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El G20 y la Política Exterior Argentina según Alberdi

Luego de años de irrelevancia y decadencia en lo que respecta a la inserción argentina en


el mundo, un cóctel que nos había  posicionado como país de frontera (menos que
emergente) urge reflexionar sobre qué tipo política exterior necesita el país. Si bien la
Política Exterior Argentina mínimamente necesita un horizonte de 20 años ante la
comunidad internacional para gozar de credibilidad y conseguir los objetivos buscados, más
si se viene de un historial agresivo e irresponsable, es importante mostrar un perfil
consistente de lo que se quiere y de lo que no. La realización del G20 en la República
Argentina ofrece una oportunidad única, no solo a la hora de materializar y concretar
acuerdos comerciales, también de asentar un perfil de largo plazo. En conjunto, los
miembros del G20 representan el 85% del producto bruto global, dos tercios de la
población mundial y el 75% del comercio internacional.

Durante la Presidencia del Ing. Mauricio Macri ya sea bajo la gestión de la ex Canciller
Susana Malcorra o del actual Canciller Jorge Faurie, se ha buscado estrechar fuertes
vínculos con las naciones más importantes del mundo. Sobresalen, no siendo los únicos
casos, el respaldo recibido por parte de los presidentes de los Estados Unidos, Alemania, 
Francia,  Italia,  España, Holanda, Suiza, Gran Bretaña,  Japón,  China y Emiratos Árabes. A
nivel latinoamericano el cambio es más marcado ya que la Argentina busca acercar al
MERCOSUR a la Alianza del Pacifico (México, Chile, Colombia y Perú) es decir a la América
Latina “Globalizada”. Esta constituye la octava potencia económica y la octava potencia
exportadora a nivel mundial. En América Latina y el Caribe, el bloque representa el 37%
del PIB, concentra 52% del comercio total y atrae el 45% de la inversión extranjera
directa. Los cuatro países concentran una población de 225 millones de personas y
cuentan, con un PIB per cápita promedio de US$ 18.000 (en términos de paridad de poder
adquisitivo). En conjunto conforman una plataforma de acceso a los principales mercado
mundiales, ya que cuentan con una enorme red de tratados de libre comercio con la Unión
Europea, NorteAmerica y la región Asia-Pacifico.

Aunque muchos no lo sepan, esta visión está muy cerca de las ideas de nuestra
constitución de 1853 y del pensamiento de Juan Bautista Alberdi quien consideró a la
política exterior como “la llave de riqueza y prosperidad ”, para vencer el desierto, la
pobreza y el atraso material.
Alberdi afirmó: “Nuestra política exterior debe ser económica y comercial por excelencia ”,
aconseja la firma de tratados de libre comercio ya que son la única forma de colocar la
civilización, las inversiones extranjeras y locales “al abrigo de nuestra guerra civil
inacabable”. Es decir al abrigo de nuestra inestabilidad política económica la cual ha
destruido el capital, la riqueza y ha condenado a la pobreza e indigencia a buena parte de
la población. El análisis de Alberdi marca una clara comprensión de las ventajas de anclarse
a países de alta calidad institucional.
Al igual que en el siglo XIX, siguen siendo las instituciones del “Rule of Law”, conocidas
genéricamente como Estado de Derecho, las que posibilitan la inversión, la innovación y
ofrecen más oportunidades de progreso y libertad a sus habitantes. Recordemos que
Europa, liderado por Gran Bretaña, en el SXIX era la síntesis de comercio, apertura, cultura
y progreso. Los países que se desarrollan han incorporado este tipo de instituciones
caracterizadas por limitar el poder político en la división de los poderes, el rol fundamental
del poder judicial en defensa de los principios constitucionales; y la determinación de que
las mayorías no tienen el derecho a violar los derechos de las minorías.

El efecto de estos tratados seria según Alberdi el “ atraer los capitales del extranjero, de
fijarlos en el país y de obtener la baja del interés por la disminución de los riesgos que
hacen subir al interés”. Acá vemos una clara conciencia de lo que hoy se conoce como
“riesgo país”. El cual aumenta cuando hay riesgo de default, devaluación, inseguridad
jurídica, repentinos cambios de reglas impositivas, falta de respeto a los derechos de
propiedad, etc.
Esto último es sumamente importante ya que la vinculación externa de un país no solo
depende de su política exterior (entendida como el ámbito tradicional de la Cancillería) ni
del comercio, el flujo de capitales o la política militar, que son las áreas de gestión que
generalmente se piensa cuando se habla de inserción internacional. Esta inserción
depende también de la solidez de las reglas del Estado de derecho descriptas.

Por esta razón Alberdi deja bien en claro que “ el sistema económico de la constitución
argentina debe buscar su más fuerte garantía de estabilidad y solidez en el sistema
económico de su política exterior”, es decir una especie de “garantía internacional”.
Alberdi advierte el costo de repudiar estos tratados. Para un país pequeño e inestable más
cerca del polo sur que de los centros económicos de importancia, desconocer un tratado
con una superpotencia implica quedarse a la intemperie, sin ancla en el mundo,
desenchufado de la corriente mundial del comercio y la inversión. “El día que la
Confederación desconozca que esos tratados valen más para su riqueza y prosperidad que
la constitución misma que debe vivir por ellos, puede creer que su suerte será la misma
que bajo el yugo de los reyes de España y de los caudillos como Rosas ”. Para Alberdi,
toda política opuesta a anclarse al mundo civilizado, es una grave violación de otros
derechos individuales como la vida o la propiedad. Lo expuesto es el sustento del artículo
27 de la Constitución Nacional.

Lic. Pablo Benitez Jaccod


Presidente Fundación Progreso y Libertad

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