¿Qué relación guardan entre sí los conocimientos filosóficos, psicológicos y
neurobiológicos sobre la conciencia? ¿Son antagónicos o, por el contrario, se complementan? ¿Existe un «yo»? ¿Qué son los sentimientos? ¿Qué es la memoria? Las preguntas más fascinantes no aparecían en el plan de estudios de filosofía y, por lo que yo sé, hasta ahora bien poco ha cambiado a este respecto.
¿Por qué son capaces los hombres de actuar moralmente? ¿En qué medida se corresponde la bondad o la maldad con la naturaleza humana?
Nunca deberíamos olvidar la capacidad de formular preguntas. Aprender y
disfrutar es el secreto de una vida plena. Aprender sin disfrutar nos reseca por dentro, disfrutar sin aprender nos vuelve estúpidos. Este libro habrá logrado su objetivo si consigue despertar y entrenar las ganas de pensar en el lector. ¿Qué mayor éxito puede haber que aumentar el conocimiento de uno mismo para llevar una vida más consciente, hasta el punto de llegar a ser el director de los propios impulsos vitales o, tal como Nietzsche deseaba, el «poeta» de la propia vida?[1]
De acuerdo. El yo no es más que esta parte
superficial, esta mediación «en tiempo y lugar» de la vida psíquica. Pero por eso mismo sólo él conecta y responde realmente a los estímulos; sólo él se constituye en una coyuntura o superficie donde pueden venir a actuar entre sí las estructuras perceptivas, instintivas, morales, etc., que de otro modo no hacen más que repetir una y otra vez su eterna canción y tomar por su entorno sus propios ecos