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La cuarentena en tres actos

Por: Julio Navarro (1)


Estamos a pocos días de una de las celebraciones más significativas del calendario, una
fecha que desde las épocas del colegio nos empeñábamos para montar una gran actuación
en homenaje a mamá, sin embargo, este año –atípico ahora– nos está obligando a mirar
con atención el nuevo escenario en el que tendremos que actuar en adelante, y como dijo
el genial Charles Chaplin “la vida es una obra de teatro que no permite ensayos”, por eso,
debemos pensar detenidamente cual será el nuevo rol que debemos cumplir en un país
donde la improvisación, el Pepe el vivo y la criollada son características de aquellos actores
que se resisten a seguir el guion, una pauta escrita con letras grandes y en frases sencillas
que no exigen más que un poco de seso, compromiso y responsabilidad durante la
actuación para poder terminar la obra de nuestra vida como esperamos, de lo contrario,
nos caerá encima el telón, tristemente para siempre, sin darnos ninguna otra opción,
suplicando un poco más de aliento como si fuéramos la marioneta de Johnny Welch.
En este nuevo teatro de la vida tenemos tres actos importantes que los directores de
escena, es decir, los que gobiernan, deben organizar con extrema dedicación, el primer acto
trata de cómo evitar la muerte. Es realmente una escena de terror, de dolor, de
desesperación, una actuación que nos dilata las pupilas y estruja el corazón, donde los
protagonistas llevan trajes celestes y blancos, tienen sus rostros cubiertos con mascarillas,
usan guantes pegados a su piel, ellos miran desde arriba con impotencia a cientos de
hombres y mujeres postrados en camas de hospitales desbordados, otros tantos en las
calles, en las casas más austeras, en las casas de la ciudad y en las casas de los ricos,
desdichados a merced de un virus, seres humanos que aferrados a sus recuerdos luchan por
coger un poco de aire nada más para evitar que les caiga el telón, tristemente.
Allí están, los que mueren, en sus bolsas negras esperando que vengan por sus restos la
brigada de los muertos; allí están, los que luchan, atados a un ventilador mecánico sobre
una cama caliente que la noche anterior resistió el peso de otra víctima con igual suerte
para posarse sobre ella; allí están, los enfermos, los que aún no entienden cómo es que el
maldito virus llegó hasta sus manos, su boca, sus pulmones, ellos saben que lo tienen, y
ahora solo rezan y recuerdan a los suyos en sus mentes porque no podrán verlos, ni tocarlos,
ni abrazarlos, ni besarlos, quizás por algún tiempo, quizás para siempre; pero allí están
también los otros, los que no saben que su aliento va cargado de ese virus que viaja hacia
dentro, en su cuerpo, multiplicándose velozmente, montándose en su esputo, en su ropa,
en sus manos, como una peste que contagia a los que tienen cerca, al que está en la calle,
en el mercado, en el banco, en la combi, en el hospital luchando incluso contra el mal,
tristemente.
En medio de esta primera escena, entre dos frentes, están los del otro uniforme, los que
solo deben obedecer las órdenes que reciben de sus jefes para impedir que los enfermos se

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junten con los sanos, construyendo una especie de barreras humanas dispuestas a dar sus
vidas para proteger las nuestras, otros héroes anónimos que día y noche se mantienen de
pie sin saber si mañana podrán llegar a casa, dejar sus uniformes y poder abrazar a sus
familias; mientras, en el aire se oyen las voces de los que están en las radios, en la televisión,
y también en los diarios y las redes, criticando, insultando, maldiciendo, allí está la
quejudez, tristemente mientras se cierra el telón.
Se abre el telón para el segundo acto, sobre un mueble está una máquina con pantalla y
teclado, un aparato que invade el comedor, la sala, la habitación, y si la casa tiene todos
estos ambientes en uno solo, entonces está la pantalla sola, sin teclado, el televisor sino
una radio, lo que importa es que se pueda oír la voz, ver o construir las imágenes, y frente
a estos aparatos están los niños, atentos, mirando, escuchando, leyendo, absorbiendo en
su permeable mente los mensajes de buena convivencia, las ciencias, las letras, el arte, todo
envuelto en un paquete digital, algunos niños lo reciben y comprenden mejor que otros,
pero igual, el mensaje le llega a la mayoría de ellos, incluso a sus padres y demás adultos en
casa que quizás nunca tuvieron la oportunidad de estudiar.
Aquí los protagonistas son los maestros, los profes, las misses, ellos se volvieron de la noche
a la mañana, incluyendo trasnochadas enteras, en mentores on line, de pronto cambiaron
la tiza por las teclas, sus cuadernos de 100 hojas por el video web, el “saquen una hoja y un
lápiz” por el “ingresen al kahoot”, cambiaron el “guarden todas sus cosas para el examen”
por el “resuelvan el cuestionario en línea”, y demás, toda una transformación de la
educación tradicional, que hasta hoy no ha demostrado buenos resultados, hacia el uso de
la tecnología que lleva como fuente de energía a la Internet.
En medio de esta segunda escena están los padres estresados, reclamando a gritos por una
educación tradicional, sin costo, de calidad, sin tareas, sin muchas horas frente al
computador, pero con buenas notas para sus hijos, haciéndoles las tareas si es necesario,
para que pasen de año, para que no repitan, para que aprendan por las buenas o por las
malas, incluso algunos con el chicote en la mano, exigiéndoles que aprendan la lección,
mientras se cierra el telón.
Se abre el telón para el último acto, un motorizado circula por la calle llevando la entrega
de comida por el camino que le marca el waze, con casco, mascarilla, guantes y un carnet
colgándole en el pecho recorre la ciudad, en medio de calles con barricadas y señales de
advertencia sobre aquellas zonas de alto riesgo de contagio, allí están algunos negocios
abiertos, supermercados y centros comerciales con aforos restringidos, restaurantes sin
comensales, empresas con cámaras de temperatura en sus ingresos, bancos con cubículos
de plástico que separan las ventanillas de sus clientes, fábricas con poca gente, plantas con
operarios jóvenes y las entidades públicas increíblemente tratando de promover el trabajo
remoto y la transformación digital, todos saben que el horario de trabajo es diurno porque
en las noches nuevamente el toque de queda se debe respetar.

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Aquí el protagonista es el trabajador peruano que al día siguiente nuevamente sale a
trabajar, temprano en el puesto de periódico lee rápidamente las cifras de contagios y
muertes que siguen aumentando, pero ni modo, si no trabaja no tendrá para comer, por
eso se persigna, se ajusta bien la mascarilla, evita estar cerca de otra persona a menos de
un metro y en el bolsillo lleva su alcohol en gel. Así será al otro día, y al otro día también,
esperando que su papel en esta obra de teatro no lo convierta en protagonista del primer
acto para la función de mañana. Y se cierra el telón.
Es evidente que esta obra no es fruto de la imaginación de un burdo guionista de teatro,
todo lo contrario, es el teatro que hoy le toca dirigir al gobierno actual, un gobierno que a
pesar de que surgió como consecuencia del fracaso de la política peruana, hasta ahora ha
sabido conducir los momentos más críticos de esta pandemia, y en medio de esta crisis,
hemos podido notar que la gestión de la salud, la educación y el trabajo en el Perú está
también en cuidados intensivos, lamentablemente, en las últimas décadas nos hemos
creído el cuento de que la gestión privada lo haría mejor que el Estado, hoy podemos decir
que nos equivocamos, es evidente el fracaso en estos tres ámbitos tan relevantes para la
sociedad.
Para enfrentar esta crisis el gobierno decidió invertir en salud, pero no solo se trata de
implementar mil camas de cuidados intensivos, de convertir la Villa de Atletas en un gran
centro hospitalario, ni tampoco de fusionar Essalud con el Minsa y el SIS, esto va más allá
de estas decisiones de última hora, lo que el país necesita es una verdadera reforma de
todo el sistema de salud, integrando los sistemas públicos y privados, el coronavirus nos ha
demostrado que la enfermedad no tiene clase social, por lo tanto, cada peruano que tiene
un DNI debería tener una ficha única de salud integral, es decir, desde la gestación, la
infancia, el control del niño sano, sus vacunas, tratamientos médicos, preventivos y de
atención hasta la tercera edad, deben estar registrados en un único sistema para que los
médicos públicos y privados realmente contribuyan a la salud de todos sin excepción, la
telemedicina y el monitoreo y supervisión a través de los órganos de control y programas
sociales del ejecutivo deben trabajar para hacer realidad la salud y el bienestar del país,
necesitamos no sólo erradicar el hambre, la desnutrición y la anemia, también debemos
luchar contra la obesidad, el sobrepeso y otras enfermedades crónicas en el Perú, y para
esto el Estado debe dejar bien claro que la gestión de la salud no es un negocio, sino un
derecho humano fundamental.
Respecto de la educación también tenemos otro desafío que resolver en el corto plazo, hoy
todos nos damos cuenta de la gran brecha que existe en la educación, el uso obligado de
las tecnologías nos ayudará a cerrar estas brechas pero no debemos caer en el utilitarismo,
y aquí el Estado también tiene la obligación de poner en marcha una reforma educativa más
agresiva en todos los niveles de la educación (básica, técnica y superior) para garantizar la
formación de buenos ciudadanos, con un manejo adecuado de la técnica y la ciencia al
servicio de la sociedad, por lo tanto, si han demostrado que en 12 días es posible poner en

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marcha un sistema de educación a distancia a nivel nacional, entonces, en poco tiempo
pueden producir los contenidos necesarios y suficientes para garantizar un mínimo de
calidad para la educación básica, técnica y superior, con acceso libre y gratuito a los
contenidos, en diferentes idiomas y en función a la realidad de cada una de nuestras
regiones; y esto debe hacerse de la mano con las universidades públicas y privadas, para
romper aquel paradigma de que la educación privada es mejor que la pública, lo que
necesitamos es la mejor educación con acceso para todos, este es el verdadero desafío.
Y para esto, se debe procurar la capacitación y entrenamiento permanente de los
profesores, para que acompañen a nuestros hijos en esta etapa de navegación y selección
de contenidos en la red, pero sobre todo, para que cumplan su principal función: desarrollar
la humanidad en nuestros hijos, porque esto no lo pueden hacer ni los sistemas ni las
computadoras, esto solo lo pueden hacer los profesores, solo así tendremos realmente
buenos ciudadanos dispuestos a construir un mejor país.
Y sobre el trabajo también debemos romper viejos paradigmas, no es posible que hoy,
cuando los servidores públicos se convierten en héroes luchando por salvar las vidas de más
peruanos, los tengamos que contratar en condiciones laborales precarias, el CAS, los
terceros o locadores, los services, son aquellas formas que el mismo Estado ha creado para
hacerlos trabajar más de 8 horas y sin reconocerles condiciones de trabajo digno,
preferimos promover la rentabilidad empresarial a costas de los derechos laborales de
nuestros hermanos, no es posible que el mismo Estado pague una empresa de seguridad o
de limpieza más de 1500 o 2 mil soles por cada trabajador que labora 12 horas al día con
recibo por honorarios a cambio de 950 soles.
Está claro que uno de los principales problemas que debemos resolver en el Perú es el
subempleo y la informalidad, ¿cómo podemos aspirar a un verdadero crecimiento
económico si la brecha de desigualdad cada vez es mayor?; acaso la generación de riqueza
debe ser producto de la explotación laboral; acaso el crecimiento del PBI nos va a garantizar
la recuperación de la salud de nuestros enfermos; acaso la reactivación de la economía,
como lo exige la CONFIEP, va a revivir los muertos que no tuvieron la posibilidad de elegir
quedarse en casa porque simplemente no tenían un sol para sobrevivir; acaso los fondos de
las AFP nos garantizan pensiones dignas para nuestros jubilados; acaso los bancos con
intereses usureros realmente nos conducen con sus créditos leoninos a una mejor calidad
de vida como dice su publicidad; acaso el gobierno a través de sus órganos de control como
Osiptel, Osinergmin, Ositran, SBS, SUSALUD, Indecopi, SUNEDU, SUNAFIL, y demás
superintendencias, no tiene las facultades suficientes para regular y controlar a aquellas
empresas que lucran desmedidamente, valiéndose de malas prácticas, de concertaciones,
de sus contactos con el poder o de sus pagos bajo la mesa; es momento de decir basta a
estas “políticas” que nos han conducido a los tres actos en este teatro de la vida real en el
Perú.

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Y finalmente, como sucede en toda obra de teatro, para que pueda tener una concurrencia
masiva se necesita de una adecuada campaña de difusión, y aquí el gobierno también tiene
que tomar acción, no es suficiente que el presidente Martín Vizcarra hable todos los días,
se necesita convocar a más actores, para que juntos, el gobierno, el sector privado, los
medios de comunicación y la sociedad civil, puedan hacer de una vez por todas una
verdadera campaña de concientización sobre la pandemia, no puede ser posible que hasta
la fecha los medios de comunicación privados se hayan olvidado del rol social que les
corresponde, sobre la salud se necesita crear conciencia en la población respecto de lo que
debemos saber y hacer frente al coronavirus, sin embargo, parece que el sensacionalismo
y el melodrama les da mejores resultados en el rating; sobre la educación a distancia es
peor aún, es penoso ver que los medios de comunicación más grandes del país se hicieran
de la vista gorda, mientras que los medios locales están cumpliendo su rol social a favor de
la educación de nuestros hijos; y sobre el trabajo tampoco, parece que los intereses
económicos de los auspiciadores tienen un mayor peso sobre las condiciones laborales
dignas que deben existir en el Perú.
Parece ser que los empresarios peruanos aún no comprenden que una sociedad más justa,
culta, equitativa y solidaria les va a generar mayores réditos económicos al mediano y largo
plazo, porque una sociedad mejor siempre buscará mejorar su calidad de vida, y esto
significa estar dispuesto a gastar para crecer y avanzar hacia un estado de bienestar común,
mientras que una sociedad precaria como la nuestra, que además de padecer de mala salud,
mala educación y malas condiciones de trabajo, también padece de injusticia y corrupción,
por lo tanto, los empresarios saben perfectamente cuál es el mejor escenario para su
inversión, ¿o no?
Sugerencia extra: cada peruano que obtiene el DNI azúl, al cumplir 18 años, debería obtener
también una cuenta de ahorros asociada a su DNI en el Banco de la Nación sin costos de
mantenimiento, igual para todos los peruanos, es inconcebible que en pleno siglo 21 el Estado
no le pueda pagar un bono humanitario a los más necesitados obligándolos a recurrir a la banca
privada que sigue discriminando por condición social, basta ver las resistencias que inventan
cuando se trata de retirar tus fondos de AFP, ¿no les parece?

(1) Periodista / Docente universitario.

Publicado el 09 de mayo de 2020.

Fotos: Andina

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