Dedicatoria
A mis padres, por su apoyo incondicional.
A Luz Marlita, por su amor y comprensión
INDICE
INTRODUCCION
1. SUCESOS ANTICOMPETITIVOS
2. CONDUCTA ANTICOMPETITIVA
3. REGLA DEL PERSE Y REGLA DE LA RAZÓN. PRÁCTICAS
ANTICOMPETITIVAS
3.1. La regla de la razón
3.2. La regla per se
4. PRACTICAS ANTICOMPETITIVAS
4.1. Las prácticas anticompetitivas y la Ley de Represión de
Conductas Anticompetitivas
4.2. Las prácticas colusorias verticales y horizontales
5. LA AUTORIDAD DE COMPETENCIA
6. LABOR DE LA AUTORIDAD DE COMPETENCIA ASPECTOS
PROCESALES:
6.1. Exclusividad y obligatoriedad de la función jurisdiccional
6.2. Independencia de los órganos jurisdiccionales
6.2.1. Independencia externa
6.2.2. Independencia interna
6.3. Imparcialidad de los órganos jurisdiccionales
6.4. Contradicción o audiencia bilateral
6.5. Publicidad
6.6. Obligatoriedad de los procedimientos establecidos por la ley
6.7. Motivación de las resoluciones judiciales
6.8. Cosa juzgada
7. EL DERECHO PROCESAL CONSTITUCIONAL
7.1. Principales materias que comprende el Derecho Procesal
Constitucional para que cumpla sus funciones
7.2. La materia, fuero, cuantía y territorio
7.3. Los otros elementos de la competencia
7.3.1. El grado
CONCLUSIONES
RECOMENDACIONES
BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCION
El presente estudio se ocupa de las prácticas anticompetitivas y de las medidas
que pueden adoptarse para combatirlas: se centra en los monopolios de
Estado y los abusos en los mercados de la infraestructura, las prácticas
anticompetitivas en el sector internacional de la distribución y comercio
minorista, y los cárteles internacionales; expone cómo pueden estas prácticas
perjudicar a las empresas de los países en desarrollo y presenta ejemplos de
las repercusiones de las prácticas anticompetitivas en los proveedores de los
países en desarrollo; considera la función que tienen las empresas y las
asociaciones empresariales para responder a tales prácticas y el alcance de
una mayor cooperación internacional para combatirlas;
Puede haber prácticas anticompetitivas en los planos local, nacional o
internacional. Estas prácticas menoscaban el bienestar de los consumidores y
de las empresas. Sin embargo, algunos tipos de prácticas – los monopolios de
infraestructura, el excesivo poder de las cadenas de distribución y de los
carteles internacionales – afectan de modo especial a las empresas que
aspiran a triunfar internacionalmente. Estas prácticas y las medidas que
pueden adoptarse para contrarrestarlas es en el presente que enfocamos como
mejorar el trabajo para no incurrir en situaciones nefastas que perjudiquen a la
comunidad.
No existe una respuesta de tipo global sobre el mejor método a seguir para
luchar contra las prácticas anticompetitivas. Excepto en los casos de abuso
flagrante, como la fijación de precios por carteles internacionales, es preciso
evaluar en cada caso la presunta conducta anticompetitiva. Los países deben
realizar reformas para implantar una mayor competencia entre las industrias
nacionales de servicios y deben aplicar las leyes sobre la competencia (leyes
antitrust). A menudo estas normas superan las fronteras nacionales, y una
aplicación eficaz obliga a los países a cooperar, por lo menos regionalmente.
Por tanto, es necesario que se sigan los lineamientos planteados en el
presente estudio, toda vez que permiten determinar la afectación que la
práctica ocasiona no solo en los competidores, sino directamente en el
bienestar del consumidor. Ello considerando que las normas de libre
competencia tienen como objeto proteger el proceso competitivo, promoviendo
la eficiencia económica en los mercados para el bienestar de los consumidores.
1. SUCESOS ANTICOMPETITIVOS
Las prácticas anticompetitivas o prácticas anticoncurrenciales refieren a
los daños a los intereses generales de la competencia, que pueden llegar a
tener impacto en el mercado relevante de que se trate. Estas prácticas están
prohibidas o limitadas por las leyes sobre la competencia.
Los mecanismos de competencia pueden llegar a ser afectados por ciertos
comportamientos anticoncurrenciales (entendimientos ilícitos, abuso en cuanto
a la posición dominante, acuerdos entre competidores –o sea acuerdos
horizontales–, acuerdos entre no competidores –o sea acuerdos
verticales, dependencia económica, prácticas de precios abusivamente bajos),
y también por la creación de estructuras anticoncurrenciales (concentración en
pocos agentes económicos, oligopolios, monopolios, cárteles…).
En Francia, los comportamientos anticompetitivos caen dentro de la función
jurisdiccional de la 'Autorité de la Concurrence' (desde aprobada la "Ley de
Modernización de la Economía" —Loi de modernisation de l'économie, LME—
del 4 de agosto de 2008, y no del llamado 'Conseil de la Concurrence'), 4
mientras que las estructuras anticompetitivas establecidas por los esquemas de
concentraciones, pasan solamente por la potestad consultativa del Consejo, ya
que la decisión final la toma el poder político.
Muchos son los países que han aprobado leyes sobre la competencia y tienen
al respecto organismos reguladores. En Uruguay, la 'Ley de Promoción y
Defensa de la Competencia' (Ley nº 18.159) es la que actualmente se aplica, y
el principal organismo regulador es la 'Comisión de Promoción y Defensa de la
Competencia'. En República de El Salvador, por su parte, la 'Superintendencia
de Competencia' es la institución de Derecho Público que se encarga de este
asunto, regulada por la llamada 'Ley de Competencia' (decreto nº 528
promulgado el 23 de diciembre de 2004) y demás disposiciones aplicables.
2. CONDUCTA ANTICOMPETITIVA
“Dichas conductas se encuentran prohibidas por la legislación de
competencia, y se consideran como prácticas lesivas a la competencia, y
por lo tanto ilegales”
En los mercados competitivos cada día surgen nuevas ideas, y nuevas
empresas intentan posicionarse como líderes del mercado, desafiando de esta
manera a los participantes previamente establecidos. De esta forma, y como es
de esperarse, en este tipo de mercados las empresas se ven impulsadas a ser
cada vez más eficientes, innovadoras, productivas, inversoras y propositivas, y
se ven alentadas a alcanzar eficiencias por distintos medios para convertirse
así en competidores más fuertes y reconocidos en su actividad diaria. En este
entendido, puede suponerse que la competencia conlleva a un resultado de
una mayor variedad de bienes y servicios, mejores condiciones en el mercado,
y trae consigo beneficios para los productores y principalmente para los
consumidores.
En contraposición, el desarrollo de conductas que impidan o restrinjan la
competencia, o que intenten desplazar a los competidores existentes en un
mercado, perjudican en última instancia a los consumidores, las empresas, y
por supuesto los intereses de toda la sociedad. De ahí, que dichas conductas
se encuentre prohibidas por la legislación de competencia, y se consideren
como prácticas lesivas a la competencia, y por lo tanto ilegales. Estas
conductas anticompetitivas, se enmarcan en lo que comúnmente se conoce
como prácticas absolutas y prácticas relativas, las cuales pueden adoptar
distintas modalidades y que se explican a continuación.
Así, las prácticas anticompetitivas absolutas son conocidas también como
acuerdos colusorios o carteles, y se configuran como cualquier tipo de acuerdo,
pacto o convenio entre agentes económicos competidores entre sí (es decir,
que se encuentren en un mismo eslabón de la cadena de valor, y por lo tanto
participan del mismo mercado), a fin de manipular o fijar los precios u otras
condiciones de compra o venta bajo cualquier forma, que intenten fijar o limitar
las cantidades de producción a ofrecer al mercado, repartirse el mercado, o
coordinar posturas en licitaciones públicas o privadas.
Este tipo de prácticas son consideradas como las más dañinas para la
competencia, ya que generan repercusiones muy graves para el bienestar de
los consumidores, restringiendo el buen funcionamiento del mercado, y
creando condiciones desfavorables en términos de precios, disponibilidad de
bienes y servicios, y afectando los aspectos de calidad e innovación por medio
de la coordinación de acciones entre los competidores. Por lo tanto, permitir
que este tipo de prácticas se lleve a cabo en los mercados, conllevaría a
resultados perniciosos para el buen funcionamiento de los mercados y la
economía en su conjunto; entonces, es justificable desempeñar acciones de
prevención y eliminación de dichas prácticas e imponer las respectivas
sanciones y condiciones para los agentes económicos involucrados en tales
conductas.
Por otra parte, adicionalmente a las conductas colusorias o carteles, existen
prácticas que también son lesivas a la competencia, y que se denominan
prácticas anticompetitivas relativas. Por ejemplo, y para poder explicarlas de
mejor manera, supongamos que en un entorno dinámico del mercado sea
natural la existencia de empresas más eficientes que otras, con mayor tamaño,
mayor porción de mercado, mejor nivel de tecnificación, entre otros; y de igual
manera, podría suponerse que las empresas menos eficientes a la larga se
vean desplazadas del mercado y opten por abandonarlo al no poder soportar,
entre otros, las presiones vía costos que le demandaría el sostenimiento de su
actividad. Lo interesante de la relación antes descrita es que posiblemente la
empresa que resulta más eficiente que las demás crezca de tal forma que
pueda llegar a dominar el mercado, y a actuar con cierta independencia de sus
competidores, proveedores y clientes dentro de un mercado relevante en que
participe. Aquí estaríamos entonces ante una situación de una empresa con
posición de dominio en un mercado relevante en particular, considerando la
sencillez de nuestro ejemplo a efectos ilustrativos.
Cabe aclarar que hasta el momento en nuestro ejemplo no hemos descrito la
configuración de una práctica anticompetitiva relativa, solo hemos intentado
contextualizar una situación de posición de dominio en el mercado, que por sí
sola no constituye una violación al derecho de competencia. Sin embargo,
podría darse el caso de que empresas con posición de dominio y que cuenten
con un poder sustancial de mercado adopten conductas anticompetitivas para
mantener o, inclusive, incrementar su posición y poder en el mercado.
Por lo tanto, el derecho de competencia considera como una prohibición, dadas
sus afectaciones a la competencia y al bienestar de los consumidores, las
acciones que constituyan un abuso de la posición dominante de un agente
económico en un mercado, que adopte medidas para la creación de obstáculos
a la entrada de nuevos competidores o a la expansión de los existentes;
acciones para limitar, impedir o desplazar en forma significativa la competencia;
la utilización de precios predatorios –es decir por debajo de los costos, con el
fin de eliminar competidores o impedir el acceso de nuevos-; la discriminación
de precios; la aplicación de restricciones verticales; la aplicación de compras o
ventas atadas; y las negativas de trato o venta.
Es importante advertir en este punto, que las autoridades de competencia, al
momento de estar evaluando la existencia o no de una práctica anticompetitiva
relativa, deberán llevar a cabo un análisis respecto de los posibles efectos que
las supuestas prácticas tengan en el mercado, y desarrollar un análisis muy
exhaustivo para la definición de los mercados relevantes, la posición de
dominio de los agentes económicos y de los efectos sobre la eficiencia del
mercado.
Finalmente, es preciso mencionar que en el marco del derecho de competencia
no suelen considerarse como prácticas anticompetitivas aquellas relacionadas
específicamente con los temas para la defensa y protección de los consumidor
–entre otros, protección de la salud, seguridad, derecho a la información,
educación, reparación de daños.-, o los relativos a la competencia desleal –
como los actos para atraer clientela indebidamente-, esto es así, dados sus
marcos regulatorios y especificidades en cada uno de estos temas y que son
aspectos fuera del mismo derecho de competencia.
A. Para el caso de El Salvador, las prácticas absolutas se refieren a los
acuerdos entre competidores y se encuentran enmarcadas en el artículo 25
de la Ley de Competencia (LC), y las prácticas relativas en función de las
prácticas anticompetitivas entre no competidores y los abusos de la
posición dominante, en los artículos 26 y 30 de la LC respectivamente.
B. En El Salvador, la defensa y protección de los consumidores se encuentra
normada por la Ley de Protección al Consumidor, y lo relativo a los actos
de competencia desleal es materia de los juzgados de lo civil y mercantil.
Con base en esta arquitectura jurídica, los catálogos de conductas generan una
especie de Regla de Ilegalidad Per se, en la medida en que el legislador ha
descrito o definido como anticompetitivas esas conductas, por lo cual no se
requiere hacer un análisis para establecer que la conducta es anticompetitiva
(porque ya ha sido definida como anticompetitiva por el legislador), dando lugar
a un régimen mucho más estricto.
De otra parte, las conductas que no se encuentren expresamente definidas por
el legislador como anticompetitivas en los mencionados catálogos, deberán ser
analizadas bajo la cláusula de prohibición general, utilizando un sistema de
análisis similar a la Regla de la Razón, donde se mirará el mercado relevante,
la naturaleza, el propósito y efecto de la conducta y se debe realizar un test de
balanceo entre los efectos meritorios o pro-competitivos de la conducta, versus
sus efectos anticompetitivos, para decidir si la conducta debería ser o no
sancionada.
Aunque este tema no ha sido nunca pacífico entre nosotros, parecía tener
cierta estabilidad a nivel de las decisiones de la SIC; sin embargo, en los
últimos años la autoridad ha ensayado nuevas doctrinas, con base en las
cuales se ha manifestado dispuesta a aplicarle la Regla de la Razón a ciertas
conductas verticales, aunque se encuentren contenidas en los catálogos de
conductas y por lo tanto deberían ser analizadas bajo la Regla de Ilegalidad
Per Se
Este último problema es el tema que tratará este artículo, haciendo primero un
recorrido por el origen y la aplicación de la Regla de Razón y la Regla Per se,
para después tratar el problema acerca de las restricciones verticales antes
mencionado, en el caso colombiano.
4. PRACTICAS ANTICOMPETITIVAS
De acuerdo al artículo 58 de su Constitución Política, el Perú se rige por una
economía social de mercado. Mucho se ha discutido sobre los alcances de
aquel concepto; no es materia de este trabajo resolverlo. Lo relevante para el
presente trabajo es la identificación de los principios que orientan nuestro
régimen económico.
En primer lugar, el libre mercado como tal, implica la libertad de iniciativa, de
empresa, industria y comercio (artículo 59 Const.). Esto es acorde con los
demás artículos incluidos régimen económico: el pluralismo económico (artículo
60 Const); libertad de contratar (artículo 62 Const.)
Junto a todo ello, los otros dos principios generales que recoge el constituyente
son fundamentales para el análisis de las llamadas prácticas colusorias: la libre
competencia, en el artículo 61 de la Constitución, y la defensa de los
consumidores y usuarios, en el artículo 65 de la misma carta.
La particularidad de la materia económica de dichas normas constitucionales
es más exigente con respecto a la concretización y aplicación efectiva de sus
contenidos. Si bien a partir de su identificación como principios podemos
etiquetarlos como mandatos de optimización, como tantos otros que terminan
siendo mera declaración de buenas intenciones, la implicancia práctica de la
colisión entre principios económicos exige una especial regulación y actuación
del Estado a través de sus órganos competentes.
5. LA AUTORIDAD DE COMPETENCIA
La autoridad administrativa, actúa en una situación de privilegio respecto del
administrado, haciendo efectiva una situación de subordinación respecto a él.
En consecuencia, la Administración posee un conjunto de potestades quede las
cuales puede hacer respecto del administrado a fin de asegurar el
cumplimiento de sus finalidades. Para ello, debe tenerse en cuenta un conjunto
de principios de la actuación administrativa, a fin de asegurar que dicha
actuación se ajuste a derecho. La Ley establece fundamentalmente cuales son
las atribuciones delas que goza la entidad respectiva, lo cual se conoce en el
ámbito administrativo como competencia.
Competencia Administrativa. La competencia administrativa es la aptitud legal
expresa que tiene un órgano para actuar, en razón del lugar (o territorio), la
materia, el grado, la cuantía y/o el tiempo. Se entiende por competencia,
entonces, el conjunto de atribuciones de los órganos y entes que componen el
Estado, las mismas que son precisadas por el ordenamiento jurídico. La
importancia de la competencia es tal, que sin ella el acto administrativo deviene
en nulo.
Alcances de la competencia administrativa. Por una lado, la competencia
administrativa es, además de una legitimación jurídica de su actuación, un
mecanismo de integración de las titularidades activas y pasivas asignadas a la
actividad determinada, sean estas potestades – típica titularidad activa – o
sean más bien deberes públicos y obligaciones. Asimismo, toda entidad es
competente para realizar las tareas materiales internas necesarias para el
eficiente cumplimiento de su misión y objetivos, así como para la distribución
de las atribuciones que se encuentran comprendidas dentro de su
competencia, distribución que es realizada entre los diversos órganos que
componen a aquella.
Caracteres de la Competencia Administrativa. La competencia administrativa
está sometida a determinados caracteres que la distinguen de otras
instituciones del derecho administrativo, así como de ciertos conceptos
provenientes del derecho privado, que pueden ser definidos de la siguiente
manera:
1. Legalidad. La competencia administrativa tiene su fuente en la
Constitución y en la Ley, y es reglamentada por las normas administrativas que
son derivadas por ellas. Ello implica, de manera directa, que no podría crearse
competencias a través de normas reglamentarias, a diferencia de cierto sector
de la legislación y doctrinas comparadas que señala que mediante reglamento
podría ser posible establecer competencias. Asimismo, la Administración solo
podría ejercer aquellas facultades que se encuentren señaladas expresamente
en la Ley. Además, y como resultado directo de lo que venimos diciendo, la
Administración no puede, unilateralmente, crear entidades – aun cuando las
mismas sean empresas públicas o entidades subsidiarias - ni asignarles
competencias que no estén expresamente señaladas en la Ley, aun cuando se
encuentren sometidas a su tutela. Finalmente, consideramos que no es posible
la asignación de competencias por instrumento distinto a la ley formalmente
considerada, es decir, por la ley emitida por el Congreso. En nuestra opinión, el
principio de legalidad a nivel del concepto de competencia estriba en impedir
que la Administración Pública establezca su propia competencia, situación que
se haría posible de permitirse el establecimiento de competencias vía decreto
legislativo, de urgencia o través de normas generales –ordenanzas – emitidas
por los gobiernos locales y regionales. La posibilidad de que la Administración
establezca su propia competencia implica permitir comportamientos arbitrarios
de las entidades que las conforman. Es por ello que solo un ente imparcial,
denominado Parlamento, puede establecer las competencias que se asignarán
a determinado ente público.
2. Inalienabilidad. La autoridad administrativa no puede renunciar a la
titularidad de la competencia, ni tampoco se puede abstenerse del ejercicio de
las atribuciones conferidas a algún órgano administrativo. La Ley señala que es
nulo todo acto administrativo o contrato que pretenda cualquiera de estas
situaciones. Los mecanismos de ejercicio alterno de competencia, a los cuales
nos referiremos más adelante, no afectan este principio general, puesto que
permiten que la entidad conserve su competencia. Sólo por Ley, o mediante
mandato judicial expreso en un caso concreto se le puede exigir a una
autoridad no ejercer alguna atribución administrativa. Esto refuerza la
naturaleza indisponible e inalienable de la competencia administrativa. Es
evidente, por otro lado, que mediante una norma de rango inferior no puede
modificarse la competencia asignada mediante una norma de rango superior.
Esta afirmación, sin embargo, vuelve a colocar en discusión la posibilidad de
que la autoridad administrativa pueda evitar ejercer la competencia signada
indebidamente.
3. Responsabilidad. La demora o negligencia en el ejercicio de la
competencia o la falta de su ejercicio cuando ello corresponda, constituye falta
disciplinaria imputable a la autoridad respectiva, configurándose el ejercicio de
la competencia como un deber público. Ello implica también responsabilidad
imputable a la Administración como tal, si es que origina un daño a los
particulares, así como a la autoridad administrativa propiamente dicha, siendo
que ésta última no depende del régimen laboral al que esté sometido el
funcionario público respectivo.
4. Esencialidad. La competencia es elemento esencial del acto
administrativo, y en consecuencia, constituye un requisito de validez del mismo.
Evidentemente, la ausencia de competencia, sea respecto al lugar (o territorio),
la materia, el grado, la cuantía o el tiempo, acarrearía la nulidad del acto
administrativo.
5. Fin público La Competencia administrativa está enfocada a una
finalidad de interés común o, en todo caso, de utilidad pública. La autoridad
administrativa ejerce su competencia en función del fin público que le da origen
a la misma. Situación contraria genera la llamada desviación de poder, que
ocurre cuando el acto administrativo se ha dictado con un fin distinto al previsto
por el legislador. Para que ocurra la denominada desviación de poder – tan
mentada por la doctrina europea - debe haber una autoridad administrativa con
competencia, que haga uso de poder para un fin distinto del conferido por la
ley.
6. Jerarquía La competencia administrativa opera en términos de jerarquía
entre los órganos administrativos que componen la Administración Pública. La
competencia asignada a un ente administrativo le corresponde en un nivel
determinado dentro del organigrama del mismo, en términos de materia, grado
y territorio. Sin embargo, y como veremos a continuación, se presume la
desconcentración de la competencia en los órganos de inferior jerarquía al
interior de una entidad. A su vez, se encuentra proscrita, en principio, la
posibilidad de intervención de una autoridad administrativa en la competencia
de otra, aun cuando aquella sea superior jerárquico de la primera, salvo que se
haya autorizado legalmente la avocación.
CONCLUSIONES
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