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Amor
El enamoramiento
¿Una situación pasajera o una situación deseable?
¿Es enamorarse el estado emocional perfecto o un espejismo pasajero que, mientras dura,
aliena a la "víctima" hasta el punto de incapacitarle para percibir cualquier cosa distinta de la
atracción hacia la persona objeto de sus desvelos? Estas son las dos posturas extremas ante
esa coyuntura que constituye el enamorarse de alguien.
El romántico la defenderá como la situación ideal, porque entiende que nada en el mundo
merece compararse con esa felicidad que genera la pasión amorosa. El escéptico o
desengañado, sin embargo, aducirá que el amor es una enfermedad pasajera que deja
secuelas pero que puede superarse a nada que uno se dedique a lo esencial en la vida: la
familia, las aficiones, el trabajo, los amigos... Sin duda, ante el fenómeno del amor cada uno
tiene su propia percepción y sensibilidad. Se puede caracterizar el enamoramiento como una
"locura" transitoria que no tiene edad y que repercute en gran medida en la vida cotidiana del
afectado. Es, normalmente, una emoción que irrumpe sin avisar, intensa y bruscamente y que
normalmente se atenuará con el paso del tiempo. El enamoramiento es una experiencia que
nos conmueve y conmociona, un estado pasajero en que el mundo tiende a convertirse en un
paraíso y la vida en una fiesta: el diálogo, por arte de magia, deviene inagotable; el sentido del
tiempo desaparece y el "ser con" y el "ser para" ese alguien se convierte en uno de los ejes de
nuestra existencia. El amor, en su primera e impulsiva fase, es una nueva, luminosa y diferente
forma de estar en la vida, que sacude nuestros cimientos racionales y nos lleva a vivir desde
otra perspectiva.
Los síntomas
Aunque suene irónico, el amor puede contemplarse como una patología, como un trastorno
ocasional con sus síntomas característicos. Veamos tres de ellos: la idealización de la otra
persona, la admiración que sentimos hacia ella y la atribución de un conjunto de características
positivas y nobles, omitiéndose los planteamientos críticos. Otro síntoma es la desaparición de
la agresividad: para la persona amada, sólo tenemos palabras dulces y amables. Se produce
también un cierto trastorno de la atención: todo se nos antoja óptimo, casi mágico. Así, la vida
es un regalo e invita a la ensoñación. La comunicación con el enamorado es más comunión
que otra cosa y el sentirse adivinado por el otro provee a la relación de sobreentendidos y
certidumbre. "Te querré siempre", decimos, insuflados de un optimismo ciego y renunciando a
mirar a un pasado poco complaciente. Asimismo, aparece el "secuestro mental": la vida del
enamorado gira en torno a cuándo se producirá el próximo encuentro con el destinatario de ese
amor. El tiempo adquiere un ritmo distinto, en función de si estamos o no con la persona
amada. Sacrificio y esfuerzo no tienen el sentido habitual si se trata de hacer algo por el otro o
si permite estar con él o ella. Nos descubrimos más generosos y volcados que nunca:
satisfacer, sorprender y agradar al otro se convierte en la mayor ilusión. Ese es uno de los
problemas: en esta fase impulsiva y optimista a ultranza: comprender al otro, entenderle,
deviene cuestión secundaria.
En los más afectados por el amor, el nerviosismo, las taquicardias, la sudoración, la sensación
de no saber cómo comportarse, al igual que las de una extraña placidez y la propensión al
lagrimeo y a la risa forman parte de esos momentos irrepetibles del recién enamorado. Visto lo
anterior, habrá quien piense que esto de enamorarse (en cuanto que entraña de ingenuidad e
ilusión desmedidas y de confianza ciega en el otro) es cosa de juventud o, más bien, de la
adolescencia. No todos vivimos de igual modo la experiencia amorosa y puede variar la
intensidad de estos síntomas o que no concurran todos ellos, pero la idealización, la peculiar
comunicación, la percepción del tiempo, la placidez y las manifestaciones corporales definen el
enamoramiento pasional.
embargo, es un pico de explosión que no parte de quiénes somos en realidad sino de unos
seres mutuamente idealizados por una relación muy intensa. Esta situación idílica lleva
incorporada su fecha de caducidad, porque el estado de tensión que genera y la suma
dedicación que exige no pueden perpetuarse a lo largo de los años. Cuando hablamos de
enamoramiento siempre lo asociamos a otra persona y sin embargo ésa es sólo una forma más
de amor. Tal vez ese enfoque sea el que nos responda por qué hay personas que nunca o sólo
en su juventud recuerdan haberse sentido enamoradas. Y es que para enamorarse de alguien,
hay que tener los poros de la piel abiertos a los paisajes, a las personas que nos rodean, a los
sentimientos.... Quien sabe reaccionar ante la frustración y el sufrimiento, está mejor preparado
para la flexibilidad y apertura mental y emocional que el amor necesita para brotar. En
resumen, para poder enamorarse de alguien hay que amar la vida, mostrar interés por lo que
acontece a nuestro alrededor, tener ganas de saber, de crear, y aferrarse a la vida apurándola
como hacemos con la última gota de agua cuando nos morimos de sed. Puede ser un
planteamiento radical, porque a veces es el amor lo que nos permite acceder a todo un mundo
de percepciones ya olvidadas pero también es cierto que muchos lamentan no haber estado
"preparados" cuando el amor llamó a su puerta. Porque la respuesta al amor exige una
disposición emocional, un atrevimiento, la asunción del riesgo de fracaso de la relación.
¿Gestionar el amor?
Hay quien se enamora con frecuencia y de distintas personas por poco tiempo, mientras que
otros y otras confiesan no haberse enamorado nunca o haberlo hecho sólo una vez y para toda
la vida. El amor pertenece al campo de los sentimientos, a las emociones difícilmente
explicables con los argumentos de la razón. El amor hace inexplicable al ser humano y ahí
reside su grandeza: continúa siendo un misterio a pesar de los intentos de comprenderlo que el
ser humano ha emprendido a lo largo de los siglos. Cuando una persona dice a su enamorado
"vida mía" siente que el otro es su vida, el compendio de sus aspiraciones emocionales. Pero
ahí reside el riesgo: hay que soñar, pero esperarlo todo de la otra persona equivale a
arriesgarse a la decepción. Ahí está la clave del fracaso de muchas parejas. Antes de adquirir
un compromiso formal, conviene enfriar un poco los ánimos, bajar al terreno de lo real y
estudiar a la otra persona, ensayar una relación que nos permita conocer a fondo a nuestro
amante, delimitar su manera de pensar, de comportarse en la cotidianeidad, su modo de
percibirnos como personas, lo que espera de nosotros y lo que podemos darle para hacerle
feliz y consolidar nuestra relación de pareja.
Durante la fase de enamoramiento disculpamos "defectillos" que casi nos parecen un dechado
de originalidad pero quizá el paso del tiempo convierta esas peculiaridades y costumbres en
una losa para la relación. Conviene reflexionar un poco. Quizá lo adecuado sea habilitar una
convivencia en la que se puedan comprobar lo que dan de sí las expectativas que hemos
depositado en el otro. Después podremos adoptar decisiones, siempre dejando la puerta
abierta a cambios e imprevistos porque todos somos una caja de sorpresas. En esa cautela
pactada puede estar la clave del éxito: vamos a abrir juntos nuestros respectivos cofres para
ver qué hay dentro del de cada uno y a asumir conjuntamente la situación real sin perder cada
uno su libertad de acción y decisión.
El conocimiento de uno mismo, de las vivencias que han influido en nuestra vida, nos ayuda a
saber por qué reaccionamos de determinada manera ante una situación o qué debemos
modificar para que las relación amorosa resulte satisfactoria. Pero tampoco nuestra historia
personal debe erigirse en condicionante fatal que nos impide abrirnos a opciones con
expectativas de éxito. Como seres inteligentes y emocionales que evolucionan, somos un
proyecto por hacer.
Algunos me respondieron que "Es el despertar en uno, de la pasión, del amor, decir piropos,
cortejar, prenderse de una persona, o desearla, u obsesionarse con ella". Sin embargo,
seamos bien honestos. ¿Nos hemos preguntado alguna vez, qué es realmente para nosotros
ESTAR ENAMORADOS...?
Más de una persona -hombres y mujeres- pasan la vida soñando con el amor. Lo esperan, lo
buscan. lo idealizan. Para algunos llega, para otros pareciera que no es fácil que ese amor
llegue a su puerta ... Proverbios, frases hechas, refranes ... un sinnúmero de definiciones nos
grafican o nos distorsionan lo que es el enamoramiento. Esa filosofía popular nos dice que El
Amor es ciego, lo que lleva a muchos a entender porqué frente al amor no razonan, no piensan,
no analizan... simplemente lo viven, lo sienten y muchos lo padecen.
El enamoramiento TIENE que ser recíproco para que dé felicidad, aunque, seamos honestos...
más de una vez, y más de uno de nosotros, se ha enamorado solo, sin para nada ser
correspondido, y en muchos casos, el centro de nuestro enamoramiento, no darse por aludido
del sentimiento que ha despertado.
Pero, demos por sentado que si hay un lazo afectivo entre ambas partes, y que este lazo se
percibe fuerte y sólido, lo que automáticamente acrecienta la confianza y el vínculo se hace
más fuerte y sólido, es así, que la vivencia nacida de ese despertar al "Enamoramiento"
marcará e influirá en el comportamiento de esos protagonistas de una historia de amor.
Sigo indagando y preguntándome sobre el tema, y es así que llego hasta los psicoanalistas, y
hasta los conductistas. Busco en la ciencia respuestas y definiciones más de peso, ellos
explican que la elección de pareja, es una resultante de la búsqueda de satisfacer impulsos y
deseos, y muchas veces, en este acto inconsciente inciden un conjunto de motivaciones que
emergen de vivencias infantiles, las cuales, permanecen en niveles inconscientes, ya que
posiblemente fueron muy dolorosas.
Por eso no es sencillo ni frívolo hablar de "Enamoramiento" Son muchos los factores que
influyen para que el individuo elija a su pareja. Y en el transcurso del desarrollo del individuo, a
partir de la infancia, para elegir o buscar pareja, tomará como referencias: satisfacciones,
frustraciones, privaciones vivenciales; a esto sumará y marcará su desarrollo psicosexual, el
ámbito social y económico en el que se desenvuelve.
Hay tantas y tantas referencias sobre el amor, que se hace inevitable citar algunas: "El amor es
una cosa maravillosa" ... El amor no tiene edad ni fecha en el calendario... dice una tonada del
llano venezolano. Niños, ancianos adolescentes, adultos, mujeres, hombres... todos nos
enamoramos. Famosos, ricos, pobres, bonitos, feos, rubios, morenos, altos, delgados y
gordos, inteligentes, brutitos...
Querría saber si hay alguna persona que no se haya enamorado jamás...
Hay amores y amores: ese primer amor, inocente, idílico, bobo, bonito... Ese
enamoramiento ciego. Esa primera ilusión, ese despertar. Ese caminar por primera
vez lo que ha de ser el ciclo o proceso de enamoramiento.
Al hablar del "Proceso de Enamoramiento", debemos enumerar las etapas del mismo:
1ª La idealización del objeto amado", es una constante que muchos investigadores de la
conducta han estudiado, por ello, citemos sólo a J.G. Lemaire, quien asevera que muchos
defectos, rasgos de personalidad, o características absolutamente predominantes, no son
percibidos como asuntos, o conductas realmente molestas de la pareja o persona a la cual se
ha escogido para amar. Tonta e ilusoriamente creemos que se pueden modificar rasgos
estructurales, culturales o sociales, simplemente por la fuerza del cariño o el amor. Gran error
de múltiple presencia... Seamos honestos también con esto ¿Cuántas veces hemos incurrido
en creernos factible tal asunto?
2ª Aquí conseguimos lo que los científicos de la conducta llaman "el estado alterado de la
conciencia". Es ese momento o esa etapa en la cual, la conciencia de la que se hace alarde,
pasa realmente a integrarse a un autoengaño elaborado y "Montado" por el inconsciente.
Creemos que conscientemente elegimos a la pareja, y esto no es verdad, hay que aceptar que
quien realmente lo hace es el inconsciente. Por ello, al pretender razonar lo que nos gusta, nos
atrae o nos acerca a esa persona, no tenemos muchas respuestas. Es cuando, de poder
pararnos y hacer ese análisis, nos daríamos cuenta de que hemos recubierto a ese "alguien"
con los ropajes con los cuales vislumbramos o imaginamos que viste "El Amor"... Por eso no
hay respuestas, ya que como decía Ortega y Gassete: Se está enamorado del amor ...
3ª En este tercer punto, encontramos eso que llamaremos "La proyección de ideales propios
sobre la personalidad del otro", aquí encontramos ese momento en el cual, ideales y metas
personales dejan de ser lo primordial, lo más importante, y se abre paso a tratar de mantener a
la pareja a nuestro lado a como dé lugar, y como única prioridad, y sin darnos cuenta,
perdemos nuestra personalidad, nuestras metas y objetivos, para convertirnos en seguidores
de los objetivos y metas de la otra persona.
4ª Aquí conoceremos sobre "La esencia de exclusividad" o lo que resulta igual a "ser lo único
para la pareja". Es cuando total y exclusivamente ofrecemos lo mismo, inconscientemente y
casi como un compromiso sin que hacerlo, implique obligación, ya que sinceramente se está
convencido. Tomar esta actitud, conduce a una "ausencia de demandas", y lo más grave es
que esa ausencia de demandas ni siquiera nos dejaran darnos cuenta de las terribles carencias
que tenemos en esa relación y en nuestra propia vida inserta en ella... Es allí cuando el
"Enamorado / a" llega a creer que la simple unión de la pareja llenará o compensará las
grandes e importantes necesidades individuales, que van desde la diversión, hasta los
problemas laborales, sociales y económicos. Por eso, se hace imagen común ver a parejas
conversando todo el día, rodeados de problemas, pero pareciendo no verlos o no necesitar
más que estar juntos como en una cúpula de cristal. Esas parejas, esos individuos por un
tiempo no tienen conflictos, la ausencia de dinero, todo se supera con el hecho de estar juntos,
pero ... otro dicho popular viene a sacudirnos: ¡Amor con hambre no dura!
Que no es "Rosadito y cursi", que tampoco es un "Pretexto" creado por los comerciantes para
"Hacer su agosto" el 14 de febrero. Es bastante más que todo eso. Es camaradería, es
sinceridad, es fidelidad, es solidaridad, es compromiso, es amistad, es pasión, es ilusión, es
complicidad bonita, es trascendencia, es vida... Es el inicio de la vida.
Sin embargo, a las cosas hay que llamarlas por su propio nombre para así evitar que se les dé
un uso distinto que sólo hará caer en confusiones perjudiciales, y conductas que se justifican
en las palabras lo hice por amor. No se definirá al amor en una forma general, sino al amor que
une y hace fuerte a la pareja, el amor de los esposos.
2.- Hay quienes creen que la persona amada es el objeto del amor.
Hay quienes creen que la persona amada es el objeto del amor y toman a esta persona como
fin. El pensar así es estar destinado al fracaso, porque el hombre y la mujer no se llenan
mutuamente, aunque en un principio así lo parezca.
El fin del amor es algo que trasciende y ese fin serán los hijos. Paulo VI anunció así una gran
ley del amor. Darse el uno al otro para darse luego juntos. Porque el amor no es la persona
amada, sino una capacidad, facultad; por lo tanto, la persona no debe negarse a la
trascendencia, porque la raíz del amor es la fecundidad.
Cuando por decisión propia la pareja decide no tener hijos está entrando en un círculo limitado
y egoísta, buscando sólo su propia satisfacción, sin darse cuenta del daño que se causan.
- El amor mutuo protege a los hijos.
- Los hijos son un estímulo para la pareja.
- Hay una correlación entre hijo y estabilidad del matrimonio, porque los hijos purifican el amor
de la pareja, haciéndolo menos egoísta.
En la unión libre esto está muy lejos de ser. Su misma inestabilidad al dejar abierta la
posibilidad de separarse por cualquier motivo, no permite el amor de donación y de fecundidad,
pues hay una decisión de antemano a la no procreación.
3.- Hay quienes creen que el amor es una fuerza ciega que arrastra.
Hay quienes creen que el amor es una fuerza ciega que arrastra, por lo tanto justifica todo y no
se puede hacer nada para evitarlo.
A esto se le llamaría amor-pasión, donde más que gozar el amor, se padece el amor.
- El amor es una fuerza, ciertamente pero no ciega.
- Es algo que de alguna manera depende de nosotros, porque el amor es edificable.
- Es la razón la que debe dictarle al corazón lo que debe hacer.
- Cuando se considera el amor una atracción momentánea, y se guía sólo por un impulso de
deseo sexual, entonces a esto se le llama soledad, vanidad, afán de dominio, conquista, etc.,
pero no amor, ya que todo acto de amor que involucre sólo el cuerpo, es un acto egoísta. Qué
fácil es acomodarse detrás de actos tan innobles y atribuirlos a un sentimiento tan noble como
es el verdadero amor.
En el amor conyugal lo físico ha de ser la expresión del amor de dos personas (con toda la
dignidad que en sí la persona tiene) y no de dos cuerpos, si no, esto correspondería a un
simple instinto carnal que en otros términos sería animal. Por otro lado las relaciones sexuales
precoces deforman el amor, ya que se cae en el gran peligro de creer que el atraerse
mutuamente y que el apasionamiento, son la muestra de la intensidad del amor
La vida matrimonial:
- Es esforzarse día con día para mantenerse y crecer, incluso en el aspecto sexual.
- Exige respeto mutuo, adaptación de caracteres, un sinnúmero de sacrificios.
Es lo que llamaríamos un amor maduro, y no en años sino en lo que esto implica: amar con
libertad, una verdadera libertad (que es dominio del espíritu sobre la materia). La libertad hace
al hombre más persona, más creativo, más equilibrado, más dueño de sí mismo. El amor debe
llevar a una madurez que se logra por continuas conquistas hechas a base de esfuerzos y
renuncias a sí mismo. Sólo en este plano se entiende el verdadero amor. El amor de los
esposos: total, fiel y exclusivo.
Una de las palabras que más han intentado definir los expertos, sin lograrlo totalmente, es el
vocablo amor. Al mismo tiempo es la palabra más desvirtuada. Ya se le llama amor a casi
cualquier cosa, incluso las peores aberraciones sexuales y los mayores actos de egoísmo
reciben este nombre.
Otras personas describen al amor en una forma que raya -según la opinión de muchos- en lo
cursi. Un ejemplo de esta es la siguiente manera de relatar el impacto de amor que se llevó
cierto jovencito:
Fue una enorme descarga de energía que hubiera recorrido todo su cuerpo en fracción de
segundo. Sintió una sacudida brutal ¡cómo si un rayo lo hubiera fulminado! El impacto que
recibió fue tal que permaneció mudo, como paralizado, sin aliento, cuando vio su silueta
recortada contra el cielo rojizo y purpúreo de aquella hermosa tarde de otoño.
Su corazón se aceleró cuando a aquella visión se sumó el sonido fresco, dulce y armonioso de
su risa espontánea y discreta. Fue como si su cerebro, hubiera descubierto de repente el
significado de aquella palabra ¡amor! que había escuchado tantas veces y que nunca había
comprendido.
Repentinamente tuvo una visión muy clara: supo que no descansaría hasta conseguir que ella
correspondiera a ese sentimiento tan intenso que de manera tan fuerte se había posesionado
de su ser.
Muchos libros, películas y novelas describen el proceso del enamoramiento con escenas
similares a la anterior. A veces lo presentan cursi y en otras lo exhiben como algo
incomprensible, misterioso y casi mágico. Se limitan a presentar este sentimiento desde un solo
ángulo: una pasión o maraña de sensaciones y emociones que atrapan a la persona con una
fuerza irresistible.
Pretenden hacer que la gente crea que el amor es solamente una sucesión de sentimientos
que ocurren repentinamente y ante los cuales lo único que se puede hacer es: dejarse llevar.
Dan a entender que las personas se enamoran en contra de su voluntad, que es algo que
sucede y así como viene se va, de tal manera que a los seres humanos les llega el amor y
luego, se les escapa de las manos.
Vistas así las cosas, la gente se enamora y se casa. Luego, se desenamora y se descasa
(divorcia). Así de simple, así de claro. ¿Dije claro?
El verdadero amor implica una valoración profunda de la persona amada, que lleva ante todo a
procurar el bien de ésta. Hay ocasiones en que viendo a alguna pareja se escuchan
comentarios como: No sé por qué se fijó en ella, si la palabra fea le queda corta, está
espantosa.
Se dan casos en los que alguno de los dos es víctima de un accidente que le inutiliza y el otro
se entrega a su cuidado, se dedica en cuerpo y alma a la persona amada, sin importar el
deteriorado estado físico y anímico del otro. Ya se ve que no hay mayor amor que el del que da
la vida por el ser amado.
Y se puede dar la vida de muchas formas. Basta ver a los padres que dedican su vida, con
sacrificio y entrega, por sacar adelante al hijo que es discapacitado, o con ver a la tía solterona,
que dedicó su vida a cuidar a su madre enferma. Otro caso es ver a la madre Teresa de
Calcuta, sacando una enorme energía de su débil constitución física, para entregarse en
cuerpo y alma a los más pobres de entre los pobres.
Esos ejemplos, ponen en evidencia que el amor va más allá del sentimiento. El amor implica
pues, una decisión libre, un acto de voluntad.