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Facultad de Humanidades y Educación

Escuela de Educación
Área de Proyectos Pedagógicos y Servicio Social Cátedra de Desarrollo Personal y Responsabilidad Social
Diplomado en Orientación y Educación Familiar Profa. Mª Auxiliadora Álvarez y Rodríguez

El valor de la propia dignidad (Álvarez, M. A., 2008)

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22,39)

La autoestima es la capacidad de apreciarse y valorarse una persona a sí misma en justa


medida. Sin menospreciarse, al punto de caer en una falsa modestia, que no tiene que ver con la
verdadera humildad – decía Teresa de Ávila: “La humildad es la verdad”-, ni con la soberbia, que
lleva a una sobrevaloración de sí y a la autosuficiencia, las cuales nos impiden seguir aprendiendo de
las demás personas.

Implica una actitud constante de autoconocimiento y autoevaluación, de paciencia y


tolerancia con los propios errores y con los de los demás, que al fin y al cabo pueden ser vistos como
oportunidades de aprendizaje y crecimiento personal, sin que ello signifique una postura cómoda,
resignada y conformista, sino una revisión de las estrategias, los objetivos y el rumbo de nuestra
conducta o la propia vida con la íntima confianza de que podremos obtener provecho del resultado de
nuestras acciones.

La autoestima lleva a la conciencia de la propia dignidad y a la defensa de nuestros derechos y


los de las demás personas, al tiempo que nos enfrenta con la responsabilidad de tomar las riendas de
nuestra vida con una sana independencia, abierta a la ayuda y al apoyo de los demás. Se consigue a
lo largo del tiempo, en un proceso inspirado por la confianza que nos demuestran las personas
significativas para nosotros, las cuales nos demuestran su afecto, y reafirman nuestra personalidad.
Jamás nos aísla del mundo y de las otras personas, sino que por el contrario, nos hace estar en una
actitud de apertura, escucha y diálogo permanentes, que nos permite crecer como personas.

La autoestima implica un proceso de autoconciencia, que se alimenta de una intensa vida


interior, que nos hace conocer nuestras fortalezas y debilidades (u oportunidades de aprendizaje
y cambio), así como nuestras metas e ideales, proyectándonos hacia el porvenir. También se
relaciona con la autonomía, por medio de la cual, la persona es capaz de lograr un verdadero
autogobierno, siendo consciente de la necesidad y el por qué de las normas, sin llegar a caer en un
formalismo o legalismo asfixiante, logrando una base de principios claros que iluminan la toma de
decisiones.

Suscita un equilibrio en la persona, por medio del cual será capaz de innovar y desarrollar la
creatividad para poner en funcionamiento los talentos, así como de tomar la iniciativa, sin esperar
que haya siempre otras personas que señalen lo que hay que hacer o pensar.

A lo largo de nuestra vida, se efectúa un aprendizaje de la autoestima, especialmente en la


infancia, en la adolescencia y en la juventud. Hay algunas condiciones necesarias para poder lograr
nuestra autoestima y contribuir al desarrollo de la misma en los demás. Entre ellas están:

La valoración de la persona. Cada encuentro de personas constituye un auténtico “aprendizaje”,


ya sea un encuentro en el salón de clases o en cualquier otro lugar, para ello es imprescindible
darnos a conocer, fomentar el autoconocimiento y el conocimiento mutuo, lo cual se puede lograr
en un clima de respeto y genuina confianza. Este elemento está reñido con la manipulación y la
imposición a la fuerza.
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La expresión de sentimientos. Es muy importante en la relación personal. Es recomendable


manifestar los deseos y necesidades en forma directa: Yo deseo, yo necesito, me gustaría…

La comunicación afirmativa. Consiste en la expresión sincera de un sentimiento que reafirme la


confianza. Por ejemplo: “A mí me parece que te quedó muy bien”, “Creo que tienes habilidades para
esto”, etc.

Es preciso considerar a la persona total, no sólo en el ámbito intelectual, sino en el área


afectiva y emocional, y buscar la empatía que se logra al entrar en el “campo” de la otra persona, la
armonía que conlleva el respeto a la otra persona. Para ello, es necesario escuchar, entrar en
contacto, que no significa abrazar y besar continuamente, sino entrar en el mundo de la otra persona
con la sonrisa, con la mirada, con la expresión del rostro, con una palmada en el hombro en el
momento oportuno, sin estar a la defensiva ni al ataque. Se trata de demostrar que comprendemos,
no porque “nos pasó también a nosotros en tal momento”, sino porque de verdad nos situamos en el
lugar de la otra persona, tratamos de ver con su óptica, desde su perspectiva, nos colocamos donde él
o ella está. Nos quitamos nuestros zapatos para ponernos los suyos.

Es sumamente importante para desarrollar nuestra autoestima, aprender a estar a solas para
aceptarnos, valorarnos y sentirnos cómodos con nosotros mismos, observarnos y conocernos.
Apreciar las fortalezas y las debilidades, y aprender que las primeras, son abono para la autoestima,
pero si nos excedemos, se convierten en debilidades. Recordemos que la alta autoestima es el
resultado de percibir que la suma de las fortalezas es mayor que la de las debilidades, y como decía el
P. José María Vélaz (fundador de Fe y alegría): “No he conocido a ninguna persona en la que la
suma de sus cualidades sea menor que la de sus defectos”. Asimismo, en algunas ocasiones, las
debilidades pueden convertirse en fortalezas, cuando efectuamos una reorientación de las mismas
(proceso de reencuadre).

Si queremos ayudar a una persona a superar sus errores, podemos hacerlo mediante la
retroalimentación oportuna y adecuada (feedback), manifestando en primer lugar lo positivo y
luego lo mejorable de la conducta, de las acciones de la persona. Nunca debemos descalificar a nadie
en una supuesta crítica constructiva, porque podríamos causar graves daños a su autoestima. Para
fomentar la autoestima es necesario recordar siempre:

 Cada persona es diferente y merece respeto por el hecho de ser persona.


 Las comparaciones son odiosas y afectan negativamente a los que son comparados.
 La crítica destructiva, el resentimiento y la envidia atentan contra la autoestima y la propia persona.
 Todos somos necesarios y es preferible evitar la expresión: “nadie es imprescindible”.
 La importancia del principio de la abundancia (no ser mezquinos): “Comuniquemos el bien”,
“Hay de todo para todos”, y debemos luchar pacíficamente porque así sea.
 La perfección es un proceso de continuo aprendizaje y crecimiento.
 No existe la casualidad sino la „causalidad‟. Todo tiene un motivo, una razón de ser, un por qué.
 La belleza está en los ojos de quien la mira y cómo la mira.
 Todas las personas tienen derecho a que se les den oportunidades de aprendizaje.

La autoestima implica producir los talentos que Dios nos ha dado (Mt. 25,14-30). Forma parte
del valor de la responsabilidad desarrollar al máximo nuestras potencialidades, y ayudar a las otras
personas a lograrlo. Recordemos estas palabras de Jesús: “Ustedes son la luz del mundo. No puede
ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y se
pone debajo de la mesa, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la
casa.” (Mt 5,14-16)

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