Resumen. Entre las figuras filosóficas que más atención han despertado en el cine, una
de ellas es la Nietzsche, objeto de al menos tres biopics y alguna que otra fantasía. Sin
embargo, ninguna de ellas ha tratado su figura como el director brasileño Julio Bressane,
en 2001, quien, más que limitarse, como otros, a ilustrar determinadas anécdotas de la
vida del filósofo, realiza una verdadera lectura nietzscheniana de los últimos días de
éste antes de caer en la demencia en la ciudad de Turín. En este artículo, trato de
argumentar dicha afirmación.
Palabras clave .Nietzsche, Filosofía, Turín, Wagner, Ontología Estética.
Abstract .Nietzsche’s is among the philosophers that have attracted more attention in
cinema through at the least three well known biopics and a few more fantasized movies.
However, none of them has portrayed his character and work as the Brazilian director
Julio Bressane in 2001. Instead of illustrating certain anecdotes of his life and character,
Bressane takes a real Nietzscheanean reading of his last days, before falling into
dementia in Turin. The text discusses this difficult and deep film exercise.
Keywords. Nietzsche, Philosophy, Turin, Wagner, Aesthetics Ontology.
© R i o f i l m e
La anécdota. Hace un tiempo, preparando unas clases para unos cursos con el título
de Cine y Humanidades , busqué e investigué biopics en el cine sobre las vidas de
filósofos, en la suposición de que no debían de ser demasiadas y con el recuerdo de
haber visto en su años de estreno, cuando era apenas un adolescente cinéfilo ardiente
admirador del cine italiano de autor, una película que, quizá por la inmadurez de la edad,
me impactó sobremanera. Tenía como protagonista al filósofo Nietzsche, al que apenas
había estudiado en el Instituto, por la antipatía que mi profesor le profesaba. Se trataba
de Más allá del bien y del mal , de la directora Liliana Cavani, entonces bastante famosa
y polémica por su Portero de noche. En mi búsqueda reciente, descubrí con cierta
sorpresa que, entre el puñado de biopics sobre filósofos que se han realizado,
curiosamente son las películas que tratan la figura de Nietzsche las que más abundan.
Aparte de la citada, que se centra en la relación del filósofo con su amigo Paul Ree y
Lou Salomé, cargada de tópicos y con más de una licencia histórica que la han hecho
envejecer más de lo deseable, existe otro filme, de impecable factura, que trata la figura
del filosofo en una especie de futurible histórico, un “y si…” Nietzsche hubiera sido
psicoanalizado por el maestro de Freud, Josef Breuer. En clave de comedia, este film no
deja de ser un ejemplo de la repetición de tópicos de la postmodernidad a los que nos
tiene acostumbrados el cine industrial de Hollywood.
Sin embargo, encontré por azar una película brasileña dedicada al filósofo que contenía
una serie de elementos, no sólo propios del arte cinematográfico, sino también de
indudable entidad filosófica. Sólo por medio de una serie de imágenes y de textos
recreados, de los que escribe Nietzsche en sus últimos días de lucidez que vivió en
Turín, en concreto, textos del Ecce homo y de los escritos sobre Wagner, así como de
una música cautivadora, una interpretación de obras del propio filósofo, consideradas en
su momento mediocres (1), ilustra algunos puntos clave de su filosofía, comenzando por
el examen de la cultura desde la óptica del arte. La película se titula Días de Nietzsche
em Turim. Su autor, productor, cámara en ocasiones es Julio Bressane. Es una modesta
producción brasileña del 2001, hablada en portugués y, si hacemos caso a los títulos de
crédito, realizada en familia (el apellido Bressane ocupa muchos de las tareas de la
producción) y con poco personal. No quise investigar más sobre el cineasta, ni sobre la
producción, ni sobre cómo se realizó, es decir, no quise buscar datos cinematográficos
sobre la película, porque lo realmente sugerente es el planteamiento estético del film,
que parece responder a parámetros del pensamiento nietzscheniano.
La lectura. Dice Deleuze, en La imagen-tiempo (2), que uno de los grandes problemas de
la filosofía ha sido el del tiempo, por cuanto en toda la historia del pensamiento, éste fue
la puesta en crisis de la noción de verdad. Es decir, “lo que pone en crisis a la verdad no
es el simple contenido empírico, sino la forma o mejor dicho la fuerza pura del tiempo”
(3). Si bien es la literatura la que juega, al plantear nuevos estatutos de la narración,
con la noción de tiempo (4), quien sustituye la forma de lo verdadero por la potencia de
lo falso, el autor capital en este sentido es Nietzsche. Y lo hace bajo el nombre de
“voluntad de poder”. Nietzsche se ha preguntado cuáles son las fuerzas y qué voluntad
son las que han “creado” ese concepto de verdad, un concepto que califica al mundo de
verídico y con ello supone un “hombre verídico” al que se dirige como su centro, que
quiere “no ser engañado” ni “dejarse engañar”, incluso por sí mismo. Ante la confusión
que tiende a ser la vida misma, el mundo, este hombre verídico hace de la vida un error
y, con ello, de este mundo una apariencia. Así distingue un mundo más allá de este.
Para Nietzsche (5), este es el hombre que reniega de la vida, el que quiere una vida
disminuida, recurriendo a una religión o a un ascetismo, el de la voluntad de la nada, el
que sólo soporta la vida en su forma reactiva, origen de la moral, o mejor, el origen
moral de la noción de verdad. De esta manera, tras la crisis del cine clásico, surge en el
cine un régimen cristalino de la imagen, régimen cuya descripción de la misma vale tanto
para el objeto de la imagen como para lo que reemplaza, lo borra y lo vuelve a crear una
y otra vez: la descripción es la que constituye el único objeto descompuesto,
multiplicado. En ese tipo de imagen, ya no tiene lugar el hombre verídico, sino
el falsario, aquel que para Nietzsche, es el que revelaba la existencia, en una serie
continua de falsarios (6). Se trata del nuevo régimen de la imagen-tiempo directa en la
que “la descripción cesa de presuponer una realidad y la narración de remitir a una
forma de lo verdadero” (7). Lo que toma de Nietzsche esta nueva imagen del cine son los
puntos principales de su crítica de la verdad: “el «mundo verdadero» no existe, y si
existiera sería inaccesible, inevocable y, si fuera evocable, sería inútil, supérfluo. El
mundo verdadero supone un «hombre verídico», un hombre que quiere la verdad, pero
este hombre tiene unos móviles muy extraños, como si dentro de sí escondiera a otro
hombre, una venganza (…) no hay valor superior a la vida, la vida no tiene que ser
juzgada ni justificada, es inocente, tiene «la inocencia del devenir», está más allá del
bien y del mal…” (8).
Los días de Nietzsche en Turín. La gran salud versus la terrible enfermedad. La
construcción de Dioniso. Sórdida historia de un folio.
Wagner. El otro episodio decisivo es el encuentro con Wagner en 1868, a quien le unirá
una estrecha relación durante algunos años, al que considera el músico del futuro,
entusiasmado desde que escucha Los maestros cantores , le dedicará su primera obra de
corte filológico, que anticipa tantos de los temas centrales de su filosofía, El nacimiento
de la tragedia. Una amistad que se estrecha cada vez más intensamente, a pesar del
desprecio que sentía Nietzsche por los aduladores del círculo de wagnerianos. La
admiración que sentirá Nietzsche por la música de Wagner no desaparecerá en ningún
momento y, como veremos, en su ruptura, acusará al músico de decadente por transigir
ante la masa y los gustos populares, desaprovechando su genialidad por culpa de un
orgullo que le impide la verdadera creación. Pero sobre todo, le acusará de caer en las
garras de una historización del pasado mítico del pueblo alemán, absolutamente falsa, a
mayor gloria de las manipulaciones del Reich. Esta evolución se manifiesta en los
escritos sobre Wagner del año 88, pero a partir de 1873, a raíz del estreno en Bayreuth
de El anillo del Nibelungo , las relaciones comienzan a enfriarse. No aguantará todas las
representaciones, no soporta la música. Muy significativamente escribe a su hermana, en
términos fisiológicos el estado corporal que le ha provocado la nueva música: «Casi
estoy arrepentido de haber venido, pues hasta ahora mi estado ha sido lamentable.
Desde el domingo al mediodía hasta el lunes por la noche, dolores de cabeza; hoy estoy
tan destrozado, que apenas puedo manejar la pluma. El lunes, estuve en el ensayo; no
me gustó nada y tuve que salirme...» (12). En otoño, escuchará de Wagner los motivos
neocristianos y el simbolismo del Parsifal y se echa las manos a la cabeza, sin terminar
de comprender esa conversión del músico a los poderes del Reich. El distanciamiento
evidente es acrecentado por el acercamiento al médico y moralista Paul Ree, hasta que
con la publicación del Parsifal, se produce la ruptura definitiva, que provoca el ataque
público de Wagner a su discípulo descarriado. Sin embargo, como hemos dicho, Wagner
no dejará de estar presente en su obra hasta el final, incluso tras la muerte del músico.
Varios elementos de esta estancia nos interesan para acercarnos a la parte biográfica de
la película. Su casa se encontraba en la Via Carlo Alberto, número 6, junto a la plaza
que se abre entre el palacio de Carignano y la Biblioteca Real. Desde su ventana, veía la
estatua ecuestre de este primer rey Saboyano del Piamonte y Cerdeña tras Napoleón.
Alrededor, unos cuantos edificios musicales: la Opera Carignano y del teatro de la
música, pero también el Teatro Carignano, o los pórticos en los que se encontraba el
Café Romano, con sus arañas, artesonados en madera y tapicerías. También le llama la
atención la moderna mole Antonelli, la considerada torre más alta del mundo en el
momento de su construcción y a la que rebautizará en otoño como el ecce homo. Por otro
lado, en la casa disponía de dos pianos. De hecho, gustaba de tocar con una de las hijas
de Fino, Irene, además de improvisar de una manera lacónica, como luego consta en las
declaraciones de Fino, en sus últimos días, dejando intervalos de largos silencios entre
los acordes de notas. Frecuentaba la librería trilingüe de Loescher en la vía Po, comía
en trattorias de estudiantes y soldados y consideraba Turín una ciudad asequible, más
barata que otras de Italia. Organiza su vida, grandes paseos por la ciudad. A orillas del
Po. Le reconfortaba escribir cartas. Se carteó con Köselitz y Overbeck, de quienes
recibía las cartas en la oficina de correos cercana, tal vez celoso de su intimidad. En
una de las imágenes de la película, vemos a la otra hija de Fino, Julia, registrar entre
sus papeles, ¿buscando alguna carta? ¿tal vez algún escrito? ¿quizá algo que explicara
los accesos de extravagancia del profesor?
En esta última etapa en Turín toma notas para hacer del Ecce homo una autobiografía
intelectual a mitad de camino entre la psicología y la filosofía. Redacta así mismo
los Ditirambos a Dioniso , pero también la respuesta a la crítica de Pohl por El caso
Wagner, que titula Nietzsche contra Wagner . El otoño en Turín se llena de actos
suntuosos, la mayoría de los cuales puede ver desde su ventana.
Es difícil decir si en aquel otoño de 1888 la atracción que ejercían los suntuosos actos
oficiales constituía un telón de fondo para el drama que vivía en su inflamada mente o si
realmente apreciaba esos actos por sí mismos; pero es evidente que a Nietzsche le
gustaban las pompas suntuosas, por la manera en que siguió una serie de funerales
oficiales que se desarrollaron entre octubre y las fiestas de Navidad (…)” Antonelli, el
arquitecto, luego el conde Robilant… “y finalmente, Turín dio la despedida ritual al
almirante Carignano, el 18 de diciembre. Nietzsche presenció los funerales desde su
balcón de la Piazza Carlo Alberto (15).
Mucho se ha especulado sobre razones o argumentos. Su amor a los animales, a los que,
en ocasiones, consideraba superiores a los hombres, pero incluso una referencia,
inconsciente o no, a su amado Dostoiesvsky, quien relata un episodio escalofriantemente
similar en Crimen y castigo, que Nietzsche conocía bien. En definitiva, derrumbe mental
o “paso del Rubicón”, como él mismo escribirá en alguno de los pocos momentos lúcidos.
Cámara en mano. Una panorámica nocturna de una ciudad. Un gran canal. Apenas se
reconoce la silueta del Gran Canal. Suena la voz de una soprano que acompaña un
extraño viaje al introducirnos por callejas estrechas, tortuosas. Venecia, barrio de San
Polo. La larga calle tortuosa que recorremos nos muestra al final su nombre: Calle dei
preti. Irónico nombre para un habitante particular, Calle de los sacerdotes . En esta calle,
en el número 1263 tuvo Nietzsche su última residencia en Venecia de la que salió a
finales de 1887. Unos meses después recalaba en Turín. La cámara nos muestra en un
encadenado de planos largos el recorrido en tiempo real por esta calle. Nuestro ojo,
nosotros somos el ojo, mira a un lado y otro, se desequilibra. Finalmente encuentra el
cartel con el nombre de la calle. En un salto espacio-temporal caminamos, la cámara
camina, vemos nuestros pies, a través de hermosos y viejos suelos de mosaicos en
diferentes composiciones geométricas. Título de la película.
Durante toda esta secuencia preliminar, el ojo espectador es el ojo de la cámara, sin
descubrirnos (podemos suponer, nos podemos imaginar, sabemos que ha de
mostrársenos a Nietzsche) de quién es esa mirada, a la que todos los efectos visuales
nos parecen querer indicar que es una mirada subjetiva. Esto no es sino una convención,
porque la mirada siempre mira, es decir, el encuadre, sea del tipo que sea, siempre
selecciona, secciona la realidad filmada, lo que hace diluirse en cualquier caso la
frontera entro lo objetivo y lo subjetivo. Es el efecto de lo que Deleuze llama la
imagen cristalina (21).
© Riofilme
¿Qué es lo que encontrábamos en este prólogo de los Dias de Nietzsche en Turín? El
encadenamiento de planos largos en un punto de vista único que, en principio, no
sabemos a la percepción de quién pertenece. Tal vez ni siquiera nos importe. En
realidad, es nuestra propia percepción directa. Los espacios que aparecen no pueden
explicarse de una manera exclusivamente espacial. Sí, reconocemos a duras penas,
Venecia, por los fogonazos de imágenes en las que estamos inmiscuidos, pero sus
relaciones no son localizables. Esto, independientemente de las localizaciones donde se
filmen, pues ahora el montaje no pretende transmitir una unidad anclada en un espacio
euclidiano, sino que se trata de presentaciones directas del tiempo. Ahora es el
movimiento, y el ejemplo de nuestra película es manifiesto, el que deriva de una imagen-
tiempo directa. No es ya un tiempo cronológico, esto comienza a ser indiferente.
© Riofilme
Qué mejor recurrencia para tratar el pensamiento de Nietzsche, puesto que fue éste
quien desveló genéticamente que la verdad no es sino una construcción a partir de una
“voluntad de poder” que despliega sus valores, en este caso, los valores de la metafísica
impostando la verdad fuera del tiempo. En el nuevo régimen de la imagen-tiempo directa,
la narración asume esa idea de verdad, de manera que le es posible reivindicar una
narración falsificante, imponiendo una potencia de lo falso, en el momento en el que al
fabricar esas descripciones puras fabrica la imagen-cristal, la indiscernibilidad de lo real
y lo imaginario, hace ver la imagen tiempo directa y con ello las diferencias inexplicables
entre lo verdadero y lo falso. Lo adecuado al tiempo pasa a ser esa potencia de lo
falso que permite disolver los valores de verdad o la forma de lo verdadero, que no es
sino una construcción, que acabaría disciplinando al tiempo.
Por otro lado, el plano de la imagen, paralelo al del sonido, es mucho más sugerente por
cuanto recurre continuamente a lo que llamábamos una óptica pura. Son muy pocos los
momentos en que escuchamos algo de esa realidad espacio-temporal de la imagen.
Curiosamente, esos casos coinciden con algunos silencios de la banda sonora, silencios
absolutos. Entonces, a veces, digo, sólo en determinados momentos, se puede escuchar
el roce de unos vestidos, el crepitar del fuego, el chocar leve de las tazas de té en sus
platos. Un único sonido de esa exterioridad de la imagen se convierte en reiterativo,
incluso cuando la música envuelve toda la banda sonora. No, en realidad, dos, que
podrían considerarse el mismo, el sonido de pasos. Pasos de personas, que suelen
corresponder a pasos de Nietzsche cuando camina en largos planos cámara en mano.
Pero también los pasos de los caballos que se escuchan en el afuera de la habitación de
Nietzsche. Caballos siempre arrastrando carruajes, carrozas. Pero nunca se ven. Un
mundo simbiótico en una ciudad en proceso de modernización, de la que Nietzsche en un
momento determinado refiere su moderna red de tranvías, y convive con los caballos.
Poco más. Sonidos tal vez premonitorios. Hay algunos silencios elocuentes en los que la
imagen se prolonga casi artificialmente. Un retardo del tiempo. En concreto, hay una
secuencia en la que refiere la carta a su madre en la que decide encargar un traje para
dar la impresión de seriedad que merece un profesor. Lo vemos probándose el traje con
un sastre que, tras él, comprueba los largos de las mangas. Nietzsche se encuentra en
plano medio frente a la cámara. Un silencio. La imagen se prolonga unos segundos, tal
vez unos minutos. El movimiento es minúsculo. Tal vez minimalista. La imagen pura
descompone el movimiento y lo fulmina.
Tras el título, llegada a Turín, las vías del tren, vida otoñal en blanco y negro,
progresivo descubrimiento de la ciudad, hermosa, el color, sus calles, palacios, la
llegada a la Via Carlo Alberto. Primeras reflexiones. La felicidad de estar en Turín, carta
a Peter Gast. La impresión de una ciudad magnífica, su estética, el hombre estético.
Inmediatamente se escucha la habanera de Carmen: el estallido contra Wagner, el
descubrimiento de Bizet al haber escuchado por vigésima cuarta vez aquel monumento a
la ligereza, aquella música que supone la antítesis al germanismo de Wagner. La
presentación en la familia, la escena del té en la imagen continúa con su reflexión sobre
la música. Está toda la familia, una de las hijas (nunca identificaremos quien es quien, ni
sus nombres, no hay diálogos. Nietzsche nunca se dirige a ellos en sus pensamientos,
simplemente los vive porque comparten un espacio) trata de abrir un libro. La madre lo
impide cortésmente ¿Es uno de sus libros? ¿Se trata de una censura ante la fama que
precede al filósofo a su llegada a Turín? Finalmente, se dirige al piano y toca para
Nietzsche. La escena es ante todo misteriosa. La familia termina de tomar el té pero a
Nietzsche se le retira el plato con las pastas al intentar tomar una. Todo es cortesía y
disimulo.
En sus paseos por Turín, recorre las calles, librerías, el teatro. Deambula, observa,
reflexiona. Una imagen impactante es en la escalinata del teatro donde se para y
observa una estatua de Lacoonte, la famosa estatua de Lacoonte y sus hijos atrapados
por la serpiente de Apolo. El encuadre es un picado lateral. Es uno de los silencios más
significativos. Imagen-cristal pura. Nietzsche anota algo en su cuaderno. Sale de plano.
El siguiente plano es la calle, de nuevo cámara en mano y paseo. El primer sonido que
escuchamos son campanas a lo lejos. Un poco más adelante en el paseo se introduce
otro vector comunicante al encontrarse y referirse a ella con su nombre. En realidad,
simplemente se le escucha decir: “Mole Antonelliana. Yo la he bautizado el ecce homo”.
Luego silencio.
Podría seguir aportando ejemplos. La imagen directa del tiempo presenta una idea del
pensamiento de Nietzsche. En la recurrencia a este régimen de la imagen, a través de un
montaje disperso, en una combinación infinita de tipos de plano (cortos, largos, abiertos,
secuencia, cámara en mano, fijos), Bressane nos muestra el caleidoscopio de un
pensamiento en ebullición, el de Friedrich Nietzsche en sus últimos días de lucidez.
Bressane se acerca al pensamiento de Nietzsche tratando de hacer con él una obra de
arte cinematográfica. No trata, me parece, de hacer filosofía, pero sí consigue, en esa
multiplicidad de las imágenes, a través de un montaje que capta el tiempo de manera
directa, sin verse esclavizado a las reglas de una forma verídica de la narración,
“violentar el pensamiento”, estrellar, tal vez, en pedazos el pensamiento último de
Nietzsche y construir con ellos una obra que es capaz de provocar los instintos en el
cuerpo, de hacer una construcción de una verdad, la verdad del arte.
© Riofilme
La sutilidad con la que trata el episodio del caballo es ejemplar. En una secuencia con
un rápido montaje, Nietzsche observa superpuesta la estatua ecuestre de Carlo Alberto.
En un plano en picado lo vemos abrazado a un caballo y desmoronándose con un grito.
Un grito directo, nueva convergencia de un vector en un momento determinante. A partir
de aquí, el plano sonoro se acelera en una sucesión de pensamientos, en ningún caso
insensatos. Son fragmentos de las obras referidas. El plano visual se independiza cada
vez más, salvo para escuchar la danza ritual dionisiaca que lo acaba desnudando ante el
horror de los miembros de la familia Fino que lo observan y escuchan tras la puerta, por
el agujero de la cerradura. Poco a poco se postra. En la silla, con su manta. El montaje
nunca es continuo. Hay saltos. Saltos dionisíacos, me atrevería a decir. El último es una
espiral de la que se hunde en el fundido final. La espiral que nos presenta las imágenes
reales de un Nietzsche postergado en su silla, inmóvil, la mirada perdida, la mano con
unos casi inapreciables movimientos temblorosos. Silencio. Esta vez tan sólo se escucha
ligeramente el pasar de una cinta de celuloide.
Notas
(1) Uno de los motivos de la escritura por parte de Nietzsche en esos días de Turín del
artículo “Nietzsche contra Wagner”, que trataremos más adelante, fue la crítica
despiadada de un wagneriano como Richard Pohl a su escrito El caso Wagner , en la que
hace público el comentario de Wagner sobre la música de Nietzsche considerándola
“basura”.
(10) El dolor no es considerado como una objeción contra la vida: «Si ya no te queda
ninguna felicidad que darme, ¡bien!, aún tienes tu sufrimiento... »” (EH: 104)
(17) Uno de las mejores investigaciones del derrumbe de Nietzsche en los días de Turín,
lleno de documentos periodísticos, artículos, cartas, declaraciones de testigos, de
herederos supervivientes de la familia Fino, es esta de Verrecchia. Cuenta con detalle el
derrumbamiento y sus síntomas preliminares y declaraciones posteriores a partir del
episodio del caballo (Verrecchia, 1978: 209-216).
Bibliografía secundaria
COLLI, G., Introducción a Nietzsche , Pre-textos, Valencia, 2000.
CHAMBERLAIN, L., Una biografía íntima, Nietzsche en Turín, Los últimos días de una
mente privilegiada , Gedisa, Barcelona, 1998.
DELEUZE, G., Nietzsche y la filosofía, Anagrama, Barcelona, 1971.
ID., La imagen-movimiento. Estudios sobre cine 1 , Paidós, Madrid, 1984.
ID., La imagen-tiempo. Estudios sobre cine 2 , Paidós, Madrid, 1986.
MOREY, M., Nietzsche, una biografía , Círculo de Lectores, Madrid, 1993.
OÑATE, T., Materiales de ontología estética y hermanéutica. Los hijos de Nietzsche en
la postmodernidad 1, Dyckinson, Madrid, 2010.
SÁNCHEZ MECA, D., Nietzsche, la experiencia dionisíaca del mundo , Tecnos, Madrid,
2006, 2ª ed.
VERRECCHIA, A., La catastrofe di Nietzsche a Torino , Einaudi, Torino, 1978.