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HIMNO DEL MUNICIPIO SUCRE.

Letra: Diógenes Antonio Hernández


Música: Valmore Vicente Freites Agüero
CORO
Por mi tierra sembrada de amigos,
Me legó Terepaima este honor,
Hoy despunta la espiga del trigo, 
Y el tesón de un molino es mi voz.
I
De este fuego llameante en la sangre,
Caracol que me teja la piel, 
Soy patriota, en Campaña Admirable;
Soy Martínez, en marcha otra vez:
Mi Empalao se eriza de retos, 
Y el futuro es un potro al recelo
En mi valle que enciende el vergel.
II
Meregoto, de atávica savia;
Lirio blanco, de hispano don,
En sus genes mi planta mulata
Lleva un grito de regio crisol;
Con Arteaga, pincel y sapiencia;
José Helímenas, firme en su rol;
Alvarado, con versos de ciencias, 
Siembra soles, Hernández León.
III
El sediento del tiempo va leve;
Taiguaguai copia un cielo de amor;
Va empinado, venciendo vaivenes;
Industrioso, con millo y canción,
Aquí Lugo y Mendoza plantaron
Los quilates que doran la lid;
¡De bondades, abierto los brazos!
¡Va mi pueblo con Dios, hasta el fin!

Cuento literario

Había un niño que no sabía jugar. La madre le miraba


desde la ventana ir y venir por los caminillos de tierra, con
las manos quietas, como caídas a los dos lados del cuerpo.
Al niño, los juguetes de colores chillones, la pelota tan re-
donda, y los camiones con sus ruedecillas, no le gustaban.
Los miraba, los tocaba, y luego se iba al jardín, a la tierra sin
techo, con sus manitas, pálidas y no muy limpias, pendien-
tes junto al cuerpo como dos extrañas campanillas mudas.
La madre miraba inquieta al niño que iba y venía con una
Sombra entre los ojos. -si al niño le gustara jugar yo no
Tendría frio mirándole ir y venir- . Pero el padre decía, con
alegría: -No sabe jugar, no es un niño corriente. Es un niño
que piensa- .
Un día la madre se abrigo y siguió al niño, bajo la lluvia,
Escondiéndose entre los árboles. Cuando el niño llego al
Borde del estanque, se agacho, buscó grillitos, gusanos,
crías de rana y lombrices. Iba metiéndolos en una caja.
Luego, se sentó en el suelo, y uno a uno los sacaba. Con sus
uñitas sucias, casi negras, hacia un leve ruidito, ¡crac!, y les
segaba la cabeza.

Cuento popular

Érase una vez un pastorcillo que vivía en un pueblo cerca del bosque.


El pastorcillo se llamaba Pedro, y todas las mañanas sacaba a pasear a su rebaño de
ovejas por el campo, cerca del pueblo.

Pasaba tanto tiempo en el campo, que se aburría muchísimo, y ya no sabía que hacer
para divertirse un poco y pasar el rato.

Estuvo pensando en unos cuantos juegos, y al final se decidió a divertirse a costa de los
vecinos del pueblo.

Un día por la mañana, cuando Pedro pasaba cerca del pueblo, empezó a gritar: “Que
viene el lobo!! El lobo!! Socorro!!”
Los vecinos, alarmados al oír los gritos de Pedro, corrieron a socorrerle, pero cuando
llegaron al lugar, se encontraron con Pedro riéndose a carcajadas y diciendo: “Qué
tontos!! Se lo han creído!! Jajaja!“.
Los vecinos enfadados, volvieron al pueblo sin dirigirle la palabra a Pedro, porque ellos
se habían preocupado por él y en realidad se trataba de una broma de mal gusto.
Al día siguiente, Pedro volvió a gritar lo mismo: “Que viene el lobo!! Socorro, mis
ovejas… se las come!!“. Los vecinos del pueblo le oyeron gritar y algunos de ellos, ya
no le creyeron, sin embargo otros, pensando que podía haber sido una casualidad,
corrieron a ayudarle porque Pedro podría correr peligro.
Cuando llegaron a donde se encontraba Pedro, volvieron a ver la misma imagen, Pedro
tronchándose de risa y gritando: “Otra vez os he engañado!! Jajaja!!”

Los vecinos se fueron de vuelta muy muy enfadados, y pensaron en no volver a dirigirle
la palabra a Pedro el pastor.

Al día siguiente, cuando Pedro se encontraba con las ovejas, se le acercó un lobo
sigilosamente, le miró a los ojos, y empezó a comerse a sus ovejas una a una…
Pedro empezó a gritar: “Socorro!! El lobo se está comiendo mis ovejas!! Socorro!!”
Los vecinos del pueblo oyeron los gritos, pero no acudió nadie a socorrerle.

Pedro se quedó solo, y el lobo se comió a casi todas las ovejas, y a las que no se
comió, se las llevó para merendar.
A partir de aquel día, Pedro no volvió a mentir más, y empezó a buscar trabajo, ya
que al no tener ovejas, tuvo que buscar otro empleo.
FIN

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