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Desaparecer

en la caverna

Miguel Ángel Martínez Barradas / El mundo iluminado

www.elmundoiluminado.com

«—¿Hay alguien aquí?, —Aquí, aquí. —Muéstrate, ven, —Ven, ven. —¿Eres luz u oscuridad?,
—Oscuridad, oscuridad.» El diálogo con el que hemos iniciado se da entre Narciso y Eco, siendo
el primero humano y la segunda, ninfa. El primero es castigado por su soberbia; la segunda, por
ser cómplice de las infidelidades de Zeus. pero lo cierto es que el caso de ambos podría reducirse
al mismo defecto: el amor no correspondido.

Si bien los mitos son esencialmente relatos religiosos, en el caso de la psicología éstos
han sido utilizados para explicar comportamientos del ser humano y es precisamente el de
Narciso el que pretende evidenciar cómo es el trato que mantenemos con nosotros mismos y con
los otros. Jean-Charles Bouchoux, en “Los perversos narcisistas”, dice:

«El perverso narcisista utiliza el vínculo familiar, profesional o amoroso para someter al
otro. Necesita de esta proximidad para ejercer su influencia y no permite que su víctima se aleje
de él. Es frío, no conoce la culpabilidad y no duda en culpabilizar a los demás…»

¿Cuántas relaciones egoístas no conocemos o hemos vivido y que se ajusten al cuadro del
perverso narcisista? Y seguramente nos nacen preguntas como: ¿Qué hacer ante un narcisista?
¿Es posible “curar” el narcisismo? ¿Soy yo un perverso narcisista? Bouchoux responde:
«Cuando somos conscientes de nuestras motivaciones, entramos en una verdadera compasión.
Ya no se trata de proyección, sino de tomar realmente distancia a través de la renuncia. Entonces,
de nuevo, podemos ver que el hombre nace varias veces: al mundo, en su nacimiento; a su
imagen, hacia los dieciocho meses; a la sociedad, después del Edipo; y a su auténtica naturaleza
a lo largo de toda su vida (a menudo en los momentos de crisis).»

Narciso nunca renació, el mito dice que se ahogó para seguir viendo su reflejo en la
laguna de los muertos. ¿Y Eco? De alguna manera somos nosotros, que sin saber cómo ni cuándo
hemos negado nuestra existencia a cambio de satisfacer el “yo” de un perverso que nos manipula
y arrastra a su infierno, a su placer y a nuestro peligroso final: desaparecer en la caverna.

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