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FRANCISCO FERRER GUARDIA ys) — e j f a |! f La as 7% é AI ysl) ESCUELA wee, MODERNA ENSENANZA RACIONALISTA Des trabajos aque inte gran este libro fueron es- critos y ordenados por Fe- rrer, en ocasién del primer proceso donde se solicita~ i ba la pena de muerte ' contra su persona, ao | | 1906, a raiz del atentado a Alfonso XIII, suceso en el que en vano se le quiso i implicar. Mas tarde en el aio 1909, tomando como pre- texto la huelga revolucio- maria desatada en Espafia, en oposicién al embarque de tropas para Marruecos, donde se habian producido desastres vergonzosos que costaron decenas de miles de muertos, movimiento | conocido por la "Semana | Tragica”, se unieron todas | las fuerzas de la reaccién con militares y ensotana- dos a la cabeza, para eli- | minar a quien sélo en la siembra de ideales supe- riores habia fincado’ su actuacién limpida y va- tiente, logrando esta vez su criminal propésito des- pués de un amafiado pro- ceso, que Ilevé ante el piquete de ejecucién en los pozos de Monjtuich | al educador y humanista Francisco Ferrer Guardia, como a un martir mas de | Ja ciencia al servicio de la libertad y ta justicia so- | cial, en una fecha que ha pasado a la historia: {13 de Octubre de 1909! LA ESCUELA MODERNA FRANCISCO FERRER GUARDIA La Coecuela “Wloderna EDICIONES “SOLIDARIDAD” PROPOSITGS Existe en los tiempos que corren una desorientacién tan pro- nunciada en los medios obreros, agudizada entre los grupos de in- telectuales, sobre el verdadero rol que deben cumplir los pueblos para lograr su emancipacién econémica y moral, que los Neva a mo- verse en un alucinante trajinar por senderos de conformismo y re- nunciamientos. La politica y el legalitarismo, que ya a principios de siglo se considerahan clementos extraiios al progreso social, han vuelto a resurgir en los centros proletarios maleando hombres y entidades, en beneficio del poder y la riqueza que representan el Estado y el Capital. Frente a estos factores de injusticia y de oprobio, existe una fuerza indomable que trasciende de la conciencia y el espiritu, for- mando un valladar al avance de la reaccién y el oscurantismo: las ideas de superacién humana, que en una lucha de permanente be- ligerancia impulsan a Jos hombres a actuar en pro de conquistas de orden superior, sin discriminaciones clasistas, ni raciales, porque la finalidad que los guia es la conjuncién de derechos y deberes en una Sociedad igualitaria. stos son los principios que mueyen a Ja F. 0, R. U., entidad reetora del proletariado organizado, que desde finales del siglo pa- sado batalla sin cesar en wna siembra generosa, por desbrozar las mentes y los corazones de resabios ancestrales que dividen a los seres en grupos antagénicos, con intereses opucstos y pensamientos encontrados. Para ello no ha cejado un instante en Ja difusién doctrinaria, en Ia prensa, e] folleto y el libro, que como el presente sobre la Edu- eacién Integral, representa un valioso aporte a la eapacitacién de los oprimidos, sector social huérfano de posibilidades de adquirir ¢o- 5 nocimientos en los centros universitarios, por su prematuro ingreso a las falanjes del trabajo. ‘A este libro sucederan otros que consideremos necesario edita principalmente titulos agotados como es el caso de “Cantos Rojos” de Angel Faleo, que hace mas de 50 afios se imprimiera y descono- cido para la mayoria de esta generacin, volumen de poesias revo- lucionarias al que su autor desea incorporar otros hermosos poemas, seleccionando y ordenando Ja nueva edicién. Que estos propésitos nuestros se vean cumplidos, depende en gran parte del interés con que se reciba esta iniciativa, que repre- senta un esfuerzo considerable en Ja actualidad, pero optimistas por naturaleza tenemos confianza en la obra emprendida, exenta de todo sentido comercial, pues nos Neva esencialmente el afin de divulgar ideas y principios, que han sido y son la médula de los postulados de Ja F. O. R. U. El Consejo Federal. PREFACIO Este libro se presenta solo, es de plena presencia y prestancia en el tiempo, sobre sus mudanzas, contradicciones y contratiempos. El ideario, de Francisco Ferrer, claridad meridiana en su fondo y su forma, es de tal transparencia del pensamiento crea- dor y la accién iluminada, que no necesita de intérpretes o tra- ductores ocasionales, para entrar en su égida, en la conciencia de todo hombre, digno de su nombre,” La vigencia espiritual de Francisco Ferrer, en el campo ideo- légico y de la militancia andrquica no ha conocido eclipses. Aho- ra, como en la primera hora del esforzado batallar, sigue en alto su gesto de sembrador sobre el surco, marcando los rumbos sefie- ros a la infatigable siembra, Presente esté con su sombra.luminosa, como. siempre y mas que siempre, con su nombre de vida y el de su muerte, en transito glorioso, vigente su pensamiento en mosotros, los del entonces, y aun en los del, después, que viene @ ser el ayer, el hoy y el ma- fiana, porque el ideal anarquico, no puede ser abatido totalmente, jam4s. Ave Fénix, que alza su vuelo victorioso perennemente re- movado, de entre las cenizas dél,tiempo, y dispersién de las mis-~ mas ideologias superadas. Francisco Ferrer, ,un santo laico, al estilo evangélico de tan- tos que actuaron, prestigiando “nuestras colectividades?... Eso, y algo mas que todo eso fue el gran victimado de Mentjuich, configura con su martirio un signo capitular en nuestré martiro- logio libertario; un santoral que no tiene mas ritos consagratorios que la memore exaltacién de su nombre y su obra, siendo que fue, como sigue siendo un ejemplo en grado heroico de la digni- dad humana. Apéstol y martir fue del pensamiento libertario, mas bien y no solamente del libre pensamiento, nuestro Francisco Ferrer, 7 porque tuvo y mantuvo ardiente y actuante en vida la militancia insigne por ja libertad; mistica militancia que consagré con su muerte, y que sigue manteniendo su sombra esclarecida, jamas evocada en vano. Apéstol y martir libertario, pues, con su vida y con su muer- te, lo hizo esta pasién en pensamiento y obra, a imagen y seme- janza de aquellos, que durante los siglos medios e intermedios y aun después, ardieron en las hogueras alzadas por el fanatismo dogmitico, por la bastarda y absurda en un cristo politico roma- no, ceséreo, que desplazaron al dulce Nazareno, usurpando su nombre y su signo —luz del corazén— en el sentir y pensar de Jas multitudes gregarias. Apéstol y martir, pues. Los martires, con m&s poder aun que los héroes y los santos, afirman la perennidad de las grandes co- rrientes filoséficas, rectoras del pensamiento universario. El crimen de Montjuich, sefielado por la historia del hombre y de los hombres, entre los crimenes maximos de la reaccién os- curantista en los filtimos tiempos, marca también un gravisimo error de esas fuerzas oscuras. El fusilamiento de Francisco Ferrer, que levantara en el mun. do una marea inmensa de indignacién y protesta hizo que los principios de !a escuela moderna, por la que tanto batallé nuestro apéstol rojo, se universalizaran, a pesar de los momentdneos pa- réntesis brumosos... Porque en verdad, la descarga de Montjuich, desarticul6 la linea clasica de los tiempos abriendo una puerta més al pensamiento libertario en marcha hacia un futuro, que traera sin duda el alba definitiva. Esa descarga de fuego, se convirtié en explosién de luz, al herir Ja sombra del martir, y todavia sigue resonando como un toque de somatén, en la conciencia de los pueblos que sienten la vocacién heroica de la libertad, ANGEL FALCO. . x iEn Estudios y Tratamiento de la Documentacion, S.A POSTUMA EXPLICACION Y AL( DE LA ENSENANZA RACIONA | EXPLICACIGN PRELIMINAR Mi participacién en las luchas de fines del pasado siglo some- tieron a prueba mis convicciones. Revolucionario inspirado en el ideal de justicia, pensando que la libertad, la igualdad y la fraternidad eran el corolario légico y positivo de la Republica, y, dominado por el prejuicio generalmente admitido, no viendo otro camino para la consecucién de aquel ideal que la accién politica, precursora de la transformacién del régimen gubernamental, a la politica republicana dediqué mis afanes. Mi relacién con D. Manuel Ruiz Zorrilla, que podia conside- rarse como centro de accién revolucionaria, me puso en contacto con muchos revolucionarios espafioles y con muchos y notables re- publicanos franceses, y su frecuentacién me causé gran desengafio: en muchos vi egoismos hipécritamente disimulados; en otros que reconoci como mas sinceros sdélo hallé ideales insuficientes, en nin- guno reconoci el propésito de realizar una transformacién radical que, descendiendo hasta lo profundo de las causas, fuera garantia de una perfecta regeneracién social. La experiencia adquirida durante mis quince afos de residen- cia en Paris, en que presencié las crisis del boulangismo, del drey- fusismo y del nacionalismo, que constituyeron un peligro para la Republica, me convencieron de que el problema de la educacién popular no se hallaba resuelto, y no estandolo en Francia, no podia esperar que lo resolviera el republicanismo espafiol, toda vez que siempre habia demostrado deplorable desconocimiento de la capital importancia que para un pueblo tiene el sistema de educacién. Imaginese lo que seria la presente generacién si el partido republicano espafiol, después del destierro de Ruiz Zorrilla, se hu- biera dedicado a fundar escuelas racionalistas al lado de cada co- mité, de cada niicleo librepensador 0 de cada logia masénica; si én lugar de preocuparse los presidentes, secretarios y vocales de los comités del empleo que habrian de ocupar en Ja futura rept blica hubieran trabajado actifamente por la instruccién popular, 1 cudnto se hubiera adelantado durante treinta afios en las escuelas diurnas para nifios y en las nocturnas para adultos. éSe contentaria en ese caso el pueblo enviando diputados al Parlamento que aceptan una ley de Asociaciones presentada por los mondrquicos? éSe limitaria el pueblo a promover motines por la subida del precio del pan, sin rebelarse contra las privaciones impuestas al trabajador a causa de la abundancia de lo superfluo de que gozan los enriquecidos con el trabajo ajeno? éHaria el pueblo raquitico motines contra los consumos en vez de organizarse para la supresion de todo privilegio tirdnico? Mi situacién como profesor de idioma espafiol en la Asocia- cién Filotécnica y en el G. O. de Francia me puso en contacto con personas de todas clases, tanto en concepto de cardcter propio co- mo en el de su posicién social, y examinadas con la idea de ver que prometian respecto de influir en el gran conjunto, sélo vi gente dispuesta a sacar el mejor partido posible de la vida en sentido individual: unos estudiaban el idioma espaol para proporcionarse un avance en su profesion, otros para estudiar la literatura espafiola y perfeccionarse en su carrera, algunos hasta para proporcionarse mayor intensidad en sus placeres viajando por los paises en que se habla el idioma. A nadie chocaba el absurdo dominante por la incongruencia que existe entre lo que se cree y lo que se sabe, ni nadie apenas se preocupaba de dar una forma racional y justa a la solidaridad humana, que diera a todos los vivientes en cada generacién la par- ticipacién correspondiente en el patrimonio creado por las genera- ciones anteriores. Vi el progreso entregado a una especie de fatalidad, indepen- diente del conocimiento y de la bondad de los hombres, y sujeto a vaivenes y accidentes en que no tiene participacién la accién de la conciencia ni de la energia humanas. El individuo, formado en la familia con sus desenfrenados atavismos, con los errores tradi- cionales perpetuados por la ignorancia de las madres, y en la es- cuela con algo peor que el error, que es la mentira sacramental im- puesta por los que dogmatizan en nombre de una supuesta reve- lacién divina, entraba en la sociedad deformado y degenerado, y no podia exigirse de él, por Idgica relacién de causa a efecto, mas que résultados irracionales y perniciosos. Mi trato con las personas de mi relacién, inspirado siempre en la idea de proselitismo, se dirigia a juzgar la utilidad de cada una 12 desde el punto de vista de mi ideal, y no tardé en convencerme de que con los politicos que rodeaban a D. Manuel no se podia con- tar para nada; a mi juicio, perdénenme las honrosas excepciones, eran arrivistas impenitentes. Esto dié lugar a cierta expresién que, circunstancias graves y tristes para mi, quiso explotar en mi per- juicio la autoridad judicial. D. Manuel, hombre de alteza de miras y no suficientemente prevenido contra las miserias humanas, solia calificarme de “anarquista” cada vez que me veia exponer una so- lucién légica, y por tanto radical siempre, opuesta a los arbitrios oportunistas y a los radicalismos de oropel que presentaban los re- volucionarios espafioles que le asediaban y aun explotaban, lo mis- mo que a los republicanos franceses, que seguian una politica de beneficio positivo para la burguesia y que huian de lo que pu- diera beneficiar al proletariado desheredado, pretextando mantener- se a distancia de toda utopia. Resumiendo y concretando: durante los primeros afios de la restauracién conspiraron con Ruiz Zorrilla hombres que después se han manifestado convencidos mondrquicos desde el banco azul; y aquel hombre digno que mantenia viva la protesta contra el golpe de Estado de! 3 de enero de 1874, cdndido por demasiado honrado, se confié a aquellos falsos amigos, resultando lo que con harta fre- cuencia resulta entre politicos, que la mayoria abandoné al caudi- Ilo republicano para aceptar una cartera o un puesto elevado, y sélo pudo contar con la adhesién de los que por dignidad no se venden, pero que por preocupaciones carecen de logica para elevar su pensamiento y su energia para activar su accién, & A no haber sido por Asensio Vega, Cebridn, Mangado, Villa- campa y pocos mas, D. Manuel hubiera sido juguete durante mu- “hos afios de ambiciosos y especuladores disfrazados de patriotas. En su consecuencia ‘limité mi accién a mis alumnos, esco- giendo para mis experimentos a aquellos que me parecieron mas apropiados y mejor dispuestos. ~ Con Ia percepcién clara del fin que me proponia, y en pose- sién de cierto prestigio que me daba mi posicién dé maestro y mi caracter expansivo, cumplidos mis deberes profesionales, hablaba con mis alumnos de diversos asuntos; unas veces sobre costum- bres espafiolas, otra sobre politica, religién, arte, filosofia, y siem- “pre procuraba fectificar los juicios emitidos én lo que budieran #=:.tener de_exagerados o de mal, fundados, o bien hacia resaltar el inconveniente que existe en someter el criterio propio al dogma de secta, de escuela o de partido, lo que por desgracia esta tan 13 generalizado, y de ese modo obtenia con cierta frecuencia que in- dividuos distanciados por su credo particular, después de discutir, se acercasen y concerdasen, saltando sobre creencias antes indis- cutidas, y aceptadas por fe, por obediencia o por simple acatamien- to servil, y por ello mis amigos y alumnos se sentian dichosos por haber abandonado un error vergonzoso y haber aceptado una ver- dad cuya posesién eleva y dignifica. La severidad de la ldgica, aplicada sin censura y con oportu- nidad, limé asperezas fandticas, establecié concordias intelectuales y quién sabe hasta qué punto determiné voluntades en sentido pro- gresivo. Librepensadores opuestos a la Iglesia y que transigian con Jas aberraciones del Génesis, con la inadecuada moral del Evangelio y hasta con las ceremonias eclesidsticas; republicanos mds o menos oportunistas 0 radicales que se contentaban con la menguada igual- dad democratica que contiene el titulo de ciudadania, sin afectar lo mas minimo a Ja diferencia de clases; filésofos que pretendian haber descubierto la causa primordial entre laberintos, metafisicos, fundando a verdad sobre una vana fraseologia, todos pudieron ver el error ajeno y el propio; todos o la mayor parte se orientaron hacia el sentido comun. Llevado por las alternativas de mi vida lejos de aquellos ami- gos, algunos me enviaron la expresién de su amistad al fondo del calabozo donde esperaba Ia libertad confiado en mi inculpabilidad; de todos espero buena y eficaz accién progresiva, satisfecho por haber sido la causa determinante de su racional orientacién. 14 W LA SENORITA MEUNIE Entre mis alumnos se contaba fa seforita Meunié, dama rica, sin familia, muy aficionada a los viajes, que estudiaba el espafiol con la idea de realizar un viaje a Espajia. Catélica convencida y observante escrupulosamente nimia, pa- ra ella la religion y la moral eran uma misma cosa, y la increduli- dad, o la impiedad, como se dice entre creyentes, era sefial evidente de inmoralidad, libertinaje y crimen. Odiaba a los revolucionarios, confundia con el mismo incons- cierte e irreflexivo sentimiento todas las manifestaciones de la in- cultura popular, debido entre otras causas de educacién y de posi- cién social, a que recordaba rencorosamente que en los tiempos de la ‘Commune’ habia sido insultada por los pilluelos de Paris yendo a Ia iglesia en compafia de su mami. Ingenua y simpatica y poco menos que sin consideracién al- guna a antecedentes, accesorios y consecuencias, exponia siempre sin reserva lo absoluto de su criterio, y muchas veces tuve ocasién de hacerle observar prudentemente sus erréneos juicios. En nuestras frecuentes conversaciones evité dar a mi criterio un calificativo, y no vid en mi el partidario ni el sectario de opuesta creencia, sino un razonador prudente con quien tenia gusto en dis- cutir. Formé de mi tan excelente juicio que, falta de afectos inti- mos por su aislamiento, me otorgé su amistad y absoluta confianza, invitandome a que la acompafiara en sus viajes. Acepté la oferta y viajamos por diversos paises, y con mi con- ducta y nuestras conversaciones tuvo un gran desengafio, viéndose obligada a reconocer que no todo irreligioso es un perverso ni todo ateo un criminal empedernido, toda vez que yo, ateo convencido, resultaba una demostracién viviente contraria a su preocupacién religiosa. Pens6é entonces que mi bondad era excepcional, recordando que se dice que toda excepcién confirma la regla; pero ante la 15 continuidad y la légica de mis razonamientos hubo de rendirse a la evidencia; y si bien respecto de religién le quedaron dudas, convino en que una educacién racional y una ensefianza cientifica salvarian a la infancia del error, darian a los hombres la bondad necesaria y reorganizarian la sociedad en conformidad con la justicia. Le impresioné extraordinariamente la sencilla consideracién de que hubiera podido ser igual a aquellos pilluelos que la insulta- ron, si a su edad se hubiera hallado en las mismas condiciones que ellos. Asi como, dado su prejuicio de las ideas innatas, no pudo resolver a su satisfaccién este problema que le planteé: Suponiendo unos nifios educados fuera de todo contacto religioso, équé ten- drian de la divinidad al entrar en la edad de la razén? Llegé un momento que me parecié que se perdia el tiempo si de las palabras no se pasaba a las obras. Estar en posesién de un privilegio importante, debido a lo imperfecto de la organizacién de la sociedad y al azar del nacimiento, concebir ideas regenerado- ras y permanecer en la inaccién y en Ia indiferencia en medio de una vida placentera, me parecia incurrir en una responsabilidad andloga a la en que incurriria el que viendo a un semejante en peligro e imposibilitado de salvarse no le tendiera la mano. Asi dije un dia a la seftorita Meunié: —Seforita: hemos Ilegado a un punto en que es preciso de- terminarnos a buscar una orientacién nueva. El mundo necesita de nosotros, reclama nuestro apoyo, y en conciencia no podemos ne- garselo. Paréceme que emplear en comodidad y placeres recursos que forman parte del patrimonio universal, y que servirfan para fundar una institucién Util y reparadora, es cometer una defrauda- cién, y esto, ni en concepto de creyente ni en el de librepensador puede hacerse. Por tanto, anuncio a usted que no puede contar conmigo para los viajes sucesivos. Yo me debo a mis ideas y a la humanidad, y pienso que usted, sobre todo desde que ha reem- plazado su antigua fe por un criterio racional, debe sentir igual deber. Esta decisién le sorprendié, pero reconocié su fuerza, y sin mds excitacién que su bondad natural y su buen sentido, conce- did los recursos necesarios para la creacién de una institucién de ensefianza racional: la Escuela Moderna, creada ya en mi mente, tuvo asegurada su realizacién por aquel acto generoso. Cuanto ha fantaseado la maledicencia sobre este asunto, des- de que me vi obligado a someterme a un interrogatorio judicial, es absolutamente calumnioso. 16 Se ha supuesto que ejerci sobre la sefiorita Meunié poder su- gestivo con un fin egoista; y esta suposicién, que puede ofenderme, mancilla la memoria de aquella digna y respetable seforita y es contraria a la verdad. Por mi parte no necesito justificarme. Confio mi justificacién a mis actos y a mi vida, al severo juicio de los imparciales; pero la sefiorita Meunié es merecedora del respeto de las personas de recta conciencia, de los emancipados de Ja tirania dogmatica y sectaria, de los que han sabido romper todo pacto con el error, de los que no someten la !uz de la razén a las sombras de Ia fe ni la digna altivez de la libertad a la vil sumisién de la obediencia. Ella creia con fe honrada: se le habia ensefiado que entre ia criatura y el criador habia una jerarquia de mediadores a quie- nes debia obedecer, y una serie de misterios, compendiados en los dogirias imipuestos por una corporacién denominada la Iglesia, ins- tituida por un dios, y en esa creencia descansaba con perfecta tran- quilidad. Oyé mis manifestaciones, consideraciones y consejos, no como indicaciones directas, sino como natural respuesta y réplica a sus intentos de proselitismo; y vid luego que, por falta de légica, pues- to que anteponia la fe a la razén, fracasaban sus débiles razona- mientos ante la fuerte Idgica de fos mios. No pudo tomarme por un demonio tentador, toda vez que de ella partié el ataque a mis convicciones, sino que hubo de consi- derarse vencida en la lucha entre su fe y su misma razon, desper- tada por efecto de la imprudencia de negar la fe de un contrario a sus creeencias y querer atraérsele. En su ingenua sencillez llegé a disculpar a los pilluelos comu- nalistas como miseros e ineducados, frutos de perdicién, gérmenes del crimen y perturbadores del orden social por culpa del privi- legio, el cual, frente a tanta desgracia, permite que vivan impro- ductivos y disfrutando de grandes riquezas otros no menos pertur- badores que explotan la ignorancia y la miseria, y pretenden seguir gozando eternamente, en una vida ultraterrena, los placeres terre- nales mediante el pago de ceremonias rituales y obras de caridad. EI premio a la virtud facil y el castigo al pecado imposible de rechazar sublevé su conciencia y enfrié su religiosidad, y, querien- do romper su cadena atdvica que tanto dificulta toda renovacién, quiso contribuir a la institucién de una obra redentora que pon- dria a la infancia en contacto con la naturaleza y en condiciones de utilizar sin el menor desperdicio el caudal de conocimientos que iW la humanidad viene adquiriendo por el trabajo, el estudio, la ob- servacién y la metodizacién de las generaciones en todo tiempo y lugar. De ese modo, penséd que por obra de una sabiduria infinita oculta a nuestra inteligencia tras el misterio, o por el saber humano, obtenido por el dolor, la contradiccién y la duda, lo que haya de ser sera, quedandole como satisfaccién intima y justificacién de conciencia la idea de haber contribuido con la cesién de parte de sus bienes a una obra extraordinariamente trascendental, 18 An [RESPONSABILIDAD ACEPTADA En posesién de los medios necesarios a mi objeto, pensé sin pérdida de tiempo en llevarle a la practica. Llegado el caso de haber de salir de las vaguedades de una aspiracién no bien definida aun, hube de pensar en precisarla, ha- cerla viable, y al efecto, reccnociendo mi competencia respecto de la técnica pedagdgica, pero no confiando demasiado en las ten- dencias progresivas de ios pedagogos titulares, considerandolos li- gados en gran parte por atavismos profesionales o de otra especie, me dediqué a buscar la persona competente que por sus. conoci- mientos, su practica y su elevacién de miras coincidiera con mis aspiraciones y formulara el programa de la Escuela Moderna que yo habia concebido y que habia de ser, no el tipo perfecto de la futura escuela de fa sociedad razonable, sino su precursora, la po- sible adaptacién racional al medio, es decir, la negacién positiva de la escuela del pasado perpetuada en lo presente, la orientacién verdadera hacia aquella ensefanza integral en que se iniciard a la infancia de las generaciones venideras, en el mas perfecto esoteris- mo cientifico. Persuadido de que el nifio nace sin idea preconcebida, y de que adquiere en el transcurso de su vida las ideas de las primeras personas que le rodean, modificéndolas luego por las comparaciones que de ellas hace y segtin sus lecturas, observaciones y relaciones que le procura el ambiente que le rodea, es evidente que si se edu- cara al nifio con nociones positivas y verdaderas de todas las cosas, y se le previniera que para evitar errores es indispensable que no se crea nada por fe sino por experiencia y por demostracién racio- nal, el nifio se haria observador y quedaria preparado para toda cla- se de estudios. Hallada la persona buscada, mientras ésta trazaba las primeras fineas del plan para su realizacién, se practicaron en Barcelona las diligencias necesarias para la creacién del establecimiento: desig- nacién del local, su preparacién, compra del material, su colocacién, 19 personal, anuncios, prospectos, propaganda, etc., y en menos de un afio, a pesar del abuso de confianza de cierto sujeto que aceptd mi encargo y mé puso en grave peligro de fracaso, todo quedd dispuesto, siendo de notar que al principio hube de luchar con no pocas dificultades, presentadas, no por los enemigos de la ense- fianza racional, sino por cierta clase de arbitristas que me ofrecian como producto de su saber y de su experiencia indicaciones y con- sejos que no podian considerarse mas que como manifestacién de sus preocupaciones. Asi, por ejemplo, hubo quien, inspirado en mezquindades de patriotismo regional, me propuso que ia ensefianze se diera en catalén empequefeciendo 1a humanidad y el mundo a los escasos miles de habitantes que se contienen en el rincén forma- do por parte de! Ebro y los Pirineos. Ni en espafol la estableceria yo —contesté al fanatico catalanista, —s! ei idioma universal, como ta! reconocido, io: hubiera ya anticipado el progreso. Antes que el talan, cien veces c! esperanto. Este incidente me confirmé mas y mas en mi propédsito de no someter lo culminante de mi plan ef prestigio de personas ilustra- das, gue con toda su fama no adelantan un paso voluntariamente 29 la via progresive Me sentia bajo el peso de una responsabilidad libremente a: tada y guise cumpliria a satisfaccién m conciencia. amico de la desigualdad socie!, na me timité e iamentar!. en sus efectos, sino que quise combatiria en sus causas, seguro de que de ese modo se ha de llegar positivamente a Ia justicia, es de- cir, 2 acuella ansiada igualdad que inspire todo af4n revolucionario Si !a materia es una, increada y eterna; si vivimes en un cuer- po astronémico secundario, inferior a incontabie ntimero de mun- dos que pueblan el espacio infinito, come se ensefia en la Univer- sidad y pueden saber los privilegiados que ronopolizan la ciencia universal, no hay razon ni puede haber pretexto para que en la es- cuela de primeras letras, a que asiste ef pueblo cuando puede asis- tir a ells, se ensefie que Dios hizo el munde de la nada en seis dias, ni toda la coleccién de absurdos de la leyenda religiosa. La verdad es de todos y socialmente se debe a todo el mundo. Ponerle precio, reservarla como monopolio de los poderosos, dejar en sistematica ignorancia a los humildes y, lo que es peor, darles una verdad dogmatica y oficial en contradiccién con la ciencia para que acepten sin protesta su infimo y deplorable estado, bajo un régimen politico democratico es una indignidad intolerable, y, por mi parte, juzgo que la més eficaz protesta y la mas positiva accién 20 revolucionaria consiste en dar a los oprimidos, a los desheredados y a cuantos sientan impulsos justicieros esa verdad que se les estafa, determinante de las energias suficientes para la gran obra de la regeneracién de la sociedad. He aqui la, primera noticia de la existencia de la Escuela Mo- derna lanzada al publico: PROGRAMA La misién de la Escuela Moderna consiste en hacer que los nifios y nifias que se le confien fleguen a ser personas instruidas, veridicas, justas y libres de todo prejuicio. Para ello, sustituira el estudio dogméatico por el razonado de las ciencias naturales. Excitaré, desarrollaré y dirigir4 las aptitudes propias de cada alumno, a fin de que con Ia totalidad del propio valer individual no sélo sea un miembro util a la sociedad, sino que, como consecuen- cia, eleve proporcionalmente el valor de la colectividad. Ensefiard los verdaderos deberes sociales, de conformidad con la justa maxima: No hay deberes sin derechos; no hay derechos sin deberes’’. En vista del buen éxito que la ensefianza mixta obtiene en el extranjero, y, principalmente, para realizar el propdsito de la Es- cuela Moderna, encaminado a preparar una humanidad verdadera- mente fraternal, sin categoria de sexos ni clases, se aceptardn nifios de ambos sexos desde la edad de cinco afios. Para completar su obra, la Escuela Moderna se abrira las mafia- de los domingos, consagrando Ia clase al estudio de los sufrimientos humanos durante el curso general de Ia historia y al recuerdo de los hombres eminentes en las ciencias, en las artes o en las luchas por el progreso. A estas clases podran concurrir las familias de los alumnos. Deseando que la labor intelectual de la Escuela Moderna sea fructifera en lo porvenir, ademas de las condiciones higiénicas que hemos procurado dar al local y sus dependencias, se establece una inspeccién médica a la entrada del alumno, de cuyas observaciones, si se cree necesario, se dard conocimiento a la familia para los efectos oportunos, y luego otra periddica, al objeto de evitar la propagacién de enfermedades contagiosas durante las horas de vida escolar. En la semana que precedié la inauguracién de la Escuela Mo- 21 derna, invité a la prensa local que visitara su instalacién para su anuncio al puiblico, y como recuerdo y hasta como documento his- térico, incluyo la siguiente resefia que del acto did “EI Diluvio”’: ESCUELA MODERNA Galantemente invitados, tuvimos el gusto de asistir a la inau- guracién de la nueva escuela que bajo e! expresado titulo se ha instalado en Ia calle de Bailén. El porvenir ha de brotar de la escuela. Todo lo que se edi- fique sobre otra base es construir sobre arena. Mas, por desgracia, la escuela puede lo mismo servir de cimiento a los baluartes de la tiranfa que a los alcdzares de la libertad. De este punto de partida arrancan asi la barbarie como la civilizacién Por esto nos congratulamos al ver que hombres patriotas y humanitarios, comprendiendo Ia trascendencia de esta funcién so- cial, que nuestros gobiermos tienen sisteméticamente preterida y los pueblos confiada a sus eternos enemigos, se adelantan a Ilenar tan sensible vacio, creando la Escuela Moderna, la verdadera escuela, que no puede consistir en la satisfaccién de intereses sectarios y rutinas petrificadas, como ha sucedido hasta el presente, sino en la creacién de un ambiente intelectual donde las generaciones re- cién Ilegadas a la vida se saturen de todas las ideas, de todos los adelantos que aporta sin cesar la corriente del progreso. Mas esta finalidad no puede lograrse sino por la iniciativa privada. Las instituciones histéricas, contaminadas con todos los vicios del pasado y las pequefieces del presente, no pueden Ilenar esta hermosa funcién. A las almas nobles, a los corazones altruis- tas, estd reservado abrir la nueva senda por donde se han de des- lizar las nuevas generaciones a més felices destinos. Esto han hecho, o por lo menos intentan, los fundadores de la modesta Escuela Moderna, que hemos tenido ocasién de visitar, galantemente invitados por los que han de regirla y por los que se interesan en su desenvolvimiento. No se trata de una explota- cién industrial, como en la mayor parte de las exhibiciones de esta indole, sino de un ensayo pedagégico, cuyo tipo sélo encontraria- mos en la Institucién libre de ensefianza que existe en Madrid, si lo hubiésemos de buscar en nuestra patria. Brillantemente lo expuso el Sr. Salas Antén en el discurso- programa que en tono familiar pronuncié ante el pequefio nticleo de periodistas y personas que asistieron a la pequefia fiesta de la 22 exhibicién del local donde habré de desarrollarse el trascendental pensamiento de educar a la nifiez en toda la verdad y sélo en la verdad, o lo que como tal esté demostrado. Nos limitaremos a re- cordar, como, idea culminante entre las que oportunamente dijo d cho sefor, que no se trata de crear un ejemplar mds de lo que hasta hoy se ha conocido aqui con el nombre de Escuela laica, con sus apasionados dogmatismos, sino un observatorio sereno, abierto a los cuatro vientos, donde ninguna nube obstruya el horizonte ni se interponga a la luz del humano conocimiento. Excusado es, por consiguiente, decir que en la Escuela Mo- derna tendran representacién proporcionada todos los conocimien- tos de cardcter cientifico, servidos por los mas progresivos métodos que hoy conoce ta Pedagogja, iasi como por lbs instrumentos y aparates que son las alas de la ciencia y el medio conductor més potente para obrar en la inteligencia de los educandos. Como la mas compendiosa formula se puede decir que las lecciones de cosas sustituirdn alli a las lecciones de palabras, que tan amargos frutos han dado:en Ja educacién de nuestros compatriotas. Basta echar una ojeada por las modestas salas de aquel esta- blecimiento incipiente para convencerse de que ofrecen condicio- nes a propésito para cumplir tan valiosa promesa. El material, tan descuidado en la ensefianza de nuestro pais, tanto oficial como pri- vada, se halla en la nueva Escuela representado por laminas de fi- siologia vegetal y animal, colecciones de mineralogia, botanica y zoologia; gabinete de fisica y laboratorio especial; mAquina de pro- yecciones; substancias alimenticias, industiiales, minerales, etcé- fera; con’ cuyos ‘auxiliares y la direccién esmerada de profesores empapados del espiritu de nuestro tiempo, como entre otros el co- nocido ex periodista sefior Columiber, puede esperarse que haya nacido, por fo menos en germen, la escuela del porvenir. Ahora sélo falta que tenga imitadores. . & 2 =F Estudios y Tratamiento de la Documentacion, S.A Iv PROGRAMA PRIMITIVO Llegé el momento de pensar en la inauguracién de la Escuela Moderna, Algiin tiempo antes invité a un corto numero de sefiores cono- cidos como ilustrados, progresivos y de honorabilisima reputacién, Para que tuvieran a bien guiarme con sus consejos, constituyén- dose por su benévola aceptacién en Junta Consultiva. De gran uti- lidad me fué su concurso en Barcelona, donde yo tenia escasas re- laciones, por lo que me complazco en consignar aqui mi reconcci- miento. En aquella junta se manifesté la idea de inaugurar con os- tentacién la Escuela Moderna, lo que hubiera sido de buen efectc con un cartel Ilamativo, un reclamo-circular en la prensa, un gran local, una musica y un par de oradores elocuentes, escogidos entre la juventud politica de los partidos liberales, todo ello facilisimo de conseguir, habia material de sobra para reunir algunos cientos de espectadores que ovacionaran con ese entusiasmo fugaz con que suelen adornarse, nuestros actos publicos; pero no me seducian ta- les ostentaciones. Tan positivista como idealista, queria yo empezar con modesta sencillez una obra destinada a alcanzar ta mayor tras- cendencia revolucionaria; otro procedimiento hubiérame parecido una claudicacién, una sumisién al enervante convencionalismo, una concesién al mismo mal que a todo trance queria reparar con un bien de efecto y de éxito segurisimos; la proposicién de la Consul- tiva fué, pues, desechada por mi conciencia y mi voluntad, que en aque! caso y para todo lo referente a la Escuela Moderna, repre- sentaba una especie de poder ejecutivo. En el primer ntimero del “‘Boletin de la Escuela Moderna’, pu- blicado el 30 de octubre de 1901, expuse en términos generales el fundamento de la Escuela Moderna. Los productos imaginativos de la inteligencia, los conceptos a priori, todo el farrago de lucubraciones fantdsticas tenidas por verdad e impuestas hasta el presente como criterio director de la conducta del hombre, han venido sufriendo, desde muchisimo tiem- 25 po, pero en circulo reducido, la derrota por parte de la razon y el descrédito de la conciencia. A la hora presente, el sol, no tan sdlo cubre las cimas, estamos en casi luz meridiana que invade hasta las faldas de las montafias. La ciencia, dichosamente, no es ya patrimonio de un reducido grupo de privilegiados; sus irradiaciones bienhechoras penetran con més © menos conciencia por todas las capas sociales. Por todas partes disipa !os errores tradicionales; con el procedimiento seguro de la eriencia y de la observacién, capacita a los hombres para que formen exacta doctrina, criterio real, acerca de los objetos y de las leyes que los regulan, y en los momentos presentes, con auto- ridad inconcusa, indisputable, para bien de la humanidad, para que terminen de una vez para siempre exclusivismos y privilegios, se censtituye en directora dinica de la vida del hombre, procurando empaparla ce un sentimiento universal, humano. Contando con modestas fuerzas, pero a la vez con una fe ra- cional poderosa y con una actividad que esté muy lejos de desma- yar, aunque se le opongan circunstancias adversas de toda clase, se ha constituido la Escuela Moderna. Su propésito es coadyuvar recta- mente, sin complacencias con los procedimientos tradicionales, a fa ensefianza pedagégica basada en las ciencias naturales, Este mé- todo nuevo, pero ef tinicamente real y positive, ha cuajado por todos los 4mbitos del mundo civilizado, y cuenta con inntmeros obreres, superiores de inteligencia y abnegados de voluntad. No ignoramos los enemigos que nos circundan. No ignoramos los prejuicios sin cuento de que esta impregnada la conciencia so- cial del pais, Es hechura de una pedagogia medioeval, subjetiva, dogmitica, que ridiculamente presume de un criterio infalible. No ignoramos tampoco que, por ley de herencia, confortada por las sugestiones del medio ambiente, las tendencias pasivas que ya son connaturaies de suyo en los nifios de pocos afios, se acentuan en nuestros jévenes con extraordinario relieve. La lucha es fuerte, la labor es intensa, pero con el constante y perpetuo querer, tinica providencia del mundo moral, estamos cier- tos que obtendremos el triunfo que perseguimos; que sacaremos cerebros vivos capaces de reaccionar; que las inteligencias de nues- tros educandos, cuando se emancipen de la racional tutela de nues- tro Centro, continuarén enemigas mortales de los prejuicios; serén inteligencias sustantivas, capaces de formarse convicciones razo- nadas, propias, suyas, respecto a todo lo que sea objeto del pen- samiento 26 Esto no quiere decir que abandonaremos al nifio, en sus co- mienzos educativos, a formarse los conceptos por cuenta propia. El procedimiento socratico es erréneo si se toma al pie de la letra. La misma constitucién de la mente, al comenzar su desarrollo, pide que la educacién, en esa primera edad de la vida tenga que ser receptiva. El profesor siembra las semillas de las ideas. Y éstas, cuando con la edad se vigoriza el cerebro, entonces dan la flor y y el fruto correspondientes, en consonancia con el grado de la ini- ciativa y con la fisonomia caracteristica de la inteligencia del edu- cando. Por otra parte, cumplerncs manifestar que con. mos absur- do el concepto esparcids, de que la educacién basada en las ciencias naturales atrofia el érgano de fa idealidad. Lo concebimos absurdo, decimos, porque estamos convencidos de lo contrario. Lo que hace la ciencia es corregirla, enderezarla, sanear su funcién dandole sen- tido de realidad. El remate de la energia cerebral del hombre es producir el ideal con el arte y con la filosofia, esas altas genera- ciones conjeturables. Mas para que lo ideal no degenere en fé- bula o en vaporosos ensuefios, v lo conjeturable no sea edificio que descanse sobre cimientos de arenas, es necesario de toda necesi- dad que tenga por base segura, inconmovible, los cimientos exac- tos y positivos de las ciencias naturales. ‘Ademés, nc se educa integramente al hombre disciplinando su inteligencia, haciendo caso omiso del corazén y relegando Ia vo- luntad. El hombre, en la unidad de su funcionalismo cerebral, es un complejo; tiene varias facetas fundamentales, es una energia que ve, afecto que rechaza o se adhiere lo concebido y voluntad que cuaja en actos lo percibido y amado. Es un estado morboso, que pugna contra las leyes del organismo del hombre, establecer un abismo en donde debiera existir una sana y bella continuidad. Y sin embargo, es moneda corriente el divorcio entre el pensar y el que- rer. Debido a ello, jcudntas fatalisimas consecuencias! No hay mas que fijarse en los directores de la politica y de todos los érdenes de la vida social: estan afectados profundamente de semejante per- nicioso dualismo. Muchos de ellos seran indudablemente potentes en sus facultades mentales; poseerdn riqueza de ideas; hasta com- prenderdn Ia orientacién real, y por todo concepto hermosa, que prepara la ciencia a la vida del individuo y pueblos. Con todo, sus desatentados egoismos, las propias conveniencias de sus afines. . . todo ello mezclado con la levadura de sentimientos tradicionales, formardn un impermeable alrededor de sus corazones, para que no 27 se filtren en ellos las ideas progresivas que tienen, y no se con- viertan en jugo de sentimiento, que al fin y al cabo es el propul- sor, el inmediato determinante de la conducta del hombre. De aqui el detentar el progreso y poner obstaculos a la eficacia de las ideas; y como efecto de tales causas, el escepticismo de las colectividades, la muerte de los pueblos y la justa desesperacién de los oprimidos. Hemos de proponernos, como término de nuestra misién pe- dagégica, que no se den en un solo individuo dualidad de personas: la una, que ve lo verdadero y lo bueno y lo aprueba, y la otra, que sigue lo malo y lo impone. Y ya que tenemos por guia educativa las ciencias naturales, facilmente se comprenderd lo que sigue: trataremos que las representaciones intelectuales, que al educado le sugiera la ciencia, las convierta en jugo de sentimiento, intensamen- te las ame. Porque el sentimiento, cuando es fuerte, penetra y se difunde por lo mas hondo del organismo del hombre, perfilando y colorando el caracter de las personas. Y como la vida practica, la conducta del hombre, ha de girar dentro del circulo de su caracter, es consiguiente que el joven edu- cado de !a indicada manera, cuando se gobierne por cuenta de su peculiar entender, convertird la ciencia, por conducto del senti- miento, en maestra Unica y benéfica de su vida. Efectuése la inauguracién el 8 de setiembre de 1901 con un efectivo escolar de 30 alumnos; 12 nifias y 18 nifios. Bastaban para un primer ensayo, con el propésito de no au- mentar su numero por el momento para facilitar la vigilancia, en previsién de cualquiera afagaza que, acerca de la coeducacién de nifias y niftos, hubieran podido introducir arteramente los rutina- rios enemigos de la nueva ensefianza. La concurrencia se componia de publico atraido por la noticia publicada en la prensa, de familias de los alumnos y de delegados de varias sociedades obreras, invitadas por habérseme facilitado su direccién. En la presidencia acompafidbanme los profesores y la Junta Consultiva, dos de cuyos individuos expusieron el sistema y el fin de esta novisima institucién, y asi, con tan sobria sencillez, quedé creada aquella Escuela Moderna, Cientifica y Racional, que no tardé en alcanzar fama europea y americana, que si con el tiem- po perderd el titulo de moderna, vigorizaré cada vez mas en la con- tinuidad de los siglos sus titulos de racional y cientifica. v COEDUCACION DE AMBOS SEXOS La manifestacién mas importante de la ensefianza racional, dado e! atraso intelectual del pais, lo que por lo pronto podia cho- car mds contra las preocupaciones y las costumbres, era la cosdu- cacién de nifias y nifios. No es que fuera absolutamente nueva en Espafia, porque, co- me imperio de la necesidad y por decirlo asi en estado primitive, hay aldeas, apartadas de los centros y de las vias de comunicacién situadas en valles y montafas, donde un vecino bondadoso, o el cura, 0 el sacristin del pueblo acogen nifios y nifias para ensefiar- les el catolicismo y a veces el silabario; es mas: se da el caso de hallarse autorizada legalmente, o si no tolerada, por el Estado m mo, en pueblos pequefios cuyos ayuntamientos carecen de recurs’ Para pagar un maestro y una maestra; y entonces una maestra, nun- ca un maestro, ensefia a nifos y nifas, como yo mismo he tenido ocasién de verio. en un pequefo puéblecilio no lejos de Barcelona; pero en villas y ciudades era desconocida fa escuela mixta, y si acaso por la literatura se tenia noticia de que en otros paises se predical nadie pensaba en adaptarla a Espafa, donde el propé- sito de introducir esa importantisima innovacién hubiera parecido clescabellada utopia. Conociéndolo, me guardé bien’ de propagar ptiblicamente mi propésito; reservandome hacerlo privada e individualmente. A toda persona que solicitaba la inscripcién dé un alumno le pedia alumnas si tenia nifas en su familia, siendo necesario exponer a cada uno las razones que abonan la coeducacién, y aunque el trabajo era pe- sado, resulté fructifero, Anunciado ptiblicamente hubiera suscitado mil preocupaciones, se hubiera discutido en la prensa, los conven- cionalismos y el temor al ‘‘qué dirdn’’, terrible obstaculo que este- riliza infinitas buenas disposiciones, hubieran predominado sobre la raz6n y, si no destruido por completo, el propésito hubiera sido de realizacién dificilisima: procediendo como lo hice pude lograr la presentacién de nifios y nifias en numero suficiente en el acto 29 de la inauguracién, que siempre fué en progresién constante, como lo demuestran las cifras consignadas en el “‘Boletin de la Escuela Moderna” que expondré después. La coeducacién tenia para mi una importancia capitalisima, era, no sélo una circunstancia indispensable para la realizacién del ideal que considero como resultado de la ensefianza racionalista, sino como el ideal mismo, iniciando su vida en ia Escuela Moderna, des- arrollandose progresivamente sin exclusién alguna e inspirando la seguridad de llegar al término prefijado. La naturaleza, la filosofia y la historia ensefan, contra todas. las preocupaciones y todos los atavismos, que la mujer y el hombre completan el ser humano, y el desconocimiento de verdad tan esen- cial y trascendental ha sido y es causa de males gravisimos. En el segundo ntimero del Boletin justifiqué ampliamente es- tos juicios con el siguiente articulo. Necesidad de la Ensefianza Mixta La ensefanza mixta penetra por todos los pueblos cultos. En muchos, hace tiempo que se recogen sus dptimos resultados. EI propésito de la ensefianza de referencia es que los nifios de ambos sexos tengan idéntica educacién; que por semejante ma- nera desenvuelvan la inteligencia, purifiquen el corazén y tem- plen sus voluntades; que la humanidad femenina y masculina se compenetren, desde la infancia, llegando a ser la mujer, no de nombre, sino en realidad de verdad, la compafiera del hombre. Una institucién secular, maestra de la conciencia de nuestro pueblo, en uno de los actos mas trascendentales de nuestra vida, cuando el hombre y la mujer se unen por el matrimonio, con apa- rato ceremonioso, le dice al hombre que la mujer es su compajiera. Palabras huecas, vacias de sentido, sin trascendencia efectiva y racional en la vida, porque lo que se ve y se palpa en las iglesias cristianas, y en ‘la ortodoxia catdlica en especial, es lo contrario de todo en todo ‘a semejante compaferismo. Digalo, si no, una mu- jer cristiana, de grande corazén, que rebosando sinceridad, no hace mucho se quejaba amargamente a su iglesia por el rebajamiento moral que sufria su sexo en el seno de la comunién de sus fieles: “Atrevimiento impio seria que en el templo osara aspirar la mujer a la categoria del Ultimo sacristan’’. Padeceria ceguera de inteligencia quien no viese que, bajo la inspiracién del sentido cristiano, estan las cosas, respecto al pro- blema de la mujer, en el mismo ser y estado que lo dejara la His- 30 toria Antigua: 0 quizds peor, y con agravante de mucho peso. Lo que palpita, lo que vive por todas partes en nuestras sociedades cris- tianas como fruto y término de la evolucién patriarcal, es la mujer no perteneciéndose a si misma, siendo ni mds ni menos que un adjetivo del hombre, atado continuamente al poste de su dominio absoluto, a veces... con cadenas de oro. Ei hombre la ha conver- tido.en perpetua menor. Una vez mutilada ha seguido para con ella uno de los términos de disyuntiva siguiente: o la oprime y le impone silencio, 0 la trata como nifio mimado . a gusto del anto- jadizo sefior. Si parece que asoma para ella la aurora de! nuevo dia, si de algtin tiempo a esta parte acentiia su albedrio y recaba particulas de independencia, si de esclava va pasando, siquiera con lentitud irritable, a la categoria de pupila atendida, débelo al espiritu re- dentor de la ciencia que se impone a las costumbres de jos pueblos y a los propésitos de los gobernantes sociales. * oe EI trabajo humano, proponiéndose la felicidad de su especie, ha sido deficiente hasta ahora: debe de ser mixto en lo sucesivo; tiene que estar encomendado al hombre y a la mujer, cada cual desde su punto de vista. Es preciso tener en cuenta que la fina- lidad del hombre en la vida humana, en frente de la misién de la mujer, no es respecto de ésta, de condicidn inferior ni tampoco su- perior, como pretenciosamente nos abrogamos. Se trata de cuali- dades distintas, y no cabe comparacién en las cosas heterogéneas. Segtin advierten buen ntimero de psicdélogos y socidlogos, la humanidad se bifuvca en dos, facetas fundamentales: el. hombre sig- nificando el predominio def pensamiento y el espiritu progresivo; la mujer dando a su rostro moral la nota caracteristica del senti- miento intensivo y del elemento conservador. Mas precisa tener en cuenta que semejante modo de ser no da pdbulo favorable a las ideas de los reacionarios de toda especie, ni tiene que ver Con ellos. Porque si el predominio de la nota con- seryadora y de la cualidad ‘afectiva se encarna en la mujer por ley natural, no se puede sacar de ello la peregrina legitima consecuencia que a la compafiera del hombre, por intima constitucién de su ser, le esté vedado pensar en cosas de mucha monta, 0 en caso con- trario, que ejercite la inteligencia en direccién contraria a la cien- cia asimilando supersticiones y patrafias de todas clases. Tener idiosincrasia conservadora no es propender a cristalizar 31 en un estado de pensamiento, o padecer obsesién por todo aque- Ho que sea del revés de la realidad Conservar quiere decir sencillamente retener, guardar lo que se nos ha producido c to que producimos nosotros. El autor de La Religién def porvenir, refirigndose a la mujer en el asunto indicado dice: “E} espiritu conservador puede aplicarse a la ver- dad como al error; todo depende de lo que se da para conservarse. Si se instruye a la mujer en ideas filosdficas y cientificas, su fuerza conservadora servird en bien, no en mal de las ideas progresivas’”’ Por otro lado, dicho se esté, la mujer es con intensidad afec- tiva. Lo que recibe no lo guarda como monopolizadora egoista; sus creencias, sus ideas, todo lo bueno y lo malo que forman sus te- soros morales, se los saca de si, y con profusién generosa se los comunica a Jos seres que por virtud misteriosa del sentimiento se identifican con ella. De aqui lo que es sabido, como moneda co- riente: con el arte exquisito, de inconsciencia infalible, sugierer toda su fisonomia moral, toda e! alma de elas, en el alma de sus predilectos amados. Si las capas de las primeras ideas son gérmenes de verdad, se- millas de adecuados ccnocimientos, sembrados en la conciencia del por su primer pedagogo, que aspira el ambiente cientifico de su tiempo, entonces lo que se produce en el hogar es una obra inte- gramente buena, sana de todos lados. Pero si al hombre, en tz primera edad de la vida, se ie alecciona con fabulas, con errores de toda especie, con lo opuesto a la orien- tacién de la ciencia, équé cabe esperar de su porvenir? Cuando de nifio evolucione en adulto seré un obstdculo a! progreso. La con- ciencia del hombre en fa edad infantil es de idéntica contextura que su_naturaleza fisioiégica: es tierna, blanda. Recibe muy facilmente lo_que le viene de afuera. Pero con el tiempo va teniendo conato de rigidez la plasticidad de su ser; se convierte en consistencia relati- vamente estadiza su primitiva excesiva ductilidad. Desde ese mo- mento tenderd el sedimento primero que le diera la madre, m4s que a incrustarse, a identificarse con la conciencia del joven. El agua fuerte de ideas mas racionales, sugestionadas en el comercio social o efecto de privativos estudios, podran tal vez ras- par de la inteligencia del hombre los conceptos erréneos en la ni- fiez adquiridos. Pero gqué tiene que ver en la vida practica, en la esfera de !a conducta, semejante transformacién de la mente? Por- que no hay que olvidar que quedan, después de todo, la mayoria de las veces, escondidos en los pliegues recénditos del corazén aque- 32 las potentes afectivas inclinaciones que dimanan de las primiti- vas ideas. De donde resulta que en la mayoria de los hombres, entre su pensar y su hacer, entre la inteligencia y la voluntad existe una antitesis consumada, honda, repugnante, de donde derivan la ma- yoria de las veces los eclipses del bien obrar y la paralizacién del Progreso. Ese sedimento primario dado por nuestras madres es tan tenaz, tan duradero, se convierte de tal modo en médula de nuestro ser, que energias fuertes, caracteres poderosamente reactivos que han rectificado sinceramente de pensamiento y de voluntad, cuando pe- netran de vez en cuando en e! recinto del yo para hacer el inven- tario de sus ideas, topan continuamente con la mortificante subs- tancia de jesuita que les comunicara la madre. * 73 La mujer no debe estar recluida en el hogar. El radio de su accién ha de dilatarse fuera de las paredes de las casas: deberia ese radio concluir donde llega y termina Ia sociedad. Mas para que la mujer ejerza su accién benéfica, no se han de convertir en poco menos que en cero los conocimientos que le son permitidos: de- bieran ser en cantidad y en calidad los mismos que el hombre se proporciona. La ciencia, penetranco en el cerebro de la mujer, alum- braria, dirigiéndole certeramente, el rico venero de sentimiento; nota saliente, caracteristica de su vida; elemento inexplotable has- ta hoy; buena nueva en el porvenir de paz y de felicidad en la sociedaa. Se ha dicho con Secretan que la mujer es la continuidad y el hombre e3 el cambio; el hombre es el individuo y la mujer es la especie. Pero el cambio, ‘la mutacién en la vida no se comprende- ria, serian un parecer fugaz, inconsistente; desprovisto de realidad, A no se tuviera al obrero.femenino que afirmara y consolidara lo ue el hombre produce. El individuo, representado por el varén, co- mo tal individuo, es florde,un dia, de efimera significacién en la sociedad. La mujer, que representa la especie, es la que posee la mi- sién de retener, en la misma especie, los elementos que le mejoren la vida, cuyos elementos, para ser adecuadamente sabidos, es pre- ciso tener, ellos conocimientos cientificos La humanidad mejoraria con més aceleracién, seguiria con pa- so mas firme y constante el movimiento ascensor del progreso y cen- tuplicaria su bienestar, poniendo a contribucién del fuerte impulsivo sentimiento de la mujer las ideas que conquista la ciencia. 33 Dice Ribot que una idea no es mds que una idea, un simple hecho de conocimiento, no produce nada, no puede nada, no obra si no es sentido, si no le acompafia un estado afectivo, si no des- pierta tendencia, es decir, elementos motores. De aqui se desprende que, para bien del progreso, cuando aso- ma una idea, consagrada como verdad en el pensamiento cientifico, no se la puede dejar ni cortos lapsos de tiempo en estado contem- plativo. Esto se evita penetrando de sentimiento la idea, comuni- candole amor, que cuando se apodera de ella no para, no la deja hasta convertirla en hecho de vida. éCudndo sucederd todo esto? Cuando se realice el matrimonio de las ideas con el corazén apasionado y vehemente en la psiquis de la mujer; entonces seré un hecho evidente en los pueblos civi- Jizados el maftiarcado moral. Entonces, la humanidad, por una parte, contemplada desde el circulo del hogar, poseerd el pedagogo significado que modele, en el sentido del ideal, las semillas de las nuevas generaciones; y por otra Se contard con el apéstol y propa- gandista entusiasta, que por sobre todo ulterior sentimiento sepa hacer sentir a los hombres la libertad, y la solidaridad a los pueblos. 34 vi COEDUCACION DE LAS CLASES SOCIALES Lo mismo que de la educacién en comtin de ambos sexos, pienso de la de diferentes clases sociales. Hubiera podido fundar una escuela gratuita; pero una escuela para nifios pobres no hubiera podido ser una escuela racional, por- “que si no se les ensefiase la credulidad y la sumisién como en las escuelas antiguas, hubiéraseles inclinado forzosamente a la rebel- dia, hubieran surgido esponténeamente sentimientos de odio. Porque el dilema es irreductible; no hay término medio para la escuela exclusiva de la clase desheredada: o el acatamiento por el error y la ignorancia sistematicamente sostenidos por una falsa en- sefianza, o e! odio a los que les subyugan y explotan. El asunto es delicado y conviene dejarle en claro: la rebeldia contra la opresién es sencillamente cuestién de estética, de puro equilibrio: entre un hombre y otro hombre parecidamente iguales, como |o consigna la famosa Declaracién revolucionaria en su pri- mera cldusula con estas indestructibles palabras: ‘los hombres na- cen y permanecen libres e iguales en derecho”, no puede haber di- ferencias sociales; si las hay, mientras unos abusan y tiranizan, los ctros protestan y odian; la rebeldia es una tendencia niveladora, y por tanto, racional, natural, y,no quiero decir justa por lo desacre- ditada que anda la justicia con sus malas compajias: la ley y la religién. Lo diré bien claro: los oprimidos, los expoliados, los explota- dos han de ser rebeldes, porque han de recabar sus derechos hasta Jograr su completa y perfecta participaci6n en el patrimonio uni- versal. Pero la Escuela Moderna obra sobre los nifios a quienes por la educacién y la instruccién prepara a ser hombres, y no anticipa amores ni odios, adhesiones ni rebeldias, que son deberes y senti- mientos propios de los adultos; en otros términos, no quiere coger el fruto antes de haberle producido por el cultivo, ni quiere atri- buir una responsabilidad sin haber dotado a la conciencia de las 35 condiciones que han de constituir su fundamento: Aprendan los nifios a ser hombres, y cuando lo sean decldrense en buena hora en rebeldia. Una escuela para nifios ricos no hay que esforzarse mucho para demostrar que por su exclusivismo no puede ser racional, La fuerza misma de las cosas la inclinaria a ensefiar la conservacién del privilegio y el aprovechamiento de sus ventajas. La coeducacién de pobres y ricos, que pone en contacto unos con otros en la inocente igualdad de la infancia, por medio de la sistematica igualdad de Ja escuela racional, esa es la escuela, bue- na, necesaria y reparadora. A esta idea me atuve logrando tener alumnos de todas clases sociales para refundirlos en la clase tinica, adoptando un sistema de retribucién acomodado a las circunstancias de los padres o encar- gados de los alumnos, no teniendo un tipo Unico de matricula, sino practicando una especie de nivelacién que iba desde la gratuitidad, las mensualidades_ minimas, las medianas a las maximas. Relacionado con el asunto de este capitulo véase el articulo que publiqué en “La Publicidad”, de Barcelona, en 10 de mayo de 1905, y en el Boletin: : Pedagogia Moderna Nuestro amigo D. R. C. dié una conferencia el sdbado ultimo, en el Centro Republicano Instrictivo de la calle de la Estrella (Gra- cia), sobre el tema que encabeza estas lineas, explicando a la con- currencia lo que es la ensefianza moderna y ventajas que la sociedad puede sacar de ella Considerando el asunto de interés palpitante, y digno, sobre otros muchos, de fijar la atencién publica, juzgo Util exponer a la prensa mis impresiones y las reflexiones consiguientes, deseoso de contribuir ai esclarecirniento de verdades de may2r trascendencia. y al efecto, digo que nos parecié acertado el conferenciante en esa explicacién, pero no en los medios aconsejados para realizarla, ni en los ejemplos de Bélgica y Francia, que presenté como modelos dignos de imitacién. En efecto, el sefior C., conffa solamente en el Estado, en las Diputaciones 0 en los Municipios, la construccién, dotacién y direc- cién de los establecimientos escolares; error grande, a nuestro en- tender, porque si pedagogia moderna significa nueva orientacién hacia una sociedad razonable, es decir, justa; si con la pedagogia moderna nos proponemos educar e instruir a las nuevas generacio- 36 nes demostrando a la vez las causas que motivaron y motivan el des- equilibrio de la sociedad; si con la pedagogia moderna pretende- mos preparar una humanidad feliz, mediante haberla librado de toda ficcién religiosa y de toda idea de sumisién a una necesaria des- igualdad econémico-social, no podemos confiarla al Estado ni a otros organismos oficiales, siendo como son sostenedores de los privi- legios, y forzosamente conservadores y fomentadores de todas las leyes que consagran Ia explotacién del hombre, inicua base de los més irritantes abusos. Las pruebas de lo que afirmamos abundan tanto que cada cual puede darse cuenta de ellas visitando las fabricas, talleres y doquier haya gente asalariada; preguntando cémo viven los de abajo y los de arriba, asistiendo a los juicios orales en todos los palacios de lo que se Ilama justicia en todo el mundo y preguntando a los re- clusos, en toda clase de establecimientos penales, acerca de los motivos de su prisién. Si todas esas pruebas no bastasen para demostrar que el Esta- do ampara a los detentadores de la riqueza social y persigue a los que se rebelan contra tal injusticia, bastaré entonces enterarse de lo que pasa en Bélgica; pais favorecido, segtin el sefior C., por la proteccién de! Gobierno a la ensefianza oficial, de tal manera efi- caz, que se hace imposible la ensefianza particular. A las escuelas oficiales, decia el sefior C., acuden los hijos de los ricos y los de los pobres y da gusto ver salir a un nifio riquisimo del brazo de un compajiero pobre y humilde. Es verdad, afiadiremos nosotros, que a las escuelas oficiales de Bélgica pueden asistir todos los alumnos; pero, es de advertir que la instruccién que se da esta basada en la necesidad de que siempre habrA de haber pobres y ricos, y que la armonia social congiste en el cumplimiento de las leyes. Por consiguiente, ‘qué mas quisieran los amos sino que esta ensefianza se diera_en. todas partes? Porque ya cuidarian bien ellos de hacer entrar en razén a los que algun dia pudieran rebelarse, haciendo como recientemente en Bruselas y otras ciudades de Bél- gica, donde los hijos de los ricos, bien armados y organizados en la milicia nacional, fusilaron a los hijos de los obreros que se atre- vieron a pedir el sufragio universal. Por otra parte, mis noticias acerca de la grandeza de la ensefianza belga, difieren mucho de las manifestadas por el sefior C. Tengo a la vista de varios ntimeros de “L’Express”, de Lieja, que destina al asunto una seccién titulada: “La destruccién de nuestra ensefianza publica’’, en la que se leen datos que, desgraciadamente, tienen mucha semejanza con lo que 37 ocurre en Espafia, sin contar que de poco tiempo a esta parte ha tomado gran desarrollo la ensefianza congregacionista, que, como todo el mundo sabe, es !a sistematizacién de la ignorancia. Al fin y al cabo, no en balde domina en Bélgica un gobierno marcada- mente clerical. En cuanto a la ensefianza moderna que se da en la republicana Francia, diremos: que ningtin libro de los que se usan en las es- cuelas sirve para una ensefianza verdaderamente laica, y afiadire- mos que el mismo dia que el sefior C. hablada en Gracia, el diario “L’Action” de Paris, publicaba bajo el titulo “Como se ensefa Ia moral Isica’’, tomado del libro ‘‘Recueil de maximes et pensées mo- rales’, unos cuantos pensamientos ridicularmente anacrénicos que chocan contra el mas elemental buen sentido. Se nos preguntaré ahora gqué haremos si no contamos con el apoyo del Estado, de las Diputaciones 0 de los Municipios? Pues, sencillamente, pedirla a quienes han de tener interés en cambiar el modo de vivir: a los trabajadcres en primer lugar, y luego a los intelectuales y privilegiados de buenos sentimientos que, si no abundan, no dejan de encontrarse. Conocemos algunos. El mismo sefior C. se quejaba de lo que cuesta y de lo que tarda el Ayuntamiento en conceder las reformas que se le piden. Tengo la conviccién de que menos tiempo habria de costar hacer entender a la clase obrera que de si sola ha de esperar todo. Esté el campo bien preparado. Visitense las sociedades obreras, .las Fraternidades Republicanas, Centros Instructivos, Ateneos Obre- 2. ros y cuantas entidades tengan interés en la regeneracién de la hu- manidad, y hablese alli el lenguaje de la verdad aconsejando la union, el esfuerzo y Ia atencién constante al problema de la ins- truccién racional y cientifica, de la instruccién que demuestre la injusticia de los privilegios y la posibilidad de hacerlos desaparecer. = Si en este terreno dirigieran sus esfuerzos cuantos particulares o entidades desean yerdaderamente la emancipacién de la clase que = sufre, porque no solamente sufren los trabajadores, esté seguro el sefior C, que el resultado seria positivo, seguro y pronto; mientras que lo que obtenga de los gobiernos seré tarde y no servird mas que para deslumbrar, para sofisticar los propésitos y perpetuar la dominacién de una clase por otra. 38 Vu RIGIENE ESCOLAR Respecto a la higiene, la suciedad catélica domina en Espafia. San Alejo y San Benito Labra son, no los nicos, ni los mas caracterizados puercos que figuran en la lista de los supuestos ha- bitantes del reino de los cielos, sino uno de los mas populares entre los inmundos e innumerables maestros de la porqueria. Con tales tipos de perfeccién, en medio del ambiente de igno- rancia, habil e inicuamente sostenido por el clero y la realeza de tiempos pasados y por la burguesia liberal y hasta democrdtica de nuestros dias, claro es que los nifios que venian a nuestra escuela habian de ser muy deficientes en punto a limpieza: la suciedad era atavica, La combatimos prudente y sistemdticamente, demostrando a los nifios la repugnancia que inspira fodo objeto, todo animal, toda persona sucia; por el contrario, el agrado y Ia simpatia que se siente ante la limpieza; cémo se acerca uno instintivamente a la persona limpia y se aparta de la grasienta y mal oliente, y recipro- camente cémo ha de sernos grato ser simpdaticos por curiosos o ver- gonzoso causar‘asco a los que nos vean. Exponiamos después la limpieza como asunto de belleza y la suciedad como caracteristica de la fealdad, y entrabamos decidi- damente en el terreno de la higiene, presentando la suciedad como causa de enfermedad, con su peligro de infeccién indefinida hasta causar epidemias, y la limpieza como agente principal de salud, y lograbamos facilmente determinar la voluntad de los nifios a la limpieza y disponer su inteligencia a la comprensién cientifica de la higiene. La influencia de esta ensefianza penetraba en las familias por las exigencias de los nifios, que alteraban la rutina casera. Un nifio pedia con urgencia que le lavaran los pies, otro queria bafiarse, otro pedia polvos y cepillo para los dientes, otro se avergonzaba de llevar una mancha, otro pedia que le renovasen la ropa o el calzado, y las pobres madres, atareadas por sus obligaciones diarias, 39 © ta! vez abrumadas por la dureza de las circunstancias en que se desarrolla la vida social, e influidas ademas por la suciedad reli- giosa, procuraban acallar tantas peticiones; pero la nueva vida in- troducida en el hogar por la idea del nifio triunfaba al fin como con- solador presagio de la futura regeneracién que ha de producir la ensefianza racional. Dejo 1a exposicién de las razones que abonan Ia higiene esco- lar a personas perfectamente competentes, por lo cual inserto a continuacién los dos articulos publicados en el Boletin de la Escue- la Moderna. Proteccidn Higiénica de las Escuelas. — Su Implantacién por los , Particulares El clamoreo es general. De todas partes surge ia misma excla- maci6n: “de 18 millones de espafioles, 10 son analfabetos; a los espafioles nos pierde la falta de educacién y de instruccién’”. La exclamacién esta inspirada en la realidad; no puede ser mds justa; yo afiadiria que a los espafioles nos pierde la rutina y la falta de fe en el trabajo; por ambas cosas, comarcas enteras de nuestra penin- sula estan con esa costra gris estéril donde apenas brota una yer- ba pajiza y rala para asemejarlas mejor a las Ilanuras del desierto; ni el arado ni el cultiyo han roturado de luengos afios, ni sacudido la inercia del terreno, y alla se estan esas miles de hectareas im- productivas para miseria de sus terratenientes y para baldén de la decantada feracidad de nuestro suelo. Y no lo digo por los catalanes, que aqui encanta ver en las mas atrevidas pendientes, 0 en las mas encumbradas crestas, el olivo, la vid, el trigo o el algarrobo como sefial de una labor y de una lucha que no cesa hasta el punto de sacar jugo a las rocas. oo Enhorabuena que se abogue por la instruccién, que se haga obligatoria para aquellos ciudadanos indolentes. Pero imponer una ley, sin redear su cumplimiento de ciertas garantias, no me parece ya tan satisfactorio; como médico he tenido ocasién muchas veces de apreciar el desamparo en que se hallan muchos nifios en las es- cuelas, y me ha conmovido hondamente el desconsuelo de un pa- dre cuando ha perdido un hijo por efecto de una enfermedad que contrajo en la escuela y que pudo haberse evitado. éEstén en nuestras escuelas suficientemente protegidos los ni- fios para que una madre deje ir tranquilo cada mafhana aquel ser querido, que mientras le tuvo en su regazo crecia sano y que al ir al colegio se torné enfermizo? Las epidemias de las escuelas son prueba de esos riesgos; pero hay otros contagios que se van realizando a la sordina, y que por lo mismo causan mayor ntimero de victimas, sin que ese silencio motive una intervencién que lo evite. Hace unos meses, por mera coincidencia, sin duda, asisti, con unos dias de intervalo, a tres nifios con difteria; los tres asistian al mismo colegio; la tos ferina, el sarampién, {a escarlatina y otras, encuentran en las escuelas el campo mds fecundo para una explo- » sién epidémica, porque aquellos nifios alli reunidos, sometidos al mismo medio, cuando llegan a sus casas contagian a sus hermanitos mayores 0 menores, y de esta suerte el contagio escolar influye hasta en los nifios de pecho,- en los mismos recién nacidos. A veces llega hasta a sus padres. La tuberculosis se transmite por este medio. Aparte de estas enfermedades tan terribles, la tifia, las en- fermedades de los ojos, la sarna, el histerismo, las torceduras de la espalda, etcétera, casi siempre salen de la escuela. La aglomeracién en que viven los escolares, el uso de un solo retrete, de un solo vaso, el cambio de cartapacios y de lapiceros que pasan de mano en mano y de boca en boca, el regalo mutuo de pan o de golosinas, todo esto es una promiscuidad peligrosa a la colectividad. Sé de muchos padres que, mal de su grado, han tenido que renunciar a la instruccién de sus hijos en la escuela, porque en ella enfermaban a cada paso. Si se revisaran los edificios y el mobiliario escolar de nuestros colegios, pocos responderian a una organizacién higiénica mediocre. Pero no se trata de esto. Seamos practicos. Aun cuando se dispusiera de un gran capital para montar escuelas de nueva planta con arreglo a los dictados de un higienista, no interrumpiriamos la instruccién bruscamente mientras se derri- baran y se construyeran los edificios. Por .consiguiente, obligados a utilizar el material existente, creo que se le puede mejorar sin grandes esfuerzos, con sdlo esta~ biecer la _proteccién e instruccién higiénica en las escuelas. No se necesitan palacios relumbrantes; para difundir la instruccién bastan salas amplias, de luz abundante y aire puro, donde los escolares es- tén protegidos. En otros paises esta reforma ha partido del Gobierno; aqui... me parece que la iniciativa de los particulares puede subsanar estas deficiencias con gran provecho de sus propios intereses. Los maes- tros de escuela encontrarin médicos que les secunden en esa cam- pafia higiénica escolar. Los directores de colegios podrén encontrar 41 el concurso médico con poco esfuerzo, Y aun cuando tuvieran que realizar alguno, piensen que este acto de previsién seria muy re- productivo. Pierden cuando se enferma un nifio, deja de concurrir a la escuela y de pagar una mensualided; pero pierden mds cuando el nifo muere y es un cliente borrado para siempre. éQuién sabe si el crédito del establecimiento se resiente todavia mas con esas bajas? No ha mucho, un colegio muy acreditado de nuestros alrededores, tuvo que enviar a sus casas numerosas alum- nas por haberse desarrollado una epidemia de escarlatina al comen- zar el curso. gCudnto mejor no habria sido evitar con fa pretessién higiznica aque! quebranto de ingresos y aquellos dolores a los edu- candos? Piensen, pues, les propietarios de colegios y los maestros mu- nicipales en instaurar este servicio, prescindiendo por completo de las previsiones de los gobernantes. Aqui no iremos bien en este respecte mientras no se publiquen noticias como ésta: “La inspec- ciés médica de las escuotas de New York, ha excluico temporal- mente en una semana del mes de setiembre ultimo, 100 alumnos: de ellos 35 padecian granulaciones en los ojos, 16 conjuntivitis, 15 afecciones de la pie!, etc. jDe este modo si que podrian enviarse con tranquilidad los nifios a la escuela! ta proteccién de la escuela persigue un fin eminentemente social, la condicién fundamental e indispensable para que !a edu- cacién intelectual sea eficaz. La erganizacién del servicio, que de- beria correr a cargo de un médico en cada escuela, comprende los siguientes puntos: 1.° Salubridad del edificio. —- A este propésito vigilara la distribucién de los locales, la iluminacién, la ventilacién, la cale- faccién, las corrientes de aire, la instalacién de los retretes, etc. Se adaptaran lo mas posible al progreso pedagdgico estos elementos de Ja escuela. 2.° Profilaxis de las enfermedades trasmisibles. — Una ligera tos, un vémito, una leve fiebrilla, la rubicundez de los ojos, una placa anormal del cabello, le conduciran a una investigacién per- sonal y a disponer en el acto una separacién relativa del nifio in- dispuesto. En este respecto, se habra de contar con el concurso leal de las familias, para que no oculten e! sarampién o la tos ferina u otros efectos que puedan padecer los hermanos de los alumnos. Un aislamiento prudente impedird la transmisién morbosa escolar, y, en caso de enfermedad, el médico determinard tras de cuanto 42 tiempo y de qué precauciones puede el nifio volver al Colegio, sin peligro para sus camaradas, 3.° Fancién nozmal de los érganos y crecimiento. — Mediante mediciones y pesadas periédicas, se sabra positivamente si el nifio se desarrolla bien y ‘si contrae o no actitudes vicioses que pueden ha- cerse permarentes como la miopia, la escoliosis y otras. Esto ser- vird da gran utilided para las familias. Atenta I2 madre a las tareas domésticas y absorto el padre en sus negocios, no se percata de si su hijo cojea, de si empieza a torcerse su columna vertebral, de si acerca mucho el libro a los ojos para leer; y cuando Ilegan a enterarse, el mal es tan largo o esté avanzado, que su remedio exige grandes dispendios y quiza algunos sacrificios. Esta vigilancia tlenaria un gran vacfo en algunas familizs. La misién de! médico escolar se reduciré en este caso a advertir a los padres el peligro, para que busquen el auxilio de su respectivo médico. 4.° Educacién fisica y adaptacién de los estudios a fa capaci- dad intelectual de cada nifio. — Esto se realizaré de acuerdo con el maestro. Mediante esta inspeccién, se evitardn a los nifics esos dolores de cabeza, esos insomnios, Ia neurastenia infantil y esos strages que produce el susmenage. Se graduard entonces el ejer- cicio fisico (gimmasia) y labor intelectual. 5.° Educacion e instruccién sanitarias. — Se dardn a los nifios conferencias de higiene semanales o quincenales y se les habitua- ré a fas practicas higiénicas, lavado de manos, boca, bafios, nata- cién, limpieza de ufas, etc. Por jovencito que el escolar sea, debe recibir esa educacién y esa instruccién; no son muy elevados esos conceptos para sus cor tos alcances; todo esté en la manera de hacérselo comprender. Pe- netrado de su altisima importancia, el Ultimo Congreso internacional de Higiene, celebrado en Bruselas, decreté esa ensefianza, y mu- chos médicos eminentes del extranjero la practican, sin creerse rebajados por ello de sus elevadas categorias. En nuestro pais yo he procurado imitar tan loable conducta. Ensefiado el nifio a amar su salud, trata de conservarla; en su casa trasmite a sus padres y ami- gos fos consejos aprendidos y verifica una irradiacién escolar con- veniente. Llegado a la madurez, gobernaré su prole con mejor acuerdo; acaso seré éste un medio de apartar a la sociedad del suicidio par- ticular y colectivo. Por condiciones sociales de nuestra raza, esta ensefianza ser4 més fructifera en Espafia que en otros palses. 43 Y 6.° Redaccién de un cuaderno biolégico. — Consiste en la anotacién del desarrollo del escolar y de las enfermedades que ha tenido. Aparte de su trascendencia étnica y antropoldgica, tiene esta historia personal una aplicacién practica muy importante. Ejemplo: Se desata a velocidad grande o pequefia una epidemia de fiebre tifodea, tos ferina, sarampién, etcétera. La clausura de las escuelas que suele acordarse por via de precaucién, no resuelve el problema y es ademés objeto de serias censuras. Cuando se disponga del cua- derno biolégico de cada nifio, aquel que haya padecido la enfer- medad epidémica, si no esté ya protegido para ella, puede seguir asistiendo a la escuela, sin riesgo para él ni para sus compafieros, y aquellos que no la hayan padecido pueden ser objeto de ciertas medidas que ni interrumpen la vida normal de las familias y de las escuelas, ni fomenten la holganza y el afan de vacaciones de los escolares. : Este es el programa: a primera vista, tanto apartado y tantas atenciones, pareceran una montafia inaccesible, un proyecto irreali- zable, y eso que no hablo de la pedagogia experimental, que, fun- dada en la psicologia, mide la fuerza intelectual de cada individuo y escudrifa sus aptitudes especiales... pero apliquémonos a esta tarea redentora de nuestros escolares, y nuestra labor y nuestra perseverancia nos conduciran a la cima, en breve tiempo, con igual facilidad que subimos hoy al Tibidabo desde que disponemos de fu- nicular. Dr. Martinez Vargas. LOS JUEGOS El juego es indispensable a los nifios. Por lo que mira a su constitucién, salud y desarrollo fisico, todo el mundo estaré con- forme; pero acontece que tnicamente para !a atencién en la can- tidad de desarrollo fisico que producen los juegos. De aqui que éstos han sido sustituidos por ef gimnasio, como un equivalente excelente y creyéndose algunos que se ha ganado en la substi- tucién. Esos asertos han venido a ser negados por la higiene en térmi- nos absolutos. Después de la inveterada creencia de que a lo que hay que atender es al desarrollo de nuestras fuerzas fisicas, ha venido a dominar otro concepto en el campo de Ia conciencia cien- tifica. En dicho campo se reconoce a la hora presente, como en autoridad de cosa juzgada, que el estado placentero y el libre des- plegamiento de las tendencias nativas son factores importantes, esen- 44 cialisimos y predominantes en Ia vigorizacién y desenvolvimiento del ser del nifio. El contento, como afirma Spencer, “constituye el ténico mas poderoso; acelerando la circulacién de la sangre, facilita mejor el desempefio de todas sus funciones; contribuye a aumentar la salud cuando la hay, y a restablecerla cuando se ha perdido. El vivo in- terés y la alegria que los nifios experimentan en sus pasatiempos, son tan importantes como el ejercicio corporal que los acompajfia. Por eso la gimnasia, no ofreciendo esos estimulos mentales, resulta defectuosa...’’ Pero tenemos que decir con el pensador aludido: algo es mejor que nada. Si se nos diera a elegir entre quedarnos sin juego y sin gimnasia, 0 aceptar el gimnasio, corriendo, con los ojos cerrados, optariamos por el gimnasio. Los juegos, por otra parte, merecen en la pedagogia otro pun- to de vista y una mayor consideracién si se quiere. Debe dejarse al nifio que en donde quiera que esté manifieste sinceramente sus deseos. Este es el factor principal del juego, que, como advierte Johonnot, es el deseo complacido por Ia libre activi- dad. Por lo mismo, no nos pesa decir que es de absoluta necesidad que se vaya introduciendo substancia del juego por el interior de las clases. Asi lo entienden en paises mas cultos y en organismos es- colares que prescinden de toda afieja preocupacién, y no desean otra ccSa que encontrar racicnales procedimientos para realizar la composicién entre la salud y el adelanto del nifio. Alli hecho otra cosa, para realizar ese fin, que arrancar de fas salas de las clases, el mutismo y la quietud insopor- tables, caracteristicas de la muerte, y llevar en su lugar el bien- estar, la intensa alegria, e! alborozo. El alborozo, la intensa alegria del nifio en Ia clase, cuando comparte con sus colegas, se asesora con sus libros, 0 esté en compafiia e intimidad con sus profesores, es la sefial infalible de su interna salud de vida fisica y de vida de inteligencia. Las afirmaciones que hacemos produciran el fruncimiento del cefio de los démines pedagogos que, por desdicha, abundan entre nosctros. ¢Cémo? Por ese camino derrumbamos todo el organismo educacionista que, por ser vetusto, se nos debe representar como venerable e intangible. gCémo? jNo tomamos, rectificando la con- ducta de nuestros padres por medida de la importancia del estudio, el disgusto que éste proporciona a los niftos! {Se deja paso libre a las iniciativas del nifio como camino que derechamente conduce a conseguir su cultura, sin raspar el elemento tipico que individualiza 45 su ser, en vez de someter el cerebro del educando al molde de los antojos de padres y profesores! No hay mas remedio, La verdad tiene sabor a retama para sus enemigos. Una concepcién mas verdadera y més optimista de la vida del hombre ha obligado a los pedagogos a modificar sus ideas. En individuos y colectividades donde ha penetrado Ia cultura moderna, se ve la vida desde un punto de vista contrario a las en- sefianzas del sentido cristiano. La idea de que la vida es una cruz, una enojosa y pesada carga, tiene que tolerarse hasta que la provi- dencia se harte de vernos sufrir, redicalmente desaparece. La vida se nos dice, es para gozar de la vida, para vivirla. Lo que atormenta y produce dolor débese rechazar como mutilador de la vida. El que pacientemente lo acepta es merecedor de que se le considere como un atdvico degenerado, o de ser un desdichado inmoral, si tiene conecimiento de lo que hace. El supremo deber individual que preside a !a conciencia del horabre es e! deber de nutrirse en todos los aspectos de nuestra vida. El supremo deber colectivo es irradiar la vida por todas partes. Esa hermosa tendencia tiene que cuajar y arraigar en las ge- reraciones de! porvenir, y el medio Unico y expedito de hacerlo consiste en llevar a la educacién el sentido de Froebel: todo juego bien dirigido se convierte en trabajo, como todo trabajo en juego. Por otra parte, los juegos sirven para dar a conocer el cardc- ter de! nifio y a lo que viene llamado a funcionar en la vida. Les padres y los pedagogos tienen que ser hasta cierto punto pasives en !2 obra educadora. Las observaciones del padre y las in- dicaciones dei profesor no deben convertirse en precepto imperati- vo a la manera de orden mecanica ni militar o mandato dogma- tice religioso. Unos y otros dan, en el educando, con una vida par- ticular. No se la puede gobernar con direccién arbitraria; se la debe desenvolver dindmicamente, de adentro para afuera, nada mas que ayudando a que sus disposiciones nativas se desarrollen. Por eso el educante no ha de proponerse a prieri, sin la con- suita previa, paciente y detenida de la naturaleza del nifio, que éste estudie para marino, o agricultor, o médico, etc. gPuédese destinar a los nifios, por el mero deseo de la voluntad del que los condiciona, a que sean poetas, a que estudien para filésofos o a que revelen en musica extraordinarias disposiciones geniales? Pues para el caso lo mismo da, El estudio de los juegos de los nifios demuestran su gran se- mejanza con las ocupaciones més serias de sus mayores. Los nifios 46 cembinan y ejecutan sus juegos con un interés y una energia que sélo abate el cansancio. Trabajan por imitar cuantas cosas pueden concebir que hacen los grandes. Construyen casas, hacen pasteles de barro, van a la ciudad, juegan a la escuela, dan baile, hacen de médico, visitan mufiecas, lavan la ropa, dan funciones de circo, venden frutas y bebidas, forman jardines, trabajan en minas de carbén, escriben cartas, se hacen burla, discuten, pelean, etc. El ardor y vehemencia con que hacen esto muestra cudn pro- fundamente real es para ellos, y revela ademas que los instintos en los nifios no difieren absolutamente de !os instintos a la edad viril. El juego espontdneo, que es de la preferencia del nifio, predice su ccugacién o disposiciones nativas. El nifio iuega a hombre, y cuan- do flega a la edad viril hace en serio aquello que de nifio le di- vertia. Taylor dice: ‘‘Debiérase ensefiar a los nifios a jugar con el mismo cuidado ccn que se le ensefaré mas tarde a trabajar’’.. . “to pocas muchaciias se han hecho excelentes costureras cortando y haciendo vestidos para sus mufecas; y muchos mucnachos apren- den e! uso'de las herramientas mds usuales jugando a los carpin- vos. Una amiguita ria llegd a ser una verdadera artista después aber jugado con sus pinceles y pinturas de color. Otro nifio eclamata cosas iriteresantes jugando a !as comedias, y algunos afios lespués did su examen brillante en el colegio utilizando los cono- entos que habia adquirido en e! juego. Asi también muchas de las im4genes poéticas de algunos autores denuncian los recuerdos los juegos y aventuras de la nifiez”. Ademiés, el juego es apto para desenvolver en los nifios el sen- tido altruista. El nifio, por lo general, es egoista, interviniendo en tan fatal disposicién muchas causas, sienco entre todas, la princi- pal, la ley de la herencia. De la cualidad indicada se desprende el natural despético de los nifios, que les lleva a querer mandar ar- bitrariamente a sus demds amiguitos. En el juego es en donde se debe orientar a los nifios a que practiquen la ley de la solidaridad. Las prudentes observaciones, consejos y reconvenciones de padres y profesores, débense encami- nar, en los juegos de los nifios, a probarles que se saca mas utilidad cen ser tolerantes y condescendientes con el amiguito que intransi- gente con él: que la ley de la solidaridad benefi a los demas y al mismo que la produce. R. Columbié. aT a xy ian Estudios y Tratamiento de la Documentacion, SA ! vill EL PROFESORADO Otra dificultad grave se me presenté con el personal. Por util que fuera la formacién del programa para el planteamiento de la ensefianza y de la educacién racional, venia después la necesidad de buscar personas aptas para su ejecucién y la practica me demos- tré que esas personas no existian. j Cuan verdad es que Ja necesidad crea al érgano! Habia maestros, jc¢é6mo no! Al fin, aunque no muy lucrativa, la pedagogia es una carrera que mantiene su hombre, no siendo siem- pre verdad el dicho vulgar que sirve para designar un desgraciado con esta frase: ‘jTiene mas hambre que un maestro de escuela!’’ porque la verdad es que en muchos, muchisimos pueblos de Espafia, el maestro forma parte de la junta caciquil en unién del cura, el médico, el boticario y el usurero, personaje este tiltimo que no siem- pre es el mayor contribuyente aunque sea el més rico del lugar, y en resumen el maestro tiene una paga municipal, iguala con los vecinos y también cierta influencia que puede traducirse a veces en beneficios materiales, y en las poblaciones importantes, si al maestro no le satisface la paga municipal, suele dédicarse a la in- dustria de la ensefianza en colegios particulares, donde, de acuerdo con el Instituto provincial, prepara burgueses jévenes para el ba- chillerato, y si no alcanza una posicién privilegiada vive en condi- ciones de defensa, como la generalidad de los ciudadanos. Habia también maestros dedicados a la llamada ensefianza lai- ca, denominacién, importada de Francia, donde tiene su raz6n de ser, porque alli la instruccién primaria, antes de ser laica, era ex- clusivamente clerical y ejercida por congregaciones religiosas, lo que no sucedia en Espafia, donde, por cristiana que fuera la ense- fianza, siempre era profesada por maestros civiles. Pero los maes- tros laicos espafioles, inspirados y alentados por la propaganda libre- pensadora y el radicalismo politico se manifestaba mas bien como anticatélicos y anticlericales que como verdaderos racionalistas. Ello es que los profesionales de la ensefianza, para adaptarse a 49 la ensefianza cientifica y racional, habian de sufrir una preparacién dificil en todo caso y no siempre realizable por los impedimentos de la rutina, y los que sin previas nociones pedagégicas, entusiasma- dos por Ja idea, acudian a ofrecernos su concurso necesitaban tam- bién y tal vez con mayor motivo su preparacién. Ei problema era de solucién dificilisima, porque no habia mas medio de preparacién y adaptacién que ia eScuela racional misma. Pero johk maravilla de la bondad del gistema! Creada la Escue- la Moderna por inspiracién individual, con recursos propios y con la vista fija en el ideal como criterio fijo, las dificultades se alla- naban, toda imposicién dogmatica era descubierta y rechazada, toda incursi6n o desviacién hacia el terreno metafisico era inmediata- mente abandonada, y poco a poco la experiencia iba formando esa nueva y salvadora ciencia pedagdgica, y esto, no sélo por mi celo y vigilancia, sino por los primeros profesores, y en ocasiones hasta por dudas ¢ ingenuas manifestaciones de los mismos alumnos. Bien puede decirse que si la necesidad crea al érgano, al fin el érgano satisface la necesidad. No obstante, dispuesto a llevar mi obra hasta el fin creé una Escuela Normal racionalista para la ensefanza de maestros, bajo la direccién de un maestro experimentado y con el concurso de los profesores de [a Escuela Moderna, donde se matricularon varios j6- venes de ambos sexos y empezé a funcionar con buen éxito, hasta que fa arbitrariedad autoritaria, obedeciendo la instigacién de mis- teriosos y poderosos enemigos, se opuso a nuestra marcha, forjan- dose la engafadora ilusién de haber triunfado para siempre. Como complemento de las ideas expuestas en este capitulo, juzgo conveniente incluir las que acerca de la pedagogia individual expuso en el “Boletin” mi amigo Domela Niewenhuis, en el si- guiente escrito “Nunca se hard bastante en pro de los nifios. Quien no se interesa por los nifios no es digno de que nadie se interese por él, porque los nifios son el porvenir. Pero los cuidados para los nifios deben ser guiados por el buen sentido; no basta tener buena vo- luntad; se necesita también saber y experiencia. ¢Quién cultiva plantas, flores y frutos sin saber algo de lo que le corresponde? éQuién cria animales, por ejemplo, perros, caballos, gallinas, etc., sin saber lo que es bueno y conveniente para cada especie? Pero en la educacién de los nifios, la cosa mas dificil del mun- 50 do, casi todo el mundo piensa que se tiene competencia para ello por el hecho de ser padre de familia. EI caso es verdaderamente extrafio: un hombre y una mujer se conciertan para vivir juntos, procrean un hijo y hételes conver- tidos de repente en educadores, sin haberse tomado la molestia de instruirse en lo mas elemental del arte de la educacién. No somos de los que dicen con Rousseau que es bueno todo lo que viene del creador de las cosas: que todo degenera en las manos del hombre. Ante todo no podemos decir que todo es bueno, y después de- claramos que no conocemos un creador de las cosas, ni menos un creador que tenga manos con las que haga como un habil obrero que copia un modelo. Y ademés, preguntamos: Por qué se dice que todo degenera? ¢Qué significa degenerar? Qué idea se tiene de un creador cuyo trabajo puede ser estropeado por los hombres que se consideran como un producto de Jas manos del creador? jConque es decir que uno de los productos puede estropear los otros! Si un obrero diese un producto asi a su patrén, pronto seria despe- dido por inhabil y torpe. Preséntase siempre dos lados: el positivo y el negativo; y mas se estropea generalmente por el !ado positivo que por el negativo. Hacer algo puede ser Util, pero también perjudicial; pero si impide algo, la naturaleza suele corregir lo que el nifto hace mal. El célebre pedagogo Froebel decia: “Vivamos para los nifios”. La intencién fué buena sin duda, y sin embargo, no compren- dia el secreto de la educacién. Ellen Key, quien en su gran libro “EL Siglo de los Nifios’” nos da tanto que pensar, tiene mas razon cuando dice: “Dejemos que los nifios vivan por si mismos”” Comiéncese la instruccién cuando el mismo nifio la pida. Todo el programa escolar, que es el mismo para todas las regiones de Francia, por ejemplo, es ridiculo. A las nueve de la mafiana sabe el ministro de instruccién ptiblica que todos los nifios leen, escriben 0 calculan; pero gtienen todos los nifios y también !os profesores el mismo deseo a la misma hora? ¢Por qué no dejar al profesor la iniciativa de hacer lo que parezca, ya que ha de conocer sus alum- nos mejor que el seftor ministro o cualquier burécrata, y debe tener la libertad necesaria para arreglar la instruccién a su gusto y al de sus discipulos? La misma razén para todos los estémagos, la misma racién para todas las memorias, la misma racién para todas las in- teligencias; los mismos estudios, los mismos trabajos. Victor Considerant, el discipulo de Carlos Fourier, escribié un 51 importante libro, ya olvidado, pero que merece ser resucitado, ’“Teo- ria de !a Educacién natural y atractiva’, en que pregunta: “Qué adiestrador de perros somete a la misma regla sus perros de mues- tra, sus lebreles, sus corredores, sus falderillos y sus mastines? ¢Quién exige de tan diversas especies servicios idénticos? ¢Qué jardinero ignora que unas plantas necesitan mds sombra, ofras més sol, unas mas agua, otras mas aire, ni que aplique a todas los mismos susten- t&culos y las mismas ligaduras, que pode a todas de la misma ma- nera y en la misma época o que practique el mismo injerto sobre todos los arbolillos silvestres? ¢Vale menos la naturaleza humana que la vegetal o Ia animal, para que dediquéis menos atencién a la cria de los nifios que a la de espinacas, las !echugas o los perros’. Acostumbramos a buscar lejos lo que esté a nuestro alcance si queremos y podemos ver y observar. Las cosas suelen ser senci- las, pero nosotros las hacemos complicadas y dificiles. Sigamos a la naturaleza y cometeremos menos faltas. La Peda- gogia oficial ha de ceder el puesto a la individual. Ellen Key de- seaba un diluvio que anegara a todos los pedagogos, y si el arca salvara Uinicamente a Montaigne, Rousseau y Spencer progresaria- me algo. Entonces los hombres no edificarian “‘escuelas” sino que plantarian vifias en las cuales la labor de los profesores seria le- vantar los racimos a la altura de los labios de los nifios, en vez de hacer que los nifios no puedan gustar, como sucede en el dia, mas que el mosto de fa cultura cien veces atenuado. En el huevo hay un germen: segtin su naturaleza ha de abrirse; pero no se abrira sino en el caso de que el huevo se halle colocado en una temperatura conveniente. En el nifio hay muchos gérmenes de facultades industriales, de numerosas vocaciones, pero esas vo- caciones no se manifestaran sino en el medio y en las circunstan- cias favorables a su exteriorizacién. Si tenemos érganos, preciso es que se formen y se desarrollen; preciso es dejar a los nifios la ocasién de desplegar la naturaleza, y la tarea de los padres y de los educadores consiste en no impedir. su desarrollo. Sucede como con las plantas: cada cosa tiene su tiem- po; primero las yemas y las hojas, después las flores y los frutos; pero mataréis la planta si la sujetdis a procedimientos artificiales para obligarla a invertir el orden natural de su desarrollo, Preser- vad, sostened, regad; he ahi la labor de Jos educadores. Los grandes iniciadores del socialismo comprendieron que el principio de todo es la educacién. Fourier y Robert Owen dieron ideas originales que no han sido comprendidas o que han sido des- 52 cuidadas. En ningtin manual de pedagogia se hallan esos nombres, y sin embargo merecen el puesto de honor, porque todas las ideas de educacién moderna que actualmente se propagan, se hallan en sus escritos. La grandeza de aquellos héroes del pensamiento aumenta cuan- to mds se“profundiza en sus obras. Admira su clarividencia; pero se explica considerando que han estudiado la naturaleza. Una vez més: seguid la naturaleza y seguiréis el mejor ca- mino”’. Ya en lus primeros niimeros del "Boletin de la Escuela Mo- derna’ se empezé la publicacién de los siguientes anuncios: A LA JUVENTUD La Escuela Moderna, en vista del buen éxito obtenido con su instituto inicial, y deseando extender progresivamente su accién sal- vadora, invita a los jovenes de ambos sexos que deseen dedicarse a la ensefanza cientifica y racional y tengan aptitud para ello a que lo manifiesten personalmente o por escrito, a fin de preparar la apertura de sucursales en varios distritos de esta capital. AL PROFESORADO LIBRE Los profesores y jévenes de ambos sexos que deseen dedicarse a la ensefianza racional y cientifica y se hallen despojados de pre- ocupaciones, supersticiones y creencias tradicionales absurdas, pue- den ponerse en comunicacién con el Director de la Escuela Moder- na para la provisién de plazas vacantes en varia escuelas. 53 Estudios y Tratamiento de la Documentacion, S.A 8 . & IX LA RENOVACION DE LA ESCUELA Dos medios de accién se ofrecen a los que quieren renovar la educacién de la infancia: trabajar para la transformcién de la es- cuela por el estudio del nifio, a fin de probar cientificamente que la organizacin actual de la ensefianza es defectuosa y adoptar mejo- ras progresivas; o fundar escuelas nuevas en que se apliquen di- rectamente principios encaminados al ideal que se forman de la sociedad y de los hombres los que reprueban los convencionalismos, las crueldades, los artificios y !as mentiras que sirven de base a la sociedad moderna. El primer medio presenta grandes ventajas, responde a una con- cepcién evolutiva que defenderan todos los hombres de ciencia y gue, seguin ellos, es la Unica capaz de lograr el fin. En teoria tiene razén y asi estamos dispuestos a reconocerlo. Es evidente que las demostraciones de la psicologia y de la fisiologia deben producir importantes cambios en los métodos de educacién; que los profesores, en perfectas condiciones para com- prender al nifio, pedrin y sabrén conformar su enseAanza con las feyes naturales. Hasta concedo que esta evoluci6n se realizard en el sentido de la libertad, porque estoy convencido de que la vio- lencia es la razén de la ignorancia, y que ef educador verdadera- mente digno de ese nombre obtendrd todo de !a espontaneidad, Porque conocerd los deseos del nifio y sabré secundar su desarrollo tnicamente dandole la mas amplia satisfaccién posible. Pero, en la realidad, no creo que los que luchan por la eman- cipacién humana puedan esperar mucho de ese medio. Los gobier- nos se han cuidado siempre de dirigir la educacién del pueblo, y saben mejor que nadie que su poder esté totalmente basado en la escuela y por eso:la monopolizan cada vez con mayor empefio. Pasé el tiempo en que los gobiernos se openian a la difusién de la instruc cién y procuraban restringir la educacién de las masas. Esa tdctica les era antes posible porque la vida econémica de las naciones per- mitia la ignorancia popular, esa ignorancia que facilitaba la domi- 55 nacién. Pero las circunstancias han cambiado: los progresos de la ciencia y los multiplicados descubrimientos han revolucionado las condiciones del trabajo y de la produccién; ya no es posible que el pueblo permanezca ignorante; se le necesita instruido para que la situacién econémica de un pais se conserve y progrese contra Ia concurrencia universal. Asi reconocido, los gobiernos han querido una organizacién cada vez mas completa de la escuela, no porque esperen por la educacién la renovacién de la sociedad, sino porque * necesitan individuos, obreros, instrumentos de trabajo mds perfec- cionados para que fructifiquen las empresas industriales y los ca- pitales a ellas dedicados. Y se ha visto a los gobiernos mas reaccio- narios seguir ese movimiento; han comprendido que la tactica an- tigua era peligrosa para la vida econémica de las naciones y que habia que adaptar la educacién popular a las nuevas necesidades. Grave error seria creer que los directores no hayan previsto los peligros que para ellos tYae consigo el desarrollo intelectual de los pueblos, y que, por tanto, necesitaban cambiar de medios de dominacién; y, en efecto, sus métodos se han adaptado a las nue- vas condiciones de vida, trabajando para recabar la direccién de las ideas en evolucién. Esforzdndose por conservar las creencias sobre las que antes se basaba la disciplina social, han tratado de dar a las concepciones resuitantes del esfuerzo cientifico una‘ sig- nificacién que no pudiera perjudicar a las instituciones estableci- das, y he ahi lo que les han inducido a apoderarse de la escuela. Los gobernantes, cue antes dejaban a los curas el cuidado de la edu- cacién del pueblo, porque su ensefianza, ‘al servicio de la autoridad, Jes era entonces util, han tomado en todos los paises la direccién de la organizacién escolar. . EI peligro, para elles, consistia en la excitacién de la inteli- gencia humana ante el nuevo espectéculo de la vida, en que en el fondo de las conciencias surgiera una voluntad de emancipacién. Locura hubiera sido luchar contra lag fuerzas en evolucién; era pre- ciso encauzarlas, y para eilo, lejos de obstinarse en antiguos pro- cedimientos gubernamentales, adoptaron otros nuevos de evidente eficacia. No se necesitaba un genio extraordinario para hallar esta solucién; el simple curso de los hechos IlevS a los hombres del poder a comprender !o que habia que oponer a los peligros presen- tados: fundaron escuelas, trabajaron por esparcir la instruccién a manos Ilenas y, si en un principio hubo entre ellos quienes resis- tieron a este impulso, —porque determinadas tendencias favore- cian a algunos de los partidos politicos antagénicos —todos com- prendieron pronto que era preferible ceder y que la mejor téctica consistia en asegurar por nuevos medios fa defensa de los intereses y de los principios. Viéronse, pues, producirse luchas terribles por la conquista de la escuela; en todos los paises se contintian esas luchas con encarnizamiento; aqui triunfa la sociedad burguesa y re- publicana, alla vence el clericalismo. Todos los partidos conocen la importancia del objetivo y no retroceden ante ningun sacrificio para asegurar la victoria. Su grito comtin es: “jPor y para la escuela!” Y el buen pueblo debe estar reconocido a tanta solicitud. Todo el mundo quiere su elevacién por la instruccién, y su felicidad por afiadidura. En otro’ tiempo podian decirle algunos: “Esos tratan de conservarte en la ignorancia para mejor explotarte; nosotros te que- remos instruido y libre’. Al presente eso ya no es posible: por todas partes se construyen escuelas, bajo toda clase de titulos. En ese cambio tan undnime de ideas, operado entre los direc- tores respecto de la escuela, hallo los motivos para desconfiar de su buena voluntad, y la explicacién de los hechos que ocasionan mis dudas sobre la eficacia de los medios de renovaciédn que intentan practicar ciertos reformadores. Por lo demas, esos reformadores se cuidan poco, en general, de la significacién social de la educacién; son hombres que buscan con ardor la verdad cientifica, pero que apartan de sus trabajos cuanto es extrafio al objeto de sus estudios. Trabajan pacientemente por conocer al nifio y llegarén a decirnos —todavia es joven su ciencia— qué métodos de educacién son mas convenientes para su desarrollo integral. Pero esta erencia en cierto modo profesional, en mi con- cepto, es perjudicialisima a la causa que piensan servir. No les considero en manera alguna inconscientes de las rea- lidades del medio social, y sé que esperan de su labor los mejores resultados para el bien general. ““Trabajando para revelar los secre- tos de Ia vida del ser humano —piensan—, buscando el proceso de su desarrollo normal fisico y psiquico, impondremos a la educacién un régimen que ha de ser favorable a la liberacién de las energias. No queremos ocuparnos directamente de la renovacién de la es- cuela; como sabios tampoco lo conseguiremos, porque todavia no sabrizmos definir exactamente lo que debiera hacerse”’. Procederemos por gradaciones lentas, convencidos de que la escuela se transformard a medida de nuestros descubrimientos, por la misma fuerza de las cosas. Si nos preguntdis cudles son nuestras esperanzas, nos manifestaremos de acuerdo con vosotros en Ia pro- vision de una evolucién en el sentido de una amplia emancipacién 57 del nifo y de la humanidad por la ciencia, pero también.en este caso estamos persuadidos de que nuestra obra se prosigue comple- tamente hacia ese objeto y le alcanzara por las vias mds rapidas y directas”. Este razonamiento es evidentemente légico, nadie puede ne- garlo, y, sin embargo, en él se mezcla una gran parte de ilusién. Preciso es reconocerlo; si los directores, como hombres, tuviesen las mismas ideas que los reformadores benévolos, si realmente les im- pulsara el cuidado de una organizacién continua de la sociedad en el sentido de la desaparicién progresiva de las servidumbres, po- dria reconocerse que los Unicos esfuerzos de la ciencia mejorarian la suerte de los pueblos; pero lejos de eso, es harto manifiesto que los que se disputan el poder no miran mds que la defensa de sus intereses, que sdlo se preocupan de la propia ventaia y de la satis- faccién de sus apetitos. Mucho tiempo hace que dejamos de creer en las palabras con que disfrazan sus ambiciones; todavia hay cén- didos que admiten que hay en ellos un poco de sinceridad, y hasta imaginan que a veces les impulsa el deseo de la felicidad de sus semejantes; pero éstos son cada vez més raros y el positivismo del siglo se hace demasiado cruel para que puedan quedar dudas sobre las verdaderas intenciones de los que nos gobiernan. Dei mismo modo que han sabido arreglarse cuando se ha pre- sentado la nevesidad de la instruccién, para que esta instruccién no se convirtiese en un peligro, asi también sabran reorganizar la escue- la de conformidad con los nuevos datos de la ciencia para que nada puedan amenazar su supremacia. Ideas son éstas dificiles de acep- tar, pero se necesita haber visto de cerca lo que sucede y cémo se arreglan las cosas en la realidad para no dejarse caer en el engafio de las palabras. ;Ah! j;Qué no se ha esperado y espera atin de la ins- iccién! La mayor parte de los hombres de progreso todo !o es- peran de ella, y hasta estos Ultimos tiempos algunos no han co- menzzdo a comprender que la instruccién sdlo produce ilusiones. C4ese en la cuenta de la inutilidad positiva de esos conocimientos adquiridos en la escuela por los sistemas de educacién actualmente en préctica; compréndese que se ha esperado en vano, a causa de que la organizacién de la escuela, lejos de responder al ideal que suele crearse, hace de la instruccién en nuestra época el mds po- deroso medio de servidumbre en mano de los directores, Sus profe- sores no son sino instrumentos conscientes o inconcientes de sus voluntades, formados ademas ellos mismos segtin sus principios; desde su mas tierna edad y con mayor fuerza que nadie han su- — BR frido la disciplina de su autoridad; son muy raros los que han esca- pado a la tirania de esa dominacién quedando generalmente impo- tentes contra ella, porque la organizacién escolar les oprime con tal fuerza que no tienen mds remedio que obedecer. No he de hacer aqui el proceso de esta organizacién, suficientemente conocida pa- ra que pueda caracterizarsele con una sola palabra: Violencia. La escuela sujeta a los nifos fisica, intelectual y moralmente para di- rigir ei desarrollo de sus facultades en el sentido que se desea, y les priva del contacto de la naturaleza para modelarles a su manera. He ahi la explicacién de cuanto dejo indicado: el cuidado que han tenido los gobiernos en dirigir la educacién de los pueblos y el fra- caso de las esperanzas de los hombres de libertad. Educar equivale actualmente domar, adiestrar, domesticar. No creo que los sistemas empleados hayan sido combinados con exacto conocimiento de cau- sa para obtener los resultados deseados, pues eso supondria genio; pero las cosas suceden exactamente como si esa educacién respon- diera a vasta concepcién de conjunto realmente notable: no podria haberse hecho mejor. Para realizarla se han inspirado sencillamen- te en los principios de disciplina y de autoridad que guian a los organizadores sociales de todos los tiempos, quienes no tienen mas que una idea muy clara y una voluntad, a saber: que los nifios se habitsien a obedecer, a creer y a pensar segtin los dogmas sociales que nos rigen. Esto sentado, la instruccién no puede ser m4s que lo que es hoy. No se trata de secundar el desarrollo espontaneo de las facultades del nifio, de dejarle buscar libremente la satisfacci6n de sus necesidades fisicas, intelectuales y morales; se trata de im- poner pensamientos hechos; de impedirie para siempre pensar de otra manera que la necesaria para la conservacién de las institucio- nes de esta sociedad; de hacer de él, en suma, un individuo estricta- mente adaptado al mecanismo social. No se extrafia, pues, que semejante educacién no tenga in- fluencia alguna sobre la emancipacién humana. Lo repito, esa ins- truccién no es mas que un medio de dominacién en manos de los directores, quienes jamés han querido la elevacién de! individuo, sino su servidumbre, y es perfectamente inutil esperar nada prove- choso de la escuela de hoy. dia. Y lo que se ha producido hasta hoy centinuard produciéndose en el porvenir; no hay ninguna razén pa- ra que los gobiernos cambien de sistema; han logrado servirse de la instruccién en su provecho, asi seguiran aprovechdndose también de todas las mejoras que se presenten. Basta que conserven el es- piritu de la escuela, la disciplina autoritaria que en ella reina, para 59 que todas las innovaciones les beneficien. Para que asi sea vigila- ran constantemente; téngase la seguridad de ello. Deseo fijar la atencién de los que me leen sobre esta idea: todo el valor de la educacién reside en el respeto de la voluntad fisica, intelectual y moral del nifio. Asi como en ciencia no hay demostracién posible mds que por los hechos, asi también no es verdadera educacién sino la que esté exenta de todo dogmatismo, que deja al propio nifto la direccién de su esfuerzo y que no se propone sino secundarle en su manifestacién. Pero no hay nada mas facil que alterar esta significacién, y nada més dificil que res- petarla. El educador impone, obliga, violenta siempre; el verdadero educador es el que, contra sus propias ideas y sus voluntades, puede defender al nifio, apelando en mayor grado a las energias propias del mismo nifio. Por esta consideracién puede juzgarse con qué facilidad se modela la educacién y cudn facil es la tarea de los que quieren do- minar al individuo. Los mejores métodos que puedan revelarse- les, entre sus manos se convierten en otros tantos instrumentos mas poderosos y perfectos de dominacién. Nuestro ideal es el de la ciencia y a él recurriremos en demanda del poder de educar al nifio favoreciendo su desarrollo por la satisfaccién de todas sus necesidades a medida que se manifiesten y se desarrollen. Estamos persuadidos de que la educacién del porvenir sera una educacién en absoluto espontanea; claro esté que no nos es posible realizarla todavia, pero la evolucién de los métodos en el sentido de una comprensién mds amplia de los fendmenos de la vida, y e! hecho de que todo perfeccionamiento significa la supre- sién de una violencia, todo ello nos indica que estamos en terreno verdadero cuando esperamos de la ciencia la liberacién del nifio. éEs este el ideal de los que detentan la actual organizacién escolar, es lo que se proponen realizar, aspiran también a supri- mir las violencias? No, sino que emplearén los medios nuevos y ms eficaces al mismo fin que en el presente; es decir, a la for- macion ‘de seres cue acepten todos los convencionalismos, todas las mentiras sobre las cuales_esté fundada la sociedad. 'No tememos decirlo: queremos hombres capaces de evolu- cionar incesantemente; capaces de destruir, de renovar constan- temente los medios y de renovarse ellos mismos; hombres cuya independencia intelectual sea la fuerza suprema, que no se Suje- ten jamds a nada; dispuestos siempre a aceptar lo mejor, dichosos por el triunfo de las ideas nuevas y que aspiren a vivir vidas mul- 60 tiples en una sola vida. La sociedad teme tales hombres: no pue- de, pues, esperarse que quiera jam4s una educacién capaz de producirlos. éCudl es, pues, nuestra misién? gCudl es, pues, el medio que hemos de escoger para contribuir a la renovacién de la escuela? Seguiremos atentamente los trabajos de los sabios que es- tudian el nifio, y nos apresuraremos a buscar los medios de aplicar sus experiencias a la educacién que queremos fundar, en el sen- tido de una liberacién mas completa del individuo. Mas écémo conseguiremos nuestro objeto? Poniendo directamente manos a la obra, favoreciendo la fundacién de escuelas nuevas donde en lo posible se establezca este espiritu de libertad que presentimos ha de dominar toda:la obra de la educacién del porvenir, Se ha hecho ya una demostracién que por el momento pue- de dar excelentes resultados, Podemos destruir todo cuanto en la escuela actual responde a la organizacién de la violencia, los medios artificiales donde los nifios se hallan alejados de la natura- leza y de la vida, la disciplina intelectual y moral de que se sirven para imponerle pensamientos hechos, creencias que depravan y aniquilan las voluntades. Sin temor de engafiarnos podemos poner al nifio en el medio, que le solicita, el medio natural donde se ha- lara en contacto con todo lo que ama y donde las impresiones vitales reemplazaran a las fastidiosas lecciones de palabras. Si no hiciéramos mas que esto, habriamos preparadc en gran parte la emancipacién del nifio. En tales_medios podriamos aplicar libremente los datos de la ciencia y trabajar con fruto. Bien sé que no podriamos realizar asi todas nuestras esperan- zas; que frecuentemente nos verfamos obligados, por carencia de saber, a emplear medios reprobables; pero una certidumbre nos sostendria en nuestro empefio, a Saber: que sin alcanzar atin cOm- pletamente nuestro objeto, hariamos mds y mejor, a pesar de la imperfeccién de nuestra obra, que lo que realiza la escuela actual. Prefiero la espontaneidad libre de un nifio que nada sabe, a la instruccién de palabras y la deformacién intelectual de un nifio que ha sufrido la educacién que se da actualmente. Lo que hemos intentado en Barcelona, otros lo han intentado en diversos puntos, y todos hemos visto que la obra era posible. Pienso, pues, que es preciso dedicarse a ella inmediatamente. No queremos esperar a que termine el estudio del nifio para emprender la renovacién de Ia escuela; esperando nada se hard jamas. Apli- o1 caremos lo que sabemos y sucesivamente lo que vayamos aprendien- do. Un plan de conjunto de educacién racional es ya posible, y en escuelas tales como las concebimos pueden los nifios desarrollarse libres y dichosos, segdin sus aspiraciones, Trabajaremos para per- feccionarlo y extenderlo. Tales son nuestros proyectos: no ignoramos lo dificil de su realizacion; pero queremos comenzarla, persuadidos de que sere- mos ayudados en nuestra tarea por los que luchan en todas partes para emancipar a los humanos de los dogmas y de los convenciona- lismos que aseguran la prolongacién de la inicua organizacién so- cial actual. x NI PREMIO NI CASTIGO La ensefianza racional es ante todo un método de defensa con- tra el error y la ignorancia. Ignorar verdades y creer absurdos es lo predominante en nuestra sociedad, y a ello se debe la diferen- cia de clases y el antagonismo de los intereses con su persistencia y su continuidad. Admitida y practicada la coeducacién de nifias y nifios y ricos y pobres, es decir, partiendo de la solidaridad y de la igualdad, no habiamos de crear una desigualdad nueva, y, por tanto, en la Es- cuela Moderna no habria premios, ni castigos, ni examenes en que hubiera alumnos ensorbebecidos con la nota de “‘sobresaliente’’, medianias que se conformaran con la vulgarisima nota de “apro- bados” ni infelices que sufrieran el oprobio de verse despreciados por incapaces. Esas diferencias sostenidas y practicadas en las escuelas ofi- ciales, religiosas e industriales existentes, en concordancia con el medio ambiente y esencialmente estacionarias, no podian ser ad- mitidas en la Escuela Moderna, por razones anteriormente expues- tas. No teniendo por objeto una ensefianza determinada, no po- dia decretarse la aptitud ni la incapacidad de nadie. Cuando se en- sefia una ciencia, un arte, una industria, una especialidad; cualquiera que necesite condiciones especiales, dado que los individuos pue- dan sentir una vocacién o tener, por distintas causas, tales 0 cua. les aptitudes, podrd ser Util el examen, y quiz4 un diploma acadé- mico aprobatorio lo mismo que una triste nota negativa pueden tener su raz6n de ser, no lo discuto; ni lo niego ni lo afirmo. Pero en la Escuela Moderna no habia tal especialidad; alli ni siquiera se anticipaban aquellas ensefianzas de conveniencia mas urgente en- caminadas a ponerse en comunién intelectual con el mundo; lo cul- minante de aquella escuela, lo que la distinguia de todas, aun de las que pretendian pasar como modelos progresivos, era que en ella se desarrollaban amplisimamente las facultades de la infancia sin 63 sujecién a ningin patrén dogmatico, ni aun lo que pudiera consi- derarse como resumen de la conviccién de su fundador y de sus pro- fesores, y cada alumno salia de alli para entrar en la actividad so- cial con la aptitud necesaria para ser su propio maestro y guia en todo el curso de su vida. Claro es que por incapacidad racional de otorgar premios, se creaba la imposibilidad de imponer castigos, y en aquella escuela nadie hubiera pensado en tan dafiosas practicas si no hubiera venido la solicitud del exterior. Alli venian padres que profesaban este ran- cio aforismo: ta letra con sangre entra, y me pedian para su hijo un régimen de crueldad; otros, entusiasmados con la precocidad de su prole, hubiera querido, a costa de ruegos y dadivas, que su hijo hu- biera podido brillar en un examen y ostentar pomposamente titu- los y medallas; pero en aquella escuela no se premié ni castigé a los alumnos, ni se satisfizo la preocupacién de los padres. Al que so- bresalia por bondad, por aplicacién, por indolencia o por desorden se le hacia observar la concordancia o discordancia que pudiera haber con el bien 0 con el mal propio o el de la generalidad, y ser- vian de asunto para una disertacién a propdésito del profesor corres- pondiente, sin mds consecuencias; y los padres fueron conforman- dose, poco a poco, con el sistema, habiendo de sufrir no pocas veces que sus mismos hijos les despojaran de sus errores y preocupaciones. No obstante, la rutina surgia a cada punto con pesada im- pertinencia, viéndome obligado a repetir mis razonamientos, sobre todo con los padres de los nuevos alumnos que se presentaban, por lo que publiqué en el Boletin el siguiente escrito: POR QUE LA ESCUELA MODERNA NO CELEBRA EXAMENES Los exdmenes clasicos, aquellos que estamos habituados a ver a la terminacién del afio escolar y a los que nuestros padres tenfan en gran predicamento, no dan resultado alguno, y si lo producen es en el orden del mal. Estos actos, que se visten de solemnidades ridiculas, parecen ser instituidos solamente para satisfacer el amor propio enfermizo de los padres, la supina vanidad y el interés egoista de muchos maes- tros y para causar sendas torturas a los nifios antes del examen, y después, las consiguientes enfermedades més o menos prematuras Cada padre desea que su hijo se presente en ptiblico como uno de los tantos sobresalientes del colegio, haciendo gala de ser un sabio en miniatura. No le importa que para ello su hijo, por espacio de quince dias o un mes, sea victima de exquisitos tormentos. Como 64 se juzga por el exterior, se viene a la consideracién que los dichos tormentos no son tales, porque no dejan como sefial el mas pe- quefio rasgufio ni la més insignificante cicatriz en la piel... La inconsciencia en que se vive con relacién a la naturaleza del nifio y a lo inicuo de ponerle en condiciones forzadas para que saque de su flaqueza psicolégica fuerzas intelectuales, sobre todo en la esfera de la merroria, impide a fos padres ver que un rato de satisfaccién de amor propio, puede ser la causa, corno ha sucedido muchas veces, de enfermedad, de la muerte moral y material de sus hijos. A !a mayoria de los profesores, por otra parte, esteriotipadores s, inoculadores mecanicos, mds que padres morales del educando, lo que més les interesa en los exdmenes es su propia personalidad y su estado econdmico; su objeto es hacer ver a los mds concurrentes a los examenes, que el alurano, bajo sae muchisimo, que sus conccimientos en extension y calidad excecen a Ig que se podia esperar de sus cortos afos y al poco tiempo Gue hace ha estado en el cciegio de tan meritisimo profesor Ademas de esa miserable vanidad, satisfecha a costa de la vida moral y fisica del alumno, se esfuerzan, esos determinados maestros, en arrancar placemes del vulgo, de los padres y demas concurrentes ignaros de lo que pasa en la realidad de las cosas, como un reclamo eficacisimo que les garantiza el crédito y el prestigio de la Tienda Escolar. En crudo, somos adversarios impenitentes de los indicados exd- menes. En el colegio todo tiene que ser efectuado en beneficio del estudiante. Todo acto que no consiga ese fin debe ser rechazado como antitético a la naturaleza de una positiva ensefianza. De los exémenes no saca nada bueno y recibe, por el contrario, gérmenes de mucho malo el alumno. A mas de las enfermedades fisicas suso- dichas, sobre todo !as del sistema nervioso y acaso de una muerte temprana, los elementos morales que inicia en la conciencia del nifio ese acto inmoral calificado de examen son: la vanidad enlo- quecedora de los altamente premiados; la envidia roedora y la hu- miflacion, obstaculo de sanas iniciativas, en los que han claudicado; y en unos y en otros, y en todos, los albores de la mayoria de los sentimientos que forman los matices del egoismo. He aqui razonado nuestro pensamiento por una escritura pro- fesional, en et siguiente articulo tomado del Boletin: 65 EXAMENES Y CONCURSOS Al finalizar el afio escolar hemos ofdo, como les afios: ante- riores, hablar de concursos, de exdmenes, de premios. Hemos vuelto a ver el desfile de nifios cargados de diplomas y de vollimenes rojos, adornados con follajes verdes y dorados; hemos pasado revista a la multitud de mamas angustiadas por fa incertidumbre, y de nifios aterrorizados por !as temibles pruebas del examen, donde han de comparecer ante un tribunal inflexible a sufrir tremendo interro- gatorio, circunstancias que dan al acto cierta desdichada analogia con los que se celebran diariamente en la Audiencia territorial. Ese es el simbolo de todo el sistema actual de ensefianza. Porque no se interrumpe solamente nuestro trabajo para san~ cionarle por marcas y clasificaciones en una época del afo, ni en una edad de ia vida, sino durante todos nuestros afios de estudio y para muchas profesiones durante toda la vida. Comienza la cosa desde que cumplimos cinco o seis afios, cuan- do se nos ensefia a leer, y en tan tierna edad, se nos obliga a pre- ocuparnos, no tanto de las “historias que ese nuevo ejercicio nos permite conocer, ni el dibujo mas 0 menos interesante de las letras, como el premio de la lectura que hemos de disputar; y fo peor es que se nos hace enrojecer de vergiienza si quedamos rezagados, 0 se nos infla de vanidad si hemos vencido a Ios otros, si nos hemos atraido Ja envidia y la enemistad de nuestros compafieros. Mientras estudidbamos gramatica, cdlculo, ciencia y latin, los maestros y nuestros padres no descansaban, como impulsados por acuerdo tacito, procurando persuadirnos que estabamos rodeados de rivales que combatir, de superiores que admirar 0 de inferiores que despreciar. ¢Con qué objeto trabajamos?, se nos ocurria preguntar alguna vez, y se nos contestaba que ya obtendriamos el beneficio de nuestros esfuerzos 0 soportariamos las consecuencias de nuestra torpeza; y todas las excitaciones y todos los actos nos inspiraban la conviccién de que si alcanzdsemos el primer puesto, si lograsernos ser mas que los otros, nuestros padres, parientes y amigos, el pro- fesor mismo, nos daria distinguidas muestras de preferencia. Como consecuencia légica, nuestros esfuerzos se dirigian exclusivamente al premio, al éxito. De ese modo no se desarrollaba en nuestro ser moral mas que la vanidad y el egoismo. La gravedad del mal aumenta considerablemente en la época en que se entra en la vida. El bachillerato es poco peligroso, pero abre la puerta a gran ntimero de carreras en que los concurrentes 66 se disputan cruelmente el derecho a Ia existencia. Hasta entonces no comprende el joven que trabaja para si, que necesita asegurarse por si mismo su porvenir, y se convencera cada vez mas que para ello necesita “vencer”’ a los otros, ser mas fuerte o mds astuto. De semejante concepcidn se resiente toda la vida social. Hemos encontrado en la sociedad hombres de toda condicién y de diferentes edades que no hubieran dado un paso ni hecho el menor esfuerzo si no hubieran tenido la intima conviccién de que todos sus méritos les serian contados y pagados integramente un dia. Los hombres de gobierno lo saben perfectamente, ya que ob- tienen tanto de los ciudadanos por las recompensas, avances, dis- tinciones y condecoraciones que otorgan. Eso es un resto vivaz del cristianismo. El dogma de la gloria eterna ha inspirado la Legién de Honor. A cada paso encontramos en la vida premios, concursos, exdmenes y oposicién, ghay algo mds triste, mas feo ni mas falso? Hay algo mas anormal que el trabajo de preparacién de los programas: el exceso de trabajo moral y fisico que tiene por efecto deformar las inteligencias, desarrollando hasta el exceso ciertas fa- cultades en detrimento de otras que quedan atrofiadas. E] menor reproche que se les pueda dirigir consiste en que son una pérdida de tiempo, y frecuentemente !lega hasta romper las vidas, hasta prohibir toda otra preocupacién personal, familiar o social. Los can- didatos serios no deben aceptar Jas distracciones artisticas, ni pen- sar en el amor, ni interesarse en la cosa publica, so pena de un fracaso. éY qué diremos de las pruebas mismas de los concursos, que no sea universalmente conocido? No hablaré de las injusticias in- fencionales, aunque de ellas puedan citarse ejemplos; basta que la injusticia sea esencial a la base del sistema. Una nota o una clasifi- cacién dada en condiciones determinadas, seria diferente si ciertas condiciones cambiasen; por ejemplo, si el jurado fuese otro, si el Animo del juez, por cualquier circunstancia, hubiese variado. En este asunto la casualidad reina como sefiora absoluta, y la casualidad es ciega. Suponiendo que se reccnociese a ciertos hombres en razon de su edad y de sus trabajos, el derecho muy contestable de juzgar el valor de otros hombres, de medirle y sobre todo de comparar entre si los valores individuales, necesitarian atin estos jueces establecer su veredicto sobre bases sélidas. En lugar de esto, se reducen al mi- nimum los elementos de apreciacién: un trabajo de algunas horas, una conversaci6n de algunos minutos, y con esto basta para declarar 8T si un hombre es mds capaz que otro de desempefar tal funcién, de dedicarse a tal estudio, o a tal trabajo. Reposando sobre la casualidad y la arbitrariedad, los concursos y los dictamenes que de ellos resultan gozan de un prestigio y de una autoridad universales, que se imponen, no sélo a los individuos sino también a sus esfuerzos y a sus trabajos. La misma ciencia se halla diplomada: hay una ciencia escogida alrededor de la cual no hay sino mediania; nicamente la ciencia marcada y garantida ase- gura al hombre que la posee el derecho a vivir. Denunciamos con complacencia los vicios de este sistema, por- que en él vemos una herencia de! pasado tirdnico. Siempre la misma centralizacién, la misma investidura oficial. Séanos permitido idear sin ser tachacios de utopistas, una socie- dad en que todos los que quieran trabajar puedan hacerlo, en que la jerarquia no exista, y en que se trabaje por el trabajo y por sus frutos legitimos. Comencemos por introducir desde la escuela tan saludables cos- tumbres; dediquense los pedagogos a inspirar el amor al trabajo sin sanciones arbitrarias, ya que hay sanciones naturales e inevitables que bastard poner en evidencia. Sobre todo evitemos dar a los nifios la nocién de comparacién y de medida entre los individuos, porque para que los hombres comprendan y aprecien la diversidad infinita que hay entre los caracteres y las inteligencias es necesario evitar a los escolares la concepcién inmutable de buen alumno a la que cada uno debe tender, pero de la cual se aproxima mas 0 menos con mayor 0 menor mérito. Suprimamos, pues, en las escuelas las clasificaciones, los exé- menes, las distribuciones de premios y las recompensas de toda cla- se. Este serd el principio practico. Emilia Boi En el ntimero 6, afio quinto, del Boletin crei necesario publicar lo siguiente: NO MAS CASTIGOS Recibimos frecuentes comunicaciones de Centros obreros ins- tructivos y Fraternidades republicanas, quejandose de algunos pro- fesores, que castigan a los nifios en sus escuelas. Nosotros mismos hemos tenido el disgusto de presenciar, en nuestras cortas y eScasas excursiones, pruebas materiales del hecho 68

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