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La Guerra Del Pueblos1
La Guerra Del Pueblos1
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www.ministeriodelacultura.gob.ve
Portada y Diagramación:
Jairo Noriega
Edición al cuidado de
Vanessa Chapman
José Zambrano
Los segundos han estallado uno tras otro hasta sumar millones,
durante estos once años en que seguimos prolongando tenaz-
mente tus luchas implacables. En cada uno de ellos, en una u
otra forma ha estado tu nombre FABRICIO.
En las fábricas, en los barrios, en las universidades y liceos,
en los caseríos y los bosques habita tu recuerdo y también
nuestros hijos se
llaman como tú FABRICIO.
Diego Salazar
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A los imperialistas les tendría sin cuidado que nosotros –dijo Raúl
Castro el 1 de mayo de 1959– izáramos en el mástil del Capitolio
Nacional la bandera roja con la hoz y el martillo y no realizáramos la
Reforma Agraria ni pusiéramos en marcha una política que afecte los
grandes intereses norteamericanos en nuestro país.
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Esto significa:
- Sacudir la tutela del imperialismo norteamericano.
- Liquidar el latifundio y las sobrevivencias semifeudales en el
campo.
- Desarrollo industrial independiente.
- Garantizar un nivel de vida adecuado a las grandes mayorías nacio-
nales, integradas por trabajadores de la ciudad y del campo.
- Recobrar la soberanía en la arena internacional, elaborando y apli-
cando una política exterior venezolana en relación estrecha con todos
los pueblos del mundo.
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Venezuela tiene que seguir su camino sobre las tumbas donde se oculta
el cadáver moral de los caídos al soplo diabólico de las fuerzas impe-
rantes. Venezuela ha de ir adelante en busca de sí misma; en busca de la
realidad de su gran fuerza de pueblo. La angustia que padece debe apro-
vecharla para el mejor encuentro de la vida. Como el acero, el pueblo
se está purificando en la fragua del dolor y se está templando sobre el
yunque de la reflexión...
Más que el terror armado lo está aniquilando ese entregarse fácil a la
disposición que embota y divierte el sentido de la responsabilidad...
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Son los hechos, siempre más decidores que las palabras, los encar-
gados de expresarlo.
El evidente crecimiento y desarrollo de los nuevos instrumen-
tos del Poder antifeudal y antiimperialista, y la quiebra de las formas
de gobierno no revolucionario, ya sean mono o pluripartidistas, de
democracia representativa o de dictadura militar, pone de manifiesto
que no se trata de una aventura sin posibilidades de victoria o de una
fórmula errónea y descabellada en pro de la correcta solución de la
crisis general que vive el país, y demuestra, a la vez, las debilidades
de la reacción para impedir el cambio revolucionario planteado en
la presente etapa histórica. Se necesita, en consecuencia, incremen-
tar por todos los medios, el mayor esfuerzo de los combatientes de
avanzada con el propósito de promover y afianzar la unidad nacio-
nal como palanca fundamental para vitalizar La guerra del pueblo y
proyectarla hacia la victoria.
En esta tarea de honor para los revolucionarios de vanguardia
están presentes las palabras admonitorias del ilustre cruzado antiim-
perialista, Mario Briceño Iragorry:
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Luchamos:
“Con el propósito de mantener la independencia y la inte-
gridad territorial de la Nación; fortalecer su unidad, asegurar la
libertad, la paz y la estabilidad de las instituciones”.
“Proteger y enaltecer el trabajo, amparar la dignidad
humana; promover el bienestar general y la seguridad social;
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Un casamiento revolucionario
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La noche de la detención
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Fabricio no se suicidó
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uno de los golpes fue en el plexo solar; fue un golpe bajo, según el
léxico boxístico. Eso le produjo un paro. Trataron de reanimarlo
administrándole estimulantes cardíacos. Un periodista que pro-
bablemente oyó la palabra droga habló en su reseña de barbitúri-
cos. Esos estimulantes fueron los que se le encontraron a Fabricio
en las vísceras, cuando le practicaron la autopsia. Lo de los esti-
mulantes no les dio resultado. Pensaron entonces en la salida del
suicidio. Estando tan cercano el de Alirio, creyeron poder pre-
sentarlo como un caso parecido. Pero el asesoramiento fue malo.
Nadie les dijo que un (ilegible) do, la cual es características. Falta
la circulación, ya no hay riesgo. Esto impide la cianosis, que es
la coloración azulada de la piel. La cara no puede presentar rictus
de angustias por la falta de aire. Los ojos no pueden brotarse. Un
cadáver no puede modificar sus rasgos.
Informes contradictorios
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Prólogo 7
I. Introducción 25