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¿Cómo mejorar la calidad de la

educación en Colombia?
Múltiples experiencias en instituciones, ciudades y países evidencian que sí es posible mejorar
la calidad de la educación. La condición para ello es que se tomen las medidas correctas y se
intervengan las variables fundamentales. En Colombia todavía no lo hemos logrado, pero
tenemos la oportunidad para hacerlo.
9/24/2018

"No hemos trabajado sobre las variables claves de la calidad: la formación docente, el
currículo, el liderazgo pedagógico y el clima institucional" dice el director del Instituto
Alberto Merani. Foto: cortesía Julián de Zubiría Samper. - Foto: Cortesía Julián de Zubiría
Samper.

En Colombia la educación es de muy baja calidad. Eso lo sabemos quienes


hemos estudiado e investigado con rigor el sistema educativo y, por ello, para
nosotros es fácil detectar todos los esfuerzos que hace el Ministerio de Educación
Nacional (MEN) por maquillar la situación. Pese a ello, la realidad es
inocultable: En la escuela actual los jóvenes no aprehenden a pensar,
comunicarse, ni convivir. Eso lo saben por experiencia propia los docentes
universitarios.

Le puede interesar: ¿Cómo ve la OCDE la educación en Colombia?


Según las diversas pruebas nacionales e internacionales en las que ha participado
el país (y son muchas y muy buenas), menos de un 4% de los jóvenes egresados
del colegio tienen un buen nivel en argumentación, deducción e interpretación.
Es más, si comparamos los resultados del año 2000 con los alcanzados en 2017,
podemos concluir que el país no tuvo prácticamente ningún avance significativo
en la calidad. La explicación es muy sencilla: No hemos trabajado sobre las
variables claves de la calidad: la formación docente, el currículo, el liderazgo
pedagógico y el clima institucional.

El país ha desarrollado programas puntuales y algunos de ellos han impactado


algún sector. Entre ellos, los dos más importantes han sido el Programa Todos a
Aprender –PTA– y el Índice Sintético de la Calidad Educativa –ISCE– (que
incluye el llamado Día de la Excelencia Educativa). Estas experiencias deben
evaluarse, ajustarse y potenciarse. Con modificaciones, podrían lograr mayores
impactos; pero mientras no abordemos de manera estructural y sistemática las
variables claves de la calidad, seguiremos muy lejos de alcanzar la educación que
necesitamos para impactar el desarrollo sostenido y seguiremos viendo cómo se
evapora la meta de convertirnos en el país más educado de América Latina para
el año 2025.

Para profundizar: La vigencia del programa Todos a Aprender (PTA)

A nivel curricular el país va como el cangrejo. La ministra Gina Parody


asesorada por una universidad privada, diseñó los Derechos Básicos de
Aprendizaje. Como dice el dicho, “esa platica se perdió”, porque fue un trabajo
en el que el país retrocedió décadas en lo que ya había avanzado a nivel
conceptual. La universidad carecía de experiencia en pedagogía y educación y
por ello el diseño curricular propuesto desconoce los conceptos centrales de la
pedagogía y se limitó a transcribir los contenidos previstos desde la ciencia.
Cuando asesoré curricularmente a Bogotá, recomendé no tener en cuenta esta
fallida experiencia curricular y esa sigue siendo mi recomendación para el país.

La primera condición para superar un problema es reconocerlo


y, desafortunadamente, el MEN no ha reconocido el gravísimo problema de la
calidad de la educación en el país. Ojalá ahora escuche voces tan autorizadas
como la de Rodolfo Llinás, quien en edición número cinco de la Cumbre de
Líderes por la Educación convocada por Semana, volvió a insistir en que hemos
seguido manteniendo una educación muy impertinente que no logra enseñar a
pensar a los jóvenes.
Para complementar: 10 lecciones de vida de Rodolfo Llinás

Desde mi perspectiva hay cuatro acciones obligatorias si queremos avanzar en la


calidad de la educación básica. Faltan otras, pero creo que éstas son las
esenciales.

Primero: realizar una profunda reestructuración curricular. La idea que he


propuesto durante las últimas dos décadas es muy sencilla y está orientada en la
misma dirección de la reforma curricular chilena de 1998 y de la prevista en
Finlandia para el año 2020: la educación básica debe dedicarse a consolidar en
los estudiantes las competencias básicas que se requieren para pensar,
comunicarse y convivir. Todo lo demás es accesorio durante este ciclo del
desarrollo.

Lo anterior significa que todas las asignaturas y en todos los grados deben
consolidar la lectura, la escritura, la escucha, el pensamiento y el conocimiento y
la comprensión de sí mismo y de los otros. Subrayo “todas las asignaturas” y “en
todos los grados”, ya que éstas son las competencias más importantes a
desarrollar en la educación básica. Por ello son competencias transversales. Lo
anterior implica que, en sociales, en matemáticas, en artes, en lenguaje, en
ciencias y en matemáticas, la tarea central de la educación básica debería
consistir por excelencia en enseñar a pensar, comunicarse y convivir. Es así de
sencillo y de claro. Sólo así garantizaremos un lineamiento curricular más
pertinente, más contextualizado y menos rutinario que el actual. Sólo así
garantizaremos el trabajo en equipo necesario para consolidar la calidad.

Para leer: ¿A qué deberían ir los niños a la escuela?

La segunda medida necesaria tiene que ver con la formación de maestros. Es


preocupantemente bajo el nivel actual de formación de nuestros docentes. Según
las pruebas SABER PRO, son los profesionales que alcanzan niveles más bajos
en lectura crítica y escritura. Mientras no cambiemos esta situación, será
imposible mejorar la calidad de la educación que reciben nuestros niños y
jóvenes. Para cualificar su formación se requiere trabajar en la transformación del
modelo pedagógico hasta el momento dominante en estos centros universitarios,
trabajo que deberá adelantarse de manera conjunta con los docentes de las
facultades de educación. También es imperioso articular el trabajo de la
universidad y el colegio, repensar el currículo de formación y establecer nexos
con maestros e instituciones innovadoras.
Así mismo, es indispensable que se impulsen desde el MEN, en todos los
municipios del país, mecanismos de selección de los mejores docentes, de
manera que ellos salgan del aula y conformen equipos de calidad para acompañar
a los colegios en los procesos de innovación. Se requiere garantizar reuniones
semanales de docentes por área y por ciclo en todos los colegios del país y de
impulsar procesos de formación in situ, tal como actualmente mantiene PTA. Los
resultados de las investigaciones son contundentes: No hay que llevar a los
docentes a las maestrías; por el contrario, hay que llevar a las universidades a los
colegios del país para que acompañen los procesos de innovación en curso en
cada uno de ellos. Lo reitero: la clave para alcanzar la calidad está en fortalecer
las reuniones de docentes y la formación in situ.

Para profundizar: ¿En qué hemos avanzado y qué nos falta para mejorar la
calidad de los docentes en el país?

La tercera medida tiene que ver con transformar a los rectores, actuales líderes
administrativos, en líderes pedagógicos. Hoy por hoy, los rectores son expertos
en procesos legales y en resolver asuntos administrativos, pero se ausentan
cuando se inician las reuniones pedagógicas de docentes y no participan en las
reflexiones sobre currículo, modelo pedagógico o promoción de estudiantes. Es
más, buena parte del tiempo están encerrados en sus oficinas, si es que están en la
institución educativa. Paradójicamente se han distanciado de la reflexión
pedagógica, generando muy negativos impactos en la calidad. El país debe
pensar seriamente en dotar a los colegios de asistentes administrativos, con la
condición de empoderar a los rectores como verdaderos líderes pedagógicos. Una
medida que podría contribuir en este sentido sería exigir que todo rector tuviera
por lo menos dos horas de clase a la semana. Eso les permitiría establecer nuevas
y fructíferas interacciones con estudiantes, profes y padres. Al fin y al cabo, un
colegio es una comunidad y requiere de un líder pedagógico que la consolide. El
rector es el llamado a asumir esta tarea. De lo contrario, tendremos la paradójica
situación de barcos en los que los capitanes permanecen en tierra y le tienen
miedo al agua. Los estudios de la UNESCO sobre calidad de la educación
encuentran que el liderazgo pedagógico del rector es la segunda variable más
asociada a la calidad en las instituciones educativas del continente.

La Ley General de Educación de 1994, tiene algunas de las claves de la calidad:


consolidar la comunidad, la autonomía y el Proyecto Educativo Institucional.
Hay que volver a ella.
Para leer: De los directores técnicos a los rectores

La cuarta medida recomendada para impactar la calidad tiene que ver con el
clima de aula y el clima institucional. Según la UNESCO, en los tres estudios que
ha realizado en los países del continente, el clima del aula es la variable más
asociada a la calidad de la educación. Esta variable influye más que todas las
demás variables sumadas. De allí que hay que prestarle especial cuidado.

En Colombia el MEN acertó al incorporar esta variable para evaluar el ISCE,


pero todo indica que la evaluación presenta problemas, ya que los niveles de
discriminación son muy bajos. Es algo que hay que ajustar en las pruebas
actuales y la experticia del ICFES es una garantía de que se puede resolver este
problema.

La recomendación para Colombia sería crear una tercera línea en el Programa


Todos a Aprender, adicional a la de competencias comunicativas y pensamiento:
la de formación ciudadana y competencias socioemocionales. Tenemos que
garantizar que la escuela se comprometa con una formación más tolerante, más
respetuosa de la diferencia y que sea un espacio para cultivar la empatía y la
comprensión de los otros. Ello no será posible sin un cambio curricular (primera
recomendación) y sin un cambio en los sistemas de formación (recomendación
segunda).

Para complementar: La escuela que soñamos se construye entre padres y


docentes

Lo que nos muestran múltiples ejemplos en el país y en el mundo es que sí es


posible mejorar la calidad de la educación, incluso en tiempos relativamente
breves, siempre y cuando se tomen las medidas correctas, se involucre a toda la
comunidad y se fortalezca el liderazgo.

Necesitamos involucrar a todo el país en el proceso de transformación de la


educación. De una u otra manera, todos somos responsables de la baja calidad
educativa y todos padecemos sus consecuencias. FECODE tiene que entender
que no tiene sentido que su única reivindicación sea la laboral y que deteriora la
calidad al oponerse a una evaluación integral y pertinente. La tarea de la calidad
no le pertenece ni al MEN, ni a FECODE, ni siquiera a los maestros. Nos
pertenece a todos los colombianos que sabemos que, si no mejoramos la calidad
de la educación, veremos debilitada la democracia, el tejido social, la
productividad y la creatividad. Lo necesitamos para garantizar el desarrollo
sostenido y, por ello, entre todos lo vamos a lograr.

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