Está en la página 1de 21
M. GARCIA-PELAYO IDEA DE LA POLITICA Y OTROS ESCRITOS CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES MADRID, 1983 Deseo hacer constar que el empleo de la palabra auctoritas en vez de «autoridad» como titulo del presente trabajo, no responde a una inGtil y {écil pedanterfa, sino a 1a conveniencia de designar realidades distintas con vocablos distintos, pues como veré el que siga leyendo, por cuctoritas entendemos un fendmeno que puede ser justamente Io opuesto 1 lo que frecuentemente suele entenderse por autoridad y que nosotros denominaremos autoridad hipostatizada o adscriptiva. I. AUCTORITAS, PODER E INFLUENCIA st ((—_®2 aucorts es jonto con el poder y ta influenca una de Is ies (_parg operar sobre Ta condicta de los demés. Puede afimarse en térmi- ‘nos generales que en todo orden polftico concreto estén presentes junto al poder momentos de auctoritas y de influencia. El objetivo de este trabajo es desarroflar unas consideraciones sobre ta idea de auctoritas cen su pristino sentido y sobre Ia de autoridad hipostatizada o adscrip- tiva, Para ello necestiamos hacer una referencia, bien que lo més breve posible, al concepto de poder y de influencia, Por el poder se entiende Ia posibifidad directa o indirecta de deter minar la conducta de los demés sin consideracién a su voluntad 0, dicho de otto modo, la posibitided de sustituir la voluntad ajena por Ja propia en Ia determinacién de la conducta de otro o de otros, mediante le aplicacién potencial o actual de cualquier medio coactivo 10 de un recurso pefquico inhibitorio de Ta resistencia. El poder puede 137 M. GARCIA-PELAYO tener ¢ hist6ricamente tiene distintas especificaciones: puede ser per- sonal 0 institucional, legitimo o ilegftimo, condensado o difuso, racional ¢ irracional, etc., pero ello no son més que adjetivaciones y modalida- des, pues suistantivamente el poder es 1o antedicho, en virtud de que s6lo las notas aludidas proporcionan una caracteristica clara y distinta y, por consiguiente, un criterio diferenciador frente a conceptos prdximos. La influencia es 1a postbilidad de orientar Ta conducta ajena en tuna direccién determinada, sea utilizando un ascendiente de origen afectivo, social o de otta especie del influyente sobre el influenciado, sea mostrindole explicita o implicitamente los obstéculos, inconve- niientes, dificultades 0 incomodidedes, en una palabra, las conse- cuencias penoses que derivarian por accién 0 por omisién de una accién contratia. No utiliza le coaccién, sino la presi6n y, por tanto, no sustituye la voluntad ajena pero la induce 0 disuade de seguir una conducta 0 de realizar un acto. Cusndo argumenta no lo hace tanto convenciendo cuanto persuadiendo, es decir, mediante unas razones que no se podrian explicar publicamente o que, de ser explicadas, no tendrfan la adhesién ni Ia legitimacién piiblicas. Por eso, si en descargo de una accién se puede invocar el poder 0 {a autoridad no se puede, ‘en cambio invocar 1a influencia. Consecuentemente, ta influencia no tiene, en general, naturaleza pablica, sino que se desarrolla en los pasillos, en los despachos @ puerta cerrada, en el club o, eventual: mente, en la alcoba, La influencia puede reunir elementos de auctoritas ¥ de poder, pero sin confundirse ni con Ia una ni con ef otto. 11, IDEA DE AUCTORITAS Mientras que el poder determina 1a conducta de los demés, sustitu- yendo la volunted ajena por le propia, Ia auetoritas, en cambio, Ia condiciona, es decir, inclina a seguir una opinién o una conducta pero oftece fa posibilidad de no segtirla. Ast como la relacién entre el ssjeto activo y el objeto pasivo del poder obedece, en los casos Iimi- tes, a uno relacién de causalidad de a que esté ausente Ia libertad, en cambio, la relacién entre el sujeto de te auctoritas y sus seguidores es ima selacién de motivacién, es decir, se besa en Ia creacién pot parte del que ejerce la auctoritas, y en el reconocimiento por los que la siguen, 138 AUCTORITAS. de motives de seguimiento, y, por tanto, exige de la libertad de elec. cidn. El poder domina contradiciendo, en tltima instancia, la libertad del objeto; la auctoritas, en cambio, para ser efectiva ha de tener como contrapunto la libertad de la persona, la cual se autoimpone como obligacién ética 0 como exigencia de la honorabilided seguir el camino marcado por el sujeto de la auctoritas. El poder somete, la auctoritas provoca adhesiones y, por ello, asf como el poder se realiza imperativa- mente, la auctoritas ha de ser teconocida por sus seguidores. El poder se basa en la disposicién de medios de concci6n; Ia auctorifas, en cam bio, en la posesién de cualidades valiosas de orden espiritual, intelec- tual o moral, lleva siempre adheridas unas ctialidades axioldgicas que hhacen sentir el seguimiento como un deber. No significa jamés una anulacién de la personalidad, sino, por el contrario, una inclinacién hacia lo axiolégicamente superior, lo que significa un engrandecimiento de la personalidad y, por eso, no cabe contar entre sus fenémenos el sentimiento masoquista de Ia entrega o sumisién pasiva hacia el poder, ni el deslumbramiento por el poderoso'. ‘La auctoritas se basa en el crédito que ofrece una persona o una institucién por sus pasados logros, y, por tanto, tiene como suptesto Ja confienza; el poder, en cambio, tiene como supuesto la desconfianza, Ia fiscalizacién, el control y Ia disposiciéa de medios capaces de allanar la contraria disposici6n ajena. El poder puede, por un azar histérico, ener en manos de cualquiera: de un criminal, de un inmoral, de un adulador, incluso de wn tonto (hébil, sin embargo, para moverse entre ‘os pasillos que conducen a los recipientes del poder). La auctoritas, en cambio, se posee como un don natural o adquirido, pero, en todo caso, actuslizado en una conducta ejemplar, como tna superioridad ‘mosteada en las res gestae 0 cosas realizedas, o como Ia encarnacién ten grado de excélencia de unos valores aceptados por la gente, en resumen, por la posesién reconocida de tna cualidad estimable en el portador de la auctoritas unida a la actitud por parte de los demés a feconocerle una funcién ditectiva. Por consiguiente, al igual que el poder, la auctoritas es jerérquica, aunque sea distinta In relacién con el ‘objeto: en un caso la jerarqufa se expresa en Ja relaci6n de mando y ‘obediencia; en el otto, en Ta de direceién y seguimiento. ¥ dado que T Vid B. Broo: «Ober Macht und Autoritits, en Magnums, Heft 55 (abril 1964), pag. 6. 139 M. GARCIA-PELAYO es jerdrquica, no puede desplegarse en el constante convencimiento, pues ello supondria una relaci6n igualitaria y, en iltimo término, una actitud de duda y de desconfianza, incompatibles con el erédito y Ia confianza que, como hemos visto, constituyen momentos componentes del concepto de auctoritas. Por eso, Ia auctoritas alcanza su més plena cexpresién cuando se sigue a alquien no tanto por fo que dice, sino por quien 1o dice, aunque, por supuesto, manteniendo siempre abierta 1a posibilidad critica (lo que no es el caso de Jo que llamaremos més tarde utotidades hipostiticas o adscriptivas)?, La auctoritas no necesita razonar ni convencer a cada momento: hay o hubo un convencimiento previo derivado de la certeza del argumento o de Ia eficacia de los fctos, @ partir del cual opera la confianza, en cuya virtud se presume a ravonabilidad o la eficacia del portador de 1a auctoritas. «La autori- dad —dijo certeramente Sieyts— viene de arriba, la confianza de abajo». Por su parte Mommsen definié a Ia auctoritas romana como ‘ems que tn consejo y menos que tna orden» o como «un consejo cuyo cumplimiento no se podia decentemente eludir» *, definicién que, curio- samente, coincide substancialmente con la de Pufendorf: direccién de In accién de otros cuando no se tiene en rigor el derecho a ordenérsela yala cual, sin embargo, es dificil resistit ‘, Como veremos més adelante, tiene auicioritas quien posee la capacidad para ser auctor, es decir, para fundamentar o fortalecer un juicio 0 una decisién. Todo esto nos da la clave para distinguir entre la verdadera y le falsn autoridad. Una autoridad es falsa cuando no existe adecuacién entre In cualidad crefda en una persona, tin grupo © una institucién, y In realidad, falta de adecuacién que puede deberse a razones objetivas 6 subjetivas. Nos encontramos con el primer caso cuando un andlisis racional y objetivo de Ias cosas muestra el error de lo hasta entonces Tiwtnun ha expresado certeramente esta octitud al referirse a le autoridad de In ciencin y de fos especialistas: «ZQuiere decirse que rechazo toda astori: Gad? Lejos de mi este pensamiento», dice, y afiade: pero reservéndome mi Incontestshle derecho de erftica y de controls, Es decir, «no reconozca ninguna ‘uloridad infalible, ni siqulera en Jas cuestiones estrictamente especializadas» 0 ‘nds cleramiente eréconocemos la autoridad absoluta de Ja ciencia, pero rechaze- tras ia infalibilided y Te universalidad de sus representantes» (Bakunin: Libert® 2 Rivoluzione, Napoli, 1968, pags. 77 ys.) *"Rainisches Staoisrecht, 3 edicién, t. 11, pig. 1054. « Te Droit de ta Noture et des Gens. Traduccidn de J. Barnevrrac, Basilea, 1752. Lib. 1, vol, 140 AUCTORITAS crefdo en virtud de la autoridad; tal fue, por ejemplo, el caso de la fisi- ca de Aristételes frente a la fisica moderna; o es el de aquellas perso- nas cuyos logros en Ia accién politica no responden a la confianza en. cellos depositada. Una autoridad es fraudulenta cuando el sujeto de Ia autoridad abusa de su crédito, sea para mantener su prestigio, como es el caso del profesor a quien se le hace una pregunta cuya respuesta ignota, pero que da respuesta sabiendo que hay la probabilidad de que sea creda por quien pregunta y a quien, por tanto, conduce a error; see por comodidad, irresponsabilidad 0 cobardia, como es el caso de esos intelectuales que firman manifiestos protestando de hechos cuyas. tazones y circunstancias ignoran totalmente; sea en fin para tratar de dirigir las creencias, convicciones o acciones de unas personas hacia objetivos en los que est interesado el beneficiario de Ja autoridad, faunue sean contrarios a la rectitud intelectual o moral. La consecuen- cia Gltima del fraude es la pérdida de autoridad. 1, EJEMPLOS Las sociedades tradicionales y, sobre todo, las primitivas, en las que el poder estatal 0 politico es preponderantemente difuso, se basan fundamentalmente en relaciones de auctoritas, pero bajo dicho tipo de relaciones se configuran también gran mtimero de conexiones interper~ sonales y de conjuntos sociales vigentes en Ia vida moderna. Tal puede ser, y en algunos regfmenes juridicos y para ciertos casos es efective- monte, la relacién paterno-filial una vez perdida Ie patria potested, ‘auctoritas que es tanto mayor cuanto més patriarcales sean los supuestos de una sociedad (sobre la autoridad paterna vid. ademés injra p. 162). También [o es la «escuela cientffica», es decir, ese conjunto de perso- nas constitutivas de un grupo integrado por el comtin reconocimiento de la autoridad de un maestro o de una serie de escritos a partir de los ‘cuales desarrollan sus propias creaciones. La referencia al Diccionario para Ia recta ortografia para la procedencia del uso de una palabra o para su definicién, es tembién un caso de reconocimiento de la aucto- fitas de wna corporacién o de una persona o conjunto de personas referencia que influye decisivamente en el desarrollo de un fenémeno tan social como el Tenguaje, al menos en su forma escrita. Las ideas 141 1M. GARCIA-PELAYO tiluci6n podria sustraer tales facultades al Tribunal Supremo, pero si ello es juridicamente posible es, por ehora, politicamente imposible precisamente por Ja auctoritas que le reconoce al Tribunal Ia generali- dad del pucblo americano. Baste recordar el duelo entre el poder del Presidente Roosevelt y ta autoridad de ta Corte Suprema. ‘También el Senado de los EE. UU. tiene, junto a sus poderes, una auctoritas de efectos en ocasiones decisivos: durante el afio 1954 una encwesta de Gallup habia revelado que el 50 por 100 de los america- nnos estaban a favor del Senador MacCarthy y del macarthysmo y sélo 1 29 por 100 en contra; sin embargo, después del voto de censura del Senado —que no le privaba de su cargo de senador, sino que juzgaba sti conducta como impropia o indecorosa (unbecoming) y contraria a las tradiciones del Senado—, MacCarthy y stt movimiento desaparecie- ron de Ia escena politica. La figura institucional del rey o de la reina de Inglaterra es com- pleja, pero es claro que entre sus momentos componentes apenes figura el poder y si, en cambio, la auctoritas, una autoridad no imputable tanto a la persona cuanto a la institucién de la Corona. Conocida es la frase de Bagehot sobre los poderes del rey o reina ingleses: el derecho ‘a set informado, el derecho a animar, el derecho a prevenir. Poco, en verdad, en tanto que poder, pero sf en tanto que autoridad (anima y previene), autoridad adscriptiva cuya amplitud e intensidad dependeré, sin embargo, de Ins cualidades personales y de Ia experiencia del mo- rnarca, Pero junto a In auctoritas politica, la reina de Inglaterra tiene también una auctoritas juridico-piiblica, ya que si bien no es el portador, sf es, en cambio, el titular y el supuesto de toclos los poderes: es cabe- za, principio y fin del Parlamenio; los tribunales, el Gobierno, la “oposicién parlamentaria, las Fuerzas Armadas, etc., son los tribunales, el Gobierno, Ia oposicién, las Fuerzas Armadas de S. M., la cual no ejerce los poderes por s{ misma, no es «actor», no tiene potestad, pero si es, en cambio, el suptesto, el centro de imputacién, en una palabra, el auctor que sustenta y legitima esos actos y poderes (sobre In di cidn de «actor» y eautors en Hobbes, vid. infra pp. 171 y s5.). Los intelectuales de algunos paises, principalmente de aquellos donde no se consolidé ta Reforma, han posefdo una autoridad no s6lo en las materias que cultivan, es decir, una autoridad literatia, cientifica émica, sino también una auictoritas que se extiende sobre la vida 148 Averoriras: péblica, viniendo a ser asi los herederos del «poder de definicién» y del llamado «poder indirecto» de los clérigos. La actualizacién de estos «poderes» por parte del clero tuvo lugar en los paises catélicos durante ‘un perfodo de tiempo mayor que en los protestantes, a lo que se afiade que en los pafses catélicos In Iglesia no ha constituido un departamento del Estado (como era en general el caso en los protestantes), sino una entided auténoma, amurallada tras de un concordat y sus propios privilegios y parte integrante de una entidad universal, supraestatal, ‘cuyo centro estaba, por tanto, fuera del Estado. Bajo estos supuestos, heredando y transfiriendo tales «poderes», vaciados de sus contenidos teol6gicos, a una sociedad ya secularizada, pero habituada a respetar a quienes encanan los valores del espiritu, los intelectuales, si bien no poseen poder politico, si se les ha reconocido una auctoritas que ha ‘contribuido a condicionar en ciertos casos y situaciones el destino po- Iitico de un pats, sea individualmente a través, por ejemplo, de un esorito —J’accuse de Zola, con ocasién del asunto Dreyfuss; 0 «El error Berenguer» (Delenda est Monarchia) de Ortega en los dias que precedieron a Ia proclamacién de la Reptiblica espafiola—, sea colectiva © corporativamente a través de un manifiesto 0 de otros medios de co- municacién, Repetimos que, por los motivos arriba aludidos, este es tun fenémeno peculiar de los pafses catéticos. En los paises protestantes, {os intelectuales o bien han constituido un estamento profesional respe- tado, pero sin intervenei6n como tal estamento en Ja vide polttica (Alemania y paises nérdicos), 0 si intervienen como fue en Inglaterra fel caso de Bernard Shaw o el de Bertrand Russell, apenas ninguno de sus compatriotas tiene sus opiniones en cuenta, o bien, en caso Himite, se les aplica como en los EE. UU. Ia despectiva denominacién de Eggheads. Finalmente y para terminar con estos ejemplos, un gran politico ‘sin cargo pablico ¢ incluso retirado a Ia vida privada, puede tener y tiene, probablemente, una auetoritas, aunque ya no tenga poder, ¢ incl 0 partiendo de esa auctoritas puede volver # ejercer el poder en con Clones excepcionales tanto material como formalmente (vid. injre p& ginas 154 y ss.) 149 | | 1M GARCIA-PELAYO VI. CLASES DE PORTADORES DE AUCTORITAS De fos ejemplos anteriores se desprende que la auctoritas puede tener como portadores: @) Una persona individual: tel tipo de auctoritas se basa en el reconocimiento de Ia posesién por una persona —testimoniada por sus actos— de cualidades excepcionales para enjuiciar certeramente situa ciones dificiles, para decidir lo que procede hacer ante ellas y para hacerlo efectivamente con éxito, es decir, tiene auctoritas de esta tiltima especie quien sabiendo qué hay que hacer, cuindo hay que hacerlo y ‘e6mo hay que hacerlo, to hace efectivamente. 'b) Una institucién, como fos casos anteriormente citados de In Corona inglesa o del Tribunal Supremo de los Estados Unidos. La uctoritas en este caso viene de Ia legitimidad de su origen y de la tradicién del recto ejercicio de sus funciones. (Sobre el Estado como sujeto de autoridad, vid. infra pp. 165 y ss.) c) Un grupo social laxo, pero que en un determinado momento puede integrarse para actuar corporativamente, como hemos visto en el caso de los intelectuales Sobre Ia diferencia entre la auctoritas fluyente y le autoridad hipos- tética o adscripta, que complementa Ia anterior distincién, vid. infra paginas 160 y ss. VII, RELACIONES ENTRE AUCTORITAS Y PODER Como hemes visto, la auctoritas es, en sf, algo distinto del poder. Como decia Pufendorf (Ob. cit., I, v. 1), la auctoritas dirige a alguien a hacer una aceién «cuando en rigor no se tiene el derecho a ordenér- selan. Pero, como también hemos visto anteriormente, Ia auctoritas puede estar unida al poder fundamenténdolo o ratificéndolo. Lo fun- damenta cuando el poder tiene por auctor aquello que esté acorde con Jos principios de legitimidad vigentes en cada momento: Dios, el pueblo, la naci6n, el derecho, In ley hist6rica, etc. Lo ratifica cuando 150 AUCTORITAS Jo hace acreedor a ello su conducta o su ejercicio, aunque en su origen pueda carecer de autoridad. En la medida en que el portador de un poder goce de auctoritas tendré, naturalmente, las adhesiones que ésta proporciona y disminuird la necesidad del uso de los medios coactivos, con lo que se produciré una economia de poder y una ampliacién de Ia esfera de Ia libertad, pero ello exige que les gentes crean en algin principio que actle como auctor del poder. En la medida en que el titular del poder carezca de autoridad le cabe el triste papel de presidir tun caos (con lo cual, en realidad, no es poder, sino una simulacién de poder) o de transformarse en pura dominacién que no Togra el orden predominantemente por la adhesin, sino por el temor y, en caso extre- ‘mo, por Ia inhibicién producida por el terror. El Estado moderno ha pretendido siempre poseer una autoridad como sustentacién del poder y de su ejercicio; pero sobre Ia «autoridad> —que ya no tanto de la ‘auctoritas— en el Estado modemo, trataremos més adelante. En todo caso, una sociedad no se tige sdlo por el Estado, sino también por personas ¢ instituciones surgidas del libre despliegue de Ja vida social y que careciendo de poder condensan, sin embargo, una autoridad capaz de entrar en el proceso de politizacién. Bajo este su- puesto, la auctoritas y el poder pueden estar en las sigttientes relacfones dialécticas: 1. El mero poder se transforma en auctoritas, lo que, a su ver, puede significar: |A) La adquisicién de auctoritas por el simple poder féctico, sea ‘a través del reconocimiento o de la investidura por parte de una auto- ridad superior, sea a través del reconocimiento de Ios sometidos. Puede afirmarse que todo poder efectivo durable y que pretenda Ilevar a cabo tuna tarea reletivamente positiva que trascienda Ja actitud de simple ‘oposicién, aspira a que se Ie reconozea autoridad, es decir, la capaci- dad para ser autor de lo que esté haciendo 0 se propone hacer. La hhistoria ofrece numerosos ejemplos de este tipo de transformacién. A ellos pertenece, en los pueblos musulmanes, el reconocimiento y san- ‘cién de un poder féctico o de legitimidad dudosa por los ulemas 0 ‘ ". + Philosophie und Welt, Munich, 1958, pag. 46. * La toberanta, Madrid, 1951, pags. 71 y 8. ° CLT, Fareoaicu: Die Philosophie cles Rechts in tistorischer Perspektive, Berlin, 1955, pdp. 124 "rragwittdige ‘Traditionshestinde, ete., Frankfurt a. M. [19572], pég. 121. 158 | | AUCTORITAS Pareceria pues adecuado a la vigencia de la libertad y de un orden de participacién y no exclusivamente de dominacién, la presencia de la auctoritas como principio de direccién y de jerarquizacién. Pero lo cierto es que no en todas las épocas o sittaciones puede hacerse efec- tiva tal presencia, ya que ésta exige unas condiciones entre las que se encuentran las siguientes: 1) Puesto que la auctoritas implica el reconocimiento esponténeo de unas cualidades estimables, es claro que la primera condicién para su vigencia es un acuerdo, tna co-incidencia en los valores estimados. Por consiguiente, cuando una sociedad est4 profundamente escindida cen sus estimaciones axiol6gicas apenas es posible su vigencia, y, ast, las épocas de crisis se caractetizan por la ausencia de auctoritas, justa- ‘mente porque el desacuerdo, la carencia de incidencia comin en lo ‘que vale no permite fundar una unidad sobre el reconocimiento de lo valioso, aunque puede haber, quizé, una pluralidad de auctorifates en relaciones conflictivas con tendencia a su disolucién inmediata on ta lucha por el poder. 2) Puesto que la auctoritas se fundamenta en Jos valores estimados y en la capacidad de las personas y de las instituciones para actuali- zarlos, Ia vigencia extensa de Ia auctoritas supone un mfnimo de tradi cin; por eso en el momento en que las sociedades rompen Ia tradiciGn, todo tionde a disolverse en relaciones de poder, en las que hay, cierta- ‘mente, principios de autoridad incoados, pero todavia no realizados. 3), Junto a Ia vigencia de los valores se precisa de tnns minorias fen las que se pereiba una encarnacién de dichos valores: cuando no texisten tales minorias no hay una actualizaci6n de la eutoridad. 4) Daclo ef supuesto anterior, se precisa todavia alguien que esté dispuesto a ejercer Ia funcién de la autoridad en el sentido piblico © Social del vorablo, pues, a diferencia del modelo o de ta autoridad cientifica, la autoridad ptiblica 0 social no puede ejercerse sin con- tciencia de que se ejerce: se puede ser modelo sin saberlo y sin que- retlo, no se puede ejercer autoridad sin estar dispuesto a ejercerla y sin fasuimir los riesgos de tal ejercicio. No hay autoridad sin alguien que Vids también H. Hauneco: L’état, Son Autorité, son Pouvoir, Paris, 1965, es pecialmente pags. 28 y ss. 159 M. GARCIA-PELAYO esté dispuesto a ser efectivamente auctor, En resumen: la autoridad supone el sentido de Ia responsabilidad en sus potenciales sujetos y en sus seguidores. IX, AUCTORITAS FLUYENTE Y AUTORIDAD HIPOSTATIZADA O ADSCRIPTIVA 1. Concepto Hay que distinguir entre Ia auctoritas fluyente, cya vigencia de- pende del reconocimiento esponténeo y que se gana, se actece, se disminuye o se pierde (a 1a que podemos designar auctoritas en el sen- tido genuino de la palabra), y la autoridad que el tedlogo protestante Paul Tillich denomina «autoridad hipostatizada», es decir, una autoridad que en virtud de haber ocupado un determinado lugar es ‘una vez por todas autoridad, situéndose, asf, més alld de toda critica. Entre tales tipos de autoridad cuenta Tillich la del Papa, no posefda por Ia persona, sino por ef lugar que ocupa; Ia de a Biblia para los protestantes ortodoxos; In de los dictadores en los Estados totalitarios, y la del padre en los sistemas patriarcales de familia, También podria ‘mos Tlamarla —utilizando para el caso Ia terminologla de una de las famosas «variables pautasy de Parsons— adscriptiva (frente a la ‘auctoritas obtenida como consecuencia de méritos, éxitos y servicios), es decir, una autoridad vinculada a una entidad institucional o de otro orden cuya validez est més alld de toda erftica y de toda justificacién por su funcionalidad 0 mérito. Se trata, podria afiadirse, de una cosifi- cacién de la autoridad o de una cierta especie 0 esfera de autoridad, en el sentido que Ia autoridad se convierte en atributo de un objeto, con independencia de que actualice, efectivamente, Ins propiedades sutivas de la auctoritas, El fendmeno puede, pues, designarse con términos. teolégicos, Funcionalistes 0 hegelianos-marxistas, pero en resumen significa el paso de Ie auctoritas fluyente y dependiente de Jos méritos y logros a una consubstancializacién de la autoridad con ciertos objetos, personas 0 centros 0, dicho de otro modo, con ciertos "Die Philosophie der Macht, Berlin, 1956, pag. 24 160 AucToRITAS recipientes o configuraciones, de tal modo que lo que esté o quien esti dentro de ellos (Libros de Arist6teles, Corpus Iuris, Estado, Iglesia, Universidad, etc.) tiene autoridad, y lo que esta al margen de ellos carece de atitoridad, de donde los que estén albergados en tales reci- pientes o los que actualizan tales configuraciones de autoridad (sacer- dote, funcionario, padre, profesor, etc.) tienen el monopolio de la auto- ridad en una determinada esfera. Y, por consiguiente, esos recipientes © configuraciones de autoridad y sus actualizadores se convierten en a substancia, en lo que sustenta a la autoridad. La hipéstasis de Ja autoridad es histérieamente necesaria, pues sin ella no podria asegurarse Ia continuidad histérica, Como todo fo histé~ rico, sus efectos pueden ser buenos o malos en funcién del tiempo y de las situaciones conctetas, y como todo lo histérico, también, esté sujeta ‘a mutacién en cuanto a los valores estimados y en cuanto a sus confi- ‘guraciones y sujetos, de modo, que en tn cierto aspecto, la historia de tos cambios culturales y sociales podria cifrarse —que no es lo mismo que explicarse— en los cambios con respecto a los stijetos y modali- dades de autoridad, es decir, qué o quién tiene capacidad para ser auctor, para fundamentar, para iniciar, para ratificar algo. A titulo ilus- trativo merece la pena citar estas palabras de Michelet respecto a la Declaracién de los derechos del hombre de 1789: «Se trataba de dar desde Jo alto, en virtud de una autoridad soberana, pontificiel, el credo de una nueva épaca. 2De qué autoridad? De la razén, discutida por tn siglo entero de fil6sofos y de pensadores profundos, aceptada por todos los espititus e introducida en les costumbres, deeretada al fin, formulada por los I6gicos de 1a Asemblea Constituyente... Se tra taba de imponer por la razén como autoridad aquello que In razén habia encontrado en el fondo del libre examen», Este texto de ME chelet nos muestra, entre otras cosas, como lo que histéricamente apa- rece como critica a la autoridad establecida puede constituirse en sf misma en fuente de autoridad. Y ello es as{ porque la autoridad hipos- tética puede generar fenémenos opuestos a Tos de la verdadera auctor. tas. En efecto, mientras que Ia adhesién a Ia auetoritas es sentida como ‘un impuilso esponténco e fatimo, en cambio, la sumisién a la autorided hipostitica puede ir y freeuentemente va acompafiada de una sensacién ® Vidi mi Derecho Constitucional Compavado, péx. 429. 161 M, GARCIA-PELAYO de extrafiamiento, La auctoritas irradia algo de su propia grandeza ‘a sus seguidores; la autoridad hipostitica frecuentemente tiene como consecuencia una disminucién de la personalidad de los sometidos a ella, La auctoritas se constituye esponténeamente y esté, por asf decirlo, sujeta al libre juego; la autoridad hipostética se consubstancializa con un objeto o con un sujeto, se solidifica a su portador y muda en apropiacién lo que era simple posesién de un valor. La auctoritas es distinta del poder aunque puede y en muchos casos debe ir unide al poder; 1a autoridad hipostética va siempre asociada cuando no iden- tificada al poder. Ast, pues, la autoridad hipostética puede llegar a ser la inversién radical de gemuino concept de auctoritas 2. Aleunos tipos El mundo moderno ha descansado sobre tres hipostatizaciones de la autoridad: 1) La eutoridad del padre de familia, Se trata, quizé, de la més antigua y hasta este tiempo de 1a més respetada e indiscutida de las autoridades y, Io que es todavia més importante, la autoridad que ha servido de modelo y bajo cuya vivencia se comprende 0 se sienten las demés: Dios es concebido como padre (DiosPadre), a sus sacerdotes se los Tlama «padres» y al maximo de ellos el Santo Padre 0 Papa; también el rey era llamado pater patriae, padre del pueblo, Landesvater, y como «padres de Ia patria» eran designados los senadores, por no mencionar otras muchas hipostatizaciones de autoridad de menor cuantfa configuradas también bajo la imagen de fa autoridad del padre. Ademés, la familia tradicional constituida bajo la indiscutida y evi- dente autoridad del padre —chef du culte & Vautel domestique, decta G. Clemenceau, le pere de famille est le pontife en permanence qui assure la stabilité du groupe familial— era el centro que, sin propo- nérselo conscientemente, socializaba 0 educaba a las conciencias en la naturalidad del reconocimiento de autoridades alli donde hubiera un ‘tupo social Esta autoridad, que siempre iba acompafiada de ciertos elemen- tos de poder, de presién y de fiscalizacién —cuya intensidad variaba segiin que se tratara de una familia rural o cludadana, de una cultura 162 AUCTORITAS tradicional u orientada al futuro— es hoy, al igual que todas las jimégenes de autoridad configuradas bajo st. modelo, altamente discu- tida y parece como si en vez de ser sentida como consolidacién de Ia personalidad propia lo fuera como un obstéculo para su desarrollo: EAtil vécu, mon pore, escribe Sartre, se fat couché sur moi de tout son long et meat écrasé. Par chance il est mort en bas age. 2) La autoridad de la Universidad. Lo que define a la institucién universitaria no es tanto constituir un centro creador del saber, cuanto ‘un centro de condensacién ¢ irradiacién del saber autorizadlo. En efecto, es claro que una buena parte del saber, desde Ia fisice clésica a Ta sociologia pasando por la economia se gener fuera del campus universitario y, asimismo, es sabido cémo ciertas materias —incluso pertenecientes a los saberes desarrollados en las facultades universita- rias— sélo entren en los planes de estudios cuando han tenido emplia presencia y desarrollo fuera de la Universidad. En este sentido y ‘mutatis mutandi a Universidad tiene hacia ta inclusién del saber en sus pensa una actitud andloga a la de Ia Academia con respecto a la inelusién de las palabras en el Diccionario. A titulo simplemente de ejemplo ilustrativo podemos recordar que Marx —cuyo impacto en Ja enseffanza tniversitaria actual esti més allé de toda duda— no fue profesor, aunque si graduado universitario, calidad que ni siquiera tuvo Augusto Comte, a Jo que todavia podrfamos afiadir una larga lista de institutos cientificos de primer rango al margen de Ia Universidad. Con ello no queremos decir, ni mucho menos pestular, que Ia Universidad no sea y no deba ser un centro productor de saber. Nada més lejos de nuestro énimo y en este sentido, y como contrapuestos 1 los ejemplos de Marx y de Comte, podrfamos aducir los nombres de otros dos grandes trastrocadores de nuestro mundo. Freud y Einstein, {que fueron ciertamente profesores universitarios. Lo tinico que se quiere decir es que lo caracterfstico de Ia Universidad no es simplemente la producci6n del saber, sino precisamente Ia de ser un centro de con- densacidn, integracién y transmisién del saber autorizado, del saber que por el solo hecho de estar incluido en sus pensa o de ser impar- tido por sus profesores, se presume que tiene auctoritas sin entrar nece- sariamente en el andlisis de su contenido. 163 | 1, GARCIA-PELAYO Ciertamente que hoy Ja autoridad de Ia Universidad en materia de saber no es I misma que cuando la Sorbons 0 Salamanca dictami- naba inapelablemente sobre la correccién de las proposiciones que les tran sometidas. Pero todavia la autoridad de que goza la Universidad tiene como resultado que Ia inclusién en su sistema de ensefianzas de ‘un tipo de saber o de una materia los realce o dignifique, que lo que antes pertenecia al campo de la praxis adquiera altura cicatifica», que lo que antes era ensayo 0 caia dentro del género de las belles lettres ascienda a saber con pretensin de rigurosidad, que lo que era de apro- piacién libre y en cierto modo pertenecfa al comin, requiera ahora metédico y laborioso estudio. Ademés, mediante la potestad de la colacién de grados, Ia Universidad puede determinar quienes retinen las condiciones minimas para el ejercicio de ciertas profesiones, preci- samente de aquellas que, hablando en términos generales, gozan de mayor prestigio y posibilidades de ingresos econémicos. Y finalmente, a autoridad académica de que goza la Universidad tiene como conse- cutencia que la elevacién de una profesiOn antes libre al rango de profesién facultativa —y con ello relativamente cerrada— Ia haga adquirir rango superior, con sus consigitientes consecuencias en cuanto al status social y econémico de Ias personas que Ia ejercen. En resu- mids cuentas, podrfamos decir que la Universidad goza de una autori- dad adscriptiva en Jo referente a le significacién y administracién piiblica del saber, y, por cierto, en estrecha relacién en otro tiempo con Ia autoridad de la Iglesia, més tarde con la del Estado, @ Ia que actuaimente hay que afiadir la tendencia a conexionarse con los grupos de intereses, Por lo demés y pasado el primer perfodo, en el que habia alguns universidades de gobierno estudiantil o de cogobierno de profesores y estudiantes, In Universidad ha tomedo interjormente una estructura autoritaria en In que los estudiantes hen sido haste el pre- sentc «in estamento pasivo, mientras que la autoridad y la potestad se condensaba en el estamento profesoral, Como es sabido, hoy dia esta estructura «autoritaria» es extensa e intensamente discutida. Es muy posible que también entre en discusién la auctoritas de Ia Universidad como tin todo ante la sociedad y con respecto a sus distintas funciones, 5) La autoridad de In Iglesia 0, para ser més exactos, de las iglesias jerérquicas: de un lado, con tn clero monoeéntricamente ordenado en el que se condensa —en mayor © menor grado— la 164 AUCTORITAS autoridad para definir las materias de fe y para administrar los sacra- mentos y que, pertiendo de estos supuestos, goza de auctoritas en distintos aspectos de la vida individual y social de sus fieles, y, de otro Jado, de un estamento Iaico receptor de doctrina, de sacramentos y de orientaciones sobre el recto obrar. A su autoridad todas las iglesias, jerrquicas han afiedido la potestad. Sobre la auctoritas en la Iglesia Catélica, vid. infra p. 167, y en lo que respecta a la crisis actual de la autoridad eclesiéstica vienen a mi memoria Ins palabras del Catecismo del P. Astete, aprendido en mi infencia y altamente estimado por Santayana y por Unamuno: adoctores tiene Ta Iglesia que os sabrén responder». LA AUTORIDAD DEL ESTADO Dejamos para otros ingenios ocuparse con més detalle de In autori- dad paterna, de Ja universitaria y de la eclesifstica y pasamos a conti nuacién « desarrollar unas consideraciones sobre Ja autoridad estatal. ‘Monopolizacion de la autoridad ptibtica (Planteamiento historia det tema) Frente a los sistemas de autoridad pablica difusa, como era el ‘caso de Ia repiblica romana donde si bien ol Senado era el principal centro de condensacién de dicho tipo de auctoritas no constitufa, sin embargo, el énico, o frente a los sistemas feudal y estamental en los que la pluralidad de poderes que se albergaban en el seno de le estruc- tura politica eran posefdos a propio titulo, es decir, de hecho bajo propia autoridad y no como derivacién de tna autoridad superior, en cambio, en el Estado moderno —esa estructura politica que comienza ‘a desarrollarse a partir del siglo xt11 y que se consolida en el siglo xvn— In autoridad juridico-paiblica queda condensada en un centro, de modo que todo poder ejercido en ef Estado lo ha de ser por la autoridad de dicho centro. Asi, el Estado no s6lo hipostatiza Ia autoridad piblica, no sélo se considera, por definicién, un poder supremo dotado de auto- ridad, sino que se estructura como un orden monocéntrico y de svpra 165 n MM, GARCIA-PRLAYO y subotdinacién de autoridad publica: condensa Ja autoridad en un solo contro y esta autoridad asi condensada no sélo esté fuera de discusién, sito que es el origen y el supuesto de todo el llamado «siste~ ma de autoridades», es decir, de toda capacided para ejercer —para ser «actor» si queremos emplear la expresién de Hobbes— funcién y poder piblicos. El principio de que el Estado posee el monopolio de Ia autoridad piiblica ha sido admitido por 1a mayorie del pensemiento politi modemo, pues, como veremos més adelante, ve indisolublemente unido a In ides de la soberania: s6lo los anarquistas han negado la autoridad del Estado para no ver en él mas que un nudo poder; s6lo los plura- listas han puesto en cuestién Ia capacidad del Estado para ser el ‘nico. auctor de toda funcién piiblica y, por tanto, de todo el poder necesario para el cumplimiento de wn fin pablico. Las demés tendencias han po- ido poner en cuestién Ia autoridad de este 0 de aquel tipo de Estado o sistema de Estado, pero no Ia autoridad misma del Estado. Para comprender adectademente el problema de auctoritas en st vinculacién al poder del Estado, es necesatio comenzar por una breve referencia histéricn. En Augusto, la auctoritas detiveba de sus cuali- dades y méritos personales y si bien basado en ella pudo emitir edic- 10s, éstos, sin embargo, no eran formalmente vinculatorios aunque lo fueran en la priictica. Con sus sucesores, la auctoritas pasa a constituir uno de los momentos que configuran ia dignidad o cargo imperial, el cual integra asf en una unidad institucional la auctoritas, el imperium y Ia potestas. De este modo Ia auctoritas queda: i) hipostatizada o ads- cripta (aunque no todavia con carécter monopolistico) a Ia figura det emperndor con independencia de sus cualidades personeles; if) ruti- nizada, es decir, acompaiia diariamente las acciones pablicas cel empe- rador; iii) formalizada y ampliada, pues el emperador promulge, pri- ‘mero edictos y, més tarde, constituciones (Ieyes) basadas en Ia aucto- ritas bajo cuyo fundamento pede también emitirfallos judiciales vincu- latios para eatos andlogos y tomar medidas ante situaciones excepcio- nales, Consecuentemente iv) queda indisolublemente vineulada con el imperium de tal manera que Von Liibtow puede escribir ' «la auctori tas se convierte en cierta medida en un efluvio del imperium imperial "Das rimische Voll, Sein Stoat und soin Recht, Frankfurt 2. M., 1955, plgina 454, 166 AUCTORITAS (Keiserliche Imperium) y consecuentemente el imperium en supuesto de 1a auctoritase; paralelamente a ello la antigua libertas se identifica ahora con la securitas, y es esta nueva imagen de ta auctoritas 1a que permite interpretar en términos absolutistas In {mule quod placwit principi, muy especialmente cuando desde los Seyeros triunfa Ia max ma princeps legibus solutus, consecuencia Iogica de la facultad legisla- tiva del emperador fundamentada en su auctoritas. Finalmente v) Ie auctoritas queda monopolizada por él emperador cusndo en 446 una constitucién de Teodosio (pero que en realiciad viene a sancionar una situacién féctica Iargamente vigente) despoja al Senado de toda aucto- ritas piblica y lo transforma en un simple consejo del emperador. En resumen, como escribe Magdelain “: «La auctoritas principis se habfa convertido asi en un poder soberano. Y es ciertamente bajo este aspec- to como se presenta ella misma bajo la pluma de los emperadores a partir del Tal ser4 el sentido que, como veremos, tomaré Ia autoridad en of Estado moderno, pero antes conviene referimos al intermedio medie- val. Como es sabido, Ia figura jurfdico-piblica del papa se construye ‘en buena parte bajo el modelo de Ia dei emperador romano". Ya el papa Gelasio, en una de sus famosas formulaciones, habfa contra- puesto la sacrata auotoritas del papa (derivada de ta comisién a Pedro ¥y de su consecuiente carécter de vicario de Cristo) a Ia potestas regali el emperador. La auetoritas del papa se basa en In comisién petrina, le cual constituye a Pedro y a sus sucesores en fundamento de Ja Iglesia y no a la Iglesia en fundamento del papa («Ti eres Pedro y sobre este piedra edificaré mi Iglesia», por lo que los papas pudieron acufiar le Formula: ecclesia nobis commisa). Ei papa obtiene también, en virtud de la misma comisién petrina, plenissima potesias, es decit, «el poder de atar y desatar» (dos términos juridicos muy vinculados en Roma a} concepto de ley, vocablo que se hacta derivar etimolégicamente de Tigare, atar o vincular, a In ver que Ia sofutio obligationis exa, en dero- cho romano, consecuencia de ta norma legal); asf, pues, Cristo da s 1 auctoritesprincips, Pais, 1947, ples 115.9 8, 1 Qucortos prince. ara. cra: Principles of Government and Po ice Ore eBtie es, Londres, 1961, axl como ‘The Growth of Popal Go. yerament in the Middle Ages, Londres, 1955. 167

También podría gustarte