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Introducción

Una de las principales consecuencias de la segunda guerra mundial fue el proceso de


descolonización. Las antiguas posesiones de los imperios coloniales europeos accedieron a la
independencia política en un contexto internacional marcado por la guerra fría.

Decenas de nuevos estados


africanos y asiáticos nacieron en
este período. Junto a los
estados latinoamericanos que se
habían emancipado del dominio
europeo en el siglo XIX, este
conjunto de naciones, vinieron
constituir lo que se denominó el
Tercer Mundo, los países
subdesarrollados.

Estos nuevos países, donde


vivía la mayor parte de la
población mundial, se
enfrentaron con el reto de
construir gobiernos estables y
eficientes, salir del subdesarrollo
económico a la vez que vivían
un crecimiento demográfico
galopante, y, en algunos casos, definir una identidad nacional que nunca habían tenido.

Actualmente, muy pocos estudiosos aceptan la teoría que durante mucho tiempo ha sido más
popular: los problemas del Tercer Mundo tienen su origen en la colonización europea y en el
“neocolonialismo” económico que le sucedió tras la independencia. La realidad es mucho más
compleja. La acción de los gobiernos y la propia dinámica de estas sociedades es el factor clave
para entender su evolución diferenciada.

Una zona, el Oriente Medio, se convirtió en un foco de tensión internacional que aún perdura a
inicios del siglo veintiuno. Una civilización, la islámica, vio surgir en su seno movimientos
integristas violentos que hoy plantean uno de los mayores desafíos a la paz y la estabilidad
mundial.

 
1. La crisis de los Imperios coloniales
La primera guerra mundial aceleró el desarrollo de movimientos nacionalistas en las colonias
europeas en Asia y África. Tras la segunda guerra el mantenimiento de los viejos imperios se hizo
insostenible. En un proceso increíblemente amplio y rápido la mayor parte de las colonias había
accedido a la independencia en la década de los sesenta. Decenas de nuevos estados se unieron
a la comunidad internacional.

1.1. El nacimiento de los nacionalismos (1914-1945)

La primera guerra
mundial abrió el
camino para el
despertar de los
pueblos colonizados.
Las elites indígenas
enviaron a sus hijos a
estudiar a las
universidades
europeas y allí se
impregnaron de las
ideas de democracia y
libertad. Al volver a
sus países de origen
sufrieron el sistema
colonial que les
discriminaba y les
excluía de los cargos
administrativos y
políticos. Estos
hombres formaron los
cuadros de los
primeros grupos
nacionalistas y anticolonialistas. Cada uno tomo un sendero propio: Gandhi en la India apeló a la
conciencia religiosa hindú; Burguiba en Túnez se inspiró en el nacionalismo laico del turco Kemal
Ataturk; mientras que Ho Chi Minh en Vietnam unió la revolución comunista con la revuelta
anticolonial.

La modernización económica -infraestructuras, hospitales, escuelas- inducida en las colonias por


las metrópolis tuvo un doble resultado contradictorio. Por un lado, los adelantos médicos
provocaron en el período de entreguerras el inicio de la explosión demográfica. Por otro, el
desarrollo económico fue insuficiente y muy desigualmente repartido. Paro en el campo y
hacinamiento en las ciudades fueron los resultados de una sociedad dislocada en la que el
descontento social fue pronto aprovechado por los nacionalismos anticolonialistas.

1.2 El efecto de la Segunda Guerra Mundial


El conflicto bélico trajo una fuerte aceleración al proceso de crisis de los sistemas coloniales.
Varios factores lo explican:
 La rápida derrota de Francia, Bélgica y Holanda supuso un fuerte desprestigio de las
metrópolis en sus respectivos imperios
coloniales. La victoria de Japón sobre el
imperialismo inglés en gran parte de
Asia provocó un sentimiento similar.
 El Reino Unido y la Francia Libre
enrolaron en sus ejércitos a muchos
habitantes de las colonias. Más de dos
millones de hindúes lucharon en el
ejército británico, decenas de miles de
magrebíes se enrolaron en el ejército
francés que luchó en Italia junto a los
Aliados. La sangre derramada legitimó
las reivindicaciones de los pueblos
colonizados.
 Las dos grandes superpotencias
surgidas de la guerra, EEUU y la
URSS, defendían desde diferentes
criterios posturas contrarias a los viejos
imperios coloniales europeos. Los
norteamericanos, además de recordar
su propio origen nacional, apoyaron la apertura de mercados para sus capitales y
productos y el consiguiente fin de las trabas coloniales. Los soviéticos lo hicieron desde su
propia ideología anticapitalista y antiimperialista.
 El acuerdo de las dos superpotencias, al que pronto se fue uniendo el voto de los países
que iban naciendo en el proceso de descolonización, hizo que la ONU se convirtiera en
una gran impulsora del proceso descolonizador.

1.3 Los modelos de descolonización


Si contemplamos la descolonización, es decir, el proceso de acceso a la independencia de las
antiguas colonias europeas, desde una perspectiva global podemos distinguir diversos tipos.

En lo que se refiere al nivel de violencia encontramos procesos más pacíficos y descolonizaciones


mediante una guerra de independencia. En el primer caso, las metrópolis comprendieron la
inutilidad de resistirse a un proceso histórico ineludible, lo que no significó que no hubiera
importantes disturbios (Marruecos o Túnez) o gravísimos conflictos entre comunidades indígenas
rivales (hindúes y musulmanes en la India).

Si nos fijamos en los dos grandes imperios coloniales, podemos distinguir un modelo francés de
descolonización y otro británico. Tras la humillación de 1940 ante Alemania, Francia no estaba
preparada para aceptar la pérdida de las colonias, algo que contemplaba como una nueva derrota.
El gobierno de París trató de retener por la fuerza el imperio lo que dio lugar a un proceso
descolonizador traumático. El modelo británico fue, en general, menos violento aunque en el caso
de la India o Palestina, dejó tras de sí enfrentamientos (indios y pakistaníes; árabes e israelíes) que
continúan en el siglo XXI.
3. La descolonización de África
El proceso descolonizador en el África árabe tuvo su punto crítico en el Magreb. Tras una cruenta
guerra, Francia tuvo que finalmente otorgar la independencia a Argelia en 1962. La emancipación
del África negra encontró menor resistencia por parte de las metrópolis europeas, pero dio lugar al
nacimiento de un grupo de países que aún hoy no ha conseguido la estabilidad política ni el
desarrollo económico. Un caso particular fue el de Sudáfrica. Aquí la minoría blanca dominante
estableció un sistema de segregación racial, el apartheid, que perduró hasta la década de los
noventa.

3.1 Las independencias en la región del Magreb


La palabra Magreb es la adaptación al español de un término árabe que significa lugar por donde
se pone el sol y se utiliza para referirse a la parte más occidental del mundo árabe: básicamente
Marruecos, Argelia y Túnez. Estos territorios fueron colonias francesas, con la excepción de la
franja norte de Marruecos que fue protectorado español.

La descolonización de Marruecos y Túnez fue


negociada y relativamente pacífica, aunque no
faltaron los episodios violentos. En caso
marroquí, el partido Istiqlal (Partido de la
Independencia) agrupó a los nacionalistas que
consiguieron que en 1956 franceses y
españoles abandonaran el país y se proclamara
la monarquía bajo el rey Mohamed V. En el
caso tunecino, Burguiba, una de las grandes
figuras del nacionalismo árabe y líder del
partido Neo-Destur (Nueva Constitución),
consiguió que en 1956 el país alcanzara la
independencia.

El proceso de independencia en Argelia constituyó uno de los episodios más sangrientos del
proceso descolonizador. La presencia de una fuerte minoría europea llevó a que el gobierno de
París se negara a aceptar las demandas nacionalistas. La guerra de Argelia (1954-1959) fue un
episodio traumático tanto para la metrópoli como para la colonia. El enfrentamiento entre el Frente
de Liberación Nacional argelino (FLN) y el ejército francés provocó la muerte de que casi medio
millón de argelinos musulmanes y veinticinco mil soldados franceses.

La gravedad de la situación llevó a que en Francia se llegara al borde de la guerra civil. La vuelta al
poder de De Gaulle salvó al país del conflicto, aprobándose una nueva constitución para Francia.
Con respecto a Argelia, De Gaulle, que llegó al poder como abanderado de la defensa de la
"Argelia francesa", tuvo que ceder finalmente e iniciar negociaciones con el FLN. Los Acuerdos de
Evian abrieron el camino a la proclamación de la independencia que tuvo lugar en julio de 1962.

3.2. La emancipación del África negra


En el África negra, que estaba en su práctica totalidad bajo el dominio de los imperios europeos,
las metrópolis se avinieron sin grandes problemas a otorgar la independencia a sus colonias. La
escasa población europea asentada en estos países y la falta de grandes intereses económicos
explican esta descolonización sin grandes resistencias.
En el África británica, la figura pionera fue N'Krumah,
quién lideró el proceso de independencia de Ghana en
1957. En el África francesa destacó la figura de Sedar
Senghor, dirigente nacionalista senegalés. La mayor
parte de las colonias británicas y francesas se
independizaron a partir de 1960.

El proceso de de descolonización concluyó en una gran


decepción. Las nuevas naciones africanas entraron en
un período caracterizado por la inestabilidad política y
la pobreza extrema.

Tras la independencia, los dos países más importantes


del África Negra, el Congo y Nigeria pasaron por
cruentas guerras civiles. En el Congo, tras romper sus
lazos con Bélgica en 1960, la rica provincia minera de
Kananga proclamó su independencia con el apoyo de
los colonos blancos que quedaron en el territorio. La guerra civil que le siguió acabó con un cruel
dictador, el general Mobutu, dirigiendo el país, y con el retorno de Katanga al nuevo estado
congoleño. Nigeria, vivió un conflicto secesionista similar en Biafra (1966-1970) que causó un
enorme daño humano.

La última etapa descolonizadora tuvo lugar en los años setenta y afectó a las colonias ibéricas.
España cedió precipitadamente el Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania en 1975. La agonía
de Franco aceleró un proceso en el que no se contó con la población saharaui. Un poco antes, la
caída de la dictadura en Portugal en 1973 precipitó la independencia de Angola y Mozambique. La
descolonización de las colonias portuguesas se produjo en un marco internacional caracterizado
por el recrudecimiento de la guerra fría, lo que explica en gran medida las largas guerras civiles
que se abatieron sobre estos países, en especial en el caso de Angola.

Al acabar el siglo XX, el balance de la trayectoria política y económica del África poscolonial era
bastante negativo y, a menudo, trágico. A la pobreza endémica de un continente incapaz de
alimentar a su población y apartado del proceso de globalización, se le ha unido una gran
inestabilidad política jalonada por múltiples conflictos. El genocidio de Ruanda en 1994, que costó
la vida a 800.000 personas, es un gráfico ejemplo de la tragedia africana.

3.3. El apartheid en Sudáfrica


Sudáfrica es un caso particular en la colonización europea en África. En el siglo XVII, holandeses
de profundas convicciones calvinistas se asentaron en torno a la ciudad del Cabo. Esta población
se vino en conocer como los afrikaaners y su lengua neerlandesa original evolucionó en la lengua
afrikaans. A partir del siglo XVIII, pese a la resistencia de los afrikaaners, Sudáfrica fue cayendo
bajo el dominio británico.

La discriminación racial se inició en el régimen


colonial y en 1923 los británicos aprobaron diversas
leyes que configuraban un país dividido en grupos
raciales con diferentes derechos y organizados de
forma segregada. No obstante, fue en 1948, el año
en el que la mayoría blanca afrikaaner tomó el
control del país, cuando el régimen
del apartheid (separación en afrikáans) terminó de
configurarse. Se prohibió el matrimonio interracial, se establecieron instalaciones (escuelas,
lavabos, playas, autobuses, hospitales…) segregados por raza, y se prohibió el ejercicio de los
derechos políticos a la mayoría negra y a otros grupos no blancos.

La población quedó ubicada en territorios separados por criterios raciales. La diferencia entre una
zona acomodada de raza blanca y las empobrecidas zonas de población negra era similar a la que
separaba un país desarrollado y el tercer mundo.

La resistencia negra se articuló en torno al Congreso Nacional Africano con Nelson Mandela como
figura carismática. Pese a reprimir duramente las protestas de la población negra (Matanzas de
Soweto, 1976), el fin de la guerra fría  facilitó el fin del régimen del apartheid. Estados Unidos dejó
de temer una Sudáfrica negra prosoviética y cesó en su apoyo velado al régimen sudafricano. Tras
pasar veintiocho años en la cárcel, Nelson Mandela fue liberado en 1990, y se inició una transición
negociada que llevó a que en 1994 se celebraran las primeras elecciones libres y multirraciales en
el país. El Congreso Nacional Africano de Mandela formó gobierno y puso fin al régimen racista
sudafricano.

4. El conflicto del Oriente Medio


La mayor parte de los países del Oriente Medio habían accedido a su independencia de los
imperios europeos antes de la segunda guerra mundial. Sin embargo, una consecuencia del
Holocausto judío en Europa, la creación del estado de Israel, trastocó completamente la estabilidad
de la zona alumbrando un conflicto que aún hoy sigue presente en la escena internacional.

4.1. Los orígenes del conflicto


árabe-israelí
Los antecedentes del contencioso árabe-israelí se
remontan a fines del siglo XIX con el nacimiento del
movimiento sionista. Theodor Herzl, el fundador del
sionismo, ante las discriminaciones y
persecuciones que sufría su pueblo en Europa,
propugnó la vuelta de los judíos a Israel, su tierra
original. Así, antes de la primera guerra mundial,
cuando este territorio era aún parte del Imperio
Turco, grupos de judíos europeos empiezan a
asentarse de forma pacífica. El holocausto nazi
cambió todo y precipitó el éxodo hebreo a una
tierra que había estado poblada durante siglos por
árabes palestinos. Tras la segunda guerra mundial,
en el mandato británico de Palestina dos pueblos
se enfrentaban por el control del territorio: un millón
y cuarto de árabes palestinos y más de medio
millón de judíos, venidos en su mayor parte de
Europa y, por consecuencia, con un nivel
tecnológico y económico más desarrollado.

Tras meses de sangrientos disturbios, la ONU acordó un Plan de Partición de Palestina el 29 de


noviembre de 1947. El territorio de Palestina se dividiría en tres partes: un Estado judío, un Estado
árabe y la ciudad de Jerusalén, bajo el control de las Naciones Unidas.

4.2. La primera guerra árabe-israelí


El 14 de mayo de 1948, el líder israelí Ben Gurion proclamó el nacimiento del Estado de Israel en
los territorios que les habían sido adjudicados por la ONU. La reacción árabe fue inmediata,
cuando los británicos abandonaron la colonia el 15 de mayo, tropas egipcias, jordanas y sirias
atacaron al recién nacido estado hebreo.

Pese a la desigualdad numérica, la primera guerra árabe-israelí (mayo 1948-junio 1949) concluyó
con una clara victoria israelí. El nuevo estado judío pasó a ocupar el 78% de la antigua Palestina,
en lugar del 55% asignado por el reparto de la ONU. Los territorios árabes que quedaron fuera de
su control fueron anexionados por los estados árabes vecinos: la franja de Gaza pasó a manos de
Egipto y la Cisjordania y la ciudad antigua de Jerusalén quedó en poder del reino de Jordania. La
guerra fue una catástrofe para la población palestina, que fue expulsada masivamente de los
territorios israelíes y se refugió en los estados vecinos. Los árabes palestinos quedaron como una
población sin estado.

4.3 Oriente Medio: La crisis de Suez (1956)


El siguiente episodio importante en la historia de esta agitada región del mundo fue la crisis
internacional provocada por la nacionalización del canal de Suez por el líder egipcio Nasser. Esta
crisis integra el conflicto del Oriente Medio en la dinámica de la guerra fría y ha sido estudiada en
otro tema.
 

4.4. Las guerras árabe-israelíes (1967 y 1973)


Tras la crisis de Suez en 1956, el Egipto de Nasser y, con él, los países árabes reforzaron sus
lazos con la URSS, mientras que Israel se convertía en el aliado estratégico de EEUU en la región.
La dinámica política y estratégica del Oriente Medio pasó a formar parte del enfrentamiento global
de la guerra fría.

Envalentonado por el éxito diplomático de 1956,


y con el apoyo militar
soviético, Nasser multiplicó sus acciones
amenazantes contra Israel. En mayo de 1967,
barcos egipcios bloquearon el golfo de Akba,
impidiendo el tráfico del puerto israelí de Eilath
con el Mar Rojo y el Océano Índico. La
respuesta militar israelí fue fulgurante: el 5 de
junio de 1967 inició un ataque simultáneo contra
los países árabes que la circundan,
desencadenando la Guerra de los Seis Días.
En ese corto tiempo, los israelíes ocuparon los
Altos del Golán en Siria, la península del Sinaí
en Egipto, y la banda de Gaza, Cisjordania y la ciudad vieja de Jerusalén en los territorios
palestinos.

La aplastante derrota árabe trajo consigo importantes cambios en la escena internacional. Israel
pasó de ser un país asediado a ser una potencia ocupante. Se negó a devolver los territorios
ocupados; favoreció que una nueva oleada de palestinos se dirigiera a los países vecinos; y,
finalmente, proclamó unilateralmente la reunificación de Jerusalén, anexionándose el Jerusalén
árabe. 

Tras la gran derrota de 1967, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), creada en


1964, se convirtió, bajo la dirección de Yasser Arafat, en la principal organización del pueblo
palestino que vivía bajo la ocupación israelí o en los campos de refugiados de los países vecinos.
Fracasado el sueño de Nasser de la victoria militar convencional sobre el estado hebreo, la OLP
inició la lucha armada contra Israel.

La aplastante derrota árabe en la Guerra de los Seis Días había lanzado a la diáspora a miles y
miles de palestinos que se hacinaban en campos de refugiados en los países vecinos. Desde
Jordania, los guerrilleros de Al Fatah
(La Conquista), organización dirigida
por Arafat y mayoritaria en la OLP,
emprendieron ataques contra Israel.
El Tzahal, el ejército israelí,
respondió con duras represalias ante
lo que la población israelí
consideraba como actos de
terrorismo. A la vez, dentro de
Jordania, el creciente poderío de las
organizaciones palestinas puso en
peligro a la monarquía jordana. El rey
Hussein no dudó en enfrentarse a los
palestinos y, en septiembre de 1970,
el ejército jordano expulsó a gran
parte de los refugiados y a las
guerrillas de la OLP que huyeron
hacia el Líbano. Es lo que los palestinos denominaron el "Septiembre Negro".

Desde sus bases en el Líbano, Arafat  y la OLP continuaron sus ataques contra Israel y


consiguieron ser reconocidos por la ONU en 1974 como "únicos representantes del pueblo
palestinos". De nuevo, la llegada masiva de palestinos rompió los delicados equilibrios de una
sociedad compleja como la libanesa. En 1975 se inició una brutal guerra civil en la que las
facciones libanesas se enfrentaron entre sí.

El nuevo líder egipcio que había sucedido a Nasser en 1970, Anuar el-Sadat, ante la negativa
israelí a cualquier concesión en lo referente a los territorios ocupados, comenzó a preparar junto a
Siria una nueva guerra que permitiera a los países árabes recuperar lo perdido en la Guerra de los
Seis Días. El 6 de octubre de 1973, tropas egipcias y sirias atacaron por sorpresa a Israel. Se
iniciaba la Guerra del Yom Kippur, así conocida por la festividad religiosa judía en la que se inició
el conflicto.

El factor sorpresa permitió importantes avances árabes: los egipcios cruzaron el Canal de Suez y
los sirios recuperaron los Altos del Golán. Sin embargo, diez días más tarde los israelíes
contraatacaron recuperando el terreno perdido. Las dos superpotencias que habían armado
masivamente a sus respectivos aliados, buscaron una solución al conflicto que no engendrara
mayor inestabilidad en la zona. El 25 de octubre de 1973 cesaron las hostilidades.

La Guerra árabe-israelí de 1973 tuvo enormes consecuencias. No solo abrió una nueva fase en el
conflicto del Oriente Medio que vendrá a concretarse en 1979 con la firma de los Acuerdos de
Camp David, sino que tuvo una enorme repercusión en la economía mundial: la crisis del petróleo
que marcará el fin de una larga etapa de expansión del sistema capitalista en los países
desarrollados.
4.5. El Oriente Medio (1973-1988)
El período que se abrió tras la guerra del Yom Kippur fue contradictorio. Por un lado, la
experiencia de la guerra llevó a la firma de la paz entre Israel y la principal potencia árabe, Egipto.
Por otro, nuevos focos de tensión se abrieron en el Líbano, Irán e Irak. Estas nuevas crisis
adelantaron lo que iba a ser el nuevo contexto internacional tras el fin de la guerra fría.

La paz entre Egipto e Israel (1979)


El presidente egipcio Anuar el-Sadat rompió en
1976 la alianza que Nasser había tejido con la
URSS y, con el patrocinio norteamericano, firmó
en 1978 los Acuerdos de Camp David con el
líder israelí Menajem Begin. Estos acuerdos
llevaron a la firma del tratado de paz entre
Egipto e Israel en 1979.

Esta paz por separado no trajo, sin embargo, la


solución al conflicto. Los territorios palestinos
continuaron bajo la ocupación israelí y Egipto
fue condenado y aislado en el mundo
árabe. Sadat, considerado por muchos árabes y
musulmanes como un traidor por haber firmado
la paz con Israel, murió asesinado en 1981 por
un grupo islamista.

La guerra del Líbano (1975-1990)


El mosaico de pueblos y religiones que conforma el Líbano no pudo aislarse de la conflictividad de
la región y durante más de quince años el país fue escenario de una cruenta guerra civil entre las
múltiples facciones contendientes: falangistas cristianos, milicias chiítas pro-iraníes, guerrilleros
palestinos de la OLP, milicias drusas...

En esa situación caótica, los milicianos palestinos asentados en el Líbano continuaron lanzando
incursiones contra el norte de Israel. La respuesta del gobierno de Tel Aviv fue la ocupación del sur
del país en 1978, y el bombardeo de Beirut en 1982. Finalmente, el ejército israelí consiguió su
objetivo: los guerrilleros de la OLP y su líder Yasser Arafat tuvieron que abandonar el país. El
Líbano, sin embargo, tardó años en salir de una guerra civil que acabó con un país arruinado bajo
la hegemonía de Siria.

La revolución islámica en Irán (1979)


La aparición del islamismo, movimiento de
fronteras difusas y difícil definición que
también se viene en denominar
fundamentalismo o integrismo islámico, es,
sin lugar a dudas, la gran novedad del
paisaje político mundial en la fase final del
siglo XX.

Aunque sus primeras manifestaciones


aparecen en la primera mitad del siglo, fue
en el conflictivo marco del Oriente Medio donde el islamismo alcanzará sus primeros éxitos.

Tras cinco meses de manifestaciones duramente reprimidas, el régimen pro-occidental del Sha de
Irán fue depuesto por una revolución islámica dirigida por el clero iraní. El ayatollah Jomeini,
máxima autoridad del clero chiíta, accedió al poder político y estableció una dictadura basada en
los principios más rigurosos de la versión chiíta del Islam. El islamismo, que parecía un
movimiento propio de la Edad Media, irrumpía con enorme fuerza en el panorama político del
mundo musulmán.

La guerra Irán-Irak (1980-1988)


El dictador iraquí, Saddam Hussein, deseoso de fortalecer la posición como potencia de Irak en la
zona, vio que la convulsa situación de Irán y su aislamiento internacional creaban un marco
adecuado para atacar a su vecino. La histórica rivalidad entre árabes (Irak) y persas (Irán), y la
disputa por territorios ricos en petróleo en el Golfo Pérsico explican el ataque iraquí contra Irán en
septiembre de 1980.

Tanto las potencias occidentales como Moscú miraron hacia otro lado e incluso apoyaron con
armas a Irak. El Irán de Jomeini era un peligro para todos. No obstante, el ataque iraquí se
estancó y se inició una larga guerra en la que los frentes apenas se modificaron. Finalmente,
la guerra Irán-Irak concluyó en agosto de 1988 sin que Saddam Hussein hubiera conseguido los
objetivos por los que atacó a Irán.

6. América Latina desde la posguerra a la década de los ochenta.


La historia de América Latina durante la segunda mitad del siglo XX es un tanto excepcional. Por
un lado, se mantuvo en buena medida al margen de la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, a
diferencia de la mayor parte del mundo no occidental, la descolonización y sus problemas no
afectaron a unos países que eran independientes desde hacía más de un siglo. No por ello ha sido
un período carente de dificultades.

En el plano económico, la aspiración al desarrollo se ha visto frustrada. Hacia 1950, parecía


razonable pensar que las poblaciones de algunos países latinoamericanos podrían acabar
accediendo a niveles de bienestar significativamente más altos. En ello confiaban tanto dirigentes
políticos como economistas bien informados. Pero no ha sido así. De hecho, pese a que hasta la
década de los setenta las economías latinoamericanas vieron crecer sustancialmente sus sectores
industriales, la debilidad del crecimiento desde la crisis de la deuda de los años ochenta ha tenido
como consecuencia que América Latina esté hoy más lejos de los países más desarrollados que a
mediados del siglo XX. La comparación con el Extremo Oriente conduce a conclusiones aun más
pesimistas.

Sólo Chile ofrece hoy un balance económico claramente satisfactorio. A comienzos del siglo XXI,
América Latina sigue hoy enfrentada a la necesidad de crecer económicamente, pero también de
reducir cuanto antes la extrema desigualdad que la caracteriza.

La transición política desde los regímenes oligárquicos de comienzos de siglo a la democracia


parlamentaria tampoco ha carecido de dificultades. Ni populismo ni dictaduras militares
encontraron soluciones políticas duraderas. Las democracias surgidas en la década de los ochenta
están avanzando en su consolidación, pese al extremadamente difícil marco económico en el que
vieron la luz.
El general Perón y su herencia
han influido poderosamente en
el escenario político argentino
desde el golpe militar dado, en
1943, por oficiales de rango
medio que le llevaría al poder
poco más tarde. Su programa
populista y nacionalista,
apoyado en una buena
coyuntura económica, le hizo
muy popular entre los
trabajadores argentinos.
Depuesto y enviado al exilio
por otro golpe militar en 1955,
retornó a Argentina en 1973,
sin que ello contribuyera a la
estabilidad de un país que
salía de una dictadura militar y
en el que, al terrorismo
peronista y marxista
(Montoneros y Ejército Revolucionario del Pueblo), se unía una gran conflictividad social. Un nuevo
golpe limitar en 1976 dio paso a una brutal represión sobre amplios sectores de la sociedad
argentina, a una ineficaz política económica y a una guerra con Gran Bretaña por las Islas
Malvinas. La derrota argentina aceleró el desgaste de la dictadura militar y abrió las puertas a la
reinstauración de la democracia en 1983.

En Chile, donde, junto a Costa Rica, en el que las tradiciones democráticas gozaban de un arraigo
desconocido al sur del Río Bravo, gobiernos de uno y otro signo surgidos de las urnas se
alternaron hasta 1973. Durante los dos mandados del demócrata cristiano Frei (1964-1970) se
pusieron en práctica ambiciosos proyectos, entre ellos la reforma agraria, en sintonía con las
propuestas de la Alianza para el Progreso impulsada por los Estados Unidos para evitar el contagio
de Cuba al resto de América Latina. La victoria de la Unidad Popular, liderada por Salvador
Allende, en las elecciones de 1970 estuvo acompañada de una profunda polarización de la
sociedad chilena. El golpe de Pinochet en 1973 puso fin violentamente a décadas de política
parlamentaria. Una peculiar transición a la democracia se inició en 1988, cuando Pinochet fue
derrotado en el plebiscito convocado por él mismo para asegurarse su reelección.

En Brasil, la personalidad política más influyente del siglo XX fue Getúlio Vargas. Tras acceder al
poder con un golpe de estado, ideo el Estado Novo (1937-1945), un proyecto dirigista de
modernización de la sociedad brasileña. Retornó como presidente electo entre 1950 y 1954. En
plena crisis política, su muerte por suicidio no borró la profunda huella que dejó en la política
brasileña. Un golpe de estado militar llevó a los militares al poder hasta 1984. En ese año, la
presión popular y los problemas económicos, forzaron la caída de la dictadura y el inicio de la
transición democrática.

México es el único caso en América latina en el que un mismo partido el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) ha estado en el poder durante décadas (1929-2000). Surgido de la Revolución
Mexicana logró crear un modelo político duradero que, si bien al precio de la creación de algo no
muy próximo alejado a un régimen totalitario de partido único, ha evitado a México los golpes
militares que ha conocido otros países latinoamericanos. A partir de finales de los sesenta, los
gobiernos del PRI dieron muestras crecientes de no poder ya integrar las aspiraciones de amplios
sectores de la sociedad mexicana.
2. La emancipación de Asia Oriental
Los primeros territorios asiáticos que se emanciparon en Asia fueron las posesiones japonesas en
1945. La gran colonia europea, la India británica, fue la pionera en proceso de descolonización.
Tras la India, las demás posesiones europeas fueron accediendo a la independencia en un proceso
que, en algún caso como fue el de Indochina, se confundió con los conflictos de la guerra fría.
2.3. Indochina y Corea
Indochina (Vietnam, Laos y Camboya) formó parte del imperio francés desde la segunda mitad del
siglo XIX. Corea cayó bajo el control japonés en 1907. Tras el fin de la segunda guerra mundial, el
proceso descolonizador en ambos países se confundió con los conflictos de la guerra fría.

2.4. Los Tigres Asiáticos


Dos pequeños países (Corea del Sur y Taiwán) y dos ciudades (Singapur y Hong Kong) asiáticas
protagonizaron un importante desarrollo económico desde principios de los sesenta. A excepción
de Hong Kong, este desarrollo se basó en la intervención estatal, el espíritu empresarial, el
fomento de la exportación, la alta productividad y un excepcionalmente alto ahorro de la población.
Estos territorios abandonaron la condición de países subdesarrollados y entraron a pertenecer a la
nómina de países industrializados desarrollados, los pequeños “tigres asiáticos”.

El desarrollo económico no se correspondió con una democratización de los sistemas políticos. En


Corea del Sur, la dictadura del general Park Chung-hee se prolongó hasta 1989. En Taiwán, isla
donde se refugiaron los chinos nacionalistas derrotados por Mao Zedong, el general Chiang Kai
Chek gobernó dictatorialmente hasta 1975. Después, hubo que esperar hasta 1992 para que se
celebraran las primeras elecciones libres. La ciudad de Singapur se independizó de Gran Bretaña
en 1965. Poblada esencialmente por chinos, fue gobernado hasta 1990 por el dictador Lee Kuan-
yew. Finalmente, Hong Kong fue colonia británica hasta su vuelta a China Popular en julio de 1997.

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