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RECTOR Tangino de Araújo Filho


VICE- RECTOR Adilson J. A. de Oliveira
DIRECTOR DE LA EDUFSCAR Oswaldo Mário Serra Truzzi

EdUFSCar – Editora de la Universidade Federal de São Carlos

CONCEJO EDITORIAL Ana Claudia Lessinger


José Eduardo dos Santos
Marco Giulietti (in memoriam)
Nivaldo Nale
Oswaldo Mário Serra Truzzi (presidente)
Roseli Rodrigues de Mello
Rubismar Stolf
Sergio Pripas
Vanice Maria Olivera Sargentini

1
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Carlos, SP, Brasil. Telefax (16) 3351-8137 www.editora.ufscar.br edufscar@ufscar.br Twiter: @EdUFSCar. Facebook:
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TERAPIA
OCUPACIONAL
SOCIAL
Diseños teóricos y contornos prácticos

Roseli Esquerdo Lopes


Ana Paula Serrata Malfitano
(Organizadoras)

São Carlos, 2016


Ciudadanía, derechos y terapia ocupacional social

Roseli Esquerdo Lopes

Introducción
Proponer para este momento una articulación entre “ciudadanía”, “derechos” y “terapia
ocupacional social” se debe a una reflexión central en mi trayectoria a partir de las contraposiciones
en la realidad concreta, las que comprendemos como “necesidades sociales”, “acciones técnicas” y el
papel de los terapeutas ocupacionales en ese ámbito. Tomando aquello que fundamenta “ciudadanía y
derechos” fue que, en compañía académica con algunas otras colegas del área, busqué acercar lo que
definimos como la “terapia ocupacional social”.

Porqué articular ciudadanía, derechos y terapia ocupacional social


La función social del terapista ocupacional, pregunta omnipresente para muchos de nosotros
desde el final de los años 1970 en los procesos de formación profesional y en aquello que se tenía
como espacios de práctica en Brasil, se afianzaba en la necesidad de adaptación social, sin cuestionar
la estructura social y sus desigualdades. La preocupación era inserir, reinsertar a la persona a su medio
sin que se debatieran los motivos de la exclusión y las resistencias en la reinserción. El fracaso de las
tentativas de reinserción, era casi siempre atribuido al tipo de dificultades del individuo, a su situación
de cronicidad, a la actitud de su familia y, a veces, a una sociedad la cual no era razón de alguna
formulación que él expresaba, que no se abría a las capacidades remanentes de esos individuos y sin
darle las debidas oportunidades.2 La comprensión de las cuestiones estructurales como agentes
causales de ese fracaso, comenzó a tener lugar en los diálogos entre los terapeutas ocupacionales en
ese período.
Decidí cursar terapia ocupacional en 1976 y fui para la Universidad de São Paulo (USP) en
1977, integrando lo que Elio Gaspari -en el cuarto volumen de su producción sobre la dictadura
militar en Brasil, “La dictadura encubierta”- llama de “generación de la lucha por las libertades
democráticas”. Plantea un fragmento bastante ilustrativo del que viví:
Las manifestaciones juntaban dos tipos de estudiantes. En
la primera categoría estaban los líderes de las
organizaciones sugeridas en las universidades y
algunas centenas de seguidores. En la USP
predominaba el grupo Rafazendo. En la Federal de
Bahía, el PCdoB. En la universidad de Brasilia,
ninguno. Sólo en Río de Janeiro se percibía la
influencia del Partido comunista. […] En la segunda
categoría estaba la multitud. Eran jóvenes que tenían
incorporado a sus costumbres algunas de las
banderas de 1968. En menos de una década las
mujeres habían tomado un pedazo de política y del
mercado de trabajo. Todos compartían con los
trotskistas el refinamiento cultural y el horror a la
dictadura y al Partido, en ese orden. En las

2
Galheigo (1997)
asambleas estaba la vanguardia de una parte de la
juventud, unida en el desprecio por los hábitos
conservadores y por las alianzas tácticas de la
izquierda tradicional.3

Yo formaba parte de la multitud… Lo que importaba era la libertad individual y colectiva, la


valorización de los sujetos.
El fin de la década de 1970 es caracterizado por una ebullición política en donde se abre
espacio para la participación de la población, que pasa a movilizarse y a discutir un gran número de
cuestiones, teniendo como ejes básicos la democratización, las luchas por los derechos de ciudadanía,
la contestación del estado vigente y el correspondiente debate de las alternativas al orden económico,
social y político excluyente establecido por el régimen militar.
Se organiza la sociedad civil en diferentes representaciones: los sindicatos, los movimientos
populares, las instituciones religiosas, las asociaciones profesionales y los partidos políticos
comienzan a retomar su espacio en la escena Brasilera.4
Se torna también foco de cuestionamiento la supresión permanente, cotidiana de los derechos
de los locos, su represión autoritaria en los manicomios. El tema de la reforma psiquiátrica en Brasil
emerge como parte del proceso de liberación de los padecientes mentales. Más adelante de ese
acontecimiento, la lucha contra la situación de esas personas en las instituciones psiquiátricas, que,
denunciadas por los medios, escandalizó la opinión pública. Formando parte de un sentimiento más de
revolución contra la supresión por la fuerza de voluntad de los “más débiles”- no solo los locos, sino
también los trabajadores, desempleados, presos políticos y excluidos de todo orden.5
Autores como Franco Basaglia, Felix Guattari, Robert Castel, Erwing Goffman, Michel
Foucault, representantes de las corrientes de pensamiento crítico en salud mental, ejercieron gran
influencia entre los técnicos del área con sus elaboraciones teóricas y proposiciones prácticas, de las
más variadas formas. Fue emocionante escuchar a Basaglia hablando en la Pontificia Universidad
Católica (PUC) de São Paulo, a partir de Gramsci, sobre el pesimismo de la razón y el optimismo de la
práctica.6 Éramos en aquellos tiempos de 1979, particularmente optimistas.
Crecimos profesionalmente. Fue el periodo del primer “boom” de carreras de Terapia
Ocupacional y, por la Asociación de Terapeutas Ocupacionales de Brasil, llevamos la lucha por la
consolidación de una formación de calidad, competente, técnica y política, por la definición de una
nueva currícula mínima.7
Era una Terapia Ocupacional que se profesionalizaba y que pasaba a percibir al individuo en
sociedad. Era imprescindible para buena parte de aquella generación conocer, en general, los
referenciales macro sociales, para poder diseñar la Terapia Ocupacional que se anhelaba, para poder
comprender el papel reservado a los técnicos y especialmente a los terapeutas ocupacionales y para
decidir con autonomía sus caminos profesionales.8 Se trataba de buscar un instrumento de
entendimiento, un referente teórico que nos ayude a revelar las contradicciones y posibilidades de
actuación profesional. Lo que era transformar/ viabilizar el cotidiano de las personas para las cuales la
Terapia Ocupacional se disponía a “cuidar”.

3
Gaspari (2004, p.408)
4
Lopes (1999)
5
Amarante (1995)
6
Basaglia (1979)
7
Lopes (1997)
8
Id. (2004)
El materialismo histórico, aprendido y recolocado por Antonio Gramsci,9 me ayudó a
descubrir los lugares posibles de actuación en la consolidación del consenso hegemónico en torno de
la conservación de los intereses de la clase social dominante y en la construcción de un diseño contra
hegemónico que busca transformar el orden vigente. Era un movimiento de construcción-
desconstrucción continuo.
De nada servía uno de los pilares del antiguo modelo; el individuo biopsicosocial - individuo
sobre el cual se deberían centrar las intervenciones. Para el modelo tradicional de la Terapia
Ocupacional no existía la colectividad, grupos sociales con identidades propias, como foco de
atención.10 Como nos dice Sandra Galheigo, fue cuestionando el papel de articulador social que el
terapeuta ocupacional pasó a participar de la construcción de lo colectivo, del espacio público, a su
vez, todavía tímidamente, de la categoría profesional de forma general.
La conexión con otros campos de saberes fue imprescindible, aquellos que intentaban ofrecer
caminos de entendimiento, y quizás, de soluciones para los problemas a los cuales nos enfrentábamos.

Los profesionales que tuvieran la intención de cuestionar su mandato social


precisarán buscar un nuevo modo de concebir el conocimiento y su saber
profesional debería constituirse a partir de las necesidades del grupo o de la
población a los cuales se destina su acción. Para alcanzar la comprensión de
lo que son esas necesidades, sería preciso reconocer en la población el
verdadero interlocutor, portador de una historia y de un saber propio.11

Creíamos que debíamos provocar una toma de conciencia colectiva, y ampliar los espacios de
libertad, potencializar un tipo diferente de relación con la persona asistida y el sujeto en los procesos
personales y sociales, reconocido como tal.12
Dicho de otro modo: ¿Qué hacer? ¿Cómo hacer para que los sujetos concretos con los cuales
nos encontrábamos en nuestro día a día profesional -los locos, los deficientes de todo orden, los niños
y adolescentes vulnerables personal y socialmente, los viejos pobres- fuesen o pudiesen anhelar ser,
sujetos autónomos, participativos, incluidos?.
Tomando esto como supuesto, fue necesaria la lucha por la transformación de los lugares de
exclusión y de ahí los estudios de muchos de nosotros, terapeutas ocupacionales, sobre el problema y
los procesos de institucionalización/desinstitucionalización, aliados al empeño para la creación de
propuestas innovadoras de intervención.
Entretanto, la posibilidad de esas prácticas se daba también en la medida de incorporación de
los grupos de poblaciones de nuestras acciones en cuanto sujeto a los cuales se debía buscar “cuidar”,
en una perspectiva de salud y de asistencia social derivada de los derechos de ciudadano.
Ciudadanía y políticas públicas entran en el léxico de la sociedad civil brasileña, en su
interlocución con el ahora democrático y derecho Estado brasileño. Esto también para los Terapeutas
Ocupacionales, que pasan a centrarse en los procesos en torno de la creación, invención y construcción
de la asistencia, servicios y profesionales requeridos.
Por lo tanto, fue primordial la reforma sanitaria brasilera y la implementación del Sistema
Único de Salud (SUS), así como la incorporación de la Asistencia Social en el ámbito de la seguridad
social, con la Constitución de 1988.13

9
Gramsci (1977, 1987, 2002)
10
Galheigo (1997)
11
Barros, Ghirardi y Lopes (2002, p.97)
12
Id. ibid
13
Brasil (1988)
Salud entendida como un derecho de todos -y todos significa todos, no la mayoría, el que
implica en la atención a grupos poblacionales especiales. Asistencia social no como caridad o
filantropía, pero sí como derecho de todos los ciudadanos de la garantía de un mínimo social en
términos de rentas, bienes y servicios. El acceso a esa atención a la salud y a esos bienes sociales se
operacionaliza a partir de la implantación de políticas sociales y de su implementación concreta en
servicios y acciones, inclusive aquellas de la terapia ocupacional.14
En el inicio de la década de 1990, se asistió a una importante incorporación de los terapeutas
ocupacionales en servicios sociales, destacando a los relacionados directamente con el ámbito de la
salud y aquellos ligados a las cuestiones de la infancia y juventud, en los municipios que adoptan
como directriz la implementación de los preceptos constitucionales.15
Se puede decir que Brasil llegaba, con más de cuarenta años de atraso, a aquello que fue
vivido en la postguerra en los países más centrales de la economía mundial. Trabajo y capital en la
protuberancia de las luchas por la constitución y por el acceso al fondo público del Estado. Así, esos
conceptos, estrategias y procesos fueron sometidos al escrutinio de la sociedad civil brasileña y
también, entre los terapeutas ocupacionales.

Estado capitalista y políticas sociales

Nos enfrentamos y continuamos enfrentándonos, en varios momentos y espacios, con cierta


visión de políticas públicas, especialmente las sociales, que inmediatamente nos remite a una
concepción de política “reparadora”, “de ampliación de acceso”, que interferiría en el campo de las
desigualdades y divisiones sociales y cuya aplicación provocaría transformaciones sociales y crearía
un mundo mejor. Proponemos la definición de ese concepto con base en un referencial teórico e
histórico, dentro de una concepción materialista, que parametrice el concepto general de Estado
capitalista democrático en el cual se inserta la problemática de las políticas sociales.

Una de las cuestiones centrales y siempre actuales en el análisis del Estado contemporáneo es la que se
refiere a la comprensión de la génesis de las políticas públicas - en nuestro caso, con mayor foco en las
políticas sociales- a partir de las estructuras económicas y políticas-institucionales existentes. En el
Estado capitalista, basado en la valoración privada del capital y en la venta del trabajo en cuanto
forma-mercadería, es que esas estructuras tienen intrínsecamente carácter clasista, ¿cuáles son las
funciones que competen aquellas políticas? ¿Cuáles son los límites objetivos a los que están sujetas,
dentro del abanico de elasticidad paradigmático del Estado capitalista, sean cuales fueran los actores
situados al frente de esto? ¿Cuáles son, por tanto, las acciones posibles en ese contexto y en qué
medida son éstas definitorias de cambios estables? ¿Cómo insertar en este análisis los temas de la
ciudadanía, de las transformaciones sociales, en el sentido de construcción de un mundo socialmente
injusto?
Los Estados capitalistas democráticos pueden ser entendidos como formas instituidas de poder
público que, en su relación con la producción de materiales, se caracterizan básicamente por tres
determinaciones funcionales: privatización de la producción, dependencia estructural del proceso de
acumulación y legitimación democrática.

Ese Estado está sometido a la doble determinación del poder político: desde el punto de vista del
contenido, es determinado por el despliegue y requisitos del proceso de acumulación; ya en cuanto

14
Oliver (1990) y Lopes (1999)
15
Lopes (1999)
forma institucional está sujeto a las reglas del gobierno democrático- representativo, por medio de
mecanismos de elecciones periódicas.

Así, las políticas de Estado capitalista pueden ser definidas como el conjunto de estrategias mediante
las cuales se producen y reproducen constantemente el acuerdo y la compatibilidad entre las
determinaciones estructurales del Estado capitalista. Entre tanto, la estrategia general de acciones del
Estado consiste en crear las condiciones según las cuales cada ciudadano sea incluido en las relaciones
de intercambio.16

Esta definición indica las estrategias que debe parametrizar la concepción de aquellas políticas para
que se cumplan las determinaciones de Estado capitalista, como condición de la continuidad de su
existencia. Por lo tanto, los dirigentes electos tendrán que gobernar dentro de los límites de auto
preservación del sistema. Además de eso, las políticas emanadas del Ejecutivo tendrán que ser
articuladas e implementadas dentro y a partir del sistema de instituciones políticas del Estado, que,
teniendo en principio gran estabilidad temporal, es el guardián más intenso y eficaz del status quo.

En su estructura interna debemos, en consecuencia, buscar los elementos que al ejercer un poder de
filtrado, impidiendo la efectiva concreción de eventos potencialmente nocivos a la continuidad del
proceso de acumulación, puedan asegurar que apenas serán ejecutadas estrategias que la preserven,
garantizando al mismo tiempo, el escalonamiento de los siguientes tres problemas:
● La integración de los intereses resultantes del proceso de valoración, esto es, la conciliación de
las internas entre los varios sectores del capital, inherentes a la propia lógica de
competitividad, con el establecimiento de un denominador común global.
● La protección del capital contra intereses y conflictos anticapitalistas.
● El ocultamiento de esas dos acciones anteriores, en los procesos de legitimación democrática,
los votos de los individuos de todas las clases sociales, y no apenas de aquellas pertenecientes
a la clase dominante.17

Ya las políticas sociales del Estado capitalista son definidas como un caso particular de las
políticas públicas: son aquellas relaciones y estrategias organizadas que pretenden crear las
condiciones para que los propietarios de fuerza de trabajo sean incluidos en las relaciones de cambio.
Para ampliar las políticas sociales, son necesarias las innovaciones sociopolíticas: cambios adoptados
en la forma de generar, financiar y distribuir las prestaciones de servicios sociales por los gestores del
Estado, conciliando las exigencias admitidas y las necesidades humanas ya sancionadas.18
Así es que, desde el punto de vista de la dominación en el Estado capitalista, las clases
sociales actúan sobre un sistema de instituciones políticas que delinea el universo de los eventos
potencialmente realizables. En consecuencia, las acciones de esas clases se delimitan, al reflejarse la
resultante de la correlación de fuerzas entre los segmentos del capital y entre el capital como un todo,
el trabajo y los demás actores sociales, en qué región - entre las estructuralmente permitidas- se dará el
equilibrio dinámico del sistema, en dado momento y coyuntura.
La cuestión social tiene su génesis en el modo de organización de las personas para producir
en una determinada sociedad y en un contexto histórico dado, y esa organización tiene su expresión en
la esfera de la reproducción social, o sea, la cuestión social está determinada por el trazo propio y
peculiar de la relación capital/trabajo - la explotación. Sin herir de muerte a los dispositivos

16
Offe y Ronge (1984)
17
Offe (1984)
18
Offe y Lenhardt (1984)
exploradores del régimen, toda lucha con sus manifestaciones sociopolíticas y humanas, la cuestión
social real, está condenada a enfrentar síntomas, consecuencias y efectos19 que enfrentará en ese
espacio. Buscamos también, movernos.
Importa analizar la cuestión social como una cuestión política, económica, social e ideológica
que remite a una correlación de fuerzas entre diferentes clases, inserta en el contexto más amplio del
movimiento social de lucha por la homogeneidad.
Determinados momentos son más favorables a la expresión de las demandas del trabajo y de
su ingreso en el escenario político de la sociedad, exigiendo su reconocimiento por parte del capital y
del Estado, exigiendo otros tipos de intervención, además de la caridad y la represión. Y eso se da,
dentro de los límites de la sociedad capitalista, por la vía de la ciudadanía y de los derechos sociales.

Ciudadanía

En torno del concepto de ciudadanía

En la última década del siglo XX, asistimos en todo el mundo a una multiplicación de los
estudios sobre el tema de la ciudadanía, en un gran esfuerzo analítico para enriquecer el abordaje
conceptual de la noción de la misma.
Thomas Janoski, en Ciudadanía y sociedad civil,20 destaca tres vertientes teóricas que se
ocupan de fenómenos relacionados a la ciudadanía: la teoría Marshall que se ocupa de fenómenos
relacionados a la misma; el abordaje de Durkheim, ya antes visto en Tocqueville, al respecto de la
cultura cívica; y la teoría marxista/ gramsciana acerca de la sociedad civil.
El concepto de ciudadanía en cuanto al derecho a tener derechos, de entre varias perspectivas
de abordaje, tiene como referencia clásica aquella hecha en 1949 por Thomas Marshall, que propone la
primera teoría sociológica de la ciudadanía al desenvolver los derechos y las obligaciones inherentes a
la condición de ciudadano.
Centrado en la realidad británica de la época, que colocaba de modo importante el conflicto
entre capitalismo e igualdad, estableció una tipología de los derechos de ciudadanía: los derechos
civiles, conquistados en el siglo XVIII; los derechos políticos, alcanzados en el siglo XIX; y los
derechos sociales, conquistados en el siglo XX.21 Posteriormente, diversos autores analizaron sus
realidades nacionales valiéndose de esa concepción, acrecentando la matriz teórica. Con base en los
estudios de Vieira, en la obra Los Argonautas de la ciudadanía,22 presentaremos una síntesis sobre el
tema.
Para las teorías Durkheimianas, la ciudadanía no se restringe a aquella sancionada por ley y
tiene en la virtud cívica su aspecto central. En relación a eso, se abre un espacio para que en la esfera
pública, grupos voluntarios, privado, sin fines de lucro, domen la sociedad civil.
Las teorías marxistas, a su vez, enfatizan la reconstitución de la sociedad civil - idea ya
ventilada por Hegel, retomada por Marx y significativamente revisitada por Gramsci. Éste va a operar
un cambio paradigmático con su visión tripartita: Estado, mercado y sociedad civil, una vez que para
Hegel y Marx la sociedad civil abarca todas las organizaciones y actividades fuera del estado,
inclusive las actividades económicas de las empresas.

19
Netto (2001)
20
Janoski (1998)
21
Marshall (1967)
22
Vieira (2001)
La actual referencia a la sociedad civil tras el vies Gramsciano de protección contra los abusos
estatales y del mercado. Esto podría, para algunos autores, ser entendido como una intermediación
entre el enfoque estatal adoptado por Marshall y el enfoque de la virtud cívica centrada en la sociedad,
a partir de Durkheim.
Buscando otras líneas teóricas para comprender mejor la ciudadanía, es interesante apuntar
que la misma no constituye una idea central en las ciencias sociales.23 Tratando de los atributos del
término, Janoski, la define como una perspectiva sociológica, planteando que es la pertenencia pasiva
y activa de los individuos a un Estado-nación, con ciertos derechos y obligaciones universales en un
específico nivel de igualdad.
Por pertenecer a un Estado-nación se entiende como el establecimiento de una personalidad en
un territorio geográfico. Históricamente, la ciudadanía fue concedida a restrictos grupos de elite -
hombres ricos de Atenas-, barones ingleses del siglo XVIII- y sólo posteriormente fue extendida a una
gran porción de residentes de un país. Habría así dos posibilidades de pertenecer: aquella que define
como un no ciudadano, en los límites del Estado, adquiere derechos y reconocimiento como ciudadano
(grupos estigmatizados por etnia, género, clase) y aquella que establece como extranjeros obtiene
entrada y naturalización de forma a conquistar la ciudadanía.
En cuanto al segundo elemento de la definición - distinción entre derechos y deberes activos y
pasivos-, se puede decir que la ciudadanía es constituida tanto por derechos pasivos de existencia,
legalmente determinados, como por derechos activos que propician la capacidad presente y futura de
influenciar el poder político.
La tercera definición excluyó el carácter informal o particularista de los derechos de la
ciudadanía, que necesariamente deben ser derechos universales promulgados en ley y garantizados a
todos. Personas y colectividades pueden poseer sus propios imperativos morales, costumbres o
derechos específicos, pero éstos sólo se tornaran derechos de ciudadanía si fueran universalmente
aplicados y garantizados por el Estado.
El cuarto elemento se refiere a la idea de que la ciudadanía es una afirmación de igualdad,
equilibrio entre derechos y deberes dentro de ciertos límites. La igualdad es formal, garantizando la
posibilidad de acceso a los tribunales. No se trata de una igualdad completa, sino que en general se
garantiza aumento en los derechos de los subordinados en relación a las elites dominantes.
Los derechos y obligaciones de ciudadanía existen cuando el Estado valida las normas de
ciudadanía y adopta medidas para implementarlas. En esa visión, los procesos de ciudadanía -lucha
por poder entre grupos y clases- no son necesariamente derechos de ciudadanía, más bien constituyen
variables independientes para su formación, o sea, tales procesos serán partes constitutivas de la teoría,
pero no del concepto definido de ciudadanía.
La ciudadanía concierne, de ese modo, a la relación entre Estado y ciudadano, especialmente
en el intercambio de derechos y deberes. Teorías que se vuelven para el tema de la sociedad civil una
preocupación con las instituciones mediadoras entre ciudadano y Estado, adicionan a la comprensión
de esa relación una gama variada de posibilidades.24
La sociedad civil consiste principalmente en la esfera pública donde asociaciones y
organizaciones se engranan en debates, de forma que la mayor parte de las luchas por la ciudadanía
son realizadas en su ámbito siguiendo los intereses de grupos sociales; sin embargo la sociedad civil
no puede constituir el locus de los derechos de la ciudadanía por no tratarse de esfera estatal, que
asegura protección oficial mediante sanciones legales.25 En la búsqueda de la relación entre sociedad
civil y ciudadanía, es preciso que se discuta teoría, política y realidad empírica.

23
Id. ibid
24
Id. ibid
25
Id. ibid
El liberalismo, dominante en países industrializados anglosajones con énfasis en el individuo,
propone que la mayoría de los derechos envuelve libertades inherentes a cada y toda persona, no
obstante, pocas obligaciones (imprevistos, servicio militar) son puntos centrales a las libertades civiles
y los derechos de propiedad. Los derechos individuales son vitales, mientras que los derechos sociales
o los pertenecientes a grupos representan una violación a los principios liberales. La relación entre
derechos y deberes es esencialmente contractual, traduciendo en sí una fuerte carga de reciprocidad: a
cada derecho corresponde en general una obligación.
El comunismo prioriza la comunidad, sociedad, nación, invocando la solidaridad y el censo de
destino común como piedra angular de la cohesión social. La sociedad se sustenta por la acción y
apoyo de los grupos, de modo contrario al individualismo liberal. Su principal objetivo consiste en
construir una comunidad basada en valores centrales, como identidad común, solidaridad,
participación e integración. De tal modo, las obligaciones se tornan predominantes frente a los
derechos. En esa perspectiva, crítica al liberalismo, el declino de la solidaridad entre los ciudadanos y
la ausencia de destino común estarían en la raíz de los grandes males de la modernidad. Los
comunistas confieren a la ciudadanía el carácter de virtud. En la visión liberal, la ciudadanía es un
accesorio, no un valor en sí mismo. En la visión comunista, los individuos son miembros de unidades
mayores que sí mismos, como la comunidad política -unidad social y espacio para el ejercicio de la
virtud de la participación. La ciudadanía sería entonces fundamentalmente una actividad, una práctica
y no, como sustentan los liberales, un “status” de pertenencia.
La teoría de democracia expansiva26 sería una tercera vía, defiende la expansión de los
derechos individuales o colectivos a sujetos históricamente discriminados, notoriamente por su clase,
género o etnia, reivindicando el aumento de la participación colectiva en las decisiones y una mayor
interacción entre instituciones y ciudadano.
A pesar de compartir la crítica a la centralización liberal del individuo, enfatiza el derecho de
participación, resistiendo en aceptar el papel secundario delegado a los derechos como en la
perspectiva comunista. Reivindica un equilibrio entre derechos individuales, de grupos y obligaciones,
resultando en un sistema identitario construido a partir de la noción del individuo como participante de
las actividades de la comunidad. Ya en 1949, Marshall visualizaba la ciudadanía como verdadero
elemento de cambio social, en el contexto de la realidad industrial y la conexión con la experiencia del
Welfare State en la posguerra.
La expansión de los derechos corresponde primeramente al fortalecimiento de derechos
previamente adquiridos y también a la incorporación de nuevos grupos al Estado. La base territorial de
la ciudadanía se transformó históricamente pasado de la polis griega al Imperio Romano, de ese a la
ciudad medieval y finalmente al Estado moderno. El proceso de centralización del cual el Estado es
producto corresponde a la expansión de la forma local a la forma institucional de la ciudadanía. Desde
ese punto de vista, la expansión de los derechos es parte de un proceso de democratización, entendida
como adquisición por parte de las clases populares de los derechos originalmente creados por y para
las elites.
Tres generaciones de derechos de ciudadanía pueden así ser descriptas: civiles, políticos y
sociales. En primer lugar, los derechos civiles que corresponden a los derechos necesarios para el
ejercicio de las libertades. En segundo lugar, los derechos políticos (consagrados en el siglo XIX) los
cuales garantizan la participación, tanto activa como pasiva, en el proceso político. Por último, ya en el
siglo XX, los derechos sociales de ciudadanía, correspondientes a la adquisición de un padrón mínimo
de bienestar y de seguridad social que debe prevalecer en la sociedad.
Es necesario, entretanto, evitar el error recurrente de equiparar los derechos de Welfare con la
ciudadanía social. Los primeros se basan en medios y destacan individuos vulnerables que necesitan

26
Janoski (1998)
de protección, mientras que la ciudadanía social es universal y adquirida como un derecho por el
hecho de pertenecer a la comunidad.27
Considerando el conflicto de la expansión acumulativa de derechos, Marshall direcciona su
atención al antagonismo existente entre los derechos civiles, los cuales consagran la protección del
individuo frente al Estado, y los derechos sociales, que deben garantizar el derecho a una renta real,
por medio de beneficios asegurados por el Estado. Así, la ciudadanía social se enfrenta con las
condiciones del capitalismo y su ejercicio genera conflicto.
Marshall concluyó que la ciudadanía social y el capitalismo están en guerra, pero argumenta
que la ciudadanía y clase social son compatibles en la sociedad capitalista democrática en la medida en
que la ciudadanía se tornó la arquitecta de la desigualdad social legitimada. Tal ambigüedad se
escuchará fuertemente en el debate de las décadas posteriores entre marxistas y social-demócratas.
Estudios empíricos demuestran la multiplicidad de relaciones entre diferentes tipos de derechos en
diversas formas de organización social.
En contraste con el modelo lineal evolucionista traído por Marshall, se puede decir que en
Estados Unidos la tradicional lucha por los derechos civiles impidió el crecimiento de los derechos
sociales de ciudadanía. El fascismo y comunismo se presentaron como forma de conquista social en
detrimento de los derechos civiles y políticos. La vertiente social-demócrata también fue criticada por
dejar lagunas en la crítica a la perspectiva liberal, teniendo restringida su mirada sólo a la clase
trabajadora, en detrimento de otros conflictos, como los de género, étnicos, nacionalistas, etc.28

Múltiples ciudadanías

Ante este panorama, la preocupación contemporánea se direcciona fundamentalmente hacia la


búsqueda de compatibilizar la existencia de diversas posibilidades y grados de ciudadanía: la vida en
pequeñas comunidades, la reformulación de la ciudadanía en el Estado-nación o a nivel global.

La ciudadanía, en el ámbito de ese esfuerzo colectivo, no puede más ser vista como un conjunto de
derechos formales, pero sí como un modo de incorporación de individuos y grupos al contexto social.
Con la intención de solucionar la relación conflictiva entre las múltiples tradiciones de la ciudadanía,
basadas en estatus, participación e identidad, algunos autores pretenden formular un complejo sistema
con acceso a derechos garantizados por instituciones locales, nacionales y transnacionales.29

Se destacan dos abordajes principales. Uno, a partir de Iris Young,30 referenciado a la necesidad de
institucionalización de ciudadanías múltiples de forma de asegurar justicia y equidad. Es preciso que
se concreten los derechos en relación a grupos sociales, una vez que, sobre los auspicios de la
universalidad, la exclusión siempre existió y continuará existiendo: la igualdad formal, irónicamente,
crea desigualdad sustantiva. Se coloca específicamente, la cuestión de grupos oprimidos en el contexto
norteamericano (afrodescendientes, mujeres, “chicanos”31, indígenas, homosexuales, viejos, pobres,
personas con deficiencia).

27
Vieira (2001)
28
Id. ibid
29
Id. ibid
30
Shafir (1998)
31
Forma de referirse a personas de nacionalidad mexicana.
Se endosa así, la propuesta de ciudadanía diferenciada de Will Kymlicka,32 para quien los
derechos no deben ser garantizados solamente a los individuos, sino también a grupos. El objetivo del
criterio identitario, como en el caso específico de inmigrantes, no consiste en un movimiento de
autoexclusión del cuerpo social, sino que antes de garantizar su inclusión, se mantiene respeto por su
cultura. Se propone una extensión de esquema lineal de Marshall: la garantía de una cuarta generación
de derechos, los derechos culturales de ciudadanía.
En la segunda alternativa de Michael Walzer,33 el centro de esta diversidad de ciudadanías
reside precisamente en una de ellas: la política. Es clara la admiración por la tradición griega, en la
cual la participación política asume la más alta forma de humanidad como principio de incorporación
y unidad social. Explora todavía más el concepto de una unidad social, la unidad civil, al permitir el
enfrentamiento crítico de diversas reivindicaciones sociales, desempeña su tarea clásica de generar
civilidad. El respeto a la diversidad y al pluralismo social debe ser parte integrante del discurso de la
ciudadanía.

Los desafíos de la ciudadanía y la articulación de derechos

Hay un renovado interés por la ciudadanía en este inicio del siglo XXI. El concepto de
ciudadanía parece integrar nociones centrales de filosofía política, como los reclamos de justicia y
participación política. Ciudadanía, todavía, se vincula íntimamente a la idea de derechos individuales y
pertenencia a una comunidad particular. Los sinnúmeros de trabajos de la década de 1990 parecen
apuntar en la dirección de una teoría de ciudadanía. Si bien no existe hasta el momento una teoría,
importantes contribuciones teóricas ya fueron dadas con respecto a tensiones entre los diversos
elementos que componen el concepto ciudadanía, esclareciendo las razones de su actualidad.34
Dos interpretaciones se enfrentan en ese ámbito. En la primera, el papel del ciudadano es
visto de forma individualista e instrumental, seguido a la tradición liberal iniciada por Locke. Los
individuos son considerados personas privadas, externos al Estado y sus intereses son pre políticos. En
la segunda versión, prevalece una concepción comunista oriunda de la tradición filosófica política de
Aristóteles, con la proposición de una ciudadanía activa. Los individuos son integrados en una
comunidad política y su identidad personal es función de las tradiciones e instituciones comunes.

Se presentan dos modelos: el primero se basa en los derechos individuales y en el tratamiento


igualitario; el segundo define la participación en el autogobierno como esencia de la libertad,
componente esencial de ciudadanía. Habría una ciudadanía pasiva, por “encima”, vía Estado, y una
ciudadanía activa, por “debajo”. Es decir, una ciudadanía conservadora -pasiva y privada- y otra
revolucionaria -activa y pública.
Es desde ese lugar que se aborda el contexto de ciudadanía y de derechos, de la ampliación de
la igualdad y el reconocimiento de las diferencias como presupuestos para una terapia ocupacional
social, con ciudadanía y derechos como ejes.35

La terapia ocupacional en la política social


Como se plantea anteriormente, en el inicio de la década de 1990 se asistió a una importante
incorporación de los terapeutas ocupacionales en servicios sociales en los municipios que adoptaron
como directriz la implementación de los preceptos constitucionales.

32
Kymlicka (1996)
33
Walzer (1992)
34
Vieira (2001)
35
1 Ayuntamiento Galheigo (1997) y Lopes (1999)
En aquel momento, ya era otra la generación de terapeutas ocupacionales que podría asumir
los desafíos de esas proposiciones, una generación formada por aquellas primeras que traían, para sus
cursos teóricos y prácticos, contenidos que se dedicaban a la compresión Gramsciana y Basagliana, a
la producción de vida en sus intervenciones profesionales.
Las indagaciones iban en dirección de cuestionamientos sobre cómo actuaban los terapeutas
ocupacionales. ¿Cómo hacían la terapia ocupacional que se viabiliza en los años 1990? ¿Cómo el
terapeuta ocupacional podría, considerándose la formación que venía recibiendo, responder a las
necesidades de los usuarios de los diferentes servicios creados en la asistencia pública? Fue esa una
importante motivación de mi investigación de doctorado. ¿De qué forma se articulaban, en el caso de
la terapia ocupacional, las categorías ciudadanía, derechos, y políticas públicas? Buscando producir
respuestas, estudié concretamente la experiencia del municipio de São Paulo entre los años 1989 y
1996.36
En mi estudio en particular, en un plano más general, la experiencia en la Prefeitura de São
Paulo reveló de forma muy dura y directa la magnitud y la complejidad de las tareas envueltas en la
lucha por la ciudadanía de la mayoría de la población, de la cual la implementación y la consolidación
de políticas en el campo de la salud mental y de la persona con discapacidad era un pequeño
fragmento. Por tal motivo queda en evidencia el enorme esfuerzo necesario para la implementación de
cualquier proyecto en ese sentido.
Los recursos humanos tienen importancia vital en todo el proceso, pues son ellos quienes
tienen el poder (o no) de convertir las innovaciones sociopolíticas, teóricamente propuestas por
gobernantes, en prácticas, en mejoras reales a ser disponibles para la población. En relación
específicamente a los terapeutas ocupacionales, hubo una identificación genuina entre los técnicos y
los proyectos puestos en marcha, hubo un esfuerzo conjunto y espontáneo en el sentido de
implementarlos, buscando ofrecer a la población servicios y alternativas en los cuales se confiaba.37

La terapia ocupacional social: un campo complejo y de fronteras

En el final de los años 1990 enfrentamos la avalancha neoliberal en Brasil - avalancha que
todavía sofoca nuestras esperanzas. La creciente vulnerabilidad de grupos e individuos en un universo
de Estado mínimo, privatizante y de acciones locales y selectivas, en una sociedad que banalizó la
palabra ciudadanía, en la que la democracia parece restricta a los preceptos burgueses, de ejercicio
cíclico del voto, y fundamentalmente con intensas transformaciones en el mundo laboral. La avalancha
viene llevando al empeoramiento de la exploración del trabajo y la degradación de los sistemas de
protección asociados, trae una nueva configuración de vieja cuestión social.38 Ese proceso de
transformación de reglas sociales viene ocasionando el aparecimiento de sujetos considerados
“inválidos coyunturales”39 o “sobrantes”40, que desenvuelven “déficit de integración” (en el trabajo,
casa, educación, cultura) y sufren descalificación, invalidez social y disolución de vínculos, hasta
amenazas de exclusión con tratamiento discriminatorio explícitos.
Fue en ese contexto que formamos, en 1998, el Proyecto Metuia, parte de lo que
denominamos, Denise Barros, Sandra Galheigo y yo, resurgimiento de la cuestión social para los
terapeutas ocupacionales.41

36
Lopes (1999)
37
Id. ibid
38
Castel (1997)
39
Donzelot (1986)
40
Castel (1997)
41
Barros, Lopes y Galheigo (2002)
En el texto “Terapia ocupacional social”, que escribí en compañía con las colegas Denise
Barros y María Isabel Ghirardi, identificamos, desde el punto de vista sociológico, dos poblaciones
beneficiarias de la acción, del discurso disciplinar, tanto médico (en sentido amplio) como jurídico;
que se constituyen como población a ser asistida por la terapia ocupacional social:
1. Aquellos que sufren procesos de exclusión social que justifican su institucionalización, para su
recuperación, educación y/o represión, involucrando, entre otros a:
a) los que habitaron y continúan habitando espacios cerrados y separados de la comunidad
como hospitales psiquiátricos, dichas comunidades terapéuticas, asilos e instituciones para
personas con discapacidad, prisiones.
b) la infancia y la juventud pobre.
c) adultos mayores asilados y destituidos de derechos.
2. Grupos que, debido a las transformaciones sociales, están expuestos directamente a la
precarización del trabajo, a la vulnerabilidad relacional y, por lo tanto, a quedarse en los
márgenes, percibiendo ruptura de las redes sociales. Para estos, el déficit de integración está
vinculado a la degradación del mundo de trabajo y sus consecuencias en la calidad de vida:
vivienda, educación, sociabilidad, cultura, llevando a procesos de desafiliación.42

La constitución del campo social en terapia ocupacional, como una de sus sub áreas, en el
final de la década de 1990, presenta como punto a destacar, el desenlace de la terapia ocupacional del
área de la salud, y, por lo tanto, de la mediación necesaria entre salud y enfermedad. Los procesos en
torno de la participación social en el país, crean un ambiente que propició la identificación de
problemáticas sociales graves y que envuelve amplios sectores sociales y profesionales en la búsqueda
de soluciones. Los terapeutas ocupacionales no quedaron fuera de esos procesos.
“La terapia ocupacional busca que sus profesionales piensen, produzcan43 y se posicionen
políticamente frente a las cuestiones sociales”. “Sus métodos están condicionados por determinadas
problemáticas que son percibidas e incorporadas como pertinentes y, para esas áreas problemáticas, [se
articulen posibles] soluciones”.44 La desigualdad y la pobreza son problemáticas relevantes de la
cuestión social brasileña, adquiriendo configuraciones que requieren una revisión de las profesiones y
de las pertenencias del papel profesional.
Desde [mediados] de la década de 1980, la ciudadanía fue
colocándose como principio orientador de la acción de los
terapistas ocupacionales. Inicialmente, es una lucha política
por medio de la participación activa en diversos
movimientos sociales [...]. Después, la ciudadanía se torna
parámetro de una nueva forma de actuar profesionalmente,
transformándose en eje articulador de acciones del terapista
ocupacional. La intervención individual y la intervención
colectiva son, desde entonces, percibidas como insertas en
sus contextos y como parte de procesos históricos de
producción de significados y de negociación cultural.45
Así, sin perder de vista que la lucha contra la exclusión implica la lucha contra la
desregulación del trabajo y por la distribución de la riqueza, sin la negligencia del hecho de que las
acciones precisan estar insertas en un proceso político consciente, creemos que por su historia, por la

42
Barros, Ghirardi y Lopes (2002)
43
Barros (2004, p.92)
44
Id. ibid, p.92
45
Barros, Lopes y Galheigo (2007, p. 352)
acumulación de discusiones contraídas en la crítica a las instituciones de segregación y, sobretodo, por
el conocimiento de la mediación de la actividad, la terapia ocupacional puede contribuir en campos de
intervención que permanecen distantes de sus preocupaciones.46

La terapia ocupacional social se reformula a partir de la aceptación del desafío de buscar crear
nexos entre aquello que el proceso social trae como demanda y el cúmulo producido. En este sentido
la terapia ocupacional acerca el concepto y las implicaciones de las actividades como mediación.
Importa mencionar todavía dos elementos fundamentales que tomamos prestado de Paulo Freire para
diseñar la terapia ocupacional social: la concientización y el diálogo; la concientización significa el
pasaje de inmersión en la realidad para un distanciamiento de esta realidad, ultrapasa el nivel de la
toma de conciencia por el desvelamiento de las razones de ser de una dada situación seguida por una
acción transformadora de esta realidad que se proyecta.47 Paulo Freire,48 como Basaglia y Ongaro-
Basaglia,49 no disocia acciones técnica de la acción política, o, en la formulación gramsciana, el
intelectual es el técnico más político.50
A partir de esos presupuestos, venimos, desde 1999, desarrollando diversos proyectos de
intervención, trabajando en conjunto con organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, de
carácter público, que actúan por la universalización de derechos de ciudadanía y por el fortalecimiento
y/o creación de las redes sociales de soporte a las poblaciones que enfrentan procesos de desafiliación.
Buscamos, también, formar terapeutas ocupacionales para actuar en el territorio, en espacios
comunitarios y en instituciones sociales, capacitándonos para, a partir de la demanda de la población,
contribuir para el cuestionamiento de sus necesidades y para una escucha y una intervención que se
construye con el “otro” en su contexto de historia.51
Hoy, ya tenemos otra generación de terapistas ocupacionales desarrollando sus prácticas
profesionales y sus caminos de investigación y producción de conocimiento, indagando sobre cómo
trabajar en un campo complejo y de fronteras - o de los niños, adolescentes y jóvenes que no tienen los
medios para su realización en cuanto a sujetos, que son objeto de violencia, o de los adultos en
situación de calle; todavía en cómo aprovechar los proyectos/ programas focales de ocasión, como
varios actualmente, e instrumentalizados para la lucha por los derechos.

Son distintas las demandas que implican la producción de conocimientos y de procedimientos


metodológicos propios. La experiencia acumulada por el Núcleo UFSCar de Metuia, ha producido
tecnologías sociales que han sido capaces de fomentar nuevas posibilidades de actualización,
integrando y articulando acciones de amplitud micro y macro social. En esa perspectiva destacamos:
1) La articulación de recursos en el campo social, comprendida como una estrategia de intervención
que se teje desarrollando las acciones focalizadas en determinados individuos, grupos, colectivos,
comunidades, hasta aquella del nivel de la sociedad civil, de acciones políticas y de gestión. 2)
Dinamización de la red de atención a determinados grupos poblacionales y/o comunidades y la
interacción con los diferentes sectores y niveles de intervención. 3) Las oficinas de actividades,
dinámicas y proyectos lanzando más allá del potencial formador y transformador de la actividad, ya
que la dimensión sociopolítica y cultural de los diferentes haceres permeabiliza los cotidianos,
favoreciendo la autovaloración de sujetos y posibilitando la producción de vida con sentidos, con
vistas a la emancipación personal y social. 4) Los Acompañamientos singulares y territoriales, que,
46
Barros, Ghirardi y Lopes (2002, p.101)
47
Barros (2004)
48
Freire (1978, 1979)
49
Basaglia y Ongaro-Basaglia (1977)
50
Gramsci (2002)
51
Barros, Lopes y Galheigo (2002), Lopes et al. (2010, 2012)
partiendo de la escucha atenta acerca de las necesidades de las personas y de los grupos, buscan el
cuestionamiento de las cuestiones esenciales en sus vidas, muchas veces determinadas por la
desigualdad social, por la falta de acceso a servicios y bienes sociales.52

Esas experiencias buscan, por lo tanto, aglutinar materiales que se traduzcan en producciones
de conocimiento sobre esa realidad y en parámetros acerca de las posibilidades de intervención, así
como para la formación profesional con base en una actuación direccionada para la dimensión
territorial, para el desarrollo de la convivencia, para la superación del abordaje calcada en la dimensión
clínica/individual, respetando todavía las singularidades de los sujetos, teniendo como presupuesto los
principios concernientes a la búsqueda del ejercicio radical de la democracia y de los derechos y
deberes resultantes de la ciudadanía.
En Brasil contemporáneo, la búsqueda de una ciudadanía ampliada es un proceso del cual no
es posible esquivar, aunque sinnúmeros de obstáculos deberían ser todavía enfrentados. Brasil, a pesar
de más de 25 años de la Constitución Ciudadana, todavía no consiguió dar cuenta del rescate de la
división social a que se proponía. Al contrario, el proyecto conservador de fuerzas amenaza revertir las
ganancias importantes, principalmente las que se refiere a la universalidad y a la exhaustividad de los
derechos sociales.
Retomando los momentos iniciales de esta presentación, el tema aquí tratado me llevó a la
reflexión de cómo se articulan en la realidad social, necesidades de acciones técnicas; por un lado
sistematizar el conocimiento específico y, por otro, la resolución de problemas de individuos y/o
grupos poblacionales concretos; en cómo indagar el saber disciplinar y, dentro de él, las metodologías
y técnicas de la terapia ocupacional, con intervenciones que se dan en un campo de producción de
saberes complejos.
Si la especificidad de la terapia ocupacional está en busca de posibilitar/fomentar a los sujetos
mayor autonomía, participación e inserción social, ¿cómo actuar profesionalmente sin avanzar de su
núcleo del saber propio para un campo interdisciplinar, intersectorial e interprofesional?
Para mí, articulando técnica y políticamente, ciudadanía, universalización de derechos,
políticas sociales, radicalización de la democracia; poder público; movimientos y participaciones
sociales; trabajo; educación, salud, justicia; viviendas; arte; cultura; hacer. Dicho de otra forma:
estando y actuando en el campo social.
Fue así que entramos la terapia ocupacional y yo con aquel diálogo, en el siglo XXI.

La traducción no fue revisada por la autora, por lo tanto, es de exclusiva circulación en


la Cátedra “T.O. en Comunidad”, Licenciatura en Terapia Ocupacional, ESS, FBCB,
UNL.
Traducción a cargo de: Lara Rivera y Ailín Brasesco.

52
Lopes et al. (2011)
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