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Espey Carn Oa ey uk Shanta’? Ci a. Place 3 (Qe, 196!) 1 EL HISTORIADOR ¥ Los HecHOs Qué es la historia? Para precaverme contra quiea encuentre superflua o falta de sentido Ia pregunta, voy a partir de textos relacionados respectivamente con Ia primera y 1a segunda encarnaciones de la Cam bridge Modern History. He aqui a Acton, en su in- forme a los sindicos de la Cambridge University Press acerca de Ja obra que se habia comprometida a dirigir: Hs ésta una oportunidad sin precedente de reunir, en Ia forma més Util para los mas, el acer- vo de conocimiento que el siglo xix nos estd le gando. Mediante una inteligente divisién del tra- bajo seriamos capaces de hacerlo y de poner al aleance de cualquiera el Gltimo documento y las conclusiones més claboradas de Ia investigacién internacional. No pacemos, en esta generacién, formular una historia definitiva; pero sf podemos eliminar Ia ‘historia convencional, y mostrar a qué punto he- mos llegacio en el trayecto que va de ésta a aqué Ma, ahora que toda la informacién es asequible, ¥ que todo problema es susceptible de solucisn (1). (1) The cambrigee Modem Histone: Tie Origin, Anthorship mad Praduedion (150), pgs. HO. 9 EDWARD H CARR Y transeurrides casi exactamente sesenta aifos, e1 profesor Sir George Clark, en su introduccin gene- ral a In segunda Cambridge Modern Fistory, eomen- taba aquel convencimiento de Acton y sus colabora: doree de que llegaria el dia en que fuese posible pre sentar una «historia definitiva», en los siguientes tér- minos: ‘Los historiadores de una generacién posterior ‘no esperan cosa semejante, De su trabajo, esperan que sea superado una y otra ver. Consideran que el conocimiento de! pasado ha Hegado a nosotros Por mediacién de una o mas mentes humanas, ha sido elaborado» por éstas, y que no puede, par tanto, consistir en dtemos elementales © imperso- nales que nada puede alterar... La exploracién no parece tener limites y hay investigadores impa- cientes que se refugian en el escepticismo, o cuan- do menos en la doctrina de que, puesto que todo juicio historico implica personas y puntos de vise ta, todos son igual de vilides y no hay verdad histérica «objetivay (2). Cuando los maestros se contradicen de mado tan fla grante, es licito intentar averiguar qué sucede. Espero hallarme Jo bastante al dia como para darme cuenta de que algo escrito en Ia dltima década del siglo pasado tiene que ser un disparate. Pera no estoy lo suficientemente adelantado como para compartir ta opinién de que cualquier cosa escrita en estos ulti- mos dicz afios forzosamente tiene que ser verdad. Sin duda habrén pensado ustedes ya que esta in (2) The New Cambridge Modern History, 1 (HST), pe XRIVIXY, 10 AQUI ES LA HISTORIA’ vestigacin puede parar en algo que rebase los limi- tes de la maturaleza de la historia. E] desacuerdo entre Acton y Sir George Clark refleja el cambio su- frido por nuestra concepeién de conjunto de la socie- dad en el intervalo entre ambas afirmaciones. Acton es un exponente de la fe positiva, de Ja clarividente confianza propia cn uno mismo, que caracteriza Ia liltima fase de la época victoriana; Sir George Clack refleja la perplejidad y el escepticisma conturbado de la generacidn «rebelde». Cuando tratamos de cantes. tar a la pregunta {Qué es Ia Historia?, nuestra res: puesta, consciente o inconscientemente, refleja nues tra posicion en el tiempo, y forma parte de nuestra Tespucsta a la pregunta, mds amplia, de que idea he- mos de formarnos de la sociedad en que vivimos. No temo que parezca trivial, visto mds de cerca, el tema escogide, Sdlo me asusta parecer pretencioso por haber planteado problema tan amplio e importante, El siglo xix fue una gran época para los hechos, Lo que yo quiero —dice Mr. Gradgrind en Tiempos dificiles—, son Hechos... Lo nico que se necesita en la vida son Hechos.» En conjunto, los historiadores decimonénicos estaban de acuerdo con I. Cuando Ranke, en el cuarto decenio del siglo, apuntaha, en legitima protesta contra Ia historia moralizadora, que la tarea del historiador era +s6lo mostrar lo que real- mente acontecié (wie es eigentlich gewesen)s, este no muy profundo,aforismo tuvo un éxito asombroso. ‘Tres generaciones de historiadores alermanes, britini: ces ¢ incluso franceses, se lanzaron al combate ento. nando la formula magica «Wie es eégentlick gewesen», aL EDWARD 11. CARR a modo de conjuro, encaminada, como casi todos los conjuros, a ahorrarles Ja cansada obligacién de pensar por su cuenta. Los positivistas, ansiosos por consolidar su defensa de la historia como ciencia, contribuyeron con cl peso de su influjo a este culte de los hechos. Primero averiguad los hechos, decian jos positivistas; Iuego deducid de ellos las conclu- siones, En Gran Bretafia, esta visién de ia historia encajé perfectamente con la tradicién empirica, ten- dencia dominante de la filosofia britdnica de Locke a Bertrand Russell. La teoria empirica del conocimien- to presupone una total separacién entre el sujeto y el objeto. Los hechos, fo mismo que las impresiones sen- soriales, inciden en ¢] observador desde el exterior, y son independientes de su conciencia, El proceso re- ceptivo es pasivo: tras haber recibido los datos, se los mancja. El Oxford Shorter English Dictionary, itil pero tendenciosa obra de la escuela empirica, de- limita claramente ambos procesos cuando define cl hecho como sciato de Ia experiencia, distinto de las conclusioness. A esto puede llamarsele concepcién de sentido comin de la historia. La historia consiste en un cuerpo de hechos verificados. Los hechos los em cuentra el historiacor en los documentos, en las ins cripciones, eteétera, Jo mismo que los pescados sabre el mostrador de una pescaderia. El historiador los Fetine, se los leva a casa, donde los guisa y los sicve como a él més le apetece. Acton, de austeras aficio nes culinarias, los preferia con un condimento sen- cillo. En su carta de instrucciones a los colaboradores de la primera Cambridge Modern History, formulaba el requisite de que «nucstra Waterloo debe ser satis factorio para franceses ¢ ingleses, alemanes y holan- deses por igual: que nadie pueda decir, sin.antes exa- 12 (Qu Es La MISTORIA? minar la lista de los autores, dénde dejé la pluma el Obispo de Oxford, y dénde la tomaron Fairbairn 0 Gasquet, dénde Liebermann o Harrison» (3), Hasta el propio Sir George Clark, no obstante su desscuerdo con el enfoque de Acton, contraponfa «el sdlido mu cleo de los hechos» en la historia, a «la pulpa de Jas interpretaciones controvertibles que lo rodea» (4), olvidando acaso que en la fruta da mds satisfaccién la pulpa que el duro hueso. Cerciérense primero de los datos, y luego podrén aventurarse por su cuenta y riesgo en las arenas movedizas de la interpretacién: {al e9 Ta ultima palabra de la escuela histérica empi- rica del sentido coman. Ello recuerda él dicho fa- vorito del gran periodista liberal C. P. Scott: «Los hechos son sagrados, la opinién libres, Pero esta claro que asi no se llega a ninguna par te. No voy a embarcarme en una disquisicién filosé- fica acerca de la naturaleza de nuestro conacimiento del pasado. Supongamos, a efectos de la discusién presente, que el hecho de que César pasara el Rubi- eon y el hecho de que haya una mesa en el centro de esta sala son datos de igual orden, o de orden pareci- do, y que ambos datos penetran en nuestra conciencia de mode igual 0 parecido, y que ambos tienen ade- mas el mismo cardcter objetivo en relacién con la persona que los conoce. Pero aun en el caso de esta suposicién atrevida y no det todo plausible, nuestra razonamicnto topa con el obsticulo de que no todos los datos acerca del pasado son hechos hist6ricos, ni son tratados como tales por el historiador. 2Qué eri- terio separa los hechos histéricos de otros datos acerea del pasado? (8) Acros, Kecturer on Modern History (1996), ples 20h. (4) Glade ca The Listener, 1 de junio we A952, pg. 972. a EDWARD H. CARR {Qué es un hecho histérico? Es ésta una cuestin crucial en la que hemos de fijarnos algo mas atenta- mente, Segdn el punto de vista del sentido comin, existen hechas bésicos que son los mismos para to- dos los historiadores y que constituyen, por asi de- cirlo, la espina dorsal de [a historia: el hecho, pon- gamos por caso, de que Ia batalla de Hastings se li- brara en 1066, Mas esta opinién sugiere dos observa- ciones. La primera, que no son datos coma éste los que interesan fundamentalmente al historiador, Sin duda es importante saber que la gran batalla tuvo lugar en 1066 y no en 1065 6 1067, o que se librara en Hastings, en vez de en Eastbourne o Brighton, El historiador tiene que saber estas cosas con exactitud. Pero, cuando se suscitan problemas como éste, re- cuerdo siempre aquella observacién de Housman: sla precisién ¢s un deber, no una virtudy (5), Elogiar @ un historiador por la precisién de sus datos es ‘come encomiar @ un arquitecto por utilizar, en su edi- ficio, vigas debidamente preparadas o cemento bien mezclado. Ello es condicién necesaria de su obra, Pero no su funcidn esencial. Precisamente en cuestio nes de éstas se reconoce al historiador el derecho a fundarse en las que se han llamado «ciencias auxt liarese de la historia: la arqueologia, la epigrafia, la numismatica, la cronologia, ete. No se espera del historiador que domine las técnicas especiales mer- ced a las cuales el perite sabrd determinar el origen y el periodo de un fragmento de cerimica o de mar tol, o descifrar una inscripcién oscura, 0 Nevar a cabo los complejos célculas astronémicos necesarios para fijar una fecha precisa. Los Hamados datos bé- 3) M Mant Astronomico Ler Prima (22 wh. WSN, pit “4 AQUE BS La HISTORIAY sicos, que son los mismos para todos los historiado. res, mas bien suelen pertenccer a la categoria de materins primas det historiador que a la historia misma. La segunda observacién que hemos de hacer es que [a netesidad de fijar estos datos bisicos no se apoya en ninguna cualidad de los hechos mismos, sino en una decisidn que formula el historiador a priori, A pesar de Ia sentencia de €. P. Scott, toda pe- riodista sabe hoy que la forma més eficaz de influir en In opinion consiste en seleccionar y ordenar los ‘hechos adecuados. Solia decirse que fos hechos ha- blan por si solos, Bs falso, por supucsto, Los hechos $6lo hablan cuando ef historiador apeta a ellos: ¢l ‘es quien decide a qué hechos se da paso, y en qué orden y contexte hacerlo, Si ao me equivoco, era un personaje de Pirandello quien decia que um hecho es como un saco: no se tiene de ple mas que si mete: mas algo dentro, La tinica razda por la que nos inte- sesa saber que la batalla se libré-en Hastings en 1066 estriba en que los historfadores lo consideran hecho histérico de primordial importancia. Es el historiadar quien ha decidida, por razones suyas, que el paso de quel riachuelo, el Rubicén, por César, es un hecho que pertenece a a historia, en tanto que el paso del Rubicéa por millones de otras personas antes y des- pués, no interesa a nadic en absoluto, El hecho de que ustedes Ilegaran a este edificio hace media hora. a pic, en bicicleta o en coche, es un hecho del pasado como pueda serlo el hecho de que César pasara el Rubicén, Pero los historiadores dejarin seguramente de tener en cuenta el primero de ambos hechos, El profesor Talcott Parsons calificé una vez la ciencia de «sistema selectivo de orientaciones cognitivas 15 HARI H CARR hacia In renlidads 4}. Tol vex podria hakerse dicho Sun ins sencilteg. Pero lo cierto ex que Ta historia €s 30, entre otras cosas, El Déstorindor ex neoesarin- mente selectho. La ereencla en un miicleo deep de bechos histétices existentes abjetivamente y con in» Mependeocia de Ja interpeetacién del bisturiador ed un fulaels absurd, pero dificilisime de desere Echemes una ojeada solve el pcaceso por el cual un tire date del pusade se cemviertc en un hecho histértco, En 1830, en Stalybridge Wakes, un vende: dor de golosinas era dellberadamente:golpeada husta, la muerte gor una souchedumbze enfurecida, tras una Gisputy sit imporlancia, Es ey un hecho histérica? Hace un afta hubjese contestada que no ain vacilnr, Lo Bubis recogida un testiga ocular en ciertas memo. Ting poco conocidas {7); pero munca vi que ningin historiader lo considerase digno de mencién. Hace un aGo, (25), Collingwood, en su reaccién contra la «historia de ti- Jeras y cola, contra uns mera compilacién de hechos, se acerca peligrosamente a tratar la historia como algo brotado del cerebro humana, con lo. que nos reintegea a la conelusién aludida por Sir George Clark en el pdrrafo anteriormente cliado, la de que ano existe verdad histérica “objetiva"s, Ea vez de la 20) R Coumewonn, The Idea of History (1). ple Bk AL Paosts, Short Studies om Greet Subjects, & (188), pl 35 EDWARD I. CARR tworla de que Ix historia carece de significado, se nos ofrece aqui la teoria de su infinidad de significados, ningano de log cuales es mejor ni mAs cierto que los demés, lo que en el fondo equivale a lo mismo. Des de Iuego Ja segunda teoria es tan insostenible coma la primera, No puede deducirse, del hecho de que una montafia parezca cobrar formas distintas desde dife- rentes angulos, que carece de forma objetiva o que tiene objetivamente infinitas formas. No puede dedu- cirse, porque Ia interpretacién desempeiie un papel necasario en la fijacién de los hechos de la histori ni porque no sea enteramente objetiva ninguna inter- pretacién, que todas las interpretaciones sean igual- mente validas y que en principio los hechos de Ia his- toria no sean Susceptibles de interpretacién objetiva. Mis adelante nos detendremos en el significado exac- to de la objetividad en Is historia. Pero tras Ja hipétesis de Ollingwood, se oculta otro peligro atin mayor. Si el historiador ve necesa- riamente el periodo histérico que investiga con ojos de su época, y si estudia los problemas del pasado como clave para la comprensién de los presentes, :n0 caer en una concepeién puramente pragmatica de los hechos, manteniendo que el criterio de la interpreta- cién recta ha de ser su adecuacién a algin propésito de ghora? Segin esta hipdtesis, los hechos de Ia his: toria no son nada, y Ja interpretacién Io es todo. Nietzsche ya dej6 enunciado ¢l principio: «La false- dad de una opinién no encierra para nosotros obje- cidn alguna contra ella... El problema radica en saber hasta dénde contribuye a protongar Ia vida, a preser- varla, a amparar o aun a crear la especie» (26). Los pragmdticos norteamericanos, aunque menos explici- (06) ads and det Bion det Mal, ap 36 UQUEE ES La HISTORIA? tamente y con menos entusiasme, siguieron el mismo dertotero, El conocimiento es conocimiento para al- fin, La validez del conocimiente depende de ta validez del fin, Pero aun en los casos en que no se ha profesado esta teoria, Ia préctica ha resultado no me- hos inquietante. He visto en mi propio campo de in- vestigacién demasisdos ejemplos de interpretacion extravagante que ignoraban jos hechos mas elementa- es, como’para no quedar impresionado ante Ia reall- dad del peligro. No es sorprendente que el anélisis minuciose de los productos mds extremados de las escuelas historiograficas sovidtiea y antisoviética fo- mente a veces ¢ierta nostalgia de aquel imaginario refugio decimon6nico de Ja historia meramente fac- tica. ‘A mediados del siglo xx, gcdmo hemos de definir, ‘pues, las obligaciones del historiador hacia los he- chos? Creo que he pasado en los ultimos afos bas: tantes horas persiguiendo y escrutando documentas, y rellenando mi relato hist6rico con hechos dsbida- mente anotados a pie de pagina, como para librarme de Ia imputacién de tratar eon demasiada ligereza do- cumentes y hechos. El deber de respeto a los hechos que recae sobre el historiador no termin en ta obli- gaciéa de verificar su exactitud, Ticne que intentar que no falte en su cuadro ninguno de los dates cono- cidos o susceptibles de serlo que sean relevantes en un sentido u otro para el tema que le ocups 0 para la interpretacién propuesta. Si trata de dar del inglés victorlano Ia imagen de un ser moral y racional, no debe olvidar lo acentecido en Stalybridge Wakes en €1 1850, Pero esto, a su vez, no significa que pueda eli- minar Ja interpretacién que es Ia savia de la historia. Los legos en ta materia —es decir, los amigos de fuera 7 EDWARD H. CARR dé la Universidad, o Ios colegas de otras disciplinas aeadémicas— me preguntan a veces eémo aborda el historiador su trabajo cuando escribe historia. Parece que la idea més corriente es que el historiador divi- de su tarea en dos fases o perfodos claramente dife: renciadas, Primero, dedica un largo tiempo prelimi- nara leer sus fuentes y a colmar de datos sus cua: dernos de notas; terminada esta fase del trabajo, aparta de s{ las fuentes, tira de los cuadernos de apuntes, y escribe el libro del principio al fin. Para mi, esta imagen resulta poco convincente y nada plau- sible. En lo que a m{ respecta, no bien evo algin tiempo investigando las que me parccen fuentes capitales, el empuje se hace demasiade violent y me pongo a escribir, no forzosamente por el princi- pio, sino por alguna parte, por cualquiera. Luego leer y escribir van juntos, Afiado, suprimo, dey nue va forma, tacho, conforme vay leyendo, La lectura viene guiada, dirigida, fecundada por Ja escritura: cuanto mAs escribo, mds sé lo que voy buscando, mejor comprendo el significado y la relevancia de Jo que hallo. Es probable que sigunos historiadores leven a cabo mentalmente toda esta escritura preli- miner, sin echar mano de pluma, de papel, ni de md- quina de escribir, lo misma que hay quienes juegan mentalmente al ajedrez, sin sacar e] tablero ni las piczas: es un talento que envidio pero que na puedo emular. Pero estay convencido de que, para todo hie torindor que merece tal nombre, los dos procesos que los economistas aman. «input» ¥ soufput se desarrollan simultdneamente y, en la préctica, son partes de un solo y nico proceso. Si se trata de sepu- Tarlos, 0 de dar a uno prioridad sobre el otro, se cae en una de ambas herejfas, O bien se escribe historia 38 AQUAES LA HISTOR! de tijeras y cola, sin importancia ni significado; o bien se escribe propaganda o novela ‘histérica, tiran- do de os datos del pasado para bordar un género de literatura que nada tieie que ver con Ia historia Nuestro examen de la relacin del historiader con los hechos histéricos nos coleca, por tanto, en una situacién visiblemente precaria, haciéndonos navegar stitilmente entre el Escila de una insostenible tearia de la historia como compllacién objetiva de hechos, de una injustificada primacia dei hecho sobre la in- terpretacién, y el Caribdis de otra teoria igualmente Insostenible de la historia como producto subjetivo dela mente del historiador, quien fija los hechos his- tériéos y los domina merced al proceso interpreta. tivo; entre una nocién de la historia con centro de gravedad en el pasado, y atra con centro de gravedad en el presente, Pero nuestra situacién es menos pre- earia de lo que parece. Volveremos, en estas confe- rencias, a encontrar la misma dicotomia del hecho y Ia interpretacién bajo otros ropajes: lo particular Jo general, lo empirico y la tedrico, lo objetivo y lo subjetivo, La espinosa tarea que incumbe al histo- riador es Ia de reflexionar acerca de Ja naturaleza del hombre. El hombre, salvo acaso en su més pristina infancia y en su mas avanzada vejez, no estd del todo absorbido por el mundo que le rodea ni incondicio- nalmente sometide a él. Por otra parte, munca cs del todo independiente de él, ni le domina incondicio- nalmente. La relacion del hombre con. el mundo cir- cundante es la relacién del historiador con su tema. EI historlador no es el humilde siervo ni el tiranico duefio de sus datos. La relacidn entre el historiador y sus datos es de igualdad, de intercambio. Como iodo historiador active sabe, si se detiene a reflexio 39 nar acerea de lo que esta haciendo cuando piensa y escribe, el historiador se encuentra en trance conti suo de amoldar sus hechos a su interpretacién y ésta a aquellos. Es imposible dar la primacia a uno u otra término. EI historiador empieza por una seleccién provi- ional de os hechos y por una interpretacién provi- nal a In luz de la cual se ha Mevado a cabo dicha seleccién, sea ésta obra suya o de otros. Conforme va trabajando, tanto la interpretacién como la seleccién y ordenacién de los datos van sufriendo cambios su les y acoso pareialmente inconscientes, consecuen- cia de Ia accién reciproca entre ambas. Y esta misma accién reciproca entrafia réciprocidad entre el pasa- do y el presente, porque el historiador es parte del presente, en tanto que sus hechos pertenecen al pa- sade, El historiador y los hechos de Ia historia se son mutuamente necesarios. Sin sus hechos, el historia- dor carece de rafces y es huero; y los hechos, sin el historiador, muertos y falsos de sentido, Mi primera contestacion a la pregunta de qué es la Historia, serd pues la siguiente: un proceso continuo de interaccién entre el historiador y sus hechos, un dislogo sin fin entre el presente y el pasado. 40 | | Il La SocIEDAD Y EL INDIVIDUO El problema de qué es lo primero, la sociedad 0 al individuo, es como el del huevo y Ia gallina. Ya se Je trate como interrogacidn Itgica o histOriea, no pue- de formularse respuesta alguna que, de una u otra forma, no haya de ser impugnada con una afirms- cidn opucsta, igualmente parcial. La sociedad y el dividuo son inseparables: son mutuamente mecesa- rigs y complementarics, que no opuestos. «Ninga hombre es una isla, completa en si misma», segin frase famosa de Donne; «todo hombre es una parce det continente, una parte del conjunto» (1), Este es un aspecto de la verdad. Por otra parte, témese la frase de J. 5. Mill, el individualista clisico: «Los hombres, cuando se les junta, ao se convierten en una sustancia distinta» (2). Claro que no. Mas la falacia esta en suponer que existieron, o tuvicron una sus: tancia cualquiera, antes de ser

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