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El Apóstol Pablo en su elogio a la caridad afirma que esta “no busca su propio
interés” (Cfr. 13,5b). El Papa Francisco en su encíclica Amoris Laetitia al respecto
refiere: “También se usa esta expresión en otro texto: «No os encerréis en
vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás» (Flp 2,4). Ante una
afirmación tan clara de las Escrituras, hay que evitar darle prioridad al amor a sí
mismo como si fuera más noble que el don de sí a los demás. Una cierta prioridad
del amor a sí mismo sólo puede entenderse como una condición psicológica, en
cuanto quien es incapaz de amarse a sí mismo encuentra dificultades para amar a
los demás: «El que es tacaño consigo mismo, ¿con quién será generoso? [...]
Nadie peor que el avaro consigo mismo» (Si 14,5-6)”.
Tomar parte en los intereses de los demás no es olvido de sí mismo, sino que se
trata de ponerse en los zapatos del otro, tratar de comprender su temperamento,
su psicología, su historia de vida. En palabras más técnicas desde el ámbito
psicológico se trata de “empatía”, y desde un ámbito más espiritual se puede tratar
de “misericordia”.
Ponerse en los zapatos del otro permite tener una visión más amplia que lleva a
identificar y reconocer al otro. Se trata de verlo no como un enemigo al que tengo
que eliminar o del cual me tengo que defender o cuidar, sino que es otra persona
diferente a mí, con quien puedo entablar una relación sana fundamentada en el
amor y la comprensión. Ponerse en los zapatos del otro ayuda a entender que
muchos piensan diferente y poseen una historia diversa a la mía, con sus
aspectos por mejorar pero también con grandes virtudes y cualidades. En fin,
ponerse en los zapatos del otro, puede ser un gran paso hacia el perdón, tan
necesario en la convivencia familiar.
Para Reflexionar…