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Viviendo con el enemigo

Por segunda vez consecutiva, en menos de 2 meses, el Congreso aprobó una


nueva moción de vacancia en contra de Vizcarra, por la causal de incapacidad
moral permanente. En esta ocasión se concretó dicha medida y el país cayó en
una nueva crisis política, social y económica.

El ex presidente Martín Vizcarra se enfrentó constantemente al Legislativo durante su mandato/Foto:


Radio Onda Azul.

El pasado 9 de noviembre, el Perú fue testigo de un acto lamentable para nuestra historia. 105
congresistas votaron a favor de la vacancia contra el entonces presidente Martín Vizcarra,
amparándose en que el presidente habría infringido lo estipulado en el artículo 113 de la
Constitución, específicamente la causal que habla sobre la “incapacidad moral permanente”.
Por lo tanto, un día siguiente a la aprobación de dicha vacancia presidencial asumió el cargo
de Jefe de Estado el entonces Presidente del Congreso, Manuel Merino. No obstante, todo
esta situación generó muchas críticas, pues el criterio legal para aplicar la famosa
“incapacidad moral” resulta ser muy ambiguo para muchos especialistas en la materia,
además de que la opinión pública no apoyó el nombramiento de Merino como Presidente del
Perú, quien terminó renunciando al cargo el 15 de noviembre. El rechazo de la ciudadanía se
reflejó en la encuesta de Ipsos Perú, en donde un 94% de encuestados estaba en contra de la
designación de Merino como Presidente de la República. Por lo tanto, resulta importante
indagar sobre la magnitud del impacto legal y social producido por este acontecimiento
político.

Dicho acuerdo, histórico en cuanto al porcentaje de aprobación de parte del Legislativo, se


justificó en los supuestos casos de corrupción en los que Vizcarra aún se encuentra
involucrado. Durante su defensa, Vizcarra se mostró frontal y confrontativo, distinto a la
manera que se comportó antes. Desafió al Congreso y citó más de 80 investigaciones que se
vienen llevando a cabo a diversos parlamentarios, como justificando su situación.

El concepto de “incapacidad moral permanente” es parte de la Constitución Política del Perú,


por lo que la medida puede entenderse como parte de un proceso totalmente constitucional.
Sin embargo, las características que deben reunirse para aplicar esta causal no son claras, lo
que genera diversos vacíos legales y discrepancias. Cierto es que más del 60% de todos los
Congresistas tienen procesos de investigación abiertos, pero ello no les impide ejercer sus
funciones en el Parlamento de manera habitual. Los únicos requerimientos para ser
Congresista en el Perú son ser peruano de nacimiento, tener más de 25 años y estar habilitado
para votar. Aquí existe evidentemente una contradicción, pues representantes del pueblo que
podrían eventualmente ser encontrados culpables de investigaciones también relacionadas a
corrupción, vacaron a un presidente por el mismo presunto motivo. En ambos casos, no existe
una prueba contundente de flagrancia, por el momento. Los motivos que llevaron a esta
nueva moción promovida por el Legislativo fueron los testimonios de nuevos colaboradores
eficaces, los cuales no han podido corroborar su información aún.

Esta vacancia se promulgó en un momento álgido de emergencia sanitaria, crisis económica,


desempleos masivos e inestabilidad social. Cuando se concretó dicha medida, comenzaron
múltiples protestas y manifestaciones de parte de la ciudadanía, por la preocupación que les
generó el abrupto cambio generado por los acontecimientos políticos. Aquellas
manifestaciones, como se verá más adelante, no tenían como objetivo reivindicar o apoyar a
Vizcarra, sino hacer una crítica al accionar del Congreso en el contexto actual.

El Asesor Legal del Ministerio de la Producción del Perú, Alex La Torre, comenta su postura
frente a los últimos acontecimientos: “indudablemente una situación de vacancia a un
Presidente de la República genera una situación de inestabilidad en todo el país. Tiene que ser
evaluado por el gabinete de Ministros para tomar una decisión, pero indudablemente genera
una crisis política porque estás sacándolo de la gestión del Gobierno. Lo que corresponde es
que se tomen medidas amparadas en la Constitución, ya sea apelar o acatarlas, como Vizcarra
hizo, aunque no estaba de acuerdo, como él mencionó. Es una situación dura, de ruptura de la
continuidad de la gestión y aunque quizá habían argumentos para discutir en el Tribunal
Constitucional, solamente estaba en la esfera del Ejecutivo cuestionarlas.”

Manuel Merino asumió la Presidencia del Perú tras la salida de Martín Vizcarra. En el pleno
del Congreso, cuando se aprobó la moción de vacancia y Merino era el Presidente del
Parlamento, se le pudo ver esbozar una fugaz sonrisa, de satisfacción. Previamente, Merino
había intentado contactar con distintos altos mandos de las Fuerzas Armadas, cuando se
manejaba en el Congreso la primera moción del mismo sentido. Según Merino tenía como
objetivo dar “calma” a la población frente a este posible escenario, que se concretaría 2 meses
después. Merino asumió el cargo de Presidente del Perú el 10 de noviembre del presente año,
y 6 días después renunció, tras los asesinatos a los estudiantes en las masivas marchas
nacionales realizadas por la ciudadanía. El 12 de noviembre, 2 días después de la asunción de
Merino al poder, se convocó la primera Marcha Nacional en oposición a su régimen y en pro
de la democracia. Luego, dos días después, la segunda marcha a lo largo de todo el país
protestando por el pésimo manejo político que se ve exacerbado por los últimos
acontecimientos. La represión policial fue sumamente rígida en ambas marchas, pero en la
segunda llegó a un extremo de violencia, terminando en el asesinato de Brian Pintado e Inti
Sotelo, jóvenes que se estaban manifestando de manera no violenta y recibieron disparos de
proyectiles de plomo en el cuerpo, a quemarropa.
Esto fue comprobado con la autopsia que se les realizó, y se desmintió la versión de algunos
malos elementos de la Policía Nacional del Perú que afirmaron no haber usado proyectiles
sino canicas o balas de goma. Dichos policías habían recibido órdenes de reprimir con la
fuerza, y, al parecer, estos altos mandos de la Policía recibieron también órdenes directas del
Estado. La situación se tornó insostenible y Merino, por presión popular, tuvo que dimitir al
cargo. No obstante, aquellos días de violencia y represión recordaban a la nefasta época del
terrorismo vivida en el Perú durante los años 90’, así como las constantes corrientes de
desinformación de parte de algunos medios y el mismo Merino que sostenía que las marchas
nacionales estaban siendo organizadas y fomentadas por terroristas, de la misma manera que
su efímero Gabinete comentaban “no entender el porqué de la molestia de la población”,
luego de minimizar las manifestaciones como pequeñas movilizaciones.

Faltan menos de 4 meses para las próximas elecciones, y hemos tenido 5 presidentes (hasta el
momento de la redacción del presente reportaje) en un mismo período de mandato regular (de
5 años, equivalente a un presidente por año), así como una disolución de un Congreso
mediante una medida constitucional también. Es una situación sin precedentes, que
seguramente quedará para la posteridad por el surrealista manejo de toda la clase política
nacional. Según declaraciones de Vizcarra, esta medida estuvo motivada por intereses
particulares, de parte de miembros de un Congreso que él mismo contribuyó a que se
formará, tras la disolución que realizó en septiembre del año pasado y la ciudadanía eligió.
Sobre los supuestos hechos de corrupción, Vizcarra declaró en el Congreso: “no existe una
prueba fehaciente ni prueba en flagrancia de un delito. Y no la habrá porque no he cobrado
soborno alguno. Se tomaron las mejores decisiones técnicas, pero ninguna ha sido con el
objetivo de llenar los bolsillos de nadie, menos los míos". Sin embargo, las investigaciones
siguen en proceso y aún no se comprueban o rechazan estas declaraciones.

Así, como se había mencionado, el descontento popular respecto a la situación política llegó a
sorprender a muchos políticos tradicionales, lo que provocó que algunos llegaran a
descalificar este movimiento de la población. Según lo recogido por La República, la
congresista María Teresa Cabrera cometió una ofensa contra la “generación del bicentenario”
al indicar que este movimiento no tenía origen en una verdadera preocupación por el Perú,
sino que algunos actos registrados en contra de objetos y propiedades hacía reflejar la
supuesta intención de los marchantes: alterar el orden público. Pero insinuar que alguna causa
ajena a la lucha por un gobierno que sí represente a los intereses del pueblo sea el motivo
detrás de estos movimientos resulta erróneo, según lo indicado por la socióloga Noelia
Chávez.
Tal como manifestó Chávez en una entrevista realizada por Ojo Público, las marchas no
fueron organizadas por ningún grupo político. Más bien —según la socióloga— fue la propia
ciudadanía quien, a través de mensajes compartidos en las redes sociales, se organizaba para
salir a lanzar su voz de protesta. Al respecto, la licenciada en sociología Karina Higa comentó
para este medio que la estructura organizativa de la nueva generación tiene gran influencia
por parte de las redes sociales. En ese sentido, explica que “se tiene la idea que para una
acción colectiva se necesita una base desde donde se coordine una movilización; una
estructura que organice todo de manera centralizada (...) ahora una estructura organizativa se
articula desde distintos puntos, no de forma centralizada”. Por lo tanto, el rol de las redes
sociales resultó ser crucial para esta nueva forma de convocar y organizar a las masas.
Asimismo, respecto a la imagen que los jóvenes perciben hoy en día de la Policía, Higa nos
indica que más allá de una sobreabundancia de información, son los testimonios que las
personas recibían, ya sea de un amigo o incluso el contacto de un conocido, lo que
principalmente ocasionó que los protestantes —en su mayoría jóvenes— desarrollasen una
imagen mental negativa de esta importante institución.
El uso desproporcionado de violencia por parte del cuerpo policial contra los manifestantes
llamó la atención no solo a nivel nacional, sino también de organizaciones internacionales.
Esto se evidencia con lo indicado en un comunicado oficial de la ONU, donde se enfatizó que
“la utilización arbitraria e indiscriminada de las armas no letales vulnera el principio de
proporcionalidad e infringe los estándares internacionales”. Además, es importante recordar
que las marchas dejaron como saldo decenas de heridos y la sensible pérdida de 2 vidas
humanas: Inti Sotelo y Bryan Pintado. Básicamente, la experiencia vivida en carne propia por
los jóvenes protestantes y los testimonios que recibían, sumado a los hechos fácticos como
los heridos y los dos fallecimientos anteriormente mencionados, fueron los factores que
dieron lugar a la creación de una imagen negativa en torno a la institución policial, según lo
que nos cuenta Higa.
La “generación del bicentenario”, término que fue inicialmente acuñado por la socióloga
Noelia Chávez, representa a un grupo de edad que era frecuentemente catalogado como una
generación apolítica, despreocupada por la realidad política de su país. Esto se complementa
con lo indicado por la politóloga Jimena Limay en una entrevista para The Washington Post.
Según Limay, resulta irónico que a pesar de la totalidad de insultos y prejuicios que se le han
atribuido en la cotidianeidad a esta nueva generación, como el hecho de ser llamados
ignorantes o adictos a las redes sociales, en las calles tuvieron una amplia presencia durante
las marchas. “A pesar de todo eso, acá estamos, incluso gracias a las redes”, mencionó Limay
para dicho medio.
La socióloga Higa nos indica que, por más que algunas redes sociales sean principalmente
utilizadas para el entretenimiento, estas son “reapropiadas” por parte de su público objetivo
en base a lo que este considere pertinente en un momento determinado. Asimismo, menciona
que estas redes tienen un gran potencial democratizador, en el sentido de que cualquier
ciudadano puede reportar los acontecimientos con una libertad de expresión que, según lo que
comenta la socióloga, no es factible encontrar en su totalidad en un medio de comunicación
tradicional. Higa remarca que la forma de consumir contenido por parte de nuestra
generación es distinta a las anteriores, pues las nuevas tecnologías de información estimulan a
los jóvenes a ser multitarea. A esta generación no le basta con consumir, sino que también
producen a través de dichas plataformas digitales, lo cual provoca que el elemento de
interacción aumente en dichos contenidos.
No resulta un dato menor que, según Ipsos Perú, hasta un 94% de los encuestados se haya
declarado en contra del nombramiento de Manuel Merino como Presidente de la República.
“Es su malestar con este viejo orden, no sentimos que nos representa”, nos indica Higa al
indicarnos los motivos que incitaron a la “generación del bicentenario” a salir a las calles. No
obstante, Higa remarca la importancia de no olvidarnos que somos personas heterogéneas.
Dice de forma enfática, “(...) cuidado con que esta categoría de “generación del bicentenario”
lleve a homogeneizar a la población (...) no hay que dejar de olvidarse de la homogeneidad de
los grupos”. Por lo tanto, aunque efectivamente los jóvenes están mostrando una nueva forma
de hacer política, no se debe perder de vista que las generalizaciones a un colectivo no son
fieles a la realidad.
En el campo de batalla
Los acontecimientos atravesados hace algunas semanas fueron símbolo de una ciudadanía
disconforme con su clase política. No sorprende, en ese sentido, que según el Instituto de
Estudios Peruanos hasta un 53% de los jóvenes entre los 18 a 24 años realizó algún tipo de
manifestación en contra de la designación de Manuel Merino, ya sea acudiendo a las
protestas o incluso levantando su voz en las plataformas virtuales.
Es lo que distingue a esta nueva generación: el debate político ha ganado nuevos espacios con
la expansión de las redes sociales. Sí, esas mismas redes que suelen ser clasificadas como
espacios ociosos o promotoras de contenido banal. Pues resulta que estas fueron cruciales
para que las marchas nacionales hayan tenido la acogida que se presenció durante una semana
que, lamentablemente, nos arrebató a dos defensores de la democracia.
Que la muerte de Inti y Bryan no quede impune depende de todos los peruanos que afirman
querer lo mejor para el Perú. Todos hemos sido testigos de una violencia desproporcionada
por parte de la institución que, en lugar de velar por el bienestar de sus ciudadanos, actuó
como si el pueblo fuese el enemigo a combatir.
Las calles han sido testigos de una guerra, eso —consideramos— es indiscutible. Pero este
conflicto no debía haber enfrentado a los manifestantes contra el cuerpo policial; el verdadero
enemigo estuvo todo el tiempo en Palacio de Gobierno, así como también otros 105
adversarios que preparaban sus ataques al frente de la Plaza Bolívar. Es tiempo de que el
pueblo pueda tener una victoria en contra del viejo orden, y no hay mejor forma de alcanzar
esto que a través de un voto informado.

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