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Iglesia, Guerra y Monarquía
en la Edad Media: Miscelánea
de estudios medievales
Iglesia, Guerra y Monarquía
en la Edad Media: Miscelánea
de estudios medievales
José Peña González
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña (Editores)
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación
de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción
prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,
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Iglesia, Guerra y Monarquía en la Edad Media: Miscelánea de estudios


medievales

© 2014, Martín Alvira Cabrer, Jaume Aurell, Francisco A. Cardells Martí, Carlos de Ayala
Martínez, César Olivera Serrano, José Peña González, Manuel Alejandro Rodríguez de
la Peña, María Rodríguez Velasco, Ramón Teja Casuso
© 2014, De la edición, Fundación Universitaria San Pablo CEU

CEU Ediciones
Julián Romea 18, 28003 Madrid
Teléfono: 91 514 05 73, fax: 91 514 04 30
Correo electrónico: ceuediciones@ceu.es
www.ceuediciones.es

Ilustración de portada: CEU Ediciones


Maquetación: Nina de Bertodano (clutch & girl)

ISBN: 978-84-15949-37-4
Depósito Legal: M-6226-2014
Índice
Introducción
De Las Navas a Caspe: Dos Aniversarios ................................................... 9
José Peña González

PARTE PRIMERA
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1. El Edicto de Milán: ¿hecho histórico o falsificación


historiográfica? ..................................................................................... 31
Ramón Teja Casuso
2. La Realeza imperial constantiniana: un cesaropapismo
triunfal y sapiencial.............................................................................. 49
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña
3. El Edicto de Milán: un antes y un después de la iconografía
cristiana ................................................................................................ 83
María Rodríguez Velasco

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4. De Toledo a las Navas:


La reconquista que se convierte en cruzada .................................... 109
Carlos de Ayala Martínez
5. Prendiendo el fuego de la guerra. Operaciones militares
en las fronteras cristiano-almohades entre 1209 y 1211 ................. 139
Martín Alvira Cabrer
PARTE TERCERA
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6. Lecturas históricas del Compromiso de Caspe (1412) .................... 195


Jaume Aurell

7. Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del


Casal d’Aragó ...................................................................................... 207
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

8. Don Fernando el de Antequera ......................................................... 233


César Olivera Serrano

9. El Reino de Valencia en 1412 ............................................................. 259


Francisco A. Cardells Martí
7
Martín I El Humano. Un Rey sabio
en el Otoño del Casal d’Aragó
MANUEL ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA
Universidad CEU San Pablo

1. Perfil personal del monarca


El último monarca del Casal d’Aragó del tronco primigenio de
los condes de Barcelona y el último catalán en portar una corona, el
Rey Martín el Humano nació en Perpiñán, en el Rosellón, el 29 de
Julio de 1356. Era el segundo hijo del rey Pedro IV el Ceremonioso y
su esposa Leonor de Sicilia. Siendo secundogénito, no estaba prevista
su sucesión al trono por lo que sus padres concertaron el matrimonio
de Martín cuando solo tenía cinco años con la heredera más rica de
la Corona de Aragón, María de Luna, que por entonces solo contaba
cuatro años. El matrimonio se consumó 11 años después en 1372,
cuando los contrayentes contaban con 16 y 15 años respectivamente.
Tuvieron cuatro hijos, de los cuales solo uno, Martín el Joven, llegaría
a la edad adulta para ser Rey de Sicilia.

De temperamento reposado y paciente, era un hábil negocia-


dor aunque se le acusó de ser poco enérgico por algunos de sus con-
temporáneos. Su carácter afable y humanitario sería en opinión de
algunos historiadores el que le ganaría décadas después de su muerte
el sobrenombre de l`Humà, “el humano”. Quizá su preocupación por
la redención de cautivos en manos musulmanas y su fundación de
un hospital para menesterosos en Barcelona justificarían este apodo.
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

Extraordinariamente devoto, rezaba las horas monásticas y era


de misa diaria, llegando incluso en ocasiones a asistir a tres misas en
un mismo día. Parece ser que sentía una cierta predilección incluso
por la espiritualidad cartujana, lo que le llevó a fundar una cartuja en
el Reino de Valencia, la Cartuja de Valldecrist. De ahí que en vida se le
conociera sobre todo como el Eclesiàstic, un apodo que refleja bien
su forma de ser. De carácter sedentario, lector ávido y poco dado al
ejercicio militar o la caza, cuando alcance la edad madura se volverá
un hombre obeso y de delicada salud en el que sus intereses intelec-
tuales y espirituales primarán sobre cualquier otra consideración.

Ahora bien, esto no quiere decir que fuera una marioneta del
clero o un hombre débil de carácter. Tal y como le definiera en su
día el historiador alemán Johannes Vincke Martín el Humano fue un
monarca “modesto pero tenaz”1. María Teresa Ferrer i Mallol ha estu-
diado el perfil de sus consejeros y, en efecto, encontramos entre ellos
clérigos muy influyentes y cercanos al monarca como Hugo de Llupià,
obispo de Valencia (m. 1427), su vicecanciller Pedro Serra, el lla-
mado cardenal de Catania (m. 1405)2, o el fraile mendicante Antonio
Ballester (m. 1414), arzobispo de Atenas que abandonó Grecia tras la
pérdida de los ducados de Atenas y Neopatria para refugiarse en la
corte de Martín el Humano3.

Pero también encontramos laicos influyentes en su círculo


personal como su secretario, el gran humanista Bernat Metge, el
caballero aragonés Francisco de Aranda4, el noble catalán Guerau
Alemany de Cervellós (embajador del Rey y gobernador de Cataluña)
1
Vincke, J. (1942) Die Hochschulpolitik der aragonesischen Krone im Mittelalter, Braunsberg.
2
Un doctor en leyes luego elevado al cardenalato que le ayudó a gobernar Sicilia y luego también a su
hijo Martín el Joven.
3
Ferrer I Mallol, M. T. (1996) “El Consell reial durant el regnat de Martí l’ Humà”, en El poder real
en la Corona de Aragón (siglos XIV-XVI). XV Congreso de Historia de la Corona de Aragón. Actas, I,
vol. 2, Zaragoza, p. 176.
4
Paje de Martín el Humano cuando éste era aún niño, será su estrecho consejero y promotor de
negocios. Se hará cartujo en 1398 en Portaceli pero seguirá aconsejando al Rey e incluso será su
embajador ante el Pontífice en Aviñón en 1402. Fue entonces cuando entró al servicio de Benedicto
XIII como miembro de la curia pontificia. Será el albacea testamentario del Rey, a quien acompañará
en su lecho de muerte (vid. Ferrer I Mallol, M. T. (1999) “Un aragonés consejero de Juan I y de
Martín el Humano: Francisco de Aranda”, Aragón en la Edad Media, 14-15/1, pp. 531-562).

208
Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del Casal d’Aragó

o el acaudalado armador de barcos barcelonés Francesc de Casasaja,


que financió la expedición a Sicilia de Martín el Humano cuando éste
era infante.

Conviene aquí recordar el apoyo decisivo que prestó la burgue-


sía barcelonesa y valenciana al monarca en los primeros momentos
difíciles de su reinado. El monarca dará más juego que ninguno de
sus antecesores a estos elementos burgueses en el gobierno de sus
reinos5. Alejado por sus gustos de la vida caballeresca de caza y com-
bate marcial era natural que se sintiera más a gusto entre eclesiásticos
y burgueses que entre la aristocracia latifundista.

En este sentido, Carmen García Herrero ha destacado que


“algunos de los rasgos que caracterizaron a don Martín durante toda
su vida, tales como su natural tranquilo y conciliador, el gusto por las
artes y las letras o su profunda religiosidad, se iniciaron y enraiza-
ron durante los años infantiles, un tiempo que estuvo presidido por
la figura del padre, a quien el infante admiraba sobremanera y cuya
sombra permanecerá siempre cercana”6.

Cuando llegó al trono ya tenía una larga experiencia de


gobierno, puesto que su hermano Juan I, llamado el Cazador, le había
designado lugarteniente general de la Corona en Sicilia, reino al que
la rama principal de la dinastía catalano-aragonesa no renunciaba y
para cuya recuperación se procedió a secuestrar a la heredera de éste,
María de Sicilia, llevada a Cataluña y forzada a casarse con el hijo de
Martín el Humano, el infante Martín. En 1392 una expedición coman-
dada por el propio Martín desembarcaba en Sicilia para hacer valer
los derechos al trono de su hijo y su nuera iniciándose una difícil y
costosa guerra.

Cuando su hermano, el Rey Juan el Cazador, moría sin des-


cendencia en 1396 Martín el Humano todavía estaba en Sicilia gue-
rreando. Allí permanecerá un año más a pesar de su ascensión al
5
Ferrer i Mallol, M. T. “El Consell reial durant el regnat de Martí l’ Humà”, art. cit., p. 180.
6
García Herrero, M. C. (1993) “Martín I”, en Los Reyes de Aragón, Zaragoza, p. 136. ed. R. Centellas.

209
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

trono de Aragón, encargándose de la regencia de sus reinos su esposa


la reina María de Luna, dado que el nuevo monarca no quería aban-
donar Sicilia sin asegurar el trono de ésta para su hijo.

Pero enseguida van a tener que hacer frente a todo tipo de pro-
blemas, ya que la reina viuda, Violante de Bar, aseguraba estar emba-
razada de su difunto hermano, el rey Juan. Además, el conde Mateo
de Foix, casado con la infanta Juana, hija del rey Juan, se levantó en
armas para reclamar el trono para su esposa. El fuerte apoyo de las
ciudades de Barcelona y Valencia a la legitimidad sucesoria que encar-
naba Martín el Humano resultaría decisivo para que éste se consoli-
dara enseguida en el trono a pesar de no haber podido regresar aún
a sus reinos. Este apoyo lo recompensaría el monarca, como vimos
anteriormente, aumentando el poder de los burgueses de Barcelona
y Valencia en el consejo real, así como en la cancillería y la tesorería
regias.

Tras sofocar la fallida rebelión del conde de Foix y asegurarse


el trono, el nuevo monarca, ya de regreso de Sicilia, tendrá que hacer
frente a dos desafíos: la pugna por el control de las islas de Cerdeña
y Sicilia y el estado de las finanzas reales. En particular resultaba
preocupante el éxito de la revuelta de los jueces de Arborea que
habían conseguido expulsar de la isla de Cerdeña a los catalano-ara-
goneses salvo en tres reductos costeros: Càller, l’Alguer y el castillo de
Longosardo. Para colmo de males, los soldados del Rey en estos tres
reductos sardos llevaban años sin recibir su paga por lo que habían
optado por acoger en sus puertos naves corsarias que asaltaban, sin
distinguir amigo o enemigo de la Corona de Aragón, a cuanto barco
mercante atravesaba el estrecho de Bonifacio.

En efecto, las guerras constantes del reinado de su padre, Pedro


el Ceremonioso, y la posterior incuria política y dispendios de su her-
mano Juan I habían dejado el tesoro real completamente exhausto. Las
fuentes coinciden en que cuando Martín el Humano accedió al trono
apenas quedaba nada en los cofres del Rey, ni siquiera para mantener
dignamente la corte y mucho menos para financiar campañas para

210
Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del Casal d’Aragó

reconquistar Cerdeña o conservar Sicilia o, como hemos visto, pagar


a las tropas destacadas en los tres reductos sardos.

El monarca se va a emplear a fondo en obtener los recursos pre-


cisos de las Cortes y de las grandes ciudades de sus muchos reinos,
restaurando poco a poco la buena salud de las finanzas de la corona.
Por lo pronto convocó en 1400 unas cortes en Tortosa de todas las ciu-
dades marítimas de sus reinos para pedirlas un subsidio extraordina-
rio con el que afrontar la paga de tres años de sus ejércitos en Cerdeña.
A cambio de este subsidio el soberano tuvo que ceder ante las peti-
ciones de los representantes de las ciudades para que se expulsara a
todos los comerciantes italianos de los reinos de la Corona de Aragón.
Pero, en cuanto la situación financiera del tesoro regio mejoró, Martín
el Humano revocó esta decisión, lesiva en general para la economía
de sus reinos por beneficiosa que fuera para los mercaderes autócto-
nos, y en 1402 volvió a autorizar el comercio a los italianos a cambio
de un impuesto especial.

Dentro de esta política de consolidación fiscal se encuadran


también tanto su decisión del año 1399 de declarar inalienable el
patrimonio real de la Corona para evitar futuras enajenaciones por
parte de soberanos, bien irresponsables bien muy necesitados, como
asimismo la sistemática recuperación de impuestos y derechos regios
cedidos por sus antecesores a diferentes instituciones.

También posó su mirada reformadora el Rey Martín sobre la


cancillería y la corte, profundizando en las reformas iniciadas por
su padre con sus famosas Ordinacions de la Casa y Cort de 1348.
Ampliando las disposiciones de Pedro el Ceremonioso, Martín el
Humano creó una oficina de copistas, racionalizó la estructura del
archivo de la Corona y creó el cargo de archivero real7.

Unida a esta inteligente y mesurada política fiscal y adminis-


trativa el monarca inició una hábil política diplomática. En 1399 se
alcanza la paz con el reino de Navarra que desembocaría poco después

7
Canellas, A., Trenchs, J. (1988) Cancillería y Cultura. La cultura de los escribanos y notarios en la
Corona de Aragón (1344-1479), Zaragoza, pp. 15-27.

211
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

en una alianza dinástica8 y en 1402 se logró acordar un importantí-


simo tratado de paz con la república de Génova, cuyos corsarios tanto
daño habían hecho al comercio catalán. La ayuda de Génova además
había sido decisiva para el sostenimiento de la rebelión sarda de los
jueces de Arborea, por lo que se puede decir que esta paz fue un golpe
maestro de la diplomacia de Martín el Humano.

En 1406 se alcanzó asimismo un acuerdo con el enemigo secu-


lar de la Corona de Aragón, el reino de Francia, por el que se limita-
ban las represalias mutuas en caso de conflicto. También mejoraron
gradualmente las relaciones con la Corona de Castilla, con la que
les enfrentaba un conflicto sobre aranceles comerciales que llevó al
cierre de fronteras para el comercio castellano entre 1403 y 1409. Sin
embargo, el Rey Martín iba a auxiliar a los castellanos en su campaña
contra Granada de 1407 permitiendo excepcionalmente la apertura
de sus fronteras para el abastecimiento de las huestes cristianas en
la frontera nazarí. Ello a pesar de que desde 1405 el reino nazarí de
Granada permitía el comercio catalán en sus fronteras merced a un
tratado de paz similar al firmado dos años antes con los emires de
Túnez.

La política diplomática con estos dos estados musulmanes por


parte del monarca no fue óbice para que apoyara la Cruzada caste-
llana contra Granada. Probablemente su piedad religiosa pesó aquí
más que otras consideraciones políticas. También hay que tener en
cuenta que el Rey Martín introdujo entre las cláusulas del tratado de
paz con Granada un corolario de tipo humanitario que encaja bien
con su perfil personal.

En efecto, el monarca estaba preocupado por el fenómeno


de las depredaciones mutuas que tanto los almogávares9 valencia-
nos como los granadinos realizaban en las comarcas de frontera del
otro reino (tras atravesar de forma subrepticia el reino castellano
de Murcia) para capturar población civil y luego venderlos como

8
Matrimonio de Martín el Joven, que había enviudado, con Blanca de Navarra.
9
Lit. “Hombres de frontera”.

212
Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del Casal d’Aragó

esclavos. En particular Elche y Orihuela en el sur del reino de Valencia


habían sufrido mucho de resultas de estas incursiones que producían
una respuesta punitiva inmediata de los almogávares valencianos
que hacían lo propio en Granada. El tratado ponía fin a la tolerancia
con estas prácticas y el monarca fomentó la creación de hermanda-
des para el socorro y rescate de cautivos tanto sarracenos como cris-
tianos a ambos lados de la frontera.

Otro problema heredado del reinado anterior y relacionado con


la trata de esclavos cristianos por parte musulmana cuya solución iba
a abordar Martín el Humano era el de los temibles corsarios berbe-
riscos del Magreb que asolaban por aquel entonces el Mediterráneo
occidental. El saqueo berberisco de la villa de Torreblanca en el
Maestrazgo en 1397 con el habitual corolario de destrucción y secues-
tro de población civil para su venta como esclavos, provocó la organi-
zación por parte de los reinos de Valencia y Mallorca de una cruzada
naval contra Berberia comandada por el camarlengo real Hugo
Anglesola (m. 1399), expedición que alcanzó un notable éxito con el
asalto del reducto pirático de Tlemcen (Argelia) en 1399. Resulta inte-
resante consignar que la flota cruzada catalano-aragonesa intentó
auxiliar en su viaje de retorno a su compatriota Benedicto XIII, el lla-
mado Papa Luna, asediado entonces por el Rey de Francia en Aviñón.
Pero los navíos catalano-aragoneses no consiguieron remontar el
curso del Ródano hasta la ciudad pontificia.

Con todo y a pesar de estos fulgurantes éxitos iniciales, el final


del reinado de Martín el Humano será complicado. Por un lado, el
monarca pondrá en juego todo su peso político en apoyar al Papa
aragonés de Aviñón, el llamado Papa Luna, depuesto por un concilio
y abandonado por todos los reinos de la obediencia aviñonesa con
Francia a la cabeza. En 1408 el depuesto Benedicto XIII buscaba refu-
gio en los estados de su único aliado, el Rey Martín y pasaba a residir,
olvidado de casi todos, en el castillo de Peñíscola, convertido en un
Vaticano circunstancial. Lo que fue un gran logro para la Cristiandad,
el fin del Cisma de Occidente y la elección de un solo Pontífice que
residiera en Roma, fue un pequeño desastre político para la política

213
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

exterior aragonesa empeñada en sostener al Papa Luna contra viento


y marea.

Por otro lado, en el mismo año en que la crisis del Papa Luna
llegaba a su clímax con su exilio en Peñíscola se producían de manera
simultánea sendas guerras de banderías nobiliarias en los reinos de
Aragón (entre los Luna y los Urrea) y Valencia (entre los Vilaragut y los
Centelles). En este último reino se producía incluso el asesinato de
su gobernador, Ramón Boïl. Hay que señalar aquí que el monarca no
acertó a sofocar por completo estas guerras de banderías que segui-
rían latentes después de su muerte. Resulta además significativo de
la crisis que su prestigio sufrió en esos años que las Cortes de sus rei-
nos celebradas en 1408, las últimas de su reinado, le solicitaran que
limitara los poderes de la Corona y se sujetara en algunos asuntos de
gobierno al parecer del consejo real10.

No obstante, poco antes de morir el Rey Martín recibió con


satisfacción la buena nueva de la definitiva victoria de las armas cata-
lano-aragonesas en Cerdeña. Con el subsidio votado por las Cortes
celebradas en Perpiñán en el año 1406 el monarca había conseguido
financiar una poderosa expedición bajo el mando de su hijo Martín
el Joven, Rey de Sicilia. Martín el Joven alcanzaría una victoria deci-
siva sobre los rebeldes sardos el 26 de Junio de 1409 en la batalla de
Sanluri.

Sin embargo, a los pocos días de alcanzar esta gran victoria que
aseguraría la posesión de Cerdeña para la Corona catalano-aragonesa
durante tres siglos, la esperanza del Casal d’Aragó, Martín el Joven,
moría de malaria en la isla sin dejar descendencia legítima. La ale-
gría de la victoria se transformaba de súbito en profundo dolor por
la muerte de su único heredero. Amo del Mediterráneo occidental al
controlar además de sus reinos patrimoniales las estratégicas islas de
Cerdeña y Sicilia, Martín el Humano, viudo desde 1406, se enfrentaba
al dilema de la sucesión para sus reinos. Su segundo matrimonio con

10
Zurita, J. Anales, X, 74 (Ferrer i Mallol, M. T. “El Consell reial durant el regnat de Martí l’ Humà”,
art. cit., p. 182).

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Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del Casal d’Aragó

Margarita de Prades no dio fruto y durante el año que medió entre la


Junio de 1409 y el 31 de Mayo de 1410, fecha de su muerte, se produ-
jeron numerosas vacilaciones por su parte entre apostar por la suce-
sión para su nieto, el hijo ilegítimo de Martín el Joven, Federico de
Sicilia (para quien pidió su legitimación al Papa Luna, proceso que no
dio tiempo a concluir antes de la propia muerte del soberano), o su
cuñado, el poderoso conde de Urgell, casado con su hermana Isabel y
lugarteniente general de sus reinos.

Moriría sin haber resuelto este espinoso asunto, una indecisión


que tendría grandes consecuencias para el futuro.

2. El rey bibliófilo y mecenas


En la Baja Edad Media, como en los siglos anteriores, el clero
estaba en primera línea cultural. Frailes mendicantes, canónigos,
monjes benedictinos, obispos… figuran entre los principales inte-
lectuales del momento tanto en al norte como al sur de los Pirineos.
Con todo, algo ha cambiado. A la élite cultural se han incorporado
los seglares, sobre todo la aristocracia laica y los juristas, aunque no
solo ellos. Nacen ahora las bibliotecas particulares fuera del ámbito
monástico, clerical o universitario. Si en siglos anteriores tan solo
algunos monarcas sabios habían reunido bibliotecas laicas es ahora
cuando florece el fenómeno de las bibliotecas particulares.

En Castilla es éste un fenómeno bastante restringido a nobles


como el marqués de Santillana (Íñigo López de Mendoza, m. 1458,
la mejor biblioteca del siglo XV), el conde de Benavente (Alfonso
Pimentel, m. 1461: 126 libros), el conde de Haro (Pedro Fernández
de Velasco, m. 1470: 79 libros), Alfonso Tenorio (m. 1430: 24 libros) o
Alvar Pérez de Guzmán (c. 1482: 31 libros). Si alguien estima escaso
el número de códices de estas bibliotecas particulares, piénsese en
que la biblioteca universitaria de Salamanca, la mejor de la España
medieval, contaba apenas con 201 códices en el inventario de 147111.
11
Monsalvo Antón, J. M. (2005) La Baja Edad Media en los siglos XIV-XV. Política y cultura, Madrid,
p. 187.

215
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

La biblioteca mejor surtida del mundo occidental en ese momento, la


biblioteca pontificia de Aviñón, no superaba los 2.000 volúmenes y la
de la abadía de Cluny contaba 1.700.

En la Corona de Aragón por el contrario encontramos que el


fenómeno rebasa los límites de la aristocracia y penetra en los círcu-
los burgueses. Aquí resulta necesario apuntar el que “la existencia en
los Archivos de la Corona de Aragón de recibos, cartas de venta, escri-
turas de subastas y gran número de inventario de bienes nos permite
un conocimiento mucho más temprano y completo de las bibliotecas
de los diversos grupos sociales”12 que en la Corona de Castilla.

Precisamente este interesante aspecto ha sido estudiado, entre


otros, por Jaume Aurell, junto Alfons Puigarnau13. Por ejemplo, un
notario catalán del siglo XV, Miquel Abeyar, llegó a reunir la increí-
ble cifra de 471 libros y se ha constado que hasta un 30 por ciento
de los mercaderes valencianos y catalanes tenían libros en casa. Si se
tiene en cuenta que, a pesar del abaratamiento del libro que supuso
la introducción del papel en lugar del pergamino, un libro grueso cos-
taba todavía lo mismo que un caballo, se valorará en su justa medida
el esfuerzo bibliófilo de estos burgueses14.

Pero más importante aún que este esfuerzo de bibliofilia fue la


incorporación de los laicos a la vanguardia de la creación de ideas y a
los circuitos intelectuales no solo como receptores de la producción
cultural sino también como creadores. El mecenazgo artístico y cien-
tífico, el imaginativo uso de la lengua vernácula y un emergente orgu-
llo que ligaba lo caballeresco no solo a la profesión de las armas sino
a la excelencia intelectual, distinguen la entrada de los nobles cata-
lano-aragoneses y castellanos (piénsese en los Mendoza, los Guzmán,
los Pimentel, los Estúñiga) en el mundo de la alta cultura libresca.
12
Beceiro Pita, I. (1998) Temas y tipos de lectura entre los sectores laicos de la Península Ibérica (siglos
XIII-XV), Temas Medievales, 8, p. 12.
13
Vid. Aurell, J. y Puigarnau, A. (1998) La cultura del mercader en la Barcelona del siglo XV, Barcelona.
14
Monsalvo Antón, J. M. La Baja Edad Media en los siglos XIV-XV, p. 191. Vid. Battle, C. (1981) “Las
bibliotecas de los ciudadanos de Barcelona en el siglo XV”, en Livre et lecture en Espagne et en France
sous l’Ancien Régime, París, pp. 15-31.

216
Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del Casal d’Aragó

Sin duda, Martín el Humano encarnó como pocos este nuevo


paradigma. En una carta fechada en 1398 dirigida a los caballeros de
la Gaya Ciencia, el Rey Martín resumía del siguiente modo su visión
sapiencial de la existencia: “sols la ciencia es anomenada suma noblesa
en aquesta vida (en latín Quoniam sola scientia dicitur summa nobi-
litas in hac vita)”. Solo la ciencia es considerada como la suprema
nobleza en esta vida15.

Las preferencias e intereses culturales reflejados en su biblio-


teca personal fueron perfilados, a juicio de los especialistas María
José Roy y Diego Navarro, por el influjo personal de su padre Pedro
IV el Ceremonioso y en menor medida de su hermano Juan I “[…]
parece ser que los primeros años del infante Martín estuvieron pre-
sididos por la fuerte personalidad de la figura paterna, aunque a la
larga, el talante de padre e hijo iban a discurrir por sendas notable-
mente diferentes”16.

De Pedro el Ceremonioso nos dice Jerónimo Zurita en sus


Anales (IV, p. 713): “procuró de informarse del gobierno que tenían en
sus casas y cortes los mayores príncipes de la Cristiandad; y mandó
ordenar un libro de regimiento de la suya. Fue muy dado a todo
género de letras, en especial a la astrología y grandemente aficionado
a la alquimia, en la cual tuvo por maestro un físico suyo judío que se
llamó Menahem”.

Así describe Zurita al Rey Juan I (Anales, vol. IV, pp. 729-30):
“Era este príncipe de su condición muy benigno y pacífico, y procuró
desde el principio de su reinado seguir muy diferente camino del que
llevó el Rey su padre que fue muy dado a entender por su persona
en los negocios de sus estados […] Mas el Rey don Juan su hijo con
todos quería paz, y no tuvo fin en aventajarse entre los otros príncipes
sino en la majestad de su casa y corte que fue la más señalada que en
15
Colección de documentos inéditos del Archivo de la Corona de Aragón, VI, 4, 69 (apud Finke, H.
(1910) Relacions deis Reys d’Aragó ab la literatura, la ciencia y l’art en els segles XIll y XIV, Estudis
Universitaris Catalans, 4, p. 66).
16
Roy Marín, M. J. y Navarro Bonilla, D. (1999) “La librería de Martín I el Humano: Aproximación
metodológica para su estudio”, en Aragón en la Edad Media, 14-15/2, p. 1371.

217
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

grandes tiempos se hubiese visto jamás […] Fue sumamente dado a


todo género de música […] La poesía se deslustró de traerla mucho
entre las manos. Mas introdújose tanto exceso en esto que toda la
vida se pasaba en danzas y salas de damas; y en lugar de las armas y
los ejercicios de la guerra –que eran los ordinarios pasatiempos de los
príncipes pasados– sucedieron las trovas y poesía vulgar y el arte de la
que llamaban la gaya ciencia”.

En efecto, Juan I fue un monarca poeta y también músico. Se


conserva un rondell con notación musical compuesto por su mano
que envió en 1374 a su hermano Martín, para que se cantara e inter-
pretara en su corte y con la súplica final de que lo hiciera circular17.
Además, existen numerosas evidencias de su actividad como poeta
y como mecenas de poetas, en particular como patrocinador desde
1393 de la festividad poética de la gaya ciencia (bella designación
medieval del arte poética). Era esta festividad una mezcla de con-
curso de poesía y juegos florales perfectamente reglamentada y muy
ceremonial que se celebraba en Barcelona y cuyo galardón financiaba
el soberano18. La disputa poética ingeniosa, la llamada tensó trova-
doresca, tenía una larga tradición en el mundo catalano-provenzal y
tanto Juan I como después Martín I promoverán estos torneos como
homenaje de la monarquía y las instituciones a la gaya ciencia con-
virtiéndose así en unas fiestas populares que acabarán pasando al
acervo cultural común de la Barcelona medieval.

“Estas influencias familiares próximas en su infancia conformaron


una personalidad tranquila que haría honor al sobrenombre de el Hu-
mano o el Eclesiástico. Las crónicas nos hablan de su talante pacifica-
dor, su interés por múltiples aspectos culturales, científicos y religio-
sos, además de una vertiente personal de composición retórica, cuali-
dades que conforman a Martín esencialmente como un Rey bibliófilo,
mecenas y promotor cultural de su tiempo”19.

17
Finke, H. Relacions deis Reys d’Aragó ab la literatura, la ciencia y l’art, p. 71.
18
Finke, H. Relacions deis Reys d’Aragó ab la literatura, la ciencia y l’art, p. 71.
19
Roy Marín, M. J. y Navarro Bonilla, D. “La librería de Martín I el Humano”, art. cit., p. 1371; Vid.
Canellas, ». y Trenchs, J. (1988) “Martín I y la cultura”, en Cancillería y Cultura. La cultura de los
escribanos y notarios de la Corona de Aragón (1344-1479), Zaragoza, pp. 71-73.

218
Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del Casal d’Aragó

Retomando la cuestión de la bibliofilia regia en la Corona


catalano-aragonesa, cabe señalar que el primer indicio cierto de una
biblioteca palatina que se conoce es el de la perteneciente al rey Jaime
II, datado en el año 1323, monarca para quien copiaba libros el nota-
rio zaragozano Juan de Prohome20, si bien consta la existencia de una
biblioteca regia (no inventariada) desde el año 1230, en el reinado de
Jaime el Conquistador21.

Su sucesor, Pedro IV el Ceremonioso, decidió instalar en el año


1381 la biblioteca regia al monasterio de Poblet22, rompiendo así con la
tradición de guardar los libros del Rey en el archivo, la cámara u otras
dependencias del palacio real. En este sentido, el profesor Bohigas ha
llamado la atención sobre varias cartas del Rey Ceremonioso al abad
de este monasterio, (1381-82), con instrucciones precisas sobre la ins-
talación de esta biblioteca. Tenía que tener acceso por el claustro, ser
de bóveda y piedra picada y poseer bancos con atriles y cadenas para
sujetar los libros23.

De hecho, lo cierto es que los primeros libros de la biblioteca


que llegaría a reunir un bibliófilo como Martín el Humano le serían
regalados o prestados por su propio padre, el Rey Pedro. Así, se sabe
que en 1371, cuando Martín solo tenía quince años, le hizo llegar el
Llibre dels Feyts de Jaime el Conquistador24 y en 1386, poco antes de
morir, ordena copiar para su hijo el Compendi historial de fray Jaume
Domènec25. Ahora bien, en realidad Pedro el Ceremonioso dedicó
muchos más desvelos a la educación de su heredero, el futuro rey Juan

20
Canellas, A. Bibliotecas medievales hispanas, p. 265.
21
Beceiro Pita, I. Temas y tipos de lectura, art. cit., p. 16.
22
Canellas, A. Bibliotecas medievales hispanas, art. cit., p. 265.
23
Bohigas, P. (1962) El libro español. Ensayo histórico, Barcelona, p. 134; Antelo Iglesias, A. (1991)
Las bibliotecas del Otoño medieval. Con especial referencia a las de Castilla en el siglo XV, Espacio,
Tiempo y Forma, Serie III, Historia Medieval, 4, p. 291.
24
Rubió i Lluch, A. (1908) Documents per l’historia de la cultura catalana mig-eval, Barcelona, vol. I,
doc. CCXLIV; Coll i Alentorn, Miquel (1962) “El Rei Martí historiador”, en Estudis Romànics, 10,
p. 217.
25
Rubió i Lluch, A. (1908) Documents per l’historia de la cultura catalana mig-eval, Barcelona, vol. I,
doc. CCCLXXIV; Coll i Alentorn, M. “El Rei Martí historiador”, loc. cit.

219
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

I. En efecto, el hermano mayor de Martín el Humano recibió precisas


instrucciones sobre qué libros leer y qué libros hacer copiar por parte
de su padre, instrucciones que se han conservado.

Sin duda, el inventario de los libros que llegaría a acumular a lo


largo de los años su hijo, el Rey Martín, realizado por dos escribanos
en Septiembre de 1410 por orden de su esposa26 tras la muerte del
monarca es uno de los principales catálogos de biblioteca de todo el
siglo XV europeo, así como una de las más sobresalientes colecciones
bibliográficas de un monarca de la Corona de Aragón27. La biblioteca
del monarca se hallaba en el interior del Palau Major de Barcelona.
Contaba con 349 volúmenes distribuidos por varias dependencias
anexas a la capilla y guardarropa reales28. Esta cantidad de libros es
inmensa si se la compara con la biblioteca de otros príncipes hispáni-
cos de la época: el rey Juan II de Castilla reunió unos 200, el cultivado
príncipe de Viana apenas un centenar y solo la biblioteca napolitana
de Alfonso el Magnánimo superaría su tamaño medio siglo después.
Desde luego, cifras de libros como los que llegaron a contar las inmen-
sas bibliotecas del rey Carlos V el Sabio de Francia (1.300 volúmenes)
o el duque de Borgoña Felipe el Bueno (700 códices) estaban fuera del
alcance de los gobernantes hispánicos29.

Resulta significativa la variedad de lenguas de los códices


del monarca. El latín era la lengua más representada pero también
encontramos obras en catalán, italiano, castellano y francés e incluso
griego y hebreo30. Esto habla de una cierta erudición personal. A modo
26
La reina Margarita, su segunda mujer.
27
Roy Marín, M. J. y Navarro Bonilla, D. La librería de Martín I el Humano, pp. 1372 y 1381. El propio
monarca había ordenado un inventario de sus libros en 1399, pero éste se ha perdido. Ahora bien, se
tiene noticia de seis libros de la biblioteca no inventariados en 1410, seis libros que fueron vendidos
en Febrero de 1421: la traducción del Corán al catalán realizada por fray Jaime Domenech por
encargo de Pedro IV , dos biblias, el 0MFVSHIPSW»RKIPIW de Francesc de Eiximenis, el De Bello Iudaico
de Flavio Josefo y el Compendi Istorial, una crónica universal en catalán ordenada compilar por
Pedro IV para su hijo Martín cuando aún era niño (vid. Miret i Sans, J. (1909) Venda de llibres del Rey
Martí en 1421, Revista de la Asociación Artístico Arqueológica de Barcelona, 6, pp. 199-220.
28
Roy Marín, M. J. y Navarro Bonilla, D. La librería de Martín I el Humano, art. cit., p. 1374.
29
Vid. Rodríguez de la Peña, Manuel Alejandro (2010) “Los reyes bibliófilos: bibliotecas, cultura
escrita y poder en el Occidente medieval”, En la España Medieval, 33, pp. 147-170.
30
Roy Marín, M. J. y Navarro Bonilla, D. La librería de Martín I el Humano, art. cit., p. 1377.

220
Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del Casal d’Aragó

de ejemplo y contraste, repárese en que el estudio de las bibliotecas


nobiliarias castellanas del siglo XV revela una preponderancia de las
obras en lengua vernácula sobre los códices latinos o en otras len-
guas. Por citar tan solo una, la biblioteca del conde de Haro contenía
42 libros en castellano por 34 en latín y tan solo tres en otras lenguas
(todos ellos en francés)31.

La documentación publicada por Rubió y Lluch en 1908 recoge


numerosos ejemplos de peticiones de préstamo de libros entre los
miembros de la familia real catalano-aragonesa32. Por ejemplo, se
conservan dos cartas de su hermano, el Rey Juan el Cazador, en las
que le reclama la devolución de libros: en una fechada en 1387 le
reclama obras de Tito Livio y Valerio Máximo y en otra fechada en 1391
le reclama un libro de la materia de Bretaña, es decir de tema artú-
rico33. También se conserva una carta en la que la reina Violante de
Bar solicitaba a su cuñado, el entonces Infante Martín, la devolución
de un romance de caballería que le había prestado34, o la petición de
libros en préstamo a su primo, el conde de Urgell. El mismo Martín el
Humano regaló libros a su hijo Martín el Joven, Rey de Sicilia. Así, en
1399 le envió a Sicilia una copia del códice de Valerio Máximo que a su
vez le había prestado en su día su hermano, el Rey Juan35. También se
conservan documentos de compra o encargo por parte de Martín el
Humano de numerosas obras, como por ejemplo cuando entregó en
1407 cien escudos de oro al mercader Gaspar Moles para que adqui-
riera ciertos libros en París para su biblioteca36.

31
Monsalvo Antón, J. M. La Baja Edad Media en los siglos XIV-XV, op. cit., p. 192.
32
Vid. Rubió i Lluch, A. Documents per l’historia de la cultura catalana mig-eval, op. cit.
33
Rubió i Lluch, A. Documents per l’historia de la cultura catalana mig-eval, op. cit., doc. CCCCXIX;
Coll i Alentorn, M. El Rei Martí historiador, art. cit., p. 217.
34
El Guiron el Cortès; carta de 31 de Agosto de 1383 (Vielliard, J. [1930] Nouveaux documents sur la
culture catalane au Moyen Age, EUC, XV, p. 31; Coll i Alentorn, M. “El Rei Martí historiador”, art.
cit., p. 217).
35
Carta del 16 de Octubre de 1399 (Rubió i Lluch, A. Documents per l’historia de la cultura catalana
mig-eval, op. cit., I, doc. CCCCLXVIII; Coll i Alentorn, M. “El Rei Martí historiador”, art. cit., p. 217).
36
Carta del 6 de Julio de 1407; Rubió i Lluch, A. Documents per l’historia de la cultura catalana mig-
eval, op. cit., II, p. 388; Miquel Juan, M. (2003) “Martín I y la aparición del Gótico internacional en el
Reino de Valencia”, en Anuario de Estudios Medievales, 33/2, p. 786.

221
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

Se conservan asimismo las cartas que se intercambiaron el


Cardenal Pedro de Auvernia y el Rey Martín tratando del préstamo
de libros. Así, el Cardenal le prestó al monarca entre 1398 y 1399 el
Speculum Historiale de Vicente de Beauvais y una Vida de los Santos
Padres (De Vitis Patrum)37. En 1405 también reclamaba al abad de
Poblet que le hiciera llegar la Historia adversus Paganos de Paulo
Orosio38.

Otro documento significativo que ilustra perfectamente el inte-


rés personal que el monarca se tomaba por la obtención de aquellos
libros que le interesaban lo encontramos en una carta dirigida por
éste el 15 de Abril de 1409 a su antiguo consejero y paje, Francisco de
Aranda, por aquel entonces entrado en religión como cartujo y miem-
bro de la curia del Papa Luna. En la misiva el Rey Martín solicitaba de
su viejo amigo que le consiguiera en la biblioteca pontificia una tra-
ducción del De Civitate Dei de San Agustín y un ejemplar del De Vita
Christi de Ludolfo de Sajonia y además le agradecía el envío previo de
dos copias de unos escritos sobre Sicilia que procedían de Aviñón y
que el soberano catalano-aragonés se comprometía a devolver des-
pués de que se hubieran copiado39. Parece ser que tenía cierta afición
por la miniatura libresca aviñonesa, ya que en Mayo de 1386, siendo
aún Infante, había encargado también en Aviñón una serie de códi-
ces para abastecer la biblioteca de la Cartuja de Valldecrist, el cenobio
cuya fundación había patrocinado él mismo40.

En cuanto a las materias destacan obras de religión (misales, sal-


terios, breviarios, hagiografías…), obras jurídicas como los Usatges de
Cataluña o las Siete Partidas de Alfonso el Sabio, obras de astronomía

37
Rubió i Lluch, A. Documents per l’historia de la cultura catalana mig-eval, op. cit., I, docs. CCCXL y
CCCCLXVII; Coll i Alentorn, M., “El Rei Martí historiador”. art. cit., p. 217.
38
Rubió i Lluch, A. Documents per l’historia de la cultura catalana mig-eval, op. cit., I, doc.
CCCCXCVIII; Coll i Alentorn, M., “El Rei Martí historiador”. art. cit., p. 218.
39
Aca, C, reg. 2252, ff. 65 v. 66 r. (Ferrer i Mallol, M. T. “Un aragonés consejero” de Juan I, art. cit., p.
544).
40
Rubió i Lluch, A. Documents per l’historia de la cultura catalana mig-eval, op. cit. I, doc. CCCLXXX;
Miquel Juan, M. (2003) “Martín I y la aparición del Gótico internacional en el Reino de Valencia”,
Anuario de Estudios Medievales, 33/2, p. 784.

222
Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del Casal d’Aragó

como las Tablas Alfonsíes que recopilara Alfonso X el Sabio, obras de


geometría y medicina, obras de autores clásicos greco-romanos como
Julio César, Plutarco, Valerio Máximo, un libro de juego de dados en
catalán, otro libro de ajedrez, un tratado de estrategia militar y, final-
mente numerosos volúmenes de poesía catalana y provenzal41.

María José Roy y Diego Navarro han apuntado, en definitiva,


que “se configura a partir de las lecturas de Martín I un gusto pre-
renacentista, avivado como hemos dicho anteriormente por el estre-
cho contacto con los humanistas italianos a través los frecuentes
viajes a Sicilia”42.

Cabe mencionar asimismo la figura extraordinaria del secre-


tario personal del monarca, el insigne literato catalán Bernat Metge
(1346-1413), de cuya obra cumbre, Lo Somni (año 1399), sabemos que
el monarca ordenó hacer una copia para su uso personal que terminó
en Zaragoza43. En realidad, Metge le debía su libertad al monarca, ya
que tras la muerte del Rey Juan el Cazador había sido procesado acu-
sado de corrupción junto a buena parte del personal de la cancille-
ría y solo la intervención de Martín el Humano pudo librarle de una
condena más severa44. De hecho, Lo Somni fue compuesto durante su
permanencia en prisión aguardando juicio45.

Sin duda, resulta curioso que esta obra italianizante, un diálogo


filosófico de corte platónico-ciceroniano y claro saber clasicista entre
el difunto rey Juan I y el propio Metge, fuera apreciada por el monarca
si se tiene en cuenta su perfil devoto, ya que Metge da sutilmente un
toque epicúreo con resonancias de Ovidio a sus reflexiones sobre por
ejemplo la inmortalidad del alma, lo que ha llevado a Batllori a calificar

41
Roy Marín, M. J. y Navarro Bonilla, D. “La librería de Martín I el Humano”, art. cit., pp. 1380-81;
Beceiro Pita, I. Temas y tipos de lectura, art. cit., p. 15.
42
Roy Marín, M. J. y Navarro Bonilla, D. “La librería de Martín I el Humano”, art. cit., p. 1380.
43
Carta del monarca fechada el 28 de Abril de 1398.
44
Ferrer i Mallol, M. T. (2001) El Rei Martí I l’ Humà (1396-1410), Llibre de Tona, Tona, pp. 65-66.
45
Miquel Juan, M. “Martín I y la aparición del Gótico internacional”, p. 784.

223
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

el Lo Somni como una obra de carácter “humanista”46. Hay que tener


en cuenta que es ésta una obra que incluso desborda a Petrarca en
lo que tiene de contestación radical a los esquemas mentales de la
escolástica47. No en vano, a Metge se le ha calificado como “el pri-
mer filósofo laico” de la España cristiana medieval48. Posiblemente la
apertura de miras intelectual del Rey Humano pesó más en el ánimo
del monarca que sus posibles objeciones religiosas ante esta obra.

Sea como fuere, también en la correspondencia personal del


monarca en latín y catalán se descubre el sello del elevado estilo lite-
rario de Bernat Metge, que era un buen latinista imitador de Petrarca.
De hecho, en el círculo de la Cancillería real barcelonesa hay cons-
tancia de que se conoce a Petrarca y a Boccaccio en los dos últimos
decenios del siglo XIV49.

En cuanto a la labor de mecenazgo cultural del Rey Martín cabe


señalar su papel promotor en la elaboración de las Crónicas del Reino
de Sicilia, iniciadas durante su estancia en la isla o en la composición
de un Flos Mundi, un compendio de historia universal en catalán, en
cuyo prólogo se anuncia el propósito de continuar la obra hasta los
tiempos del Rey Martí que vull poseex la corona d’Aragó50.

El capellán del Rey Martín, el fraile dominico formado en París


Antonio Canals, fue el introductor de la devotio moderna en la Corona
de Aragón. Ya Juan el Cazador le había encargado traducir varios
libros del latín al catalán y fray Antonio dedicará al propio Rey Martín
su influyente tratado de mística en lengua catalana titulado Scala de
Comtemplació51.
46
Butiñà Jiménez, J. (2006) “El humanismo catalán”, eHumanista, 7, p. 29.
47
“Metge nos obliga a situarnos en la vanguardia del movimiento, puesto que él mismo se coloca
frente a Petrarca, mostrando plena asimilación de su proyecto, pero ejerciendo a la vez hacia él
una fuerte contestación en el plano moral. Ambos aspectos se pueden valorar en el Griselda –que
traduce el Griseldis al catalán” (Butiñà Jiménez, J. “El humanismo catalán”, p. 30).
48
Butiñà Jiménez, J. “El humanismo catalán”, p. 30.
49
Butiñà Jiménez, J. “El humanismo catalán”, p. 30.
50
Miquel Juan, M. “Martín I y la aparición del Gótico internacional”, p. 783.
51
Canellas, A. y Trenchs, J. Cancillería y Cultura, p. 63; Miquel Juan, M. Martín I y la aparición del
Gótico internacional, p. 784.

224
Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del Casal d’Aragó

También estuvo relacionado con el monarca el fraile Joan


Eiximeno, un influyente místico que dedicó a la esposa de Don Martín,
la reina María de Luna, su Vida de Jesucrist. También parece que tuvo
tener alguna relación de mecenazgo con la traducción al catalán del
De Officiis de Cicerón por parte de un magister franciscano protegido
suyo, fray Nicolau Quilis, que se había formado en la Universidad de
París52.

Según ha señalado Salvador Claramunt, el monarca catalano-


aragonés tuvo una política universitaria bien definida53. Siguiendo los
pasos ya dados por sus antecesores, en particular Jaime II y Pedro el
Ceremonioso, que habían implicado de lleno a la Corona en la fun-
dación y sustento de la Universidad de Lérida (fundado en 1300,
será el único Studium generalis de la Corona de Aragón durante
todo el siglo XIV)54, decidió fundar un estudi general de Medicina en
Barcelona en 1401, una escuela de medicina que sería el embrión del
futuro Studium generalis de Barcelona, la primera “Universidad” pro-
piamente dicha que tuvo Barcelona, definitivamente instituida por
Alfonso el Magnánimo en 1450.

La enseñanza universitaria de la medicina en la Corona de


Aragón estaba muy focalizada desde el siglo XII en el studium de la
ciudad francesa de Montpellier, una de las mejores y más venerables
universidades de Europa en lo referente a la enseñanza de la medi-
cina, situada además en un señorío parte de los dominios de los reyes
catalano-aragoneses desde el reinado de Jaime el Conquistador. Pero
desde 1349 Montpellier había pasado a formar parte del reino de

52
Esta relación de mecenazgo quedaría demostrada por una carta del propio monarca a los jurats de
Morella fechada el 20 de Mayo de 1405 (Wittlin, Curt J. (1974) Sens lima e correcció de pus dols estill.
Fra Nicolau Quilis traduint el Llibre De Officiis de Ciceró, Boletín de la Academia de Buenas Letras de
Barcelona, 35, pp. 129-130).
53
Vid. Claramunt, Salvador (2001) “La política universitaria de Martín el Humano”, en Acta Historica
et Archaeologica Medievalia, 22/2, pp. 735-745.
54
Política similar a la seguida antes por otros monarcas fundadores de universidades en Europa.
Repárese en las figuras del emperador Federico II (Nápoles), Alfonso VIII de Castilla (Palencia),
Alfonso IX de León y Alfonso X de Castilla (Salamanca), Dionís de Portugal (Coimbra), Carlos IV
de Bohemia (Praga), Casimiro III de Polonia (Cracovia), Eduardo II y III de Inglaterra (colleges en
Cambridge), Enrique VI de Inglaterra (King’s College en Cambridge).

225
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

Francia55. Luego ahora quedaba fuera de las fronteras de la Corona


catalano-aragonesa, en territorio nada menos que del archi-enemigo
del Casal d’Aragó.

A esto respondió el siempre preocupado por la cultura Pedro el


Ceremonioso con la fundación de una nueva Universidad en Perpiñán,
en el Rosellón catalán, muy cerca de Montpellier. Ciertamente, la
Universidad de Lérida tenía estudios de medicina, al igual que el
Estudio General de la Orden de Santo Domingo en Barcelona56, pero
ambos resultaban claramente insuficientes para el tamaño y proyec-
ción de la poderosa y próspera Cataluña del siglo XIV.

Por consiguiente, Martín el Humano asumió el liderazgo cultu-


ral regio antes desplegado por su padre. El 20 de Mayo de 1406 reor-
ganizó mediante un privilegio real la estructura y funcionamiento de
la Universidad de Lérida57. Pero, sobre todo, dio un paso audaz y deci-
sivo cuando unos años antes presentó solemnemente el 23 de Enero
de 1398 ante el Consell de Cent de Barcelona la aceptación de un pri-
vilegio que pensaba pedir al Pontífice (el único facultado entonces
para otorgarlo) para que sancionara la fundación en la ciudad condal
de un Estudi General de tota facultat. Esta petición real significaba la
fundación de una tercera universidad en tierras catalanas y era casi la
primera medida de gobierno tomada por el Rey Martín, que acababa
de regresar de Sicilia y ser coronado en la Seo de Zaragoza58.

Desde luego, la creación de una Universidad era algo que daba


un prestigio sin igual a una ciudad en una época en que apenas había
treinta con ese rango de studium generalis en toda la Europa cristiana
(en los reinos hispánicos apenas cuatro o cinco). Pero también aca-
rreaba disturbios ya que los estudiantes de la época eran un conti-
nuo foco de incidentes con la población local, como lo probaba la

55
Al serle vendida la ciudad a Felipe VI por Jaime III de Mallorca.
56
Financiados por Jaime II según consta en un documento de 1297 (Claramunt, S. “La política
universitaria de Martín el Humano”, art. cit., p. 737).
57
Claramunt, S. “La política universitaria de Martín el Humano”, art. cit., p. 744.
58
Claramunt, S. “La política universitaria de Martín el Humano”, art. cit., p. 737.

226
Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del Casal d’Aragó

experiencia traumática sufrida por Barcelona u Oxford el siglo ante-


rior. Enseguida, apenas una semana después, el 1 de Febrero, se reu-
nía el Consell de Cent para responder con una rotunda negativa a la
proposición regia, entendiendo que la escuela catedralicia de la ciu-
dad, sobre la que venía ejerciendo un control absoluto, le bastaba y
sobraba a Barcelona.

Ahora bien, el monarca no se desanimó y solicitó el 10 de


Diciembre de 1400 de su aliado, el Papa aviñonés Benedicto XIII, el
reconocimiento para la creación no ya de un Studium generalis en
Barcelona (algo que sin el apoyo del Consell de Cent era inviable) sino
de un Studium solo de Medicina con los mismo privilegios y alcance
que el de Montpellier59. En la misiva al Pontífice, el Rey Martín “resalta
que, gracias a la futura fundación, los alumnos, al seguir residiendo
en el mismo lugar de sus padres, se verán libres de los peligros de los
largos viajes, y el reino se enriquecerá con hombres sabios y ganará
renombre ante los extranjeros”.

Lo cierto es que el Pontífice no respondió durante años a esta


petición. Sabemos por otra carta del monarca fechada en Febrero de
1402 que todavía no había respondido ni positiva ni negativamente.
El hecho es que el monarca aragonés, contrariamente al tópico sobre
su carácter débil y clerical, no había esperado obtener respuesta del
Papa para proceder a la fundación del Studium de Medicina de forma
unilateral mediante un privilegio real fechado el 10 de Enero de 1401.
No era en puridad un acto de desacato ya que en realidad no era nece-
sario el permiso pontificio para un studium que no aspirara a obtener
para sus egresados la licentia ubique docendi, esto es, la posibilidad
de enseñar o practicar en cualquier lugar de la Cristiandad. Pero sea
como fuere era un acto de cierta descortesía no esperar respuesta una
vez que se le había solicitado al Pontífice la sanción a la fundación60.

59
Claramunt, S. “La política universitaria de Martín el Humano”, art. cit., pp. 738-739.
60
A pesar de que algún cronista asegura que la bula pontificia se expidió el 2 de Mayo de 1400, lo cierto
es que tal documento, de haber existido, no se conserva (Claramunt, S. “La política universitaria de
Martín el Humano”, art. cit., p. 739).

227
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

Como si el soberano intuyera la oposición frontal de los burgue-


ses de Barcelona, puso a todos los miembros del Estudi de Medicina
bajo su real protección y salvaguardia especiales, otorgándoles no
solo el monopolio de la enseñanza de la Medicina en la ciudad sino
también la condición de médicos de la Casa real. De hecho, con gran
astucia, el Rey Martín tampoco comunicó a los Consell de Cent y a la
veguería de Barcelona la existencia de la nueva institución universi-
taria hasta el mismo momento en que ya funcionaba y tenía Canciller
(Francesc de Granolach, el propio médico personal del soberano)61.

Quizá resulta curioso señalar que el privilegio del monarca


también concedía al Estudio para la investigación médica por lo
menos dos cadáveres de ajusticiados todos los años y con la única
limitación de que se excluyeran los de los naturales de la ciudad de
Barcelona62. Conviene recordar, en este sentido, los fuertes tabúes
que pesaban sobre la investigación anatómica con cadáveres en la
Europa medieval.

Sea como fuere, el enfrentamiento en el seno de la ciudad con-


dal fue radical; los médicos y cirujanos tradicionales (sin título uni-
versitario) que veían en el estudi general de Medicina una fuente
de peligrosos futuros competidores, hicieron la vida imposible a los
médicos del Estudi de Medicina que, hostigados en graves inciden-
tes de orden público, empezaron a abandonar Barcelona. Pero lejos
de echarse atrás o recular el Rey Martín optó en Mayo de 1402 por
ampliar el Estudio y crear una Facultad de Artes Liberales anexa a la
de Medicina63.
61
Claramunt, S. “La política universitaria de Martín el Humano”, art. cit., p. 739.
62
Claramunt, S. “La política universitaria de Martín el Humano”, art. cit., p. 740.
63
“El rey Martín desea favorecer el Estudio de Medicina recientemente fundado en su feliz y sabia
ciudad de Barcelona, con el concurso de algunos maestros en las artes liberales sin las cuales es
casi inútil el estudio de la medicina, a fin de que sea fuente que riegue y fecundice los corazones
de los que quieran alcanzar los dones de la ciencia médica para honor de la época y gloria y salud
perpetua de sus súbditos, y en la ciudad la tierra produzca gran abundancia de capaces maestros.
Con tal objeto concede a todos y cada uno de los maestros en medicina del Estudio, graduados en
Artes, el derecho de dar el título de maestro o bachiller en Artes a quienes lo merezcan, tal como
es concedido a los profesores del Estudio de Lérida, y que los maestros en Artes del Estudio de
Medicina puedan ordenar lo referente a los exámenes, expensas y detalles pertinentes sin apartarse
de lo dispuesto en aquel Estudio, tal como pueden hacerlo los maestros en medicina del Estudio de
Barcelona, de acuerdo con lo establecido en el privilegio de fundación” (ACA, reg. 2197, 165).

228
Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del Casal d’Aragó

Tan solo un año después, en Enero de 1403, el monarca se


encontraba con otro obstáculo inesperado, uno que procedía del pro-
pio seno del Estudi de Medicina: el enfrentamiento entre los propios
profesores llegó a tales niveles de acritud que, entre violentas amena-
zas, un grupo depuso al canciller Francecs de Granollachs y nombró,
ignorando la potestad regia, como nuevo canciller a Pere Pau. La reac-
ción inmediata del monarca fue reponer por la fuerza a Granollachs
como canciller. Pero la guerra civil en el seno de la comunidad uni-
versitaria barcelonesa continuó y dos años después, en Septiembre
de 1405, el soberano se veía obligado a nombrar como árbitro de la
disputa a un deán de Tortosa. Como ha señalado Salvador Claramunt,
“lo cierto es que esta medida demuestra un cierto cansancio del rey
respecto a una institución por la que tanto había luchado”64.

Estas querellas intestinas unidas a la cerrada oposición tanto


de las cofradías de médicos y cirujanos de la ciudad, como del propio
Consell de Cent de la Ciudad que en Octubre de 1408 volvió a rechazar
otra propuesta del soberano para fundar un Studium generalis que
ampliara el de Medicina y Artes65, provocaron que finalmente el Rey
Martín tuviera que abandonar el proyecto de Studium generalis harto
de tanto obstáculo interno y externo. Cabe señalar en este sentido
que el Consell de Cent ya se había opuesto con éxito en 1377 al pro-
yecto de trasladar la Universidad de Lérida a Barcelona. Solo Alfonso
el Magnánimo conseguiría vencer definitivamente esas resistencias
en Septiembre de 1450, cuando el propio Consell de Cent solicitara
al monarca la fundación de un Studium generalis mediante la fusión
del Estudi de Medicina fundado por Martín el Humano y la escuela
catedralicia.

Resulta llamativo el triste destino final no solo del Estudio de


Medicina y Artes de Barcelona como del propio primer canciller que
lo gobernó, el doctor Francesc de Granollachs. Este insigne médico
terminó sus días por razones que se desconocen viviendo de la

64
Claramunt, S. La política universitaria de Martín el Humano, art. cit., p. 743.
65
Claramunt, S. La política universitaria de Martín el Humano, art. cit., pp. 743-44.

229
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña

caridad para pobres vergonyants de la parroquia del Pi de Barcelona,


gracias a lo cual sobrevivió a duras penas en su ancianidad66. Mientras
tanto, su rival por la cancillería del Estudi, Pere Pau terminaría sus
días como médico personal de la reina María de Aragón y canciller
de la Universidad de Barcelona fundada por Alfonso el Magnánimo.

Terminemos con un episodio significativo que creo que


refleja de forma muy plástica el talante y el talento de este monarca
excepcional.

En el año 1406 las cortes catalanas fueron convocadas por el


monarca en Perpiñán. Siguiendo la tradición oratoria regia iniciada
por su padre, que había dominado con maestría este arte, el Rey
Martín hizo una exhibición de recursos retóricos en un vibrante dis-
curso a los parlamentarios allí reunidos plagado de citas de autores
clásicos, entre los que se contaban Horacio, Ovidio, Tito Livio, Julio
César y Lucano. Parece ser que este discurso dejó una huella imborra-
ble en los que lo oyeron67.

De este modo, Martín el Humano, bibliófilo, mecenas, funda-


dor de universidades, encarnaba otro aspecto del Rey sabio medieval:
el Rex orator, el monarca que habla a su pueblo y mediante la palabra
y no la espada le lidera. En este sentido, hacemos nuestro el juicio de
Salvador Claramunt: “el reinado de Martín el Humano no es dema-
siado largo en el tiempo, pero la actividad del soberano por el mundo
universitario, de la cultura y de las humanidades en general, le acredi-
tan como un personaje que supo estar a la altura de su tiempo, a pesar
de que las circunstancias históricas no le acompañasen del todo, y
el empecinamiento de muchas de las instituciones de sus territorios,
acompañada de la vanidad y conflictividad de sus propios protegidos
le presentasen batalla frontal”68 en su afán por reformar el Reino.

66
Claramunt, S. “La política universitaria de Martín el Humano”, art. cit., p. 741, n. 16.
67
Chaytor, H. J. (1933) A History of Aragon and Catalonia, Londres, p. 261.
68
Claramunt, S. “La política universitaria de Martín el Humano”, art. cit., p. 745.

230
Martín I El Humano. Un Rey sabio en el Otoño del Casal d’Aragó

En definitiva, Martín el Humano fue un perfecto monarca del


renacimiento sí, pero del renacimiento que supuso la civilización
escolástica medieval, una civilización que en pleno Trecento aún
seguía bien viva.

231
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ISBN: 978-84-15949-37-4

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