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ANÁLISIS ECONÓMICO

DEL
DERECHO AMBIENTAL
González Nieves, Isabel Cristina
Análisis económico del derecho ambiental - 1a ed. - Buenos Aires:
Heliasta, 2008.
160 p. ; 23x16 cm.

ISBN 978-950-885-100-0

1. Derecho Ambiental. I. Título


CDD 346.046

Diseño de tapa: Eduardo Ruiz

ISBN 978-950-885-100-0

©2008, Editorial Heliasta S.R.L.

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I SABEL C RISTINA G ONZÁLEZ N IEVES

ANÁLISIS ECONÓMICO
DEL
DERECHO AMBIENTAL
PREFACIO

Partiendo de que la competencia sugiere una especificación de los derechos


de propiedad, reduciendo la incertidumbre y teniendo la posibilidad de pro-
mover una asignación y uso eficiente de los recursos, analizar la eficiencia
entraña comprender la situación institucional y las condiciones en las que
tiene lugar la transacción. Examinaré los inconvenientes del modelo tradicio-
nal y la solución preferible en la propiedad privada.
Expondré la política como se aplica en general, todo esto enfocado desde
el punto de vista económico y recorriendo la evolución de la doctrina.
Como el daño ecológico no es cuantificable a ciencia cierta, sólo podre-
mos cuantificar las consecuencias, y, como en la mayoría de los casos, no
sabemos o no conocemos la relación causa-efecto. La propiedad privada acla-
raría estas situaciones, dado que el interesado directo las conocería y se pre-
ocuparía de su seguimiento. De esta forma tendríamos la posibilidad de go-
zar de una mejor calidad de vida dentro del marco del Derecho.
El sistema de propiedad privada ofrece una posibilidad importante dentro
del problema de la escasez; las funciones de la propiedad privada en la com-
petencia son aglomerar el conocimiento de los arreglos contractuales alterna-
tivos y los usos de los recursos.
PRIMERA PARTE

INTRODUCCIÓN AL ANÁLISIS ECONÓMICO


DEL DAÑO AMBIENTAL
I. EVOLUCIÓN DE LAS DOCTRINAS ECONÓMICAS

Los escoceses del siglo XVIII, Francis Hutcheson, David Hume, Adam Smith,
John Millar, William Robertson, prefirieron seleccionar el modelo de pro-
ducción como variable explicativa; aunque los hombres fueran iguales, cons-
tituían sociedades diferentes según su modo de subsistencia. Esta teoría se
amplió hasta ser una filosofía de la historia. Adam Smith propuso la hipótesis
de que la humanidad podía dividirse en estadios, el cazador, el pastoril, el
agrícola, el industrial y el comercial.
De la teoría de las instituciones nacieron las teorías del mercado, de la
propiedad privada y de la distinción entre leyes de producción y distribución.
Empezaremos por las que han tenido mayor importancia. “Una de las princi-
pales contribuciones de la Escuela Escocesa a la filosofía social es la idea de
los efectos no planeados ni queridos de las acciones del individuo”1. Los
escoceses señalaron que, si bien el lenguaje de cada lugar es obra humana,
surge de la interacción y evolución no queridas, de intentos de los individuos
por comunicarse.
Adam Smith presentó así la institución del mercado donde nadie goberna-
ba, funcionaba en forma espontánea, y era el resultado social no querido de la
búsqueda del propio interés.
John Stuart Mill, en su obra Principios de Economía Política, 1848, dedi-
có un capítulo a la cuestión de si el Estado debía intervenir en la economía o
no. Distinguió ciertas intervenciones necesarias a las que llamó facultativas;
las necesarias eran las tendientes a establecer el marco legal, y que el merca-
do necesita para funcionar correctamente. En segundo lugar, distinguió, den-
tro de las intervenciones facultativas, las basadas en teorías erróneas de las
encaminadas a corregir defectos del mercado.

1P. SCHWARTZ Y A. CARBAJO, “Teoría económica de los derechos de propiedad”. Hacienda


Pública Española, N° 68, Madrid, 1981, pág. 223
14 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Mill presenta una lista de defectos de mercado divididos en efectos exter-


nos, rendimientos crecientes y falta de información. Esta clasificación se basa
en condiciones necesarias para la existencia de la competencia perfecta:
– discriminación, de bienes (eliminar las repercusiones externas del con-
sumo de unos bienes sobre otros),
– perfecta divisibilidad de factores (evita rendimientos crecientes y mono-
polios),
– perfecta información.
“Hemos de empezar a distinguir entre dos clases de intervención guberna-
mental que, aunque puedan referirse a la misma materia, difieren mucho en
su naturaleza y en sus efectos, y cuya justificación precisa motivos de muy
distinto grado de urgencia. La intervención puede extenderse hasta el control
de la acción del individuo. El gobierno puede prohibir a todas las personas
que hagan determinadas cosas, o que las hagan sin su autorización o puede
ordenarles que hagan ciertas cosas o darles a elegir entre hacerlas de deter-
minada manera o abstenerse de hacerlas. Ésta es la intervención autoritaria
del gobierno.
”Existe otra clase de intervención que no es autoritaria, cuando un gobier-
no en lugar de expedir una orden y obligar a cumplirla por medio de castigos,
adopta un procedimiento al que tan pocas veces recurren los gobiernos, y del
que podría hacerse un uso tan importante: el de aconsejar y publicar informa-
ción, o cuando el gobierno, dejando a los individuos en libertad de usar sus
propios medios en la persecución de cualquier objetivo de interés general, no
interviene en sus asuntos, pero no confía tampoco el objetivo a su cuidado
exclusivo y establece paralelamente a sus disposiciones un medio de acción
propio para la misma finalidad”2.
Las enseñanzas de Mill fueron recogidas en la Universidad de Cambridge
por Alfred Marshall y su discípulo Arthur Pigou. Marshall propuso el empleo
de subsidios para animar a las empresas con rendimientos crecientes, financia-
dos con impuestos cobrados a empresas con rendimientos decrecientes, maxi-
mizando así el producto social. Pigou codificó la noción de externalidades o
efectos externos, situaciones que, por mal funcionamiento del mercado, daban
como resultado que los costes sociales fueran mayores que los costes del pro-
ductor, o los beneficios sociales mayores que los beneficios del productor.
Veremos que luego nace el teorema de R. Coase, como crítica directa a las
nociones de defectos del mercado, costes sociales, propuestas por Pigou, dentro
de la tradición iniciada por Mill. Esta crítica de Coase se basará en el análisis
económico de los derechos de propiedad.

2
J. S. MILL, Principios de economía, con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social,
México, Fondo de Cultura Económica, 2a ed., 1951, cap. I, pág. 805.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 15

La segunda derivación de la doctrina de la Escuela Escocesa del siglo XVIII


es la discusión de los efectos económicos de la propiedad privada. Antes de J.
S. Mill, que había separado las leyes de producción de las de distribución,
Jeremy Bentham prestó atención a los derechos de propiedad.
El tema de la propiedad privada está analizado en los trabajos, primero,
desde un punto de vista concreto cuantificando el coste en bienestar de diver-
sos tipos de ataques a la propiedad privada; y desde un punto de vista general
de la seguridad. Sin leyes, decía Bentham, no hay seguridad, ni abundancia,
ni subsistencia cierta, en este estado sólo puede existir igualdad de desgracia.
Para imponer seguridad social, la ley debía crear un derecho de propie-
dad. La seguridad de poder conservar y transmitir libremente los frutos del
propio trabajo repercutía en la prosperidad, alcanzada en sociedades que se
basan en esto.
Para los economistas modernos tiene especial interés el análisis de Ben-
tham del coste de diversas reducciones del derecho de propiedad, directa-
mente o a través de las expectativas. Analizó utilizando el cálculo marginal,
el aumento de felicidad que nacería de una redistribución de la riqueza. Cuando
la seguridad y la igualdad no producen contraposiciones, la igualdad debe
ceder frente a la seguridad, porque ésta es el fundamento de la vida.
“Subsistema, abundancia, felicidad, todo depende de ella, pero la igualdad
no produce más que una posición de bienestar”3.
La seguridad y el derecho de propiedad fomentaban la riqueza; sobra por
tanto todo análisis de sistemas sociales alternativos, si no eran para condenar
las conclusiones de Bentham.
El tercer fruto de la Escuela Escocesa de las instituciones es la distinción
entre leyes de producción y las leyes de distribución. Es la discusión de la
interacción entre un Estado económico, sometido a la ley de la eficiencia, y
un metamercado institucional sometido a la ley de la Justicia, entre la pro-
ducción eficiente y el ordenamiento de los derechos de propiedad.
Mill necesitaba determinar en qué parte eran las leyes económicas inamo-
vibles y en qué medida podían modificarse por medio de reformas institucio-
nales. Llegó a la conclusión de que las leyes y condiciones que rigen la pro-
ducción de la riqueza participan del carácter de las leyes físicas, no hay en
ellas nada arbitrario ni facultativo; en cambio, la distribución de la riqueza
depende de las instituciones humanas; es decir que individual o colectiva-
mente pueden disponer de las cosas como más quieran.
Mill dividía en dos la sociedad, por un lado el mundo de la producción efi-
ciente sometido a leyes casi naturales, y el mundo de la distribución; modifica-

3 E. DUMONT, tr. R. SALAS J. BENTHAM, Tratados de legislación civil y penal, Madrid, 1820,
t. I, cap. VI, pág. 280.
16 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

ble por cambios o reformas institucionales. Mill se dio cuenta de que la distri-
bución tenía efectos sobre la producción y viceversa; la distinción de Mill tiene
el atractivo de haber visto que quizás el mundo de la eficiencia económica está
separado de las instituciones de propiedad y distribución personal.
Lord Robbins, en su conferencia “La teoría de la política económica en la
escuela clásica inglesa” (1952), insiste en que el sistema de libertad econó-
mica, visión clásica, no se basaba en la armonía natural de las actividades
interesadas de los individuos, sino que el buen funcionamiento del mercado
dependía de un conjunto de reglas que conduzcan y limiten la iniciativa indi-
vidual, que el residuo de la libre acción no dirigida desde el centro llegase a
conciliarse con los objetivos generales de interés público.
“Era necesario un marco legal, pero nada se decía sobre la posibilidad de
analizar económicamente tal necesidad ni la estructura y organización de tal
marco”4.
El análisis económico del metamercado especialmente en el ámbito de los
derechos de propiedad, es anterior a Coase; ya Frank Knight, en 1924, en su
artículo “Algunas falacias de la interpretación del coste social”, criticó a Pigou,
pero a pesar de ello sólo contribuyó a la consagración del libro de Pigou.
Otro predecesor fue Ludwig von Mises, mostrándose consciente de la co-
nexión entre externalidades y derechos, cuando señala que la falta de protec-
ción de los derechos de apropiación interfieren el correcto funcionamiento del
mercado. Se centró en la crítica de los impuestos y subsidios pigouvianos; no
procedió a un análisis detallado de la relación entre la definición correcta de los
derechos de propiedad y el bajo coste de su aplicación con el funcionamiento
parejo del mercado.
Con su artículo, Ronald Coase delimita los derechos de propiedad, que
son luego objeto de contratos en el mercado; al incluir los derechos de pro-
piedad en el metamercado designa así el mundo institucional en el que están
incluidos. Demostró que los efectos externos se internalizan sin impuestos ni
subsidios si los efectos podían disolverse por la libertad de contratación5.
Examinó las condiciones necesarias:
– derechos de propiedad definidos,
– costes de transacción nulos,
– compensaciones que no modifiquen la estructura de la demanda.
La condición de Coase reduce al metamercado que atribuya derechos de
propiedad, que no cuesten nada tratar de negociar.
Los defectos del mercado son del metamercado cuya organización institu-
cional adolece de defectos tales que en el mercado no puede contratarse de
4
C. SHORTS, ob. cit., pág. 226.
5
Coase publicó el artículo “The problem of social cost” en 1960; tenía por objeto criticar
la doctrina de los defectos de mercado que vimos en Mill y Pigou.
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forma óptima. Como es difícil que las condiciones de derecho de propiedad


estén definidos, y que los costes de transacción sean nulos, se le presenta el
problema de corregir los defectos del metamercado.
Richards Posner, propone que las instituciones jurídicas pueden analizar-
se económicamente, viendo en qué medida fomentan la productividad eco-
nómica. La contribución que hacen los cambios en el metamercado se efec-
túa con la continua redefinición de los derechos de propiedad a medida que
cambian la oferta y la demanda, y también con la atribución de los derechos
de propiedad a quienes van a emplearlos productivamente cuando el merca-
do no puede llegar a un óptimo naturalmente, porque los costes de transac-
ción son muy elevados.
Gran parte de la función productiva del metamercado se realiza de forma
natural por la costumbre y la jurisprudencia; Posner recalca que la concesión
de privilegios administrativos suele provocar competencia entre los que soli-
citan la protección estatal hasta el momento en que los gastos del lobbyng
sean iguales en el margen a la renta política obtenible. Posner completa así
los principios de Coase.

II. TIERRA COMO BIEN ESCASO

Cuando la tierra es abundante, cuanto más productiva es y fértil, no produ-


ce renta alguna; es en el momento donde decae sus poderes y el trabajo da un
rendimiento menor, cuando parte del producto de las tierras más fértiles se
pone aparte para la renta. Si el aire, el agua, la presión atmosférica, fuesen de
distintas calidades, también entran en ese razonamiento; producen renta a
medida que entran en uso las calidades sucesivas.
En la obra de Adam Smith, La riqueza de las naciones, en el libro II, nos
dice que el trabajo de la naturaleza se paga, no porque produzca mucho, sino
porque produce poco; en la misma medida en que se hace más mezquina de
sus dones exige un mayor precio por su trabajo. La renta es pues la remunera-
ción que corresponde a los titulares del factor naturaleza por su contribución
al proceso productivo; tierra, fauna, flora, corrientes de agua, pueden ser
materia de aprehensión y apropiación del hombre.
La combinación de elementos juntamente con el trabajo del hombre sirvie-
ron no sólo para la subsistencia y progreso del hombre, sino también para el
surgimiento de elementos más completos y procedimientos más evoluciona-
dos que constituyen hoy la compleja gama de recursos con que cuenta el
mundo entero.
Se ha polemizado en torno de la apropiación de la tierra por los particula-
res, la mayor parte de las veces con el especial propósito de atribuirse en
18 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

propiedad su rendimiento. Esta polémica surgió a partir del Renacimiento y


hasta mediados del siglo XIX, en el momento donde la Revolución Industrial
alcanza su plenitud, dado que en este espacio de tiempo no sólo el crecimien-
to demográfico había sido considerable, sino que la tierra y el trabajo seguían
siendo los factores de producción por excelencia, y, por consiguiente, el mo-
nopolio de la primera acarreaba a su titular el poderío económico. Es por eso
que la tierra, desde los albores de la ciencia económica, ha sido el factor
central del sistema analítico.
La fisiocracia, con el médico galo François Quesnay, 1694-1774, en lide-
razgo, consideraba a la agricultura la única fuente de riqueza, sosteniendo
que la industria y el comercio eran ramas de aquélla.
La teoría de Malthus, que partiendo de la observación de que una disponi-
bilidad limitada de tierra en el planeta, frente al crecimiento ilimitado de la
población, formulaba una sombría predicción en cuanto a la posibilidad de
alimentos.
Y por fin, la teoría de la Renta de David Ricardo, 1772-1823, que tomaba
como punto de referencia la distribución y titularidad de la tierra para elabo-
rar una teoría de la distribución de la riqueza y del ingreso que habría de tener
prolongada influencia en el pensamiento liberal y más aún en el socialista.

II.1.Las concepciones ricardianas


Por largo tiempo la tendencia a identificar la renta como ingreso no ganado
con el esfuerzo personal predominó; esta tendencia característica de las ideas
socialistas tuvo vigencia en algunos liberales, el principal de ellos fue Ricardo,
quien elaboró la teoría del valor fundándolo en el trabajo.
La tesis del ingreso no ganado involucra también, para muchos, el rendi-
miento derivado del capital, y esa distinción, conceptualmente, se justifica
porque el origen de los bienes de la naturaleza y del capital difieren como
fuentes de ingresos para sus titulares, por la forma en que se adquiere su
titularidad; los de la naturaleza, por apropiación y los del capital, por ahorro,
y eventualmente ambos por herencia.
Según el profesor Heimann6, ya sir William Petty, 1623-1687, había ade-
lantado en el siglo XVII la teoría de la renta, como el rendimiento derivado de
todo género de propiedad, e incluso anticipó la proposición de renta diferen-
cial, como algo proveniente de tierras de distinta fertilidad y proximidad a los
mercados de consumo.
Ricardo consideró la incidencia de la ley de los rendimientos decrecientes
de la tierra de cultivo sobre la agricultura. Si la tierra de cultivo no es ofrecida
6 E. HEIMANN, History of economic doctrines, Londres, Oxford Univ., Press, 1945, págs.

36-39.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 19

en cantidades limitadas por la naturaleza, se advierte que la explotación de las


tierras más fértiles y las mejor ubicadas irá obligando a cultivar tierras más
distantes, y aun de inferior calidad, hasta llegar a las de carácter marginal.
En tales condiciones, los titulares de las tierras más fértiles y mejor ubica-
das que producen con costes inferiores a los que son propios de las tierras
marginales recibirán un excedente que constituye la renta diferencial.
El coste por unidad de producción aumenta no sólo en razón de la calidad
progresivamente inferior de las tierras, sino también como fruto del incremento
de producción en cada una de ellas, debido a los rendimientos decrecientes.
Sólo con un incremento del precio corriente del producto, surgirán nuevos
cultivos para producir más y a mayores costes. La palabra renta, en este caso
renta diferencial, para Ricardo denota un superplús o excedente sobre el cos-
te, recompensa que no es requerida para hacer posible la producción.
“Si existiesen buenas tierras en cantidad mucho más abundante de la que
se requiere para la producción de alimentos para una población creciente, o si
el capital pudiese ser empleado indefinidamente sobre terrenos antiguos sin
estar sometido a un rendimiento decreciente, la renta no podría nacer, pues
ésta procede invariablemente del empleo de una cantidad adicional de traba-
jo con un menor rendimiento proporcional”7.
El concepto de renta elaborado por Ricardo y sostenido con pocas varian-
tes por casi la totalidad de los integrantes de la escuela liberal, entraña una
explicación que, partiendo de ciertos supuestos teóricos, serviría para expli-
car la retribución no sólo del factor naturaleza, sino de cualquier otro factor
de producción dentro de la estructura liberal y capitalista, porque:
1°) La oferta de todos los factores de producción en condiciones norma-
les es relativamente inelástica, a menores niveles de remuneración la canti-
dad ofrecida es mayor, dependiendo la relación entre remuneraciones y can-
tidad ofrecida de las circunstancias de tiempo y lugar de cada caso. Sólo en
caso de perfecta elasticidad en la oferta de un factor puede ampliarse o
restringirse ilimitadamente.
El motivo de esta inelasticidad relativa de los distintos factores deriva de
circunstancias psicológicas o físicas que conciernen al titular de las distintas
unidades al factor o bien del factor mismo, por ejemplo, el titular cuando
considera baja la retribución retrae la oferta, o por considerarla conveniente
la hace efectiva, y al factor mismo como en el caso de tierras desiguales que
se prestan o no para aceptar remuneraciones de distinto nivel.
2°) La demanda del factor, en razón de la ley de los rendimientos decre-
cientes, presenta un grado de elasticidad, es decir, una variabilidad de la can-

7 D. RICARDO, Principios de economía política y tributación, Buenos Aires, Claridad, 2007,

cap II, págs. 49-63.


20 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

tidad demandada en función del precio o remuneración requerida por el fac-


tor o su titular. La renta en el sentido ricardiano surge allí donde la oferta del
factor es menos que perfectamente elástica.
Para el titular de un factor de producción, cualquiera que sea el coste que
representa para él ofrecer el concurso de dicho factor en el mercado, está
representado por la satisfacción de que de otra manera hubiera disfrutado por
sí mismo, utilizando directamente los servicios para sus propios fines, y es
indudable que el coste de referencia aumenta para el titular del factor, a me-
dida que ofrece cantidades mayores de éste.
“Renta es aquella parte del producto de la tierra que se paga al propietario
por el uso de las fuerzas originales e indestructibles del suelo”8.
Las modalidades de la renta, en cuanto al mecanismo de su determinación
por el mercado, no difieren de las características de los demás factores, mien-
tras operen las tendencias de oferta y demanda. No tenemos razón para supo-
ner que la teoría ricardiana acerca de la renta diferencial ha sido abandonada,
pero lo que puede ser materia de discusión es el grado y las condiciones
limitativas que la sociedad impone a la propiedad privada bajo el marco con-
dicionante de la función social.
Pero no corresponden a ella características monopólicas propias en fun-
ción de una supuesta inelasticidad de su oferta, que justifiquen un tratamien-
to diferenciado de otros factores.

III. SIGNIFICADO Y NATURALEZA DE LOS RECURSOS

“La mayoría de los recursos del hombre son el resultado del ingenio huma-
no ayudado por los lentos, paciente y dolorosamente adquiridos saber y ex-
periencia”9.
Es la tecnología la que da valor a las materias primas sobre las que actúa,
es decir, se rehacen los dones de la naturaleza. Los recursos reflejaron todos
los cambios en las necesidades que los individuos fueron presentando y en
los objetivos sociales; los hombres no sólo construyen cultura, sino que tam-
bién la destruyen, esta destrucción no sólo se produce por el uso, sino tam-
bién por el desuso. La mayor destrucción no es llevada a cabo por el hombre
mediante el uso racional de la naturaleza, sino cuando ignora las consecuen-
cias a largo plazo y mediano plazo de un uso no racional.
El término recurso no se refiere a una cosa ni a una sustancia, sino a una
función que una cosa o sustancia pueden realizar, o una operación en la cual
8
D. RICARDO, ob. cit., pág. 52.
9
E. W. ZIMMERMANN, Introducción a los recursos mundiales, Ed. Henry L. Hunker, Libros
de economía, Barcelona, OIKOS, 1967, cap. I , pág. 21.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 21

pueden tomar parte; la mayoría de los recursos del hombre son el resultado
del ingenio humano, que evoluciona con el saber y la experiencia.
En la naturaleza hay carbón, pero no existen sus derivados, la naturaleza
contiene infinidad de elementos, pero no le sirven al hombre si éste no cono-
ce su existencia y si no es capaz de utilizarlos. La totalidad del planeta es de
dominio legítimo del científico natural, pero la totalidad de todos esos ele-
mentos constituidos por los recursos, siempre cambiantes, de un determina-
do grupo de población en un tiempo y lugar determinados son terreno del
científico social.
Los recursos cambian, es decir que no son estáticos, es la tecnología la que
les da valor. Los recursos no sólo son dinámicos en respuesta a la evolución del
saber sino también en respuesta a las necesidades, usos y objetivos sociales; los
recursos reflejan pues los cambios en los propósitos, la acción humana-técnica,
empresa de negociación, políticas de gobierno, pasa a ser un factor estratégico
para determinar el cambio de materia neutra a recurso y viceversa.
Observando que la revolución mecánica nos proporciona la clave del ren-
dimiento global moderno en el aprovechamiento de los recursos, el uso de la
energía inanimada, la posesión del equipo de capital, permiten que la ciencia
se haga eficiente, conciernen a la disponibilidad de los agentes naturales por
las sociedades, diferenciándolas unas de otras, por la posesión de la tecnolo-
gía que hace posible el uso de los recursos de acuerdo con sus expectativas.

III.1. La actividad económica


Desde muy antiguo el hombre ha provocado alteraciones graves, desde el
fuego, el desarrollo de la agricultura, etc.; estas sociedades se integraron en
el conjunto de ciclos biológicos y no modificaron gravemente su entorno;
con el advenimiento de la sociedad industrial la situación cambió radical-
mente; la sociedad industrial impuso nuevas relaciones económicas y socia-
les, creando tres focos de perturbación:
– La explotación de los ecosistemas, variando y reduciendo en muchos
casos la diversidad genética y los procesos ecológicos esenciales.
– La limitación de la naturaleza para absorber la enorme masa de residuos
de la producción y el consumo.
– La modificación del flujo de energía.
La degradación ambiental y el agotamiento de los recursos son problemas
de dimensión social. El economicismo simplificador de la ciencia económica
ha impedido considerar al factor medio ambiente en su total dimensión. Aun-
que el medio ambiente haya sido considerado como un factor de producción
en el sentido de suministrador de recursos, la perspectiva del agotamiento
por su uso y abuso cambia el planteamiento económico.
22 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

El mecanismo del sistema de precios de mercado ha excluido los bienes


y servicios ambientales, éstos pueden encuadrarse en la categoría de públi-
cos, por ser indivisibles y de propiedad común, aunque ocupando una si-
tuación preferencial de carácter vital.
El medio natural tiene una dimensión mayor que considerarlo como un
factor de producción más junto al trabajo y al capital. El medio ambiente no
sólo proporciona servicios recreacionales y actúa como fuente de recursos
y absorbedor de desechos, sino que es además sostén de la vida y base de
toda actividad económica.
La economía del medio ambiente debe partir como un sistema abierto,
tratando los flujos materiales y energéticos, creadores de externalidades
negativas, así como las interdependencias con otros subsistemas sociales e
institucionales, los conflictos entre grupos de interés, considerando los fac-
tores como cambiantes.
La evaluación de estos impactos debe realizarse a través del mercado, y
durante un proceso de discusión y mejora de valoración con la participa-
ción ciudadana, dentro de un marco de delimitación de derechos y obliga-
ciones.

III.2. La contaminación
“La contaminación es un cambio perjudicial en las características físicas,
químicas o biológicas de nuestro aire, nuestra tierra o nuestra agua, que pue-
de afectar o afectará nuestras condiciones de vida y nuestro acervo cultural o
que puede malgastar o deteriorar nuestros recursos de materias primas”10.
Los elementos que constituyen la contaminación son los residuos de cosas
que hacemos, utilizamos y arrojamos; además ésta a veces es producto del
transporte, la industria, la agricultura.
El coste de la contaminación se mide en tres formas:
– La pérdida de recursos a causa de la explotación innecesariamente antie-
conómica; la contaminación es un recurso fuera de lugar.
– El coste de la supresión y control.
– El elemento contaminante, que produce un coste en salud humana.
Clasificar la contaminación es una tarea difícil, pero en líneas generales
podemos hacerlo así:
– El medio: aire, agua, suelo...
– El elemento contaminante: plomo bióxido de carbono, desechos sólidos.

10 E. ODUM, Ecología, México, Ed. Interamericana, 3a ed., 1971, cap. XVI, pág. 476.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 23

Tenemos:
* contaminantes no degradables que se acumulan y que se magnifican bioló-
gicamente circulando por los ciclos y a lo largo de la cadena alimentaria;
* contaminantes biodegradables: incluye sustancias para las que existen
mecanismos naturales de tratamiento de desechos.
El problema surge cuando la aportación al medio excede la capacidad: de
descomposición o dispersión.

III.3. La apropiabilidad, efectos externos y recursos naturales


Se dice que un activo es perfectamente apropiable cuando el propietario
puede excluir a los demás del acceso a su uso. Esta capacidad de exclusión
puede redundar en que su propietario puede cobrar por el uso del activo y, por
tanto, puede percibir las ganancias potenciales derivadas de sus servicios.
Los activos inapropiables de propiedad común son aquellos en los que los
servicios del activo sean libremente disponibles para cualquiera que los de-
see utilizar.
Sólo interesa la apropiación de aquellos servicios en los que los costes de
exclusión son inferiores a los ingresos, en caso de que éstos sean llevados a
cabo. Este equilibrio entre los costes y los ingresos depende a su vez de las
instituciones –mercados, sistemas legales– que adopte la sociedad para crear
y proteger los derechos de propiedad común.
El propietario tiene un incentivo para controlar la utilización, para prote-
ger su capacidad de generar recursos o ingresos a largo plazo. Pero nadie
tiene incentivo en economizar en el uso de un recurso de propiedad común.
Cualquier beneficio derivado de la conservación actual de un recurso de este
tipo queda libremente disponible en el futuro para cualquiera que lo desee.
Los recursos de propiedad común son bienes gratuitos, no existe cuota de
acceso al uso; en consecuencia, el beneficio marginal de la última unidad pro-
ducida es nulo. No debe sorprendernos que nuestros lagos y ríos se hayan con-
vertido en vertederos de desechos industriales y urbanos, ni que se agoten las
reservas de pesca; es necesario imponer una cuota adecuada a estos recursos. La
característica de un régimen de propiedad común invita a la sobreexplotación.
Los efectos externos en la producción crean problemas al sistema de pre-
cios en lo que respecta al control de nuestro stock de recursos naturales, debi-
do a que el régimen de propiedad común de ciertos recursos ofrece incenti-
vos para la explotación desmedida. En principio, estos problemas podrían
resolverse permitiendo que el mercado determinase la tasa de utilización, una
vez designados los stocks individuales con propiedad sobre ellos.
El problema se presenta en aquellos recursos de uso común en los cuales
el control es difícil –vgr. pesca de altura–, especialmente cuando se pretende
24 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

preservar un entorno competitivo en ese sector. Además de los efectos exter-


nos en la producción existen también por el lado del consumo, vgr. contami-
nación atmosférica.
“Por el tipo de polución... se pueden dar casos de depósitos de sulfuros,
en forma de lluvia ácida, o partículas sólidas o en la emisión de varios des-
perdicios en los ríos que polucionan aguas abajo”11.
La negociación podría resultar en un nivel de contaminación aceptable
mediante acuerdos que determinen las cantidades a pagar por los consumido-
res, de manera que el valor del aire y del agua fuera igual en el margen al
coste, para los productores, de reducir la contaminación. Si se tomarán medi-
das correctas se llegaría a un nivel de contaminación óptima.
Otro aspecto son las generaciones futuras de consumidores; éstas sólo afec-
tan el mecanismo de precios en la medida en que las expectativas sobre sus
preferencias influyan en la adopción de decisiones por parte de los propieta-
rios actuales de los stocks de recursos, o en la medida en que la generación
actual obtenga una satisfacción directa de la donación de una herencia a sus
descendientes.
Un tipo de interés elevado refleja exactamente la estructura de la preferen-
cia de los consumidores. Las generaciones futuras no pueden negociar fallo
de mercado; por tanto, hay que tener en cuenta la política y la ética en las
decisiones.

III.4. Conceptos fundamentales en torno del coste social


En 1897 Vilfredo Pareto enunció una condición relativa a la asignación de
recursos en la que no cabe alejarse un poco de la posición existente de mane-
ra que el beneficio de cada individuo aumente, cualquier modificación de
dicha posición originará un aumento del beneficio disfrutado por algún indi-
viduo disminuyendo la de otro; esto es lo que llamamos óptimo de Pareto.
“Éste puede ser interpretado como una regla normativa para la decisión
social, que permite efectuar elecciones entre pares de situaciones de la eco-
nomía. El óptimo de Pareto define una situación en la que el bienestar de la
comunidad aumenta si todos y cada uno de los individuos que la componen
se encuentran en mejor situación, o si por lo menos un individuo se encuentra
en mejor situación sin que ningún otro empeore. Esto equivale a decir que un
óptimo de Pareto será aquel punto en el que resulta imposible realizar cual-
quier cambio sin que al menos un individuo se encuentre en peor situación”12.
11 W. J. BAUMOL, The theory of enviromental policy, 2a ed, Press Syndicate of Cambridge

University, 1988, pág. 279.


12 J. F. CORONA RAMÓN, Una introducción a la teoría de la decisión pública (PUBLIC CHOICE),

Madrid, Inst. de la Administración Pública, 1987, págs. 11-12.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 25

En un entorno social, la eficaz asignación de recursos se identifica con el


logro de una situación de tipo paretiana, lo que permite comparar una situa-
ción asignadora de recursos de otra manera más clara que si propusiéramos
determinar si realmente ha sido alcanzado un máximo valor. Se plantearía, si
es posible, que alguien pueda aun ganar algo sin que alguna persona resulte
perjudicada. Es postulado central del análisis económico el que asevera que
todo individuo maximizará siempre su renta o beneficio real, habida cuenta
de las existentes limitaciones a su comportamiento que impiden a una perso-
na alcanzar una renta infinitamente elevada.
Estas restricciones incluyen la natural escasez de los recursos, la ley de
rendimientos decrecientes, los costes de transacción que comprenden a los
contratos y los relativos a la definición y cuidado de los derechos sociales,
estas dos últimas restricciones aparecen en todo entorno social.
En el esquema o paradigma de la economía neoclásica, dado un conjunto
de supuestas restricciones, se consigue la eficiente asignación de recursos
cuando el beneficio neto adicional marginal para la sociedad se anula y se
maximiza el volumen total de los ingresos reales, generados a partir de los
recursos escasos. Habida cuenta de las variables endógenas, el conjunto de
igualdades marginales puede alcanzar complejidades tales que cabe pensar
que existen situaciones en las que determinados valores marginales no se
equiparan entre sí.

III.5. Enumeración de costes y beneficios


EFECTOS EXTERNOS:
Una economía o deseconomía es aquella consecuencia de una acción que
produce un beneficio apreciable, o un daño importante, a un grupo o a una
persona que no son parte interesada en la decisión de llevar a cabo la acción
cuyas consecuencias consideramos como externas.
“Siempre que una persona o una empresa emprende una acción que produ-
ce un efecto en otra u otra empresa por el que esta última no paga ni es
pagada, decidimos que hay una externalidad”13.
Si consideramos una ciudad con transporte privado y público, y si el ayun-
tamiento decide instalar una nueva línea de autobús más directa, tendríamos
un coste inicial, que es la suma del coste de capital más los costes de funcio-
namiento. Si se calcula la tarifa por los costes medios presentará seguramen-
te pérdidas, además de las pérdidas que sufrirán las otras líneas frente a la
comodidad de la nueva; evidentemente, no sería conveniente instalar esta
nueva línea de transporte en términos financieros.

13 J. E. STIGLITZ. La economía del sector público, Antoni Bosch, ed. Barcelona, 1988, 2da.

parte, cap. 8, pág 230.


26 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

“No siempre los costes y beneficios sociales se corresponden con los flu-
jos monetarios”14.
En el caso del uso de un vehículo particular, el coste marginal no sólo está
representado por el uso de la gasolina, el uso de la red vial, sino también por
la congestión adicional, la polución. Estos costes de congestión no están in-
cluidos en el precio de la gasolina ni en los impuestos, esto produce una
distinción que favorece el transporte privado. Muchas veces la estructura del
transporte público y privado depende de consideraciones políticas.

BENEFICIOS SOCIALES:
– Reducción del coste para el usuario del servicio, al poder usar una línea
más rápida y directa;
– El ahorro de tiempo para los usuarios de esta nueva línea.
– La comodidad de los usuarios de la nueva línea, de las viejas y del auto-
movilista, siendo el efecto externo la descongestión de los dos últimos casos.

COSTES SOCIALES:
Los costes que nos interesan en este último análisis no son los costes fi-
nancieros sino los de oportunidad. Por esto podemos indicar que en algunos
casos, por ejemplo, el coste de la mano de obra puede eliminarse, ya que de
quedar desocupados, su coste de oportunidad sería nulo. En caso contrario,
puede darse la circunstancia de que no haya flujo monetario y si se deba
contabilizar un coste de oportunidad.
Por ejemplo, el uso de un terreno estatal al que se debe fijar una renta,
según su valor alternativo y no histórico, ya que su ocupación implica un uso
y no otro.
“Análogamente a la vertiente de los beneficios, los efectos externos nega-
tivos deben incluirse en el análisis como auténticos costos sociales. En este
aspecto podemos indicar como ejemplo los incrementos en niveles de ruido y
polución”15.

IV. RECURSOS AGOTABLES

La economía convencional, al dirigir su atención preferente al estudio de


los flujos monetarios, pierde su dimensión científica social y queda reducida
a mera ingeniería social. Además, el modelo tradicional del flujo circular de

14 E. ALBI IBÁÑEZ, Introducción a la economía del coste beneficio, Madrid, Inst. de estu-

dios fiscales, 1976, pág. 58.


15 Idem, pág. 61.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 27

la renta no contempla la dimensión ecológica-ambiental del proceso econó-


mico ligado a la utilización de recursos naturales y eliminación de residuos,
así como tampoco el carácter del proceso irreversible marcado por el flujo
unidireccional de la energía que subyace a todo organismo, ecosistema y or-
ganización social.
El modelo circular de la renta mantiene implícitamente una concepción
mecanicista de la economía al suponer que el proceso económico es siempre
reversible. El proceso económico se identifica así con un mecanismo circular
autosostenido que, al igual que un péndulo, puede volver a sus condiciones
iniciales –proceso reversible–, según los bienes y servicios se desplacen re-
versiblemente en el mercado con las fluctuaciones de oferta y demanda.
Podemos decir que el proceso económico, al igual que cualquier proceso,
es irreversible, por tanto, no podemos explicarlo en términos mecánicos ex-
clusivamente. Cualquier proceso llevado a efecto en la máquina económica
tiene consustancialmente asociado un flujo de energía que se degrada irreme-
diablemente.
La circulación económica de bienes y servicios puede traducirse en térmi-
nos energéticos, y así, lo que tradicionalmente se ha considerado como circu-
lación real es esencialmente energética.
La máquina industrial utiliza un flujo de energía que entra en el sector
productivo y circula en forma de bienes y servicios, información, trabajo, que
son respectivamente utilizados y presentados por las unidades de consumo
hasta salir nuevamente al medio en forma de calor irrecuperable –entropía–,
junto con los desechos residuales no reciclados biológicamente derivados de
los recursos utilizados.
En la medida en que los materiales y la energía son indestructibles, sólo se
transforman, los bienes no se consumen definitivamente, se devuelven al medio
como residuos.
Si queremos estudiar la economía desde un punto de vista global y en
términos estructurales tendremos que profundizar en el conocimiento de sus
relaciones con los otros sistemas sociales y naturales.

IV.1. La ecología
“La ecología como disciplina científica apareció al final del siglo XIX con
el biólogo alemán E. H. Haeckel, y en 1935, con el botánico inglés A. G.
Tarisley, apareció el ecosistema, principal noción que distingue el tipo de
objeto de esta ciencia de la mayor parte de los ámbitos de investigación. En
1969, se realizó en California una unión entre la ecología científica y la toma
de conciencia de la degradación del medio ambiente, no sólo local sino tam-
bién global, que afecta al alimento, a los recursos, a la salud, al psiquismo de
28 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

los mismos seres humanos, así se pasa de la ciencia ecológica a la conciencia


ecológica”16.
La ecología entendida como biología de los ecosistemas, o como la econo-
mía de la naturaleza, nos enseña a comprender con mayor exactitud los pro-
cesos económicos. Cualquier forma de vida se basa en el funcionamiento de
los sistemas ecológicos o ecosistemas. La actividad del ecosistema global se
desarrolla tomando principalmente la energía recibida del Sol.
En el ecosistema pueden distinguirse cuatro componentes: aire, agua, tie-
rra, vida, todos ellos en continua interacción con una base común, el flujo de
energía que atraviesa los ecosistemas.
Éste es unidireccional e ilimitado, pero los materiales minerales y orgáni-
cos son limitados y se encuentran sometidos a un reciclaje permanente –ciclo
de materialización de la materia–. Un ecosistema natural se caracteriza por
las relaciones entre elementos vivientes y no vivientes.
“Estas relaciones entre los elementos de un ecosistema consisten funda-
mentalmente en transferencias de energía, puesto que la relación ecológica
en última instancia es de tipo energético”17.
Los procesos vitales, además de energía, requieren el mantenimiento de
los ciclos bioquímicos por los cuales se produce el pase alternativo de ele-
mentos entre el medio inorgánico y la materia viva, cuyas diversas fases se
desarrollan en el seno de los ecosistemas dotando a la biosfera vida de un
importante poder de regulación.
La evolución que experimentan los ecosistemas en una sucesión ecológi-
ca, con tendencia a estadios de mayor complejidad y organización requiere;
para que sea mayor que haya diversidad de especies, que traerá un mayor
nivel y capacidad de regulación frente a las fluctuaciones de carácter interno
y externo al ecosistema.
“La diversidad suele ser un fenómeno contrapuesto a la productividad del
sistema ecológico natural, especialmente cuando éstos se hallan bajo la ex-
plotación del hombre. Consecuentemente, existe un dilema entre productivi-
dad y estabilidad –baja diversidad–, el correspondiente ecosistema estará ex-
puesto a fluctuaciones más intensas”18.
La estrategia de desarrollo o sucesión de un ecosistema es coincidente con
la estrategia a largo plazo, en el sentido de que alcanzar la mayor protección
contra sus perturbaciones permite el mantenimiento de un equilibrio dinámi-

16 E. MORÍN, “Conciencia planetaria”, París, Revista de prensa, El País, Madrid, 28 de


.
octubre de 1989.
17 L. JIMÉNEZ HERRERO, Economía, energía, ecología, y medio ambiente, ante un nuevo

paradigma, Economía y medio ambiente, Monografías 7, MOPU, Madrid, 1984, pág. 27.
18 Idem, pág. 30.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 29

co mediante complejos mecanismos de control autorregulables. El desarrollo


de los ecosistemas ecológicos tiene aspectos paralelos al desarrollo de la so-
ciedad humana.
Las enseñanzas de la ecología pueden ser resumidas en cuatro leyes:
– En los ecosistemas todo está relacionado con todo lo demás.
– Todo debe ir a alguna parte.
– La naturaleza sabe lo que hace.
– En ecología como en economía no hay ganancia que no cueste algo.
Como el ecosistema mundial es un todo conexo en el que nada puede ga-
narse o perderse, y que no es susceptible de un mejoramiento total, cualquier
cosa extraída de él debe ser reemplazada.
“El pago de ese precio es inevitable y sólo puede aplazarse. La crisis ac-
tual del medio ambiente es una advertencia de que hemos aplazado el pago
demasiado tiempo”19.

IV.2. El reciclado en el proceso económico


Entre la economía y la ecología existe una estrecha relación, que permite
tratar los sistemas económicos como parte de ecosistemas naturales más am-
plios; considerada la problemática ecológica, la degradación ambiental y el
agotamiento de los recursos en su plena dimensión social precisan de un enfo-
que integrador.
Una ciencia económica que no abarque y profundice en lo social y en lo
vivo estará limitada para responder, fuera del sistema de mercado, los proble-
mas ecológicos y ambientales.
El economicismo simplificador de la ciencia económica convencional ha
impedido considerar el factor medio ambiental en su total dimensión. Esto no
quiere decir que los clásicos desconocieran las implicancias económicas del
medio ambiente, pero sus criterios no fueron realistas, dado el cambio de plan-
teamiento en las tasas de extracción con respecto a las generaciones futuras.
El paradigma básico convencional no puede contemplar una economía in-
sertada en el conjunto de relaciones físicas y biológicas determinadas, con-
juntamente considerados la producción de bienes dentro de un contexto so-
cial y un horizonte temporal a largo plazo. Es un hecho bien conocido que los
bienes y servicios suministrados por la naturaleza a la sociedad han sido tra-
dicionalmente infravalorados económicamente.
El mecanismo del sistema de precios de mercado ha excluido los bienes y
servicios ambientales; éstos pueden ser encuadrados en la categoría de públi-
cos, por ser indivisibles y de propiedad común, aunque ocupando un puesto

19 B. COMMONER, El círculo que se cierra, Barcelona, Plaza y Janés, 1978, pág. 33.
30 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

preferencial por sus atributos de carácter vital. El medio natural no sólo propor-
ciona servicios recreacionales y actúa como fuente de recursos y sumidero de
residuos, sino que además suministra el mayor servicio recibido por la humani-
dad, el mantenimiento de la vida sobre la Tierra, base de toda actividad econó-
mica mediante la fotosíntesis, los ciclos biogeoquímicos..., aportando inapre-
ciables prestaciones como la estabilidad, información genética y otros servicios
naturales, excluidos del mecanismo de mercado por no tener un precio fijado.
El estudio del medio ambiente desde la óptica económica debe considerar
como principio básico la inseparabilidad de tratamiento del medio físico y
sociocultural por pertenecer ambos a una misma realidad.

IV.3. Modelo de recursos agotables


“A medida que el aumento de ciertas escaseces ha empezado a alarmar, la
fijación de precios de los recursos agotables ha recibido mayor atención. Pa-
rece pues apropiado considerar este tema, definiremos una vez más la opti-
malidad de la fijación de precios en términos de asignación de recursos; aun-
que el tema central será la asignación entre períodos de tiempo, en vez de
entre categorías de producción”20.
Supondremos que existen tres artículos consumibles, cuyo consumo se
distribuirá en el tiempo:
– un recurso agotable,
– un segundo bien, almacenable cuya producción exige trabajo,
– y el ocio trabajo.
Se considera que sólo el trabajo es un factor productivo, y el recurso ago-
table, un bien de consumo. Supondremos un horizonte finito y una población
futura finita. Las funciones de utilidad incluirán no sólo a los individuos vi-
vos en el momento del cálculo, sino también a las generaciones futuras cuyos
intereses deben ser considerados en forma simétrica con las actuales, en un
análisis de optimalidad paretiana.

IV.4. Estado actual de la teoría


Al acentuarse en el período de posguerra la crítica a la teoría tradicional de
producción e intercambio se ha ido prestando una atención creciente a nue-
vos enfoques que quieren suplantar el marginalismo clásico o ampliar su
marco. En esta segunda categoría se inscriben las aportaciones sobre los dere-
chos de propiedad.

20 W. J. BAUMOL, W. E. OATES, The theory of enviromental policy, 2a ed., Press syndicate of

Cambridge University Press, 1988, pág. 138.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 31

Las contribuciones son diversas en cuanto a estilo y contenido, pero con


una orientación común en ideas sobre la interconexión de derechos de pro-
piedad, incentivos y comportamiento económico.
Estas investigaciones dedicadas a los derechos de propiedad parten de la
necesidad de introducir modificaciones en el marco analítico convencional
para desarrollar modelos de mayor aplicación.
Se introducen cambios en la teoría de producción e intercambio, ofrecien-
do una interpretación nueva del papel de los agentes económicos dentro de la
organización productiva, los individuos intentan pues asegurar sus propios
intereses y maximizar su utilidad dentro de los límites de la estructura organi-
zativa existente.
Se tiene en cuenta el hecho de que puede existir más de un patrón de dere-
chos de propiedad y que no queda asegurada la maximización del beneficio.
El repudio de la maximización del beneficio como postulado fundamental de
comportamiento que explica las acciones de los encargados de decidir del
sector de la empresa, representa un paso a la utilidad como maximizando,
abre nuevas posibilidades de estudiar diferentes patrones de comportamiento
y operación económica.
Significativamente se asume que cada agente económico está motivado
por el interés personal y camina eficientemente hacia la posición operativa
más preferida que tiene a su alcance. No queda rechazado el marginalismo
sino que se amplía a nuevas aplicaciones.
“Si la empresa va a sacrificar los beneficios (al margen de cómo se midan)
a cambio de cualquier otra cosa, ya sea prestigio, el bien público, las relacio-
nes laborales, seguridad... indudablemente no maximiza beneficios. Y si no
está maximizando beneficios debe estar maximizando utilidad, que es sim-
plemente un modo más refinado de decir que hace lo que considera mejor”21.
Los derechos de propiedad como enfoque científico pueden comprenderse
o apreciarse como intento de formular problemas de optimización dotados de
sentido sobre la base de asociar la función de utilidad del agente económico
e introducir un contenido específico en la función, resultando posible consi-
derar el comportamiento. La otra clave es el sistema de premios y castigos
para quienes deciden las elecciones.
El modelo de maximización de utilidad acentúa el ajuste individual del
entorno económico y procura explicar el comportamiento de la empresa y de
otras instituciones observando las acciones del individuo en el seno de la
organización. Como expresa O. Williamson, (1963)22, se ofrece una base analí-

21 K. BOULDING, The present position of the theory of the firm. K. E. BOULDING y W. A. SPIRY

EDS. Linear programming and the theory of the firm, Nueva York, Mac Millan, 1960, pág. 4.
22 The economics of discretionary behavior. Managerial objectives in a theory of the firm.

Englewood Cliffs, New Jersey, Prentice Hall Inc., 1964, págs. 1033-1040.
32 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

tica para examinar el nexo entre los objetivos de los agentes económicos y las
estrategias particulares usadas para alcanzar esos objetivos.
Es fácil aceptar que los derechos de propiedad tienden a influir en los incen-
tivos y en el comportamiento, comportando estos derechos relaciones entre la
existencia de cosas y su uso. Por ello, podemos definir el sistema de derechos
de propiedad como ese conjunto de relaciones económicas y sociales que defi-
ne la posición de cada individuo respecto de la utilización de recursos escasos.
El valor de cualquier bien intercambiado depende del bloque de derechos
de propiedad transmitido en la transacción. El cambio del sistema general de
relaciones de propiedad debe afectar el modo en que el agente se comporta y,
a través de este efecto, la asignación de derechos de propiedad afecta las
asignaciones de recursos, la composición de la producción y la administra-
ción de la renta.
El derecho de propiedad es exclusivo en el sentido de que sólo está limita-
do por las restricciones expresamente recogidas por la ley, tal como ésta se
interpreta en un momento histórico concreto.
Existe cierta conveniencia en concebir en forma algo autónoma los temas de
derechos de propiedad. El comportamiento se acepta como norma; se asume
que cada responsable de decidir está motivado por el interés propio y se despla-
za eficientemente a la posición operativa más preferida que está a su alcance.
Así, un individuo sujeto a cualquier régimen económico persigue sus propias
metas dentro de los límites permitidos por la estructura del sistema y alcanza
una posición de equilibrio donde la utilidad es lo mayor posible.
El ambiente institucional en el que tiene lugar la actividad económica tien-
de a especificarse con precisión, en particular las relaciones de propiedad
existentes y los costes de intercambio, fiscalización o exigencia del cumpli-
miento de las actividades contractuales, que deben ser especificadas con de-
talle en el estudio. La literatura sobre derechos de propiedad permite estudiar
una gama más amplia de datos institucionales, y con ello ensancha la aplica-
bilidad de la teoría de producción e intercambio.
“Se confía en que la lógica del mercado pueda aplicarse fructíferamente a
una extensísima gama de problemas prácticos. Así, el foco de discusión se
centra en la eficiencia económica y las condiciones en que los mercados de-
ben llevarse o no a nuevas áreas”23.
Se presta gran atención a la base individualista de elección se asume que
las preferencias o los valores de un individuo sólo se revelan a través de sus
comportamientos. ya sea político o el que observa en el mercado; las funcio-
nes de bienestar social se ignoran o quedan excluidas en atención a que esas

23
P. SVETOZÁR; E. G. FURUBOTN, Los derechos de propiedad y la teoría económica, Examen
de bibliografía reciente, Hacienda Pública Española, N° 68, 1981, pág. 314.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 33

construcciones sólo tienen utilidad cuando las elecciones deben decidirse por
un organismo o grupo exterior a los individuos directamente afectados.
Un objetivo central es establecer operativamente proposiciones dotadas
de estudio empírico que tienden a fusionarse para desarrollar hipótesis some-
tidas a prueba y que deben ser verificadas.
El análisis sobre derechos de propiedad ofrece un modo inédito y útil de
contemplar los problemas de la contaminación.

A) ALGUNAS CUESTIONES
Es ilusorio creer que los gobiernos se comporten como simples agencias
sociales cuyo único o principal objetivo sea conseguir el mayor bienestar
posible. Las investigaciones de Buchanan, Tullock, han confirmado la sospe-
cha de que los políticos, habida cuenta de las posibilidades electorales, maxi-
mizan sus propios intereses en lo que se refiere al poder, la riqueza, la ideolo-
gía, la capacidad de hacer favores.
En la práctica, en lo referido a la defensa del medio ambiente el interés del
consumidor tendrá mucho menos peso, político que el de los productores; por
tanto, las actividades originadoras de externalidades quedarán en forma mi-
nimizada en detrimento del consumidor. Cada día parece más evidente (pu-
blic choice) que la intervención estatal es muy costosa; la actividad burocrá-
tica tiene unos costes con tendencia natural a aumentar, y aún más cuando los
burócratas consolidan su independencia, los costes de la intervención sobre-
pasan los beneficios.
Como marcan los austríacos Von Mises y Hayek, no hay por qué suponer
que el gobierno haya de conocer esos temas mejor que los individuos, quienes
tienen todo tipo de incentivos para estar debidamente informados.
Y como indica la escuela de elección pública, el gobierno se mostrará dis-
puesto a intervenir, y sobre todo en respuesta a presiones que sobre él ejerzan
agrupaciones decisivas de votantes y grupos de interés que por lo general no
coinciden con el interés público.
La supuesta existencia de costes sociales ha sido uno de los pretextos más
frecuentes utilizados en menoscabo de la libertad, y ha permitido incremen-
tar la intervención gubernamental en el campo medioambiental y en otros,
con consecuencias negativas.

B) LA REALIDAD
A pesar del avance del pensamiento, y los cambios de éste, hacia los
razonamientos de Coase, Posner, etc., en la práctica se continúa con la in-
tervención estatal y con la implantación de impuestos y controles, como
veremos en el ámbito de la Comunidad Económica Europea (CEE), que para
34 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

los problemas ambientales ve su solución desde la programación, la inter-


vención y la aplicación de soluciones de tipo pigouviano.
Es decir, regular el mercado es distorsionarlo y provocar externalidades
ambientales mayores de las que se quiere solucionar. Si bien en casos concre-
tos algunas medidas de política ambiental dieron ciertos resultados, sus con-
secuencias han sido mínimas frente a la avalancha de problemas ambientales
que existen y son provocados por la intervención gubernamental (en cual-
quier nivel político).
El impuesto no fiscal ataca la igualdad y la equidad, y la capacidad econó-
mica. Es un instrumento legal que sirve para encauzar comportamientos hu-
manos hacia metas más convenientes de acuerdo con los criterios de la comu-
nidad política.
Los problemas medio ambientales surgen por la intervención estatal y por
la falta de instituciones jurídicas que le dan marco al uso de los recursos
agotables; asimismo, los fallos de mercado no se darían si se aplicaran con
mayor libertad los principios de la propiedad privada, con todas sus conse-
cuencias legales y económicas.
El mercado nos dará la información más fidedigna para evitar la expolia-
ción de la naturaleza.

IV.I. Bien privado. Bien público


Las personas en situaciones aisladas buscan lo que necesitan, o sea, utili-
dad, y a continuación proceden a modelar el comportamiento en términos de
maximización de utilidad. En materia de elecciones puramente privadas y
realizadas fuera de cualquier entorno de intervención social, se supone que
los individuos establecen su propio valor interno y privado.
“En el modelo abstracto de una economía competitiva, cada uno de los
participantes ignora que está implicado en una interacción social”24.
Surgen aquí dos direcciones en la teoría económica; una donde aparece el
homo economicus, los individuos se postulan en búsqueda de sus intereses,
resumidos en riqueza neta; la otra dirección es la que pretende ofrecer una
explicación lógica al sistema del intercambio.
Las personas reconocen la naturaleza social de las relaciones de intercam-
bio, modificando así su propia conducta en el proceso de elección. De cual-
quier forma, el valor a maximizar por el individuo continúa siendo interno a
su propia subjetividad.
En un sistema de economía de mercado “hay división del trabajo basado
en la propiedad privada de los medios de producción. Cada uno dentro de tal
24 G. BRENNAN, J. M. BUCHANAN, La razón de las normas, Economía política constitucional,

Madrid, Unión Ed., 1987, pág. 72.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 35

orden actúa según sus propios intereses le aconsejan. Todos, sin embargo,
satisfacen las necesidades de los demás al atender las propias”25.
El bienestar, al que la existencia de las normas contribuye, consiste en
potenciar el orden abstracto general normativo que no aspira a resultados
particulares y conocidos, sino que contribuye a la más adecuada materializa-
ción de una amplia gama de proyectos individuales.
“La primera obligación del gobierno no es satisfacer necesidades, sino
mantener un orden espontáneo que a todos permite desarrollar las correspon-
dientes iniciativas productivas según modalidades para la autoridad siempre
ignotas”26.

IV.I.1. Los bienes de propiedad común


“Un bien público proporciona beneficios que están disponibles para to-
dos, nadie puede ser excluido de disfrutarlo, independientemente de quién lo
pague”27.
Es el caso de los bienes en los cuales todos tienen derecho y acceso a su
disfrute, pero ninguno soporta personalmente el coste de sus acciones. Muchas
dificultades relativas al coste social afectan a recursos que como consecuencia
de la actividad económica se tornan escasos: el aire, el agua, etcétera.
Estos recursos se contaminan, esta circunstancia se da pues puede ser que
nunca se hayan determinado los correspondientes derechos de propiedad,
que establezcan si se puede o no contaminar, y sin delimitación de propiedad
inicial, no se dará un trato que permita transferirlos o recombinarlos.
Los problemas del medio ambiente surgen en su máxima expresión cuan-
do hay propiedad común, y donde se dan externalidades anticipadas y persis-
tentes, de dificultosa solución. La consecuencia del aprovechamiento del re-
curso de propiedad común hace que los individuos aprovechen al máximo
toda la utilidad y no tengan que soportar totalmente su coste en forma directa,
existe un incentivo a la sobreexplotación. Es decir, a un uso no racional y
provocando en el peor de los casos la desaparición del recurso.
“La solución al problema de la tragedia de los bienes comunes estriba en
establecer derechos de propiedad privada sobre éstos”28.

25 L. VON MISES, La acción humana, Tratado de economía, 4a ed., Madrid, Unión editorial,

1986, pág. 397.


26 F. A. HAYEG, Derecho, legislación y libertad, vol. II., 2a ed., Madrid, Unión editorial,

1988, pág. 20.


27 PAUL & KONALD WONNACOTT, Economía, 3a ed., Madrid, Mac Graw Hill, 1988, pág. 641.
28 J. HUERTA DE SOTO, Lecturas de economía política, vol. III, Madrid, Unión Ed. Gestión

privada de los recursos, 1987, pág. 35.


36 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Se dice que el problema de los bienes de uso común justifica la intervención,


y la gestión de éstos por parte del Estado, a través de políticas ambientales con
incidencia sectorial y territorial. Las actuaciones políticas correctoras repre-
sentan un gasto que se detrae de inversiones productivas, y no siempre su apli-
cación es eficiente. El problema de la gestión pública trae fijación de precios
políticos y mala gestión del recurso y desaprovechamiento.
Por lo general, el Estado cree tener toda la información, pero lo más segu-
ro es que realice un análisis erróneo y aplique medidas que en vez de solucio-
nar el problema lo compliquen aun más, fracasando en su gestión.
“En una economía de mercado siempre existe una fuerza o tendencia para
mejorar la definición o defensa de los derechos de propiedad, en relación con
aquellos bienes que van deviniendo más escasos en términos relativos y ad-
quiriendo un valor marginal mayor”29.
La evolución espontánea de la sociedad en una economía libre hace que se
mejoren los derechos de propiedad, y los incentivos para buscar tecnologías
adecuadas, y marcos legales que hagan posible el uso racional de los recursos
comunes, en los cuales la apropiación se hace difícil o costosa para sus espe-
cies características, vgr. especies migratorias.

IV.I.2. El problema de los bienes comunes


“En realidad, las externalidades nacen no de fallos del mercado, sino más
bien de obstrucciones al libre funcionamiento del mercado, nacidos en altos
costes de transacción”30.
Los costes de transacción toman cuatro formas distintas:
– El coste de adquirir información.
– El coste de negociar el precio para el trato.
– El coste de cobrar por el uso del recurso.
– El coste o la imposición de excluir que las personas consuman recursos

que no han suministrado o por los que no han pagado.


La mayor parte de las externalidades nacen de situaciones en las que son
prohibitivos los costes de excluir; esto es así especialmente en el caso de las
externalidades que afectan el medio ambiente. Dos son las causas de esta
dificultad, la ausencia o atenuación de los derechos de apropiación, o bien
nace de los costes de imponer o hacer respetar el derecho de apropiación.
Éste es el punto de vista desde el que hay que contemplar los problemas del
medio ambiente y la contaminación. Los problemas que afectan a recursos como

29
J. H. DE SOTO, ob. cit., vol. III, pág 37.
30
S. CHEUNG, El mito del coste social, Crítica de la economía del bienestar y de sus impli-
cancias políticas, Madrid, Unión Ed., 1980, pág. 25.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 37

el aire, el mar, la tierra o los seres animados que en ellos viven, son sobre los
cuales el derecho de apropiación están mal definidos o no existen.
De hecho, el aire y el mar son el ejemplo clásico del polo opuesto a la
propiedad privada, son de propiedad común o recursos de acceso común, que
todos pueden utilizar; por eso se distribuyen por el sistema que pertenecen a
quien llegue primero.
El problema de la conservación del medio ambiente surge generalmente
cuando hay propiedad común y no apropiación privada; por ejemplo, los leo-
nes de África mueren por los cazadores; en cambio, en los zoológicos los
leones se crían y conservan bajo propiedad privada. Podríamos deducir que
para la política de conservación las administraciones públicas, en vez de in-
tervenir en el mercado, deberían facilitar la solución basada en la propiedad
privada, facilitando el funcionamiento del mercado, con la remoción de obs-
táculos a la propiedad privada.
La solución basada en la propiedad privada goza de varias ventajas inicia-
les, a saber:
– Utiliza el sistema comparativamente eficaz de la transacción en el mercado.
– Del sistema de precios.
– Del sistema para reducir, contrastar y utilizar información.
– Evita el sesgo demagógico y burocrático de la asignación administrativa

de recursos.
Con una restructuración de los derechos de propiedad, no podrían resol-
verse los problemas de sobreexplotación, que nacen de la titularidad común
de los recursos; en muchos casos, un sistema de derechos privados puede ser
caro, por ejemplo, la vigilancia de peces migratorios, para que se respeten
tales derechos. A pesar de todo, la flexibilidad de soluciones basadas en la
apropiabilidad privada es mucho mayor de lo que se puede pensar, y sobre
todo que da lugar a la función empresarial.
La regla pigouviana de que las externalidades exigen acción correctora de
la administración es simple en apariencia y peligrosa en la práctica. No es
correctora como regla general para una asignación eficiente de recursos, a
veces esta asignación es peor que la externalidad que se pretende corregir. El
análisis pigouviano ha servido de justificación a varias intervenciones. Este
análisis permite la intervención en forma de impuestos, subsidios o subven-
ciones, controles y prohibiciones.
Si se reconoce el papel fundamental de las atenuaciones de los derechos
de propiedad en la generación de externalidades, se llega naturalmente a so-
luciones basadas en la redefinición de los derechos de apropiación privada.
Las ventajas de este enfoque, en las que se utiliza el incentivo individual y el
relativo bajo coste de la información en un sistema de mercado, sirve para
mejorar la asignación de recursos.
38 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Las soluciones intervencionistas, por el contrario, son complejas, de alto


coste y de proliferación política y burocrática. No siempre se pueden aplicar
soluciones basadas en los derechos de propiedad, pero sus posibles aplica-
ciones hacen que deban darse las circunstancias o favorecerlas para que sus
aplicaciones sean más fructíferas, y merezcan más atención.
Podemos decir que en general se debería dejar que el sistema de precios se
enfrente con las externalidades, cuantas veces sea posible, y para ello deberá
intentarse redefinir los derechos de apropiación y remover obstáculos al co-
mercio.
La intervención pública debe reservarse como última instancia, sólo habrá
que usarla cuando los costes de transacción altos e irreductibles impidan la
internalización de las externalidades.
Debe examinarse dicha intervención para que sus costes y efectos exter-
nos puedan contrapesar los beneficios. En realidad la mera existencia de ex-
ternalidades no hace aconsejable la intervención pública.

IV.I.3. La propiedad privada de los recursos


El propietario tiene un incentivo para controlar la utilización de un bien,
teniendo en cuenta su capacidad de generar ingresos a largo plazo; nadie
tiene un incentivo para economizar en el uso de un recurso común. Los recur-
sos de propiedad común son bienes gratuitos, en el sentido de que no existe
una cuota de acceso al uso de éstos; en consecuencia, sus servicios se utiliza-
rán hasta el punto en que el beneficio marginal de la última unidad consumi-
da es nulo, es decir, que un régimen de propiedad común invita a la sobreex-
plotación.
Cuando los recursos naturales son de propiedad privada, y estos derechos
están bien definidos, son protegidos y fácilmente transmisibles, los propieta-
rios tienen tanto la información para realizar una eficiente asignación de re-
cursos, como el incentivo para gestionarlos en función del beneficio de los
consumidores. En un sistema de propiedad privada de los recursos, existe
una variedad de propietarios, lo cual hará más eficiente la gestión. El merca-
do es una institución social, que provoca una gestión óptima, haciendo valo-
rar los recursos.

A) FUNCIÓN DEL ESTADO


“La primera obligación del gobierno es mantener un orden espontáneo
que a todos permita desarrollar las correspondientes iniciativas productivas”31.

31 F. A. HAYEK, ob. cit., vol. II, pág. 26.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 39

El cauce político más obvio, establecidos los derechos de propiedad, es la


existencia de un poder con entidad suficiente para poder garantizar la defen-
sa de la propiedad privada contra la invasión. Lo importante es advertir que
las normas sólo producirán sus beneficiosos efectos en la medida en que sean
aplicadas a la totalidad de los casos pertinentes, con independencia de si en
cada uno de ellos son o no eficaces en lo que atañe al logro de ciertos objeti-
vos concretos.
El Estado debe potenciar el orden abstracto general y normativo, que no
aspira a resultados particulares conocidos, sino que contribuye solamente, de
manera indirecta, a la más adecuada materialización de una amplia gama de
proyectos individuales.

B) EL MERCADO
Cuando determinada sociedad dispone ya de un aparato coercitivo, y de
manera especial si éste ostenta el monopolio de la coerción, las personas se
inclinarán a encomendarle control de los medios dedicados a la obtención de
los bienes colectivos. Aunque la existencia de un aparato público capaz de
satisfacer necesidades colectivas contribuye sin duda a potenciar el interés
general, ello no significa que redunde en provecho de todos que por tal vía
sean satisfechos en todas las apetencias que a ellos le surjan.
El mantenimiento del orden espontáneo global que la ley debe propiciar es
conclusión imprescindible para el éxito de las iniciativas personales.
“LA EXISTENCIA DE UN PODER DE ENTIDAD SUFICIENTE, como para garantizar la
defensa de la propiedad privada contra su violenta invasión por terceros, pro-
picia sin duda la aparición de un cada vez más sofisticado orden espontáneo
y voluntaria cooperación”32.
En un sistema de giro uniforme nadie es empresario ni especulador; por el
contrario, en la economía verdadera y funcionante, cualquiera que sea quien
actúe es siempre empresario y especulador.
La economía de mercado es un sistema de división de trabajo, basado en la
propiedad privada.
El mercado acomoda las variables de tal manera que los argumentos sobre
el agotamiento y destrucción de los recursos naturales se ven paleados por la
figura del empresario especulador, a la que hace mención Von Mises, y el
mayor precio que el mercado dará a esos bienes hace que se conserven para
el futuro.
En un sistema de mercado hay información para saber cuánto hay que
ofrecer al mercado y qué debe conservarse.

32 F. A. HAYEK, La fatal arrogancia, Pruebas de imprenta, cap. II, pág. 7.


40 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

La gestión pública, al carecer de esa información, hace que la gestión sea


ineficiente y se destruya. Los fallos de la administración pública son más
destructivos que los supuestos fallos del mercado. Éste no recibe las presio-
nes de los grupos de interés, que van en contra del interés común, la gestión
privada puede actuar a largo plazo, en contraposición al Estado, que actúa a
corto plazo, con mayor libertad. Y dado que buscan su beneficio económico,
buscarán economizar para que sus rendimientos se proyecten en el tiempo.
Una sociedad con derechos de propiedad definidos y protegidos actúa con
responsabilidad, obteniendo beneficios, innovando, cambiando y creando.
En el caso de los bienes comunes, es mejor dar entrada a las fuerzas del
mercado para que corrijan las deficiencias mediante la creación de nuevos
derechos de propiedad, o nuevas formas que surgieran de forma espontánea.
La única solución para aquellos bienes que fueron libres y ahora se hallan
amenazados convirtiéndose en escasos (mar, fondos marinos, costas, flora,
fauna, aire, etcétera) es la gestión privada de todos ellos.

C) LA FUNCIÓN EMPRESARIAL
“Cuando los recursos naturales son de propiedad privada, y los derechos
están protegidos institucionalmente, las decisiones en cuanto a los recursos
se encuentran descentralizadas”33.
La asignación de los recursos y la coordinación de las iniciativas particula-
res se realizan a través del mercado; es decir, que los propietarios tienen la
información para realizar una eficiente asignación de recursos y el incentivo
para que esta gestión sea en bien o en beneficio de los consumidores.
La gestión privada de los recursos naturales trae apareadas ventajas en lo
que se refiere a la libertad individual, a la producción de información y a la
obtención de buenos resultados.
Al no haber un único ente que decide, la gran variedad de empresarios o
propietarios podrán llevar adelante sus ideas y ver cuál es la gestión más
adecuada para la obtención de beneficios. Mediante los precios de mercado,
poseen la información necesaria y el incentivo para actuar de acuerdo con las
circunstancias, lo mejor posible.
Es importante la función que cumple en el mercado el empresario, como
aquel que actúa contemplando exclusivamente, a la luz de la incertidumbre
inherente a toda actividad, hallándose siempre situada en el devenir tempo-
ral, por lo cual implica evidente especulación. Es pues el empresario un par-
ticipante en el mercado, un autor de decisiones cuyo papel completo surge de
estar alerta a las oportunidades hasta entonces ocultas.

33 J. H. DE SOTO, ob. cit., vol. III, “Gestión privada de los recursos naturales”, pág. 26.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 41

La introducción de la ignorancia abre la posibilidad de que el primero en


descubrir el verdadero estado de cosas obtenga los beneficios de él deriva-
dos,, innovando, cambiando y creando. Los cambios que el empresario pone
en marcha son siempre hacia ese hipotético estado de equilibrio, son varia-
ciones sugeridas en respuesta a una pauta existente de decisiones erróneas,
pautas caracterizadas por oportunidades perdidas.
“El empresario contribuye al ajuste de esos elementos discordantes conse-
cutivos a la ignorancia previa del mercado”34.
El mercado es pues un proceso que es movido por la función empresarial.
Es una institución social que ha surgido de forma espontánea y ha generado
leyes e instituciones para proteger los derechos de propiedad, y así se hace
posible.
El problema de asignación de recursos naturales no tiene su origen en el
mal funcionamiento del mercado, sino en la mala definición y defensa de los
derechos de propiedad. El mal funcionamiento de las instituciones del Esta-
do es lo que trae apareada la degradación de los recursos naturales.

IV.II. Instrumentos de la intervención estatal


El cauce más obvio, político, establecidos los derechos de propiedad y
fracasada la negociación, es la acción judicial. La utilización del sistema ju-
rídico para resolver las externalidades tiene una gran ventaja, en lugar de que
sea el Estado el encargado de garantizar que no haya externalidades, es el
perjudicado el que tiene interés y asume la responsabilidad de la aplicación.
Este sistema es eficiente desde el punto de vista de la información, por saber
la parte afectada su perjuicio y no ser tan sensible a los grupos de interés.
Cuando falla la Justicia, se aboga por la intervención estatal, mediante
sistemas de impuestos y propiedad pública de las actividades ofensivas. Hay
que tener en cuenta que es ilusorio que los gobiernos se comporten como
simples agencias sociales para buscar el bienestar general; los políticos maxi-
mizan sus intereses, mirando sus posibilidades electorales.
En lo referido al medio ambiente, el interés del contribuyente tiene menos
peso político que el de los fabricantes y productores, y las actividades origi-
nadoras de externalidades jugarán en detrimento del consumidor.
La intervención estatal es muy costosa, la actividad burocrática tiene un
coste de oportunidad, en el sentido de que esos activos financieros podrían
haber sido empleados en actividades que beneficiarán al público, además de
los costes burocráticos que tienden a elevarse, y aún más cuando los burócra-

34 I. M. KIZNER, El empresario, “Lecturas de Economía Política”, J. H. de Soto, vol. I ,

Madrid, Unión Ed., 1986, pág. 86.


42 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

tas consolidan su independencia política. Los costes de la intervención por lo


general sobrepasan los beneficios.
Otro tema es que no hay por qué suponer que el gobierno haya de conocer
esos temas mejor que los individuos afectados. Estos individuos tienen más
estímulos para estar debidamente informados, los políticos actuarán por lo
general de acuerdo con presiones de grupos de interés, que no tienen por qué
coincidir con el interés público.
Al pensar en la conveniencia de la intervención no debe pasarse por alto la
libertad individual. La supuesta existencia de costes sociales se ha utilizado
en menoscabo de dicha libertad y ha permitido el aumento de la intervención
estatal.

IV.II.1. Justificación de la intervención estatal


En el caso en que alguna actividad de un agente determinado tenga in-
fluencia sobre el bienestar de otras personas, al margen del funcionamiento
del sistema de mercado, existiría una presunción de que el individuo, igno-
rando los beneficios o costes externos que genera, dará lugar a niveles inefi-
cientes de actividad.
“Como en una economía de mercado no se presta atención a las externali-
dades, la administración debe intervenir con impuestos y subsidios u otros
controles para alcanzar la eficiencia social”35.
A. C. Pigou prescribía que en el caso de beneficios externos la unidad eco-
nómica que genera los efectos externos debería recibir un subsidio unitario
igual al valor en el margen de los beneficios externos que crea. En el caso de
una deseconomía externa, el productor sería pasible de un impuesto –la dife-
rencia entre costes marginales sociales y privados–; y en el caso de costes y
beneficios, un impuesto y una subvención. De esta forma el agente tendrá un
incentivo para tomar en cuenta los efectos externos de su comportamiento.
Coase demostró que en ausencia de costes de toma de decisión y de com-
portamiento estratégico la conducta maximizadora llevaría a una acción
conjunta para establecer una asignación eficiente de recursos. Esto es nece-
sariamente cierto, ya que cualquier otra situación de asignación de recursos
implicaría la existencia de ganancias mutuas por la toma de decisiones con-
juntas que no se han obtenido todavía. Por tanto, la presencia de efectos
externos no da lugar necesariamente a ineficiencias en la utilización de los
recursos.
En los casos en que tal acción colectiva se produzca, la introducción de las
transferencias gubernamentales conduciría a comportamientos ineficientes

35 S. CHEUNG, ob. cit., pág. 12.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 43

en vez de eficientes. Cuando puede existir una solución pactada la externali-


dad se internaliza.
El sistema pigouviano resulta de bastante complicada aplicación en exter-
nalidades recíprocas, ya que el subsidio a una unidad económica depende del
subsidio proporcionado a otros.
El problema de los costos sociales no nace de las externalidades por, sí
mismas, sino de impedimentos a la transacción, altos costes de ésta, indefini-
ción de los derechos de propiedad.
Para Posner, la contribución de los cambios en el metamercado se efectúa
con la continua redefinición de los derechos de propiedad, a medida que cam-
bian las condiciones técnicas.
Estos cambios en las condiciones técnicas de la oferta o los gustos de la
demanda y también con la atribución de los derechos de propiedad a quienes
van a emplearlos más productivamente cuando el mercado no pueda llegar a
un óptimo espontáneo, porque los costes de transacción son muy altos; gran
parte de la función productiva del metamercado se realiza espontáneamente
por la costumbre y la jurisprudencia.
“Si hubiese costes de transacción, la solución eficiente no podría producir-
se con independencia de la norma jurídica elegida.
”En esta circunstancia la norma preferible es aquella que reduce al máxi-
mo los costes de transacción”36.
Las externalidades no nacen de fallos de mercado sino de obstrucciones al
libre funcionamiento, de éste, nacidos de los altos costes de transacción, por
los costes de información, el precio del trato, el coste de cobrar por el uso del
recurso y el coste de no la imposibilidad de excluir a las personas que consu-
man recursos que no han suministrado o por los que no han pagado.
Los costes de transacción correspondientes a la asignación de externalida-
des, puede ser elevado en exceso cuando no hay instituciones adecuadas.

V. BIENES PÚBLICOS (O SOCIALES) Y PRIVADOS

V.I. Propiedades de los bienes públicos


De racionamiento inviable: un claro ejemplo en que la divisibilidad es
imposible es en el caso de la defensa nacional. Si se impide un ataque al país,
es imposible excluir a alguien de sus beneficios (problema del polizón). Esto
hace que el Estado lo suministre ante la inviabilidad de un sistema de razona-

36 J. E. STIGLITZ, La economía del sector público, Antoni Bosch Ed., Barcelona, 1988, cap.

5, pág. 127.
44 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

miento basado en los precios. Otro ejemplo es el caso de la vacunación masi-


va de enfermedades infectocontagiosas; si bien el particular recibe un benefi-
cio privado, también incurre en costes tales como tiempo, dinero, riesgo si
falla la vacuna... En muchos casos los costes privados pueden superar los
beneficios, pero los beneficios sociales son muy superiores a los costes, por
ejemplo, para evitar una epidemia. Con el fin de precaver el problema del
polizón las autoridades obligan a las personas a vacunarse.
De racionamiento no deseable: no es deseable excluir a ninguna persona;
la cantidad que consumen unos no reduce la cantidad que consumen otros. El
coste marginal de suministrar el bien a otra persona es nulo. Si se crea una
base militar, en poco afecta que nazca una persona más; esto contrasta con
los bienes privados, que el uso por uno excluye a otro.
Se debe distinguir el coste marginal de suministrar un bien del coste margi-
nal que resulta del hecho de que una persona adicional disfrute de ese bien.

V.II. Provisión privada de bienes públicos


Las ineficiencias en la provisión privada de bienes públicos surgen de
argumentos a favor de la provisión pública:
1. Que los bienes públicos se infrautilizan cuando son suministrados por
empresas privadas. Cuando el bien no debe racionarse, cuando su uso por
una persona más no viene acompañado con ningún coste marginal, la empre-
sa privada cobrará su uso; por tanto, este precio disuadirá a los consumidores
a utilizarlo. Los argumentos a favor del suministro público de ciertos bienes,
por los que podría cobrarse al usuario, son mayores que los costes en que
incurre de otra forma, como, por ejemplo, el impuesto a la renta.
2. Y que se suministren en cantidad insuficiente, esto se ve claramente en
los casos en que es imposible la exclusión.
Por ejemplo, en el caso que pinte y arregle el frente de mi propiedad; compa-
ro el placer de tener mi casa, arreglada con el coste que esto me acarrea, pero no
pienso en el placer que puedo proporcionar a mis vecinos. Este argumento hace
ver que este arreglo es un bien público, y de cualquier forma lo hago.

V.III. Exclusión en el caso de bienes privados


La exclusión en estos casos también es costosa, la administración del sis-
tema de precios también tiene sus costes. Pero mientras que los costes de
exclusión son relativamente pequeños en la mayoría de los bienes privados,
puede ser elevado en algunos bienes suministrados por el Estado.
Si los costes de administrar son muy altos, nos dice J. Stiglitz, es más efi-
ciente que el bien lo suministre el Estado y se financie por ingresos fiscales.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 45

V.IV. Bienes privados suministrados por el Estado


“Los bienes suministrados por el Estado cuyo coste marginal de suminis-
trarlos a más individuos es elevado se denominan bienes privados suministra-
dos por el Estado”37.
Aunque el coste de administrar un mercado constituye uno de los argu-
mentos para defender la provisión pública de alguno de estos bienes no es el
único. Por ejemplo, la enseñanza es un bien privado suministrado por el Es-
tado por consideraciones distributivas.
Si un bien privado se suministra gratuitamente es probable que su consu-
mo sea excesivo; el consumidor demanda hasta el punto en que el beneficio
marginal que le proporciona es cero, aunque proporcionarlo tenga un coste
marginal real.

V.V. Racionamiento de bienes privados suministrados por el Estado


El racionamiento puede darse a través de un sistema de precios o propor-
cionando la misma cantidad a todo el mundo. El principal inconveniente de
la provisión pública de bienes privados es que no permite adaptarse a las
diferentes necesidades y deseos de los, ciudadanos, como ocurre en el merca-
do privado.
Otro método de racionamiento que suele utilizar el Estado es el de pagar el
coste en forma de espera. Este método no posee ninguna ventaja directa y
podría utilizarse el precio en su lugar.

V.VI. Provisión pública y privada


Muchos de los bienes que son suministrados por el Estado también po-
drían ser provisto por empresas privadas; a menudo son suministrados por
ambos, y este equilibrio varía en cada zona y en cada tiempo, dependiendo de
las variaciones tecnológicas. Por ejemplo, las computadoras ahorran costos
administrativos de las cobranzas.
También influye el nivel de vida, es decir, de la renta per cápita que inclina
la balanza a favor de la provisión privada o pública de ciertos bienes.
Albert Hirschman, del Institute for Advanced Study, en su obra Shifting
Involvements38, sostuvo que el reparto entre consumo privado y el público
oscila periódicamente. Estos cambios son consecuencia de las variaciones de
los gustos; cuando los consumidores no quedan satisfechos con lo que obtie-
37 J. E. STIGLITZ, ob. cit., pág. 133.
38 Princeton, N. Jersey, Princeton University Press, 1981.
46 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

nen en su vida privada recurren al servicio público y a la provisión pública de


bienes y servicios; pero cuando su grado de satisfacción no se cumple vuel-
ven a recurrir al mercado privado.

V.VII. Bienes públicos y el fallo de mercado


“La economía del mercado, cuando se satisfacen determinadas condicio-
nes, sirve para asegurar un uso eficiente de los recursos a la hora de propor-
cionar los bienes privados. Los consumidores deben pujar por lo que desean
comprar, y de esta forma, revelan sus preferencias a los productores. Éstos al
intentar hacer máximos sus beneficios, producirán lo que desean adquirir los
consumidores, y lo liarán al coste mínimo. La competencia asegurará que la
combinación de bienes producidos responda a las preferencias del consumi-
dor. Este punto de vista, por supuesto, constituye un cuadro altamente ideali-
zado del sistema de mercado.
”En realidad son varias las dificultades que surgen. Los mercados pueden
estar imperfectamente competitivos, la producción puede estar sujeta a cos-
tes decrecientes, los consumidores pueden carecer de insuficiente informa-
ción y así sucesivamente. Por estas razones, el mecanismo de mercado no es
un proveedor tan leal de bienes privados como podría ser. Pero incluso así,
hace un buen trabajo y mejor de lo que podría hacerse de otro modo”39.
El mercado igualmente no puede funcionar eficazmente si hay efectos ex-
ternos, y en segundo lugar el mercado responde a la demanda efectiva de los
consumidores, determinado por el sistema de distribución de la renta.
Luego está el problema del paro y la inflación, éstas son las principales
áreas donde entra la política presupuestaria.
El mercado de bienes privados puede funcionar únicamente en una situa-
ción donde se aplica el principio de exclusión. No puede producirse el inter-
cambio sin derechos de propiedad, el mercado funciona como un sistema de
subasta. El consumidor puja por el producto, revela sus preferencias y el
productor debe ver los signos para fabricar lo que el consumidor desea. El
consumo es rival, lo que usa A no puede ser usado por B; este proceso funcio-
na en un mercado de bienes privados porque los beneficios derivados fluyen
hacia el consumidor particular que los paga.
Los bienes públicos son bienes cuyo consumo no reduce los beneficios
obtenidos por todos los demás. Son bienes cuyo consumo no es rival, los
beneficios están a disposición de todos y sin mutua interferencia. No es efi-
ciente pues aplicar la exclusión; un eficiente empleo de los recursos exige

39 R. A. MUSGRAVE & A. PEGGY, Hacienda pública teórica y aplicada, Madrid, Instituto de

Estudios Fiscales, 1986, cap. III, pág. 78.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 47

que el precio sea igual al coste marginal, pero en este caso el coste marginal,
el coste de admitir un usuario adicional, es cero, y así debería ser el precio.
Aun cuando las características de consumo no rival e imposibilidad de
exclusión no tienen por qué ir juntas, por lo general lo están. Por ejemplo, en
los casos de la defensa nacional, el alumbrado, etc., la exclusión no puede y
no debe ser aplicada. La naturaleza no rival del consumo podría ser conside-
rada como tal desde el momento en que hace que la exclusión sea no desea-
ble, incluso cuando técnicamente se pueda hacer.

VI. POLÉMICA Y EVOLUCIÓN EN LA TEORÍA DE LOS BIENES PÚBLICOS

Tres son las aportaciones básicas de P. A. Samuelson en sus artículos de


1954 y 195540:
1) Su precisa definición de bienes públicos, claramente diferenciados de
los bienes privados.
“Los bienes públicos son bienes que se disfrutan en común en el sentido
que el consumo de cada individuo de tales bienes no procura disminuciones
del consumo de otro individuo”41.
2) Su planteamiento del problema normativo, así como las derivaciones de
las condiciones necesarias para la optimalidad paretiana, en un sistema en el
que existan bienes colectivos puros.
“La condición de óptimo de Pareto que hace al coste social relativo, mar-
ginal, igual a la suma de las relaciones marginales de sustitución de todas las
personas, se asegura ya en virtud del hecho de que el punto de máximo bien-
estar se encuentra en la frontera de utilidad”42.
Esta condición, que la suma de las relaciones marginales de sustitución en
el consumo de cada bien colectivo debe igualarse a su correspondiente rela-
ción marginal de transformación en la producción de cada bien colectivo, se
inscribe, dentro de la economía normativa.
3) Reside en su negativa conclusión de que todavía se desconocen meca-
nismos asignativos que aseguren la consecución de la eficiencia asignativa
en el suministro de bienes colectivos. Ni el mercado ni el suministro colecti-
vo centralizado es de esperar que conduzcan a un óptimo en la asignación de
bienes colectivos.
40 “The pure theory of public expenditure”, Review of economic and static, N° 36, 1954,

págs. 387-89. PUB, Penguin. Diagramatic. Exposition of economic and static, N° 37, 1955,
Public Finance Penguin Modern Economic, págs. 350-6.
41 P. S AMUELSON, “The pure theory...”, pág. 388.
42 P. SAMUELSON, “Exposición de una teoría del gasto público”, Hacienda Pública Españo-

la, Madrid, 1970, N° 5, pág. 172.


48 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Ésta se inscribe dentro de la economía aplicada del bienestar: la búsqueda


de mecanismos eficientes para condiciones distintas del entorno económico
(distintas formas posibles de las funciones individuales de preferencia y de
las posibilidades de producción).
El primer asalto crítico al modelo samuelsoniano se debe a Julio Margolis.
“Contra Samuelson están los hechos. Dice aquél que los bienes públicos
no están relacionados, que el uso de un bien por parte, de A no supone ningún
coste para B. Evidentemente, éste no es el caso en servicios públicos comu-
nes, tales como la educación, hospitales, y carreteras donde las limitaciones
de la capacidad y la congestión son temas de la prensa diaria”43.
El rechazo del argumento de Samuelson no significa para Margolis acep-
tar la posibilidad de la tributación sobre el beneficio para los servicios públi-
cos. Podría Samuelson haber desarrollado las mismas conclusiones con una
definición menos restrictiva de los bienes públicos. La formulación de Samuel-
son nace de la concepción de un Estado económico liberal; los valores se
determinan por las preferencias de los individuos.
Samuelson respondió en 1958 y 196944, señalando que su definición y
modelo de bienes colectivos era evidentemente un caso extremo opuesto a la
categoría igualmente extrema de los bienes privados, aunque no por ser ex-
trema dejaba de ser útil, como tampoco era inútil la definición extrema de
bien privado, sobre la que había levantado la teoría económica.
La segunda de las objeciones de Margolis derivaron de suponer que los
presupuestos públicos samuelsonianos entrañaban una división entre sector
técnico asignativo y sector político social o redistributivo. El presupuesto en
el mundo de la realidad es la materialización del compromiso alcanzado por
los distintos grupos sociales de intereses contrapuestos.
Pero, podemos decir que las normas asignativas samuelsonianas teórica-
mente permitirían aprovechar al máximo las ganancias del intercambio co-
lectivo de forma que todos los grupos sociales involucrados en el compromi-
so que el presupuesto materializa pueden salir ganando en comparación con
un presupuesto reflejo del mismo compromiso, pero exento de las normas
asignativas samuelsonianas.
“La aportación de Samuelson no es muy distinta ni incompatible con la de
Margolis. Ante bienes colectivos, la solución del planificador central om-

43 J. MARGOLIS, “Comentario sobre la teoría pura de los gastos públicos”, Hacienda Pública

Española, N° 5, Madrid, 1970, pág. 178.


44 P. A. SAMUELSON, Aspectos de la teoría del gasto público, “The review of economic and

static”, vol. XL, 1958, Baltimore, Pub. Penguin, págs. 332-8. V. Cast. Hacienda Pública Espa-
ñola N° 5. 1970, Madrid, págs. 186-92. Una teoría pura del gasto público y la tributación,
Public economic, Nueva York, 1969, págs. 98-123. V. Cast. Hacienda Pública Española N° 5,
1979, págs. 193-210.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 49

nisciente sería idéntica a la de Samuelson si el planificador desea maximizar


el bienestar social”45.
Estas consideraciones normativas y positivas convierten al trabajo crítico
de Margolis en algo bastante confuso. Samuelson contesta especialmente a
Margolis en Exposición gráfica de una teoría del gasto público.
“Los impuestos y el gasto aspiran a redistribuir las rentas. Estoy ansioso
por liberarme de la sospecha comprensible del doctor Margolis de que soy el
tipo liberal que insistiría en que todas las redistribuciones tengan lugar me-
diante políticas tributarias y gastos de transferencia y mucho gasto público en
educación, hospitales y otros se pueden justificar por la consideración posi-
ble de que incluso si no fueran eficientes en un ciento por ciento en evitar
pérdidas evitables de peso muerto, pueden ser mejores que las alternativas
tributarias imperfectas que se puedan utilizar”46.
El segundo asalto crítico procede de Jora R. Minasian, en “Television
pricing and theory of public goods”47. Minasian presenta el problema de que
si un determinado bien con claras características de bien colectivo debería
suministrarse por el sector público o privado. El razonamiento con anteriori-
dad a Minasian hubiera seguido al samuelsoniano, la única forma de sumi-
nistrar bienes colectivos a su coste marginal consistiría en su suministro pú-
blico financiado mediante impuestos. Únicamente esta forma de organización
podría satisfacer las condiciones de Samuelson del óptimo paretiano.
Jora Minasian sostuvo que la teoría de Samuelson sobre los bienes colec-
tivos no es adecuada para responder a este tipo de cuestionamientos. Para
Minasian la regla del precio igual al coste marginal en caso de bienes colec-
tivos puede servir para racionar una cantidad dada de este tipo de bien, sepa-
rado del valor que esta cantidad pueda tener para los consumidores. En cam-
bio, el suministro de mercado por su mecanismo de exclusión desempeña
ambas funciones, la determinación de la cantidad y calidad a producir, y su
racionamiento entre consumidores que están dispuestos a pagar por el bien.
Es decir, el suministro público a un precio cero no permite saber la infor-
mación sobre la cantidad y calidad que prefieren los consumidores. Estas
variables deben determinarse recurriendo a mecanismos de asignación y dis-
tribución adicionales; los mecanismos que suelen utilizarse como decisiones
mayoritarias simples o intercambio de votos suelen llevar a asignaciones in-
eficientes. Es posible que el coste de los recursos dedicados para el suminis-
tro público al bien colectivo sea inferior a su valor alternativo –en otros usos–
a pesar de que se ofrezcan a un precio –nulo– igual al coste marginal.

45 A. CASAHUGA, “Polémica y progreso en la teoría de los bienes colectivos”. Hacienda

Pública Española N° 60, 1979, pág. 299.


46 P. SAMUELSON, Exposición gráfica de una teoría... Hacienda Pública Española N° 5,

1970, pág. 175.


47 “Journal of law and economic 7”, Law School University of Chicago Press, pág. 7.
50 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Minasian llega a la conclusión de que en casos de bienes colectivos la


fijación de un precio nulo no será siempre la condición necesaria samuelso-
niana. Aunque el suministro privado no sea eficiente en el caso de bienes
públicos (no se cumple Precio = coste marginal), tampoco el suministro pú-
blico será necesariamente eficiente, a causa de la falta de exclusión, no reco-
ge la información de cantidad y calidad.
Minasian llega a la conclusión de que la capacidad faltante o la insuficien-
cia de la teoría samuelsoniana de los bienes colectivos es la determinación
del marco institucional eficiente para el suministro de bienes colectivos.
La réplica samuelsoniana puede verse como que él nunca concibió una
teoría del sector público y no identificó bienes colectivos con suministro pú-
blico. La teoría de Samuelson es una teoría del fallo de mercado, como del
sector público en el suministro de bienes colectivos. Para Samuelson cual-
quier forma de suministro se inserta dentro del mundo del Second Best, don-
de es difícil encontrar teoremas de aplicación general.
Sin embargo, Samuelson en las polémicas en las que ha participado ha
mostrado no querer salir del First Best, permitiéndole no llegar a conclusio-
nes erróneas, pero poco reales. No porque el mundo del óptimo sea inalcan-
zable; puede evitarse tener que alcanzar a tomar decisiones sobre bienes co-
lectivos, aunque a priori sepamos que entrarán en el Second Best. Así muchos
estudiosos no han vacilado en igualar el suministro de bienes públicos con la
superioridad del suministro estatal. Éstas son las intenciones detrás de las
contribuciones.
James M. Buchanan, en “Public goods in theory and practice: A note on
the Minasian-Samuelson discussion”48, se sirve de un ejemplo irreal con el
fin de resaltar las características de los bienes colectivos y los problemas de
una solución eficiente.
“Minasian está en lo cierto cuando afirma que la moderna teoría de los
bienes públicos no nos permite tomar decisiones institucionales sobre alter-
nativas organizativas independientemente de otras consideraciones, de las
cuales sólo menciona algunas. Únicamente el más ingenuo de los defensores
de la teoría hubiera exigido ésta a la teoría, aunque parece estar claro que
algunos interpretaron la teoría en este sentido. Por otra parte lleva su crítica
más allá de los límites aceptables cuando sugiere que las normas asignativas
contenidas en la teoría son incorrectas, dentro de modelos propiamente con-
tenidos. Su demostración de que son otras las consideraciones que pueden
resultar dominantes en determinadas circunstancias del mundo real tiene poca
relevancia para la validez de la teoría de los bienes públicos.

48 Journal of law and economic, Law school University of Chicago Press, 1967, págs.

193-197.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 51

Resultó desafortunado que Minasian no consiguiera separar más plena-


mente la teoría de los bienes públicos de los problemas organizativos en el
caso de la televisión.
“Fue igualmente desafortunado que Samuelson eligiera mantener la discu-
sión en el mismo terreno. Finalmente resulta descorazonador que Samuelson,
que hubiera podido llevarse la mejor parte de la polémica, dejara perder su
propia ventaja trayendo connotaciones ideológicas en lo que debería ser un
debate razonado. De esta manera colocó una nube ideológica sobre toda la
teoría de los bienes públicos a la que tanto ha contribuido... Sus ataques en
contra de Minasian temo que pueden provocar la siguiente respuesta, me
parece que protestas demasiado”49.
Las réplicas de Samuelson, en “Pitfalls in the analysis of public goods”50,
descartan el ejemplo de Buchanan como teoría positiva, aunque se traiciona
al equipararlo con el demonio de Maxwell.
“Las abstracciones, como los péndulos sin fricciones y la de las abstrac-
ciones de él. En la vida real las primeras abstracciones se aproximan a casos
límites. Por otra parte la última abstracción es, como el demonio de Maxwell,
un ente que puede ver a cada átomo y discriminar entre ellos. Estos concep-
tos existen para crear paradojas esclarecedoras”51.
Minasian se refuerza en su posición desechando como irrelevante desde
una postura maximalista, la teoría de los bienes colectivos. (“Public goods in
the theory and practice revisited”)52.
“Mi crítica de los no se basó en sus méritos lógicos, sino sobre la base de
su relevancia. Por ser modelos teóricos y no empíricos, las normas asignati-
vas deben juzgarse por los datos económicos relevantes contenidos en estos
modelos. Un modelo de bienes públicos que no incorpore los costes de ex-
clusión y el valor de la información generada por distintos sistemas de incen-
tivos y señales, no está propiamente ‘constreñido’ para el propósito de solu-
cionar problemas del mundo real. De hecho, sin estos dos elementos el modelo
elimina por completo el problema de la asignación de los recursos que era lo
que me interesaba en mi artículo”53.
En el intercambio entre Buchanan y Samuelson afloran también sus distin-
tas apreciaciones sobre el valor del paradigma de la oferta conjunta en su

49 J. M. BUCHANAN, Los bienes públicos en la teoría y en la práctica “Una nota sobre la

polémica Minasian-Samuelson”. Hacienda Pública Española N° 60, 1970, págs. 319-20.


50 Journal of law and economic, Law School Univ. Press, 1967, págs. 199-204.
51 P. A. S AMUELSON, “Peligros en el análisis de bienes públicos”, Hacienda Pública Españo-

la N° 60, Madrid, 1979, pág. 322.


52 Journal of law and economic, Chicago, 1967. págs. 205-207.
53 J. MINASIAN, “Nueva vista de los bienes públicos en la teoría y en la práctica”. Hacienda

Pública Española N° 60, Madrid, 1979, pág. 326.


52 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

aplicación a la problemática de los bienes colectivos, una vez que se pone en


claro que bien colectivo no puede identificarse siempre y sin más con sumi-
nistro público, se plantea entonces el análisis de la resolución del problema
de en qué casos puede hacerse esa identificación.
Después de formulada esta cuestión, ¿es posible encontrar en la definición
del bien colectivo puro características analíticamente diferenciadas que per-
mitan llevar a cabo clasificaciones significativas de los bienes colectivos,
que nos sirvan para esclarecer la cuestión de la eficiencia de los distintos
modos de suministro de forma más fructífera que la definida por Samuelson?
Buena parte de la investigación se ha dirigido en esta dirección; aunque
pocos, también hay autores que rechazan esta dirección de la investigación
de bienes colectivos.
El mecanismo de la competencia constituye un modelo positivo que inten-
ta explicar fenómenos del mundo real, la teoría de los bienes colectivos es
fundamentalmente una aportación normativa que permite derivar condicio-
nes de optimalidad, condiciones que serán distintas si existen variaciones en
las características de los bienes, aunque todos ellos tengan algo de carácter
colectivo de la definición samuelsoniana.
No podemos esperar que la presión del proceso competitivo, ya sea políti-
co o de mercado, por norma general pueda generar mecanismos eficientes
para cada caso concreto, hablar de suministro público es de gran vaguedad,
puesto que hay muchas variaciones organizativas que puede adoptar el sumi-
nistro público.
La principal conclusión del intercambio entre Margolis y Samuelson es
que hay un espectro continuo en que los especímenes puros de los bienes
colectivos y privados sólo constituyen los extremos de dicho espectro, se nos
plantea la posibilidad de separar aquellas características de los bienes que
puedan tener un impacto relevante sobre la eficiencia de las distintas formas
de suministro.
Musgrave distingue dos características fundamentales y mutuamente in-
dependientes en la definición de los bienes colectivos puros, la inexcusabili-
dad y la indivisibilidad o no rivalidad.

VII. MODELOS
VII.I. Modelos para los bienes privados

Siguiendo a Richard Musgrave en su obra antes citada, si suponemos que


existe un planificador omnisciente que posee toda la información, recursos dis-
ponibles, tecnología, preferencias de los consumidores, y se pide a éste que
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 53

determine de qué manera han de usarse eficazmente los recursos, teniendo en


cuenta todos los estados posibles de distribución, las condiciones serán:
1. La eficiencia exige que cualquier cantidad dada de X sea producida de
tal modo que permita la producción al mismo tiempo de la mayor cantidad
disponible de Y.
Se deberá emplear la mejor tecnología disponible, si una técnica permite
producir 100 unidades de X y 80 de Y, y otra 100 de X y sólo 50 de Y, es
preferible la primera. Considerando una economía de dos consumidores y
dos productos, la tasa marginal de sustitución en el consumo entre los bienes
X - Y debe ser la misma para los consumidores A y B.
Entendemos que la tasa a la que A y B estarán dispuestos a cambiar la última
unidad de X por unidades adicionales de Y, debería ser la misma. Si A está
dispuesto a dar una unidad de X por tres unidades de Y, mientras que B dará
cuatro unidades de Y por una unidad de X, irá en ventaja de ambos realizar la
operación, aumentando A su consumo de Y y consumiendo B más de X, hasta
que se restablezca la igualdad de las tasas marginales de sustitución.
2. La tasa marginal de sustitución de Y por X, de un consumidor, disminu-
ye conforme se consume más X y menos Y. El consumo tanto de X como de
Y está sujeto a la utilidad marginal decreciente.
3. La tasa marginal de sustitución de X por Y en el consumo deberá ser la
misma que la tasa marginal de transformación en la producción. Esta última
se define como las unidades adicionales de X que pueden ser fabricadas si la
producción de Y se reduce en una unidad.
La tasa marginal de sustitución en el consumo de 3x por 2Y en tanto que:
la tasa marginal de transformación es de 3x por 1 y será deseable aumentar la
producción de X y reducir la de Y hasta que ambos ratios se igualen. Si se
cumplen estas condiciones, la asignación de recursos será eficiente en el sen-
tido de Pareto.
Con las posiciones de utilidad de los consumidores A y B, para todas las
soluciones eficientes correspondientes a diferentes combinaciones de produc-
tos a lo largo de la frontera de posibilidades de producción, obtendremos una
frontera de utilidad concedido a A EL MAYOR NIVEL DE UTILIDAD POSIBLE POR B.
Cada una de estas soluciones implica una pauta particular de uso de los
recursos entre los bienes privados X e Y, su distribución entre los consumido-
res A y B. Los mejores puntos posibles están situados sobre la frontera de
utilidad, señalan una transacción entre las ganancias para A y las pérdidas
para B aumentan y viceversa.
La elección es una cuestión de distribución y debe realizarse sobre la base
de una función de bienestar social que exprese un ordenamiento por el cual la
sociedad asigna valores relativos a los niveles de bienestar experimentados
por A y B. Siempre que se dé también al planificador la función del bienestar
54 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

social, la solución implica una determinación simultánea de la combinación


eficiente de producción y su distribución entre los consumidores.
El planificador omnisciente al que se le da toda la información no existe.
La solución en la producción eficiente de los bienes privados y su asignación
pueden ser obtenidas en su sistema competitivo de mercado. Los productores
guiados por su deseo de máximos beneficios adoptarán el método de produc-
ción del coste mínimo satisfaciendo así la condición 1. Además, fabricarán
los productos que los consumidores necesitan más, como indica el precio que
alcanzan en el mercado.
Los consumidores asignarán sus respectivos presupuestos entre produc-
tos, de modo que se igualen sus tasas marginales de sustitución con sus ratios
de precios satisfaciendo la condición 2.
El consumidor actuará así, porque si el precio de X es el doble de Y, mien-
tras que su nivel de satisfacción no variaría sustituyendo el consumo de una
unidad de X por menos de dos de Y, elegirán comprar y consumir más de Y y
menos de X hasta que la tasa marginal de sustitución de X por Y sea igual al
ratio del precio.
Los mismos precios se pagan por todos los consumidores pero, de acuerdo
con sus gustos y rentas, consumirán cantidades diferentes. Los vendedores,
al intentar hacer máximos sus beneficios, igualarán el coste marginal con el
ingreso marginal que en condiciones de competencia iguala también el coste
marginal al precio o ingreso medio; así se cumple la condición 3.
El mecanismo de mercado, al actuar como un sistema de subasta y funcio-
nar a través del precio de competencia, asegura un uso eficaz de los recursos;
incluso un planificador socialista –siempre que quiera adaptar su combina-
ción de producción a las necesidades de los consumidores– encontrará útil el
juego competitivo, o aconsejar a sus ordenadores que lo hagan, con el objeto
de conseguir resultados eficientes.
Para que funcione el mecanismo de mercado debemos tomar como dada
una distribución de la renta. Cada uno de los puntos de la frontera de utilidad
corresponde a la solución alcanzada por el mecanismo del mercado competi-
tivo –y la regla de formación del precio que implica– sobre una distribución
dada de la renta; por consiguiente, la calidad de la solución depende también
de la adecuación de la distribución predominante.

VII.II. Modelo general para bienes públicos


Consideramos ahora de nuevo el problema precedente en una situación en
la que se producen tanto bienes sociales como privados.
Dados un bien social S y uno privado X, el planificador se encarga de deter-
minar la serie eficiente de soluciones. Volviendo a las normas de eficiencia
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 55

antes establecidas, no hay cambio alguno con respecto a la condición 1. La


construcción de la frontera de posibilidades de producción plantea el mismo
problema de antes, pero las condiciones 2 y 3 variarán, puesto que ahora frente
a la misma cantidad, sus tasas de sustitución de bienes privados por sociales
pueden diferir.
Y dado que participan en el consumo de las mismas unidades de bienes
sociales, ahora la eficiencia exige la igualdad entre tasa marginal de la trans-
formación en la producción y la suma de sus tasas marginales se sustitución
en el consumo.
Los niveles de bienestar de los consumidores se pueden registrar en la
frontera de utilidad, y dada la función de bienestar social aparece siempre en
punto, como la mejor de las posiciones de bienestar posibles. Las decisiones
sobre el nivel de bienes públicos son tomadas por los poderes públicos; por
tanto, que la producción se encuentre o no en un punto óptimo de eficiencia
depende del proceso político. El nivel eficiente de bienes públicos depende
de la distribución de la renta.
El nivel eficiente es aquel en el cual la suma de relaciones marginales de
sustitución es igual a la relación marginal de las curvas de transformación. La
provisión eficiente de bienes públicos se encuentra en el punto de intersec-
ción de las curvas de oferta y demanda.
La curva de demanda agregada muestra la suma de que los individuos
están dispuestos a sacrificar, en el margen para obtener una unidad adicional
de bienes públicos, mientras que la oferta muestra la cantidad de los demás
bienes a que debe renunciarse para obtener una unidad más del bien público.
El hecho de que el nivel eficiente de bienes públicos dependa, en general, de
la distribución de la renta tiene una importante consecuencia; no es posible
distinguir la cuestión de la eficiencia en la provisión de bienes públicos del
tema distributivo. Toda variación en los niveles eficientes de producción de
bienes públicos es provocada por toda variación de la distribución de la renta.
Los gobiernos, cuando evalúan los beneficios de un programa público,
prestan atención a quién beneficia ese programa. Al utilizar el sistema fiscal
y el sistema de asistencia social para redistribuir los recursos, no sólo son
elevados los costes administrativos de estos sistemas; los impuestos tienen
estos importantes efectos en el ahorro y el trabajo.
El hecho de que los ingresos recaudados para financiar los bienes públicos
se obtengan por impuestos (renta) tiene consecuencias importantes en la pro-
visión eficiente de bienes públicos.
La cantidad de bienes privados que deben sacrificar los consumidores para
obtener una unidad adicional de bienes públicos es mayor que si el Estado
pudiera recaudar ingresos mediante instrumentos que no influyeran en los
incentivos y que no fueran costosos de administrar. La cantidad de bienes
56 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

privados a la que tenemos que renunciar para obtener una unidad adicional
de bienes públicos, teniendo en cuenta estos costes adicionales, es la relación
física marginal de transformación determinada por la tecnología, frente a la
primera que tiene en cuenta los costes derivados de los impuestos necesarios
para financiar el aumento del gasto público.
Uno de los bienes más importantes es la gestión del Estado, todos somos
beneficiados cuando la administración es más eficiente. Debe poseer las dos
propiedades de los bienes públicos, si el, gobierno fuera capaz de ser más
eficiente y de reducir los impuestos sin reducir el nivel de servicios que pres-
ta el Estado, todos ganaríamos.
El político que lo consiguiera puede tener beneficios, pero aún más los demás.
Los que votaron ganaron y los que no lo votaron ganarían tanto como los otros.

VII.III. En resumen
Hay un uso eficiente de los recursos cuando no hay posibilidad de hacer
un cambio que favorezca a uno sin perjudicar a otro. Hay muchas soluciones
eficientes al problema de la asignación, reflejando cada una de ellas un esta-
do diferente de distribución entre los consumidores.
Los bienes privados son rivales en su consumo, mientras que los bienes
sociales no son rivales, no siendo posible o deseable la exclusión.
Se pueden establecer ciertas condiciones que deben cumplirse si se desea
emplear eficientemente los recursos y pueda considerarse el mecanismo que
pueda conducir el uso eficiente.
En el caso de bienes privados las tasas marginales de sustitución en el
consumo deben ser iguales para todos los consumidores e iguales a la tasa
marginal de transformación en la producción. El resultado se consigue en un
mercado competitivo, donde los consumidores revelan sus preferencias pu-
jando por los bienes. Todos pagarían igual precio por distintas cantidades,
depende eso de su renta y preferencias.
Se obtiene una curva de demanda de mercado mediante la suma horizontal
de las curvas de demandas individuales. Para el caso de bienes sociales la
solución al problema difiere por las siguientes razones:
“Puesto que los bienes no son rivales en consumo, todos consumirían igual
cantidad. Puesto que los consumidores difieren en renta y gustos, las tasas
marginales de sustitución ya no son las mismas y la curva de seudodemanda de
mercado se obtiene por la suma vertical de las curvas individuales. Ahora el
requisito es que las sumas de las tasas marginales de sustitución en el consumo
deberían ser iguales a la tasa marginal de transformación en la producción”54.

54 R. & P. MUSGRAVE, ob. cit., pág. 106.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 57

Un planificador que conociera todas las preferencias puede llegar a una


asignación de recursos a la producción de bienes privados y públicos y a una
distribución de bienes privados entre consumidores, que es la óptima.
Esta solución es óptima tanto en el sentido de satisfacer las condiciones de
eficiencia del óptimo paretiano, como las normas distributivas de una fun-
ción de bienestar social dada.
Esta solución no es operativa. Como los beneficios de los bienes públicos
están a disposición de todos, éstos actuarán como usuarios que no pagan.
Es necesario la inducción a revelar preferencias mediante un proceso polí-
tico o un sistema de votación basado en una distribución dada de la renta. El
proceso de votación sería eficiente –óptimo– si la distribución subyacente de
la renta monetaria es también correcta.

VIII. BIENES MIXTOS (O AMBIGUOS)

“Algunos bienes no encajarán ni en la definición de servicio público ni


de bien privado. Éstos se suministrarán de forma más eficiente por medio
del mercado o de forma pública de acuerdo con la distribución de la renta
disponible y la distribución de los costes inframarginales del servicio en
cuestión en caso de que se suministre públicamente. Este tipo de servicios
los denominaremos aquí tipo ambiguo de bienes: ni claramente privado ni
claramente público”55.
Richard Musgrave56 denomina bienes mixtos al tipo de bienes que caen entre
los casos polares de los bienes puramente privados y los puramente públicos.
Anteriormente hemos trazado una clara distinción entre bienes privados
cuyos beneficios están plenamente interiorizados –rivales– y otros como la
purificación del aire cuyos beneficios son externos –no rivales–. Pero en el
mundo real surgen situaciones de clases diferentes.
Problemas del tipo bien social no surgen solamente en el contexto presu-
puestario, sino donde el consumo privado o las actividades de producción
generan beneficios externos. Esto lleva a una oferta menor de la adecuada y
se requiere una subvención para corregir este efecto.
Si A obtiene beneficios al ser vacunado contra una enfermedad infecto-
contagiosa, pero también lo hacen otras personas, se ve reducido el peligro.
Puesto que gran número de consumidores pueden resultar afectados, la nego-

55 J. HEAD y C. SHOUP, “Bienes públicos, bienes privados, bienes ambiguos”. Hacienda

Pública Española N° 60, 1979, pág 335. Ver. castellana de “Public goods, private goods, and
ambiguos goods”, The economic journal. Cambridge Univ. Press, sept. 1969, cap. 4.
56 Ob. cit., cap IV, pág. 110.
58 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

ciación no funciona y se haría preciso un proceso presupuestario que logre la


revelación de preferencias.
“Pero la intervención presupuestaria en este caso no implicará una provi-
sión presupuestaria total, más bien adoptará la forma de subvención a las
adquisiciones privadas”57.
Estas situaciones, en las que nos encontramos con casos de bienes mixtos,
serán financiadas por pagos privados y subvenciones. El fenómeno de exter-
nalidades de beneficios tiene su contrapartida en los costes externos. El con-
sumo privado o las actividades de producción pueden generar costes que no
se internalizan y no son pagados por los consumidores o productores. Como
resultado se imponen costes sobre la sociedad que no han tenido en cuenta.
En los casos de costes externos cabría un impuesto penalizador. Esto es el
problema de cómo enfrentarse a los males sociales tales como la contamina-
ción y el daño al medio ambiente, mediante intervención o no.

A) LÍMITE ESPACIAL. HACIENDAS LOCALES


Cuando hablamos de bienes sociales como los que son disponibles para
todos, no se incluye a toda la población mundial. El área geográfica de bene-
ficio está limitada, por lo general, a los residentes en ese sector o área.
La estructura óptima del sector público era aquella en la que hubiera un
nivel de gobierno –o un mecanismo de toma de decisión colectiva– para cada
jurisdicción que pudiera delimitarse por él.
“Bajo tal correspondencia perfecta, cada unidad de gobierno provee aquel
nivel de consumo que iguala en el margen la suma de los beneficios a la de
costes de todos sus miembros sujetos a ciertas condiciones restrictivas... Si
variara el tamaño de la jurisdicción en la que los individuos consumían con-
juntamente el bien la determinación del tamaño de la jurisdicción adecuada
en la que proveer el bien exige una ponderación de las ganancias y pérdidas
de bienestar asociados a un incremento en el grado de centralización en la
toma de decisiones, se deduciría que debería existir un nivel óptimo de go-
bierno para todos y cada uno de los distintos bienes públicos”58.
Pero, cuando tenemos en cuenta los costes de la toma de decisión colectiva,
resulta claro que incluso si fuera posible crear un nivel separado de gobierno
para servir a cada grupo de la población que consume conjuntamente un deter-
minado bien, existen fuertes razones para no actuar así. En el caso de proble-
mas medioambientales la decisión de una jurisdicción puede perjudicar a otra.
Por ejemplo, una autopista que pasara por una comunidad y ésta colocara va-

57
R. MUSGRAVE, ob. cit., pág. 110.
58
W. E. OATES, Federalismo fiscal, Nuevo urbanismo 25, Madrid, Instituto de estudios de
administración local, 1977, págs. 74-75.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 59

llas especiales para derivar el ruido producido, puede éste dirigirse a otra co-
munidad quizás a kilómetros de distancia, causándole daños ecológicos no
medidos por la otra comunidad que tomó la decisión de la desviación.
Existe pues un incentivo, sobre todo en cuestiones ambientales, de reducir
los costes de decisión colectiva, economizando el número de niveles de go-
bierno. En estos casos y siempre que se acepte la provisión estatal, es desea-
ble un nivel único de gobierno, que tendría la responsabilidad de proveer
estos bienes, dado que los procesos ecológicos y medioambientales no tienen
fronteras.

B) CONGESTIÓN
Otro caso de bienes mixtos, en relación con zonas geográficas, se presenta
cuando los bienes, no obstante de ser consumidos en iguales cantidades por
todos los miembros de un grupo particular, no son verdaderamente NO RIVALES
en el consumo.
Cuantos más usuarios se suman, disminuye la calidad del servicio recibido
por todos ellos a partir de unas instalaciones dadas.
El número de unidades del bien que entran en función de utilidad del indi-
viduo dependen no solamente de la cantidad de inputs y de la función de
producción sino también del número de personas.
El problema de la congestión asociada con la movilidad de los consumido-
res proviene del libre acceso de todos los individuos de las distintas jurisdic-
ciones; podríamos esperar que al seleccionar una localización en la que resi-
dieran los individuos no considerarán el impacto de su decisión sobre el
bienestar de los otros.
Pero, si los consumidores de un bien público impuro pueden cargar un
precio o alternativamente ofrecer un subsidio a los consumidores adiciona-
les, podrían ofrecer una solución eficiente.
Por ejemplo, los miembros de un grupo que establecen un lugar de recreo
conservando las características ambientales del terreno tienen incentivo para
buscar miembros que colaboren con los costes de construcción, funciona-
miento y cuidado del lugar.
El tamaño óptimo del grupo puede determinarse aceptando individuos adi-
cionales hasta que la ganancia marginal por la participación en los costes
iguale al coste marginal de congestión para los miembros, en este punto del
grupo no aceptarían individuos adicionales.
En el caso de un bien público no sería así, dado que hay fuertes razones
para permitir el libre movimiento de individuos.
Cuando no hay control en el tamaño del grupo es probable que se den
ineficiencias, porque un miembro potencial no necesita considerar el coste
de congestión que éste impondrá a los otros.
60 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

En particular la consideración relevante para un integrante potencial no es


el coste marginal sino más bien el coste medio; toma en cuenta el nivel de
congestión existente, no los costes adicionales que éste impone sobre los
individuos que ya están.
Los incentivos para evitar la excesiva congestión y excluir pueden solu-
cionarse mediante zonas establecidas por particulares, como, por ejemplo,
agentes inmobiliarios locales que traten de imponer cierto grado de control
sobre el tamaño y la composición de la población en una jurisdicción; por
ejemplo, mediante el mecanismo del precio.

C) EN RESUMEN
Aunque los aspectos del problema de los bienes sociales se ve mejor cuan-
do hablamos de casos de bienes puramente públicos o privados, la naturaleza
real de los bienes cae muchas veces en situaciones eclécticas.
Entre las diversas situaciones mixtas consideramos:
El consumo o la producción de bienes privados que puede dar origen a
beneficios externos; estos beneficios son tenidos en cuenta por el mercado;
esto lleva a una oferta menor de la adecuada y requeriría una subvención para
corregir el defecto.
Las externalidades pueden implicar no sólo bienes o beneficios sociales,
sino también costes o males sociales.
Tiene lugar un fallo de mercado (un ejemplo es el problema de la contami-
nación) cuando los costes externos no son tenidos en cuenta por la empresa o
consumidor que causa el daño. En este caso se produce un exceso de oferta y
se necesita un impuesto para internalizar estos costes. La incidencia en forma
de beneficio de los bienes sociales está sujeta frecuentemente a una limita-
ción espacial.
Una determinada provisión de bienes sociales, que esté a disposición de
todos los individuos; los beneficios obtenidos pueden disminuir cuando
aumenta el número de miembros, causando problemas de congestión.
SEGUNDA PARTE

MODELO TRADICIONAL
IX. LOS DERECHOS DE APROPIACIÓN

Poseer significa usualmente tener derecho, por ejemplo, en el caso de la tie-


rra cultivarla, ofrecer a la venta la tierra o poner en venta esos derechos, pero
no hacer con ella lo que no se debe.
La ostentación de esos derechos puede definirse por la extensión en que la
decisión del titular llega a determinar el uso. Si la decisión del titular de
cómo debe utilizarse un derecho domina el proceso decisorio que gobierna el
uso y éste es igual a la unidad, el titular detenta un derecho absoluto. Tam-
bién existen derechos compartidos, por ejemplo, el derecho al uso, al paso.
Lo que se posee es una porción de derecho a usar el recurso.
El ejercicio de un determinado derecho puede depender de un proceso
decisorio en el que participan varios individuos, votación por mayoría. Son
los votos o su número lo que determina el modo en que va a ejercerse el
derecho a utilizar un recurso.
En la estructura de los derechos de propiedad, debe verse primero qué
derechos de propiedad existen en una sociedad; pueden existir derechos par-
ticulares a un uso que antes no existía, o que no se den en otras sociedades.
“De este modo, en los primeros tiempos de la historia de la radio los usua-
rios de frecuencias no tenían derecho a impedir que los miembros de la comu-
nidad emitiesen en esa misma frecuencia. Cualquier persona que lo desease
podría emitir en cualquier frecuencia y con esto se continúa todavía hoy, en
algunas bandas de frecuencia”1.
El segundo tema es el hecho de que puede variar la identidad de los titula-
res de derechos. La distinción más importante es la titularidad pública o esta-
tal y privada.
La clasificación de sistemas sociales de acuerdo con el grado de centrali-
zación del control está relacionada con el grado en que los derechos de pro-
piedad son ostentados por el Estado. Existe una ambigüedad estatal o privada

1 A. ALCHIAN, H. DEMSETZ, “El paradigma de los derechos de apropiación”, Hacienda Pú-

blica Española N° 68, Madrid, 1981, pág. 319.


64 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

de un recurso. En esta cierta ambigüedad los derechos de propiedad asocia-


dos a un recurso son divisibles.
Algunos derechos a ciertos usos del recurso pueden ser ostentados por el
Estado y otros por el individuo. Aunque el control privado aumenta cuando
derechos adicionales de uso se ostentan privadamente, es difícil decir o sen-
tenciar cuándo puede decirse que la conversión en control privado modifica
la titularidad del bloque de derechos desde la esfera pública a la privada.
La titularidad de los bienes en sociedades es interesante, la estructura de dere-
chos puede tener consecuencias importantes para la asignación de recursos.

IX.I. Consecuencias. Análisis de los derechos de exclusión

1.Derechos comunales
Son aquellos derechos de usar un recurso escaso, pero que no llegan a
incluir la facultad de un titular ausente de excluir a otros. Con frecuencia la
titularidad comunal va técnicamente asociada a la titularidad estatal, por ejem-
plo, los parques públicos, si se podría excluir en los cuarteles militares. El
derecho puede identificarse con una titularidad estatal, o si en el caso de que
rara vez se ejerza, por ejemplo, en los parques públicos, en este caso se con-
sideran comunales a los usuarios del recurso.
“La comunalidad significa que el arreglo operativo arbitrado para el uso del
recurso es tal que ni el Estado ni los particulares pueden excluir a otros del uso
del recurso, salvo en virtud de un uso anterior y continuo del recurso”2.
Un usuario usa el recurso, otro también lo usa, pero no puede desplazar al
primero. El derecho comunal conduce a la medición del coste para su uso.
Las personas que detenten derechos comunales los usarán e ignorarán las
consecuencias.
En la caza, su coste será el agotamiento de las especies sometidas a esa
actividad, y no se tendrá en cuenta si estas acciones no afectan el interés de
alguien.
Este interés surgirá si alguien tiene un derecho o beneficio sobre los ani-
males. En este derecho comunal, quien se abstenga de cazar sólo beneficiará
a aquel que siga haciendo uso de su derecho cinegético.
En resumen, cada persona tenderá a cazar sin límites, produciendo en su
caso un agotamiento del stock. En muchos casos los derechos comunales
llevan a las personas que los usan a comportamientos de uso irracional de los
recursos sometidos a este tipo de propiedad. Podemos citar un ejemplo que
demuestra el comportamiento de algunas personas que se ven fomentadas en
esta actitud por una legislación deficiente.
2 A. ALCHIAN, H. DEMSETZ, ob. cit., pág. 320.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 65

“En 1970 los periódicos recogían relatos de las matanzas bárbaras y crueles
efectuadas todos los años con las crías de focas, en los campos de hielos de la
isla Príncipe Eduardo en el Golfo de San Lorenzo. Como el gobierno canadien-
se no permitía apoderarse de más de 50.000 animales, los cazadores operaban
velozmente para poder conseguir las piezas antes de que llegasen al tope legal-
mente establecido... Destrozaban los cráneos de las crías con porras pesadas...”3.
El Ministerio de Pesca advirtió a los cazadores que se hallaba sometido a
fuertes presiones para prohibir la caza, y que se haría tal cosa si no modifica-
ban la forma de caza. Los culpables no son los cazadores sino las normas que
regulaban el derecho comunal hasta 50.000 piezas, lo cual llevaba a una caza
rápida, indiscriminada, ya que estas piezas se ofrecen al primero que se haga
con ellas.
El problema de los derechos comunales se plantea de forma más cruda en
los casos de contaminación, ya que el Estado en el caso del aire y del agua ha
invitado a su uso como bienes libres. Muchos de estos recursos se han utiliza-
do en exceso hasta el extremo de que la contaminación plantea una amenaza
grave a la productividad de esos recursos libres.
También modifica la asignación de recursos la atenuación del bloque de
derechos que no permite intercambio con arreglo a precios de despeje de mer-
cado. Los intereses que buscan las personas son variados; si un tope de precios
impide que los titulares puedan cubrir sus deseos de mayor riqueza, como, por
ejemplo, un control en los arrendamientos, los arrendadores buscarán arrenda-
tarios en condiciones restringidas.
La reasignación de recursos junto con la ausencia de un derecho de excluir
y no poder intercambiar a precios de mercado son atribuibles al aumento del
coste de transacción originados por las modificaciones de los derechos de
propiedad.
El problema de la asignación a precios que no son de mercado, sino produc-
to de deformaciones institucionales, no trae tantas distorsiones como la falta de
exclusión, que afecta aún más los costes de transacción, elevándolos.
Analizando el problema de la CONGESTIÓN, por ejemplo, por la vía pública
–derecho comunal– nadie puede excluir a conductores de esa calle. Nadie
impide que algunos paguen por el uso de otra vía, ya que quien no pague
puede hacer uso de la vía pública. Esto eleva el coste de transacción, al crear
el problema del polizón.
Debiéndose pagar para usar los caminos alternativos, muchas personas
aprovecharán usar la vía pública por la reducción temporal de la congestión,
por los que utilizan la vía alternativa, pagando. No puede excluirse a esos
nuevos usuarios.

3 Ibídem.
66 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

El derecho, o mejor dicho el sistema que incluye la posibilidad de excluir


peaje, evita las fuentes de elevados costes de transacción. Quienes ahora usan
el camino, sólo podrán utilizarlo si pagan el peaje, evitando el problema del
polizón.
Las consecuencias sociales de la identidad de los titulares de acuerdo con
los incentivos políticos en caso del Estado, y de mercado en el caso de los
particulares, conducen a diferencias en el uso de los recursos.
En el caso de particulares se puede pensar en principio que responden de
la misma forma a los incentivos del mercado, con lo que su identidad no
afecta los recursos concretos a los que están destinados los recursos.
Los titulares privados responden al uso de los recursos en la forma más
valiosa. En ciertas condiciones esta aproximación es muy buena. Una de las
condiciones es que los costes de transacción sean insignificantes, facilitando
contactos y negociaciones.
Si el coste de transacción es despreciable, la alteración en la identidad de
los titulares de los derechos pueden tener efectos asignativos, porque buscar
una utilización única de recursos puede paralizarse por costes de transacción
que tienden a elevarse.
El impacto de las decisiones institucionales trae deformaciones en los cos-
tes de transacción. Las reorganizaciones de este tipo traen problemas, y es
mejor destinar el esfuerzo a que los recursos tengan usos más productivos,
que ha de formar el mercado.

2. Desarrollo de los derechos de propiedad


En un sistema de derechos comunales, cada persona ostenta un derecho
privado al uso del recurso, una vez apoderado éste y ostenta un derecho co-
munal antes de ese apoderamiento. Esto haría que esas personas convirtieran
sus derechos de la forma más valiosa.
El problema se podría resolver convirtiendo los derechos comunales en
privados, y no surgirá la necesidad arrolladora de apropiar recursos, o bien
restringir mediante una reglamentación la conversión de derechos comunales
en privados.
La forma privada desplazará a la comunal, siempre y cuando no sea cos-
tosa. El sistema de marcado de animales es más deseable por su bajo costo; la
apropiación y matanza de éstos traerá costes sociales mayores y el agota-
miento de las reservas.
Si el ajuste social apunta a la eliminación del derecho privado, surge el
problema de los incentivos al trabajo. Por ejemplo, si las piezas cazadas per-
tenecen a la comunidad, se reduciría el incentivo a la caza, y el problema
sería repartir el producto.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 67

Va a llegar el momento en que el Estado tendrá que incentivar la caza y


establecer regulaciones para repartir. De esta forma la sociedad será cada vez
más centralizada y adoctrinada.
Los derechos privados son útiles porque estimulan a las personas a tener
en cuenta los costes sociales. Identificar derechos privados con comporta-
miento antisocial no siempre es acertado, en el peor de los casos el porcentaje
es mínimo.
La inestabilidad de un sistema de derechos comunales se ve ante cambios
tecnológicos o de demanda, cuando el recurso comunal se hace más valioso
que antes. Los cambios traerán efectos perjudiciales o beneficiosos, que po-
drán medirse cayendo en altos costes de transacción dentro de la estructura
existente de derechos de apropiación.
Se esperarán modificaciones de la estructura de derechos que permitan a
las personas responder en mejor forma a estos nuevos costes y beneficios.

X. ANÁLISIS ECONÓMICO DE LOS DERECHOS DE PROPIEDAD

Los conflictos de intereses entre los miembros de la sociedad deben resol-


verse mediante el proceso denominado competencia. Este proceso debe en-
focarse a la clase de competencia que utilizaremos para la resolución de los
conflictos, es decir, qué forma de discriminación habremos de utilizar para
que las personas logren sus niveles de objetivos. El análisis gira en torno de
la escasez, la discriminación y la competencia, la propiedad...
Las restricciones antes mencionadas, en las cuales gira el análisis, están
impuestas por la naturaleza y también por otras personas que, por lograr cier-
tos objetivos, dejan niveles inferiores para otras personas.
Los economistas se inclinan a examinar el intercambio como un acto coope-
rativo, en el cual ofertante y demandante actúan para alcanzar cada uno por su
lado una posición mejor. Si bien hay un aspecto cooperativo en el esfuerzo,
también se puede ver el aspecto competitivo o de apropiación del intercambio.
En el intercambio el demandante puede competir con otros por los bienes
que el ofertante ofrece. Las clases de ofertas, las formas de competencia y el
comportamiento que los miembros de la sociedad pueden tener para obtener
más bienes, que si no se repartirán entre otras personas, se ven más expuestos
en este análisis.
Los derechos de propiedad existentes en un determinado ámbito societario
determinan la competencia, la discriminación o el comportamiento de los
componentes de la sociedad.
68 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

X.I. Características de los derechos de propiedad


La interpretación de derechos de propiedad que fuesen impuestos por el
poder formal del Estado constituye un error.
Los derechos de propiedad privada no sólo constituyen derechos porque el
Estado así los sanciona, sino porque las personas desean que se hagan respetar
coercitivamente. Los derechos de los individuos al uso de recursos –derechos
de propiedad– deben construirse sostenidos por la fuerza de los convencio-
nalismos, la costumbre y las leyes promulgadas respaldadas por el Estado en
su ejecución.
El nivel de ruido, la clase de vestidos, la intromisión en la vida por la causa
que sea de otra persona, no sólo quedan en el ámbito de la ley, sino por la
aceptación social que lleva al ostracismo a aquellos que llevan conductas
antisociales, o a la reciprocidad en las conductas. De cualquier forma, ningu-
na ley impone comportamientos como ciertos estilos de conducta, pero las
personas rechazarán a quien no se atiene a la forma de comportamiento que
imponen los usos y costumbres.
En el sistema de derechos de propiedad, este mismo derecho significa una
protección frente a otras personas que quieran intervenir contra la voluntad
del propietario en el uso, u otras formas de comportamiento sobre los recur-
sos que están sujetos a la propiedad.
El derecho de propiedad da una asignación exclusiva a su propietario para
elegir él el uso más conveniente o más rentable; es decir, el propietario
tiene un uso ilimitado a la elección del uso del bien, siempre y cuando los
derechos de otras personas queden respetados. Es decir, si el titular hace
uso del bien de la forma que cree mejor, pero si en ese uso perjudica a otro
está atentando contra la propiedad privada, violando el sistema, porque este
uso ha negado a otros el control del uso de bienes clasificados como de
propiedad privada.
Tener derechos privados es afirmar que nadie dispone del derecho a reali-
zar la elección del uso del bien más que el titular; la selección del uso no debe
afectar los bienes de los otros en sus atributos físicos.

1. REPARTIMIENTO
Los derechos a uso que pueden tener varias personas sobre un determina-
do bien, por ejemplo la tierra, pueden ser: a su producción, a pasar por ella, a
usar el espacio aéreo...
El derecho de propiedad privada sobre distintos usos repartidos o reasig-
nados en forma temporal o permanente, de forma que los derechos de propie-
dad se distribuyan entre dos o más personas.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 69

Este repartimiento es selectivo en la totalidad de algunos subderechos,


permanece en poder del dueño y la totalidad de otros se transfiere temporal o
definitivamente.
Coasé, en su artículo “The problem of social cost”4, nos dice que en lo que
se denomina daños y perjuicios es aplicable la situación de derechos reparti-
dos, y el ejercicio de derechos trae perjuicios para los titulares de otros dere-
chos, el caso del ferrocarril que sus chispas prenden fuego a los trigales de
los campos próximos a las vías; si el ferrocarril tiene derecho a producirlas
será el agricultor el que tendrá que pagar para que no se diseminen.
Si el uso de las tierras es propio del agricultor será el ferrocarril el que
debería pagar para diseminar las chispas, de esta forma se ahorraría el coste
de instalación de muros de contención.
Si no hay costes de negociación en estos intercambios de derechos, la ri-
queza se distribuirá de acuerdo con la asignación inicial de los derechos.
Pero cuando hay costes de transacción, se producirán bloques, registrándose
entonces fuerzas que van a la supervivencia de grupos mayores de ciertos
tipos de derechos, en el concepto sancionado de derechos de propiedad.

2. PARTICIPACIÓN
Se podría dividir los derechos de propiedad en privados, públicos, conce-
siones, franquicias, fianzas, herencias...
Podemos relacionar los derechos de propiedad con los titulares, los dere-
chos puedan ser compartidos como si fueran dueños conjuntos o copropieta-
rios. Pueden crearse sociedades de capital, donde los copropietarios coparti-
cipan en los derechos de propiedad de los dueños o bien la propiedad pública,
donde todo el mundo tiene cuota.
En los casos societarios las modalidades son variadas en cuanto a la forma
del convenio; las formas más comunes son sociedades de capital, personalis-
tas, fundaciones, consorcios, participación en acciones, relaciones contrac-
tuales de patrón y empleado, sociedades conyugales...
Podemos remarcar las siguientes diferencias entre propiedad pública y
privada:
– Primero, podemos decir que en la propiedad pública, el público es el
dueño o propietario en contraposición con el grupo privado.
– Segundo, entre la propiedad pública y privada varían los sistemas de
recompensas y costes.
El comportamiento difiere porque incluso iguales objetivos en los dos ti-
pos de propiedad, los sistemas de costes y beneficios ofrecidos a los emplea-
dos y dueños tienen un trazo distinto.

4 Journal of law and economic, vol. III, Cambridge, oct., 1960, págs. 1-44.
70 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

La diferencia entre una sociedad de capital privado y una sociedad pública


está en los modos de especulación, en los intereses personales, dado que
difiere el sistema de los derechos de propiedad, es decir, difieren los progra-
mas de rentabilidad.

3. TITULARIDAD PÚBLICA Y PRIVADA


Si analizamos cómo se comportan los distintos titulares y miembros en
explotaciones privadas y públicas, veremos que tienen fines y objetivos dis-
tintos, y cómo en cada caso se comportan frente a la voluntad de no participar
en esa explotación.
En el caso de una explotación privada poseída por mil accionistas y otra
explotación pública poseída por mil residentes, en ambos casos la explotación
es la misma, ambas, tanto la pública, como la privada, tienen fines de lucro.
Ambas explotaciones servirán al público, pero una realiza un servicio pri-
vado y la otra, un servicio público.
La explotación privada sobrevivirá si a través de su explotación ofrece a
los consumidores algo atractivo, deseable y que el público adquiera. En este
caso su actividad será rentable y los poseedores conseguirán dinero.
Si la explotación pública da un servicio público, esto no está reñido con
que recaude fondos prestando sus servicios; por tanto, los mil residentes es-
perarán que se haga preferible su situación.
Hay una situación que diferencia enormemente estos dos tipos de explota-
ción, y sobre todo que diferencia los derechos de cada una de ellas.
El principal problema o diferencia que concierne a esta distinción es la
INCAPACIDAD del propietario público de vender su cuota de propiedad pública
y la capacidad de adquirir tal derecho sin la compra de ésta; esta diferencia es
la más importante en los derechos de propiedad.
Tanto la propiedad pública como la privada pueden buscar el beneficio,
pero el deseo de evitar o suprimir los efectos del incentivo de maximización
de beneficios suele ser la razón de que la sociedad recurra a la titularidad
pública. Los objetivos de la propiedad pública no pueden anunciarse a los
gerentes para lograr las metas, ya que el público como masa intenta aumentar
su utilidad, ya que la riqueza es fuente de utilidad; no puede esperarse que la
gente cambie sus deseos.
La diferencia en el comportamiento entre las dos entidades se refleja en la
presencia o ausencia del derecho de vender una cuota de participación a otra
persona.
“La diferencia puede exponerse algo menos eufemísticamente. La propie-
dad pública debe ser asumida por todos los ciudadanos y ninguno puede des-
prenderse de ella. La posesión de bienes públicos no es voluntaria, es coacti-
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 71

va en tanto que se es miembro del público. Comenzar denominando algo


obligatorio usualmente es un buen paso para terminar condenándolo”5.
Mientras se vive en una comunidad se es poseedor público y no es de
sorprender esa titularidad, y se deberá cambiar de ciudad, por ejemplo, para
cambiar de titularidad pública. En la propiedad privada se pueden vender y
pasar a otros derechos sin tener que dejar la comunidad.
Es de recalcar que para ingresar en la comunidad y de esta forma adquirir
una participación en la propiedad pública, no debe hacerse pago alguno a los
dueños existentes. Aunque se elimine la dilución de la propiedad pública
limitando la entrada, la incapacidad de que una persona venda su cuota de
participación continúa siendo un factor del sistema de costes y beneficios
que afecta a todos los miembros del público y a los empleados y administra-
dores de la institución pública.

X.II. La transferibilidad
En el supuesto de que la propiedad pública pudiese venderse, y que en vez
de hacerse sin fines de lucro, como normalmente, se procure obtener los máxi-
mos beneficios, habría que preguntarse si son diferentes los incentivos, la
respuesta viene a través de dos implicaciones derivadas.
a) La concentración de recompensas y costes en cada persona responsable
de ellos.
b) Y los efectos de la ventaja comparativa en el conocimiento del:
– CONTROL.
– Y EN LA ASUNCIÓN DEL RIESGO.

1.CONCENTRACIÓN DE RECOMPENSAS Y COSTES


Esta mayor concentración de la riqueza de cada persona “depende” más
directamente de sus actividades. Mientras, más directamente se concentra en
determinados recursos tanto más responderá su riqueza a sus actividades en
esas áreas.
Supongamos el ejemplo siguiente:
“Existen mil personas en una comunidad que cuenta con diez empresas
independientes entre sí. Supongamos que cada persona, al dedicar una déci-
ma parte de su tiempo a una determinada empresa como si fuera su propieta-
rio, puede producir un ahorro o ganancia de mil dólares”6.
Al ser el individuo propietario de una centésima parte tendrá diez dólares
y si hace lo mismo con el resto de las empresas, obtendrá mil dólares, eso

5 A. ALCHIAN, ob. cit., pág. 330.


6 Ibidem, pág. 331.
72 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

obtendrá cada individuo que posea parte de la empresa hasta completar los
diez mil dólares, si todos actúan de la misma forma.
Pero si cada persona sólo posee una décima parte de una empresa, cada
individuo dedicará un esfuerzo a una sola empresa, obtendrá mil dólares y el
resto, siendo el comportamiento de los demás igual, será repartido. La dife-
rencia está en que el individuo ahora dedica todo su tiempo a una sola empre-
sa, y de ella dependen sus mil dólares, a los cien del caso anterior.
Su dependencia en relación con las otras personas es de nueve mil dólares,
se ha reducido la dependencia en novecientos dólares. Si dividimos todas las
empresas de esta forma el aumento anual de riqueza dependerá de sus pro-
pias actividades.
El primer ejemplo representa la propiedad pública, que sólo si se pudiera
enajenar la transformaría en propiedad privada y se daría un giro en la con-
centración del tipo del segundo ejemplo.
En el segundo ejemplo la riqueza depende en mayor sentido de las activi-
dades de otras personas.
A diferencia del primer caso, puede suceder, que una persona valore más
su independencia y decida adquirir derechos de propiedad y pague un precio
mayor que lo que vale para otras personas. Esto puede suceder aunque en su
caso sea preciso que trabaje más.

2. CONTROL
El control es la ventaja comparativa de la propiedad. En el punto anterior
hemos visto a los individuos en forma similar, no hemos analizado su capaci-
dad, comportamiento, ni actitud ante el riesgo. Si bien las personas difieren
en estos aspectos, la especialización laboral y la propiedad de una empresa
aumentarán en cierto modo la producción de riqueza.
Ésta sería una ventaja comparativa. Pero los propietarios soportan, en cier-
ta forma, los interrogantes de qué, cómo y para quién producir, corriendo el
riesgo, y de su capacidad productiva.
La diferencia de habilidad de los propietarios hace relevante la ventaja
comparativa de la especialización de titularidad. Las personas concentrarán
su actividad donde creen que su titularidad producirá más ganancias. La pro-
piedad pública elimina, casi totalmente, las posibilidades de especialización
entre los titulares, aunque no la de sus empleados.
“La persona muy versada en maderas y en carpintería disfrutará de una
ventaja como dueña de una sociedad que fabrica muebles. En su papel de
accionista no dejará necesariamente en mejor situación a la empresa, pero en
cambio elegirá la mejor sociedad –a juzgar por sus conocimientos– para co-
locar en ella su dinero.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 73

”El alza relativa del precio de esas compañías permite a los titulares exis-
tentes ampliar el capital, tomar a préstamo con mayor facilidad y retener el
control.
”De este modo las diferencias de conocimiento facultan a las personas a
especializarse en la aplicación de dicho conocimiento en la gestión y opera-
ción de la compañía, siquiera sea por cauces indirectos a veces”7.

3. RIESGO
El riesgo es el segundo aspecto de la especialización de la propiedad,
cada persona tiene una actitud distinta frente al riesgo. Si cada actividad o
recurso representan distintos valores, el intercambio de propiedad permiti-
ría una reasignación del riesgo, presentando una utilidad parecida al inter-
cambio de bienes.
Estas diferencias en la asunción del riesgo no sólo muestran las distintas
actitudes, sino también la expectativa sobre los activos cuya propiedad pode-
mos transferir.
El conocimiento puede usarse en la actividad productiva, pero también
puede utilizarse para distinguir las distintas situaciones sujetas a riesgo.
Se dice que la propiedad moderna separa la propiedad y el control, estando
separada la asunción del riesgo y el control.
Esto es cierto, dada la diferencia que existiría si hubiera un solo dueño.
Para cada copropietario no existe en realidad una separación completa, por-
que si algunos copropietarios se muestran inactivos ante elecciones alternati-
vas o problemas de gestión, otros ejercerán más influencias. Es decir, los
pasivos escogen las decisiones de los activos, y estarán dispuestos a solven-
tar los costes del error en las decisiones o a recoger los beneficios.
En el caso de la propiedad pública, ante la imposibilidad de enajenación,
cada individuo tendrá que apostar por los activistas. La eliminación de los
menos capaces en la gestión está mucho más asegurada en la propiedad pú-
blica, porque:
– La mala gestión y la posibilidad de obtener ganancias se revelan por la
reducción de los precios de los derechos de propiedad.
– La especialidad de concentrar la propia riqueza en áreas determinadas, co-
rrelacionándose con el interés y el esfuerzo para obtener mayores beneficios.
De estos conceptos, Armen A. Alchian, en su artículo “Reflexiones econó-
micas en torno a los derechos de propiedad”, editado en 1977 en Economic
Forces at World, derivó el siguiente teorema:
Con la propiedad pública los costes de cualquier decisión o elección se
arrojan en hombros del selector en menor medida que con la propiedad priva-

7 Ibidem, pág. 332.


74 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

da. Los incentivos de coste-beneficio cambian hacia un descenso de costes; a


la inversa, las ganancias de un titular por una acción de ahorro de costes son
menos efectivas.
No se reducen los costes verdaderos, lo que ocurre es que se produce una
menor presión entre los costes de las elecciones particulares que él mismo
efectúa.
De la misma forma se reducen las ganancias percibibles de los propieta-
rios de sus acciones. Son menos soportadas de lo que serían en una entidad
privada, con un número similar de propietarios. Podríamos decir que esta
diferencia entre propiedad pública y privada no se deriva de las diferencias
que podrían existir en el número de propietarios.
De este teorema Alchian esperaría que los organismos públicos, con fin
de contrarrestar esta reducción en la presión del riesgo, impusiesen costes
especiales a los agentes públicos. De éstos, los que pueden gastar fondos
del erario, deberían verse limitados con restricciones adicionales; porque el
coste de sus acciones no cae directamente sobre ellos, y, por consiguiente,
hay menor eficacia en las instituciones públicas que en las privadas.
Es imposible o muy difícil imponer estas restricciones o correcciones para
contrarrestar. Una forma sería que perdieran las elecciones, cargando así con
el coste de sus errores, pero esto no soluciona el problema, porque los costes
siguen existiendo.
En el grado de soportar los costes la propiedad privada es más adecuada.
La propiedad pública y la privada se utilizan con fines diferentes, y tienen
dispares implicaciones sobre el comportamiento; si la propiedad pública se
convirtiera en privada, el método para lograr los objetivos del Estado se mo-
dificaría.
Por ejemplo, el parque público dejaría de ser operado para subsidio de
ciertos grupos.
Se reduce la propiedad pública, cuando no se desea mayor dependencia en
los beneficios y costes de las acciones propias.
Se reduce el riesgo individual, compartiéndolo con el grupo social.

XI. EFECTOS EXTERNOS DE UN PROYECTO


XI. I. Enumeración
1. INTERNALIZACIÓN DE LOS EFECTOS EXTERNOS
Algunas consecuencias de un proyecto, aun siendo casos claros de efectos
externos, pueden internalizarse por medio de una compensación que aproxi-
madamente iguale su valor.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 75

En el caso de la instalación de un aeropuerto, por ejemplo, podemos decir


que el primer efecto externo que se produce es el incremento de los niveles
de ruido en la zona periférica.
Es ésta una deseconomía externa que podríamos tratar bien como un bene-
ficio externo negativo o un coste social externo.
Si el proyecto hiciera una transferencia a los afectados para que tomen
medidas de insonorización, internalizaríamos la deseconomía externa, y lo
que antes se tomaba como un coste externo se transformaría en un coste in-
terno más del proyecto.

2. EFECTOS EXTERNOS TECNOLÓGICOS Y PECUNIARIOS


La distinción entre efectos externos tecnológicos y pecuniarios es impor-
tante en el análisis de costes-beneficios.
Los costes y beneficios tecnológicos deben incluirse en el análisis, y los
pecuniarios quedan contabilizados en otros beneficios o costes directos o
tecnológicos.
Los efectos externos de carácter tecnológico son los que afectan al nivel o
posibilidades físicas de producción que otros productores pueden obtener de
una cantidad determinada de recursos.
En cambio, los efectos externos pecuniarios son los que no modifican las
posibilidades técnicas de producción o los que no afectan la satisfacción que
el consumidor obtiene de unos recursos fijos, sino que actúan solamente a
través del mecanismo de los precios de productos y factores.
Podemos señalar como beneficio externo tecnológico, por ejemplo, la des-
congestión del tránsito. Como deseconomía externa tecnológica podemos
señalar los casos de polución del medio ambiente, aumento de la intensidad
de ruido, pérdida de recursos paisajísticos.
Como beneficio de carácter pecuniario no contabilizable podemos consi-
derar que, como en la instalación de un aeropuerto, el efecto es que los terre-
nos suban de valor.
Este beneficio se ocasiona tan sólo a causa de que el mecanismo de pre-
cios produce un aumento del valor en el área. Este efecto externo de carácter
pecuniario incrementa el valor de los bienes existentes pero no la producción
que puede obtenerse de unos factores dados. Este incremento de valor ya está
contabilizado por medio de los beneficios internos y externos; sería incurrir
en un doble recuento.
Los efectos externos pecuniarios afectan el tema distributivo; los efectos
distributivos del proyecto deben comprender el pago de transferencias, que,
en esencia, constituye el efecto externo pecuniario, de forma que se puede
disponer del cuadro completo de beneficiados y perjudicados del proyecto.
76 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

3. OTROS ASPECTOS
El primer aspecto en discutir es si se deben incluir en el análisis todos los
costes y beneficios relevantes al proyecto o sólo aquellos que afectan el
cálculo marginal.
“El problema de la postura mantenida por el enfoque marginalista, según
el cual el tamaño o escala óptimo de los proyectos debe obtenerse de conside-
raciones marginales”8.
En el caso del efecto externo que produce un programa de concientización
ambiental, por ejemplo, es evidente que al principio los beneficios surgen
con rapidez y luego se van reduciendo.
Si la toma de decisión ha de hacerse sobre la base de consideraciones
marginales, el beneficio de esta campaña no ha de considerarse siempre como
que la dimensión de los programas sea lo suficientemente grande para que en
el margen el beneficio se torne nulo.
Esta postura sería relevante en el estudio de la dimensión del proyecto ópti-
mo. En estos casos el método coste-beneficio ha de desarrollarse dentro del
análisis marginal, y el argumento expuesto anteriormente resulta convincente.
Sin embargo, el análisis coste-beneficio suele tener como término de refe-
rencia en la práctica elegir entre un número concreto de proyectos de carácter
determinado o evaluar un solo proyecto con una dimensión dada. Las consi-
deraciones marginales no son relevantes, y todos los costes-beneficios han de
tenerse en cuenta.
Otra situación se daría si al elegir entre varios proyectos, éstos proporcio-
narían el mismo nivel de un determinado coste o beneficio. Tal coste o bene-
ficio podría dejarse de considerar para elegir uno, pero en la decisión entre
llevar a la práctica alguno o ninguno.
Aunque en el contexto marginalista no se consideren los efectos no margi-
nales, éstos deben tomarse en cuenta al estimar la distribución de costes y
beneficios de la comunidad.
Otro aspecto es la duración del proyecto. Los costes y beneficios se produ-
cen a través del tiempo; esta decisión se toma frente a una incertidumbre,
dados los cambios que puede enfrentar el proyecto –cambios tecnológicos o
de demanda–. La discusión es subjetiva para indicar las repercusiones de los
errores cometidos en el período de vida del proyecto.
Para esto podemos utilizar un análisis de sensibilidad, tomando valores razo-
nables de la variable duración del proyecto, respecto de la cual queremos deter-
minar si el proceso estudiado con el método coste-beneficio es muy sensible, es
decir, si los resultados varían mucho con cambios de la variable analizada.

8 E. A. IBÁÑEZ, ob. cit., pág. 64.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 77

4. EJEMPLO (ENUMERACIÓN DE COSTE-BENEFICIO)


Supongamos que tenemos que reemplazar una ruta urbana por una auto-
pista de cuatro manos. Analizando los costes –desventajas para la sociedad, y
en el sentido también de costes de oportunidad–, el primer coste es el de
construcción, el segundo el de mantenimiento, éstos son costes sociales in-
ternos. Los efectos externos negativos, las deseconomías externas de carác-
ter tecnológico, son los cambios en los niveles de ruido, y polución, que afec-
tan a personas distintas de las que van a utilizar la autopista, también la
destrucción de los recursos paisajísticos, además del incremento de conges-
tión y accidentes en rutas secundarias.
En cuanto a los beneficios, pueden ser reducción de costes de funciona-
miento de coches y camiones, de los antiguos usuarios y de los nuevos, el
ahorro de tiempo y la menor cantidad de camiones que pueden resultar de la
reducción del tiempo empleado en el transporte.
Otro grupo de beneficios pueden ser reducción de accidentes en la auto-
pista con daño a la vida y vehículos, disminución de costes de rescates médi-
cos y como beneficio externo, el de las familias, posibles damnificados. To-
das estas mejoras pueden calificarse de tecnológicas e incorporarse al análisis
coste-beneficio.
En cambio, que la autopista traiga rendimientos en las estaciones de servi-
cio, o en el suelo, son beneficios considerados dentro los enumerados ante-
riormente.
Se trata de beneficios pecuniarios que no contribuyen a incrementar la
producción o utilidad del consumidor. Este tipo de beneficios es útil para
estudiar las repercusiones distributivas del proyecto.

XII. EVALUACIÓN DE COSTES-BENEFICIOS

1. EXISTE MERCADO
Supongamos que tenemos que evaluar en términos monetarios una serie
de costes y beneficios para los que disponemos de precio de mercado.
“El criterio teórico que nos debe guiar es el que nos marca el objetivo final
del análisis coste-beneficio, que no es otra cosa que la obtención del mayor
grado de eficacia en el comportamiento del gasto público. En este contexto
por tanto se sigue que los precios a los que evaluamos costes y beneficios
deben reflejar las ‘valoraciones sociales’ de los bienes y recursos en juego.
Según este criterio, los precios de mercado deben aproximarse al coste mar-
ginal del bien en teoría, y éste reflejar su valoración social”, pero pueden ser
78 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

un indicador pobre de costes y beneficios sociales, en la práctica debemos


esperar la existencia de divergencias a este principio”9.
Una divergencia se suele producir a causa de los efectos externos, los pre-
cios de mercado ignoran los costes y beneficios de carácter externo, y tam-
bién existen imperfecciones de mercado, impuestos, etcétera.
Los precios de mercado deberían modificarse en la realización del ejerci-
cio evaluatorio de los costes y beneficios y requerirían ajustes, pudiendo in-
cluir las variaciones de la estructura de los precios relativos que se esperan en
el futuro, pero no los cambios previstos en el nivel general de precios.
Esto nos conduciría al uso del precio sombra (o contable) como herra-
mienta de trabajo con la que pretenderíamos cuantificar el precio del coste o
beneficio, que refleje en el margen la valoración social del correspondiente
servicio o bien.
El uso del precio sombra presenta riesgos, dado que en el análisis no se
puede realizar una revisión global de todo el sistema de precios y encuentra
graves dificultades para incluir en su valoración gran parte de costes y bene-
ficios externos, de lo cual resulta que no siempre se podrá sustituir la valora-
ción defectuosa que proporciona el mercado por otra superior a través del
precio sombra.
En muchos casos se deberá conformar con corregir las mayores divergen-
cias entre los precios de mercado y los sociales.
En el caso de que la divergencia sea debida a un efecto externo, el procedi-
miento más apropiado puede ser no ajustar el precio de mercado y sí valorar
la externalidad correspondiente.

2. NO EXISTE MERCADO
Los procedimientos evaluadores siempre tienen un cierto grado de arbitra-
riedad (precio, sombra, decisión política o análisis coste-beneficio). Por eso,
no existe ningún procedimiento que haga revelar al público su valoración. Al
no contar con la información ofrecida por los precios de mercado hay que
idear algún procedimiento evaluador.
Podemos intentar incorporar juicios de valor políticos y sociales. Se deja-
ría a la comunidad representada por el político que toma la decisión la tarea
de evaluar el coste o el beneficio desde el punto de vista social. Así es como
opera en el caso de bienes colectivos en sus tipos más puros.
Otra forma el análisis coste-eficacia, que se desarrolla de manera análoga
al coste-beneficio, y su sustitución por algún índice que nos indique en uni-
dades físicas (reducción de índices de contaminación, ruido...) la efectividad
del proyecto. Se trata de una forma de análisis coste-beneficio de gran utili-

9 Idem, págs. 70-71.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 79

dad en la evaluación de proyectos que más bien se refieren a la vertiente


social que a la política de gobierno.

3. EVALUACIÓN. EJEMPLO DE LA AUTOPISTA


Tanto los costes de construcción como de funcionamiento podrían ser re-
sueltos por los ingenieros, a los cuales se les pueden presentar dificultades de
relativa fácil solución. Por ejemplo, el cemento lo puede proporcionar un
monopolio que vende por encima del coste marginal.
En este sentido la dificultad radicaría en elegir como precio sombra el
cemento a precio de mercado o su coste marginal de producción.
La decisión depende, en el campo de los precios sombra, de lo que se
espera que ocurra en el resto de la economía.
Para el caso de las deseconomías externas que se manifiestan a causa del
incremento del nivel de ruido y de la polución y de la destrucción del paisaje,
un posible procedimiento evaluador puede ser observar el comportamiento
del público en mercados a los que los han ya afectado deseconomías externas
análogas.
El precio sombra de los efectos externos citados se refleja en las varia-
ciones de los terrenos y propiedades inmuebles afectados por procesos si-
milares. Es evidente que si no hay otros efectos luego, los precios de los
terrenos y propiedades tendrán que bajar por el ruido, la polución o cam-
bios paisajísticos.
El tema del aumento de la congestión y de accidentes en las carreteras
secundarias debido al incremento de tráfico en la nueva autopista, lo analiza-
remos separando dos tipos de efectos externos.
La mayor congestión tiene relevancia en cuanto al aumento de la duración
del viaje que impone el tiempo de trabajo y ocio.
En el caso de accidentes, una posibilidad inicial es hacer uso de los valores
de pólizas de seguros, pero muchas veces estos valores no son representati-
vos, porque el grupo puede ser determinado, y además no se establece el
valor de la vida para la sociedad.
Otro sistema evaluador sería estimar los ingresos brutos de las personas,
aproximación a la producción que deja de producir.
La evaluación puede consistir en el valor presente de la producción futura
de la vida de una persona –ingresos futuros–, o fijarlo en el bienestar de los
familiares que queden vivos, sustrayendo del valor obtenido en la variante
anterior el valor presente del consumo del futuro fallecido.
La elección sería por el primer método, porque la satisfacción o bienestar
perdido por el fallecido debe contabilizarse como un coste social.
En el lado de los beneficios, encontramos:
80 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

– Técnicos: reducción de costes de funcionamiento de los vehículos, la


reducción de las flotas.
– Reducción de tasas de accidentes, reducción de tasas de rescate, costes
médicos reducidos, reducción de pérdidas de producción con el número de
accidentes.

XII. I. LOS IMPUESTOS Y LAS SUBVENCIONES


PARA LA CORRECCIÓN DE LOS DESAJUSTES

El valor del producto marginal neto social excede de éste, de carácter pri-
vado, cuando los recursos, además del producto o servicio que se vende y se
paga, rinden otros productos y servicios por los que no puede obtenerse nin-
guna remuneración. Hay inversiones que producen unos servicios sin contra-
prestación, tal es el caso de parques particulares que mejoran el ambiente de
viviendas vecinas, la repoblación forestal que mejora el clima; la misma cla-
se de servicios que producen aquellas inversiones realizadas por los propie-
tarios de las fábricas que instalan dispositivos para eliminar humos, ya que,
además de economía de combustible, disminuyen los gastos de limpieza de
los que viven en las inmediaciones.
También es el caso de los recursos dedicados al desarrollo industrial cuyo
precio de oferta es decreciente y en la que la expansión del producto total
hace posible introducir nuevas economías externas o internas (EN LAS INDUS-
TRIAS A CARGO DE UNA SOLA EMPRESA). En contra, el valor del producto marginal
neto social queda por debajo del valor de éste de carácter particular, cuando
los recursos producen, además del artículo que se vende y se cobra, un per-
juicio por el que no pueden obtener una compensación los que lo sufren.
“Así ocurre cuando el propietario de un solar en un barrio residencial de
una ciudad edifica una fábrica que destruye en gran parte los atractivos de las
viviendas inmediatas o cuando se invierten recursos para levantar edificios
en un centro urbano muy poblado, que al reducir el espacio y los lugares de
esparcimiento de la vecindad perjudican a la salud y a la eficiencia de las
familias que allí viven. De igual forma, los recursos destinados al desarrollo
de industrias cuyo precio de oferta es creciente dan origen a una serie de
inconvenientes difíciles de compensar, desde el punto de vista de la comuni-
dad, por ejemplo, aquellas industrias en las que el incremento de su produc-
ción representa un aumento de su precio de oferta”10.

10 A. C. P IGOU, “Un estudio sobre hacienda pública”, Obras básicas de hacienda pública,

Madrid, Inst. de Estudios Fiscales, 1974, cap. VIII, pág. 146.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 81

Es posible imaginar un estado de cosas en que el valor del producto margi-


nal neto particular de los recursos empleados difiera del valor del mismo de
carácter social, bien por defecto o exceso, en la misma medida exacta en
todas sus aplicaciones.
Cuando los desajustes se presentan siempre es posible corregirlos –en el
supuesto de que ello no represente un coste administrativo– gravando con
unos tipos impositivos adecuados los recursos que se emplean en aplicacio-
nes con tendencia a desmesurarse y empleando el producto que se obtenga
para subvenciones en la cuantía conveniente para las aplicaciones de natura-
leza contraria.
“Se observará que esos resultados, en tanto se refieren a industrias en que el
precio de oferta es creciente, aunque sean análogos a los que llega Marshall en
Principles of economic, libro V, capítulo XII, no son idénticos entre sí. Marshall
demuestra que en ocasiones –aunque no siempre– el pago de una subvención
para la producción de una mercancía que obedezca a la ley de precio de oferta
decreciente aumentará el excedente del consumidor (medido en dinero) MÁS
QUE EL COSTE MONETARIO DE LA SUBVENCIÓN, y sugiere que sólo cuando esta condi-
ción satisface debe, prima facie, para conceder una bonificación de todos los
casos en que el pago de ésta aumente el excedente del consumidor (medido en
dinero) por encima del incremento sobre los costes totales y reales de produc-
ción (medidos en dinero), y que, cuando existen, las condiciones para que el
precio de oferta sea decreciente (del lado de la comunidad) debe haber siempre
–en situaciones de libre competencia– algún tipo de subvención para conse-
guirlo. Como la cantidad de dinero que, efectivamente, desembolsa el Estado
en pago de la subvención es en gran parte una transferencia y no una utiliza-
ción de recursos, no constituye, como tal, un factor del problema”11.
Habrá un determinado esquema de impuestos y subvenciones que en cier-
tas circunstancias lleven para Pigou a un resultado óptimo, así como a medi-
das fiscales que sin llegar al óptimo aumenten la satisfacción total por enci-
ma del nivel que se alcanzaría con el libre juego de los intereses privados.
El manejo de esta clase de esquemas traerá costes administrativos de con-
sideración, que podrían llegar a ser de tal magnitud que contrarrestarían los
beneficios incluso del sistema óptimo y los demás, pero para Pigou debe
quedar claro:
“A menos que los tipos impositivos y las subvenciones estén dentro de
determinados límites, los perjuicios serán mayores que los beneficios aun sin
existir costes administrativos y también dadas las diferentes proporciones en
que ricos y pobres compran en la práctica sin que modifique la distribución”12.

11 Ibidem, págs. 149-50.


12 Ibidem, pág. 150.
82 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

XIII. ANÁLISIS ECONÓMICO DE LA CONTAMINACIÓN AMBIENTAL

Los problemas del medio ambiente no siempre se desarrollan de forma


suave y gradual; por el contrario, con frecuencia se caracterizan por crisis
ocasionales cuya periodicidad es impredecible.
Tales emergencias pueden exigir cambios rápidos en las reglas de los meca-
nismos de control, y es aquí donde la política impositiva parece sujeta a cier-
tas limitaciones prácticas que pueden ser importantes. Esta incertidumbre
complica la aplicación de un programa de gravámenes y subsidios.
Si bien los impuestos tienen un papel importante, deberían complementar-
se con controles directos e incluso persuasión moral, si elegimos la política
de intervención para regular las fuentes de degradación ambiental.
Un control directo debe suponer una norma para los decisores individua-
les que les exige colocar ciertas producciones o cantidades de utilización de
factores a niveles determinados o les prohíbe que excedan (o queden por
debajo) de ciertos niveles.
Si las normas son violadas, sea en pequeña o gran cuantía, debe ser pena-
lizado. En el caso de impuestos o gravámenes, no se dice qué niveles de
producción o utilización de factores debe seleccionar.
La cuantía del impuesto estará determinada por los niveles de actividad sin
que se pueda considerar ilegal ninguno de los niveles que elija.
El daño causado por una emisión depende del volumen de ésta y el número
de personas que se vean afectadas, o en el caso de ruidos dependerá de los
decibeles y el número de personas que deberán soportarlos. Pero también los
costes sociales pueden estar más allá del control de las personas afectadas
por ejemplo, si el aire se mantiene quieto puede captar los contaminantes
atmosféricos y quizás acumularlos hasta provocar un peligro para la salud y
la vida.
Con esto podemos decir que niveles de contaminación que son inofensi-
vos en ciertas circunstancias pueden ser intolerables en otras, y esto no es
predecible por los decisores políticos.
Es decir, las influencias exógenas contribuyen a la aparición de problemas
ambientales; esta crisis, que se presenta ocasionalmente, exigiría medidas de
emergencia, y también tiene la cualidad de que, en cualquier momento de
difícil predicción, volverá a presentarse.
Es por eso que los impuestos y los subsidios presentan el inconveniente de
que es difícil modificarlos a corto plazo; los pocos días, que es toda la antela-
ción con que podemos esperar conocer la inminencia de un problema am-
biental, difícilmente serán suficientes para generar una variación en las regu-
laciones impositivas, aunque el administrador de medio ambiente tuviera la
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 83

flexibilidad en la fijación de tasas impositivas respuesta que uno espera reci-


bir por medio de la recaudación de un impuesto pigouviano no puede nor-
malmente obtenerse inmediatamente.
El hecho de que un impuesto induzca a un cambio en la conducta, por
ejemplo, el uso de un combustible menos contaminante, puede originar me-
dida efectiva a largo plazo, y no se puede establecer para breves medidas de
emergencia. En la práctica es difícil predecir la respuesta que se obtendrá con
un determinado nivel de gravamen, y también el período de ajuste a los nue-
vos niveles de actividad será normalmente incierto.
Únicamente en el caso de largos períodos de tiempo el uso del gravamen
podría tener efectos ventajosos; pero las circunstancias ambientales pueden
variar. Es por eso que los controles directos tienen mayor flexibilidad, exigen
igual aparato administrativo y los mismos costes de los impuestos o quizá
más.
“Cuando se prohíbe a una planta expulsar más de X unidades de azufre en
sus humos, será necesario controlar sus emisiones exactamente igual que si
se la gravase con un impuesto de T dólares por unidad emitida de azufre”13.
En épocas de peligro grave para el medio ambiente puede ser necesario
regular actividades a las que se deja seguir su curso normalmente, estas situa-
ciones pueden constituir expedientes temporales convenientes, y dado su poca
frecuencia no sería conveniente desde el punto de vista económico establecer
sistemas completos de vigilancia y control, lo único que se podría hacer es
imponer sanciones más elevadas, el propietario cuyo incinerador a pesar de
la emergencia y la prohibición continúa quemando podría ser multado o en-
carcelado; por esto los controles directos pueden actuar en forma más rápida,
evitando costes fijos de los impuestos, pero enfrentando costes de control y
supervisión.

XIII.I. Modelo de tasas impositivas y los determinantes


exógenos del daño
El nivel de contaminación en cada período, Pt, será igual a este residuo de
la cantidad previa de contaminación Kt Pt-1 (Kt depende de fuerzas exóge-
nas –velocidad del viento– y representa la proporción de la contaminación
del período anterior que no ha sido dispersada en el momento actual) más las
emisiones del período presente donde “n” es el número de contaminadores
de la comunidad; “r” es la tasa impositiva sobre las emisiones y f(r) es el
nivel de emisiones del contaminador representativo. La ecuación 0 ≤ Ft ≤ l es

13 W. J. BAUMOL, W. E. OATES, The theory of enviromental policy, 2a ed., Press Syndicate of

Cambridge, University Press, 1985, pág. 193.


84 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

lineal y no homogénea, si consideramos la velocidad del viento, la solución


de equilibrio sería Pe = nf (r)/1-K, donde f(r) depende en parte de cómo la
cantidad de emisiones afecta los costes del contaminador, podemos expresar-
la como f(r) - (a-br), donde asumimos que los contaminantes tóxicos están
representados como un factor fijo y son una función lineal de la tasa de im-
puesto, el nivel de equilibrio Pe vendrá dado por
Pe = (a-br)/(1-K)
lo que es lo mismo que:
n (a=br)
A Pe =
1-K
Si “D” es el máximo nivel de polución acumulado considerado como un
estándar, luego diremos que A=D; entonces si queremos encontrar cuál es el
impuesto acertado, diremos que
a D (1-K)
r= -
b n.b
Esto nos da una relación lineal no creciente entre r y la tasa de dispersión de
la contaminación. En la figura representamos esta relación para diversos valo-
res de D. En el caso de que D fuera igual a 0 (D = 0) el segundo término de la
ecuación anterior desaparece, de forma que r toma el valor constante a/b, como
indica en el gráfico la línea Q R. Éste es el caso de emisiones nulas de contami-
nantes. A medida que D aumenta, mostrando un nivel permitido mayor de emi-
siones, la curva gira hacia abajo alrededor de la intersección vertical a/b. Todas
las curvas tienen la misma intersección vertical porque para (1-K) = 0 tendre-
mos que r = a/b para cualquier valor de D.

r D=0
a R
b

D=
AR na
S

C B
T

U
0 (1-k)t (1-k)h
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 85

El caso lineal que hemos expuesto supone que el coste marginal de contro-
lar la contaminación aumenta normalmente con rapidez a medida que su ni-
vel llega a cero.
El caso del punto A nos indica un mayor nivel de polución que en relación
a D producirá una intersección en un punto distinto en la línea de los impues-
tos. Asumimos, pues, que el coste marginal del control de la polución es
siempre constante. Es decir, que al incrementarse el número de contaminan-
tes se incrementará el impuesto pero no así la tasa, significa pues que en las
grandes ciudades –por ejemplo– el impuesto quedaría más expandido pero
no así en las pequeñas, que deberán soportar toda la carga, ya que el número
de contaminadores será menor.
Además decimos que (1-K) puede tomar dos variables: (1-K)h (ocurre
con frecuencia) y (1-K)t (ocurre infrecuentemente); podremos decir que es
la situación más propicia para aplicar un impuesto mientras que A es la
situación menos propicia, por lo cual sería más conveniente aplicar un con-
trol directo.
Es decir, que para la sociedad los impuestos se traducirían en mayores
costes si usáramos controles directos.

Factor fijo aire Factor variable vertidos Nivel total Nivel adicional
100 p/m 1 50 50
2 120 70
3 200 80
4 250 50
5 280 30

Si el vertido al aire fuera regulado por un impuesto en vez de un control


directo, diríamos que, utilizando nuestra fórmula, en el nivel total 250 todos
pagarían impuestos viertan o no residuos, puesto que ya no estaría en función
de una prohibición sino en función de la cantidad de contaminadores que
intervienen en el problema por consiguiente, la carga se repartirá entre todo
el universo y no sólo entre los que contaminan, con lo cual los costes se
incrementarán y harán aumentar los costes sociales.
Entonces, nos deberíamos preguntar cuál sería la combinación óptima de
estos modelos.
86 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

S
S’

C T’

Coste total

C’

T
U
r° r
Impuestos

La curva TT’ nos muestra el coste social total; a medida que se reduzcan
las emisiones, se reduciría el impuesto; la curva CC’ nos muestra la misma
relación pero sobre controles directos.
Si sumamos estos dos costes obtendremos SS’, que nos mostraría el coste
total de la combinación de estos dos programas. El punto mínimo de SS’
donde el coste marginal de los dos programas sea igual sería la tasa impositi-
va óptima r°.

XIII. II. Política mixta


Formulando una función de costes sociales esperados que tendrán que ser
minimizados por medio de la elección de una tasa impositiva adecuada(r), es
claro que este proceso se verá condicionado por una serie de relaciones que
limitan la contaminación a un nivel mayor que D y que exigen controles
directos siempre que la tasa impositiva no baste. Veremos primero las restric-
ciones, y supongamos que para cada contaminador i, existe una función de
costes ci (si...) que representa los costes totales como función del nivel de
emisiones (si), entre otras variables.
Siendo r la tasa impositiva y no existiendo controles directos tendremos:

aci
cis = = r
asi

o suponiendo que podemos resolver la expresión inversa cis-1(r), de esta deri-


vada tendremos en ausencia de controles directos si = cis - (r). Es decir, el
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 87

nivel de emisiones de la empresa i se ajustará al nivel para el cual el coste de


reducir las emisiones en una unidad iguala al impuesto.
Pero en tiempo de crisis y sin mayores restricciones para todas las empre-
sas en conjunto, este nivel de emisiones será muy elevado.
Emisiones en exceso ∆ = E1 cis -1(r) + Kt Pt - 1(r) - D
“Las emisiones en exceso son el exceso de contaminantes acumulados por
encima del nivel máximo aceptable, D. Nótese que a este nivel incluye las
nuevas emisiones de todas las empresas, más la contaminación del período
anterior que no ha sido dispersado.
”Para cumplir la norma prescripta correspondiente a D, necesitamos con-
troles directos que reduzcan el total de emisiones en la cantidad ∆ si n ∆ > 0
(si realmente existen emisiones en exceso); pero no necesitaremos controles
directos si ∆ ≤ 0, porque entonces no existe amenaza de emergencia”14.
Necesitaremos controles directos para reducir las emisiones en la cantidad
§, cuando

§ = ∆ si ∆ > 0
§ = 0 si ∆ ≤ 0

Esto equivale a exigir que

§ ≥ ∆1
§ = (§ - ∆) = 0
§≥0

Garantizan que tendremos automáticamente § = 0.


El propósito de estas relaciones consiste en expresar un único conjunto de
restricciones, las dos situaciones: aquella en la que resulta necesaria la impo-
sición de controles directos y aquella en la que no.
La ecuación § (§ - ∆) = 0 nos asegura que o bien § = ∆ o bien § = 0. Las
otras dos condiciones garantizan entonces el uso de los controles directos si y
sólo si existen emisiones en exceso (∆ > 0).
Los controles directos sobre las emisiones deben asignar alguna forma a
cada contaminador, i, una cuota de emisión (que se cumple en todo momen-
to) si = cis-1(r) - wi § donde E wi = 1, de forma que las emisiones totales se
reduzcan en la cantidad requerida Σ wi § = §.
La relación si = cis-1(r) es una representante aproximada de los controles
directos de emergencia, distinguiendo entre el efecto del impuesto sobre la
emisión de contaminantes y el efecto de los controles.

14 O. BAUMOL, ob. cit., págs. 204-205.


88 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

El primer término de la derecha representa el primero y corresponde a la


aci
condición necesaria cis = asi = r para la minimización de los costes en pre-
sencia de impuestos sobre las emisiones. El segundo término representa el
componente de controles directos cuyo valor viene determinado por la asig-
nación de las ponderaciones wi.
En segundo lugar examinaremos nuestra función objetivo que exige mini-
mizar los costes esperados del control de las emisiones;
α
C = ∫ο Σ ci (si) d G [P (r)]

minimizamos la suma de todos los costes ci para todas las empresas i y para
sus niveles de emisión, si, viendo los niveles de emisión determinados por el
nivel de contaminación existente P(r) y todo ello multiplicado por DG(P),
que es la probabilidad de que se dé este nivel de contaminación. Tendremos
que minimizar sujeto a las restricciones y a las condiciones adicionales de
no-negatividad.
r ≥ o1 si ≥ o

La solución de este problema de programación no lineal nos dará la pauta


de nuestra política mixta óptima, determinando la tasa impositiva óptima r y
en forma residual (§ ≥ ∆ ; § ≥ 0), la cantidad § de emisiones en exceso espe-
radas que tendrán que ser eliminadas por controles directos.
Con ello obtendremos la tasa impositiva que incurre en los costes sociales
menores posibles para el programa global de control de la contaminación
cuando se asigna a los controles directos la tarea de eliminar emisiones que
escapan a la influencia de los incentivos fiscales.

CONSIDERAREMOS:
xjt - cantidad del recurso agotable consumido por la persona (j) en el perío-
do (t), siendo (j = 1,2,...,m); (t = 1,2,...,h).
at - la cantidad no consumida del recurso al final de t.
ao - cantidad inicial del recurso agotable.
k - la tasa del crecimiento del recurso.
kjt - la cantidad del segundo bien consumida por la persona (j) durante el
período (t).
qt - la producción total de la mercancía Q que queda al final de t.
bt - la cantidad no consumida de Q que queda al final de t.
rjt - la cantidad de ocio consumido por j durante t.
r - tiempo total disponible por período.
f(qt)- tiempo de trabajo necesario para producir (qt).
ui (xil,...,xjh, qji, rjl...,rjh) - función de la utilidad de j.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 89

A) EL CASO DE REGENERACIÓN
Consideramos primero el caso de regeneración, ya que el agotamiento puro
se examina mejor como un caso especial del de regeneración autónoma: aquel
en el cual la tasa de regeneración es cero.
El mecanismo básico será que dada la cantidad (at) no consumida del re-
curso al final del período (t), supondremos que ésta crece a la tasa de creci-
miento del recurso (k) y añade así (1+k) at a la cantidad disponible durante el
período t+1. La cuestión está en maximizar la función de utilidad u1(.) sujeta
a ui (.) ≥ u*i constante para todos los individuos (j ≠ 2...,m) en la generación
actual y en las futuras.

bien x agotable q bien consumido por j r tiempo de trabajo

a) & xjt + at ≤ (1 + k) at-1


b) & qjt + bt ≤ qt + bt- 1 (j = 1,…,m) (t = 1,…,h)
c) F (qt) + & rjt Gr9

Si la cuestión consiste en maximizar la función de utilidad de las personas


en cuanto a la cantidad de recurso agotable en función de la tasa de creci-
miento de ese recurso, debemos decir, primero, que la utilidad es la aptitud
del recurso, en este caso agotable para satisfacer una necesidad, que en esta
oportunidad es de las personas.
Es así pues como un bien sumamente útil tendrá un mayor valor que un
bien cuya utilidad sea relativamente menor; es por esto que a nuestro recurso
lo llamaremos recurso renovable, aunque deberíamos hablar de recursos re-
novables y no renovables; con lo cual estos últimos pasarían a tener la cate-
goría de agotables. Pero en economía se dice que la coincidencia entre utili-
dad y valor económico es poco frecuente, puesto que las cosas más útiles, sea
para la salud física o espiritual, si son relativamente abundantes, rara vez
tienen un valor económico proporcionado a la utilidad que prestan; y, por el
contrario, muchas cosas que poseen poca o ninguna utilidad –diamantes–
tienen un valor muy alto.
Por esto y en nuestras tres ecuaciones (a, b, c), lo importante es definir un
bien como muy escaso, con una tasa de crecimiento baja para un período de
tiempo determinado (t) y calcular así una fórmula que nos permita saber cómo
se maximiza la utilidad del recurso frente a las personas, en un tiempo deter-
minado (h), ya que (h+1) es el fin del mundo.
Los valores iniciales de (at) y (bt) –ver fórmulas a,b,c–, que son los bie-
nes no consumidos, y todos los valores variables, que en este caso son el
trabajo, el ocio, las personas, el tiempo, deben ser positivos. Estas tres rela-
90 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

ciones –a, b, c– generan inmediatamente, y con el fin de maximizar la utilidad,


el uso de la fórmula de Lagrange; donde λ; vt, at, β t son los multiplicadores de
Lagrange.

d) ∝ = & hj [u δ (.) - u* j] + Et at [ (1+k)at - 1 - Σ xjt - at] +

E βt [qt + bt - 1- Ej qjt - bt] + Et vt [r - j(qt) - Ej rjt]

Con esto obtenemos las condiciones necesarias para aplicar la fórmula de


Kuhn-Tucker, y lograr la maximización de la utilidad de los recursos.
Donde uj tanto para xt (bien escaso), qt (mercancía), y rt (trabajo), es igual
a la derivada de la utilidad dividido la derivada de x, q, r, en el período jt.
α uj
uj xt =
α xjt
Aplicando derivadas obtenemos la ecuación para maximizar la utilidad,
que es donde las personas hacen mayor aprovechamiento de los recursos en
el período de tiempo determinado.
Formularemos entonces las propuestas que iremos analizando:
a - Propuesta 1: Todas las cantidades del recurso agotable habrán sido
gastadas en el final del período (h).
b - Propuesta 2: Los valores de los precios para un recurso autorreprodu-
cible deben disminuir con el paso del tiempo en los períodos en que el artícu-
lo es consumido.
c - Propuesta 3: A pesar de que el recurso es agotable en economía, el
PRECIO ÓPTIMO del recurso puede disminuir en cualquier sucesión de períodos
en los que se consume el recurso.
d - Propuesta 4: Los precios para un óptimo paretiano y para un recurso
que se genera a sí mismo a una tasa de crecimiento k, disminuirán con el paso
del tiempo cuando se expresan en valor actual descontado.
e - Propuesta 5: Si x y q son sustitutos perfectos en el consumo, pero si q
crece más rápido que x resultará óptimo para cualquier persona consumir el
bien q durante un período de tiempo t, y nunca será óptimo para nadie consu-
mir x en cualquier período posterior a t, porque tendrán que esperar la pro-
ducción futura de x.
a - PROPUESTA 1: Debemos suponer que los precios de los bienes tanto ago-
tables como no para cada período de tiempo han sido fijados de algún modo.
La incógnita es que los valores de estos precios son necesarios para mante-
ner un plan de consumo óptimo paretiano de acuerdo con las condiciones de
Khun-Tucker.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 91

Puesto que el bien se agotará por completo al final del período.


De esta manera si j es un maximizador de utilidad, tomará la decisión de
consumir tanto entre bienes, como entre períodos de tiempo, de forma tal que
la tasa marginal de sustitución entre dos conceptos sea igual a la relación de
sus precios correspondientes.
Donde se igualan, la tasa de crecimiento del recurso, siempre mayor que 1
con el precio del bien, la utilidad de éste y el tiempo, será el momento en el que
maximiza la utilidad el individuo j; donde toma la decisión de consumir.

Pαt ujxt αt
= = = (1 + k) > 1
P α +1 j
u xt+1 α t+l

Esto nos deriva en:


b - PROPUESTA 2: Esta paradoja tiene una explicación simple, el precio fu-
turo reducido es simplemente una unificación para posponer el consumo del
artículo; no deberíamos sorprendernos de que los precios descontados de-
crezcan con el tiempo, ya que los precios del futuro se descuenten más que
los precios, cercanos a nosotros; de aquí tenemos:
c - PROPUESTA 3: El descuento no produce muchos efectos en nuestro re-
sultado, puesto que en nuestro modelo de análisis no hemos incluido hasta
ahora el coste de oportunidad. Es decir que no hay forma de que otra mercan-
cía q sea producida con mayor efectividad utilizando procesos que consumen
tiempo.
d - PROPUESTA 4: Si se expresa en términos de alguna mercancía que crece
a una tasa mayor que k, el precio corriente del recurso aumentará con el
tiempo. Esto refleja que aunque posponer el consumo de x es productivo,
posponer el consumo de q es aún más productivo.
En consecuencia, a la sociedad le convendrá más vivir inicialmente de sus
existencias de q, para consumirlas en períodos posteriores.
Hasta aquí no hablamos de sustitución de bienes, sino de un coste de
oportunidad que será más elevado que a posponer el consumo del recurso
agotable x.
Podemos demostrar:
e - PROPUESTA 5: Si la inversión en q es más productiva que en x, conven-
drá a la comunidad consumir todas sus existencias de x antes de empezar a
consumir algo de q. Ya que según hemos visto en a-Propuesta 1, la cantidad
existente de x debería gestarse en un momento no posterior al período que es
nuestro horizonte temporal.
92 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

B) AGOTAMIENTO PURO
Se supone que la tasa de crecimiento k es igual a cero, la solución es que el

(P: precio) P1 = P2... = Pn

La solución exige precios cuyos valores presentes descontados permanez-


can completamente invariables durante el período en el cual se agota la can-
tidad existente de la mercadería.
Si consideramos un plan inicialmente formulado para un conjunto de h
períodos de tiempo, vemos que no existen h condiciones independientes.
Porque la cantidad total del recurso durante todo el período de tiempo no
puede exceder de la cantidad existente inicialmente. Puesto que sólo existe
una restricción, sólo existirá un precio, el del recurso agotable, quiere decir
que el precio de toda la mercancía permanecerá invariable, en valores reales,
puesto que en valores corrientes puede aumentar, mientras la tasa de des-
cuento sea positiva, porque de otro modo en términos de valores presentes
estos precios estarían disminuyendo, violando así la condición.

EN CONCLUSIÓN: PROPUESTA 6.
La optimalidad paretiana exige un precio descontado constante, para un
artículo cuya oferta es fija y cuyos costes de oferta no crecen a medida que se
utilizan, es decir que son horizontales.
Esto significa que la tasa anual de aumento de su precio corriente debe ser
igual al tipo de interés descontado al precio utilizado en el proceso. O sea que:
Curva de oferta y costes en el período h: donde el precio es constante para
un artículo cuya oferta es fija, y cuyo coste es horizontal.
P

P1 o1

P0 o
Margen de
beneficio
c c

t
h

o: oferta t: tiempo P: precio c: coste total h: período anterior


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 93

N: En distintos períodos de tiempo

P
O

Margen de
beneficio
E
P

O C
Pérdida del oferente

E: punto de equilibrio C: COSTE total

En término de valores presentes el precio estará disminuyendo. Demostra-


mos que el precio puede disminuir violando así la Propuesta 5, que dice que los
precios corrientes pueden aumentar con el tiempo por el avance tecnológico.

C) COSTES CRECIENTES
Éste es el caso más importante en la práctica. “Los costes crecientes de
trabajo se interpretarán como la exigencia de cantidades crecientes del factor
trabajo por unidad de producción de nuestro recurso, a medida que crece el
consumo acumulativo de éste. Bajo las condiciones de convexidad adecua-
das, la optimalidad de Pareto exige, por tanto, que maximicemos para todo el
conjunto arbitrariamente asignado de ponderaciones, λ j”15, la expresión de
Langrange.
La optimalidad de Pareto exige que el precio de un artículo cuyo coste de
oferta crece a medida que éste se utiliza, está constituido por dos componen-
tes: el coste marginal en factores del artículo, es decir el coste marginal priva-
do, más una expresión que representa en términos de factores el coste que la
utilización presente impone sobre los consumidores futuros de la mercancía.
Según la ley de costes crecientes, el coste de una unidad adicional de un
producto siempre tenderá a elevarse en términos del bien cuya producción
debemos sacrificar con el fin de obtener un incremento de aquel cuya pro-
ducción queremos aumentar. Es decir, a medida que deseamos mayor canti-

15 O. BAUMOL, ob. cit., págs. 149-50.


94 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

dad de xt debemos pagar normalmente un coste más elevado por él, o sea que
debemos renunciar a una cantidad creciente del bien qt.
Supongamos que existe un único propietario oferente del artículo agotable
y que su período de vida esperada se extiende más allá del período h, sin
llegar al fin del mundo. Si sigue los dictados de sus propios intereses, éste
asignará un precio tal que haga que los consumidores paguen todos los costes
en que incurre al ofrecerle los bienes. Igual que en el monopolio que interna-
liza una externalidad, la existencia de un único propietario puede inducir al
establecimiento de un precio que elimine las consecuencias adversas de las
interdependencias temporales.
Pero sabemos que si es cierto para un propietario único, puede serlo tam-
bién para toda la comunidad, es decir, un mercado ideal de futuro para nues-
tro recurso escaso puede llevarnos hacia precios corrientes que reflejen ple-
namente los costes sociales de consumo del artículo. El mercado puede
conseguir esto, incluso si el aumento de costes se produce a través de una
variación en la tecnología y de una variación correspondiente en la fuente de
producto-factor.
Por ejemplo, si el agotamiento de nuestras reservas de petróleo acerca el
día del uso de energía solar, que suponemos muy costosa de procesar, el pre-
cio del petróleo crecerá a medida que se acerque la fecha de la sustitución, a
causa de un creciente coste de oportunidad. Esto se verá reflejado en un pre-
cio corriente más alto, en un mercado competitivo.
Por supuesto, en la medida en que los mercados son imperfectos y que
nuestra facultad de prever el futuro es defectuosa, o en que los tipos de inte-
rés difieren de la tasa social de descuento, la asignación generada por el mer-
cado diferirá de un óptimo paretiano intemporal.
Tomando por ejemplo el precio del petróleo y el precio de la energía solar,
nos encontraríamos con una tabla indicativa de las posibilidades de precios,
con las características hipotéticas que aparecen en esta tabla:

ALTERNATIVA PRECIO DEL PETRÓLEO PRECIO DE LA ENERGÍA SOLAR


1 0 50
2 40 40
3 80 0

Si tenemos que sacrificar el petróleo frente a la energía solar, el precio será


de 50. En la alternativa 2 nos damos cuenta de que a medida que aumenta el
precio del petróleo disminuirá el precio de la energía solar, lo que equivale a
decir que el coste relativo de la unidad adicional hace que sacrifique una
porción mayor de energía solar. Es decir, que el coste crecerá en términos del
bien que debemos sacrificar, alternativa 3.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 95

La razón que determina este coste creciente es el sacrificio que en térmi-


nos de precios de energía solar será mayor a medida que decidamos incre-
mentar el uso del petróleo y viceversa.

XIII.III. Impuestos o subsidios


Cuando el contaminador se da cuenta de que puede influir sobre la autori-
dad reguladora, un sistema de subsidios puede hacer que sea beneficioso
para la empresa empezar contaminando más de lo que de otro modo hubiese
hecho con objeto de estar en condiciones de obtener mayores subsidios.
La norma que la contaminación ha de respetar tendrá que ser fijada para
cada empresa a la luz de su línea específica de producción, su nivel de pro-
ducción y sus instalaciones. La base de las emisiones detectadas en un perío-
do de tiempo es elegida arbitrariamente; por tanto la empresa ganaría si en
ese período emitiese más para elevar el nivel base de sus subsidios.
Por lógica, cuando existe este tipo de interacción entre el contaminador y
las normas, el incentivo para desarrollar nuevas técnicas a través de los pro-
gramas de subsidios quizá son menores que con un programa de impuestos.
“La perspectiva de una reducción de impuestos supondría la posibilidad
de un aumento de beneficios para la empresa, estimulando así la introducción
de la nueva tecnología, pero bajo un sistema de subsidios, la variación de los
incentivos fiscales tomaría la forma de una reducción en la tasa futura de
pagos por parte del organismo responsable y reducirá la rentabilidad de la
innovación”16.

16 O. BAUMOL, ob. cit., pág. 212.


96 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Mientras un impuesto expulsará algunas empresas de las industrias com-


petitivas, llevando a una reducción de su producción, un subsidio puede am-
pliar la entrada e inducir una expansión de las producciones competitivas. En
principio existen programas de subsidios que pueden generar niveles ópti-
mos de las actividades contaminadoras. Pero las características de estos pro-
gramas sugieren de inmediato que aunque pueden constituir una construc-
ción teórica interesante, es difícil que se lleven a la práctica sin presentar
asimetrías fundamentales entre impuestos y subsidios.
Con los impuestos tenemos que ocuparnos solamente de un parámetro,
la tasa impositiva, pero un sistema de subsidios exige que especifiquemos
los valores del subsidio unitario (r) y el nivel sobre el que juzgamos las
emisiones (s). Los rasgos que caracterizan cualquier programa de subsidios
deberán ser:
– Los pagos se realicen a empresas que tengan una actividad potencial-
mente contaminante.
– La empresa que cierra sus puertas deja de recibir el pago.
– No se entregará subvención alguna a una empresa que esté considerando
la entrada en la industria, pero que no haya entrado de hecho.
Por definición de cuantía fija no afecta el comportamiento. La elección
entre un programa de impuestos y uno de subsidios para inducir una disminu-
ción de la emisión de contaminantes puede determinar si ésta sigue o no
funciona. Sin embargo, ninguna otra decisión de la empresa maximizadora
de beneficios se verá influida por la elección entre ambas medidas fiscales,
siempre que las tasas marginales de impuestos y subsidios sean iguales.
Un impuesto adecuado que grave la externalidad perjudicial es en realidad
capaz de generar un óptimo paretiano. Sin embargo, en el caso de una indus-
tria competitiva puede esperarse que los subsidios generen niveles de conta-
minación muy diferentes de los correspondientes a un programa de impues-
tos pigouviano. Considerando que la utilización de recursos lograda por medio
del impuesto pigouviano constituye la norma de optimalidad respecto de la
cual medimos el programa de subsidios, el impuesto no hace sino obligar al
individuo a pagar todos los costes sociales de su actividad.
La optimalidad de un sistema de competencia perfecta en ausencia de ex-
ternalidades sigue en parte de esta característica de su funcionamiento. El
programa de impuestos internaliza todas las externalidades y hace que un
sistema competitivo funcione como si no existiesen externalidades. Por esto
un sistema de impuestos genera resultados óptimos, y si un programa de sub-
sidios lleva a un esquema de utilización de recursos diferente, lo probable es
que no sea óptimo. Este argumento debe verse con cuidado, teniendo en cuenta
que un óptimo paretiano no será único; por el hecho que observemos que la
asignación de recursos bajo un programa de subsidios difiere de la que preva-
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 97

lecería bajo un programa de impuestos, no podemos estar seguros de que la


primera no sea óptima en el sentido de Pareto.
Los impuestos pigouvianos pueden introducir las decisiones de entrada y
salida en un mundo en que prevalece un óptimo subsidiario y en el que la
empresa contaminadora no es un competidor perfecto o en el que la industria
no se encuentra en equilibrio a largo plazo.

Si y csm (coste social marginal de las emisiones de la empresa)


y csm° (el valor de dicho coste para un nivel óptimo de emi-
siones S°)

Si la empresa decide operar y hacerlo a un nivel óptimo, lo que la empresa


pagará en total por el impuesto pigouviano será:
50
1-S° csm°, mientras que su daño social total será, 2-∫0 csm ds. Si csm
aumenta con el nivel de emisiones -1-; será mayor que -2-. Por tanto, el aho-
rro en el pago de impuestos que la empresa consigue al reducir sus emisio-
nes, dado por -1- excederá de los beneficios sociales correspondientes -2- y
así los impuestos pigouvianos pueden inducir una salida de empresas mayor
de la deseable.
Este desarrollo lo hemos hecho sobre la base de una empresa individual V.
Se aplica cuando todo lo demás permanece constante. Esto significa que si el
impuesto o subsidio no tiene efectos sobre el precio del producto de la em-
presa, entonces ésta operará al mismo nivel de producción (si permanece en
la industria) y con el mismo nivel de emisión de contaminante bajo ambos
programas fiscales.
En consecuencia, el nuevo nivel de producción de equilibrio y el nuevo
nivel de equilibrio de emisiones de contaminantes de la empresa cocompeti-
tiva serán distintos bajo los dos conjuntos de incentivos fiscales.

1. LA INDUSTRIA COMPETITIVA
Las cosas ocurren de diferente manera en la industria competitiva, porque
la entrada y salida son elementos que intervienen en la determinación de la
producción total. Las consecuencias de un subsidio pueden ser insatisfacto-
rias. Los programas de impuestos y subsidios tienen idénticos efectos sobre
los costes marginales de la empresa; la única diferencia en las relaciones de
costes de la empresa bajo ambos programas será de su coste medio bajo el
sistema de subsidios sobre la contaminación o en ausencia.
Se puede confiar en que la libre entrada y salida reducirán el precio hasta
el nivel mínimo de los costes medios de la empresa. El resultado puede ser la
no-variación e incluso el aumento de las emisiones de equilibrio de la empre-
sa individual bajo un sistema de impuestos sobre emisiones.
98 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Un programa de subsidios disminuirá generalmente las emisiones de equi-


librio de la empresa competitiva; pero la entrada de nuevas empresas com-
pensa y supera la reducción de emisiones de las empresas individuales.
Si la emisión de contaminantes es una función fija y creciente del volumen
de producción de la industria (no se dispone de tecnología reductora), aunque
un programa de subsidios puede en sí reducir las emisiones de cada una de las
empresas, los subsidios, lejos de generar una reducción en las emisiones totales
de la industria, como ocurre con los impuestos sobre contaminación, de hecho
inducen a unas emisiones mayores que las que existen sin regulación.
En resumen, en una industria competitiva donde las emisiones de contami-
nación son una función fija y creciente del volumen de producción de la
industria, tasas iguales de impuestos y subsidios no llevarán normalmente a
los mismos niveles de producción ni a las mismas reducciones de las emisio-
nes totales de la industria. Si todo lo demás permanece constante, los subsi-
dios generarán unos niveles de producción y de emisiones que no sólo serán
mayores que los que hubiesen existido bajo un sistema de impuestos, sino
que serán incluso mayores que los vigentes en ausencia tanto de impuestos
como de subsidios.
“El subsidio reduce realmente el nivel de emisiones por empresa. Pero
necesariamente atrae hacia la industria suficientes empresas nuevas como
para compensar y superar esta reducción. Así pues, difícilmente podemos
esperar que los efectos del subsidio sobre la decisión de la empresa respecto
de continuar o abandonar sus operaciones constituya una cuestión insignifi-
cante”17.
Ahora, si las emisiones crecen monótonamente con la producción de la
industria, cuanto más efectivo sea un programa de subsidios en inducir a la
empresa individual a reducir sus emisiones, mayor será el aumento en las
emisiones totales de la industria que pueda esperarse como consecuencia del
subsidio. Esto se deduce ya que cuanto menor sea el valor de la producción
de la empresa representativa bajo el programa de subsidios en relación con el
volumen de la producción mayor será el programa de subsidios y mayor será
el desplazamiento resultante hacia abajo de la curva de oferta de la industria.
Es decir, cuanto más efectivo sea el programa de subsidios en la tarea de
inducir el comportamiento deseado por parte de la empresa individual, peor
será para la sociedad los efectos de los subsidios.
En una industria competitiva, las consecuencias de una misma tasa dada
de impuestos y subsidios están lejos de ser similares, un subsidio que trate de
palear la contaminación puede producir aumentos en las emisiones totales.
Esto no sólo en industrias competitivas, por ejemplo, en un oligopolio un
17 O. BAUMOL, ob. cit., pág. 222.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 99

programa de subsidios puede inducir a la entrada de nuevas plantas capaces


de producir el mismo resultado.

2. TECNOLOGÍA REDUCTORA DE LA CONTAMINACIÓN


Unos impuestos apropiados conducirán siempre a la industria a la produc-
ción óptima incluso si las emisiones de la empresa dependen, no sólo de su
propia producción, sino también de los recursos que dedica a su reducción.
Pero cuando las emisiones dependen de los niveles de ambos tipos de activi-
dades de la empresa, el nivel de contaminación generada puede muy bien
aumentar con el establecimiento de impuesto, simplemente porque el corres-
pondiente nivel óptimo paretiano de dicha producción es mayor de lo que
sería en un equilibrio de mercado competitivo.
En realidad, si son varias las empresas contaminantes, o si la comunidad
ha de enfrentarse a varios contaminadores diferentes, cabe la posibilidad
de que el impuesto óptimo produzca un aumento en la contaminación de la
industria.
Cuando la industria competitiva puede modificar tanto como sus gastos en
técnicas reductoras de contaminación, el efecto estático-comparativo de un
aumento en los pagos por subsidios será un aumento en la producción conta-
minada y, posiblemente, una disminución de los gastos en reducción técnica
y un aumento en el total de emisiones.
Por otro lado, un aumento en la tasa impositiva sobre las emisiones reduci-
rá la producción contaminadora y probablemente las emisiones totales.

3. LA OPTIMALIDAD PARETIANA
La idea de que el paso de un óptimo de Pareto a otro no transformará los
impuestos en subsidios se deduce del supuesto de que el paso de un óptimo a
otro no transforma ninguna actividad generadora de externalidades perjudi-
ciales o viceversa.
La optimalidad exige siempre el gravamen de las actividades que generan
externalidades perjudiciales y el apoyo con subsidios de aquellas que rinden
beneficios externos de acuerdo con la fórmula pigouviana normal. Igualmen-
te si las víctimas de una externalidad pública inagotable siguen sufriéndola
cuando pasamos de un óptimo a otro, pero sin generar ningún caso externali-
dades por sí mismas, en ambos casos se exigirá que reciban una compensa-
ción nula por el daño que sufren, así un cambio entre óptimos paretianos no
dará lugar a compensación a las víctimas.
“Si cada actividad que genera externalidades perjudiciales en una solu-
ción óptima paretiana, las genera también en alguna otra solución, ambas
soluciones exigirán el establecimiento de un impuesto pigouviano sobre di-
chas actividades. Además, si la externalidad es inagotable, la compensación
100 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

y el gravamen de las víctimas serán siempre nulos. A los beneficios externos


se aplicará una proposición análoga (poniendo subsidios unitarios en lugar
de impuestos)”18.
Pero para cualquier óptimo paretiano, en un cierto sentido formal puede
sustituirse con generalidad un impuesto pigouviano por un sistema complejo
de subsidios. Si las condiciones necesarias para cualquier óptimo de Pareto
concreto pueden ser satisfechas por un conjunto de impuestos pigouvianos,
es generalmente posible satisfacer también dichas condiciones por medio de
un subsidio sobre la actividad que genera la externalidad, compensando con
otros subsidios sobre las demás actividades. Esta sustitución supone en reali-
dad tan sólo una variación de la unidad de cuenta, que deja invariables todos
los precios e impuestos relativos. Este tipo de sustitución difícilmente pueda
considerarse como una propuesta práctica.

XIII.IV. En resumen
Aunque existe un cierto grado de simetría entre los efectos de los impues-
tos y subsidios destinados a regular las externalidades, ambos están lejos de
ser sustitutos perfectos. Aunque se puede concebir un sistema de pagos por
subsidios que introduzca el mismo conjunto de incentivos de un impuesto
unitario sobre la contaminación, efectuando pagos fijos a los contaminadores
potenciales, la puesta en práctica de tal programa presenta obstáculos muy
pronunciados, llevándolo casi a la práctica imposibilidad de realizarlo.
Dentro de una política aplicable de subsidios en la que resulte apropiado
un sistema de impuestos pigouvianos, un sistema de subsidio simple puede
incluso incrementar las emisiones de una industria, aunque lo que se desee
intentar es lo contrario. En lo que a eficiencia se refiere, la teoría ofrece poco
apoyo para la utilización de subsidios.

18 O. BAUMOL, ob. cit., pág. 229.


TERCERA PARTE

DERECHOS DE PROPIEDAD
XIV. RONALD COASE. EL PROBLEMA DEL COSTE SOCIAL

El profesor Ronald H. Coase en su artículo “The problem of social cost”,


publicado en The journal of law and economic, en octubre de 1960, puso de
manifiesto los principales fallos del análisis pigouviano del coste social. En
este artículo1 se ocupó de las acciones de las empresas que tienen efectos
perjudiciales para terceros.
El análisis económico de una situación de este tipo ha operado usualmente
en términos de una divergencia entre el producto privado y el producto social
de la fábrica, análisis en el que los economistas han seguido en gran parte a
Pigou en su obra Economía del bienestar. Las conclusiones a las que ha lle-
vado este análisis para R. Coase a los economistas es que sería deseable ha-
cer que el dueño de la fábrica respondiera de los perjuicios por el humo o
alternativamente, exigir al dueño de la fábrica un impuesto que fuera el equi-
valente monetario a los daños causados o apartar la fábrica de lugares resi-
denciales u otras zonas en las que el humo pudiera causar perjuicios.
R. Coase, en este trabajo, destacó que los cursos de acción apuntados eran
inadecuados para conducir a unos resultados que no parecen deseables usual-
mente. Coase demostró, sobre la base del análisis económico de casos lega-
les que la existencia de efectos externos no daba lugar a la mala asignación
de recursos siempre y cuando no hubiese impedimentos para que los consu-
midores y productores acordasen todos los contratos que quisiesen.
“Para efectuar una transacción en el mercado es preciso descubrir quién es
la persona con la que desea operar, informar a las personas qué se desea
traficar y en qué condiciones, efectuar negociaciones que conducen a un acuer-
do, redactar el contrato, realizar la inspección necesaria para asegurarse que
se respeten las estipulaciones del contrato... Con frecuencia estas operacio-
nes resultan extremadamente costosas y, en todo caso, son suficientemente

1 Ver. cast. “El problema del coste social”, Hacienda Pública Española N° 68, Madrid,

1981, págs. 245-74.


104 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

costosas para impedir numerosas transacciones que se hubiesen efectuado en


un mundo en el que el sistema de precios operase sin costes”2.
Si los costes de transacción son nulos y los derechos de propiedad defini-
dos, el causante y el destinatario de una externalidad tendrán motivos para
negociar entre sí, es decir, internalizar la externalidad.
Una asignación de derechos puede producir un valor de producción mayor
que otra. Pero a menos que se trate de la misma asignación de derechos pro-
tegidos por el sistema jurídico, los costes de llegar al mismo resultado a base
de alterar y combinar derechos por medio del mercado pueden ser tan gran-
des que nunca se logre esa asignación óptima de derechos y el aumento del
valor de producción que traería consigo.
El máximo beneficio mutuo que se obtiene con tales acuerdos se lanzaría
en el punto en el que el coste marginal social se igualase al beneficio margi-
nal social con lo que los recursos estarían óptimamente asignados.
Destruyendo la base del análisis pigouviano, Ronald Coase sugirió:
a) Cuando puede existir una solución pactada, la externalidad sería inter-
nalizada;
b) El problema de los costes sociales no nace de las externalidades per se,
sino de impedimentos a la transacción, indefinición de derechos de propie-
dad, que impiden una solución de común acuerdo.
“Resulta necesario saber si la empresa que ocasiona perjuicios responde o
no de los daños causados, puesto que sin el establecimiento de esta delimita-
ción inicial de derechos no puede existir transacciones en el mercado para
transferir y recombinar dichos derechos”3.
Pigou concentró su atención en el causante de los efectos externos, sus
medidas de intervención deberían caer sobre el productor. En el caso de una
deseconomía externa, el productor sería pasible de un impuesto equivalente a
la divergencia entre los costes sociales marginales y privados y, en el caso de
una economía externa el productor debería recibir un subsidio equivalente a
la diferencia entre los beneficios marginales sociales y privados.
“La creencia de que es deseable que el agente que causa efectos perjudi-
ciales quede obligado a indemnizar a quien sufre el daño, es indudablemente
el resultado de no comparar el producto total obtenible con arreglos sociales
alternativos”4.
Coase vio que una externalidad implica una relación recíproca entre pro-
ductor y consumidor y no debe olvidarse esta figura en el análisis de una
externalidad o en la política económica indicada para conseguirla. Coase cree

2 R. COASE. “El problema del coste social”. Hacienda Pública Española N° 68, pág. 254.
3 Ibidem, pág. 249.
4 Ibidem, pág. 271.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 105

que el fracaso de los economistas a la hora de llegar a conclusiones correctas


sobre el tratamiento de los efectos perjudiciales no puede atribuirse simple-
mente a unos cuantos errores de análisis. Se derivaría de defectos de enfoque
de la economía del bienestar, por lo cual era necesario cambiar el enfoque.
“El análisis en términos de divergencia entre productos privados y pro-
ductos sociales centra la atención en deficiencias particulares del sistema y
tiende a alimentar la idea de que es necesariamente deseable cualquier medi-
da que elimine la deficiencia. Aparta la atención de los otros cambios del
sistema inevitablemente asociados a la medida correctora, cambios que pue-
den producir más daño que la deficiencia original”5.
Los profesores J. M. Buchanan y W. C. Stubblebine6 han demostrado que
la solución pigouviana de una externalidad, es decir, un impuesto o subven-
ción unilateral para el productor, no desemboca en una asignación óptima de
recursos, porque para esto es necesario que la actitud del consumidor cam-
bie, no sólo el productor de la externalidad debe tomar en cuenta los costes
impuestos al productor, bajo la forma de beneficios perdidos por una reduc-
ción de la actividad el consumidor no modificará su actividad a menos que a
su vez se haga pasible de un impuesto que reduzca su consumo del bien
liberado de la externalidad, gracias al impuesto cargado al productor.
El análisis debe centrarse en la decisión empresarial individual, y puesto
que el uso de ciertos recursos no queda permitido por los costes, los ingresos
se reducen en la misma cantidad.
Pero naturalmente esto significa que el valor del producto social no tiene
la menor significación social.
Nos parece preferible usar el concepto de oportunidad comparando el va-
lor del producto generado por factores en usos alternativos o por asignacio-
nes alternativas. En los casos en que los efectos externos tengan relación
recíproca –por ejemplo: aeropuerto, reduce la tranquilidad y aumenta el valor
de los terrenos–, la aplicación de impuestos y subsidios pigouvianos sería
caro y complejo.

1. El coste de la intervención pública para corregir fallos de mercado


Un supuesto tácito y falso del análisis de Pigou es que la intervención
pública tiene un coste nulo. La corrección de la administración, como es al
margen del mercado, no puede valerse de los métodos de información de éste
a bajo coste. Para calcular impuestos y subsidios necesita saber perfectamen-

5Ibidem, pág. 273.


6BUCHANAN y STUBBLEBINE, Externality, Reading by a committee of the American Econo-
mic Association, Londres, George Allen and Unwin LTD, 1962, págs. 199-212.
106 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

te sobre todos los costes y beneficios sociales marginales de todos los impli-
cados en el proceso. Pero el argumento decisivo es que, en muchos casos,
puede ocurrir que los costes de intervención serían mucho mayores. También
es difícil diseñar correcciones administrativas de externalidades que no creen
a su vez externalidades.

2. Los intereses de los que gobiernan


Otro supuesto implícito y poco realista del análisis pigouviano es que los
agentes políticos disertan medidas de corrección del mercado. Actúan para
maximizar la eficiencia social sin tomar en cuenta su propia utilidad, su renta
o votos.
El efecto de una medida de intervención sobre los votantes tiene para los
políticos más importancia que minimizar la externalidad. Si las decisiones polí-
ticas requieren el consentimiento unánime de los votantes, el mecanismo
político sólo llevará a que se seleccionen aquellas intervenciones públicas que
corrijan idealmente los efectos del mercado; ahora si se realiza por un sistema
de mayoría simple, el proceso político puede llevar a políticas que no maximi-
cen el bienestar social.
Otra debilidad de este análisis es cuando considera que los burócratas que
ejecutan las órdenes y corrigen las externalidades del mercado no tienen sus
propios fines interdependientes de los políticos y de los votantes. Los em-
pleados públicos tenderán a conseguir una expansión de su presupuesto en
sus ministerios. Esto llevará a excesos de corrección de externalidades y a
una asignación ineficaz de los recursos. La fórmula pigouviana es demasiado
ingenua para guiar la política administrativa de externalidades.

XIV.I. Coste de transacción. Teorema de Coase


Supuesto de contaminación ambiental
Si consideramos que hay una fábrica cuyos humos causan daños a las pren-
das que cuelgan para secar en el exterior de sus viviendas cinco vecinos7, y si
no se introduce ninguna medida correctiva, cada uno de estos individuos su-
frirán daños por 75 dólares, 375 en total. Este perjuicio podría eliminarse de
dos formas:
– Instalando un filtro depurador en la chimenea de la fábrica a un coste de
150 dólares.
– O proporcionar secadoras a los damnificados a un coste de 50 dólares.

7 A. POLINSKY, Análisis económico del derecho, supuesto tomado de esta obra, Madrid, Ed.

Ariel, 1988.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 107

La solución eficiente sería instalar un depurador, dado que se eliminan los


daños totales de 375 dólares por un coste de 150 dólares.
El planteamiento de R. Coase fue de que si se produciría el resultado efi-
ciente en el caso de que se atribuyese a los perjudicados el derecho al aire
puro o si de asignarse a la fábrica el derecho a contaminar.
Si hubiera un derecho a gozar de aire puro, la fábrica se encontraría con
tres soluciones:
– Contaminar y pagar 375 dólares de indemnización.
– Instalar un filtro de 150 dólares.
– Comprar 5 secadoras.
Sin duda la fábrica instalaría el filtro (solución eficiente).
Si hubiera un derecho a contaminar, los perjudicados se encontrarían fren-
te a tres soluciones:
– Sufrir daños por 375 dólares.
– Comprar 5 secadoras.
– Comprar un filtro.
En otras palabras, la solución eficiente se lograría independientemente de la
titularidad del derecho. Se presupone implícitamente que los perjudicados po-
drían reunirse y negociar con la fábrica sin costes (costes de transacción cero).
Los costes de transacción incluyen los costes de identificación de las par-
tes con las que se ha de tratar, los costes que implican reunir las partes, el
proceso de negociación y la puesta en práctica del acuerdo. Podemos llegar a
una primera aproximación al teorema de Coase, diciendo que “si hubiera
unos costes de transacción cero se produciría el resultado eficiente con inde-
pendencia de la norma atributiva de derecho elegida”8.
Aunque la elección de la norma jurídica no afecte el logro de la solución
eficiente, cuando los costes de transacción son cero, afecta la distribución de
la renta.
Si los perjudicados tuvieran derecho a gozar de aire puro, la fábrica pagaría
los 150 dólares por el filtro, mientras que si la fábrica tuviera derecho a conta-
minar, los perjudicados pagarían el filtro. Así, la elección de la norma jurídica
redistribuye la renta en la cuantía de la solución de menor coste al conflicto.
Dado que se asume en este momento que la renta se redistribuye sin coste, este
efecto distributivo es intrascendente, y si no se desea puede corregirse.
La hipótesis de transacción cero es irreal en muchas situaciones conflicti-
vas. Las partes del litigio han de dedicar tiempo y dinero a reunirse. Supon-
gamos en el caso anterior que a los damnificados les cuesta 60 dólares reunir-
se. Si los perjudicados tienen derecho a gozar de aire puro, la fábrica tiene
derecho a tres soluciones:

8 Ibidem, pág. 24.


108 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

– Asumir los 75 dólares de pérdidas,


– Comprar una secadora, 50 dólares.
– O reunirse con los demás, con un costo de 60 dólares para comprar un
filtro a 150 dólares..
Así, dados los costes de transacción descriptos, el derecho a gozar de aire
puro es eficiente, pero el derecho a contaminar no. En el ejemplo las normas
jurídicas de preferencia minimizarían los efectos de los costes de transacción
en el sentido siguiente:
Si tiene derecho a gozar de aire puro, la fábrica tendrá que decidir entre
pagar la indemnización, un filtro o 5 secadoras.
La fábrica no necesita reunirse, no tienen efectos los costes de transac-
ción. Dado el derecho a contaminar, los residentes habrán de decidir qué
hacer. Si los residentes se ven inclinados a elegir una solución eficiente para
evitar los costes de reunirse, los costes de transacción tendrán una incidencia.
Así, aunque no se incidiese en realidad en ningún coste de transacción te-
niendo el derecho a contaminar, pues los residentes no se reunirán, los efec-
tos de los costes de transacción serían mayores dada esta norma.
Definiendo en forma concreta el teorema de Coase, podemos decir: “Si
hubiese costes de transacción positivos, la solución eficiente no podría pro-
ducirse con independencia de la norma jurídica elegida; en estas circunstan-
cias, la norma preferible es aquella que reduce al mínimo los efectos de los
costes de transacción y las elecciones ineficientes provocadas por un deseo
de evitar costes de transacción”9.
Las consecuencias distributivas de las normas jurídicas son más complica-
das cuando hay costes de transacción. No se cumple cuando, como en el caso
de coste de transacción cero, la elección de la norma redistributiva de la renta
en la cuantía da la solución de menor coste. En el ejemplo, en el que los perju-
dicados tienen derecho a gozar de aire puro, la fábrica paga el filtro, mientras
que si la fábrica tuviera derecho a contaminar pagarían las secadoras.
Aunque la versión simple del teorema de Coase formula una hipótesis irreal
respecto de los costes de transacción, proporciona un método práctico de
empezar a pensar en problemas jurídicos, porque sugiere los tipos de transac-
ciones que habrían de darse según cada norma jurídica, para que esta norma
sea eficiente. Una vez determinadas esas transacciones necesarias, se haría
patente que, con hipótesis más reales sobre los costes de transacción, una
norma sería claramente preferible a otra, por razones de eficiencia.
La versión más complicada del teorema de Coase proporciona una vía
para elegir normas jurídicas en esta situación. Tanto las inmisiones, contami-
nación, ruido, edificios antiestéticos, que surgen de usos incompatibles del

9 Ibidem, pág. 25.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 109

espacio vital y afectan a un número reducido de individuos, como el control


de la contaminación, pueden enfocarse de este modo.

XIV.II. Aplicación del teorema de Coase en un supuesto


de control de contaminación
Analizaremos la eficiencia de normas jurídicas en el control de la contami-
nación, cuando los contaminadores son empresas competitivas en equilibrio a
largo plazo. Emiten de forma que perjudican a viviendas próximas, cuyos habi-
tantes o víctimas no son consumidores de los productos de dichas empresas.
El perjuicio que sufren las víctimas dependerá del filtrado o no de las ema-
naciones de las empresas a la atmósfera. Al tomarse la decisión por parte de la
empresa de filtrar, no hay incertidumbre en cuanto al riesgo. Aunque el filtrado
aumente los gastos de producción por unidad -100-120-, se reducen los daños
causados -60-20-. Otra forma de verlo sería evaluar el coste total del producto,
con los daños que produce con el filtrado éste disminuye -160-140-.
Hay un segundo aspecto, aunque se hiciese el filtrado; podría producirse
una cuantía ineficiente del artículo o consumirse en cuantía ineficiente. Se
consumiría una cuantía ineficiente si algunos individuos no compraran el
artículo que valoraran más de su coste total. Si el coste total con filtrado es de
140, deberán consumirlo quienes le den ese valor o uno mayor.

1 - Responsabilidad por culpa y responsabilidad objetiva


¿Llevan a un control eficiente de contaminación?
En un sistema de responsabilidad por culpas, las empresas serían respon-
sables si no filtraran. Si la empresa no filtra, el coste por unidad con respon-
sabilidad por culpa será 160, y si filtra, 150.
La empresa preferirá filtrar. Sumando el precio de la contaminación resi-
dual será de 150.
En general este sistema traerá un nivel ineficiente de producción, porque
el precio de mercado no refleja plenamente el coste total del producto. El
precio no refleja el daño residual, que de todas formas se produce aun cuando
tome las precauciones necesarias.
Tomando el sistema de responsabilidad objetiva, de acuerdo con el cual
las empresas serán responsables de cualquier forma, filtrando o no. Los cos-
tes serán de 160 si no filtra y de 150 si filtra. Preferirá filtrar, y en equilibrio
a largo plazo el precio del artículo será de 150. Y dado que el coste total es de
150, la cuantía del artículo que compren los consumidores será eficiente.
“La responsabilidad objetiva puede inducir a las empresas a adoptar un
grado eficiente de precaución y puede inducir a los consumidores a adquirir
una cuantía eficiente del artículo.
110 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

”El último efecto se produce porque el precio de mercado refleja el coste


total del producto incluidos los daños que persisten a pesar de que las empre-
sas adopten un grado eficiente de precaución”10.

2 - Las víctimas
En muchos casos las víctimas pueden influir en los daños, podrían mudar-
se o tomar medidas para evitar los daños. Supongamos que para concretar, la
solución eficiente, ésta exige no sólo que se filtre, sino que las víctimas usen
ropa especial que reduciría los efectos, aunque no los eliminaría del todo.
La solución eficiente exige aun que sólo aquellos consumidores que valo-
ren el artículo por encima del coste total lo compren. El coste total adecuado
es ahora el coste de producción de los contaminadores más los daños residua-
les que se producen cuando el contaminador filtra y cuando las víctimas usan
ropa especial.

3 - Con el sistema de responsabilidad por culpa


Si se decide filtrar, las víctimas, teniendo que afrontar sus pérdidas, ten-
drán un incentivo para usar ropa especial. De cualquier forma, el precio del
artículo no reflejará los daños producidos aunque los productores y víctimas
adopten precauciones; la decisión no será eficiente.

4 - Con el sistema de responsabilidad objetiva


Los contaminadores filtrarán, pero los particulares no tendrán incentivos
para usar ropa especial, dado que serán plenamente compensados por los
daños. Es necesario añadir una compensación de culpas, con el fin de inducir
a las víctimas a tomar precauciones.
El sistema será eficiente dado que las víctimas no incurrirán en negligen-
cia, los contaminadores serán los responsables de los daños residuales de las
víctimas. El precio del producto reflejará los daños y los consumidores ad-
quirirán una cantidad eficiente del producto.

5 - Como conclusión
Podemos decir que los dos sistemas no sufren alteraciones si las víctimas
pueden reducir los daños tomando precauciones. El problema básico del sis-
tema de responsabilidad por culpa es que el precio del artículo producido por

10 Ibidem, pág. 109.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 111

los contaminadores no refleja los daños que siguen produciéndose después


de que las partes hayan tomado precauciones.
Este problema se supera con el sistema de responsabilidad objetiva, debi-
do a que el contaminador es responsable de los daños residuales, y si las
víctimas pueden influir, es necesario crear incentivos –compensación de cul-
pas– para inducir a adoptar precauciones.

XV. LA HIPÓTESIS DE POSNER

En su obra Economic analysis of law11, el catedrático americano Richard A.


Posner presenta un estudio del metamercado, estudiando el Common Law.
El derecho puede ser analizado económicamente; Posner siempre se en-
frenta con las instituciones jurídicas partiendo de las hipótesis que obran en
el sentido de aumentar la eficiencia del sistema económico que encuadran.
Define la eficiencia al estilo paretiano, considerando a la eficiencia como
aquella situación en la que nadie puede mejorar su situación sin que la de
otro empeore.
Es una mejora paretiana aquel cambio en el mercado o metamercado que
mejore la situación de un individuo sin que empeore la de nadie. La impor-
tancia del metamercado estriba en la necesidad de reglas establecidas que
encaucen la persecución del beneficio de los individuos. La medida de la
mejora de eficiencia nacida de una transacción en el mercado es la disposi-
ción a pagar de los individuos.
Una mejora de eficiencia significa modificar el uso de los recursos de tal
manera que aumente la satisfacción individual, medidas por la disposición a
pagar agregada de los consumidores. En su función de mecanismo de recur-
sos el metamercado actúa de dos formas, condiciones principales del teorema
de Coase.

1 - Derechos de propiedad
Para estudiar los mecanismos de mejora en la definición de los derechos,
tomaremos como paradigma los derechos de propiedad. Este derecho de pro-
piedad es apto para la contratación dada su EXCLUSIVIDAD –posibilidad de ex-
cluir a todos los demás del disfrute del bien apropiado–, que disminuye la
incertidumbre del contrato, y la TRANSFERIBILIDAD, que posibilita el movimien-
to de los recursos por medio de intercambios voluntarios.

11 Little brown and company, Toronto, 2a ed., 1977.


112 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Estas dos condiciones se encuentran interrelacionadas, dado que si un dere-


cho no es exclusivo será más difícil transferirlo. La dificultad de transferirlo
por altos costes de transacción hace inaceptable que el derecho del propietario
sea absolutamente exclusivo. La existencia del la exclusividad y transferencia
del derecho de propiedad mejora el funcionamiento del mercado.
“Idealmente, todos los recursos deberían ser propiedad de alguien, excep-
to los recursos que sean tan abundantes que todo el mundo pueda consumir
cuanto quiera de ellos, sin reducir el consumo de nadie. En este caso desapa-
recería el problema del uso eficiente”12.

2 - La cuestión de los costes de transacción


Es de suma importancia por la condición de transferibilidad. Supongamos
una fábrica que emite humos a la atmósfera; si la fábrica cerrara, se tomaría
como una medida impopular, porque dejaría sin trabajo a mucha gente de la
región. Deberíamos saber primero si el industrial tiene un derecho de uso
especial sobre el aire, por lo cual puede emitir sin pagar, o si el derecho de
uso no sufre atenuaciones, es decir, si el derecho de propiedad del aire perte-
nece al industrial para sus fines, o a los vecinos para los suyos.
Para Coase es indiferente de quién sea el derecho de propiedad, con tal de
que sea de alguien, si los costes de transacción son nulos, o los vecinos pagan
el filtro para reducir la contaminación al óptimo, o el fabricante indemniza a
los vecinos, para que le permitan emitir la cantidad de humo óptima.
Pero los costes de transacción pueden ser elevados o prohibitivos, quizás el
número de vecinos sea elevado, o no quieran negociar. En esta situación sería
muy difícil llegar al óptimo, pero sobre todo ya no resulta indiferente de quién
es el derecho de propiedad. Si se quiere evitar la desocupación de los obreros,
se debería dar la propiedad del aire al fabricante y los vecinos deberían darle un
filtro, para reducir la contaminación sin que aumenten los costes del industrial.
Para completar pues el principio de Coase, Posner nos recuerda que en
el metamercado hay instituciones como los tribunales de justicia, formas
administrativas que tenderán a atribuir el derecho preferente, directamente
a quien vaya a utilizar el recurso más eficientemente sin que las partes se
enfrenten a negociaciones interminables. La justificación económica de las
instituciones del meta-mercado está en su contribución a la óptima asigna-
ción de recursos del mercado.
Posner recalca que la renta obtenida por el privilegiado legal incitará a
grupos de presión a obtener renta semejante. Al final el privilegiado quedaría

12 R. A. POSNER, Economic Analysis of Law, Toronto, Little Brown and Company, 2a ed.,

1977, § 3.1.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 113

dilapidado en actividades y la transferencia neta será nula. Aquí nos encon-


tramos frente a la tercera condición de Coase, aquella que decía que los PAGOS
O COMPENSACIONES a quienes ostentan los derechos no deben modificar la es-
tructura de la demanda.
La competencia por el favor oficial cambia la estructura de la demanda,
aumentando gastos en lobbies, para conseguir rentas nacidas de la coacción,
en vez de vivir de la producción de bienes y servicios y de su intercambio en
el mercado.
“La concesión de un privilegio administrativo suele desencadenar la com-
petencia entre aspirantes a la protección estatal hasta el momento en que los
gastos de lobbyng sean iguales en el margen a la renta política obtenible13.

XV.I. UNA VISIÓN SOBRE LA CONTAMINACIÓN

“La ejecución del problema en la ley consuetudinaria respecto de la polu-


ción, es en parte, de todos modos, lo mismo que con respecto al consumidor
fraudulento: el agravio individual puede ser muy escaso para justificar el
coste de litigar para la víctima. Otra vez el mejoramiento en la maquinaria de
la ley consuetudinaria es posible, pero otra vez, el énfasis se podría ubicar en
el sitio de la regulación pública en vez que en la Justicia”14.
Hay tres aproximaciones en la regulación de la polución:
1 - La legislatura o agencia administrativa deben prescribir las medidas
específicas que el que poluciona debe tener en cuenta para evitar la sanción
de la ley: control de insumos.
Por ejemplo, un poder municipal puede requerir instalar un tipo específico
de planta depuradora de aguas negras, un molino de acero, una chimenea de
determinada altura, automóviles construidos con un tipo de instalaciones que
limite las emisiones...
Cualquiera que sea la medida adoptada, la industria no tendrá incentivos
para desenvolverse con mejores diseños y ver la factibilidad del abaratamiento.
Los miembros de las empresas sí tendrán incentivos para confabular contra la
legislatura o agencia de información, en lo concerniente a las técnicas, viabili-
dad económica del control de la contaminación y alegar un antitrust, accionán-
dolo contra la manufactura automovilística, retrasando el desenvolvimiento del
control tecnológico de la polución, por ejemplo.
2 - Otra aproximación es el establecimiento de niveles de emisión. Es de-
cir niveles tolerables, siendo los demás penalizables, y dejar la elección del
13 P. S CHWARTZ, A. CARBAJO, “Teoría de los derechos de propiedad”. Hacienda Pública

Española N° 68, Madrid, 1981, pág. 233.


14 R. POSNER, Ob. cit., § 13.5.
114 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

método para conseguir los niveles permitidos a las industrias. Las industrias
alegarán que los costes son prohibitivos, desproporcionados con respecto a
los volúmenes de reducción de la contaminación.
Lo que la sociedad no debe ignorar es reducir los niveles de contamina-
ción. Deberían ver los beneficios de reducirla, cualquiera que sean los costes
de la reducción. El peligro de la confabulación mencionada anteriormente es
la no eliminación de las materias contaminantes, producido por estos acerca-
mientos.
3 - El impuesto por contaminar: el impuesto corresponde a los daños, cos-
tes, de las víctimas de la polución.
Los que polucionan son requeridos para hacer frente al coste, pensando,
bajo la aproximación del impuesto y no hacia las víctimas; preguntándose si
hay métodos de control que podrían prevenir altos costes. Esto impulsa a los
que contaminan a la búsqueda de adopción costes justificados de contamina-
ción preventiva, pero no a adoptar métodos de control de contaminación que
cuesten más que la valoración que ellos crean por reducir la polución.
La determinación pública de los costes justificados de los niveles de con-
taminación, la cual está implícita en la carrera normal, y a posteriori el con-
trol de los insumos, pueden llegar a evitarse. Las tasas no reducen la contami-
nación, pero incrementan las cuentas de impuestos de las empresas. Los
impuestos excesivos son regresivos. Y la aplicación de impuestos por la con-
taminación trae como contrapartida compensaciones. Este sistema trae gran-
des costes.

XV.II. REMEDIOS JURÍDICOS PARA RESOLVER EXTERNALIDADES

La utilización del sistema jurídico para resolver externalidades tiene venta-


jas. En vez de que sea el Estado el que garantice que no haya externalidades, es
la parte perjudicada la que tiene un interés creado y directo y asume la respon-
sabilidad de la aplicación. Este mecanismo es más eficiente desde el punto de
vista de la información, ya que la parte afectada sabe mejor que el gobierno que
ha resultado perjudicada.
Para que este sistema sea eficaz, los derechos de propiedad deben estar
establecidos, ser precisos y coherentes. Por lo tanto, sería muy difícil aplicar-
lo, por no decir imposible, para resolver externalidades de recursos comunes,
ya que nadie puede impedir su uso, y es esto lo que genera la externalidad. El
sistema legal por el que se establecen los derechos de propiedad tiene la ven-
taja de definirlos, no siendo tan sensible este proceso a presiones de grupos
de interés, y es muchas veces la mejor forma de resolver la compleja gama de
externalidades.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 115

La utilización del proceso judicial puede tener limitaciones, tales como


que los litigios puedan llevar consigo altos costes de transacción, recayendo
en los particulares. Los que producen las externalidades pueden saber que los
litigios son caros y llevar a cabo estos efectos, hasta llegar al punto donde a la
parte perjudicada le convenga demandar.
Otra limitación sería que el resultado del pleito sea incierto, esta incerti-
dumbre es la que induciría a los particulares a no recurrir al sistema judicial.
Esto traería aparejado la falta de igualdad en las oportunidades de acceder a
remedios legales.
Otra digna de mencionar sería que la cantidad de perjudicados sea eleva-
da, y a cualquiera le convendría que uno interpusiera la demanda, aparecien-
do el problema del polizón. Esta práctica reduce los costes, dado que se pue-
de llegar a un arreglo extrajudicial.
El sistema judicial, siempre que cumpla los preceptos legales y de justicia,
es una buena forma de resolver las externalidades, siempre y cuando se cum-
plan los requisitos de apropiación y halla fallado otras formas de transacción.
Para Coase los tribunales influyen directamente en la actividad econó-
mica; es deseable pues que éstos comprendan cuáles son las consecuencias
económicas de sus decisiones y tengan en cuenta al decidir en la medida
que ello sea factible, sin crear demasiadas incertidumbres sobre la propia
postura doctrinaria.
“Incluso cuando resulta posible modificar la delimitación legal de dere-
chos a través de las transacciones de mercado, resulta evidentemente desea-
ble reducir la necesidad de esas transacciones, reduciendo con ello el empleo
de recursos conducentes a ponerlas en práctica”15.
No debemos olvidar que, para Posner, las instituciones jurídicas pueden
analizarse económicamente examinando en qué medida fomentan la produc-
tividad de la economía, y gran parte de la función productiva del metamerca-
do se realiza espontáneamente por la costumbre y la jurisprudencia de los
tribunales. Los tribunales han reconocido las implicaciones económicas de
sus decisiones y se percatan de la naturaleza del problema. Y muchas veces
toman en cuenta estas implicaciones para resolver los litigios.

15 R. COASE, Ob. cit., pág. 257.


CUARTA PARTE

POLÍTICA
XVI. LOS COSTES SOCIALES DE LA CONTAMINACIÓN DEL AIRE

La concentración de los factores contaminantes depende de la interacción de


la cantidad y calidad de los contaminantes emitidos, de las reacciones físicas
y químicas que experimentan en el aire y de la dispersión de éstos. La conta-
minación del aire proporciona la señal de retroalimentación negativa, que
indica una señal clara de peligro, proporcionando un ejemplo de sinergismo,
por cuanto algunas combinaciones de contaminantes reaccionan en el medio
produciendo una contaminación complementaria.
“Dos elementos del escape del automóvil se combinan en presencia de la
luz solar para producir sustancias más tóxicas todavía”1. El óxido de nitróge-
no e hidrocarburos con el efecto de la luz solar producen nitrato de peroxia-
cetílico y ozono que causan graves efectos en la respiración y en las plantas.
La temperatura, las precipitaciones, los vientos, la niebla, la forma en que
se relacionan los estratos superiores e inferiores de la atmósfera, su tempera-
tura relativa, la humedad, junto con la geografía, son los factores que condi-
cionan la intensidad de la contaminación. Los efectos de la contaminación
suelen ser diferentes según el momento en que se descarga una clase y canti-
dad de contaminante.
“La contaminación del aire es siempre una manifestación de hecho de que
los contaminantes se han acumulado en el aire en una tasa superior a la que
permitiría su eliminación por las mismas fuerzas naturales”2.
En la medida en que la actividad del hombre descargue a la atmósfera sus-
tancias tóxicas o dañinas en una tasa superior a la aceptable, y las fuerzas natu-
rales se vean demoradas o impedidas a dispersarlas, la cantidad de concentra-
ción se verá relacionada con los factores climatológicos, topográficos. Estas
relaciones determinarán la frecuencia, cantidad y clase de la contaminación.

1E. ODUM, Ecología. 3a ed., México, Interamericana, 1971, pág. 491.


2K. KAPP, Los costes sociales de la empresa privada, Barcelona, Oikos, Tau, 1966, págs.
63-4.
120 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

La causa del factor acumulativo que tiende a incrementar la polución es la


resultante de la interacción del contaminante con el medio ambiente, pudien-
do tener distintos efectos en diferentes ambientes. Los efectos de los conta-
minantes sobre la salud humana no siempre aparecen claramente, ya que el
fenómeno acumulativo de la contaminación no crea relaciones simples de
causa y efecto. Éstos son procesos y cadenas que no son necesariamente li-
neales, lo que cuenta es la dosis total.
“En otras palabras, ni los estudios estadísticos ni las causales que tienen
en cuenta un sólo factor causal pueden llegar a una cuantificación de los
diversos factores que actúan conjuntamente, y por tanto no puede esperarse
que nos proporcionen alguna luz acerca de la interacción acumulativa y no
lineal”3.
Lo que sí se puede saber es qué papel juegan los diversos factores, como
que “es significativo que en áreas metropolitanas con mayor exposición a la
contaminación muestran tasas más altas de mortalidad por cáncer de esófago
y estómago. Más altas en cada caso por un margen de casi un 15% con res-
pecto a áreas metropolitanas con riesgos menores de contaminación”4, y már-
genes de por lo menos un 10% en tasas de mortalidad en áreas metropolita-
nas para enfermedades de corazón, reuma, arteriosclerosis.
Los componentes venenosos y partículas contenidas en el aire contamina-
do afectan el bienestar del individuo; si bien la contaminación implica pro-
blemas sociales y humanos, es un problema cualitativo que se refleja en ci-
fras de mortalidad, pérdidas de tiempo de trabajo, pero proporcionan una
medida incompleta de lo que significa en términos económicos y de salud
humana.
En cuanto atañe a los efectos sobre el bienestar, tanto el suelo como las
plantas se ven afectados por los agentes contaminantes, volviéndose a su vez
tóxicos. También atacan a muchos materiales causándoles un prematuro des-
gaste, produciéndose pérdidas económicas.
Estas emanaciones producen disminuciones de valor y de calidad de toda
clase de mercancías, así como son responsables de grandes pérdidas econó-
micas y de tiempo en limpiezas exteriores e interiores. También por las ema-
naciones se producen aumentos en el consumo eléctrico en iluminación, dado
que se oscurece la atmósfera.
Muchas dudas surgen cuando consideramos los costes sociales de la con-
taminación del aire; varias de ellas, debidas a la falta de información las esta-
dísticas no suelen estar elaboradas con vistas al análisis de los costes sociales

3
Ibidem, pág. 66.
4
R. SCHIFFMAN, E. LANDAU, Use of indexes of air pollution potential in mortality studies,
Washington, Departament of Health, Education and Welfare, 1960, pág. 5.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 121

de la producción de contaminantes. Los costes pueden ser trasladados de uno


a otro grupo, formándose una cadena que hace difícil averiguar la incidencia
de los costes; igualmente los costes pueden ser doblemente contabilizados, y
también la expresión en términos monetarios de los daños producidos en la
salud o en la vida es bastante problemática.
“Estimaciones modernas sobre costes de contaminación del aire van de
2.000 a 7.500 millones de dólares por año en Estados Unidos, con un gasto
de 500 millones anuales para evitar la contaminación”5.
Mientras el desconocimiento cierto de los costes sociales puede continuar
contribuyendo al proceso de crecimiento acumulativo, no podrá explicarse el
ineficiente proceso que incorpora día a día nuevos contaminantes. La conta-
minación del aire es hoy una cuestión de convertir al aire en un recurso esca-
so; y el problema deviene de la actitud del hombre frente a la contaminación,
a la que en muchos casos defiende porque sus prioridades de trabajo y desa-
rrollo económico están por delante del problema medio ambiental, ya que sus
consecuencias son a largo plazo.
El control político de la contaminación no ha sido eficiente porque se basa
en ficciones legales, en principio la falta de control sobre los costes y la
relación directa con los efectos.
Quizás el control sea mayor en épocas con baja emisión, y viceversa, y el
tiempo que pasa entre la contaminación y la medida aplicable hace que en ese
intervalo no haya solución alguna, y que estas medidas deberían variar de
acuerdo con factores climatológicos y geográficos.
El problema del coste social no es motivo para utilizarlo para intervenir
gubernamentalmente, convirtiendo los costes de transacción en inalcanza-
bles y los beneficios derivados de la corrección en poco eficientes; es mejor
vivir con la ineficiencia.

XVI.I. Contaminación atmosférica, cómo afecta a la población


Entre las consecuencias más negativas que acompañan al avance y al desa-
rrollo tecnológico se cuenta la degradación del medio ambiente, una de cuyas
manifestaciones externas es la contaminación atmosférica.
La Subsecretaría de Ordenación del Territorio y Medio Ambiente del Mi-
nisterio de Obras públicas y Urbanismo de España se planteó la necesidad de
detectar en qué forma afectan a la población de las grandes ciudades los
efectos derivados de la contaminación atmosférica.

5 K. KAPP, ob cit., pág. 79.


122 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Dado que en la ciudad de Sevilla en determinadas épocas del año se pro-


ducen alteraciones graves por la contaminación, encontraron interesante rea-
lizar un estudio; éste fue encargado a la empresa METRA/SEIS Economía6.

A. Objetivos del estudio


– Detectar el nivel de concientización de la gravedad del problema de la
contaminación atmosférica en la ciudad de Sevilla.
– Medir las actitudes de la población ante las medidas que se pueden apli-
car por los organismos para paliarla o cambiarla.
– Comprobar a nivel popular el impacto de las medidas aplicadas.
“El ámbito de realización de este estudio es el área de Sevilla y su entorno.
El estudio quedó configurado en los municipios de:
-Sevilla -Castilleja de la Cuesta
-Santiponce -Gálvez
-Camas -Mairena de Aljarafa
-San Juan A. -Dos Hermanas
-Tomares -Alcalá de Guadaira.”7
-La Algaba.

Una vez definida el área de estudio, se redactó un cuestionario para reco-


ger la información de base necesaria para el análisis a través de una encuesta
dirigida a la población. Se entrevistó a personas mayores de 15 años, residen-
tes en el área de estudio, y localizadas en sus hogares.
Las características del procedimiento fueron aleatorias y se fijó una pro-
porción de la población por zonas.
El tamaño DE LA MUESTRA quedó establecido en 2.500 entrevistas en aten-
ción a criterios:
– Número de hogares existentes en las zonas de estudio, con el fin de
lograr un nivel de representación.
– Homogeneizar con el resto de los trabajos realizados en España.
– El trabajo de campo fue realizado en el período de tiempo: última
quincena de septiembre de 1980.

6 Estudio sobre la contaminación atmosférica en la ciudad de Sevilla, octubre de 1980,

Madrid, Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, CEOTMA.


7 Informe citado, pág. 2.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 123

B. Líneas de análisis
Se consideró las opiniones generales relativas:
– A medida en que preocupa la contaminación y el grado de conciencia de
los individuos frente a los problemas de degradación ambiental.
– A medidas tendientes a disminuir la contaminación ocasionada por el
tráfico, calefacciones e industriales.
– Grado de conocimiento y opinión sobre los organismos que se ocupan o
deberían ocuparse de la problemática de la contaminación.
Las variables consideradas fueron:
– edad, sexo,
– niveles de ingreso, de estudios,
– profesión,
– tipo de calefacción,
– frecuencia con que conduce,
– partido político afín,
– zona de residencia.

C. Resultados
1 - OPINIONES GENERALES, datos obtenidos, en porcentajes del informe citado,
páginas 5 a 9.
Nivel de importancia de la contaminación, en tercer lugar frente al paro y
el orden público y por encima de los problemas de inflación, enseñanza, sani-
dad y energía.
Las zonas céntricas de Sevilla alcanzan un mayor grado de sensibilidad, res-
pecto de la degradación ambiental, traducido por los agentes contaminantes.
En cuanto a los tipos de contaminación, los encuestados consideraron de
máxima gravedad:
– El deterioro de las aguas de los ríos: 44,6%.
– Calles sucias y basura: 41,4%.
– En cuanto a malos olores, ruido y contaminación atmosférica, la opinión
generalizada, un 76%, cree que va a un progresivo empeoramiento. La mayor
incidencia en las zonas céntricas. Para los votantes de la U.C.D. esta evolu-
ción de signo negativo tendía a estabilizarse.
Sobre los agentes emisores que provocan la contaminación:
GASES Y RUIDOS: 51,8%.
Épocas de mayor degradación:
VERANO: 78,8%.
Focos contaminantes:
VEHÍCULOS: 67,7%, mayor incidencia zona centro, gente de edad avanzada.
124 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

INDUSTRIAS: 30,7%-, gente de mayores recursos y jóvenes.


CALEFACCIÓN:15%-, por su poca utilización.
En cuanto a la orientación política, los de izquierda orientan estos proble-
mas hacia la falta de política de saneamiento y de zonas verdes, que contribu-
yen a la contaminación.
Efectos sobre la salud:
EFECTOS NEGATIVOS DE LA CONTAMINACIÓN: 100%.
MAYORES DE 50 AÑOS: afecta problemas cardiorrespiratorios.
DOLORES DE CABEZA: 22% de los encuestados.
CLASES ACOMODADAS: trastornos psicoemocionales.
ZONAS CÉNTRICAS: irritación de garganta y ojos.
COLECTIVOS MÁS AFECTADOS: niños y ancianos.
Soluciones al problema: EXISTEN DICHAS SOLUCIONES: 84%.
ZONAS CÉNTRICAS: consideran necesaria la información y tomar medidas obli-
gatorias.
ZONAS PERIFÉRICAS Y RURALES: más reacios a medidas obligatorias porque
sufren menos el problema.
Todos coinciden en la necesidad de información.
Encuestados de:
Mayor poder adquisitivo: partidarios de disposiciones más rígidas a las
industrias y restricciones de tránsito.
Menor poder adquisitivo, zonas industriales ... medidas contra la industria
ocupa un 39%.

2 - OPINIONES RELATIVAS AL TRÁNSITO:


Medidas más aceptables para solucionar el problema:
MAYOR INSPECCIÓN DE RUIDOS Y HUMOS: 86%.
ZONAS CÉNTRICAS: limitación de tránsito y que la contaminación no tiene
solución.
Cerrar gran parte del centro: 60,8%.
Habitantes zona centro: 83,3%.
Habitantes de mayores ingresos: 73,5%.
HABITANTES QUE CONDUCEN A DIARIO: 59,1%.
Inconvenientes de las medidas:
a - Para limitación de estacionamiento, se señala falta de éstos 31,3%.
b - Para la prohibición de circular en días alternos, la nula utilización del
vehículo y los aspectos laborales,
c - para la mayor inspección de humos y ruidos, control de infracciones,
los inconvenientes son de orden económico,
d - respecto del centro y de su cierre se aluden aspectos laborales, incomo-
didad física y pérdida de tiempo.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 125

3 - OPINIONES RELATIVAS A LA CALEFACCIÓN:


Entre las medidas más aceptables por los encuestados tendientes a evitar la
contaminación por calefacción, se destacan las restricciones de combustibles
menos contaminantes y la de reforzamiento de las viviendas particulares.
Las que presentan grandes inconvenientes para su aceptación masiva son
las que suponen una limitación en el suministro o en el horario de encendido.

4 - OPINIONES RELATIVAS A LAS INDUSTRIAS:


Para rebajar el factor contaminante el 56,8% se inclina por una política
basada en subvenciones y ayudas a las empresas, influidas por los grandes
costes económicos que traen la introducción de las mejoras.
La diferencia de opinión se encuentra entre:
Hombres: son más radicales a la hora de acabar con la contaminación,
destacándose en este colectivo los de mayor estatus social.
Mujeres: se muestran menos rígidas frente a tomar medidas estrictas.
En cuanto al grado de conocimiento de las medidas que se pueden adoptar:
MÁS CONOCIDAS: en zonas de contaminación mediana o fuerte.
MEDIANAMENTE CONOCIDAS: en zonas industriales.
MENOS CONOCIDAS: en zonas urbanas.

5 - GRADO DE CONOCIMIENTO DE ORGANISMOS Y OPINIONES SOBRE ELLOS:


GRADO DE CONOCIMIENTO %
Ministerio de Sanidad 47
Ayuntamientos 47
Organismos más adecuados:
DÓNDE RECURRIR EN CASO DE DENUNCIA SOBRE CONTAMINACIÓN INDUSTRIAL: 51,6%
NO SABE.
En este 51,6% se incluyen aquellos que opinaron que el problema de la
contaminación es muy grave.
En las zonas rurales el Ayuntamiento es identificado con toda la adminis-
tración.
La relación entre organismo existente y dónde reclamar está entre la reali-
dad y el deseo.

D - Conclusiones de la encuesta
El nivel de concientización de la gravedad del problema en la ciudad de
Sevilla es relativamente alto, al encontrarse en el tercer lugar. En términos
medios, alrededor de un 40% considera como graves problemas ambientales,
el agua, la basura, los olores y por último los problemas atmosféricos.
126 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

El 76% de la población cree que se agudizarán y todos enfocan la solución


hacia la administración y, en grado elevado, ser rigurosos con los transgreso-
res, y consideran al tránsito el peor foco contaminante, seguido por la indus-
tria en niveles menores.
El 100% de la población coincide en que la contaminación tiene efectos
negativos en la salud humana. El 84% considera que hay soluciones al pro-
blema, y de acuerdo con el sufrimiento de éste supeditan la obligatoriedad de
las medidas. A la hora de sopesar estas medidas abstractas, en su aplicación
particular al individuo encuestado, o a la aplicación que directamente lo afec-
te, por ejemplo en las medidas de tránsito, sopesan más los inconvenientes en
el sentido de tiempo, aspectos laborales, y consideran mayor la incidencia de
estos inconvenientes que la limitación de la contaminación.
Es decir que el coste social estaría en la incidencia de las medidas más que
en los efectos negativos de la externalidad en sí, ya que éstos las evalúan a
corto plazo; en cambio, los efectos de la contaminación son siempre inciertos
y de toma de conciencia a largo plazo. Lo mismo sucede con las medidas
sobre calefacción.
En cuanto a las medidas sobre la industria se muestran partidarios de las
subvenciones, por el coste económico, y porque en cierta forma se cuidaría
la fuente de trabajo, ya que el desempleo es su primera preocupación. Y
siguiendo la tendencia en importancia, en cuanto al orden público, reservan
a la administración central o local el conocimiento y solución de los proble-
mas ambientales.
En resumen, el grado de concientización es relativo, la opinión pública se
mueve a través de sus propios intereses, y, el encuestado medio ve bien el
castigo, siempre y cuando no afecte su individualidad, es decir prefieren con-
tinuar en la misma situación.

XVII. LA PROTECCIÓN AMBIENTAL

En la política económica del medio ambiente las categorías de rentas jue-


gan un papel fundamental, los pobres y los ricos asignan diferentes grados de
prioridad a la protección ambiental.
La propuesta de construcción de una refinería petrolífera producirá protes-
tas airadas entre habitantes de rentas medianas y altas y será acogida con
entusiasmo por habitantes con ingresos bajos, ya que puede crear puestos de
trabajo mejor remunerados. Además de esta diferencia en la demanda de ca-
lidad de medio ambiente, entran los problemas distributivos, en el sentido de
la manera en que se distribuirán los costes de una política de protección am-
biental entre individuos de rentas diferentes.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 127

“El aspecto distributivo de la política de externalidades resulta de interés


por sí mismo en un mundo en el que la desigualdad y la pobreza han adquiri-
do una alta prioridad entre las cuestiones sociales candentes”8.
“En la política medioambiental, hay dos razones para prestar atención so-
bre los beneficios y costos del proceso político, una ética y otra pragmática.
La dimensión ética concierne a la distribución de los beneficios en concor-
dancia con las normas de justicia social. El deseo para la política justa es la
convención complementaria del deseo para una política eficiente. La dimen-
sión pragmática concierne a las relaciones entre las cargas distributivas y la
probabilidad de la legislación medioambiental”9.
La capacidad de promulgar una legislación depende de la existencia de
mayorías que soporten esto. Alterar la forma de la legislación es una forma
de reclutar para construir coaliciones mayoritarias. Las medidas fuertes para
mejorar el medio ambiente pueden tener una incidencia desigual, especial-
mente durante el período de ajuste a una nueva composición de la producción
y el empleo.
Además, podemos esperar un esquema regresivo de distribución de los
beneficios y costes de los programas ambientales, pudiendo llegar a decirse
que la contaminación ambiental no preocupa a personas de bajo nivel de
rentas. No podemos confiar en la rama distributiva de la autoridad fiscal para
compensar los efectos regresivos, y esto llevaría a pensar que en estos pro-
gramas habría que incluir cláusulas destinadas a paliar estas consecuencias.
Tendríamos que analizar los conceptos de equidad horizontal y vertical.
La equidad horizontal ocurre cuando los individuos con igual nivel de ingre-
sos son tratados con ecuanimidad de acuerdo con los niveles de rentas. Con
respecto al control de la contaminación, el principio de la equidad horizontal
es satisfecho si todas las personas con el mismo nivel de renta reciben los
mismos beneficios netos.
Este principio puede ser usado para valorar la justicia geográfica de la
política; si la gente con niveles de ingresos comparables en distintas partes
del país reciben distintos beneficios, el principio de la equidad horizontal es
violado.
En cuanto a la equidad vertical, se refiere al trato con un régimen desigual
o con el régimen de distintos niveles de ingreso.
El primer escalón para valorar el clima o la política satisface la equidad
vertical. Es decir, calcular si los beneficios netos son distribuidos entre gru-
pos de ingresos en forma progresiva, regresiva o proporcional.

8O. BAUMOL, ob.cit., pág. 457.


9T. TIETENBERG, Enviromental and Natural Resource Economics, 2a ed., Boston, Scott,
Foresman and Company, Glenview Illinois, 1988.
128 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

La distribución debe ser proporcional si el beneficio neto recibido es pro-


porcional al nivel de ingreso. Si es regresivo, es porque el beneficio neto
representa la proporción de ingreso del rico frente al pobre y es progresivo si
esa proporción de sus ingresos es mayor en el rico que en el pobre. Otra
implicancia de esta definición es si la política confiere un mayor beneficio
neto en el rico con respecto al pobre, no es necesariamente regresivo. La
asignación regresiva ocurre sólo si el ratio de beneficios netos a los ingresos
es significativamente mayor en el rico que en el pobre.
“La política regresiva viola la equidad vertical. Esta práctica es concerniente
a la sociedad, porque el pobre se ve afectado en su estado económico. Esto
sugiere que cuando la política es equitativa los pobres obtienen al menos su
cuota de los beneficios. Si una política medio ambiental primariamente benefi-
cia a los ricos es argumentando lo antes señalado. Podemos encontrar que la
distribución de los beneficios netos es fuertemente regresivo”10.

XVII. I. La incidencia de los beneficios y costes


de los programas medioambientales
Existen razones, como lo expresamos anteriormente, para creer que la de-
manda de calidad ambiental aumentará con la renta. Un aumento de la ecua-
ción presupuestaria inicial del individuo lo llevará a un aumento en su nivel
deseado de calidad ambiental.
Podemos esperar que los grupos de renta alta tengan demandas más eleva-
das de cosas, tales como agua y aire limpios, que los individuos más pobres.
Los peligros del deterioro ambiental, tanto en términos de salud como en
términos estéticos, son complejos y, a veces, aparentemente remotos, por lo
que parece más probable que sean reconocidos por aquellos que tienen acce-
so regular a los medios de comunicación que ofrecen información y discusio-
nes sobre estos temas.
Lo que es relevante aquí no es la progresividad de la estructura impositiva
inicial, sino más bien la de los impuestos incrementales necesarios para fi-
nanciar el gasto creciente en protección ambiental.
La progresividad de un sistema impositivo vigente no implica que el im-
puesto-precio- precio fijo para la calidad ambiental de un aumento determi-
nado en la protección ambiental tenga que ser mayor para el rico que para el
pobre. De hecho, si el sistema impositivo vigente es ya fuertemente progresi-
vo puede resultar políticamente muy difícil hacer progresivos los aumentos
de los impuestos.

10 T. TIETENBERG, ob.cit., pág. 458.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 129

1 - Si la calidad ambiental es un bien público


Todas las personas deben consumir el mismo conjunto de servicios socia-
les. Esto significa que debe establecerse para la sociedad un único nivel de
calidad ambiental. Si esta decisión se toma, por regla de la mayoría simple,
podemos esperar la obtención de aproximadamente el nivel de calidad am-
biental preferido por el votante medio de Duncan Black.
En una situación en que las preferencias individuales de los votantes pue-
den representarse en una sola dimensión y adopten una solución consistente
que coincide con las preferencias máximas del votante medio. Supongamos
que tres individuos que componen la sociedad tienen que decidir por medio
de un proceso de votación la cantidad de calidad ambiental, es decir, la can-
tidad de bien público que desean y que sus preferencias se estructuran así:

Las preferencias máximas de los tres individuos sobre la cantidad de bie-


nes públicos serán Q1, Q2, Q3. El votante medio será 2, ya que representa el
valor medio de Q. Según el teorema de Duncan Black11, la cantidad de bienes
públicos elegida por votación mayoritaria será Q2, esta preferencia del vo-
tante medio será la única alternativa que no podrá ser vencida por ninguna
otra en cualquier votación.
Todas aquellas cantidades de bienes públicos situadas a la derecha de Q2
serán rechazadas por 2 y por 3, mientras que las cantidades situadas a la
izquierda de Q2 serán rechazadas por 1 y por 2. Ninguna cantidad distinta de
Q2 podrá imponerse. Queda claro que la preferencia del votante medio será
la solución mayoritaria.

11 “Sobre la racionalidad en la toma de decisiones colectivas”, Hacienda pública Española,

N° 44, Madrid, 1977, págs. 274-84.


130 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Debemos destacar que un resultado probable consistirá en un compromiso


por el cual la calidad ambiental será menor que la deseada por los ricos y
mayor que la preferida por los pobres.
Por tanto, en la medida en la cual la calidad ambiental sea un bien relativa-
mente puro, nos encontraremos con que los grupos de renta alta presionarán
en favor de mayores gastos en programas, en oposición a los deseos de los de
rentas más bajas, que desearán más renta para dedicarla al consumo de otros
bienes.

2 - Elección de localización
En la mayoría de las circunstancias la calidad ambiental está lejos de ser
un bien público. La calidad del aire varía incluso dentro de los límites de un
área; esto significa que el individuo tiene un campo de elección; puede deter-
minar en cierta medida su marco ambiental por medio de la selección de su
localización.
En un polo opuesto del bien público puro, podríamos ver el mundo como
Charles Tiebout12, encontrándonos ante la disponibilidad de un continuo de
calidades ambientales, en distintos puntos del espacio. Los individuos elegi-
rán de acuerdo con sus demandas la localización preferida. Esto comporta
una renta económica, ya que las localizaciones con una calidad ambiental
mayor tienen un precio más elevado.
De acuerdo con lo que expresamos anteriormente, los perceptores de altos
niveles de ingresos dejan lugares con menores ruidos, aire puro satisfaciendo
sus altas demandas de calidad de medio ambiente. En cambio, los pobres,
ocuparán áreas menos beneficiadas que se corresponderán con sus bajos ni-
veles de ingresos.
“De hecho, si las diferencias de calidad ambiental son perfectamente capi-
talizadas en forma de diferencias en los valores de la propiedad y de los
alquileres, podemos considerar un esquema locacional que sea eficiente eco-
nómicamente, y en el cual la tasa marginal de sustitución entre la calidad
ambiental y los demás bienes sea igual en equilibrio para cada individuo, al
coste de oportunidad de calidad ambiental; se mantendrá entonces la igual-
dad de las relaciones marginales de sustitución entre individuos. Aunque los
individuos más pobres consumirán un nivel inferior de calidad ambiental,
será idéntica a la persona rica, si el coste marginal de las mejoras ambientales
es el mismo para todos”13.

12 “A pure theory of local expenditure”, Journal of Political Economy, LXIV, octubre, The

University of Chicago Press, 1956, págs 416-24.


13 O. BAUMOL, ob.cit., pág. 244.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 131

El modelo general de Charles Tiebout implicaba la localización de los


consumidores de acuerdo con sus preferencias; el mundo de Tiebout es tal
que en él los consumidores compran entre las diferentes comunidades que
ofrecen distintas combinaciones de servicios públicos locales y seleccionan
como residencia la comunidad que ofrece el programa de gastos y tributos
que mejor se adapta a sus preferencias.
Aunque este caso es extremo, como el bien público puro, esta simplifica-
ción contiene un grado de verdad, ya que en las áreas metropolitanas los
valores de la propiedad en la mayoría de las veces reflejan las diferencias de
calidad ambiental.
Los ricos y los pobres no pueden permitirse vivir muy alejados, ya que
unos y otros se ofrecen servicios y trabajo. La separación geográfica aca-
rrearía altos costes de comunicación, tiempo y dinero. En verdad las áreas
se encuentran cercanas, y la contaminación afectará a unos y a otros. Ve-
mos que los programas ambientales tienen, pues, importantes elementos de
bien público.

3 - Distribución de beneficios de los programas de medio ambiente


En ausencia de medidas redistributivas, los programas del medio ambien-
te, son típicamente favorables a las personas de más alto ingreso en sus efec-
tos redistributivos. Considerando un programa ambiental en el caso de bie-
nes públicos puros, y cuando la mejora es un bien público puro, deberá estar
disponible para todos en los mismos términos. El modelo de bienes públicos
sugiere, de cualquier forma, que el valor de cada peso colocada en estos be-
neficios será mayor entre los receptores de rentas altas.
La solución de bienes públicos que analizamos era una solución por la
cual la valoración marginal de una unidad de calidad ambiental era mayor
para el individuo rico que para el pobre.
Un aumento incremental en la calidad ambiental valdrá más para los indi-
viduos de rentas altas, con mayor disposición a pagar por ella, que para los
componentes más pobres de la comunidad; este modelo por tanto tendrá este
efecto siempre que no existan diferencias compensadoras en el reparto de los
costes.
En un mundo tipo Tiebout, la conclusión no es tan simple. Si los ricos y
los pobres viven en áreas geográficas diferentes sería posible concebir pro-
gramas:
a- cuyos beneficios afecten a ambas partes,
b- que afecten exclusivamente, o primordialmente a los pobres,
c- que afecten fundamentalmente a las áreas habitadas por ricos.
132 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

En la práctica podremos encontrar estos tres tipos de medidas. Un impues-


to general sobre emisiones mejorará la calidad por todas partes en cierta for-
ma respondiendo a las medidas de tipo -a-.
Un conjunto de normas mínimas que regule las emisiones podrá tener im-
pacto en vecindarios pobres -b-.Y medidas dedicadas a proteger áreas menos
degradadas responden al tipo -c-.
En el mundo de Tiebout, la contaminación será más seria en los vecinda-
rios pobres, podemos suponer que un programa de tipo -a- generará más be-
neficios a los pobres. Pero seguramente estas medidas en lo que respecta al
valor de estas mejoras, sean mayor para los pobres que para los ricos. Depen-
diendo del reparto geográfico de las mejoras de la elasticidad, renta de la
demanda de la calidad ambiental y de las diferencias de renta corriente, el
valor en términos monetarios de un aumento en la calidad del aire, por ejem-
plo, puede aun ser mayor en las áreas ricas que en las pobres.
Los programas de tipo -b-, que exigen el cumplimiento de unas ciertas
normas mínimas de calidad en todas las localidades, tienen más probabilida-
des de favorecer a los pobres, pero pueden verse mermados al provocar au-
mento en el valor del área habitada por los pobres por esas mejoras.
Y finalmente los programas de tipo -c-, aparentemente más favorables a
los ricos, ya que los costes de mantener la calidad ambiental son altos, las
autoridades pueden decidir confirmar las áreas contaminadoras a ciertas áreas
concretas, preservando así otras localidades de la degradación ambiental,
pudiéndose lograr a través de zonas o por medio de medidas impositivas
tomando como base la pureza inicial de la atmósfera, por ejemplo.
Existen razones para creer que tal política ambiental irá en contra de los
intereses de los pobres en una economía de tipo Tiebou, ya que estos habitan-
tes vivirán inicialmente en las áreas con mayor contaminación, y esas áreas
se ensuciarán aún más. Suponiendo que estos programas requieren que cada
comunidad pague la totalidad de los costes de sus mejoras ambientales, des-
de el punto de vista de los miembros de cada comunidad particular su propio
programa ambiental será, en términos netos, perjudicial para sus intereses.
En el caso de Tiebout puro, cada comunidad habrá alcanzado precisamen-
te el nivel de calidad ambiental que desea, dado el coste de las mejoras. En
consecuencia, cualquier medida que imponga mejoras adicionales sobre una
comunidad habrá de imponer sobre sus habitantes algo que éstos no desean.
En este caso los programas de tipo -b-, con el establecimiento de normas
uniformes en vez de beneficiar a los pobres, serán desventajosos sólo para
ellos. Los programas de tipo -a-, que afectan tanto a los ricos como a los
pobres, llevan problemas en todo tipo de comunidades, siendo desventajosos
a ambos sectores.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 133

En líneas generales, es más probable la orientación favorable a los ricos de


los beneficios de los programas de medio ambiente. Si se dedican fondos a
zonas de esparcimiento, por ejemplo, dada su ubicación geográfica, el nivel
de renta constituirá un determinante significativo de la probabilidad y fre-
cuencia de la utilización por parte del individuo. Los gastos en tales activida-
des parecen tener pues una orientación en favor de los ricos.

4 -La distribución de los costes


En el modelo de bienes públicos utilizamos un supuesto simplificado, de
por sí improbable, de que el coste por unidad ambiental era él mismo para las
personas de altos y bajos niveles de ingresos. La incidencia de los costes de
un programa ambiental dependerá de los medios utilizados para poner en
práctica el programa-impuestos, subsidios, controles directos, los cuales in-
fluyen en la estructura de los precios.
Los costes pueden analizarse en dos tipos:
a- Los costes de transición: que son los costes del proceso de ajuste de un
estado de calidad ambiental a otro.
b- Los costes permanentes: serán los costes de mantener en el tiempo la
calidad del medio alcanzada.

A) Costes de transición:
Tienen una probabilidad de incidencia desigual; tanto si la mejora del medio
se consigue por medio de gravámenes o por reglamentación directa, los efec-
tos recaerán sobre unas industrias con mayor fuerza que sobre otras. En el
caso de industrias contaminantes en áreas metropolitanas deberán recortar su
actividad, y esto llevará a la pérdida de puestos de trabajo. Este efecto restric-
tivo sobre el empleo puede incrementarse por el hecho de que tales medidas
no se adopten en otras regiones, trayendo una desventaja competitiva en la
producción de bienes generadores de contaminación.
Existen algunos compensadores automáticos y opcionales a estos efectos
sobre el empleo. Las medidas contra la contaminación estimularán la fabrica-
ción de equipos depuradores y además se podría utilizar programas moneta-
rios y fiscales para minimizar las pérdidas de puestos de trabajo. Es muy
difícil que una política de estabilización común haga frente al problema con
efectividad, los costes de los parados de la actividad recortada serán a corto
plazo elevados.
Allí donde la protección ambiental tiende a restringir las oportunidades de
empleo, lo probable es que los costes recaigan con mayor intensidad sobre
los pertenecientes al estrato de rentas más bajas, ya que el personal profesio-
nal tiene mayor movilidad ocupacional y geográfica. Tanto los efectos-renta
134 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

como los efectos precio de la transición harán que las medidas de protección
del medio ambiente sean más atractivas para los grupos de rentas altas.

B) Costes permanentes:
Estos costes se relacionan sobre todo con la variación en la estructura de
precios de bienes y servicios, “si suponemos que tras un período de transi-
ción con desempleo temporal de recursos, se restablece el pleno, o aproxima-
damente pleno empleo, la incidencia de los programas ambientales de estado
estacionario se convierte en una cuestión del conjunto de los precios de equi-
librio (incluyendo el nivel de salarios). Lo que nosotros esperaríamos en este
terreno es que se produjera un aumento en el precio relativo de aquellos bie-
nes cuya producción supone costes externos sustanciales (al menos donde las
técnicas de producción que reducen las emisiones destructivas sean signifi-
cativamente más costosas que la libre expulsión de contaminantes en la at-
mósfera o en las aguas locales)”14.
Supongamos que se establece un conjunto de gravámenes sobre las emi-
siones, el nivel de los gravámenes se ajustaría para alcanzar los objetivos
deseados de calidad ambiental. El flujo de gravámenes supone simplemente
la recaudación de impuestos sobre ciertas actividades de la industria, el pro-
blema consistirá en determinar el efecto del impuesto sobre el coste y precio
de cada bien (incluyendo los factores productivos) y luego establecer la inci-
dencia de las variaciones de precios por categorías de renta.
La incidencia fiscal en un marco de equilibrio general es compleja. Como
punto de partida las industrias candidatas a la imposición ambiental serían en
principio las de combustibles, automóviles, aviones, mineras.
Necesitamos información sobre las funciones de producción para determi-
nar cómo su respuesta a los gravámenes afectará sus costes y en qué medida
los aumentos de costes se convierten después en elevaciones de precios, que
dependerán del carácter competitivo de las industrias y la elasticidad de su
demanda.
La situación se complica aun más por el hecho de que los productos de
muchas de las industrias antes mencionadas son factores de producción de otros
bienes. Es difícil trazar la senda de crecimiento de costes y precios de un pro-
ducto a otro o incluso a otros.
En una aproximación a esta incidencia, podríamos decir por ejemplo que
los gastos en electricidad y otras formas de energía constituyen una menor
proporción de las rentas altas. Esto nos diría que el aumento de precios de los
combustibles para usos domésticos supone un esquema de incidencia regre-
sivo. Y a nivel industrial tendría el mismo efecto.

14 O. BAUMOL, ob.cit., pág. 252.


ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 135

La distribución del bienestar en la sociedad se hará probablemente más des-


igual como consecuencia del control de los efectos secundarios sobre el medio
ambiente de la producción de electricidad; los ricos obtendrán más de lo que
pagan, mientras los pobres perderán o no ganarán tanto como los ricos.

5 - Consideraciones distributivas
En resumen, podríamos decir que los programas para mejorar el medio
ambiente favorecen los intereses de los grupos de rentas altas más que los de
los pobres. Es más, pueden llegar a aumentar la desigualdad en la distribu-
ción de la renta real. Siendo el propósito primario de los programas de medio
ambiente referirse a la asignación, su lógica se dirige hacia la utilización
adecuada de los recursos, no siendo estos programas adecuados para lograr
objetivos distributivos, lo que sugeriría que el órgano decisor tendría que
incorporar apartados redistributivos razonables –compensaciones a la des-
ocupación, formación profesional, buscar ingresos federales con un sistema
más progresivo–, por razones de justicia y sobre todo de viabilidad política.

XVII.II. Política y elección de la solución adecuada


“Las distribuciones surgen de una interacción compleja de agentes inde-
pendientes que hacen elecciones personales bajo un conjunto de reglas da-
das. La evaluación de distribuciones alternativas sólo tiene que ser contem-
plada en un primer estadio, como parte de un ejercicio de teorización normativa
abstracta que por sí mismo es incapaz de revelar nada sobre las materias que
tienen importancia en los programas”15.
Hemos supuesto alternativas sobre gravámenes generados por los impues-
tos y las transferencias y examinamos los efectos que sobre la distribución
produce la imposición de determinadas clases de limitaciones en la forma de
recaudar impuestos o pagar transferencias. La conclusión general es que la
regla de la mayoría simple es un medio muy imperfecto de perseguir la justi-
cia distributiva.
La regla mayoritaria unas veces genera ciclos, o lo que es lo mismo deja
indeterminada la distribución, y otras, cuando se establecen limitaciones apro-
piadas, genera un esquema de transferencias que responde en sentido contrario
al que sería de esperar desde un punto de vista normativo (por ejemplo, modi-
ficar la renta de los más pobres).

15 G. BRENNAN, J. BUCHANAN, La razón de las normas. Economía política constitucional.

Union .
136 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

El alcance de la regulación es una cuestión teñida de consideraciones políti-


cas, dado el coste que imprime a las empresas. El tipo de regulación que se
adopte dependerá de los costes económicos y del poder de los grupos de interés
afectados. Un grupo poderoso puede paralizar una normativa, un grupo que no
tenga poder político para ello puede aliarse a grupos rivales a los que la norma
perjudica, presionando para que se imponga esa norma a otros grupos.
El sistema regulador es más susceptible a la manipulación política que el de
multas (IMPUESTOS). Aunque el sistema de impuestos es eficiente en el sentido
de Pareto, no todo el mundo está mejor que en los otros regímenes. Sin embar-
go, en principio los que salen ganando podrían compensar a los que pierden.
La dificultad estriba en que rara vez se paga y que además es difícil identificar
a los que deben ser compensados y fijar la compensación adecuada, dado el
problema de evaluación que presentan los beneficios y los perjuicios.
Con la elección del sistema mediante el cual los efectos de las externalida-
des repercute directamente en el bienestar de los individuos, las empresas cu-
yos beneficios disminuyen como consecuencia de controles directos o impues-
tos se opondrán. Sostendrán que verán reducido el rendimiento del capital, y
verán injusto tener que soportar el cambio de actitud hacia la contaminación.
PARTE QUINTA

CONCLUSIONES
Los escoceses del siglo XVIII prefirieron seleccionar el modelo de producción
como variable explicativa. Consideraron que los hombres constituirían varia-
bles diferentes según su modelo de subsistencia. De la teoría de las institu-
ciones nació la teoría del mercado, la teoría económica de la propiedad priva-
da y la teoría de distinción entre leyes de producción y distribución.
La preocupación de los economistas por el derecho de propiedad y por la
organización jurídica del mercado se remonta pues al siglo XVIII, reciente-
mente ha comenzado a precisarse el análisis de las relaciones entre el meta-
mercado institucional y el mercado económico. El análisis moderno de los
derechos de propiedad comienza con el trabajo de Ronald Coase en 1960.
Coase define las condiciones en las que la atribución de los derechos de
propiedad era diferente para que el mercado alcanzara el óptimo equilibrio.
Para alcanzar esta situación los derechos de propiedad debían estar bien defi-
nidos, los costes de transacción serían nulos y las transferencias de renta
realizadas con motivo de la transacción no debían cambiar la estructura del
mercado.
La conveniencia de que el sistema de derechos de propiedad sea universal
trae apareado el mejoramiento constante del mercado para reducir los costes
de transacción. Esta conclusión sugiere la investigación de las deficiencias
de la propiedad comunal.
Como generalmente los derechos de propiedad están mal definidos y los
costes de transacción difícilmente serán nulos, se plantea el problema no de
corregir directamente los defectos de mercado (Pigou), sino de mejorar su
funcionamiento, corrigiendo los defectos del metamercado.
Posner nos da la opción de analizar económicamente las instituciones jurí-
dicas, y ver en qué medida fomentan la productividad de la economía.
La contribución de los cambios en el metamercado se efectúa con la conti-
nua redefinición de derechos de propiedad, a medida que cambian las condi-
ciones técnicas de la oferta o los gustos en la demanda y también con la
140 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

atribución de los derechos de propiedad a quienes van a emplearlos más pro-


ductivamente cuando el mercado no pueda llegar a un óptimo espontáneo
porque los costes de transacción son muy elevados. No debemos olvidar que
gran parte de la función productiva del metamercado se realiza espontánea-
mente por la costumbre y la jurisprudencia.
Este análisis conlleva una crítica al sistema de intervención administrativa
en la vida económica, ya que el mercado funciona bien si lo dejan, ya que es
favorable la mercantilización de la vida social. La concesión de un privilegio
administrativo suele desencadenar la competencia de aquellos que aspiran a
la protección estatal. Muchos de los problemas de mal funcionamiento del
mercado se deben al deficiente metamercado existente.
Pigou codificó la noción de externalidad, y abrió un campo a la interven-
ción que puede llegar a extenderse hasta el control de acción del individuo.
Pigou recogió las enseñanzas de Mill y estableció un sistema de subsidios e
impuestos.
En un mundo de escasez, la eficiencia es la virtud. Cuando los recursos son
abundantes, cuanto más productivos son, no producen renta alguna. Si el aire,
el agua, la presión atmosféric,a fuesen –y de hecho lo son– de diferente calidad
producirán renta a medida que entran en uso sus calidades sucesivas. El con-
cepto de renta elaborado por Ricardo sirve para explicar la redistribución de
los factores porque la oferta de todos los factores de producción en condiciones
normales es inelástica, a menores niveles de remuneración y cantidad ofrecida
es mayor, dependiendo la relación entre remuneración y cantidad ofrecida, de
las circunstancias de tiempo y lugar de cada caso; y que la demanda del factor,
en razón de la ley de rendimientos decrecientes, presenta un grado de elastici-
dad, en función del precio o remuneración requerida por el titular.
Este análisis de Ricardo que define a la renta como aquella parte del pro-
ducto de la tierra que se paga al propietario por el uso de las fuerzas origina-
les e indestructibles del suelo podrá verse modificado por las condiciones
limitativas que la sociedad impone a la propiedad privada bajo el marco con-
dicionante de la función social.
Hay un uso eficiente de los recursos cuando no hay posibilidad de hacer
un cambio que favorezca a uno sin perjudicar a otro. Hay muchas soluciones
eficientes al problema de la asignación, reflejando cada una de ellas, un esta-
do diferente de distribución entre los consumidores. Los bienes privados son
rivales en su consumo, mientras que los bienes públicos no son rivales, no
siendo posible o deseable su exclusión. Se pueden establecer ciertas condi-
ciones que deben cumplirse si se desea emplear eficientemente los recursos y
que proponen considerar el mecanismo que pueda conducir al uso eficiente.
En el caso de bienes privados las tasas marginales de sustitución en el
consumo deben ser iguales para todos los consumidores e iguales a la tasa
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 141

marginal de transformación en la producción. El resultado se consigue en un


mercado competitivo, donde los consumidores revelan sus preferencias pu-
jando por los bienes.
Todos pagarían igual precio por distintas cantidades dependiendo de su
renta y preferencias. Se obtiene una curva de demanda mediante la suma
horizontal de las curvas de demandas individuales.
En el caso de los bienes públicos, ya que no son rivales en su consumo, los
consumidores demandan igual cantidad. La curva de seudodemanda de mer-
cado se obtiene por la suma vertical de las curvas individuales. El requisito es
que las sumas de las tasas marginales de sustitución en el consumo deberían
ser iguales a la tasa marginal de transformación en la producción.
Un planificador que conociera todas las preferencias puede llegar a una
asignación de recursos a la producción de bienes privados entre consumido-
res óptima.
Esta solución es óptima tanto en el sentido de satisfacer las condiciones de
eficiencia del óptimo paretiano, como las normas distributivas de una fun-
ción de bienestar social dada.
Esta solución no es operativa. Como los beneficios de los bienes públicos
están a disposición de todos, éstos actuarán como usuarios que no pagan.
Será necesario inducir a revelar las preferencias basándose en un sistema
dado de distribución de renta, y será óptimo siempre y cuando el mecanismo
sea correcto.
Aunque los aspectos del problema de los bienes sociales se ven mejor
cuando hablamos de casos de bienes puramente públicos o privados, la natu-
raleza real de los bienes cae muchas veces en situaciones eclécticas.
Entre las diversas situaciones mixtas podemos considerar el consumo o
producción de bienes privados que pueden dar origen a beneficios externos.
Estos beneficios son tenidos en cuenta por el mercado; se produciría enton-
ces una oferta menor de la que sería adecuada para corregir el defecto.
Las externalidades implican también costes sociales, cuando tiene lugar
un fallo de mercado, y por ejemplo se contamina y con ello se causa daño; la
empresa que lo produce no tiene en cuenta ese coste externo. Se produce así
un exceso de oferta y se necesitaría un impuesto para internalizar los costes.
Dos problemas derivados de esta situación son:
– Primero, que la provisión de bienes públicos tiene por lo general una
limitación especial, un área geográfica de beneficio limitado, entrando en
juego el nivel gubernamental de toma de decisión.
– Otra situación que surge es la congestión en el uso.
El tamaño del grupo podrá determinarse en el caso que el bien fuera privado.
Pero en el caso de un bien público, dado que se acepta el libre acceso, se
darán ineficiencias.
142 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Estas ineficiencias surgen porque el miembro adicional no tendrá en cuen-


ta el coste de cogestión que impondrá a los otros. Esta segunda situación
surge cuando en el fondo el uso de los bienes no es verdaderamente rival.
El bienestar debe medirse en cierta forma desde un patrón monetario, y
este bienestar económico es el único instrumento de medida aprovechable en
la vida social.
Las ideas de Pigou se encaminan a que el bienestar económico se consigue
mediante un sistema menos natural que el libre juego del interés personal sin
la intervención estatal.
Si bien para la acción del interés personal es beneficiosa, cuando no existe
coincidencia, únicamente las instituciones humanas pueden actuar para bus-
car una dirección beneficiosa.
El bienestar y su determinación deben pues localizarse en la relación mu-
tua de satisfacciones e insatisfacciones, y aunque estos estados físicos no son
mensurables al menos son comparables.
Cuando los costes privados de una actividad no coinciden con los costes
sociales y el coste social resulta un beneficio externo, y la diferencia entre el
beneficio social y el coste social produce un coste externo puede ser transfor-
mado en un beneficio externo. Cuando los costes o beneficios privados y
sociales no convergen, la toma de decisiones a través del mercado llevaría a
una mala asignación de recursos, llegando a la conclusión de que la adminis-
tración debería intervenir para solucionar los fallos de mercado.
Existiendo para Pigou una razón irrefutable de establecer un impuesto o
subsidio siempre que una deseconomía o economía externa cree una diver-
gencia entre el coste marginal privado, que una empresa paga y el verdadero
coste marginal con que carga la comunidad, lo que no toma en cuenta, es que
las soluciones intervencionistas adolecen de complejidad, alto coste y proli-
feración burocrática.
En realidad, estos efectos se deben a las imperfecciones que presenta el
mercado, por las deformaciones institucionales que se producen.
El problema de los bienes públicos, junto con la intervención administrati-
va, han llevado a deficiencias mucho más graves que los propios fallos de
mercado, que con la evolución natural de éste y con un marco adecuado se
solucionarían de forma adecuada.
El tema ambiental es una de las situaciones donde estos principios de bienes-
tar económico y las situaciones de fallos de mercado han hecho mayor hincapié.
En el ámbito ambiental se dan los problemas de los bienes públicos dado
que los elementos ambientales que han sufrido daños se encuentran bajo este
régimen. Tanto la atmósfera, como el agua, la flora, la fauna, el subsuelo, han
sido tradicionalmente bienes comunes, de libre acceso. Y frente a sus proble-
mas de contaminación se han establecido regímenes de corrección inspirados
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 143

en la teoría pigouviana. A través del análisis de conferencias internacionales


y de actuaciones gubernamentales se llega siempre a la conclusión de que los
problemas ambientales son patrimonio de la humanidad, y no sólo estas defi-
ciencias sino los elementos en sí.
Analizando la trayectoria de estos daños ambientales, vemos que son pro-
ducto de la falta de definición de derechos de propiedad nadie puede recla-
mar para sí esos daños ni excluir del uso de la atmósfera a nadie. Se coarta así
la capacidad del mercado a responder con acciones innovadoras paralizando
la invención privada y la búsqueda de nuevas instituciones que amparen, dando
el marco legal adecuado al mercado.
La respuesta intervencionista es que cuando los desajustes se presentan
siempre es posible corregirlos gravando con unos tipos impositivos adecua-
dos los recursos que se emplean en aplicaciones con tendencia a desmesurar-
se y empleando el producto que se obtenga para subvenciones en la cuantía
conveniente, para aplicarlas en acciones de naturaleza contraria.
Las medidas fiscales, aunque sin llegar al óptimo, aumentaron así la satis-
facción total por encima del nivel que se alcanzaría con el libre juego de los
intereses privados. El manejo de esta clase de esquemas trae apareado costes
administrativos de consideración, que pueden contrarrestar los beneficios
incluso de un sistema óptimo.
El principio en el que se basa la imposición para controlar externalidades
es mostrar al individuo los verdaderos costes y beneficios de sus actos. Lo
que se busca es equiparar los costes privados y sociales, y que traten de bus-
car la forma de reducir su incidencia.
Para R. Coase el problema de los costes sociales no nace de la externali-
dad, sino de impedimentos a la transacción e indefinición de derechos de
propiedad. Cuando el gobierno utiliza subvenciones para externalidades ne-
gativas, o regula las cantidades soportables de la (contaminación) externali-
dad o impone multas, los productores de la externalidad negativa preferirán
las subvenciones porque los benefician.
Con un sistema de multas la externalidad se verá reducida, pero producirá
deformaciones que se verán reflejadas en elevación de precios. Cuando am-
bos sistemas son viables, es preferible el sistema de multas porque se acerca
más al óptimo de Pareto. Debería pues establecerse un sistema de compensa-
ción que es de difícil aplicación. La administración puede también regular
topes, cuya transgresión a la larga desemboca en el sistema de multas.
Todo este sistema está teñido de costes económicos que el control y apli-
cación requiere; de consideraciones políticas (grupos de interés); y el mayor
problema que representa es la falta de información que el ente público posee
por no ser parte interesada en el conflicto.
144 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Como vio Coase, la externalidad implica una relación recíproca entre con-
sumidor y productor, los defectos del análisis de la economía del bienestar
devienen de su enfoque erróneo.
El análisis en términos de divergencia entre productos privados y productos
sociales, centra la atención en deficiencias particulares del sistema y tiende a ali-
mentar la idea de que es deseable cualquier medida que elimine la deficiencia.
El análisis debe centrarse en la decisión empresarial, y, puesto que el uso
no queda permitido por los costes, los ingresos se reducen en la misma canti-
dad, pero esto significa que el valor del producto social no tiene mayor signi-
ficación. En los casos de externalidades recíprocas la aplicación de impues-
tos y subsidios pigouvianos es cara y compleja.
Completando los conceptos de R. Coase, el catedrático R. Posner analiza
el derecho económicamente, partiendo de la hipótesis de que obran en el
sentido de aumentar la eficiencia del sistema económico que encuadran, de-
finiendo la eficiencia en el sentido paretiano; la importancia de la legislación
está en encauzar la persecución del beneficio de los individuos. Toma como
paradigma los derechos de propiedad aptos para la contratación por su exclu-
sividad y transferibilidad mejorando el funcionamiento del mercado. La pro-
piedad privada de los recursos lleva al uso eficiente.
La condición de transferibilidad es de suma importancia en lo que concier-
nen a la transacción. Completando el principio de Coase, Posner recuerda
que en el metamercado existen instituciones como los tribunales o formas
administrativas que atribuirán el derecho preferente cuando la transacción
privada falle. La condición es que los pagos o compensaciones no deben
modificar la estructura de la demanda.
Pero el privilegio legal puede incitar a grupos de presión a obtener una
renta semejante. Al final el privilegiado quedaría dilapidado en actividades y
la transferencia neta sería nula.
Para que la calidad de vida se vea afectada es preciso que tales efectos
atañan a la colectividad. La disminución de la calidad de vida medioambien-
tal afecta a los seres humanos sea directa o indirectamente, casi todos experi-
mentamos pérdidas y obtenemos algún beneficio ligado a ella, y en este sen-
tido parece que tal disminución da origen a una retribución adicional de la
renta de la que disfruta cada individuo.
El medio natural no sólo proporciona servicios recreacionales y actúa como
fuente de recursos y sumidero de residuos, sino además suministra el mayor
servicio recibido por la humanidad, el mantenimiento de la vida sobre la tierra,
base de toda actividad económica. Los elementos ambientales que se ven daña-
dos por los efectos externos de la actividad económica son todos aquellos que
son el polo opuesto a la propiedad privada. Debe facilitarse la solución privada
a estas externalidaes (costes externos) de la actividad económica.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 145

Las técnicas económicas han computado los costes-beneficios de un pro-


ceso que comienza en la consecución de materias primas hasta llegar al con-
sumidor, pero sin considerar los costes-beneficios derivados del tratamiento
de residuos producidos.
Este fenómeno, que ya tiene dimensiones que traspasan los límites regio-
nales, se debe a que los residuos de la actividad del hombre en todos sus
aspectos se vuelca sobre recursos de propiedad común a los cuales se tiene
acceso directo, provocando un problema de congestión que difícilmente se
solucione si no se otorga la propiedad de estos recursos a personas o institu-
ciones que hagan de ellos recursos productivos y sobre todo protegidos. Esto
dará lugar a la transacción en caso de externalidades.
Los costes sociales de la contaminación ambiental es una señal clara de
peligro, todo el mundo contribuye a ella y la padece también todo el mundo.
Tomando como base del análisis la contaminación atmosférica por ser la más
espectacular, en la medida en que la actividad del hombre descargue a la
atmósfera sustancias tóxicas o dañinas en una tasa superior, a las fuerzas
naturales, la cantidad de concentración persistirá o irá en alza hasta que nue-
vamente las fuerzas naturales del aire puedan dominar la situación.
En otras palabras, ni los estudios estadísticos ni las causales que tienen en
cuenta un sólo factor causal pueden llegar a una cuantificación de los diver-
sos factores que actúan conjuntamente, y por tanto no puede esperarse que
nos proporcionen alguna luz acerca de la interrelación e interacción acumu-
lativa y no lineal.
La contaminación del aire es un factor agravante no sólo para enfermeda-
des respiratorias, sino también del corazón y pulmones, así como cáncer. Esto
trae apareado ausentismo laboral, con las implicaciones económicas para las
empresas, como el coste elevado para la seguridad social que debe hacer
frente a esas enfermedades. Las cifras de mortalidad y pérdidas de tiempo de
trabajo potencial proporcionan una medida incompleta de lo que significa en
términos económicos y de salud humana. La contaminación del aire también
ataca materiales causándoles un prematuro desgaste, y reduce el número de
horas de luz solar. En resumen, esta externalidad trae el desgaste de energía,
que quizá podría utilizarse en funciones más productivas.
Como el aire es de propiedad común, es decir, un bien público, sólo la admi-
nistración puede actuar para evitarla. Esta intervención se orienta al sistema
pigouviano, con la aplicación de impuestos y subsidios cuya aplicación es difí-
cil y contradictoria y hacen que se paralice la investigación, ya que todas las
soluciones aplicables degeneran por las presiones políticas y la falta de infor-
mación directa del planificador, al no ser parte interesada en el conflicto.
Analizando la política ambiental de la Comunidad Económica Europea,
observamos que se establecen acuerdos a nivel comunitario y nacional como
146 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

únicos organismos capaces de paliar estos costes sociales. El mayor proble-


ma del uso indiscriminado de los recursos es que aplicando estas medidas
para reducir la contaminación –de forma restrictiva–, se producen efectos
contrarios, como caídas de ciertas industrias o actividades que repercuten en
la desocupación, y a largo plazo en la economía en general.
A través de los cuatro programas ambientales de la CEE se hace resaltar las
medidas de prevención, protección de los recursos y regulación las activida-
des. Se quiere evaluar fuera del mercado el crecimiento económico, lograr la
legislación adecuada para definir las medidas de intervención y sensibilizar a
la opinión pública como futuro grupo de presión en su caso para poder supri-
mir o modificar una determinada actividad.
También se debería realizar una planificación sobre los puestos de trabajo
que se pueden crear como consecuencia de la política de conservación, como
subvenciones a industrias menos contaminantes para modificar la oferta, pro-
moviendo el uso de ciertas energías dando subvenciones para abaratar sus
costes y aplicar impuestos a las que más contaminan, elevando sus precios,
forzando así el abandono paulatino de ese tipo de energía.
Todas estas medidas coartan el mercado, provocando en éste difíciles dis-
torsiones para contrarrestar. La experiencia indica que los efectos de esta
política de intervención ha traído mayores costes sociales que los fallos de
mercado en sí.
No se considera buscar un marco legal a los recursos ni mejorar el sistema
judicial para beneficiar los tratos entre particulares beneficiarios de una acti-
vidad, o perjudicados por ésta.
Se justifica la aplicación de impuestos para dar subvenciones, o destinar
estos ingresos a investigación y desarrollo, siempre en sectores predetermi-
nados por la sabiduría del planificador.
La CEE también establece sistemas de regulación, estableciendo límites a
las emisiones. La tecnología puede avanzar en este aspecto, pero no para
solucionar el problema sino para alcanzar el límite permitido, como en el
caso del CO2 cuya única solución es evitar o disminuir la combustión.
En el análisis de las estadísticas de la oficina Europea, se ve que la aplica-
ción de estas medidas de intervención no redujo considerablemente las emi-
siones.
Si se busca una solución óptima en términos puramente económicos, la
contaminación se situará al nivel que se igualan los costes sociales margina-
les que ocasiona la reducción de las emisiones y los costes sociales marginales
que produce el daño ambiental.
Como alternativa, podría emplearse una combinación de normativa direc-
ta y mecanismos de mercado, de la cual constituyen un ejemplo los permisos
de emisiones negociables, regulación.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 147

También los contaminadores podrían recibir un aliciente a través de los


instrumentos económicos y no recurrir a la normativa. Para crear una situa-
ción de eficacia máxima debe disponerse de toda la información necesaria, lo
cual no ocurre en la práctica. Acercándonos a la eficiencia y al tener una
información imperfecta, el gravamen sería más eficaz porque permite al con-
taminador elegir como solución eficiente soportar el gravamen y seguir con-
taminando no habremos logrado nada.
Las normas sobre emisiones son más estrictas, en términos dinámicos, dado
que al no ser retroactivas se benefician los contaminadores anteriores. De
cualquier forma, cuando los costes de control sobre las emisiones o los efec-
tos que éstas tienen sobre el medio ambiente son muy elevados o poco fia-
bles, ni las tasas ni las normas directas pueden garantizar una estrecha aproxi-
mación a una solución óptima en términos económicos.
Dentro del marco europeo ha prevalecido la idea de que en una situación
caracterizada por una tecnología perfeccionada de reducción de la calidad
del medio ambiente y de la contaminación, el régimen de tasas puede ofrecer
un incentivo continuo para SEGUIR REDUCIENDO las emisiones contaminantes.
La consonancia con el marco institucional es un elemento importante al igual
que la compatibilidad con el tratado y los reglamentos de la CEE y con los
acuerdos tales como el GATT.
Los costes administrativos de la implantación de los instrumentos econó-
micos dependen de muchos factores, fundamentalmente vinculados al tipo
de instrumento que se aplica.
En reglas generales el sistema de tasas que puede ser objeto de variaciones
genera costes administrativos tanto en su aplicación como en el sistema de
vigilancia comparables a los sistemas de normas directas, puesto que la infor-
mación que se necesita para establecer las tasas es similar a la requerida para
la regulación.
En cuanto a los permisos negociables, en ocasiones es difícil establecer las
transacciones, lo cual implica que los costes de transacción pueden ser eleva-
dos. Los sistemas de retorno, que deben organizar un sistema de recogida, pue-
den verse amenazados por costes elevados que se financiarán por depósitos
que no son reembolsados, a menos que el depósito sea inferior al reembolso.
Para conseguir su cumplimiento tendrá que haber acuerdos con los industria-
les, que no se alcanzan sin gastos de procedimiento y largas deliberaciones.
El principio contaminador pagador que ha sido incorporado a partir del
primer programa de acción de la CEE en materia ambiental es más equitativo,
ya que en definitiva paga por los daños residuales y para solventar las medi-
das necesarias para reducir la contaminación.
La aplicación de instrumentos económicos puede tener efectos de distri-
bución por una serie de razones:
148 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

1) El criterio de eficacia exige que la contaminación se reduzca en un


lugar determinado, donde los costes resulten relativamente bajos. Esto puede
dar lugar a apuros económicos en sectores específicos de la sociedad.
2) Los instrumentos económicos, tasas sobre todo, pueden afectar a gru-
pos de bajos ingresos.
3) En lo que concierne a estos instrumentos económicos y a la normativa
directa, el resultado en términos de cargas financieras para los distintos gru-
pos de la sociedad podría verse influido por la capacidad de negociación, lo
cual entraría en conflicto con criterio de equidad y aceptabilidad.
Los instrumentos económicos son más eficaces a largo plazo como instru-
mento de presión continua, y pueden quizás demostrar una cierta eficacia en
términos administrativos, pero esto se evalúa en cada caso concreto.
De cualquier forma, no es conveniente a nuestro entender porque modifi-
can los precios de una manera que puede afectar negativamente a la posición
en el mercado de los productos a los que afectan.
En realidad, dejar la solución del problema en manos de la administración,
en cuanto atañe a la solución de los fallos del mercado, adolece de tantos
inconvenientes y sus resultados son tan relativos, como muestran las estadís-
ticas, que la solución es dejar en manos privadas los bienes comunes.
La evolución de las instituciones sociales sin interferencias traería solu-
ciones más rentables de lo que se puede imaginar.
Como el daño ecológico no es cuantificable a ciencia cierta, sólo se puede
cuantificar la consecuencia, muerte, destrucción y como directamente no se
sabe en la mayoría de los casos la relación causa-efecto, la propiedad privada
aclararía esas situaciones, dado que el interesado directo conocería los efec-
tos y se preocuparía del seguimiento de la causa, sin cargar a la sociedad con
un problema particular.
Cuando los recursos naturales son de propiedad privada, y estos dere-
chos están bien definidos, son protegidos y fácilmente, los propietarios tie-
nen tanto la información para realizar una eficiente asignación de recursos,
como incentivos para gestionarlos en función del beneficio de los consumi-
dores.
En un sistema de propiedad privada de los recursos existe una variedad de
propietarios, lo cual hará más eficiente la gestión. El mercado es una institu-
ción social, que provoca una gestión óptima, haciendo valorar los recursos.
La administración debe mantener un orden espontáneo que a todos permi-
ta desarrollar las iniciativas productivas.
Potenciando este orden que no aspira a resultados conocidos se contribuye
a la mejor gestión de los recursos que mediante los precios de mercado po-
seedores de la información necesaria; el empresario puede estar alerta a las
oportunidades hasta entonces ocultas.
ANÁLISIS ECONÓMICO DEL DERECHO AMBIENTAL 149

Los problemas del medio ambiente surgen en su máxima expresión cuan-


do hay propiedad común, donde se dan externalidades anticipadas y persis-
tentes de difícil solución.
Las consecuencias del aprovechamiento de estos recursos, hace que los
individuos no tengan que soportar el coste, en forma directa, creando un in-
centivo a la sobreexplotación. La gestión pública trae fijación de precios po-
líticos, mala gestión y desaprovechamiento.
El mercado acomoda las variables de tal forma que el agotamiento y la
destrucción de los recursos se ven paleados por el sistema de información, a
un coste relativamente bajo en comparación con el coste administrativo; ha-
ciendo a la gestión eficiente, se sabe cuánto ofrecer al mercado y qué debe
conservarse.
Una sociedad con derechos de propiedad definidos y protegidos actúa con
responsabilidad, obteniendo beneficios, innovando, cambiando, creando. La
eliminación de los menos capaces está más asegurada en la propiedad privada
que en la pública, porque la mala gestión y la posibilidad de obtener ganancias
se revelan por la reducción de los precios de los derechos de propiedad; y la
posibilidad de concentrar la propia riqueza en áreas determinadas, correlacio-
nándose el interés y el esfuerzo para obtener mayores beneficios. La propiedad
privada trae mayor dependencia con la relación coste-beneficio, el riesgo es
asumido individualmente, teniendo como ventaja comparativa el control.
El sistema de propiedad privada ofrece una posibilidad importante den-
tro del problema de la escasez. Las funciones en la propiedad privada de la
competencia son aglomerar el conocimiento de los propietarios en poten-
cia, el conocimiento de los arreglos contractuales alternativos y los usos de
los recursos.
Las funciones de la transferibilidad son asegurar –a través de los precios
relativos–, que se usarán las más valiosas. La competencia entre potenciales
participantes en el contrato y la capacidad del propietario del recurso de trans-
ferir el derecho a su uso reducen el coste de imponer las condiciones estipu-
ladas en un contrato, porque las partes en potencia estarán dispuestas a ofre-
cer o aceptar condiciones similares.
La competencia sugiere una especificación de los derechos de propiedad,
reduciendo la incertidumbre y tendiendo a promover una asignación y uso
eficiente de los recursos. Analizar la eficiencia entraña comprender la situa-
ción institucional y las condiciones en las que tiene lugar la transacción.
El titular de un derecho de propiedad cuenta con el consentimiento de los
demás miembros de la sociedad para actuar de un modo concreto. El propie-
tario cuenta con que la comunidad impedirá que los demás interfieran sus
acciones, siempre que éstas no estén prohibidas en las especificaciones de
sus derechos.
150 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

Queda claro que los derechos de propiedad especifican cómo pueden cau-
sarse beneficios y perjuicios a las personas, el reconocimiento de ello condu-
ce a la íntima relación entre los derechos de propiedad y los efectos externos.
Una de las funciones de los derechos de propiedad es la de guiar los incenti-
vos para conseguir una mayor internalización de las externalidades. Todo
coste y todo beneficio asociados a interdependencias sociales representan
una externalidad en potencia.
Si la principal función asignativa de los derechos de propiedad es la inter-
nalización de efectos externos beneficiosos y perjudiciales, el mejor modo de
apreciar la aparición de los derechos de propiedad es en relación con la apa-
rición de efectos beneficiosos y perjudiciales nuevos o diferentes a los ante-
riores. Los cambios en el conocimiento dan por resultado cambios de las
funciones de producción, de los valores de mercado y de las aspiraciones.
Las nuevas técnicas y los nuevos modos de hacer las mismas cosas y lle-
varlas a cabo trae efectos a los que la sociedad no se halla acostumbrada. En
respuesta a los deseos de las personas interactuantes de ajustarse a las nuevas
posibilidades de beneficios y costes, surgirán nuevos derechos de propiedad.
Estos derechos se desarrollarán para internalizar efectos externos; y el au-
mento de la internalización derivará de las nuevas tecnologías y de la apertu-
ra de nuevos mercados.
La privatización de recursos que hasta ahora fueron libres y están volvién-
dose escasos es la única solución a largo plazo; disfrutaremos pues de un entor-
no más rico, mejor cuidado y sobre todo más libre dentro de un marco de dere-
cho que limite a ciencia cierta los derechos y obligaciones de las personas.
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ÍNDICE

Prefacio ............................................. 9

PRIMERA PARTE
Introducción al análisis económico del daño ambiental . . . . . . . . . . . . 11
I. Evolución de las doctrinas económicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
II. Tierra como bien escaso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
III. Significado y naturaleza de los recursos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
IV. Recursos agotables . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
IV.I. Bien privado. Bien público. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
IV.II. Instrumentos de la intervención estatal . . . . . . . . . . . . . . 41
V. Bienes públicos (o sociales) y privados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
VI. Polémica y evolución en la teoría de los bienes públicos . . . . . . 47
VII. Modelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
VII.I. Modelos para bienes privados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
VII.II. Modelo general para bienes públicos . . . . . . . . . . . . . . . . 54
VII.III. En resumen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56
VIII. Bienes mixtos (o ambiguos) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57

SEGUNDA PARTE
Modelo tradicional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
IX. Los derechos de apropiación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
IX.I. Consecuencias. Análisis de los derechos de exclusión . . 64
X. Análisis económico de los derechos de propiedad . . . . . . . . . . . . 67
X.I. Características de los derechos de propiedad . . . . . . . . . . 68
X.II. La transferibilidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
XI. Efectos externos de un proyecto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
XI.I. Enumeración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
XII. Evaluación de costes-beneficios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
XII.I. Los impuestos y las subvenciones para la corrección de
los desajustes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
158 ISABEL CRISTINA GONZÁLEZ NIEVES

XIII. Análisis económico de la contaminación Ambiental . . . . . . . . . . 82


XIII.I. Modelo de tasas impositivas y los determinantes
exógenos del daño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
XIII.II. Política mixta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
XIII.III.Impuestos y subsidios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
XIII.IV. En resumen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100

TERCERA PARTE
Derechos de propiedad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
XIV. Ronald Coase. El problema del coste social . . . . . . . . . . . . . . . . 103
XIV.I. Coste de transacción. Teorema de Coase . . . . . . . . . . . . . 106
XIV.II. Aplicación del teorema de Coase en un supuesto de
control de contaminación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
XV. La hipótesis de Posner . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
XV.I. Una visión sobre la contaminación . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
XV.II. Remedios jurídicos para resolver externalidades . . . . . . . 114

CUARTA PARTE
Política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
XVI. Los costes sociales de la contaminación del aire . . . . . . . . . . . . . 119
I. Contaminación atmosférica, cómo afecta a la población . . . . 121
XVII. La protección ambiental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
I. La incidencia de los beneficios y costes de los programas
medioambientales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128
II. Política y elección de la solución adecuada . . . . . . . . . . . . . . 135

QUINTA PARTE
Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151

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