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Extraño las noches.

Quizá no las noches, quizá es cuan bien se complementaban la noche con la


tristeza, con la nostalgia... Eran momentos para reflexionar, entre el silencio, entre la oscuridad,
mientras se caminaba en el frío. Eran momentos dónde los sentimientos más oscuros podían
florecer, donde podían liberarse, eran su hábitat natural.

La pandemia nos ha obligado a estar encerrados, nos ha quitado ese espacio donde parte
importante de nosotros se sentía más cómodo. Ahora, siempre iluminados, siempre con el celular
encendido, entre cuatro paredes; lo único que hacemos es dejar que se acumule y se pudra.
Espero que no llegue el momento en el que simplemente explote.

La luz y la oscuridad, el ying y el yang como se decía. Somos oscuridad y luz. Está en la naturaleza,
en su contexto más grande, el día y la noche; todo funciona con la unión de ambos. Si no existiera
la oscuridad que tenemos dentro, simplemente nuestra existencia no tendría sentido.

Espero que algún día nos volvamos a encontrar: con las frías calles, con las noches de silencio y
soledad. Mientras tanto, solo queda aprender nuevas formas de liberar esta oscuridad en nuestro
interior. Cuando llegue ese día, ni la noche ni nosotros seremos los mismos.

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