Está en la página 1de 1

DON DE PIEDAD

Dígale al cura ese que me olvidé de sus pecados"


Se decía en una aldea que una anciana señora era una vidente. El cura quiso averiguar la
autenticidad de sus visiones. La llamó y le dijo: "La próxima vez que Dios te hable pídele que te
revele mis pecados, que sólo Él conoce. La mujer regresó pocos días más tarde y el cura le preguntó
si Dios se le había vuelto a hablar. Y, al responderle que sí, le dijo: "¿Y le pediste lo que te ordené?
"Sí, lo hice" ¿Y qué te dijo? Dile al cura que he olvidado sus pecados".
El don de Piedad, antes que otra cosa, es sentirse hijo de Dios… amar a Dios y todo lo que Dios
ama… En muchas ocasiones hemos escuchado que somos “hijos de Dios”… pero, ¿qué significa
esto para nosotros…? Dios es Padre… y como Padre, Él sólo quiere lo mejor para nosotros… sobre
todo, Él quiere nuestra salvación…
En la vida encontramos muchas pruebas y sufrimientos… nadie está exento de ellas… y nos
preguntamos, ¿por qué Dios lo permite?… pero debemos tener la seguridad de que Dios sabe lo que
más nos conviene, aún en las pruebas… Cuando el Espíritu Santo nos revela, en lo profundo del
corazón, que somos hijos de Dios, entonces ya no hay amargura, ni resentimiento, ni acusación
contra Dios… dejamos de ser esclavos del sufrimiento y nos abandonamos en los brazos de nuestro
Padre Celestial…
El don de Piedad no es otra cosa que ser acogido en la casa del Padre… Como el hijo en la parábola
del Hijo Pródigo, que se fue y regresa arrepentido diciendo, “no soy digno de ser hijo tuyo, trátame
como a uno de tus siervos”… es entonces que realiza que verdaderamente es hijo de Su Padre… y
que Su Padre siempre lo acogerá en Su casa…
El Don de Piedad es el Espíritu Santo trabajando interiormente para hacernos hijos de Dios. Y como
todo buen hijo de buen padre, nos hace sentirnos seguros y a gusto de estar en las cosas de Dios.
Un hombre “piadoso” no es el que vive como si fuera una “estampita”, manos cruzadas y ojos
entrecerrados y elevados al cielo, sino que el piadoso es aquel que de verdad disfruta de Dios y de
todas sus cosas.
Y para la santidad necesitamos sentirnos a gusto con Dios, con sus cosas, con la Iglesia, con los
Sacramentos. No sólo saber con la mente que son buenos y necesarios sino además tener gusto y
deseo de todas las cosas de Dios. El Don de Piedad es el que nos hace adoradores "en espíritu y en
verdad", mas allá de nuestras debilidades, de nuestras dudas, de nuestra falta de constancia, de
nuestras profundas resistencias de adorar en serio a Dios.
El mundo necesita jóvenes “piadosos” en serio, de esos que sirven y adoran a Dios "en espíritu y en
verdad". No como una postura exterior sino con el corazón ardiendo de fuego de amor a Dios.
Necesitamos jóvenes piadosos que ardan en deseos de santidad. El mundo y las cosas del mundo
muchas veces quieren seducir a los jóvenes y enamorarlos de muchísimas cosas, cosas que cuanto
mas enamoran un alma, más la alejan de Dios, por eso necesitamos que el Espíritu Santo suscite el
Don de Piedad en todos pero especialmente en los jóvenes, para que se “enamoren” de Dios, de tal
modo que quieran darle sus vidas con confianza y seguridad.

El don de Piedad también se extiende a la Santísima Virgen, a los santos, a los ángeles
(especialmente nuestro ángel custodio), a las almas del purgatorio… en fin, es el amor por toda la
creación de Dios.

También podría gustarte