Está en la página 1de 1

Vivimos en un mundo en continuo movimiento, dinámico, cambiante… líquido.

En

cambio nuestro sistema educativo se empeña en mantenerse estático, quieto, sólido.

La educación, es víctima de la modernidad líquida. El pensamiento está siendo

influenciado por la tecnología. Por ejemplo, hay una crisis de atención. Concentrarse es

dedicarse por un tiempo prolongado a una cuestión muy importante. Cada vez somos

menos capaces de hacer eso en forma correcta. Esto se aplica en gran parte a los

jóvenes. Los profesores se quejan porque no consiguen lidiar con ello. Ni siquiera

pueden leer un artículo que se les pide para la siguiente clase. Buscan citas, atajos,

fragmentos.

No hay forma de rebatir que Internet nos ha traído grandes ventajas. La facilidad de

acceso a la información, la facilidad con la que podemos pasar por alto las distancias.

Ahora, sólo hay que preguntar Google. En décimas de segundo nos da miles de

respuestas. Eliminamos uno de los problemas: no tenemos que pasar horas en la

biblioteca.

Si nos tardamos más de un minuto para acceder a Internet al encender la computadora,

nos ponemos furiosos. Nuestro paciencia disminuye. La información con más éxito, la

que tiene más probabilidades de ser consumida, son solo fragmentos. Otra cosa es la

persistencia. Obtener algo contiene en su interior una serie de fracasos que te hace

perder tiempo y tener que empezar de nuevo desde cero. Y esto es muy complicado. No

es fácil de mantener esta persistencia en este entorno con mucho tanto y tanta

información que fluye simultáneamente desde todos los lados.

También podría gustarte