En cuanto a la física, Leibniz considera que los cuerpos de las sustancias están
mecánicamente conectados y por tanto rechaza el vacío, “Porque, como todo está lleno,
lo que hace que toda la materia esté ligada, y como en lo lleno todo movimiento produce
algún efecto sobre los cuerpos distantes, a medida de la distancia, de tal manera que
cada cuerpo está afectado no solamente por aquéllos que le tocan, y no sólo se resiente
de algún modo por lo que les suceda a éstos, sino que también por medio de ellos se
resiente de los que tocan a los primeros, por los cuales es tocado inmediatamente. De
donde se sigue que esta comunicación se transmite a cualquier distancia que sea. Y, por
consiguiente, todo cuerpo se resiente de todo lo que se haga en el universo; de tal modo
que aquél que lo ve todo podría leer en cada uno lo que ocurre en todas las partes, e,
incluso, lo que ocurre y lo que ocurrirá; advirtiendo en el presente lo que está alejado,
tanto según los tiempos como según los lugares” (Monadología § 61) 5. Esta conexión
tiene su importancia en la capacidad que, según Leibniz, tienen las Mónadas para
reflejar la totalidad del mundo.

Es decir que, desde el punto de vista de la física, para Leibniz, el mundo material
es de una sola pieza, “…Porque es preciso tener entendido que todo está ligado en cada
uno de los mundos posibles; que el Universo, cualquiera que sea, es todo de una pieza,
como un Océano; el menor movimiento hace sentir su efecto a todas las distancias…”
(Teodicea I § 9).

Principios fundamentales de Leibniz

Leibniz basa su filosofía, sobre todo, en dos principios fundamentales, que explican
su Metafísica, es decir su manera de entender que es la realidad. “Se fundamentan
nuestros razonamientos en dos grandes principios: el de la contradicción, en virtud del
cual juzgamos falso lo que ésta encierra y verdadero, lo que es opuesto a lo falso o
contradictorio”. (Monadología §31). “Y el de la razón suficiente, en virtud del cual
consideramos que no se podría hallar hecho alguno, verdadero o existente, ninguna
enunciación verdadera, sin una razón suficiente, por la cual sea así, y no de otro modo,
aunque estas razones nos sean desconocidas con frecuencia” (Monadología § 32).

Leibniz aplica y es consecuente con los principios de identidad o de no


contradicción y de razón suficiente, tanto a nivel lógico / epistemológico, como al nivel
ontológico, ambos principios se fundamentan en sí mismos, es decir son los postulados
de su Metafísica que no pueden ser demostrados sin ser incluidos en la demostración y
ambos aplican también a Dios porque son principios necesarios.

El principio de identidad, establecido por Aristóteles, se formula en términos de


A=A, pero Leibniz es el primer filosofo en darse cuenta de que ese principio de identidad

5 Al igual que Descartes, para quien, si todo lo extenso es material, el vacío es imposible, Leibniz rechaza
el vacío como también hizo Francis Bacon en su tiempo y antes Parménides y Empédocles, a diferencia de
Pitágoras, Leucipo y Demócrito que si aceptaban la existencia del vacío.

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equivale al principio de no contradicción A ≠ -A.

En el nivel lógico / epistemológico, el principio de identidad o de no contradicción,


establece, para Leibniz, el criterio de verdad, esto es, que no exista contradicción entre
sujeto y predicado, “Veía que era común a toda proposición verdadera afirmativa,
universal, o singular, necesaria o contingente, que el predicado estuviera contenido en
el sujeto, o que la noción del predicado estuviera englobada de alguna manera en la
noción del sujeto; y que esto era un principio de infalibilidad, en toda clase de verdad, en
aquél que conoce todo a priori” (Sobre la libertad, § 5) 6.

Al aplicar Leibniz el principio de identidad o de no contradicción al nivel ontológico


afirma: “Todo lo que implica contradicción es imposible, y todo lo que no implica
contradicción es posible” (Teodicea III § 173). Es decir, si es algo es contradictorio no
puede ser ni pensado, ni dicho, ni existir, si no es contradictorio, puede ser pensado,
dicho y su existencia puede ser posible.

Para Leibniz que algo sea posible no implica que sea existente7. Si es el principio
de identidad o de no contradicción, el que determina en el plano ontológico, si la esencia
de un ser, es posible o no lo es, es el principio de razón suficiente el que determina, en
caso de que sea un ser posible, si ese ser puede existir o no.

Leibniz distingue entre dos tipos de verdades, las verdades de razón y las verdades
de hecho, Ambos tipos de verdades tienen su equivalente en Hume y Kant8. “Hay dos

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Con este criterio de verdad, que no haya contradicción entre sujeto y predicado, Leibniz aporta un
criterio más valido y preciso, para determinar si algo es verdad, que el que aportó Descartes, para quien
una idea es verdadera si es clara y distinta, con el riesgo que supone para la verdad, que alguien vea como
claro y distinto algo que realmente no lo es, “La regla general que algunos establecen como un principio
de las ciencias, quicquid clare distincteque percipio est verum, es sin duda muy defectuoso, como Vd. lo ha
reconocido: pues es necesario tener señales de lo que es claro y distinto. Si no, es autorizar las visiones de
las gentes que se pavonean y que nos citan en todo momento sus ideas” (Carta a Foucher, 1686)

7
Para Leibniz, Dios crea libremente y decide a que esencias posibles de su entendimiento va a dar
existencia, por eso todo lo posible no es existente, mientras que para Spinoza Dios crea por la necesidad
de su propia naturaleza y todos los posibles son existentes necesariamente.

8
Hume en su clasificación de ideas, diferencia entre las relaciones de ideas, y los datos de hechos. Las
relaciones de ideas son las proposiciones que operan sobre contenidos ideales sin referirse a lo que existe
o puede existir. Son consecuencia del principio de no contradicción, son necesarias, no pueden no ser y
son universales, válidas para toda la realidad, así mismo los datos de hechos, nunca implican una
contradicción, su contrario puede existir, se fundamentan en la relación causa efecto, que establece la
costumbre y son contingentes y particulares.

Por su parte Kant distingue entre los juicios analíticos y juicios sintéticos. En los juicios analíticos, el
predicado está contenido en el sujeto y se basan en la no contradicción, mientras que en los juicios
sintéticos los predicados no están contenidos en el sujeto y por tanto requieren demostración.

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clases de verdades: las de Razonamiento y las de Hecho. “Las verdades de Razonamiento


son necesarias, y su opuesto es imposible, y las de Hecho son contingentes y su opuesto
es posible….” (Monadología § 33).

Para Leibniz, las verdades de razón, son verdades permanentes e inmutables que
no pueden no ser verdad, porque su contrario es imposible. No puede haber otro mundo
posible donde se dé el contrario. Su verdad se demuestra porque su negación sería una
contradicción.

Leibniz considera al principio de identidad o de no contradicción, la primera de las


verdades de razón: “La primera de las verdades de razón es el principio de contradicción
o, lo que es lo mismo, de los idénticos, como correctamente lo advirtió también
Aristóteles” (Advertencias a la parte general de los principios de Descartes § 7),

Leibniz sostiene que las verdades de razón no dependen de la voluntad de Dios,


“Ese supuesto fatum, que obliga hasta a la divinidad, no es otra cosa que la propia
naturaleza de Dios, su propio entendimiento, que suministra las reglas a su sabiduría y
a su bondad; es una dichosa necesidad, sin la cual no sería ni bueno ni sabio” (Teodicea
III § 191), “Las verdades necesarias se fundan en el principio de contradicción y en la
posibilidad o imposibilidad de las esencias mismas, sin que esto tenga que ver con la
voluntad libre de Dios o de las criaturas” (Discurso de Metafísica § 13).

Si las verdades de razón, las verdades necesarias, dependen del entendimiento de


Dios, no de Su voluntad, no son arbitrarias 9 y no pueden ser de otra manera. Las
verdades de hecho, si dependen de la voluntad de Dios, “No hay que imaginar, sin
embargo, como algunos, que las verdades eternas, siendo dependientes de Dios, son
arbitrarias y dependen de su voluntad (….). Esto no es verdadero más que en el caso de
las verdades contingentes, cuyo principio es la conveniencia o la elección de lo mejor…
“ (Monadología § 46).

Las verdades de hecho, al ser verdades contingentes, pueden ser o no ser, su


contrario es posible, puede haber otro mundo posible donde se dé el contrario. Su
verdad también está en la identidad entre sujeto y predicado, pero a diferencia de las
verdades de razón, esta identidad ha de ser demostrada, porque el predicado no está
contenido en el sujeto.

Por lo tanto, Leibniz entiende la verdad, no como la correspondencia entre la


proposición y el estado de cosas en el mundo a la que la proposición se refiere, sino
como la identidad de sujeto y predicado, como una no contradicción, por lo que las

9
Para Leibniz lo bueno no se determina por la voluntad, sino que es la voluntad la que se determina por
lo bueno, es objetivista, mientras que para Spinoza es el deseo de la voluntad a querer algo, lo que hacer
que ese algo sea bueno, es voluntarista.

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verdades de razón son siempre verdaderas y las verdades de hecho son verdaderas, si
se puede demostrar que el predicado se le aplica al sujeto.

Lo único que puede demostrar conceptualmente que un predicado se aplica a un


sujeto, es el principio de razón suficiente que explicaría que algo es de una determinada
manera y no de otra, de forma que la demostración a la que Leibniz se refiere, es una
demostración conceptual, no de percepción.

Leibniz, en un extraordinario ejercicio de coherencia, aplica el principio de razón


suficiente en el nivel lógico / epistemológico, a las proposiciones sujeto - predicado, es
decir a las nociones o conceptos.

Tradicionalmente un concepto se asociaba con el universal, pero en el concepto


hay dos elementos, los predicados, es decir, las cualidades o propiedades que se dicen
del sujeto y el número de sujetos en el mundo, a los que esos predicados se aplican.

En consecuencia, si extendemos hasta el infinito los predicados de un sujeto


llegamos a la individualidad de dicho sujeto en el nivel lógico / epistemológico y a la
sustancia individual10, en el nivel ontológico, “La naturaleza de una substancia individual
o de un ser completo es tener una noción tan acabada que sea suficiente para llegar a
comprenderla y para permitir la deducción de todos los predicados del sujeto, al que esta
noción le es atribuida” (Discurso de Metafísica § 8).

Por tanto, lo que hace Leibniz, en el nivel ontológico, es incluir, en la noción o


concepto, la infinita red de acontecimientos del mundo sin la cual no podría explicarse,
de acuerdo al principio de razón suficiente, por qué las cosas son como son y no de otra
manera.

Leibniz extiende también la aplicación del principio de razón suficiente a las


acciones, “(…) y el otro, el de la razón determinante, que consiste en que jamás se verifica
un suceso sin que haya una causa, o, por lo menos, una razón determinante, es decir,
algo que pueda servir para dar razón a priori de por qué existe esto de esta manera más
bien que de otra.” (Teodicea I § 44)

Leibniz ilustra esta aplicación del principio de razón suficiente afirmando que todo
lo que hizo Cesar, está comprendido en su noción 11, “…..Pongamos un ejemplo: puesto
que Julio César se convertirá en dictador perpetuo y amo de la república, suprimiendo la
libertad a los romanos, esta acción está comprendida en su noción pues suponemos que
la naturaleza de tal noción perfecta de un sujeto es comprenderlo todo a fin de que el
predicado esté incluido en ella, ut possit inesse subjecto” (Discurso de Metafísica § 13).

10
Leibniz en su Discurso de Metafísica escrito en 1686, habla de sustancias individuales, a las que
posteriormente denominará Mónadas, en su libro Monadología publicado en 1714, solo dos años antes
de su muerte en 1716.

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Aunque solo Dios pueda conocer la noción completa

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El concepto completo de Julio Cesar, refleja, por lo tanto, la totalidad del mundo,
porque todo predicado verdadero de Cesar requiere, por el principio de razón suficiente,
de una razón de por qué se dio, lo que lleva inevitablemente a toda la cadena de
predicados que forman la totalidad del mundo.

El principio de razón suficiente, además de explicar el porqué de la noción


completa de las sustancias individuales como Cesar, proporciona indirectamente a
Leibniz otra forma de demostrar la existencia de Dios. "Y como todo este detalle (se
refiere a la cadena de hechos contingentes que forman el concepto completo)
comprende otros contingentes anteriores o más detallados cada uno de los cuales
requiere a su vez un análisis semejante para dar razón de ellos, no se adelanta nada; y
es necesario que la razón suficiente o última esté fuera de la sucesión o series de este
detalle de las contingencias por infinito que pudiera ser " (Monadología § 37), “Y así la
razón última de las cosas debe estar en una substancia necesaria, en la cual el detalle de
los cambios no esté sino eminentemente, como en su origen: y esto es lo que llamamos
Dios” (Monadología § 38).

Para Leibniz, esa red de acontecimientos que explican la razón suficiente de la


noción de una sustancia individual, no solo se refiere al pasado, sino también al futuro,
ya que serán el germen de futuras situaciones que, el principio de razón suficiente
debería explicar. De esta forma, para Leibniz, el concepto de sustancia individual expresa
con sus infinitos predicados la totalidad del mundo, desde el punto de vista de dicha
sustancia individual.

A primera vista, con este razonamiento, podría parecer que el comportamiento de


los individuos estaría abocado al determinismo, y así lo reconoce el propio Leibniz, “Pero
pareciera que de ese modo se ha destruido la diferencia entre las verdades contingentes
y las necesarias, que no podrá existir la libertad humana y que una absoluta fatalidad ha
de reinar en todas nuestras acciones, así como en los demás acontecimientos del mundo.”
(Discurso de Metafísica § 13).

Leibniz resuelve esta objeción distinguiendo entre lo cierto y lo necesario. Un


acontecimiento contingente futuro, un predicado de la sustancia individual, por ejemplo,
que Julio Cesar cruzará el Rubicón, cuando llegue el momento de hacerlo, será cierto,
porque Dios lo prevé, pero no tiene por qué ser necesario, porque que Cesar no cruce
del Rubicón, no es contradictorio. Leibniz argumenta que, el no cruzar del Rubicón,
pudiendo producirse, no sucederá, porque de acuerdo a la cadena de predicados, cruzar
el Rubicón es lo mejor para Cesar, y Cesar actuará libremente buscando lo mejor12 lo
mismo que Dios actúa libremente buscando un mundo mejor.

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Si Cesar actúa de acuerdo a su noción o concepto, actúa de acuerdo a su naturaleza y en cierto sentido
la libertad de Cesar, al actuar así, se parecería a la idea de libertad de Spinoza, para quien el hombre actúa
libremente, cuando actúa activamente de acuerdo con la propia naturaleza, la que le viene por ser modo
finito del atributo de pensamiento y extensión de Dios, y no actúa libremente cuando lo hace llevado por
las pasiones o afecciones causadas por otros modos finitos semejante a él.

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Si todo lo que sucede en la realidad, por el principio de razón suficiente, ha de


tener un fundamento, ha de tener un porqué, Leibniz se plantea la pregunta de por qué
hay algo más bien que nada.

Leibniz encuentra la respuesta a esta pregunta en los motivos que llevan a los seres
racionales a actuar y Dios que es el más perfecto de los seres racionales, tuvo que tener
un motivo para crear el mundo en lugar de no hacerlo, y el motivo, para Leibniz tiene
que ser, hacer un mundo lo más perfecto posible. En otras palabras, el mundo existe, en
lugar de la nada por una razón moral, porque Dios ha querido hacerlo lo más perfecto
posible. En consecuencia, para Leibniz Dios ha creado este mundo como el mejor de los
mundos posibles eligiendo entre una infinidad de posibles, “Entre una infinidad de
mundos posibles existe el mejor de todos, si no Dios no se hubiera determinado a crear
ninguno” (Teodicea III, § 416) 13 y 14

De entre todos esos posibles que están en el entendimiento de Dios como esencias
15
, porque no encierran contradicción, Dios da la existencia a aquellos que conforman
el mejor mundo posible “Como principio de la esencia real y de la existencia, de las
enunciaciones, de las acciones: “Dios escoge siempre lo mejor (...) la elección es libre e
independiente de la necesidad, porque se hace entre varios posibles y la voluntad no se
encuentra determinada sino por la bondad prevalente del objeto” (Teodicea I § 45)16.

Cuando Dios decide pasar a un ser o cosa y no a otro, de la esencia como


posibilidad no contradictoria, a la existencia, tiene un motivo, según Leibniz, basado en
el principio de razón suficiente, el motivo es que Dios elige según el grado de perfección
del ser o cosa, “Pues todos los posibles pretendiendo a la existencia en el entendimiento
de Dios proporcionalmente a sus perfecciones, el resultado de todas estas pretensiones
debe ser el mundo actual el más perfecto posible. Y sin esto no sería posible dar razón de

13
Esta afirmación de Leibniz, fue muy criticada por parte de Voltaire, con ocasión de la catástrofe del
terremoto de Lisboa, de 1755, que conmocionó a toda Europa y quedó reflejada en la critica que se hace
en su novel Cándido publicada en 1759, a la figura de Leibniz.

14
El mejor mundo posible plantea a Leibniz preguntarse por qué existe el mal en el mejor de los mundos
posibles. Leibniz distingue tres tipos de mal, el Metafísico que tiene que ver con la finitud de la criatura
creada, que en tanto que finita ha de ser imperfecta, el mal Moral que sería el pecado que comete el
hombre cuando no actúa de acuerdo a su naturaleza y el mal Físico, que es el que se produce para impedir
males mayores. A diferencia de Spinoza para quien el mal es ausencia de bien, para Leibniz el mal es
necesario para que el conjunto sea el mejor posible.

15
Las esencias posibles por el principio de identidad o de no contradicción en el entendimiento de Dios,
se asemejan a las ideas ejemplares de San Agustin de Hipona a partir de las cuales, con su visión
neoplatónica, según San Agustin, Dios creó el mundo.

16
Leibniz considera que lo bueno viene de la prevalencia del objeto, queremos algo porque es bueno.
mientras que Spinoza considera que lo bueno viene de la prevalencia de la voluntad, algo es bueno porque
lo queremos.

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por qué las cosas han ocurrido más bien así que de otra manera” (Principios de la
naturaleza y de la gracia, § 10).

En otras palabras, todo lo que existe, se ha ganado su derecho a existir o más bien,
el permiso de Dios para existir, en función de su propia perfección que determina su
grado de esencia y de realidad.

En su concepción de la creación del mejor mundo posible, Leibniz introduce otro


principio, el principio de composibilidad, mediante el cual, Dios ha elegido, para ser
existentes, aquellas esencias que son compatibles entre sí en el mundo17.

Leibniz tiene por tanto una concepción finalista o teleológica, en última instancia,
una concepción moral de la realidad, que se aparta de la concepción mecanicista de su
tiempo18, inaugurada por Descartes e influenciada por la nueva ciencia de Francis Bacon,
Copérnico, Galileo, Kepler y Newton, que presentan un mundo regido por un orden
causal, sujeto a leyes, escritas en leguaje matemático, como dijo Galileo, un mundo
determinista, donde no tiene cabida la finalidad ni lo moral.

Para Leibniz la explicación teleológica del mundo no se opone, sino que


complementa, la explicación mecanicista imperante en su tiempo.

Para terminar esta reflexión sobre los principales principios de Leibniz que
fundamentaron su Metafísica, hay que citar el principio de continuidad de la materia,
sin el cual, su razonamiento sobre la sustancia, no hubiese podido llevarle al concepto
de Mónada.

Para Leibniz, continuo es aquello que puede dividirse infinitamente. Por más que
se avance en la división por mitades de un segmento continuo, nunca se llega el lado
decreciente a cero. Esta división del segmento constituye una serie infinita convergente
que Leibniz, como matemático estudió 19.

17
Para Leibniz, al elegir Dios, de entre los posibles, a los existentes composibles, crea de forma libre, frente
a la concepción de Spinoza para quien Dios crea de forma necesaria, de forma que para Spinoza todo
posible es existente.

18
El mecanicismo, explica el mundo a partir de la materia en movimiento. Supone el fin de la concepción
Aristotélica de la naturaleza como ser vivo, el paso de la ciencia contemplativa a la ciencia activa y el inicio
de la puesta en práctica del sueño de Francis Bacon, en su utopía, la Nueva Atlántida, el dominio de la
naturaleza.

19
La serie 1/n, cuando n tiende a infinito, es la secuencia 1 0,5 0,333… 0,25 0,2 0,166… 0,1422… y
así sucesivamente, si n pasa sucesivamente de 1 a 7. A medida que n tiende a ser más grande, el valor de
la serie tiende a cero, pero sin llegar nunca a alcanzarlo.

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Leibniz sostiene que podemos operar con la idea de que un avance suficiente en
la división del segmento, hará que la diferencia entre el último resultado obtenido y el
límite (cero en este caso) se hará infinitesimal, es decir, se hará menor que cualquier
cantidad que pensemos, y ello permite decir que hay una igualdad operativa entre el
último resultado obtenido y el límite nunca alcanzando.

De acuerdo al principio de continuidad, la materia es continua, los cambios son


graduales, infinitesimales, la naturaleza no da saltos20. Este principio está en la base del
cálculo infinitesimal, método matemático descubierto casi simultáneamente, pero de
forma independiente, por Newton y por Leibniz21, que estudia el cambio continuo.

El camino de Leibniz hacia la Mónada

Leibniz, llega a la idea de Mónada por dos vías, la vía de la negación de la res
extensa de Descartes como sustancia y la vía de lógico /epistemológica de la verdad del
concepto, como no contradicción entre sujeto y predicado.

Leibniz parte del concepto de sustancia, que toma de Aristóteles y también de


Descartes y Spinoza. Mientras que Descartes considera solo dos sustancias la res
cogitans, sustancia inmaterial, espíritu o pensamiento y la res extensa, sustancia
material con extensión y movimiento y Spinoza solo considera una sustancia Dios sive
natura, Leibniz considera que hay infinidad sustancias que llama Mónadas.

Leibniz parte del convencimiento de que la res extensa no es una sustancia


verdaderamente, porque no es una unidad en sí misma, sino un agregado de lo simple,
y que eso simple, de lo que está hecha la res extensa, es lo verdaderamente real, de
forma que lo extenso para Leibniz seria accidente, de eso simple, por lo tanto, no sería
sustancia.

Para Leibniz, lo extenso carece de esa unidad que le imposibilita ser sustancia,
porque es divisible hasta el infinito debido al principio de continuidad y eso demuestra
que es un agregado de partes, y que no es una unidad propiamente.

Siguiendo este razonamiento hasta sus últimas consecuencias, Leibniz afirma que
tampoco, lo extenso, la materia puede consistir en átomos, como sostenían los
atomistas griegos, porque si estos son extensos, podrían ser divididos hasta el infinito.

20
“Natura non facit saltus”, es una frase célebre atribuida a Leibniz.

21
Casi al termino de su vida, Leibniz se vio envuelto en una agria polémica con Newton, en la este le
acusaba de haber copiado su calculo infinitesimal. Después de la muerte de Leibniz quedó demostrado
que no hubo tal copia. Ambos filósofos llegaron al mismo descubrimiento matemático de forma paralela,
sin embargo, el planteamiento de Leibniz fue el adoptado para el cálculo infinitesimal por ser superior la
notación matemática de Leibniz, a la hora de hacer los cálculos operativos.

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En consecuencia, la materia, para Leibniz, ha de estas construida, necesariamente,


por cosas simples inextensas, “(...) si no hubiera en absoluto verdaderas unidades
substanciales, no habría nada de substancial ni de real en la colección (...) Pero los
átomos de materia son (...) todavía compuestos de partes…Sólo los átomos de
substancias, es decir las unidades reales y absolutamente destituidas de partes, que sean
las fuentes de las acciones y los primeros principios absolutos de la composición de las
cosas, y como los últimos elementos del análisis de las cosas substanciales. Se les podría
llamar puntos metafísicos (...); y sin ellos no habría nada real, puesto que, sin verdaderas
unidades, no habría en absoluto multitud.” (Sistema nuevo de la naturaleza § 11).

Además de que lo extenso es un agregado y por ello no puede ser sustancia,


Leibniz considera que lo extenso no explica todas las propiedades de los cuerpos, por
ejemplo, la inercia o la fuerza.

Si se precisa una fuerza para iniciar un movimiento es porque existe algo más allá
de la extensión y del movimiento, la propia fuerza que no posee una naturaleza
geométrica-mecánica, por tanto, la fuerza para Leibniz no posee una naturaleza física.

Que algo simple inextenso, el pensamiento, sea lo que constituya la materia


extensa parece un contrasentido, pero para Leibniz no lo es, porque entiende que lo
extenso, no tiene una existencia real, sino que es una percepción de lo inextenso22.

La otra vía que lleva también a Leibniz a la idea de Mónada es la vía lógico /
epistemológica de la verdad del concepto, como no contradicción entre sujeto y
predicado. De acuerdo al criterio de verdad, todo lo que ocurre a la sustancia individual,
a la Mónada, ha de estar incluido en su propio concepto, en la serie infinita de
predicados que se dicen del sujeto.

La Mónada es, por tanto, un sujeto individual en el que se incluyen todos sus
predicados. Por tanto, contiene envueltas en su concepto completo las huellas del
universo entero, porque encierra un número infinito de predicados.

El conocimiento de la identidad sujeto predicado, en la Mónada, solo está al


alcance de Dios, porque El sí tiene la noción completa de los seres, que crea e incluye en
el mejor de los mundos posibles, con todo lo que le va a ocurrir en ese mundo. Nosotros,
dice Leibniz solo podemos verlo a través de la experiencia sensible en el momento actual
o del conocimiento de la historia hacia atrás, nunca hacia adelante en el tiempo.

22
Coincide en parte con George Berkeley para quien ser, es ser percibido y la materia es solo una
percepción del espíritu, que es lo único real.

11
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Las características de las Mónadas de Leibniz

Para Leibniz, lo real, lo existente, las cosas y seres reales, son las Mónadas, que son
sustancias simples, los conceptos completos, con todos sus predicados, que Dios tiene
de las cosas y de los seres, que Él ha colocado en el mejor de los mundos posibles,
desplegándose en el espacio y en el tiempo.

La Mónada encierra en su concepto completo, el pasado, el presente y el futuro,


“Y como todo estado presente de una substancia simple es naturalmente una
consecuencia de su estado precedente, de este modo su presente está preñado del
porvenir (Monadología § 22).

Leibniz considera que Dios es la Mónada primitiva o unidad, “Dios es la Unidad


Primitiva, o la substancia simple originaria, del cual son producciones todas las Mónadas
creadas o derivadas y nacen, por decirlo así, por Fulguraciones continuas de la Divinidad
de momento en momento, limitadas por la receptividad de la criatura, para quien es
esencial ser limitada.” (Monadología § 47).

Las Mónadas, para Leibniz, son eternas porque eterno es el entendimiento de Dios,
donde Dios las ha pensado como esencias y ha decidido darles existencia, al crear el
mundo más perfecto posible. Son infinidad, e indestructibles, solo pueden ser
aniquiladas por Dios, “Las Mónadas no podrían comenzar ni terminar de una vez, es decir,
no podrían comenzar más que por creación, y terminar más que por aniquilación”
(Monadología § 6).

Para Leibniz no hay propiamente generación ni corrupción23, “También es esto lo


que hace que no haya nunca ni generación entera, ni muerte perfecta, en el sentido
riguroso de la palabra, que consiste en la separación del alma. Lo que llamamos
generaciones son desarrollos y acrecentamientos, así como lo que llamamos muertes son
Envolvimientos y Disminuciones” (Monadología § 73). Esto lleva a que el alma, que es
una Mónada, es inmortal.

Las Mónadas son diferentes entre sí, distintas unas de otras, “Es necesario, sin
embargo, que las Mónadas posean algunas cualidades; en otro caso no serían ni siquiera
Seres. Y si las substancias simples no difirieran por sus cualidades, no habría medio de
darse cuenta de ningún cambio en las cosas” (Monadología § 8)24.

Por tanto, Dios en su noción de sustancia individual, no podría concebir dos Móna-

23
Igual que postulaban Leucipo y Demócrito con su teoría atomista y Anaxágoras con sus homeomerías.

24
Que las Mónadas sean distintas entre sí, viene obligado por el principio de razón suficiente, pues de ser
iguales Dios no hubiese encontrado razón suficiente para dar la existencia a una y no a otra.

12
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-das idénticas, pues por el principio de razón suficiente no tendría, si son idénticas, un
criterio racional para decidir cuál de ellas pasa de la esencia a la existencia por tener un
grado de perfección mayor o ser más composible que la otra, en el mundo más perfecto
posible.

Por otra parte, si la Mónada es el desarrollo en el tiempo y en espacio de la noción


completa que de ella tiene Dios, desde la eternidad, se entiende que el concepto de
libertad de Leibniz, no es ausencia de necesidad, sino espontaneidad propia para
desplegar el concepto o noción de uno mismo25.

Cada Mónada es un mundo cerrado en sí mismo, “No hay medio tampoco de


explicar cómo una Mónada pudiera ser alterada, o cambiada en su interior por alguna
otra criatura; pues no se le puede transponer nada, ni concebir en ella ningún
movimiento interno que pueda ser excitado, dirigido, aumentado o disminuido dentro de
ella, como ocurre en los compuestos, donde hay cambio entre las partes. Las Mónadas
no tienen ventanas, por las cuales alguna cosa pueda entrar o salir en ellas”
(Monadología § 7).

Como puntos metafísicos inextensos que son, las Mónadas no tienen interacción
física. Cada Mónada actúa de forma independiente de las demás, sin interactuar con
ellas, se diría que cada Mónada solo actúa desarrollando, en el tiempo, sus predicados
verdaderos consigo misma y con Dios que le ha dado la existencia y ese desarrollo de
sus predicados se dan en el mundo a modo de teatro26 donde está cada Mónada. La
Mónada pues, si instala en el solipsismo, para la Mónada solo existe ella y Dios.

Por tanto, en la concepción de Leibniz sobre las Mónadas hay un profundo


innatismo, todo procede de dentro, del desarrollo en el tiempo de la noción de Dios de
cada Mónada “… nada podríamos aprender de lo cual no tengamos ya en el espíritu la
idea que es como la materia de la cual este pensamiento se forma” (Discurso de
Metafísica § 4).

Aunque las Mónadas actúan aisladamente sin comunicarse entre sí, son espejo del
mismo mundo, porque han sido creadas por Dios de forma que están en concordancia

25
Esta concepción de la libertad se acerca a la de Spinoza para quien libre es lo que existe en virtud de la
necesidad de su sola naturaleza, por eso Dios es libre, porque actúa siempre según su propia naturaleza.

26
Leibniz da a entender que las Mónadas almas existentes, han sido colocadas por Dios en el mundo
percibido a modo de teatro y que cuando el cuerpo muere, es decir se disgregan sus Mónadas, la Mónada
alma pasa a otro teatro, “Los animales, algunos de los cuales se ven elevados al grado de los mayores
animales por medio de la concepción, pueden ser llamados espermáticos; pero entre ellos, los que
permanecen en su especie, es decir, la mayor parte, nacen, se multiplican y son destruidos igual que los
grandes animales, y sólo hay un pequeño número de Elegidos, que pasan a un más grande teatro”
(Monadología § 75).

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a modo de relojes sincronizados desde el principio que marchan armónicamente


marcando la misma hora por su maquinaria eterna. De esta forma todas las Mónadas
ven el mismo mundo, aunque ese mundo no sea sino las percepciones de las propias
Mónadas.

Esta concordancia la explica Leibniz introduciendo en su Metafísica el principio de


la armonía prestablecida27 , mediante el cual, Dios asegura la concordancia de todas las
Mónadas, “Pero en las substancias simples no hay sino una influencia ideal de una
Mónada sobre otra, la cual no puede tener su efecto más que por la intervención de Dios,
en tanto que en las ideas de Dios una Mónada pide con razón, que Dios, al regular las
otras desde el comienzo de las cosas, la tenga en cuenta. Porque, como una Mónada
creada no puede tener una influencia física sobre el interior de otra, sólo por este medio
una puede ser dependiente de otra” (Monadología § 51).

Leibniz identifica en la Mónadas tres estados: Percepción, apercepción y apetito


“Por tanto hay que hacer la distinción entre la percepción que es el estado interior de la
Mónada representando las cosas externas, y la apercepción que es la conciencia, o el
conocimiento reflexivo de este estado interior, la cual no es concebida a todas las almas
[sólo a las reflexivas o racionales], ni siempre a una misma alma [sueño,
desvanecimiento]” (Principios de la naturaleza y de la gracia § 4).

En base a estos tres estados, Leibniz identifica tres tipos de Mónadas, Dios, que
solamente tendría apercepción, el hombre que tendría percepción, apercepción y
apetito y el mundo que solo tendría percepción y apetito.

Sin la distinción entre esos estados, la Mónada no podría cambiar y como ser
creado que es, está sujeto al cambio, “Doy también por concedido que todo ser creado
está sujeto al cambio, y, por consecuencia, también la Mónada creada, y también que
este cambio es continuo en cada una” (Monadología § 10).

El apetito es el motor del cambio dentro de la Mónada28, es lo que hace que ésta
despliegue en el tiempo todos los predicados incluidos en su noción, es lo que produce
en la Mónada el cambio de una percepción a otra o de una apercepción a otra
apercepción “…que los cambios naturales de las Mónadas vienen de un principio interno,

27
Con su principio de la armonía prestablecida, Leibniz resuelve el problema de Descartes de explicar la
relación alma cuerpo y como lo inextenso, el pensamiento podía influir en lo extenso y viceversa,
aportando una explicación alternativa a la glándula pineal que Descartes consideraba el nexo entre alma
y cuerpo, al ocasionalismo de Malebranche que sostiene que es Dios el que interviene permanentemente
actuando sobre la res cogitans o la res extensa para que alma y cuerpo estén sincronizados y al
paralelismo de Spinoza, para quien lo extenso e inextenso son atributos de una misma sustancia y esto
hace que la sincronización sea perfecta porque es una única sustancia

28
Vendría a ser como el conatus de Spinoza, el esfuerzo que hacer el ser por perseverar en el ser, por
seguir existiendo

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puesto que una causa externa no puede influir en su interior” (Monadología § 11), “La
acción del principio interno que realiza el cambio o el paso de una percepción a otra
puede llamarse Apetición” (Monadología § 15).

El apetito hace que las Mónadas tengan una naturaleza dinámica, es lo que da
lugar al despliegue del concepto completo que Dios tiene de ella, en sus infinitos
predicados.

Es decir que, para Leibniz, la Mónada es un ente activo, con un principio interno
capaz de acción y encierra en sí, junto con lo que es, la tendencia a lo que será, en otras
palabras, en las Mónadas hay vida29.

Respecto de la apercepción, dice Leibniz que es sencillamente darse cuenta de que


se está percibiendo, es conciencia de percepción o autoconciencia. La apercepción sería
el conocimiento que la Mónada tiene de sí misma, mientras que la percepción sería el
conocimiento que la Mónada tiene del mundo30.

Dios, como ser supremo, tiene apercepción de todo, del mundo y de sí mismo, lo
conoce todo de forma clara y distinta, es omnisciente, el hombre, según Leibniz,
comparte algo de la apercepción de Dios, tenemos conocimientos claros y distintos de
algunas cosas, no de todo.

Por último, la percepción seria, por el contrario, un conocimiento confuso, no


31
claro . Vendría a ser el conocimiento sensible del mundo que, aunque nos parece que
viene del exterior, para Leibniz procede de desarrollo interior de la Mónada, ya que no
hay ningún intercambio de ningún tipo fuera de la Mónada.

Las Mónadas ordenan sus percepciones en el espacio y el tiempo32 y 33, que son la

29
Esta afirmación de que en las Mónadas hay vida, evoca a Tales de Mileto, que, en su reflexión, hacia el
585 a.C., sobre el principio de las cosas materiales, el arché, afirmaba que “Todo está lleno de Dioses”.

30
Leibniz al distinguir entre apercepción y percepción, se distancia de Descartes para quien todo acto de
la res cogitans era un acto consciente.

31
Se podría parecer a lo que Spinoza llama conocimiento inadecuado de la realidad que produce la
imaginación y que sería un conocimiento imperfecto respecto de un conocimiento racional o intuitivo.

32
Para Leibniz el espacio es una relación entre cuerpos que coexisten al mismo tiempo y el tiempo es una
relación entre cuerpos que preexisten, coexisten y post existen en el mismo espacio.

33
La concepción del espacio y del tiempo de Leibniz, está más cercana a la de Kant, para quien espacio y
tiempo, en la estética trascendental, son estructuras de nuestra mente, formas puras de la nuestra
sensibilidad, no basadas en la experiencia, por tanto, no reales. En el extremo opuesto de la concepción
del espacio y del tiempo, estaría Newton, para quien espacio y tiempo son realidades ontológicas que
existen de forma independiente de otras realidades.

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forma que tienen las Mónadas de ordenarlas, cuando estas de despliegan.

Espacio y tiempo, para Leibniz, son relaciones de contigüidad y sucesión


respectivamente, el espacio es el orden de coexistir de los entes simultáneos y tiempo
el orden de existir de los que no son simultáneos.

Para Leibniz el espacio y el tiempo son ideales, fruto del pensamiento, no reales34,
porque espacio y tiempo son relaciones y como tales serian accidentes de las sustancias
involucradas en la relación y para Leibniz es imposible que un accidente lo sea de varias
Mónadas, porque estas están cerradas, no tienen ventanas.

Para Leibniz, existe también una jerarquía entre las Mónadas, los cuerpos
inorgánicos se forman accidentalmente por Mónadas, pero los orgánicos disponen de
una Mónada central que unifica la constelación de Mónadas que se agrupan a su
alrededor de forma ordenada.

En cuanto a las Mónadas orgánicas, Leibnitz sostiene que son de una complejidad
infinita, poseen infinitos órganos y cada órgano posee su Mónada central dominante,
de forma que constituyen una estructura jerárquica de Mónadas que se enlazan unas a
otras hasta el infinito.

Leibniz llama almas a las Mónadas orgánicas, tanto de animales, dotadas de


apetito, percepción y memoria, como de hombres, dotadas además de apercepción.

A las almas que no tienen apercepción ni memoria, pero si apetito y percepción,


las llama entelequias, “…. todas las substancias simples o Mónadas creadas podrían ser
llamadas Almas; pero como el sentimiento es algo más que una simple percepción,
concedo que el nombre general de Mónadas y de Entelequias basta para las substancias
simples que no tengan sino eso; y que se llama Almas solamente a aquéllas cuya
percepción es más distinta y está acompañada de memoria” (Monadología § 19).

Leibniz, comparte con Descartes y Spinoza el dualismo racionalista de que le


hombre es alma – cuerpo, de forma que, para Leibniz, el alma es la Mónada central del
hombre que rige su cuerpo y el cuerpo es un enjambre de Mónadas subordinadas a la
central, al alma, de acuerdo al principio de la armonía prestablecida,“Hay substancias
simples por todas partes, separadas efectivamente las unas de las otras por acciones
propias que cambian continuamente sus relaciones; y cada substancia simple o Mónada
distinguida [el alma], que hace de centro de una substancia compuesta (como por ejem-

34
Para Leibniz, otra consecuencia de que el espacio y el tiempo sean también fenómenos percibidos es
que las leyes de la mecánica dejan de ser verdades lógicas, permanentes e inmutables como sostenía la
ciencia de su tiempo, pasando a ser leyes de la conveniencia, que fueron elegidas por Dios. Leibniz ataca
así la concepción mecanicista imperante en su tiempo al sostener que tanto el mundo como los
organismos individuales no son maquinas sino realizaciones del querer de Dios mediante la elección de lo
mejor.

16
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-plo de un animal), y de principio de su unidad, está rodeada de una masa compuesta


por una infinidad de otras Mónadas que constituyen el cuerpo propio de esta Mónada
central según las afecciones del cual ella representa, como en una especie de centro, las
cosas que están fuera de ella” (Principios de la naturaleza y de la gracia § 3).

En este punto, es conveniente indicar que cuando Leibniz habla de cuerpo, para él,
esto es una designación, un nombre, porque para Leibniz no existe en la realidad nada
material y extenso en el sentido de Descartes.

El cuerpo es extenso de modo puramente fenoménico. Es decir, la extensión del


cuerpo es la manera que la Mónada tiene de representarse las substancias compuestas.

Leibniz es mecanicista en el mundo fenoménico de los cuerpos, “Un cuerpo no es


nunca movido naturalmente sino por otro cuerpo que le empuja tocándole, y después de
esto continúa hasta que otro cuerpo le toque y se lo impida” (Quinta carta de Leibniz a
Clarke de 18 de agosto de 1716 § 35).

Para Leibnitz, el cuerpo está sujeto a la casualidad eficiente, mientras que el alma,
en tanto que despliegue de la noción completa que Dios tiene de ella, está sujeta a las
causas finales, “…..Dios ha creado el alma al principio de tal manera, que debe producir
y representarse ordenadamente lo que pasa en el cuerpo, y el cuerpo de tal manera, que
debe ejecutar de suyo lo que el alma ordena. De suerte que las leyes que ligan los
pensamientos del alma en el orden de las causas finales y según la evolución de las
percepciones, deben producir imágenes que coincidan y concuerden con las impresiones
que hacen los cuerpos sobre nuestros órganos; y las leyes de los movimientos que se
verifican en los cuerpos, que se unen y siguen en el orden de las causas eficientes, se
encuentren también y concuerden de tal manera con los pensamientos del alma, que el
cuerpo sea llevado a obrar cuando el alma quiere” (Teodicea I § 62).

Para Leibniz las distintas causalidades que rigen a las almas y a los cuerpos
configuran dos reinos “Las almas actúan según las leyes de las causas finales, por
apeticiones, fines y medios. Los cuerpos actúan según las leyes de las causas eficientes o
de los movimientos. Y los dos reinos, el de las causas eficientes y el de las causas finales,
son armónicos entre sí” (Monadología § 79).

De esta forma, según Leibniz, “Este Sistema hace que los cuerpos actúen como
si (por imposible) no hubiera Almas; y que las Almas actúen como si no hubiera cuerpos;
y que ambos actúen como si el uno influyera sobre el otro” (Monadología § 81).

Por tanto, cabría deducir, de este planteamiento de Leibniz que hay una
subordinación de la causalidad eficiente del cuerpo a la causalidad teleológica del alma,
dentro de la relación más estrecha que, el alma, de acuerdo a la armonía prestablecida,
mantiene con su cuerpo.

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Leibniz utiliza el termino espíritu, para referirse al alma de los hombres


estableciendo así una distinción clara con las almas de los animales. La base de esta
diferenciación está en la apercepción que tienen las Mónadas de los hombres y que no
tienen las de los animales.

La apercepción, según Leibniz, permite al hombre tener conciencia de sí y filosofar,


“….Y ocurre que, pensando en nosotros, pensamos en el Ser, en la Substancia, en lo
simple y en lo compuesto, en lo inmaterial y en Dios mismo; concibiendo que lo que es
limitado en nosotros, en él no tiene límites. Y estos Actos reflexivos suministran los
principales objetos de nuestros razonamientos” (Monadología § 30).

Por esta apercepción, que permite la reflexión, las almas expresan más bien a Dios
que al mundo, porque son capaces de conocer el sistema del universo e imitar algo de
él, mientras que los cuerpos solo expresarían al mundo.

En consecuencia, “El Alma sigue sus propias leyes, así como el cuerpo las suyas; y
se encuentran en virtud de la armonía preestablecida entre todas las substancias, puesto
que todas ellas son representaciones de un mismo universo” (Monadología § 78).

Por lo anterior se entiende, según Leibniz que la relación de Dios con los espíritus,
que son las Mónadas almas de los hombres, es distinta de la relación de Dios con las
demás Mónadas, como consecuencia “Esto es lo que hace que los Espíritus sean capaces
de entrar en una Manera de Sociedad con Dios, y que Él es con respecto a ellos, no
solamente lo que es un inventor con relación a su Máquina (como lo es Dios en relación
con las otras criaturas), sino también lo que es un Príncipe con respecto a sus súbditos,
o un padre con respecto a sus hijos” (Monadología § 84).

De aquí concluye Leibniz que todos los espíritus, las almas de los hombres
conforman la Ciudad de Dios, “De lo cual es fácil concluir que el conjunto de todos los
espíritus debe componer la Ciudad de Dios, es decir, el más perfecto Estado posible bajo
el más perfecto de los monarcas” (Monadología § 85)35.

El mundo de Leibniz

El mundo de Leibniz es fenoménico y es el mismo para todas las Mónadas, ya que


cada Mónada es espejo del mundo, por la armonía prestablecida, pero desde su punto
de vista particular.

La realidad de Leibniz es individual, monadológica, solo existen los individuos, las


Mónadas, si bien dentro de cada Mónada están los otros, las otras Mónadas, como
representación.

35
En esta reflexión Leibniz refleja su marco histórico en el que el absolutismo monárquico ha derrotado
definitivamente al feudalismo medieval y se erige en el modelo de organización del estado dominante,
del que el reinado de Luis XIV de Francia, es el más vivo ejemplo.

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La Mónada conoce el mundo por sus percepciones y por las percepciones de su


cuerpo, “Ahora bien, este enlace o acomodamiento de todas las cosas creadas a cada
una y de cada una a todas las demás, hace que cada substancia simple tenga relaciones
que expresen todas las demás, y que ella sea, por consiguiente, un espejo viviente y
perpetuo del universo” (Monadología § 56).

Esta percepción que tiene la Mónada del universo, es posible por la representación
que la Mónada tiene de su cuerpo y por la conexión de este con el universo lleno sin
vacío, “Por tanto, aunque cada Mónada creada representa al universo entero,
representa más distintamente el cuerpo que le afecta particularmente, y del cual
constituye la Entelequia. Y como este cuerpo expresa todo el universo por la conexión de
toda la materia en lo lleno, el Alma representa, por consiguiente, todo el universo al
representar al cuerpo que le pertenece de una manera particular” (Monadología § 62).
Por lo que en el mundo de Leibniz no puede haber almas sin cuerpo.

La Mónada conoce desde su propia perspectiva, “Y como una misma ciudad


contemplada desde diferentes lugares parece diferente por completo y se multiplica
según las perspectivas, ocurre igualmente que, debido a la multitud infinita de
substancias simples, hay como otros tantos diferentes universos, que no son, empero,
sino las perspectivas de uno solo, según los diferentes puntos de vista de cada Mónada”
(Monadología § 57).

La Mónada percibe de forma confusa el resto del mundo36, y de forma más clara y
distinta la parte del mundo relacionada con su cuerpo, porque el conocimiento que tiene
la Mónada, desde su perspectiva no es homogéneo, “Dios, regulando el todo, ha tenido
en cuenta a cada una de las partes, y, particularmente, a cada una de las Mónadas, cuya
naturaleza, por ser representativa, no podría limitarla nada a representar sola mente
una parte de las cosas; aunque sea verdadero que esta representación no es más que
confusa en cuanto al detalle de todo el Universo, y no puede ser distinta sino en una
pequeña parte de las cosas, es decir, en aquéllas que están más próximas, a aquéllas que
son más grandes en relación con cada una de las Mónadas” (Monadología § 60).

Cada perspectiva del mundo que representa una Mónada es una perspectiva que
Dios omnisciente ha visto, ha considerado buena y ha decidido crearla en una sustancia
individual o Mónada y como la vista de Dios es siempre verdadera, nuestras
percepciones también son verdaderas, aunque nuestros juicios se puedan equivocar.

36
Esta referencia a la percepción confusa, hace de Leibniz un precursor de la teoría del inconsciente, ya
que fue el primero en darse cuenta que no somos conscientes de todo lo que percibimos, que solo
prestamos atención consciente a una parte de lo percibido, pero que no por ello dejamos de percibir
aquello a lo que no prestamos atención, aunque no nos demos cuenta, “Y es en esto en lo que los
cartesianos se han equivocado mucho, no habiendo tenido en cuenta para nada aquellas percepciones de
las que uno no se da cuenta” (Monadología § 14).

19
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Pero que las perspectivas sean verdaderas no significa que eran reales, el mundo
externo sigue siendo la percepción de la Mónada, esto es fenómenos, “Los agregados,
en sí mismos considerados, no son más que fenómenos, porque todo, excepto las
Mónadas componentes, es añadido solamente por la percepción y a partir del hecho de
ser simultáneamente percibido” (Carta a des Bosses, 29 de mayo de 1716).

El mundo de Leibniz, es pues, percepción, como no podía ser de otra manera ya


que racionalmente de algo inextenso, la Mónada, nunca puede salir algo extenso con
realidad, lo que nos parece una realidad extensa es la percepción de la Mónada del
mundo.

Pero que el mundo sea fenoménico, una percepción, no implica que sea arbitrario,
sino que está ordenado por leyes que rigen las percepciones, es decir hay ciencia de la
percepción, que permite orientarnos en ellas y predecir los fenómenos, “(...) yo creo que
el verdadero criterio en materia de los objetos de los sentidos es la trabazón (liaison) de
los fenómenos, es decir la conexión de lo que pasa en diferentes lugares y tiempos, y en
la experiencia de los diferentes hombres, que son ellos mismos los unos para los otros
fenómenos muy importantes sobre este artículo. Y esta trabazón de los fenómenos, que
garantiza las verdades de hecho en relación a las cosas sensibles fuera de nosotros, se
verifica por medio de las verdades de razón, como las apariencias de la óptica se calarán
por la geometría. Sin embargo, hay que confesar que toda esta certeza no es del supremo
grado, como Vd. [Locke] ha reconocido. Pues no es imposible, Metafísicamente hablando,
que sea un sueño seguido y durable como la vida de un hombre; pero es una cosa tan
contradictoria a la razón como podría ser la ficción de un libro que se formara por el azar
tirando sin ton ni son las letras de imprenta. Por lo demás es verdad que con tal de que
los fenómenos estén ligados, no importa que se les llame sueños o no, puesto que la
experiencia muestra que no se equivoca uno en las medidas que se toma sobre los
fenómenos cuando ellas son tomadas según las verdades de razón” (Nuevos ensayos IV,
cap. 4, § 5).

Conclusión

De acuerdo con Leibnitz, yo soy la Mónada inextensa de mi espíritu, es decir de mi


alma, pensamiento, como decía también Descartes37, mi Mónada conoce de manera
muy clara y distinta a la agrupación de Mónadas que son mi cuerpo, Mónadas también
inextensas.

Mi Mónada espíritu, conoce (percibe) el mundo a través de mi Mónada cuerpo,


porque mi Mónada cuerpo, conoce (percibe) al resto de las Mónadas debido a que todas
las Mónadas del universo, lo llenan todo, no hay vacío, entendiendo este no vacío, ya
que hablamos siempre de Mónadas inextensas, a la manera de como podríamos
entender que no hay “no pensamiento”, entre un pensamiento y el siguiente.

37
Soy pensamiento en tanto que existo, cogito ergo sum

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El “vacío” vendría a ser “no pensamiento”, otra cosa es que no siempre seamos
conscientes de lo que pensamos, en línea con esa diferenciación que hace Leibniz entre
percepción o apercepción.

De acuerdo con Leibniz, el mundo inextenso de las Mónadas espíritus, las almas
de los hombres, es un mundo moral, sujeto a las leyes de las causas finales según el
principio de lo mejor, mientras que las percepciones que las Mónadas espíritus tienen
de ese mundo inextenso de Mónadas almas y entelequias, conformarían ese mundo
“natural”, sujeto a las leyes de las causas eficientes, el mundo que nuestros sentidos, de
forma engañosa, nos presentan como si fuera extenso, con realidad, pero que no lo es,
es solo una percepción38.

El mundo “natural”, aunque fenoménico está bien fundado, lo que hace que pueda
haber ciencia y que esta ciencia pueda dar un conocimiento fundamentado de dichos
fenómenos, sin poder ir más lejos, quedando para la Metafísica, el conocimiento de los
principios universales, no de los fenómenos, según indica Leibniz, al hablar de los modos
de conocimiento.

Mi Mónada espíritu, percibe a las demás Mónadas inextensas coexistentes en un


momento dado, incluido la Mónada de mi cuerpo, ordenándolas en el espacio, que es
ideal no real y percibe los cambios que se producen tanto en mi propia Mónada espíritu
y cuerpo, como en las demás Mónadas existentes.

Es decir que nuestra Mónada espíritu, percibe el despliegue de la noción completa


que el Dios creador tiene de cada Mónada creada, ordenando esos despliegues tanto en
el tiempo, que también es ideal como en el espacio, que son meros artificios o categorías
mentales para ordenar percepciones.

Esta dualidad de mundo moral y material, en realidad según Leibnitz, es aparente,


solo existe un mundo, el mundo de las Mónadas inextensas.

Con su Monadología, el racionalista Leibniz desafía la concepción Aristotélica de


que el mundo sensible es el mundo real, y postula un mundo fenoménico, que es solo
percepción de las únicas realidades existentes, inmateriales, las Mónadas39.

38
Equivocadamente tendemos a considerar que lo extenso, el objeto, es lo real, sin caer en cuenta que lo
que conocemos de ese objeto es la imagen percibida que bien podría ser lo real en lugar del objeto, si
este objeto es inextenso.

39
De la misma manera que también desafía a la concepción Aristotélica, la concepción del mundo de
Spinoza, que considera que el mundo es Dios inmanente y los hombres un modo finito de los dos atributos
de Dios, que nos es dado conocer, por tanto, parte del Dios mismo.

También la concepción Kantiana, desafía a Aristóteles al distinguir entre fenómeno y noúmeno, si bien
esta concepción del mundo está mucho más cercana a la Aristotélica que la Spinosista y tiene en el
fenómeno, un cierto punto común con la concepción Leibniciana.

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Lo curioso es que, las tres concepciones racionalistas del mundo40, la de Spinoza,


la de Leibniz y la de Kant, parten del mismo postulado, el postulado de la existencia de
Dios, sin el cual no se podrían explicar ninguna de estas tres concepciones del mundo.

No parece extraño, al menos para mí, que después de que los filósofos
postmodernos decretaran la muerte de Dios en sus filosofías, estas hayan dejado de ser
sistemas omnicomprensivos del mundo, dejando posiblemente ese papel a la ciencia,
como una nueva religión y se hayan convertido en filosofías especializadas.

Y tampoco parecería extraño que, en consecuencia, con lo anterior, el hombre


postmoderno, en general, eche en falta ese sentido de la vida, tan necesario para vivir
que le aportaría un sistema filosófico omnicomprensivo o en su defecto la cosmovisión
que le aportaría una convicción religiosa 41, ya que la ciencia no le puede dar ese sentido
porque la ciencia puede explicar al hombre el porqué de las cosas, pero no puede
explicarle el para qué42.

Bibliografía

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2. Brown G. (2012). Contra la posibilidad del vacío: el argumento mecanicista de


Leibniz. Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, LI (129-131), 151-
158, Enero-Diciembre 2012.

3. Casales García, R. (2017). Taxonomía de las Mónadas en Leibniz. Revista Digital


A&H * 97 www.upaep.mx/revistaayh. Año 3, numero 6, abril – septiembre 2017.

4. De Olaso E. (1982). G.W. Leibniz Escritos Filosóficos. Buenos Aires. Editorial


Charcas.

5. Escuela de filosofía universidad ARCIS. Teodicea Ensayos sobre la bondad de


Dios, la libertad del hombre y el origen del mal (1710) Gottfried W. Leibniz.
Edición electrónica de www.philosophia.cl

40
Si consideramos a Kant también racionalista, aunque más bien lo que mejor representa a Kant es la
síntesis del racionalismo y del empirismo

41
La sensación de vértigo del hombre posmoderno, como consecuencia de que los filósofos han
decretado la muerte de Dios, la recoge Dostoyevski de un modo sintético en la última de sus novelas, Los
hermanos Karamazov en la frase que pronuncia Iván, el segundo de los hermanos: “Si Dios no existe, todo
está permitido”.

42
Como decía el poeta Antonio Machado, “Bueno es saber que los vasos / nos sirven para beber / lo malo
es que no sabemos / para qué sirve la sed” (Proverbios y Cantares)

22
HISTORIA DE LA FILOSOFIA MODERNA
Trabajo sustitutorio de examen de Antonio Castillejo 30191101J

6. Leibniz G.W. Advertencias a la parte general de los principios de Descartes.


http://smjegupr.net/newsite/wp-content/uploads/2020/03/09-Advertencias-
a-la-parte-general-de-los-principios-de-Descartes-por-G.-W.-Leibniz.pdf .

7. 5. Ribera de Rosales J. (2012). Seminario sobre Leibniz I (1664-1716). 1ª Sesión


Canal UNED - Seminario sobre Leibniz I (1664-1716). 1ª sesión.

8. Ribera de Rosales J. (2012). Seminario sobre Leibniz II (1664-1716). 2ª Sesión


Canal UNED - Seminario sobre Leibniz II (1664-1716). 2ª sesión.

9. Rada E. (1980). La polémica Leibniz – Clarke. Madrid. Editorial Taurus.

10. Reale G. y Antiseri D. (1995). Historia del pensamiento filosófico y científico.


Tomo II Del humanismo a Kant. Barcelona Editorial Herder

11. Velarde J. (2012). Leibniz Monadología Principios de filosofía. Madrid. Editorial


Biblioteca Nueva.

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