En este sentido, vemos desde nuestra experiencia de ser mujer, la problemática del aumento
en las desigualdades para las mujeres con la entrada del neoliberalismo en colombia. Para
comprenderlo mejor, decidimos recurrir a historias de mujeres cercanas a nosotras que
vivieron y tienen memoria de finales del siglo XX, en donde, surge la constitución de 1991
y con la cual se formaliza el neoliberalismo dentro de los marcos jurídicos.
La mirada de estas mujeres nos trae varias ideas a tratar en torno a, por una parte, desde la
experiencia de una de ellas, el lugar tan importante que han tenido las mujeres en el
magisterio, la mujer como docente, pero también con poco poder de decisión en su entorno
laboral. Surge, la organización de las mujeres entorno al cuidado de los hijos e hijas con el
concepto de madres comunitarias y la figura de madre cabeza de familia hacia al
reconocimiento de las mujeres como proveedoras en el hogar y los beneficios económicos
que en ese entonces daba el gobierno.
Los siguientes relatos de dos mujeres que nacieron y crecieron en el campo, nos muestran
un panorama de falta de oportunidades para poder estudiar. Seguido de esto mencionan que
en el ámbito político se resaltan dos ideas fundamentales: la primera es, la notoria ausencia
de figuras públicas femeninas en cargos políticos importantes y decisivos; la segunda, el
difícil acceso a la participación política de la mujer para ejercer su derecho al voto.
Por otro lado, recogemos el relato de una mujer citadina, que queda en embarazo a temprana
edad en la década de los noventa, vemos como esto determinará de manera radical su vida,
pues inmediatamente se le relega al espacio privado del hogar, en donde no contenta con
esta realidad, emprende marcha para poder obtener procesos de aprendizaje formal, en
donde en cada paso se encuentra con un sin número de obstáculos para poder culminar este
proceso de realización personal, más allá de las paredes del hogar, estos obstáculos que
desde nuestra perspectiva responden a barreras sociales y económicas para quienes son
madres a temprana edad.
Para la problematización planteamos las siguientes preguntas, a las que clasificamos en unos
niveles específicos, que dan cuenta también de los niveles a los que se acoge nuestro
problema principal.
De padres maestros que ejercieron en un pueblo del Tolima, esta mujer crece en un entorno
familiar que aunque conflictivo, por violencia intrafamiliar, siempre estuvo influenciado
por sus padres para que cumpliera con sus estudios. En sus primeros años de vida sus padres
deciden emigrar a Bogotá, debido a un acontecimiento familiar que les afecta mucho, y
aunque en la ciudad no pueden ejercer el rol de maestros, siempre estuvo presente el interés
de que su hija fuera maestra. Nos menciona ella que sus padres la llevaron por ese camino
porque: “…ellos eran maestros, porque fueron pedagogos. En su juventud aprendieron a ser
maestros y consideraban que era una profesión válida de aprender y de compromiso con los
demás y con la misma familia. Además, siempre me encaminaron para que lo fuera, estudie
mi bachillerato en una normal, en ese momento del colegio Aurelio Tobón, luego termine en
la normal de los Hermanos de la Salle en la 170, terminando maestra desde el bachillerato, y
luego me compraron el formulario en la pedagógica en donde estudié Ciencias Sociales”
(Yaneth Rodríguez, 2020, relatos de vida) Según la experiencia que nos comparte, el ser
maestra es un legado, una herencia, pero también una vocación de servicio.
Al preguntarle sobre su rol docente como mujer nos expresa en un primer momento que “el
magisterio ha estado lleno de mujeres toda una vida” (Yaneth Rodríguez, 2020, relatos de
vida) una frase que deja ver que no solo la mujer ha cumplido el rol de enseñar en el hogar,
también, durante gran parte del siglo XX, estuvo, ha estado en las funciones de enseñanza
en las escuelas. En este sentido, hablar del papel de la mujer remite sin lugar a dudas sobre
el tema de género, es por ello que al preguntarle a esta mujer sobre la incidencia o los
cambios que ha tenido la escuela desde una perspectiva feminista o de género nos menciona
que:
“…se han dado desde las normas, de la política de género que salió, pero que se den
cambios en la escuela como tal, en la forma en que se maneja la escuela con todos
los escenarios, no. Porque, de todas maneras, la familia sigue manejando un esquema
patriarcal y llevan a sus hijos a la escuela, y en la escuela se maneja, la iglesia
maneja un esquema patriarcal bien cerrado, en este sentido, no podemos desconocer
que los niños y las niñas son o cristianos o católicos. Entonces la perspectiva de
género no ha variado, yo pienso que más bien se ha dado una política y al exterior,
en la parte cultural, en la parte artística, se ve en los que son los espacios de las redes
sociales, en algunas familias. Pero no podemos decir que se haya dado un cambio,
ya, total, porque salió la norma, es un proceso progresivo.” (Yaneth Rodríguez,
2020, relatos de vida)
Es decir que la incidencia en las escuelas en cuanto al tema de género sigue siendo religiosa,
no precisamente porque legalmente se reglamente de esa manera, sino porque las personas
que conforman la escuela, la comunidad educativa, con sus prácticas, imponen una forma
política y moralmente correcta de ser y estar en el mundo, en especial quienes tienen
grandes roles de poder, como los maestros o los directivos docentes. Porque como ella lo
menciona este tema “se da más por las normas, hay derechos, podemos defenderlos, generar
denuncias, pero que la gente, que la escuela, que el maestro, lo hagan, muy poco. No hay un cambio,
y sin lugar a dudas, hace falta hablar de género y feminismo, pero como en la vida cotidiana de la
gente para que de esta manera cambien las relaciones de poder en la escuela.” (Yaneth Rodríguez,
2020, relatos de vida)
Por otra parte, menciona que las relaciones de poder de maestros hacia los estudiantes son
fundamentales a la hora de hablar sobre estos temas en la escuela, comentando, que son los
maestros quienes siempre salen con preguntas “...¿por qué viene esa persona? ¿por qué está
hablando de eso? Entonces nos encontramos con una visión católica o cristiana muy fuerte,
en donde el rechazo a estos temas por parte de los profesores hombres y mujeres, está dentro
de una formación enmarcada por la religión.” Las visiones personales del mundo se
imponen en personas con bastante poder dentro de una escuela, pero a pesar de que el
panorama en muchos casos, pinta desalentador, existen profes que con pequeños actos
logran incidir en que los temas de género sean enseñados.
Es por esto que esta profe nos comenta, por medio de una anécdota su incidencia formativa
en la resignificación a los contenidos temáticos que se abordan en el currículo desde su rol
docente. Comparte que “cuando una compañera, Victoria fue al colegio a dar una charla sobre
política de género, ella pudo entrar, porque yo como profe de sociales solicite que la dejaran dictar la
charla desde la asignatura de ética, y yo hablé con mis compañeros que desde ética lo trabajaramos,
como una parte de formación para los niños, de comprender y saber que existe esa política. De
inmediato la reacción negativa fue en su mayoría por parte de profesores, de la institución, más que
de estudiantes.”(Yaneth Rodríguez, 2020, relatos de vida) Desde su asignatura, la profe
incide en que haya más conocimiento de este importante tema, que no solo evidencia la
diversidad que tenemos los seres humanos, sino que concientiza y permite conocernos
mejor, para hablar desde el conocimiento y no desde los imaginarios social y moralmente
construidos.
Así, ahondando un poco en ese papel de las mujeres en la educación, nos encontramos con
que esta mujer nos cuenta que, por ejemplo: “en los 70s sale el estatuto docente, este
buscaba que los maestros se formen, entonces pasaba que como en el caso de mi madre, a
ella la había nombrado el secretario del pueblo como maestra, pero ella solo había hecho
segundo o tercero de bachillerato, entonces les dieron la posibilidad, además de que les
mandaban tutorías y todo, de que ellos formalizan sus estudios terminando el bachillerato,
pero mi mamá no lo hizo, mi mamá en el 69 se vino para Bogotá y no alcanzó, comenzó a
trabajar en otra cosa.” (Yaneth Rodríguez, 2020, relato de vida)La mamá de esta mujer
maestra, a diferencia de muchas otras mujeres, y como otras tantas, tuvo la posibilidad de
estudiar y de trabajar en un campo de respeto y estatus para los años 60s y 70s. Para ese
entonces la demanda de maestros y maestras era grande, y aunque muchos no habían
terminado su bachillerato, se da la posibilidad de terminarlo, formalizar su trabajo en el
ámbito legal y tener un mejor salario.
Aunque son solo algunas enunciaciones, esta mujer y las experiencias de su historia de vida
y la de su mamá, nos muestra la cara de la mujer que estudia, trabaja y aporta a su familia y
para ella misma. Ejemplo que ha sido el resultado de luchas por visibilizar y posicionar a la
mujer como seres autónomas, capaces e independientes en un mundo que le ha dado solo
voz y poder de decisión a los hombres, muestra de ello es que al finalizar la conversación
con esta mujer, nos mencionaba que para inicios del siglo XXI aunque en número son
mayoritarias las mujeres maestras, en cuanto a cargos como coordinación y dirección de los
colegios se encontraban ejerciendo, muy pocas mujeres, y el poder de decisión ha sido
dado a los hombres. Además nos recalca que para estos tiempos las luchas de las mujeres
siguen, porque “Colombia es un país muy machista y quitar esa visión occidental de casi 500 años
es difícil, pero no imposible, como la lucha del voto de la mujer, es un proceso de ir reivindicando el
papel de la mujer.” es, para ella, un proceso cultural, de cambio de prácticas y mentalidades en el
país.
-¿Por qué se les invisibiliza a las mujeres en la política colombiana? Nivel político
-Teniendo en cuenta, que para finales del siglo pasado, las mujeres ya podían ejercer su
derecho al voto, surge complejizar más el panorama preguntando ¿Qué tan activas
democráticamente han sido las mujeres en el país? Nivel Político
Para responder estas interrogantes es necesario remitirnos a los roles de género y los
estereotipos que se han configurado en la historia y cómo ha repercutido en el contexto
colombiano. Los roles de género y estereotipos son funciones que se les asignan a hombres
y mujeres, en su forma de concebir, sentir, pensar y actuar el mundo que los rodea en las
distintas esferas públicas y privadas, que desde los relatos se tipifican cuando las mujeres
acentúan su rol de madres, esposas y trabajos informales. Dando origen a la división sexual
del trabajo y la base de desigualdad que existe entre sexos. Ejemplo de ello, cuando afirman
que las ocupaciones que más tenían las mujeres a finales del siglo XX y a principios XIX,
“Ella comentaba que las ocupaciones que más tenían las mujeres a finales del siglo XX y a
principios XIX, se dividían entre ser amas de casa y trabajar, entre atender al esposo, los
hijos, la casa e ir traer dinero para aportar, eso era lo que veía en sus amigas y ella misma.
En su caso, particularmente, le gusta sentirse una mujer independiente, que toda su vida ha
trabajado para satisfacer sus necesidades. En sus palabras “toda mi vida he sido una mujer
trabajadora, me gusta comprarme mis cosas y no estar pidiéndole al marido” (Martha Marín,
octubre 2020, relatos de vida) o cuando comentan que, “las oportunidades de estudiar y
trabajar que tenían las mujeres en la ciudad eran medianamente igual a las que tenían los
hombres.” porque si habían oportunidades, pero eran pocas, y se veía más marcado el
sexismo entre las profesiones; donde doña Adelaida explicaba que era medianamente igual
porque las mujeres si tenían oportunidades de estudio, pero, eran muy pocas, además que,
ella observaba que el ser mujer condiciona ciertos tipos de profesión y lo ejemplificaba así:
“la medicina, las ingenierías, la aviación o la mecánica eran para hombres y los trabajos de
oficina, o de educación estaba más situado para las mujeres”. (Adelaida Triviño, octubre
2020, relatos de vida). Tras estas diferencias se marca toda una cultura patriarcal
hegemonizante y estereotipada en la historia colombiana, donde las mujeres se les asigna los
empleos con roles de cuidado y asistencialismo, mientras a los hombres, se les da trabajos
donde reafirman su hombría, tengan poder, fuerza, liderazgo, entre otras.
En este sentido, a los hombres se le asignó lo público, una esfera donde tiene lugar el
pensamiento, la toma de decisiones, el poder, la producción social, económica y política;
por su par parte, las mujeres se encuentran en una esfera privada, allí concurren las
dinámicas de funcionalismo, satisfacción de necesidades básicas y la reproducción.” Desde
la voz de las testimoniantes, ellas afirman: que si bien trabajaban al igual que sus
compañeros sentimentales, escogen trabajos o empleos informales que no demanden mucho
tiempo para poder realizar los trabajos domésticos en sus casas, también, comentaban que la
diferencia de salarios era marcada y de alguna manera, afectaba en el hogar, y ellas sentían
que al trabajar sus parejas se desentienden de algunos gastos económicos en la casa. Para las
madres cabeza de hogar, ella se evidencia esa cultura patriarcal donde le resuenan
comentarios “necesita un hombre para que le ayude con los muchachos” “usted no puede
sola” “por qué se separó y ahora”, “pareciese que las mujeres necesitamos de un marido,
para ser feliz, yo estoy sacando mis hijos adelante sola, con ayuda de mi familia,
especialmente, mi mamá” (Yudi Velasco, octubre 2020, relatos de vida)
-¿A qué tipo de discriminaciones se enfrentaba, en la década de los noventa, una mujer
embarazada a temprana edad? Nivel social
Las discriminaciones a las que se enfrentaba una mujer citadina adolesente de clase baja, en
estado de embarazo, comenzaban en el espacio educativo. En un primer momento, al
enterarse gran parte de la comunidad estudiantil del embarazo, se le es vetado el acceso a la
institución escolar, tildando esto como una falta de comportamiento dentro del colegio,
culpabilizando a la mujer adolescente del embarazo, “un profesor mío abrió un comité con
el rector y profesores para que se debatiera el si yo podía culminar mis estudios o no, sentía
como si estuviera en un banquillo y me fueran a echar piedra, como la mujer adúltera del
pasaje de la biblia”(Esdena Valero, 2020 relatos de vida), bajo este tipo de discriminación
efectuada por el colegio, eran muy pocas las adolescentes con embarazo precoz que
culminaban el bachillerato. En el hogar también se encontraba discriminada, pues de nuevo,
el peso de la culpa recae sobre la futura mamá, reforzada por preceptos morales en donde
los señalamientos recaen sobre su sexualidad y sobre el cuestionamiento de esta por parte de
los integrantes de la familia. “pues así me sentí cuando mis papás en una de esas se
enteraron de que yo estaba embarazada, mi papá al yo contarle me tiró el teléfono y después
fue agresivo, llegó borracho al lugar en donde estaba viviendo y nos dijo cosas muy feas,
una de mis hermanas me hacía comentarios que me hacían sentir mal, como
despreciandome, me sentí mal, me puse a llorar y pues mi mamá le dijo que no dijera nada
de eso, que se callara”, esta discriminación efectuada en la casa afectó considerablemente a
la madre en su proceso de gestación “yo creo que eso le hizo daño al feto, pues porque eso
me causó mucha tristeza, melancolia, pues me sentía muy mal”(Esdena Valero, 2020 relatos
de vida).
Aunque a las dos las acogen realidades de existencia distintas, se denota como comparten
algunas barreras, por un lado la mujer de la ciudad desposeída de su identidad de niña,
comienza a performar la adultez desde lo que es establecido culturalmente para su género,
“yo a los quince años tenía esa inocencia de niña, era bueno y malo porque confiaba en todo
mundo, hacía caso a lo que me dijeran, también me gustaba jugar, salir, hacer ejercicio, pero
eso dejó de pasar cuando comencé a tener a mis hijos” (Esdena Valero, octubre 2020),
relatos de vida) comienza a ocuparse de las tareas del hogar, ahora es la mujer de la casa, no
más la niña mimada de casa, ahora es la mujer de la casa que al mismo tiempo es
infantilizada por el marido, pues empieza a experimentar como estas cosas que solía a hacer
cuando era una adolescente,comienzan a ser restringidas por quien es su pareja, y padre de
sus hijos, su libertad comienza a peligrar “yo estaba trabajando en una banda musical y su
papá me sacó de la banda, cuando iba a visitar a mi familia, él se ponía incomodo, no me
podía demorar mucho tiempo”.(Esdena Valero, octubre 2020, relatos de vida), habitando el
hogar día y noche, plasma sus fuerzas y energías en las labores cotidianas, el tiempo queda
reducido, parece escaso, es consumido por el bienestar que le brinda a otros, el tiempo es
escaso para poder pensar en sí misma, para tener tiempo de recreación para sí, para retomar
sueños y anhelos, para pensar en los estudios y proyectos que se tenían previos a los
embarazos. De esta manera, la carencia de tiempo significa una barrera para la adolescente
en la continuación de sus estudios, careciendo también de medios económicos ya que es una
mujer de escasos recursos. Por otro lado la mujer de la ruralidad manifiesta frente a estas
barreras: “las oportunidades de estudiar y trabajar que tenían las mujeres en la ciudad eran
medianamente igual a las que tenían los hombres, porque si habían oportunidades, pero eran
pocas, y se veía más marcado el sexismo entre las profesiones; ejemplificaba, que la
medicina, las ingenierías, la aviación o la mecánica eran para hombres y los trabajos de
oficina, o de educación estaba más situado en las mujeres. Sin embargo, reitera, que las
mujeres tenían buen acceso y oportunidades de estudiar una carrera profesional.” (María
Triviño, 2020, relatos de vida)
Por una parte, la mujer del campo en lo que tiene que ver con sus labores del hogar, estas
recogen el trabajo productivo en el campo, de esta manera, el factor tiempo nuevamente se
ve reducido. La mujer del campo manifiesta: “En cuanto a la forma y el nivel educativo, eso
ha ido cambiando, cada vez hay más oportunidades de estudio, cuando yo era joven había
menos oportunidades de estudio a uno le tocaba trabajar y más cuando uno ya tiene un hijo
y no se era buena estudiante, yo quería ser policía o profesora pero por lo que te digo fue
difícil, luego, llegó el marido, me fui a vivir a la Mesa, llegó mi segunda bebé, y se me fue
olvidando y desinteresando la idea de estudiar, el tiempo pasó y llegó mi otro hijo, entonces,
ya me sentía vieja para estudiar…” (Martha Marin, 2020, relato de vida)
Ideas fuerza
-Condiciones laborales
-Cultura de la maternidad
-Sistema educativo
Pero si hablamos de la
educación superior, nos
damos cuenta que en
Colombia facilita y no hay
oportunidades para el acceso
a este, a diferencia de la
educación básica y
secundaria, la oferta pública
es mínima siendo el sector
privado el que predomina
mayoritariamente.
Así pues, surgen tres categorías centrales (observables) que son: la cultura de la maternidad,
el sistema educativo y las condiciones laborales. Al encontrarlas, emergen tres conceptos,
que a nuestro juicio, son transversales para realizar el análisis, estos son: Violencia, espacio
urbano y espacio rural. Estos se retoman en cada observable, según los conocimientos
aportados por los relatos de vida y nuestras interpretaciones.
Para comenzar a articular los conceptos que conciernen a la observable identificada como la
cultura de la maternidad: consideramos relevante preguntarle a una de las mujeres
participantes de las entrevista, si consideraba que existía una cultura de la maternidad, a lo
que ella respondió: “sí hay una, por lo que fui criada por mi mamá, pero que está cambiando
ahora, porque hoy en día las mismas mamás, ya no están criando los hijos, se los dejan a las
abuelas”, es así como la entrevistada hace alusión a un tipo de mujer, la trabajadora, que
deja a sus hijos al cuidado de su madre, para poder ir a trabajar, pero según esta suposición,
podemos preguntar ¿hay un cambio en este caso de la manera de entender la maternidad?,
sin adelantarnos a resolver esta pregunta en su totalidad, podemos decir que en nuestra
experiencia de ser mujeres en la segunda década del siglo XXI, que ya va culminando, esta
cultura de la maternidad sigue siendo reforzada, al delegarle el papel de madre a una abuela,
cansada del “trajín” de lo que la maternidad como oficio no remunerado requiere.
Frente a la maternidad Esdena continúa diciéndonos: “la mujer tiene el rol de que trabaja
fuera de la casa, o sea hace los dos trabajos. También a través de los medios de
comunicación, las mujeres ya no quieren tener hijos, ya no quieren ser madres, los mismos
hijos ya no quieren salir del hogar, ya no quieren tener un hogar a temprana a edad, el
prototipo de mujer es una mujer que está más afuera de la casa que adentro, evidencio eso, o
sea muestran otro tipo de mujer, con el emprendimiento, que son mujeres que se valen por
ellas mismas, por sí solas, ya no se piensa tanto de que la mujer dependa tanto del macho, ya
eso es diferente, hay un espacio en las noticias, de caracol que dice que manden su
emprendimiento y uno ve muchas mujeres, programas del distrito para mujeres de hogar,
hoy en día una mujer se capacita igual que un hombre, como esas cooperativas de mundo
mujer, que le prestan a las mujeres para emprender un negocio”(Esdena Valero, octubre
2020), trayendo a colación lo que se menciona, en un principio de los trabajos de las
mujeres, de por un lado, sostener que esa cultura de la maternidad ya no es tan vigente, dado
que las mujeres pueden acceder de alguna manera a la esfera laboral en la sociedad, en el
marco de un sistema económico e ideológico como el neoliberalismo, que requiere de mano
de obra indiscriminadamente, esta observación no nos separa de una lectura en donde
evidenciando las brechas laborales que por un lado experimentan las mujeres en
comparación a los hombres, las mujeres como lo menciona Esdena, sostienen un doble
trabajo, en otros casos incluso más, el trabajo asalariado al que se accede para poder suplir
necesidades económicos, y al trabajo no remunerado que se realiza en el hogar, ante esto,
existe una doble carga laboral, una que por un lado es desconocida, frente a esto
reconocemos como esta violencia traza la existencia de las mujeres en el campo laboral,
ante esto Esdena comenta “ yo siempre quise también tener un trabajo, pero como le digo,
muchas veces, no podía entrar a uno por el tiempo que ocupaban mis hijos, ya más ahora,
pude entrar a una vendedora de inmuebles, pero entonces, yo siento que me toca como más
duro, porque en ese trabajo me toca caminar y caminar para encontrar apartamentos, casas o
locales en venta y arriendo, y al llegar a la casa, que prepare el almuerzo para el otro día de
los cinco, que lave la ropa sucia, que mire a ver cómo limpio el reguero del día”.
Por otra parte, desde el observable sistema educativo identificamos de la siguiente manera,
dos espacios que son importante mencionar, por un lado denominaremos escuela a los
espacios educativos iniciales, preescolar, básica y media; y llamaremos universidad a las
instituciones de educación superior. Toda esta mirada volcada desde algunas experiencias
de vida del ser mujer en diferentes contextos de nuestro país.
Estas articulaciones, nos permiten ver que en este enorme país, las posibilidades educativas
en cuanto a educación superior son pocas, la mayoría se concentra en las principales
ciudades y aún así, en estas, existe una gran exclusión para muchas mujeres. Ni que decir de
los distintos territorios rurales que presentan un gran abandono estatal, disminuyendo en
gran medida las posibilidades de acceder a las universidades. Es así como uno de los relatos
de mujeres de la ruralidad, Maria, nos muestran la falta de oportunidades de estudio en su
juventud, pues el deber era trabajar y en medio de ese vaivén aparecían los hijos, la opción
de estudio, que en algún momento contempló, se desvanecía en la inmediatez y el afán
cotidiano de suplir las necesidades económicas, criar y tener esposo o ser madre cabeza de
hogar.
Otra cara que vemos relatada en la segunda mujer de la ruralidad, Marta, es que para ella
tanto hombres y mujeres tenían igualdad de oportunidades para estudiar, pero muy pocas,
aun así hace énfasis, en un punto que hasta el momento no emergia y es el seximo en las
profesiones, es decir que la medicina, la ingeniería y la aviación eran profesiones típicas
para hombres, en cuanto a las que predominaba la presencia femenina eran los trabajos de
oficina o educación.
Por otra parte, hablar del papel de la mujer en la educación desde la accesibilidad y las
oportunidades, nos condujo a ver las relaciones de poder que se encuentran en los espacios
educativos y la inclusión del tema de género en el currículo y en las prácticas cotidianas
tanto de maestros como de estudiantes y de directivos docentes. En este sentido, Yaneth, por
medio de su experiencia docente nos plantea que el tema del ser mujer y del género está
atravesado por el fuerte contenido moral, religioso, que tienen distintos miembros de la
comunidad educativa, pero que especialmente es reproducido por la figura del maestro y sus
modos de pensar y hacer con los estudiantes.
Este argumento que nos expone la profe, nos remonta a pensar que nuestro país sigue siendo
atravesado por la religión que nos impusieron los europeos con su llegada al nuevo mundo,
estableciendo relaciones de poder como lo son la de maestro- estudiante, siendo el maestro
quien sea, diga y guíe la formación del estudiante para estar en sociedad. Nos muestra que a
29 años de la constitución del 91 en donde el estado colombiano se declara laico, el poder de
la religión sobre las escuelas sigue siendo muy grande, generando estigmatización y rechazo
hacia otras formas de pensar el ser mujer en la sociedad, las relaciones sociales y sexuales
junto con esa diversidad propia que surgen.
Formas de relacionarse que han sido producto de luchas históricas por el reconocimiento y
la exigibilidad de derechos, especialmente de las mujeres, y que como nos mencionaba la
profe Yaneth, han sido invisibilizadas por formas de contar la historia desde los hombres,
avaladas por un currículo que a pesar de ser dado, puede transformarse desde el quehacer en
el aula por parte de las y los docentes. Es por medio de ellas, de ellos que se puede
transformar de a pocos los espacios educativos por la construcción de seres humanos más
hospitalarios con la diferencia, más empáticos y más humanos ante la diversidad y a las
nuevas formas de ser y estar que han defendido las mujeres. Es, sin lugar a dudas, ver la
escuela, la universidad como espacios de disputa y de transformación de muchos mundos,
esos en los que vivimos cada uno y una de nosotras.
Ahora bien, las condiciones laborales en el país son muy precarias y más para las mujeres
por las distintas brechas socioeconómicas que genera discriminaciones por roles de género,
inequidades salariales y ocupacionales afectando los derechos laborales de ellas. La
asignación de lo público y lo privado, estereotipos, una cultura patriarcal, labores de casa no
remuneradas y la falta de seguridad social por la cantidad de empleos que ejercen las
mujeres en la informalidad.
De acuerdo con las estadísticas del DANE, para 2019 las mujeres en Colombia son el 51%
del total de la población. Ahora bien, las mujeres tienen una brecha salarial de 18,1% con
respecto de los hombres, su tasa de desempleo es superior ubicándose en 14% para 2019 y
23% para las mujeres jóvenes. Adicionalmente, para 2019 su participación laboral continuó
concentrándose en actividades de baja calidad y mayor informalidad como comercio,
hoteles, restaurantes (33,4%) y servicios sociales, comunales y personales (31,7%). Y, desde
las cifras del Ministerio del Trabajo para el año 2019, las mujeres en Colombia tienen un
mayor nivel educativo, pero tienen menor participación en la ocupación, el promedio de
años de educación de las mujeres ocupadas es de 10 años, mientras que el de los hombres es
de 8,8 años.
De lo anterior, se denota que las mujeres en Colombia se les sigue asignando empleos de
cuidado, asistencialismo, estar a bienestar del otro porque se dice son más amorosas,
bondadosas, delicadas y empáticas y que a diferencia de los hombres se les da mejor los
trabajos de fuerza, de razonamiento y productividad, pues, se considera que son más fuertes,
ágiles y tienen más capacidades de liderazgo. Y se hace más notorias las discriminaciones
en los diferentes ámbitos, donde hay altos índices que demuestran que las mujeres ganan
menos dinero que los hombres por realizar las mismas actividades, donde se dificultad el
acceso a puestos de responsabilidad laboral, los despidos o la no contratación por estar en
estado de embarazo, también, la falta de políticas públicas en las que se evidencie estas
violencias, entre otras…
En algunos de los relatos se hace más notorio la división sexual del trabajo, cómo doña
Yudi, que ella vive del rebusque diario, haciendo aseos en distintas casas de familia,
haciendo arreglos de costura o vendiendo comida los fines de semana o como doña
Adelaida, que una trabaja de estilista de manera independiente y doña Martha que tiene dos
empleos, entre semana trabaja en servicios generales y los fines de semana trabaja en una
caseta a vender todo tipo de bebidas, dulces, entre otras. Estas mujeres que trabajan en la
informalidad o se acogen a los postulados de la tercerización laboral, no tienen garantizada
una seguridad social, es por eso, que las mujeres que trabajan en servicios domésticos
(haciendo aseos en fincas y casas de familia, lavando ropa, cocineras, planchando y demás),
trabajos sexuales y reproductivos, las mujeres campesinas que trabajan en la ruralidad
(jornaleras, recolectoras, dedicadas al agro y otras labores del campo) entre otras, suelen ser
explotadas, trabajando por más horas y por menos dinero, sin cotizar pensión, con una baja
calidad en la asistencia médica, sin primas y todas las garantías de ley porque son obra de
mano más barata y en un país donde la tasa de desempleo es altísima, es necesario mantener
los empleos.
Concluyendo, las mujeres en Colombia necesitan que hayan políticas públicas más eficaces,
contra las desigualdades laborales y salariales, que se les dé más visibilidad en los distintas
funciones que ejercen, en lo social, ir erradicando las prácticas que tipifiquen o agudizan las
inequidades en los roles de género, generar garantías sociales para las mujeres que trabajan
en la informalidad, y, que se le reconozca y valore su trabajo en el hogar.
Es por eso que nos parece fundamental que se trabaje la educación sexual pero más desde el
conocimiento y apropiación del cuerpo. Pues es a partir de este que se comprende y
configura la identidad, las relaciones de tiempo y espacialidad, los sentires, pensares,
dolores, sensaciones, memorias, experiencias y demás. Es, como nos dejan los aportes
feministas, reconocer nuestros cuerpos como el primer territorio, un territorio en el cual se
han impuesto muchos “deber ser” pero la idea es que a través de un gran enfasis en la
educación sexual las mujeres, específicamente, sea autónomas a la hora de decidir sobre su
sexualidad, sobre la decisión sobre la maternidad, sobre su identidad y su proyecto de vida.
Una exploración que parta del arte, la espiritualidad y la filosofía.
Aunque sabemos que la escuela es ese primer entorno en que los seres humanos se forman
como ciudadanos, no desconocemos que la universidad requiere también de una enseñanza
que se posicione desde el enfoque de género, agenciando repertorios desde el ámbito
profesional, es decir, que en el ejercicio de su profesión actúen desde un conocimiento
respetuoso académico sobre el tema, y no desde preceptos morales, religiosos que juzguen y
rechacen las diversas formas de ser y estar en el mundo.
Así, se re-significa la escuela como un lugar en el que las mujeres puedan dialogar con sus
experiencias personales y desde allí se creen espacios de socialización para la reivindicación
de ellas, de sus cuerpos, de lo que significa ser mujer en Colombia. Generando más
posibilidades de cambiar y mejorar su calidad de vida, se potencializar su liderazgo, la toma
de decisiones, que se dé con más fuerza la formación de ellas como sujetos políticos con una
voz propia que sea escuchada al salir de la escuela, en lo público, en la formulación de
políticas públicas y leyes que eliminen las desigualdades en todos los aspectos de la vida
cotidiana.
Anexos
Referencias bibliográficas