27 de febrero al 5 de marzo de 2011 ev: 19
Foto por Veronica Pillich
Matrimonio:
San Juan
don insustituible
del amor de Dios
¡Que hermoso es reunirnos todos
y todas juntos, cada domingo, alrede-
dor del altar del Señor, junto a su mesa,
para la fracción del pan, en lo que es-
peramos, fortalecidos y esperanzados,
su segunda gloriosa venida!
por las diócesis
Hoy, que celebramos el VI Domin-
go del Tiempo Ordinario, en nuestra
Arquidiócesis dedicamos este día a la
Jornada Arquidiocesana del Matrimo-
nio. Con ello, queremos resaltar a la fa-
milia, fundada sobre el sacramento del
Matrimonio, como un don único, indi-
visible, insustituible del amor de Dios.
En estos tiempos modernos, no
solo se han jamaqueado los cimientos
de las estructuras sociales, mediáticas,
políticas, económicas, administrativas y
gubernamentales (como acabamos de
ver en Egipto), sino que insistentemen-
te se ha querido también jamaquear la
institución del matrimonio y la familia
para debilitarlo, redefinirlo y hacer-
lo desaparecer. Hoy, los promotores,
defensores y testigos del sacramento
matrimonial sufrimos del martirio de la
ridiculización cuando nos llaman fun-
damentalistas, moralistas, y defensores
de lo que ellos y ellas llaman “el matri-
monio tradicional”.
Ante ese escenario que acabamos
de describir, nosotros y nosotras, cris-
tianos y cristianas, discípulos y discí-
pulas misioneros de Jesús queremos
seguir proclamando la verdad sobre
el matrimonio mediante la educación,
el testimonio y la oración. Como cris-
tianos, el estar bautizados conlleva un
cambio de actitud, un deseo de amar,
de servir, de ser solidarios y justos y
sobre todo, de orar y dar testimonio
del Misterio, de ese acontecimiento,
que nos cambia, que nos mueve y que
nos impulsa a crecer en la santidad. Ser
cristiano es poner la mano en el arado
y no mirar hacia atrás, es ser como Ni-
codemo que nace de nuevo, que nace
del agua y del espíritu para emprender
un nuevo camino en la vida.
Ser un matrimonio cristiano, tam-
bién es algo más que estar juntos, cui-
darse, respetarse, alimentarse y amarse.
Ser un matrimonio cristiano, además
de lo anterior, también conlleva, una
vivencia coherente con el evangelio de
Jesús. Jesús debe ser el centro de la vida
matrimonial. Al igual que en las bodas
de Caná, Jesús asiste a los matrimonios
en sus necesidades y carencias. Al igual
que en Caná, Jesús sigue haciendo mi-
lagros en los matrimonios para que el
vino de la alegría y la felicidad jamás se
les agote. Tener a Jesús como el centro
del matrimonio, es el testimonio más
creíble y valioso que los cónyuges pue-
den dar en nuestros tiempos, porque
es la forma más clara de promover la
sacramentalidad del matrimonio.
Muy tristemente vemos en muchos
medios de comunicación que muchos
matrimonios que en vez de ser felices y
estar repletos de bendiciones, terminan
en violencia, sea ésta conyugal o contra
sus hijos e hijas y en algunos casos, en
tragedias. La violencia en la vida matri-
monial y familiar es una contradicción,
es una aberración, pues como es posi-
ble que una institución que surge del
amor, que su naturaleza es el amor, ter-
mine viviendo en la violencia y el odio,
en vías a su destrucción. En este marco
del poder que tienen los medios de co-
municación social debemos dar apoyo
a los medios de comunicación de la
Iglesia como nuestro Canal 13, el canal
de la familia, nuestras emisoras radiales
y el único periódico católico de Puerto
Rico, El Visitante.
Decía el Papa Benedicto XVI en su
libro, Jesús de Nazareth, que allí, don-
de Dios está ausente, no puede haber
nada bueno. Eso no quiere decir que en
los matrimonios cristianos no van a sur-
gir dificultades, pruebas y tentaciones.
Van a surgir, la diferencia está, en que
el matrimonio que tiene a Dios como
su centro, lo busca, toca a su puerta y
abre su corazón, y Dios, como zarza ar-
diente, les habla; como Luz infinita, les
ilumina; como Amor de los Amores, los
transforma y les hace ser capaces de
abrirse al perdón y la reconciliación. “…
[sin] el verdadero Dios, Padre de nues-
tro Señor Jesucristo, las esperanzas se
transforman en espejismos, que llevan
a evadirse de la realidad. En cambio,
hablar con Dios, permanecer en su pre-
sencia, dejarse iluminar y purificar por
su palabra, nos introduce en el corazón
de la realidad, en el íntimo motor del
devenir cósmico; por decirlo así, nos
introduce en el corazón palpitante del
universo.” (Benedicto XVI, Homilía 6 de
febrero de 2008)
A todos y todas ustedes, queridos
hermanos y hermanas que han recibi-
do el sacramento del Matrimonio, y a
aquellos que en este día celebran su
aniversario de bodas, les quiero agra-
decer por haber optado por este valio-
so sacramento, canal de gracia y fuente
de bendiciones. Les quiero felicitar por
las veces en que han dado testimonios
de que la vida matrimonial, cuando se
vive en coherencia con el evangelio,
es posible y llevadera. Les quiero dar
gracias por haber educado a sus hi-
jos e hijas, biológicos o adoptivos, en
la fe cristiana. Les quiero agradecer el
haberse perdonado mutuamente y por
su perseverancia. Y, les quiero animar,
a que en todo momento, a tiempo y a
destiempo, busquen en Jesús, especial-
mente Sacramentado, el alimento de
vida eterna.
Recordamos las palabras de nues-
tro Papa en ocasión del VI Encuentro
Mundial de las Familias: “La respuesta
cristiana ante los desafíos que debe
afrontar la familia y la vida humana en
general consiste en reforzar la confian-
za en el Señor y el vigor que brota de la
propia fe, la cual se nutre de la escucha
atenta de la Palabra de Dios. Qué bello
es reunirse en familia para dejar que
Dios hable al corazón de sus miembros
a través de su Palabra viva y eficaz. En
la oración, especialmente con el rezo
del Rosario, la familia contempla los
misterios de la vida de Jesús, interioriza
los valores que medita y se siente lla-
mada a encarnarlos en su vida.” (18 de
enero de 2009)
Queridos hermanos y hermanas:
seamos sabios a los ojos de Dios, ac-
tuemos conforme a sus mandamientos
y su voluntad para ser merecedores de
su Reino. ¡Felicidades a todos los ma-
trimonios en este día tan especial!
(Fragmento de la homilía pronun-
ciada por Monseñor Roberto Octa-
vio González Nieves en ocasión de la
Jornada Arquidiocesana del Matri-
monio, celebrada en la Catedral de
San Juan el pasado 13 de febrero de
2011.)