El 29 de abril llamé a mi amigo Antonio Gasset, que
dirigió el programa de TVE Días de cine muchos años, hasta
que ese ente incomprensible le aplicó un ERE por tener más de 52 años… Se encontraba bien, pero lo encontré triste. Ese día se cumplían 40 de la muerte de Hitchcock, y lo habían sulfurado los artículos que había leído con motivo de la conmemoración. Tuve curiosidad, y busqué los escritos en cuestión. Uno, en un diario nacional, lo firmaba un idiota con cuyo nombre de persa me hago el firme propósito de no cruzarme más. Se titulaba “El enfermo sexual y torturador de mujeres que transformó su depravación en arte”. Creí haberme equivocado, y que la cosa versaba sobre Jack el Destripador. Pero no, se refería a Hitchcock, en efecto; ni siquiera “torturador de actrices”; no, “de mujeres” en general. El falso persa se apoyaba en dos biografías del genio, una de un novelista inglés y otra de un teólogo americano. Se creía a pie juntillas la afirmación del primero de que Hitchcock sólo echó un polvo en su vida con su mujer Alma Reville, fruto del cual nació su hija, la muy simpática Patricia que apareció en películas de su padre. A fe mía que debían ser fértiles, él y Reville, si se quedaron embarazados de una sola vez excepcional. También, según el biógrafo teólogo Spoto, por supuesto (¿y quién no?), el director inglés fue siempre “un homosexual reprimido”, y su educación católica “le hizo desarrollar un buen número de depravaciones”. En otro diario nacional, se lo llama “foca mofletuda” y se supone que una de sus frustraciones fue no tener la pinta de Cary Grant. Frustración que seguramente compartimos el crítico, yo y la mayor parte de la humanidad masculina. Llevamos mucho asistiendo a una extraña venganza retroactiva contra Hitchcock en particular (contra los demás “ofensivos” genios del pasado, también). Un prócer de las letras escribió desdeñosamente que al cabo del tiempo a Hitchcock se le veían los trucos, no como a Billy Wilder. Sería lo natural: no sólo han transcurrido más de seis décadas desde sus mayores obras maestras, copiadas hasta la saciedad; es que casi todos las vemos una y otra vez sin cansarnos y encontrando siempre algo nuevo. De hecho Movistar+, la cadena superfeminista, ofrece sin cesar El hombre que sabía demasiado, Vértigo, La ventana indiscreta, Con la muerte en los talones, Rebeca, Extraños en un tren y muchas más, todas del torturador de mujeres y depravado y sádico radical. Lejos de mostrar agradecimiento por su cine profundo, apasionante, divertido e inagotable, el mundo se dedica a denigrar al autor y quizá a difamarlo. No lo ve así nuestra rencorosa contemporaneidad, a la que sólo interesan los venenosos cotilleos póstumos y la reprobación del comportamiento personal de los artistas. Si los conmemoramos, no es nunca por su santidad ni por lo contrario, sino por lo que filmaron, escribieron o pintaron. Para los incontables mezquinos y chismosos de ahora, sin embargo, eso es algo secundario y lo de menos.
Javier Marías, El País, 25/5/2020
1. Resumen. 2. Tema. 3. Tipo de texto. 4. Análisis morfológico de las palabras SANTIDAD, INCONTABLES y HOMOSEXUAL. Indicar qué tipo de palabras son según su proceso de formación. 5. Analiza sintácticamente: a) El 29 de abril llamé a mi amigo Antonio Gasset, que dirigió el programa de TVE Días de cine muchos años b) Se encontraba bien, pero lo encontré triste. 6. Explica el concepto de metonimia y ejemplifícalo a partir del uso de la palabra “mundo” en el texto. 7. Escribe un texto argumentativo en que expreses tu opinión a favor o en contra de que se deban juzgar las obras de arte según el comportamiento personal de sus autores.