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CAPÍTULO I.
Cuenta nuestro amigo Rafael Paúl -que ha sido uno de los artífices rescatadores de
estos dos platos con la misma base pero acabados de distintas formas-, que estos
alimentos se tomaban en época de hambruna en Cádiz, sobre todo en la posguerra, al
escasear harina de trigo y aprovechar los duros garbanzos de campos cercanos y
otros traídos en barcos al muelle de Cádiz, para triturarlos y hacer harina con
ellos; cuando no se consumían enteros para pucheros y potajes, tras su remojo.
Aunque se tomaban las “panizas” ya antes de la guerra civil, quizás desde mucho
antes, desde la guerra de Independencia e incluso antes del año1800, pues esta
harina de garbanzo se elaboraba triturándolos en las piedras de moler, cuando los
molinos hidráulicos antiguos no tenían trigo ni otros cereales que molturar para
hacer el pan normal. Esta polvorienta harina también se comercializaba y con ella
había que cocinar.
Con esta harina se hacía una masa, cociéndola con agua en una cacerola y una pizca
de sal, sin dejar de mover y vigilando que no se pegara. Se dejaba reposar y
enfriar, para una vez cuajada la masa, cortarla a rebanadas finas, como si fueran
de pan, y freírlas entonces en manteca de cerdo derretida en una sartén, hasta
dejarlas doradas. Se podían tomar tal cual, frías como pan crujiente o caliente con
el toque de sal, e incluso de desayuno o merienda acompañados de azúcar, canela,
miel o mermelada. Estas eran las “panizas”.