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Tema 12: Multiculturalidad, inmigración y democracia: la re-

constitución del demos político


(Ricard Zapata-Barrero)

Introducción: los términos del debate.

1. Demos político y población: una diferencia desafiante.

2. Santísima Trinidad de la democracia actual: Estado, Nación,


Ciudadanía.

3. Nuevo Tiempo histórico para la Democracia: Bases para re-constituir


el demos político.

4. Nuevo sistema de categorías para interpretar un nuevo mundo.

5. Balance final: ¿crisis del multiculturalismo o crisis de la democracia?

Introducción: los términos del debate.

La inmigración actual puede entenderse bien como una normalidad histórica (siempre
ha habido inmigración), o bien como un fenómeno distintivo que anuncia un nuevo tiempo
histórico donde el propio sistema de categorías políticas fundadas en principios
democráticos debe ser replanteado.

Un sistema de categorías supone una forma de interpretar el mundo, pero también


expresa orientaciones para transformar la realidad. Toda sociedad se mueve a través de
un sistema de categorías que, ante un proceso de cambio, es puesto en evidencia,
iniciándose así un proceso de reflexión sobre los fundamentos que anclan el sistema de
categorías. En ese momento, las categorías que hasta entonces tenían sólo una
dimensión descriptiva y social, se convierten en categorías políticas.

Las respuestas dadas al reto de la inmigración son muy diferentes. Uno de los
criterios es si consideramos el poder del demos propio de la democracia en su dimensión
social (como población, independientemente de la nacionalidad) o en su dimensión política
(como ciudadanía nacional). En el primer caso, los intereses de los inmigrantes tienen el
mismo estatuto legitimador que los de los ciudadanos nacionales. No ocurre así en el
segundo caso.

Estas reflexiones se dan en un momento en que ha ocurrido una asincronía entre el


proceso social de la multiculturalidad y nuestra capacidad conceptual de gestionarlo. Hay
una brecha entre la inmigración del siglo XXI y nuestra interpretación de la misma,
realizada con un sistema de categorías propio del siglo XX. Esta asincronía puede estar en
el origen de lo que R. Kosselleck denomina como conceptos asimétricos: conceptos que

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bajo una aparente capa de descripción, esconden una interpretación parcial y unilateral de
la realidad (es un argumento parecido al de la unidimensionalidad de Marcuse).

1. Demos político y población: una diferencia desafiante.

De acuerdo con R. Dahl, el proceso democrático comienza su primera transformación


en la ciudad-Estado griega, y su segunda transformación con la Nación-Estado. La tercera
transformación (la actual) supone la extensión de la democracia hacia el mundo. Para este
autor, el principio de la inclusión es definitorio de la democracia: no puede haber una
persona que obedezca leyes y no forme parte del demos.

Lo que Dahl no percibió es que la tercera transformación tiene un carácter más


cualitativo que cuantitativo. No es tanto una ampliación a lo global como el paso de la
democracia monocultural (o nacional) a la multicultural.

En nuestros días hay personas que obedecen pero no forman parte del demos (la
definición de inmigrante sería propiamente la de una persona que vive en un territorio sin
forma parte del demos, sin ser soberanas). Esta situación pone en cuestión los valores y
principios de la democracia, supone un déficit democrático. En definitiva, estamos diciendo
que existe una diferencia entre el demos político o ciudadanía y la población (que incluye a
los ciudadanos y a los inmigrantes).

Las teorías sobre la democracia han supuesto la pertenencia a una comunidad,


asumiendo que los principios democráticos sólo se aplican sobre los miembros de dicha
comunidad. La cuestión, por tanto, es dónde trazar los límites de la comunidad política,
quién queda dentro y quién fuera. Para contestar a esto, hay que tener en cuenta que el
paradigma actual de la democracia se fundamenta en un vínculo entre el Estado, la Nación
y la Ciudadanía. Este presupuesto es el que ponen en cuestión los actuales procesos de
multiculturalidad.

2. Santísima Trinidad de la democracia actual: Estado, Nación y Ciudadanía.

La democracia actual se configura en el marco del Estado-nación y codifica en


derechos y deberes al demos político bajo la noción de ciudadanía. De hecho, la
ciudadanía es el principal vehículo de legitimación del Estado-nación. Cada uno de estos
tres componentes se define y limita con ayuda de los otros dos:

- El Estado es la entidad política que define quién es ciudadano y qué limita


territorialmente su actividad.

- La Nación es la entidad simbólica que vincula culturalmente un territorio estatal con la


ciudadanía, creando la lealtad y cohesión necesarias para que el vínculo entre el
Estado y la Ciudadanía sea estable y continuado.

- La Ciudadanía juega un papel mediador: es el vehículo que tienen Estado y Nación


para vincularse y legitimarse.

Lo denominamos irónicamente la “Santísima Trinidad” de las democracias liberales


europeas por cuanto suponen un sistema de valores que atiende a este vínculo “sagrado”

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producto de la modernidad. Salir de este triángulo supone salir del paradigma ilustrado.
Con la expresión se intenta reforzar su carácter de creencia.

Pueden distinguirse dos lecturas de este marco conceptual:

a) La lectura institucional incide en que el marco sirve de referencia para orientar


nuestras principales instituciones y el uso del poder político. Esto implica:
- El vínculo Estado-nación-ciudadanía conforma los límites de la estructura básica
de nuestras sociedades liberales y democráticas. Conforman el campo de
legalidad. Fuera del triángulo, el principio de legalidad tiene problemas para ser
aplicado
- El vínculo constituye la base en que se apoya toda justificación del poder
político. Fuera del triángulo no hay legitimación política.
- El vínculo supone el marco dentro del cual se define quién está dentro y quién
queda fuera del demos.

b) La lectura normativa llama la atención en que el marco es fuente de valores y


criterio último para resolver conflictos. Esto implica:
- El vínculo conforma el marco de referencia dentro del cual valoramos el campo
de la política. Esto es, valoramos las acciones políticas en tanto que contribuyen
a reforzar la Santísima Trinidad.
- El vínculo orienta nuestras concepciones del mundo, nuestros paradigmas de
pensamiento político. Las discusiones que lo ponen en duda tienen un sentido
“revolucionario” (en el sentido kuhniano de cambio de paradigma).
- El vínculo es la base normativa sobre la que se apoyan los conceptos políticos
que usamos para describir las sociedades: para un ciudadano, cruzar las
fronteras del Estado es cruzar las “fronteras de la democracia”.

Los teóricos de la democracia suponen una organización donde el demos (el pueblo)
se concibe de forma culturalmente homogénea. Aunque los criterios de pertenencia al
demos han variado, su conceptuación ha sido siempre construida en términos excluyentes.
Así, cada demos ha trazado un línea divisoria entre él y los demás, obligando a los demás
a obedecer sus leyes (si viven dentro de sus fronteras).

El problema actual es si todavía es viable entender el demos bajo el vínculo moderno


entre Estado, Nación y Ciudadanía. Al intentar aplicar el modelo de ciudadanía a la
sociedad multicultural (con sus diferentes formas de expresión identitaria), lo que
encontramos es un desconcierto que obliga a intentar re-constituir el demos.

3. Nuevo Tiempo histórico para la Democracia: Bases para re-constituir el


demos político.

Siguiendo la teoría de los tiempos históricos de F. Braudel, estamos en un tiempo


histórico de larga duración donde los cambios no son sólo sociales y políticos, sino
estructurales. Ya en el siglo XIX, A. Tocqueville definía la democracia como una cultura y
una forma de comportamiento más que como una organización política.

El problema de esta reflexión es que, al encontrarnos en una etapa de cambio,


tenemos dificultad para nombrar lo que vemos y lo que queremos: el problema de la

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inmigración y la multiculturalidad presiona nuestro principal marco de referencia, que está
formado por los fundamentos de la democracia liberal. En esta situación, introducimos
siete premisas que conformen nuestro esquema de pensamiento:

x Premisa 1: Estamos ante un proceso de multiculturalidad global, histórico e irreversible.

x Premisa 2: Este proceso es el principal eje del conflicto actual y principal motor del
proceso de cambio que viven nuestras sociedades democráticas avanzadas. Como eje
del conflicto se consolida la categoría de cultura e identidad, llegando a adquirir un sentido
político y social.

x Premisa 3: Se ha pasado del pluralismo de valores al pluralismo cultural y el principio de


la diferencia cultura. El tema a resolver en el siglo XX era el pluralismo en un sentido
weberiano: un conflicto entre distintas concepciones del mundo, pero dentro de una base
cultural compartida. Hoy, la diversidad es un pluralismo de marcos de referencia, de
culturas y tradiciones. La pregunta ya no es cómo gestionar el pluralismo de valores con
principios democráticos, sino cómo gestionar el vínculo entre democracia y pluralismo
cultural. J. de Lucas describía tres reduccionismos liberales a evitar: la “patologización de
la diversidad”, la proyección universal de un único modelo cultural, y la reducción del
pluralismo cultural al pluralismo de valores. Nuestras sociedades han sido homogéneas
culturalmente; se acepta el pluralismo de los individuos, pero no de las culturas. La
coexistencia actual de distintas culturas donde antes sólo existía la cultura dominante
supone zonas de conflicto en el espacio público.

x Premisa 4: La categoría “cultura-identidad” tiene un significado socio-político, es decir,


sirve para explicar las desigualdades sociales. Con la llegada de inmigrantes y el proceso
de multiculturalidad, el conflicto social adquiere un componente identitario y cultural. En la
práctica, la lógica socio-económica y la cultural no se desligan la una de la otra, pues
muchas situaciones de desigualdad se explican mediante argumentos culturales. En este
sentido, lo opuesto a la igualdad no es la desigualdad (como en el marco clásico del
conflicto social), sino la discriminación: las relaciones de poder que se establecen entre las
diferentes culturas.

x Premisa 5: Las políticas de bienestar se redefinen como políticas de identidad: si la


cultura/identidad provoca desventajas, de la redistribución pasamos al reconocimiento. El
principal reto de las políticas de bienestar es redefinir los conflictos ya no sólo desde la
categoría socio-económica, sino desde la cultural. La mayoría de los nuevos conflictos se
sitúan entre dos extremos: desigualdad socioeconómica y desventaja por razones de
identidad cultural. La diferencia entre políticas sociales y políticas de identidad pierde
sentido. Si la política del siglo XX era social, la del XXI será una política de identidades.

x Premisa 6: El tiempo histórico que vivimos supone la coexistencia de la democracia y el


pluralismo cultural. La política de hoy exige reflexionar sobre la relación entre democracia y
multiculturalidad. Los conflictos relacionados con el pluralismo cultural nos interesan en
tanto que ocurren en el marco de la democracia, y por tanto requieren respuestas
democráticas. Salir de la democracia para gestionar el pluralismo cultural supondría una
contradicción y una incoherencia histórica.

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x Premisa 7: Los conflictos que debatimos no versan sobre hechos, sino sobre sus
interpretaciones. No hay debate sobre la inmigración, sino sobre cómo se interpreta y
percibe la inmigración. Esto significa que los conflictos sociales están relacionados con
conflictos de significados. La política es una realidad discursiva. Sobre la base de estas
premisas, se pretende plantear un nuevo sistema de categorías que sirva para interpretar
un nuevo mundo.

4. Nuevo sistema de categorías para interpretar un nuevo mundo.

Somos la primera generación que se plantea preguntas en torno al vínculo entre


multiculturalidad y democracia. Eso exige idear instrumentos políticos para enfrentarnos
con la nueva situación. Se proponen cinco argumentos básicos para re-construir el demos
político:

x Argumento 1: Un nuevo paradigma: monoculturalidad y multicultualidad.


La argumentación política del siglo XX se movió en torno al debate entre tradición y
modernidad. En este paradigma se han forjado la mayoría de las distinciones analíticas de
finales del XIX: mecánico/orgánico (Durkheim), tradicional/racional (Weber),
ciudad/metrópoli (Simmel).
Hoy, la categoría de cultura e identidad puede ser más significativa. Nos ayuda a
confrontar un pasado monocultural y un futuro multicultural. Muchos conflictos se
entienden con el paradigma monoculturalidad/multiculturalidad como marco de referencia.

x Argumento 2: Una nueva categoría de progreso.


Con el proceso de multiculturalidad, la idea de progreso cambia. Si las categorías del
siglo XX conservadurismo/ progresismo se definían en términos sociales y culturales, hoy
se hace desde la dimensión de identidad y cultura. La idea ilustrada del progreso vinculado
básicamente a lo material está dejando de ser una categoría significativa.
El progreso expresa hoy la capacidad de las democracias para gestionar la
multiculturalidad manteniendo los principios de igualdad y respeto al pluralismo. El
conservadurismo es hoy un movimiento identitario que puede tener rasgos de “pureza
cultural” en tanto que defiende un pasado con una cultura única como marco de referencia.

x Argumento 3: Reenfocar la categoría de los derechos humanos para gestionar el


pluralismo cultural.
Los derechos humanos fueron formulados para defender al ciudadano de su propio
Estado. Desde ese paradigma encontramos dificultades para su aplicación en no-
ciudadanos (específicamente inmigrantes irregulares). El derecho al movimiento está
defendido en la dirección de salida, pero no en la de entrada en los estados, ya que en el
siglo XX la “opción salida” era la que estaba vetada a parte de la población mundial. Pero
lo que define las fronteras del siglo XXI ya no es la “opción salida”, sino la “opción entrada”
(ningún Estado asegura el derecho de admisión sin condiciones). Si el logro del siglo XX
fue asegurar la “opción salida”, el reto del XXI será investigar las condiciones necesarias
para poder vivir en un mundo abierto capaz de asumir la “opción entrada” como derecho.

x Argumento 4: Repensar la categoría de clase social como grupo cultural.

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Las situaciones de desigualdad social y económica tienen un claro componente de
identidad. Se está produciendo una “culturización” de las desigualdades sociales, donde la
categoría identidad/cultura define las “zonas de conflicto”. Hoy en día son lo inmigrantes
los que engrosan la categoría de pobreza.

x Argumento 5: La categoría de “Civilización” y el nuevo espacio para el conservadurismo.


Es un síntoma que en este Tiempo Histórico se haya introducido en el debate político
la categoría de “civilización”, aunque se hable de alianza más que de conflicto. Se trata de
una categoría con un origen conservador: para Burke, la civilización estaba en retroceso
por la Revolución francesa. De hecho, es común la confusión civilización-cristianismo. La
nueva situación multicultural es propicia para el auge de un nuevo discurso conservador
identitario, que no es ya el de los años ochenta (de orientación neo-liberal), sino basado en
la identidad y donde la religión juega un papel importante.

5. Balance final: ¿crisis del multiculturalismo o crisis de la democracia?

Al acabar el siglo XX, el multiculturalismo designa, en general, un estado de cosas


positivo (convivencia entre culturas, reducción del conflicto y la discriminación, etc.). Se
convierte en un modelo de sociedad deseado frente a modelos asimilacionistas (que
niegan la identidad cultural del inmigrante), segregacionistas (que separan a los que tienen
una identidad diferente de la mayoritaria, de la que se expresa en la ciudadanía),
comunitaristas (que admite la formación de grupos de identidad comunitaria) y demás
modelos de formación de sociedades plurales culturalmente.

Sin embargo, iniciado el siglo XXI, el multiculturalismo se percibe como una amenaza
a nuestros valores democráticos, como fuente de inestabilidad y de inseguridad, como
conflicto irresoluble. ¿Por qué ocurre este cambio semántico? Confluyen varios factores: la
época del post 11 de septiembre de 2001 vive la amenaza de atentados terroristas, surgen
partidos europeos con discursos ani-inmigrantes, etc. La tendencia es el retorno al
asimilacionismo.

Para abordar el debate hay que hacer una tarea analítica. Podemos distinguir tres
niveles conceptuales en el multiculturalismo:

- Como descripción de la realidad (dimensión social). El argumento contra la dimensión


social tiene muy poca fuerza, pues no puede negarse la evidencia de que nuestras
sociedades son culturalmente diversas. A esto lo llama multiculturalidad. Si se insiste
en la crítica, sólo cabe la repatriación y la exclusión como posición política.

- Como política pública (dimensión política). Entonces designa una política pública
destinada a la defensa de grupos culturales minoritarios. Esta idea es la que esta
siendo criticada hoy en día.

- como posición ética (dimensión moral). Esta línea defiende que la diversidad es un
valor, y defender políticas contra la diversidad es entendido como una evasión del
marco de referencia democrático basado en la igualdad.

Los argumentos principales giran en torno a la incapacidad de las políticas para evitar
que cada grupo se encierre en sí mismo pluralizándose así el espacio público

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(disolviéndose por tanto la idea de espacio cívico como espacio compartido de valores y
principios comunes). Esto supondría que el multiculturalismo llevaría a la desmembración
de la sociedad.

De esta forma, la multicultralidad ligada al conflicto de civilizaciones se convierte en


modelo explicativo de muchos conflictos sociales, superando a los clásicos de clase social.
Comienza a utilizarse multiculturalismo como sinónimo de conflicto entre modelos de
sociedad irreconciliables.

Si aceptamos un vínculo entre procesos de cambio conceptual y procesos de


cambios políticos, el cambio semántico del término multiculturalismo muestra un proceso
de cambio político y estructural. El debate sobre la re-constitución del demos político está
en sus inicios.

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