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Este dice: "La vida es un experimento; es un medio
de conocer, y es, asimismo, fuerza, poder. . . Sé fuerte;
vence siempre; ésa es la moral. . ."
Estotro dice: "La vida no es más que una representa-
ción de la Voluntad. La Voluntad es lo único que existe
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per se. Tú no eres sino voluntad, vuelta visible."
Dice aquél: "No preguntes nada a tu inteligencia, por-
que es posterior a la Vida. Pregúntalo todo a tu instinto:
él está en el secreto. . ." EL HÁLITO DEL DOLOR
Afirma el de más allá: "La vida es la acción, sólo la
acción. Tú misma estás fabricando a cada instante el Y sucedió —me contaba Luis— que una noche, una de
universo." esas maravillosas noches estivales de España, a fuerza de
Y viene, por último, atezado, cenceño, grave, un mirar y remirar los astros desde mi balcón y meter mi
místico de Benarés, que cuchichea: " ¡La vida es ilu- alma entre ellos, como si dijéramos, tuve un pequeño
sión. . . "Maya" "Maya"! Tú eres integralmente Dios, éxtasis (¿se le peímitirá a mi modesta persona eso de
como yo, como todos. La personalidad es una ilusión: tener un éxtasis, un pequeño éxtasis. . . un tout petit
" ¡Maya" "Maya"! extasel ).
El Alma, indolente, deja pasar a éste como a los ante- Y soñé —o aconteció— (vaya usted a saberlo) que un
riores. ángel, amigo míoi. porque suelo tener amistades aladas,
Sigue asomada a la ventana; cae la tarde; se ensombre- vino a verme, invisible para los demás; y, movido de mi
ce el paiíaje. A lo lejos no se ve ya venir la blanca túnica poderosa sed de ^uelo, de mi invencible curiosidad este-
de ningún filósofo. . . El Alma cierra el balcón, y se vuel- lar, me ofreció elilbrazo, que yo me apresuré a aceptar, y
ve tristemente al camarín con su porqué. . . se lanzó conmigo !al vacío, como acontece o debe aconte-
cer en algunos poemas.
Yo, estupefacto al principio, con vértigo de la altura,
que poco a poco fue desapareciendo, quedé encantado
después: como que el espectáculo que fue ofreciéndose a
nuestra vista no era para menos.
Veíamos el árígel y yo girar la Tierra a nuestros pies, y
nos divertía sobremanera la alternativa de luz y de som-
bra a que la rotación iba sometiendo a las diversas zonas.
Las naciones,, hormigueantes de hombres atareados en
fruslerías ridiculas u ocupados en destruirse y aniquilar-
se, iban con graduación suavísima, debida a la atmósfera,
recibiendo el diario baño misericordioso y tibio del sol.
En torno de« nosotros, chispeantes millares de estre-
llas.
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to tiempo, y al fifi pregunté al ángel la naturaleza y
Arriba, abajo, delante, detrás, adondequiera que vol-
viese yo la mirada, el lejano esplendor de los astros me origen de lo que veía.
-Es el hálito del dolor humano -me contesto senci-
salía al paso.
llamente-. Ya lo ves, se exhala perenne de todas las
Las nebulosas, con la incomparable tenuidad de su
almas; surge opaco, espeso. . ., luego va sutilizándose;
fulgor pálido, servían como de fondo al espectáculo su-
premo y como tela dorada al estuche de pedrería estelar. tórnase luminoso, asciende, asciende. . .
Al volver mis ojos a nuestro planeta, del que nos ha- — ¿Hasta dónde?
-Hasta el núcleo mismo del universo.
llábamos tan cerca, pude advertir que algo indescriptible
se desprendía lenta, pero continuamente, de su orbe. • — ¿Y para qué? ,' f
. . . Por la cara del ángel pasó cierta expresión de mis-
Era como un vapor sutil, como un humillo delicado y
leve, como una imponderable nébula, como una bruma terio, j" j i
-Es una substancia prodigiosa -respondió-, de la
vaga, como un hálito apenas perceptible, que el planeta
que Dios se sirve fiara cosas muy grandes. . . El la con-
fuese dejando en el espacio, a medida que efectuaba su
densa y la plasma para fines arcanos y eternos.
traslación en torno del sol.
No me atreví a preguntar más, y el ángel y yo nos
Y aquella bruma, aquella niebla ingrávida, al exhalarse alejamos silenciosajhente.
de la tierra, al atravesar su atmósfera, era opaca: mas, en
cuanto salía al espacio, se volvía luminosa, con una lumi-
nosidad fosforescente y nacarada, de belleza indecible. \2
Los diversos jirones de la casi inmaterial emanación,
en cuanto se desprendían de las capas atmosféricas, iban
aproximándose los unos a los otros, y soldábanse al fin
en el espacio, formando una gasa trémula que parecía
hecha de la sustancia misma del ensueño (such stuff as
dreams are made of. . .).
Esta gasa, con ondulación graciosa, de un ritmo lleno
de majestad, se alejaba, se alejaba en el infinito, sin dejar
de soldarse a las nuevas emanaciones del planeta, de mo-
do que parecía como gigantesco chai en que hubiere
estado envuelto el mundo, y del que ahora fuese desen-
volviéndose en fuerza de su rotación.
El remate de la cauda se perdía en el éter, como el
apéndice de un cometa que no tuviese límites; como
lucífero huso de oro, enrarecido, casi inconsciente, de
una extraña luz zodiacal; como escala mística, tendida
entre la tierra y un punto del infinito.
Maravillado permanecí en contemplación, no sé cuan-
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