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9.2.

2 Del siglo 19 al siglo 20


Llegamos al siglo 19 y vamos a confrontarnos con las primeras
grandes misiones protestantes ya en franco proceso. Más para el
final del siglo, un nuevo movimiento misionero desde el Occidente
se volvería global, sobrepujando a todos los movimientos anteriores
en términos de organización y recursos. James Scherer afirma que
este movimiento hizo que el evangelio fuera diseminado como
jamás ocurriera anteriormente, habiendo cristianos en mayor número
de lugares que en cualquier época anterior.22
El gran siglo de la misión cristiana, como es llamado el siglo 19, se
caracteriza de igual manera por un intenso movimiento de
renovación espiritual. Grupos, asociaciones y sociedades misioneras
de Europa y América del Norte se encargan de expandir la fe
evangélica en diversas partes del mundo todavía no alcanzadas por
el cristianismo. Se partió hacia Asia, África, Oceanía, de manera que
una nueva configuración de la misión cristiana va consolidándose.
Es el hemisferio Norte evangelizando al hemisferio Sur.
El movimiento misionero mundial ganó nuevo vigor, nuevas iglesias
cristianas son implantadas en los distintos continentes, se crearon las
sociedades para la traducción de la Biblia, surgieron nuevas
organizaciones misioneras, de modo que se estaría delante de un
momento extremadamente optimista y promisor de la misión. Por
otro lado, las nuevas iglesias dependían tanto de los recursos como
del liderazgo externo proporcionado por las agencias misioneras, la
mayor parte formada de manera independiente de las iglesias
nacionales. Ello, al principio, no causaba problemas. Con el tiempo,
sin embargo, un nuevo espíritu fue formándose en los campos de
misión. Las iglesias jóvenes pasaron a reivindicar autonomía en tres
áreas: autogobierno, auto- propagación y auto-sustentación. Es la
“triple autonomía”, que dio origen a un segundo momento en este
nuevo movimiento misionero.
Una de las características que vale resaltar es haber sido éste un
movimiento de jóvenes estudiantes. Uno de los evangelistas que más
entusiasmó a aquella generación fue en norteamericano Dwight L.
Moody. Por medio de sus conferencias en los años de 1880, él
incentivó el surgimiento de un Movimiento de Estudiantes
Voluntarios para la Misión en el Exterior, siendo sus líderes Robert
Wilder y John R. Mott. El lema
22
Cf. SCHERER, James A. Evangelho, igreja e reino. Estudos comparativos de teologia da missão.
São Leopoldo: Sinodal, 1991. p. 9.

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de este movimiento se difundió rápidamente: “¡La evangelización


del mundo en esta generación!”23
En resumen, se trató de un movimiento amplio, macizo, voluntario y
espontáneo como respuesta al llamado de la evangelización. Las
iglesias poco se involucraron y no tuvieron control sobre éste.
Scherer evalúa que el movimiento es el resultado de la fe, de la
dedicación y de la visión de una generación joven interesada más
bien en “exaltar a Jesús como rey” que en “trabajar por la iglesia”.
Esta controversia entre misión e iglesia suscitó muchos debates
posteriormente.
Más adelante, las distintas denominaciones cristianas se beneficiaron
de aquel idealismo y buscaron organizar de manera más eficaz su
actuación misionera. A partir de ahí iría nacer, al principio del siglo
20, nacería el actual movimiento ecuménico.
Se hace necesario decir, sin embargo, que tales hechos no ocurrieron
aisladamente. Hubo una coyuntura internacional que los favoreció.
Los Estados Unidos de América llegaron al final del siglo como una
potencia mundial emergente. La victoria sobre España en 1898, la
inquisición de las Filipinas y Puerto Rico y la consolidación de su
hegemonía político-militar y económica en el Caribe y Pacífico
hacen de los Estados Unidos una nación poderosa e influyente. La
ideología del “Destino Manifiesto” confirmaba a la histórica
vocación puritana, según la cual los Estados Unidos serían una
nación elegida por Dios para civilizar al mundo. Esta justificación
sirvió como otra razón importante para que jóvenes salieran hacia
los territorios coloniales en competencia con otras superpotencias.
Pronto vamos a encontrarlos en China, Japón, Corea, Filipinas y
otros países. Por esta época, las potencias coloniales de la Europa
cristiana apoyaban plenamente las actividades misioneras, tanto
protestantes como católicas, como instrumento de su propia política
nacional.24 Había entonces un conflicto de intereses que acabó
comprometiendo al movimiento misionero, instalando en los campos
de misión una reñida competencia, generando luchas por
exclusividad paralelamente a la reserva de zonas de influencia. Se
llegó al punto de trazar líneas en los mapas dividiendo regiones
según las confesiones religiosas. En el continente africano, varias
fronteras actuales coinciden con antiguos
23
Cf. SCHERER, 1991, p. 12. Alrededor de 1890, más de cuatro mil jóvenes voluntarios de ambos
sexos se ofrecieron brindar sus servicios a las iglesias, preparándose para ir al exterior, no
importaba adonde. En este contexto, se organizaron la Associação Cristã de Moços y la Associação
Cristã Feminina, y en 1895, la Federação Mundial de Estudantes Cristãos, en Suecia, como
resultado de una alianza de seis movimientos de estudiantes cristianos.
24
Cf. SCHERER, 1991, p. 13. 222

campos de misión, con las trágicas consecuencias de que somos


testigos en los días de hoy. En América Latina, la división mayor
ocurrió entre las dos coronas ibéricas.
Al principio del siglo 20, empezó a esbozarse la crisis de la misión
cristiana con el verdadero escándalo de la división y competencia
entre las iglesias. El movimiento, que tuvo un enorme desarrollo en
el siglo anterior, en 1910, organizó la 1a Conferencia Misionera
Mundial, en Edimburgo/Escocia, con el objetivo de concentrar
esfuerzos y planificar la misión evangelizadora. Se argumentaba, ya
más realísticamente, con la tarea inconclusa, es decir, como dar
continuidad a la evangelización del mundo que no ocurrió en una
generación. El camino elegido fue elaborar estrategias conjuntas. No
hubo grandes debates teológicos, una vez que la justificación para la
misión estaba clara: en esta época prevalecía un consenso tácito que
para la misión era cumplir la Gran Comisión, como aparece en el
texto de Mateo 28.18-20. Los problemas eran de orden práctico.
Entonces, el mundo es sorprendido por la Primera Guerra Mundial
(1914- 1918), que involucró países supuestamente cristianos en
lados opuestos. Este hecho enfrió el optimismo del Siglo de las
Luces, del predominio de la razón occidental. Se percibió como
nunca antes que la instrumentalización de la razón y de la técnica
puede llevar a catástrofes.
Asimismo, el movimiento ecuménico avanzó. En 1921 fue creado el
Consejo Misionero Internacional (CoMin), que buscó concretizar
algunas de las ideas de Edimburgo, encabezada por el incasable
laico metodista John R. Mott, como secretario. El CoMin declaró su
objetivo: “promover la proclamación del evangelio de Jesucristo a
todo el mundo, a fin de que todos los hombres crean en él y sean
salvos”.25 En 1925, el movimiento Fe y Acción se reunió en
Estocolmo bajo el liderazgo del obispo luterano sueco Nathan
Soerderblom y puso en la agenda la cuestión de la paz.26 Y en 1927,
otro movimiento de carácter más doctrinal se reunió en Lausanne,
Suiza, para discutir “Fe y Constitución”. Se empezaba a debatir la
teología y la doctrina subyacentes a estos movimientos. Se trataba
de vincular unidad cristiana y evangelización.
Sucesivamente, son organizadas varias conferencias internacionales
de misión y evangelización, como la de Jerusalén, en 1928; la de
Tambaram-Madrás, en India,
25
Cf. SCHERER, 1991, p.15.26 Cf. KRÜGER, Hanfried. O Conselho Mundial de Igrejas. História
do movimento ecumênico. São Leopoldo: Sinodal, 1987. p. 15.

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en 1938, proceso que culminaría en la creación del Consejo Mundial


de Iglesias, en Amsterdam, en 1948.
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) puso a la iglesia y a la fe
cristiana misma bajo grave juicio. Ésta avaló al mundo y a las
iglesias. Nadie salió impune de esta hecatombe. El caso del
exterminio de los judíos por el régimen nazista de la Alemania de
Hitler caló fondo en la Europa y todavía hoy permanece como algo
no muy bien resuelto en el imaginario del pueblo alemán. El uso de
la bomba atómica por los Estados Unidos –evidente demostración de
poderío técnico y militar– aterrorizó la conciencia de muchas
personas que vieron en este hecho el inicio de una nueva era para la
humanidad. Ahí empezó el peligro nuclear. El pueblo japonés
todavía hoy busca rehacerse de aquellos terribles 6 y 9 de agosto de
1945. Todo esto evidentemente se reflejó en la misión cristiana.
Pero la postguerra reservaba otras sorpresas. Desde la Revolución
Rusa de 1917, el mundo pasó a ser dividido por sistemas
antagónicos: el capitalismo, encabezado por la nación
norteamericana, y el comunismo, liderado por el régimen soviético.
Desde 1950, se inicia la guerra fría, la disputa por áreas de
influencia en el mundo por parte de los dos grandes bloques. En
1949, entretanto, salió victoriosa la Revolución Popular en China,
bajo el liderazgo de Mao Tse Tung. Con el nuevo régimen, las
puertas se cerraron a la presencia cristiana. Por mucho tiempo,
misioneros cristianos fueron impedidos de adentrar a China. Fue una
gran prueba para el evangelio.
Los años de 1950 nos ponen delante del desmantelamiento del
colonialismo en todo el mundo. África y Asia son barridas por
movimientos independentistas victoriosos. Las antiguas potencias
coloniales, Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania y los Estados
Unidos mismos, retrocedieron y fueron obligadas a readecuar sus
políticas internacionales. En los tiempos áureos del movimiento
misionero, misión y colonialismo eran un binomio complementar.
Ahora, la misión sufría un gran revés. ¿Dónde encontrar una nueva
base en la cual apoyarse? Las iglesias cristianas habían se apoyado
en el antiguo sistema. Fueron protegidas y sus misioneros vistos
como instrumentos de la política colonial en los países
colonizadores. Esta protección no se quedó impune.
Dos reacciones se volvieron comunes:27 a) los pueblos pasaron a
rechazar, junto con el colonialismo, al propio cristianismo, sobre
todo los movimientos
27
Cf. SCHERER, 1991, p. 20. 224

revolucionarios de liberación. A menudo se oyó el clamor:


“¡Misionero, vete a la casa!”; b) por otro lado, con el surgimiento de
las iglesias nuevas, el grito de libertad y autonomía pasa al primer
plano. Ya no se acepta más a la imposición de la cultura extraña
como el padrón a ser seguido. Todo esto tocaba en la auto-
comprensión de los misioneros. Si los pioneros fueron aquellos que
heroicamente anunciaron al evangelio, bautizaron y fundaron
iglesias, la segunda generación se dedicó a la organización y
consolidación, asumiendo un rol administrativo que entró en
conflicto con la iglesia nativa. Gradualmente, la posición de los
misioneros se quedó insostenible. Tenemos una crisis teológica y de
método. La tesis de la “moratoria”, si no acepta plenamente, al
menos colocó los términos del problema, forzando a un proceso de
reevaluación de la misión cristiana.
En América Latina, los movimientos de independencia ya habían
sucedido en el siglo 19. En el siglo 20, vivíamos un nuevo período
con desafíos completamente distintos. Tras un periodo
revolucionario, que comenzara con la Revolución Mexicana (1910)
y llegara a la Revolución Cubana (1959), seguimos siendo un área
de influencia del imperialismo norteamericano y de su política
neocolonialista.
Desde los años de 1960, como reacción a movimientos político-
revolucionarios de izquierda, encontramos a las fuerzas de la élite
conservadora aliadas al poder militar. Empezando a instaurarse, en
diversos países, dictaduras, que cercaron a la libertad, prendiendo y
eliminando a la oposición, exiliando intelectuales y militantes
políticos, imponiendo a las sociedades el imperio del arbitrio y de la
prepotencia (Brasil, 1964; Chile, 1973; Uruguay, 1973; Argentina,
1976; Ecuador, 1976; Bolivia, 1976). La ideología que se implantó
en el continente se quedó conocida como la ideología de la
seguridad nacional, y todos los golpes militares contaron con la
participación de la CIA, la central de inteligencia del gobierno
norteamericano, además de las empresas multinacionales, algunas
directamente interesadas.28 Fueron años muy duros, de verdadero
oscurantismo.
Muchas personas de las comunidades cristianas sufrieron bajo estos
regímenes. Otras tantas sucumbieron al uso de la fuerza y de la
tortura, ciudadanos comunes,
28
Cf. COMBLIN, Joseph. A ideologia da segurança nacional. El poder militar en América Latina.
Río de Janeiro: Civilização brasileira, 1978. Comblin hace la crítica de esta ideología y alerta a sus
características absolutistas, al colocar a la seguridad del Estado al servicio de grupos económicos,
por encima de las personas y del pueblo. Se trata de una verdadera “alienación del poder nacional”
con la instalación de un estado de inseguridad radical pari passu con una miseria todavía más
grande que la existente en la fase anterior. No tenía futuro, por lo tanto. De hecho, vivir aquellos
años fue “muy peligroso”.

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líderes, políticos, no cristianos y también católicos y evangélicos.


No obstante, hubo resistencia. En general no de las iglesias oficiales,
cosas de posiciones equilibradas y cautelosas. Hubo grupos y
personas que mantuvieron actitud crítica, se arriesgaron para
defender los derechos humanos, incluso a favor de militantes no
cristianos. Comisiones de Justicia y Paz, Comisiones de Derechos
Humanos, Grupos de Apoyo Fraterno surgieron en muchas partes,
con el apoyo de sectores de iglesias y comunidades cristianas.
Algunas personalidades sobresalieron por su indignación ante el
régimen militar, llevando sus instituciones a posicionarse por lo
menos en defensa de la dignidad humana.29 La resistencia fue una
señal de esperanza para mucha gente. La misión acontecía por vías
no convencionales.
En el campo de la Iglesia Católica, en estos años, surgieron las
Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), en cuyo espacio las
personas podían reunirse y hablar libremente. Con el auxilio de un
método muy sencillo, las personas empezaron a leer la Biblia con
una nueva mirada, haciendo el puente hacia los hechos de la vida, de
manera que una iluminaba a la otra y las personas recobraban la
esperanza. Hubo un despertar de la fe y una renovada confianza en
el valor de la vivencia comunitaria cristiana, mientras que el
movimiento se difundió por todo el continente, con fuerza en Brasil,
trascendiendo inclusive los límites confesionales. Leonardo Boff
creó la expresión “eclesiogénesis”, para indicar que la iglesia estaba
siendo reinventada por medio de este movimiento popular cristiano,
sobre todo desde los pobres.30 En la teología, de este amplio
movimiento de base y con raíz ecuménica, surgió una nueva manera
de hacer teología: la teología de la liberación.31
En medio a estos acontecimientos, un cambio radical sucedió en el
mapa de la presencia cristiana en el mundo. En los años de 1980,
ocurrió un desplazamiento en el eje de la iglesia cristiana universal.
Desde entonces, la mayor parte de los cristianos en el mundo ya no
se encuentra más en el hemisferio Norte, sino en el Sur, en el
llamado mundo de los 2/3, de los pobres de la tierra, de los
excluidos del banquete
29
Como ejemplo, menciono a los libros-denuncia de ALVES, Márcio Moreira. Torturas e
torturados. Río de Janeiro: 1967; ALVES, M. M. O Cristo do povo. Río de Janeiro: Sabiá, 1968;
ARQUIDIOCESE DE SÃO PAULO. Brasil Nunca Mais (1985). Prefácios de D. Paulo Evaristo
Arns e do ex-secretário-geral do CMI, Dr. Philip Potter. 13. ed. Petrópolis: Vozes, 1986.30 Cf.
BOFF, Leonardo. Eclesiogênese. As comunidades eclesiais de base reinventam a igreja. Petrópolis:
Vozes, 1977.
31
Cf. GUTIÉRREZ, Gustavo. Teología de la liberación. Perspectivas. Lima: CEP, 1971; ALVES,
Rubem. Religión: opio o instrumento de liberación? Montevideo: Tierra Nueva, 1970; MUELLER,
Enio R. Teologia da libertação e marxismo. Uma relação em busca de explicação. São Leopoldo:
Sinodal; IEPG, 1996; ALTMANN, Walter; BOBSIN, Oneide; ZWETSCH, Roberto E. Perspectivas
da teologia da libertação: Impasses e novos rumos num contexto de globalização. Estudos
Teológicos, v. 37, n. 2, p. 129-138, 1997.

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de los grandes. ¿Cuáles son las implicaciones que este cambio traerá
para el futuro del cristianismo? Probablemente, la imagen más
próxima del cristianismo del siglo 21 será asiática, africana y
latinoamericana. Las nuevas teologías contextuales y de aculturación
empiezan a ser elaboradas como fruto de estos cambios.

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