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CUENTO Y LEYENDA

PRESENTADO POR:
ADRIANA LUCÍA MOLINA GARCÍA

ASIGNATURA:
TALLER DE COMPETENCIAS COMUNICATIVAS III
G-11

DOCENTE:
GUILLERMO RODRIGUEZ

UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO


PROGRAMA DE LIC. EN HUMANIDADES Y LENGUA CASTELLANA
BARRANQUILLA
2020
PARAGUAS
-Hoy es lunes…me toca hacer compras. - Dijo Violeta cuando se levantó de su
cama después de una buena noche de sueño. Procrastinando como siempre,
pasó el día en pijama frente al computador envuelta con sus sábanas rosas junto
la compañía de su gato. La noche había llegado y la chica seguía en ello hasta
que recordó que debía ir a comprar. Decidió ir caminando como estaba
acostumbrada para estirar un poco su cuerpo.
- “Casa amarilla, casa blanca, casa grande…”- Empezaba a tararear lo mismo
siempre que pasaba por la calle principal. Ya la conocía de memoria, pues eran
tres años en los que no había cambiado de camino para ir de compras.
La canción de Violeta se iba acercando a su clímax cuando de repente las luces
en ella se apagaron por un golpe en la nuca que sirvió de interruptor.
- “Maldita sea, ¿dónde estoy?”- se dijo Violeta al despertar en una habitación
blanca. En ese instante vio ante sus ojos una silueta humana que se encontraba
dándole la espalda. Pensó en gritar por auxilio, pero enseguida se arrepintió. No
sabía quién era esa persona, no sabía si estaba armada, no sabía qué lugar era
ese, no sabía si había alguien más cerca, lo único que sabía era que debía salir
de ahí.
El sitio era completamente blanco junto con todas cosas que en él estaban, hasta
la ropa de aquella persona que aún seguía de espaldas era de ese color.
Mientras examinaba su alrededor, Violeta vio un paraguas negro que estaba
apoyando en un rincón. Hacía un frío tan irreal e insoportable que le llegó a
penetrar las fibras del esqueleto a la joven y no la dejaba mover. No estaba
amarrada a nada y debía aprovechar eso, pero estaba presa de su cuerpo por
culpa de la parálisis.
“¡Usa el paraguas, Violeta! ¡Úsalo!”- pensaba muerta de miedo, pero tratando de
reunir toda su valentía para poder desplazarse.
Aquella persona al fin se dio la vuelta y en su mano se vio bisturí reluciente. Al
ver que la chica estaba despierta, habló –“Tranquila. Si cooperas, te dejaré ir.”
Como tratándose de un animal que se siente en peligro de muerte, se dejó llevar
por el instinto de supervivencia y corrió hacia aquella esquina para tomar el
paraguas.
El toque de sus pies con el suelo frío le recordó las veces de su infancia cuando
se ponía a jugar con sus hermanos a pisar la nieve descalzos en época de
invierno. Hay una creencia que dice que el recordar a tus seres queridos en un
momento de peligro significa que la muerte te está respirando cerca, y ver a una
persona en posición de pelea con un arma blanca en la mano, era la fe de ello
para Violeta.
- “Yo no me voy a morir aquí” -Dijo poseída por la ira antes de correr hacia su
oponente y clavar la fina punta del paraguas en su abdomen. La chica sin creer
lo que acababa de hacer, vio como esa persona se desplomó y quedó tendida
en el piso rodeada por un fino color carmesí que se empezó a expandir por el
reluciente suelo blanco.
“¿Qué hiciste, Violeta?”- Comenzó a hablar para sí misma.
“Maté a alguien, Dios mío. ¡Soy una asesina!”
“¡No te quedes aquí!”
“¿A dónde voy?”
“¡Levántate y corre!”
Casi que agonizante con su cuerpo lleno de sudor y dominado por un frío picante
que se sentía cual inyección en la piel, despertó con el alma en la boca sin saber
dónde enfocar los ojos primero. El lugar se le hacía conocido pero sus muros
pintados de blanco no ayudaban a aclarar las ideas.
- “Maldita sea, ¿dónde estoy?” -Un déjà vu se apoderó de su mente.
Aquella parecía ser su habitación, su cama, sus sábanas rosas. Vio a su gato
modelar en frente de la puerta y fue ahí cuando en realidad se sintió despierta,
se sintió en casa, se sintió en paz. Sus gemidos empezaron a disminuir y las
cuatro paredes que la rodeaban ya no eran desconocidas. Todo había sido un
sueño. “Gracias a Dios” pensó con una sonrisa de alivio que se asomó en su
rostro.
Pasados unos minutos, en la sala se sintió un sonido de algo que se cayó,
sacando a Violeta de su dilema entre comer huevos revueltos o cereal. Ella,
como cualquier persona que vive con un gato, se encontraba familiarizada con
ese tipo de cosas, pero al ver que su mascota estaba durmiendo en el pasillo
que daba para el baño, sintió el mismo frío que tenía al despertar de aquella
pesadilla.
Fue a la sala a ver que se había caído y todos los objetos estaban en la misma
posición, pero además de aquellas cosas que desde siempre se habían
encontrado en ese cuarto, había algo que no pertenecía a él, un paraguas negro
de punta fina que se encontraba en el suelo.

Adriana Molina García.


LEYENDA DE KRAMPUS
En los países alpinos de Europa, hace muchos años, se hablaba de un ser con
cuernos, cuerpo cubierto por un tupido pelaje oscuro y patas de cabra, el cual
aparecía en las casas de los niños en la noche del 5 al 6 de diciembre y se los
llevaba consigo agarrándolos con sus negras y afiladas garras. Era el Krampus,
una entidad que solía escuchar principalmente por las noches y que se
diferenciaba de cualquier otro animal porque éste hacía mucho ruido tanto con
sus pezuñas como con las cadenas que llevaba encima.
De este personaje había que decir que no se trataba de un demonio sino que era
compañero de Santa Claus, siendo, por decirlo de alguna forma, el alter ego
malo, algo así como Dr. Jekyll y Mr. Hyde, encargándose de robar la ilusión y la
Navidad a los niños, incluso a ellos.
Krampus tenía largos cuernos de cabra, cara de pocos amigos, lengua bífida,
cola larga y enroscada y muy mal humor, disfrutando de castigar a los niños que
se portaban mal, llevándoselos consigo durante un año.
Pero ¿cómo sabía él qué niños se habían portado mal? Pues el propio Santa
Claus era quien se encargaba de comunicárselo y Krampus se ocupaba de su
cometido, lo que hizo que la mala fama de este personaje se extendiese y fuese
un motivo para que los niños se portasen bien, así no tendrían que vérselas con
aquel ser de aspecto demoníaco.

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