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FEMINICIDIOS EN MÉXICO
Un estudio de caso
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ÍNDICE
1. Introducción………………………………………………...……………………………4
-Feminicidio (caso Lesvy Berlín)
- ¿Cómo despierta el interés?
- Actos de injusticia
- Movimientos sociales, marchas, redes sociales
- ¿Cómo aborda la Iglesia el tema del feminicidio?
-Conclusión que genera las preguntas de reflexión
2. Preguntas de reflexión……………………………………………………………………..6
- ¿Cómo aborda la Iglesia el tema del feminicidio?
- Sabiendo que es un signo de los laicos, ¿cómo abordaríamos, desde nuestro ser
cristiano este tema?
- ¿Cómo buscar caminos de transformación y de cambio?
- ¿Cuál sería la llamada de Dios para una actuación concreta de esa realidad?
4. Lecciones y recomendaciones……………………………………………………………..7
5. Conclusiones………………………………………….………………….……………...10
6. Anexos (Diseminación)……………………………………………………..……...……11
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1. Introducción
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Arquidiócesis Primada de México, “Feminicidios, crimen impune”, Desde la Fe, abril 2017.
5
procuración de justicia, y que ha interpelado a los medios de comunicación (principalmente
por el impacto de las redes sociales en la discusión pública) y se ha puesto en reflector el
tema de los feminicidios.
También, en medio de estos movimientos de lucha y de protesta, nos viene la pregunta
de cómo ha sido el papel de nuestra Iglesia en México frente al tema, pero también va a dejar
una pregunta implícita sobre el lugar de la mujer en la Iglesia y la relación y el trato con la
mujer.
2. Preguntas de reflexión
La violencia feminicida es vista como una situación progresiva que puede terminar con la
muerte violenta de mujeres y es, como señalaría Margarita Bejarano Celaya, como un
continuum de violencias que las mujeres enfrentan para mantenerse en el orden social5.
El uso generalizado de la violencia por razón de género tiene una raíz estructural,
favorecido por un sistema androcéntrico hegemónico basado en relaciones asimétricas entre
hombres y mujeres. Las instituciones deben atender el problema, así como prevenir y
erradicar sus manifestaciones. Requerirá de transformaciones culturales profundas, así como
cambios en las normas de convivencia que nos permitan desmantelar los estereotipos de
género y caminar hacia formas no violentas de relacionarnos entre hombres y mujeres.
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Margarita Bejarano Celaya, “El feminicidio es sólo la punta del iceberg”, Revista Región
y sociedad / Número especial 4 / 2014, p. 13 (pps 13-44)
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Las diversas manifestaciones de la violencia en contra de las mujeres han demostrado
funcionar en la sociedad mexicana como mecanismos para conservar y reproducir la
situación de subordinación de las mujeres ante el ejercicio del poder masculino.
La Iglesia debe captar la significación profunda de la realidad. Debe hacer una lectura
creyente de la misma frente al problema de los feminicidios.
La violencia de género ha desestabilizado un sistema social, cultural, político y
económico. Ya no es posible concebir una sociedad patriarcal, piramidal, ni tampoco una
sociedad en donde quedaban establecidos los roles de género en la familia, en la sociedad y
en el ámbito laboral -por mencionar algunos-.
Lo cierto es que estas manifestaciones y movimientos sociales están moviendo
nuestras estructuras patriarcales, ¿cuáles?, la familia, la iglesia, la educativa, la política, la
social, y también pone en evidencia las carencias, crisis y la rigidez, así como la dificultad
para detectar y saber escuchar “los signos de los tiempos” y la resistencia en ocasiones
perversa para hacer cambios estructurales de fondo.
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Desde un enfoque teológico, como un primer paso, la sociedad y la Iglesia notan un
gran malestar por la cantidad de mujeres asesinadas, desaparecidas y por todas aquellas que
han sido violentadas en diferentes esferas y condiciones sociales.
Este malestar se ha manifestado de diversas formas que podemos revisar en notas
periodísticas, tanto en prensa escrita como en radio y televisión. Y se ha visto materializada
en diversas movilizaciones que se han convertido en diferentes campos de batalla, donde las
mujeres y diferentes grupos sociales, agrupaciones y organizaciones no gubernamentales se
han manifestado.
Y por supuesto, es consecuencia de que tanto el gobierno e instituciones no han
respondido a las demandas presentadas por las mujeres.
Como experiencia de fe se ha producido un despertar en la Iglesia Católica de México,
pero no concluyente y activo. No hay una adecuación entre el discurso y la experiencia de fe
frente al feminicidio.
Como un segundo paso en el enfoque teológico, haciendo una relectura de la
Revelación y la Tradición con una nueva percepción, si leemos desde el Antiguo Testamento
en Éxodo, Jueces, Génesis, Números y otros libros, encontramos a mujeres que participaron
en la liberación de Israel, de tal manera que, si nos remitimos a la Sagrada Escritura y a la
Tradición, la mujer está presente en ella, aunque, en algunas ocasiones, solo de forma
secundaria.
Ya en el Nuevo Testamento, tenemos los casos de Martha y María (Lc 10,38-42), la
mujer con flujo de sangre cómo fue liberada por Jesús (Mt 9, 20-22). Hoy en día, con una
violencia prácticamente ilimitada en contra de las mujeres, la hermenéutica tiende hacia un
llamado a la solidaridad con todas ellas.
Sin embargo, la sociedad no ha encontrado una respuesta contundente por parte de la
Iglesia.
Hoy la institución de la Iglesia tiene una oportunidad para poder reconocer su
necesidad de aprender a relacionarse con la mujer.
Si bien en esta institución no se han escuchado o manifestado sobre los feminicidios,
lo que sí ha sucedido es que se ha mantenido un modelo rígidamente patriarcal, dando a
suponer que es parte de su identidad como Iglesia.
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Será necesario recordar el modelo teológico evangelizador centrado en el Kerigma,
el cual centra la acción pastoral en el anuncio evangelizador y la articula en torno a la
proclamación de la Palabra, el testimonio y la transmisión de la fe.
Este modelo pide a la Iglesia un compromiso social y político, pues es evangelización
implícita, y que la misma Iglesia retome su papel como sujeto prioritario del discernimiento
de los signos de los tiempos a través de una pastoral orgánica.
En un tercer paso, se debe buscar intentar la reconstrucción de los grandes temas
teológicos. La Iglesia debe basarse, como se dijo en el punto anterior, en la mujer como sujeto
de liberación, no objeto de opresión.
Valdría retomar los aportes de la Teología de la Liberación, que surge en los años 70,
hasta la teología feminista que en 1986 organizó la Conferencia Intercontinental de Mujeres
Teólogas del Tercer Mundo.
Los grandes retos que afronta la Iglesia en estos momentos es recrear la espiritualidad;
esto no quiere decir que solo recemos ante el problema, sino que actuemos de forma solidaria
y cristiana como verdaderos hijos del mismo Padre. Será importante cambiar lenguaje y
actitud de forma que podamos acoger y actuar cristianamente ante estas situaciones.
También tenemos que ver cómo se puede cambiar y transformar la realidad tanto de
nuestra comunidad como de la Iglesia. Será importante generar cambios que impliquen
aceptación, acogida e interés por las mujeres que fueron oprimidas o fueron objeto de
violencia, así como de los hijos que han quedado en desamparo, dándoles a conocer que Dios
es Padre de todos.
En un último paso, debemos aproximarnos a un enfoque teológico maduro, es decir,
buscar en la misma teología una explicación (exégesis) para poder llegar a la hermenéutica
que me pide ahora esta situación.
De esta forma, podemos tener un acercamiento hacia la teología feminista en donde
se le dé a la mujer el valor que tiene como hija de Dios, heredera del Reino y partícipe de la
Gloria y Salvación. Hay que cambiar inclusive nuestro lenguaje y enfoque ante esta realidad
que se está viviendo ahora en nuestro País.
Sabemos que la mujer está luchando por un lugar en la Iglesia de la cual ha sido
relegada. Ahora ya son muchas las que quieren participar activamente en todas las decisiones
de la Iglesia.
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5. Conclusiones
Los movimientos sociales de colectivos feministas pueden ser una oportunidad de replantear
este cambio de paradigma estructural, pero no habrá que olvidar que detrás de “las causas
nobles” también existe “su perversión”. ¿Cuáles podrían ser algunas de estas perversiones?
Se está perdiendo la oportunidad de despertar y aprender cuando un movimiento que surge
de una necesidad real y concreta, la sociedad y las instituciones se vuelven “espectadores” y
además se cree que “el de al lado” es el que tiene que cambiar.
Se vuelve, entonces, en un espectador “pasivo” y el actor “activo” (el movimiento
social), al no sentirse interpelado, comienza a surgir la molestia, el enojo, la impotencia,
dando un giro a la intención de dicho movimiento y surgen la rivalidad, la revancha,
convirtiéndose en luchas de poder y/o la dinámica de víctima y victimario y así se repite de
fondo el drama humano que nos ha acompañado por siglos: de explotado a explotador, en
donde solo cambian los actores, perdiéndose por desgracia la misión y visión de origen del
movimiento.
Esto puede ser para la Iglesia “su propio signo de los tiempos”, no sólo tiene que ver
con el lugar pastoral que ocupe la mujer, sino en su trato, relación, empatía y sensibilidad
con ella.
Uno de los retos a tomar en cuenta como prioritario, es tener la capacidad relacional
afectiva en su trato con la mujer. ¿Cómo la piensa desde su sacerdocio?, ¿cómo considera a
la mujer su razón para vivir su misión de Jesús Buen Pastor?
“El modelo a seguir es Jesús y su trato con la mujer, que no hizo distinción, aprendió
a acercarse a ella sin violencia, fue incluyente. Jesús quería que todos compartieran una
convicción: Dios siente a los que viven perdidos como algo tan suyo que no descansa hasta
recuperarlos”6
La iglesia tiene la oportunidad de hacer una mirada diferente y enseñarnos a mirar a
la mujer y a mirarnos entre mujeres de manera distinta.
En el Jesús del Nuevo Testamento, podemos descubrir que uno de los signos del
Reino de Dios, es que forma un espacio sin dominación masculina, donde los varones pierden
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Pagola José Antonio, Jesús Aproximación Histórica, Ed. PPC, 2013, España, P.226-227
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el poder -como absoluto- y la mujer recupera su dignidad: saber vivir en libertad, pero
también distinguiendo espacios de igualdad, complementariedad y diferencia.
6. Anexos
(Gráfico 1)
Participación relativa de las presuntas víctimas de mujeres por delito (en porcentaje), de
enero a octubre de 2019.
(Gráfico 2)
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