Está en la página 1de 10

Rolando Astarita La crisis de 1847 y el análisis de Marx

La crisis de 1847 y el análisis de Marx

Como parte de las notas dedicadas a la teoría de la acumulación y crisis de


Marx, en esta entrada nos centramos en la crisis de 1847 y en el análisis que
hicieron de la misma Marx y Engels en la Review de mayo a octubre de 1850, y
Marx en El Capital. Complemento con investigaciones históricas que confirman
y amplían hechos y circunstancias descritas por Marx y Engels. Pienso que este
estudio nos acerca a la articulación entre la explicación más general de las crisis
– el impulso a la sobreproducción y sobreacumulación, véase aquí – y los
múltiples factores que intervienen en la compleja dinámica del crack y la
desvalorización de capitales de una crisis concreta, como fue la de 1847.

La recuperación de 1843 - 1845

Marx y Engels comienzan el texto de la Review diciendo que los años 1843-
1845 fueron de prosperidad comercial e industrial, “consecuencias necesarias”
de la depresión del período 1837-1842. Tengamos presente que en 1841-42 la
economía británica había tocado el fondo de la depresión (Ward-Perkins, 2018).
Ayudaron a la recuperación las buenas cosechas de 1841 y 1842, que
incrementaron la riqueza, el excedente comercial y el dinero disponible para
invertir; a su vez, el aumento del neto comercial habría tenido apreciables
efectos multiplicadores (Matthews, 1954). También en El Capital Marx señala
que en 1842 mejoró la situación de la industria inglesa. En particular, entre
1842 y 1844 aumentó la demanda de productos ingleses por parte del
extranjero; en 1843 la Guerra del Opio abrió China al comercio inglés. “Este
nuevo mercado ofrecía un nuevo pretexto a la expansión que ya se hallaba en
pleno auge, en especial en la industria algodonera (p. 522, t. 3). En 1845-46 “se
produjo el período de máxima prosperidad” (ibid.). Además, en 1846, cuando se
levantaron los derechos sobre la importación del trigo, se abarató este
componente fundamental de la canasta salarial, lo que también alimentó el auge
(Hyndman). Agreguemos que en 1844 se aprobó la legislación bancaria
(inspirada en la currency school) que limitaba el descuento de letras por parte
del Banco de Inglaterra: la emisión fiduciaria de billetes no podía superar los 14
millones de libras, y toda emisión suplementaria requería una reserva de oro del
100%. Esta ley bancaria, criticada por Marx, incidiría en la crisis monetaria y
financiera de 1847.

Sobreinversión y especulación en ferrocarriles


Rolando Astarita La crisis de 1847 y el análisis de Marx

La recuperación económica revivió el número de pasajeros y el tráfico de


mercancías, subieron las ganancias de las compañías ferroviarias y aumentó el
interés por la construcción de nuevas líneas (Campbell, 2009). Se desplegó
entonces la segunda fase de la construcción ferroviaria, con la conexión y
consolidación de la red troncal (Ward-Perkins, 2018). En 1844-45 comenzó el
boom inversor en ferrocarriles, financiado por la reunión de grandes cantidades
de capital a través del mercado bursátil. Los contemporáneos hablaron de una
manía inversora. El boom tuvo un componente real – extensión de las vías
férreas – pero también rasgos especulativos y fraudulentos. Es que el
mecanismo para establecer una compañía comenzaba con la formación de un
comité promotor; luego se registraba la empresa; se hacía propaganda y se
reunía dinero vendiendo suscripciones accionarias con un pago inicial del 10%.
Se sometía el proyecto a la aprobación del Parlamento, y el resto del capital se
pediría más tarde, una vez que se hubiera aprobado el proyecto y comenzara la
construcción (Ward-Perkins, 2018; Narron y Morgan 2015). Este proceso daba
lugar a todo tipo de maniobras. Según Marx y Engels, solo en 1845 el número
de bills [o proyectos de construcciones ferroviarias que debía aprobar el
Parlamento] registrados para el establecimiento de compañías llegó a 1035. Y
mucho consistía en capital ficticio y maniobras especulativas, ya que se
presentaba proyectos que no tenían posibilidad de concretarse, pero permitían a
los estafadores recoger capital. La especulación al alza de los valores
ferroviarios facilitaba, además, la extensión del crédito; que a su vez alimentaba
la burbuja.

La especulación tuvo su apogeo en el verano y otoño de 1845, y arrastró a todas


las clases de la sociedad al torbellino. Todo aquel que tuviera un penique, o
pudiera obtener un crédito, escriben Marx y Engels, especuló en los
ferrocarriles. Hyndman describe este impulso a la sobreinversión, la
especulación y el fraude: “… cuando una manía por alguna nueva forma de
empresa se apodera del público inversor, entonces los ahorros de la comunidad
muy a menudo son completamente tirados en empresas sin esperanzas o
despilfarrados en trabajos de construcción para los cuales no hay en ese
momento real necesidad. Este fue, ciertamente, el caso en relación a la era de la
construcción ferroviaria. El sistema ferroviario fue “acelerado” por promotores
y especuladores… Era un tiempo de feroz competencia por nuevas empresas.
Esquemas incompatibles se empujaban unos a otros por tener precedencia”.

En 1846 el dinero reunido y gastado por las empresas ferroviarias fue superior
en 20 millones de libras al de 1845; y en 1847 todavía aumentó otros tres
millones (Campbell). Se multiplicaron las publicaciones especializadas en
ferrocarriles, había carencia de ingenieros quienes ganaban fortunas, y muchas
actividades crecieron al amparo de la fiebre inversora. Los precios de las
acciones ferroviarias subieron 106% entre 1843 y octubre de 1845, cuando

2
Rolando Astarita La crisis de 1847 y el análisis de Marx

tocan el pico; y bajaron 64% entre esta última fecha y abril de 1850 (ibid.). Los
dividendos subieron un 69,8% entre 1843 y 1847, y cayeron luego un 60,2%
desde su pico. A medida que se desarrollaba el boom inversor, fluían los
capitales y se ampliaba la capacidad ferroviaria muy por encima de las
necesidades del mercado. La suba de los precios de las acciones permitía
ampliar los montos de créditos que se tomaban para pagar las nuevas líneas o,
eventualmente, la compra de algún rival. Es cierto que desde 1843 aumentó el
número de pasajeros; pero más aumentó la capacidad; y los precios de los
boletos bajaron. Un cóctel que se tradujo en caída de los beneficios (ibid.). De
hecho, entre octubre y noviembre de 1845 los inversores empezaron a tomar
conciencia de que se había sobreinvertido. Las necesidades de dinero para
completar los proyectos eran enormes, la tasa comenzó a subir y los precios de
las acciones a caer (y colapsarían en el curso de los cuatro años siguientes).

Sin embargo, por todo un período continuó la fiebre inversora y la especulación,


impulsada por el fraude y las estafas. Entre 1847 y 1848 se habrían inflado
dividendos, que deberían haber sido un 20% de lo declarado por las empresas.
Muchas empresas seguían pidiendo autorización para tender líneas aun a
sabiendas de que habría pérdidas, por el simple hecho de que temían una
pérdida mayor si la línea cayera en manos de un rival (Campbell). “Media
docena o más de esquemas se proponían para cada ruta posible, y muchas más
para aquellas que eran manifiestamente carentes de esperanza desde el
principio” (Hyndman). Un comité formado para investigar la crisis encontró que
en York y North Midland las inversiones ferroviarias que habían sido
autorizadas antes de que estallara la manía rendían el 7%, mientras que las
autorizadas en 1845 sólo daban el 0,6%; y las autorizadas en 1846 menos del
0,1%. Los pedidos al Parlamento para tender líneas pasaron de 63 en 1843 a 199
en 1844 y a 562 al final de noviembre de 1845; y todavía había muchos otros
planes y empresas en proyección que no llegaron a presentarse (Campbell).
Bordo (2003) observa que la manía en ferrocarriles fue quizás el precedente más
cercano del boom en tecnología informática. “Aunque la inversión en
ferrocarriles fue extensiva, hay consenso en que hubo considerable
sobreinversión, reflejando sobre optimismo acerca de los beneficios
potenciales”.

En 1847 el total del dinero solicitado para diversos proyectos llegaba a 42


millones de libras, de los cuales 36 millones eran para los ferrocarriles en Gran
Bretaña y 5 ½ millones para el exterior (Campbell). En El Capital Marx cita
informes que consideraban que, en 1846-47, el capital invertido en ferrocarriles
ascendió a alrededor de 75 millones de libras esterlinas. Escribe que “con la
misma pasión” con que se invertía en la producción textil” (véase más abajo)
“se lanzaron a la construcción de ferrocarriles; solo aquí se saciaron las ansias
especulativas de fabricantes y comerciantes, y ello ya desde el verano de 1844

3
Rolando Astarita La crisis de 1847 y el análisis de Marx

se suscribían cuantas acciones se podía, vale decir hasta donde alcanzara el


dinero para cubrir los primeros pagos ¡para el resto ya se encontraría alguna
salida! (…) Las tentadoras ganancias elevadas habían inducido a operaciones
muchísimo más amplias de lo que justificaban los medios líquidos disponibles”
(p. 522, t. 3). Hyndman dice que entre 1845 y 1847 se invirtieron no menos de
90 millones de libras esterlinas en construcción ferroviaria.

A su vez, la especulación en ferrocarriles afectaba a otros sectores. Marx cita un


informe que dice que casi todas las casas comerciales “habían comenzado a
hambrear su negocio, en mayor o menor medida… para invertir en
ferrocarriles” (p. 626, t. 3). Para continuar sus operaciones comerciales
recurrían entonces al crédito bancario mediante el descuento de letras. Muchas
tendrían enormes pérdidas cuando se desató la crisis ferroviaria. Todavía en
1846 había crédito disponible y la tasa no había subido demasiado; pero en
1847 aumentó la demanda de capital dinerario (véase más abajo), aumentó la
tasa de interés y hubo ventas forzadas de acciones ferroviarias en medio de la
caída de los precios.

La crisis de los ferrocarriles se prolongó hasta el otoño de 1848, con sucesivas


quiebras de proyectos que incluso eran menos insanos, pero fueron afectados
por la presión general. Se reclamaba el dinero invertido, y la crisis se expandió a
otras áreas de especulación en la industria y el comercio. Por otro lado, la
industria del hierro sufría: la producción se había inflado a un grado enorme
durante la burbuja ferroviaria de 1845 y ahora su producción no tenía salida.

Sobreinversión en la industria algodonera

En los años de auge también hubo sobreinversión en la industria algodonera.


Marx anota que inmediatamente después de cerrado un tratado con China, se
abrieron a Inglaterra enormes perspectivas de negocios. Se construyeron
entonces muchas fábricas, exclusivamente para fabricar tejidos de algodón.
Marx registra que, por ejemplo, en el distrito de la lana peinada de Bradford en
1836 había sólo 318 fábricas, mientras que en 1846 eran 490. Pero estos
guarismos no expresaban el verdadero aumento de la producción, ya que las
fábricas existentes se habían ampliado considerablemente. En especial las
hilanderías de lino. Marx anota la observación de los inspectores de fábricas, de
octubre de 1846:

“Todas ellas [las fábricas que ampliaban] contribuyeron en mayor o menor


grado, durante los últimos 10 años, al abarrotamiento del mercado, al cual hay
que atribuir, en su mayor parte, la actual paralización de los negocios… La
situación deprimida de los negocios surge como consecuencia totalmente
natural de una tan rápida expansión de las fábricas y de la maquinaria” (p. 155,
t. 3). Sin embargo no había mercado suficiente en China para esta capacidad de

4
Rolando Astarita La crisis de 1847 y el análisis de Marx

producción; a lo que se sumó el fracaso de la importación de té, imprescindible


para que China pudiera pagar la importación de tejidos. Ya en 1845 lo sobre-
producido para los mercados de India y China había provocado una recesión
relativa.

La relación entre causa y forma de aparición de la crisis

A comienzos de 1847 estaban presentes todos los elementos que confluirían en


la crisis. En este punto es importante la relación que establecen, en la Review,
Marx y Engels entre las causas de la crisis, y su manifestación. Señalan que la
prosperidad había dado lugar a la especulación, la cual ocurre cuando la
sobreproducción ya está a pleno. Es que la especulación provee canales que
desvían por un tiempo la sobreproducción. Pero ese mismo proceso acelera el
inicio de la crisis y magnifica su impacto. Por eso es importante comprender la
relación entre la causa de la crisis, y la forma en que aparece. La causa es la
“exuberancia de la producción” (o sea, la sobreproducción), y la sobre-
especulación es el síntoma de esa sobreproducción. Pero esta relación real
aparece invertida, ya que la crisis estalla en el terreno de la especulación y se
apodera más tarde de la producción. Por lo cual, para la mirada superficial, la
especulación es la causa de la crisis, y la ruptura de la producción aparece como
“una repercusión del colapso de la especulación”. Lo real, dicen Marx y Engels,
es que la ruptura de la producción es “una consecuencia necesaria de su propia
exuberancia previa”.

La crisis de abril de 1847

En paralelo con el desinfle de la burbuja ferroviaria, en agosto de 1845 se


tuvieron noticias de la plaga de la papa en Irlanda. Hubo hambruna, y el
gobierno británico se vio obligado a dar un préstamo a esa provincia de 8
millones de libras (una libra por habitante). También se conoció que había
malas cosechas de grano en Europa; su precio aumentó significativamente, e
Inglaterra tuvo que importar grano. En 1846 la cosa fue aún peor, y los precios
aumentaron rápido hasta un pico en mayo de 1847. A su vez, en 1845-46
también hubo una mala cosecha de algodón en EEUU. Aumentaron los costos
en la producción textil y se utilizaron stocks de reservas; cuando se agotaron,
hubo que importar algodón a mayores precios. Todo lo cual significó salidas de
oro. Pero también hubo salidas de metal para inversiones ferroviarias en el
exterior; y por desconfianza en el sistema (Ward-Perkins). Como resultado, en
los primeros cuatro meses de 1847 el Banco de Inglaterra perdió el 40% de sus
reservas de oro y plata (Dornbusch y Frenkel).

En ese contexto subió la tasa de interés. En El Capital Marx dice que se debió a
la subproducción en la agricultura; la sobreproducción de azúcar; el
abarrotamiento de mercados extranjeros; las exportaciones e importaciones

5
Rolando Astarita La crisis de 1847 y el análisis de Marx

forzadas; y “la especulación ferroviaria y la crisis”. “Había una escasez de


capital dinerario, causada por la magnitud desmesurada de las operaciones en
comparación con los medios existentes y precipitada por la perturbación del
proceso de reproducción, como consecuencia de una cosecha fallida, de una
inversión excesiva en ferrocarriles, de la sobreproducción especialmente en
mercancías algodoneras, del fraudulento negocio con India y China, la
especulación, la sobre-importación de azúcar, etcétera” (pp. 541-42, t. 3). La
crisis de los ferrocarriles continuaba; las empresas tenían cada vez más
dificultades para reunir los capitales necesarios para completar las
construcciones; y los accionistas enfrentaban llamados a reponer garantías, que
eran cada vez más difíciles de satisfacer (Ward-Perkins).

En consecuencia, aumentó la presión en el mercado: “en abril y mayo de 1847


el sistema de crédito estaba completamente dislocado y el mercado monetario
completamente trastocado” (Marx y Engels). El 15 de abril el Banco de
Inglaterra elevó al 5% la tasa de descuento de las letras de muy corto plazo;
restringió el valor total de las letras a ser descontadas, sin importar el negocio
sobre el que se hubieran girado; y anunció que no renovaría los adelantos
realizados a comerciantes, una vez que vencieran. Esas medidas eran acordes al
Acta de 1844. La respuesta fue el retiro de fondo: en dos días el Departamento
Bancario informó una pérdida de 2 ½ millones de libras (Marx y Engels).
Cayeron los precios de los bonos consols (bonos a perpetuidad emitidos por el
gobierno) y se dispararon las tasas de interés de corto plazo. Factores todos que
agravaron la crisis monetaria. Aunque, como señalan Dornbusch y Frenkel, la
caída del ratio de reservas (bajó del 46% en enero al 19,6% en abril) pudo haber
contribuido a esterilizar la salida del oro. Lo cual explicaría que la cantidad de
billetes en manos del público se mantuvo estable (este elemento, señalado por
Dornbusch y Frenkel, no lo encontramos en los textos de Marx y Engels).

De todas formas, señalan Marx y Engels, no hubo un número anormal de


quiebras. Muchos negocios sobrevivieron pagando enormes intereses y
recurriendo a ventas forzadas de stocks y títulos gubernamentales a precios
ruinosos. A partir de los primeros días de mayo la presión en el mercado
monetario aflojó considerablemente. También contribuyó al aquietamiento de la
crisis un cierto reflujo de oro, e incluso inversiones de Rusia en bonos
británicos, dado su elevado rendimiento (Dornbusch y Frenkel).

La crisis de octubre

La situación volvió a agravarse en agosto. El motivo fue que desde mediados de


1847 hubo noticias de que habría una buena cosecha, y el precio del grano bajó
fuertemente. La caída afectó a grandes casas corredoras que, en el período de
malas cosechas y alzas de precios, habían comprado futuros, en la creencia de
que continuaría la suba de los precios. También importadores habían apostado

6
Rolando Astarita La crisis de 1847 y el análisis de Marx

al alza. Marx señala que los que habían adquirido grano a crédito a 120
chelines, de pronto se encontraron con que había bajado a 60 chelines (p. 542, t.
3). Algo similar le ocurrió a quienes habían importado azúcar en exceso y ahora
era invendible. La tasa de interés, que se había mantenido muy elevada desde la
crisis de abril, afectaba a todos los negocios. Casas comerciales en granos, de
Londres y Liverpool quebraron, así como financistas que les habían otorgado
préstamos (Narron y Morgan). Entre junio y septiembre también hubo fuertes
salidas de oro para pagar vencimientos por importaciones de grano de Rusia.
Dada la desconfianza, bajaron las reservas en libras (Dornbusch y Frenkel).

En septiembre la crisis afectó al comercio con India, India Occidental y


Mauricio, y compañías en Londres, Liverpool, Manchester y Glasgow: “solo en
Londres quebraron 20 empresas con un total de pasivos de entre 9 y 10 millones
de libras esterlinas” (Marx y Engels). Agregan: “Esta serie de quiebras… fue
causada por la sobre-especulación general, y por la excesiva importación de
productos coloniales asociada a la misma”. El 1º de octubre el Banco de
Inglaterra aumentó la tasa de descuento para letras de corto plazo y anunció que
no adelantaría más dinero sobre títulos gubernamentales de ningún tipo.
Muchos bancos “sucumbieron uno tras otro en pocos días” (ibid.). A lo que
siguieron quiebras de corredores en acciones, letras, té, algodón, productores y
comerciantes de hierro, entre otros. Entre el 23 y 25 de octubre el comercio se
paralizó. Dornbusch y Frenkel dicen que la serie de quiebras comerciales llevó
al público a preguntarse por la salud de los bancos privados, a demandar más
liquidez y que el Banco de Inglaterra demostrara su capacidad para convertir sus
pasivos en billetes o metal. Lo cual aumentó la escasez de dinero del Banco y
puso en evidencia lo inadecuado de las reservas en billetes.

Del 17 al 23 de octubre la tasa de interés del Banco llegó al 8%. El Banco


estaba obligado a restringir la liquidez cuando más se la necesitaba. Hubo que
suspender el Acta de 1844: “Esta suspensión puso fin, temporariamente, a la
división del Banco [de Inglaterra] en dos departamentos completamente
independientes, con dos cuentas de líquido separadas; si el viejo sistema hubiera
continuado por unos pocos días más, el Departamento Bancario hubiera
quebrado inevitablemente, mientras el Departamento de Emisión tenía reservas
de oro por seis millones” (Marx y Engels). Dornbusch y Frenkel: “… la
contracción del dinero y del crédito era tan severa, las quiebras comerciales tan
extendidas y alcanzando crecientemente al sistema bancario, que el gobierno
consideró prudente suspender al Acta de Peel [el Acta de 1844] y autorizar al
Banco a emitir billetes sin respaldo de oro”. Agregan que la autorización para la
emisión fiduciaria y la alta tasa de descuento que aplicaba el Banco restauraron
la estabilidad financiera.

En este punto destaco que, según Marx y Engels, la suspensión del Acta
bancaria de 1844 fue decisiva para aliviar la crisis monetaria. De lo cual no

7
Rolando Astarita La crisis de 1847 y el análisis de Marx

debería deducirse que Marx pensara que con el simple trámite de inyectar
circulante se pudieran evitar las crisis. Sí estaba convencido de que una mala
política, o legislación económica, pueden agravar la crisis. En El Capital
escribió: “… de que sea una ilusión popular atribuir a una escasez de medios de
circulación los estancamientos que experimentan los procesos de producción y
circulación, en modo alguno se sigue, a la inversa, que una escasez de los
medios de circulación – por ejemplo, a consecuencia de las chapucerías
oficiales con la ‘regulación de la currency’ – no pueda producir paralizaciones
por su parte” (p. 148, t. 1).

Por otra parte, las quiebras en los negocios con India continuaron hasta fin de
1847; y recomenzaron en los primeros meses de 1848, con caídas de compañías
en Calcuta, Bombay y otras ciudades. Muchas casas comerciales fueron
arrastradas por compras especulativas de productos coloniales e importación
excesiva. Además, desde octubre de 1847 la crisis inglesa comenzó a repercutir
en Europa. Se prolongaría con el pánico que acompañó el estallido de la
revolución de 1848; aunque esta no tuvo repercusiones en Inglaterra. Los tres
años del lapso 1848-1850 fueron de prosperidad en Gran Bretaña (Marx y
Engels).

Consideraciones finales

Una primera cuestión a destacar es la riqueza del análisis de Marx y Engels: en


su explicación intervienen múltiples factores, que se influencian de forma
compleja. Es el caso de la interacción entre la acumulación y la producción, por
un lado, y los aspectos financieros por el otro, que potencian la sobreinversión y
la especulación, y precipitan el crack y el derrumbe. También es digno de
subrayar la distinción entre la forma fetichizada en que aparece la crisis, y la
relación real – la especulación es un producto de la sobreacumulación.

En segundo término, señalo la falta de “anteojeras” teóricas en el análisis de


Marx. Se ve en el rol que atribuye a las malas cosechas, y a la peste de la papa,
en el estallido de la crisis. Parecería obvio reconocer ese dato, pero hoy no lo es.
Sirva como ejemplo la resistencia que encuentro cuando afirmo que la actual
pandemia disparó la crisis y la recesión global. Para algunos “marxistas”
reconocer ese rol de la peste es intolerable. Marx, en cambio, no tenía
inconveniente en decir que el disparador de la crisis de 1847 fueron las malas
cosechas.

En tercer lugar, en lo que atañe a la explicación de la crisis, tanto en el texto de


1850, como en El Capital, permanece la misma idea: se debe a la
sobreacumulación, sobreinversión. No encuentro evidencia de una teoría
sustancialmente distinta en el último Marx con respecto a 1850.

8
Rolando Astarita La crisis de 1847 y el análisis de Marx

En cuarto término, la crisis no es explicada por la ley de la tendencia


decreciente de la tasa de ganancia. No podía serlo en 1850, cuando Marx
todavía no había formulado la ley. Pero tampoco lo es en los borradores de El
Capital. Más en general, Marx no dice, cuando formula la ley, de qué forma
esta última explicaría las crisis de 1815, 1825, 1836-39, 1847, 1857, 1866, 1873
y 1882 (y todavía en 1890 hubo otra crisis, de la cual Engels fue testigo). La
caída de la rentabilidad jugaría un rol importante en la crisis, pero parece
deberse a la sobreinversión (y los datos de Campbell, citados, apoyarían esta
hipótesis). Aunque la sobrecapacidad resultante de la sobreacumulación puede
tomarse como un caso de aumento de la composición del capital. Sin embargo,
no es del mismo tipo que la supuesta por Marx cuando formula la ley de la
tendencia decreciente de la tasa de ganancia.

En quinto lugar, Marx no explica la crisis de 1847 por caída del consumo
(aunque este representaba el 90% del PNB británico; Temin, 1974). No hay
indicios de una tesis subconsumista de la caída. Por último, no atribuye la caída
a una baja de la rentabilidad debida a un aumento de salarios por la alta
ocupación durante la expansión (tesis del profit squeeze). Sobre este aspecto,
Matthews observa que no hay fundamentos para sostener que la caída de la
inversión en 1847 se debiera a un aumento de los costos atribuible al pleno
empleo.

Textos citados:

Bordo, M. (2003): “Stock Market Crashes, Productivity Boom Busts and


Recessions: Some Historical Evidence”, texto preparado para el World
Economic Outlook, FMI, abril, en
https://www.cfr.org/content/thinktank/Depression/Bordo_2.pdf

Campbell, G. (2009): “The Dividend Mania: Stock Prices and Dividends during
the Railway Mania” Queen’s University Management School, Belfast.

Dornbusch, R. y J. A. Frenkel (1982): “The Gold Standard and the Bank of


England” in the crisis of 1847”, NBER, Working Paper Nº 1039.

Hyndman, H. M. (1892): Commercial Crises of the Nineteenth Century,


https://www.marxists.org/archive/hyndman/1892/crises/index.html.

Marx, K. y F. Engels, “Review” May to October [1850] CW 10, pp 490.

Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.

Matthews, R. C. O. (1954): “The Trade Cycle in Britain 1790-1850”, Oxford


Economic Papers, vol. 6, pp. 1-32.

9
Rolando Astarita La crisis de 1847 y el análisis de Marx

Narron, J. y D. Morgan (2015): “Crisis Chronicles: Railway Mania, the Hungry


Forties, and the Commercial Crisis of 1847”, Federal Reserve of New York,
https://libertystreeteconomics.newyorkfed.org/2015/06/crisis-chronicles-
railway-mania-the-hungry-forties-and-the-commercial-crisis-of-1847.html

Temin, P. (1974): “The Anglo-American Business Cycle, 1820-1860”,


Economic History Review, New Series, vol. 27, pp. 207-221.

Ward-Perkins, C. N. (2018): “The Commercial Crisis of 1847”.


(https://academic.oup.com/oep/article-abstract/2/1/75/2360413), University of
California, Santa Barbara.

10

También podría gustarte