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Estamos a pocos días de una de las celebraciones más significativas del calendario, una
fecha que desde las épocas del colegio nos empeñábamos para montar una gran actuación en homenaje a mamá, sin embargo, este año –atípico ahora– nos está obligando a mirar con atención el nuevo escenario en el que tendremos que actuar en adelante, y como dijo el genial Charles Chaplin “la vida es una obra de teatro que no permite ensayos”, por eso, debemos pensar detenidamente cual será el nuevo rol.
Estamos a pocos días de una de las celebraciones más significativas del calendario, una
fecha que desde las épocas del colegio nos empeñábamos para montar una gran actuación en homenaje a mamá, sin embargo, este año –atípico ahora– nos está obligando a mirar con atención el nuevo escenario en el que tendremos que actuar en adelante, y como dijo el genial Charles Chaplin “la vida es una obra de teatro que no permite ensayos”, por eso, debemos pensar detenidamente cual será el nuevo rol.
Estamos a pocos días de una de las celebraciones más significativas del calendario, una
fecha que desde las épocas del colegio nos empeñábamos para montar una gran actuación en homenaje a mamá, sin embargo, este año –atípico ahora– nos está obligando a mirar con atención el nuevo escenario en el que tendremos que actuar en adelante, y como dijo el genial Charles Chaplin “la vida es una obra de teatro que no permite ensayos”, por eso, debemos pensar detenidamente cual será el nuevo rol.
Estamos a pocos días de una de las celebraciones más significativas del calendario, una fecha que desde las épocas del colegio nos empeñábamos para montar una gran actuación en homenaje a mamá, sin embargo, este año –atípico ahora– nos está obligando a mirar con atención el nuevo escenario en el que tendremos que actuar en adelante, y como dijo el genial Charles Chaplin “la vida es una obra de teatro que no permite ensayos”, por eso, debemos pensar detenidamente cual será el nuevo rol que debemos cumplir en un país donde la improvisación, el Pepe el vivo y la criollada son características de aquellos actores que se resisten a seguir el guion, una pauta escrita con letras grandes y en frases sencillas que no exigen más que un poco de seso, compromiso y responsabilidad durante la actuación para poder terminar la obra de nuestra vida como esperamos, de lo contrario, nos caerá encima el telón, tristemente para siempre, sin darnos ninguna otra opción, suplicando un poco más de aliento como si fuéramos la marioneta de Johnny Welch. En este nuevo teatro de la vida tenemos tres actos importantes que los directores de escena, es decir, los que gobiernan, deben organizar con extrema dedicación, el primer acto trata de cómo evitar la muerte. Es realmente una escena de terror, de dolor, de desesperación, una actuación que nos dilata las pupilas y estruja el corazón, donde los protagonistas llevan trajes celestes y blancos, tienen sus rostros cubiertos con mascarillas, usan guantes pegados a su piel, ellos miran desde arriba con impotencia a cientos de hombres y mujeres postrados en camas de hospitales desbordados, otros tantos en las calles, en las casas más austeras, en las casas de la ciudad y en las casas de los ricos, desdichados a merced de un virus, seres humanos que aferrados a sus recuerdos luchan por coger un poco de aire nada más para evitar que les caiga el telón, tristemente. Allí están, los que mueren, en sus bolsas negras esperando que vengan por sus restos la brigada de los muertos; allí están, los que luchan, atados a un ventilador mecánico sobre una cama caliente que la noche anterior resistió el peso de otra víctima con igual suerte para posarse sobre ella; allí están, los enfermos, los que aún no entienden cómo es que el maldito virus llegó hasta sus manos, su boca, sus pulmones, ellos saben que lo tienen, y ahora solo rezan y recuerdan a los suyos en sus mentes porque no podrán verlos, ni tocarlos, ni abrazarlos, ni besarlos, quizás por algún tiempo, quizás para siempre; pero allí están también los otros, los que no saben que su aliento va cargado de ese virus que viaja hacia dentro, en su cuerpo, multiplicándose velozmente, montándose en su esputo, en su ropa, en sus manos, como una peste que contagia a los que tienen cerca, al que está en la calle, en el mercado, en el banco, en la combi, en el hospital luchando incluso contra el mal, tristemente. En medio de esta primera escena, entre dos frentes, están los del otro uniforme, los que solo deben obedecer las órdenes que reciben de sus jefes para impedir que los enfermos se
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junten con los sanos, construyendo una especie de barreras humanas dispuestas a dar sus vidas para proteger las nuestras, otros héroes anónimos que día y noche se mantienen de pie sin saber si mañana podrán llegar a casa, dejar sus uniformes y poder abrazar a sus familias; mientras, en el aire se oyen las voces de los que están en las radios, en la televisión, y también en los diarios y las redes, criticando, insultando, maldiciendo, allí está la quejudez, tristemente mientras se cierra el telón. Se abre el telón para el segundo acto, sobre un mueble está una máquina con pantalla y teclado, un aparato que invade el comedor, la sala, la habitación, y si la casa tiene todos estos ambientes en uno solo, entonces está la pantalla sola, sin teclado, el televisor sino una radio, lo que importa es que se pueda oír la voz, ver o construir las imágenes, y frente a estos aparatos están los niños, atentos, mirando, escuchando, leyendo, absorbiendo en su permeable mente los mensajes de buena convivencia, las ciencias, las letras, el arte, todo envuelto en un paquete digital, algunos niños lo reciben y comprenden mejor que otros, pero igual, el mensaje le llega a la mayoría de ellos, incluso a sus padres y demás adultos en casa que quizás nunca tuvieron la oportunidad de estudiar. Aquí los protagonistas son los maestros, los profes, las misses, ellos se volvieron de la noche a la mañana, incluyendo trasnochadas enteras, en mentores on line, de pronto cambiaron la tiza por las teclas, sus cuadernos de 100 hojas por el video web, el “saquen una hoja y un lápiz” por el “ingresen al kahoot”, cambiaron el “guarden todas sus cosas para el examen” por el “resuelvan el cuestionario en línea”, y demás, toda una transformación de la educación tradicional, que hasta hoy no ha demostrado buenos resultados, hacia el uso de la tecnología que lleva como fuente de energía a la Internet. En medio de esta segunda escena están los padres estresados, reclamando a gritos por una educación tradicional, sin costo, de calidad, sin tareas, sin muchas horas frente al computador, pero con buenas notas para sus hijos, haciéndoles las tareas si es necesario, para que pasen de año, para que no repitan, para que aprendan por las buenas o por las malas, incluso algunos con el chicote en la mano, exigiéndoles que aprendan la lección, mientras se cierra el telón. Se abre el telón para el último acto, un motorizado circula por la calle llevando la entrega de comida por el camino que le marca el waze, con casco, mascarilla, guantes y un carnet colgándole en el pecho recorre la ciudad, en medio de calles con barricadas y señales de advertencia sobre aquellas zonas de alto riesgo de contagio, allí están algunos negocios abiertos, supermercados y centros comerciales con aforos restringidos, restaurantes sin comensales, empresas con cámaras de temperatura en sus ingresos, bancos con cubículos de plástico que separan las ventanillas de sus clientes, fábricas con poca gente, plantas con operarios jóvenes y las entidades públicas increíblemente tratando de promover el trabajo remoto y la transformación digital, todos saben que el horario de trabajo es diurno porque en las noches nuevamente el toque de queda se debe respetar.
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Aquí el protagonista es el trabajador peruano que al día siguiente nuevamente sale a trabajar, temprano en el puesto de periódico lee rápidamente las cifras de contagios y muertes que siguen aumentando, pero ni modo, si no trabaja no tendrá para comer, por eso se persigna, se ajusta bien la mascarilla, evita estar cerca de otra persona a menos de un metro y en el bolsillo lleva su alcohol en gel. Así será al otro día, y al otro día también, esperando que su papel en esta obra de teatro no lo convierta en protagonista del primer acto para la función de mañana. Y se cierra el telón. Es evidente que esta obra no es fruto de la imaginación de un burdo guionista de teatro, todo lo contrario, es el teatro que hoy le toca dirigir al gobierno actual, un gobierno que a pesar de que surgió como consecuencia del fracaso de la política peruana, hasta ahora ha sabido conducir los momentos más críticos de esta pandemia, y en medio de esta crisis, hemos podido notar que la gestión de la salud, la educación y el trabajo en el Perú está también en cuidados intensivos, lamentablemente, en las últimas décadas nos hemos creído el cuento de que la gestión privada lo haría mejor que el Estado, hoy podemos decir que nos equivocamos, es evidente el fracaso en estos tres ámbitos tan relevantes para la sociedad. Para enfrentar esta crisis el gobierno decidió invertir en salud, pero no solo se trata de implementar mil camas de cuidados intensivos, de convertir la Villa de Atletas en un gran centro hospitalario, ni tampoco de fusionar Essalud con el Minsa y el SIS, esto va más allá de estas decisiones de última hora, lo que el país necesita es una verdadera reforma de todo el sistema de salud, integrando los sistemas públicos y privados, el coronavirus nos ha demostrado que la enfermedad no tiene clase social, por lo tanto, cada peruano que tiene un DNI debería tener una ficha única de salud integral, es decir, desde la gestación, la infancia, el control del niño sano, sus vacunas, tratamientos médicos, preventivos y de atención hasta la tercera edad, deben estar registrados en un único sistema para que los médicos públicos y privados realmente contribuyan a la salud de todos sin excepción, la telemedicina y el monitoreo y supervisión a través de los órganos de control y programas sociales del ejecutivo deben trabajar para hacer realidad la salud y el bienestar del país, necesitamos no sólo erradicar el hambre, la desnutrición y la anemia, también debemos luchar contra la obesidad, el sobrepeso y otras enfermedades crónicas en el Perú, y para esto el Estado debe dejar bien claro que la gestión de la salud no es un negocio, sino un derecho humano fundamental. Respecto de la educación también tenemos otro desafío que resolver en el corto plazo, hoy todos nos damos cuenta de la gran brecha que existe en la educación, el uso obligado de las tecnologías nos ayudará a cerrar estas brechas pero no debemos caer en el utilitarismo, y aquí el Estado también tiene la obligación de poner en marcha una reforma educativa más agresiva en todos los niveles de la educación (básica, técnica y superior) para garantizar la formación de buenos ciudadanos, con un manejo adecuado de la técnica y la ciencia al servicio de la sociedad, por lo tanto, si han demostrado que en 12 días es posible poner en
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marcha un sistema de educación a distancia a nivel nacional, entonces, en poco tiempo pueden producir los contenidos necesarios y suficientes para garantizar un mínimo de calidad para la educación básica, técnica y superior, con acceso libre y gratuito a los contenidos, en diferentes idiomas y en función a la realidad de cada una de nuestras regiones; y esto debe hacerse de la mano con las universidades públicas y privadas, para romper aquel paradigma de que la educación privada es mejor que la pública, lo que necesitamos es la mejor educación con acceso para todos, este es el verdadero desafío. Y para esto, se debe procurar la capacitación y entrenamiento permanente de los profesores, para que acompañen a nuestros hijos en esta etapa de navegación y selección de contenidos en la red, pero sobre todo, para que cumplan su principal función: desarrollar la humanidad en nuestros hijos, porque esto no lo pueden hacer ni los sistemas ni las computadoras, esto solo lo pueden hacer los profesores, solo así tendremos realmente buenos ciudadanos dispuestos a construir un mejor país. Y sobre el trabajo también debemos romper viejos paradigmas, no es posible que hoy, cuando los servidores públicos se convierten en héroes luchando por salvar las vidas de más peruanos, los tengamos que contratar en condiciones laborales precarias, el CAS, los terceros o locadores, los services, son aquellas formas que el mismo Estado ha creado para hacerlos trabajar más de 8 horas y sin reconocerles condiciones de trabajo digno, preferimos promover la rentabilidad empresarial a costas de los derechos laborales de nuestros hermanos, no es posible que el mismo Estado pague una empresa de seguridad o de limpieza más de 1500 o 2 mil soles por cada trabajador que labora 12 horas al día con recibo por honorarios a cambio de 950 soles. Está claro que uno de los principales problemas que debemos resolver en el Perú es el subempleo y la informalidad, ¿cómo podemos aspirar a un verdadero crecimiento económico si la brecha de desigualdad cada vez es mayor?; acaso la generación de riqueza debe ser producto de la explotación laboral; acaso el crecimiento del PBI nos va a garantizar la recuperación de la salud de nuestros enfermos; acaso la reactivación de la economía, como lo exige la CONFIEP, va a revivir los muertos que no tuvieron la posibilidad de elegir quedarse en casa porque simplemente no tenían un sol para sobrevivir; acaso los fondos de las AFP nos garantizan pensiones dignas para nuestros jubilados; acaso los bancos con intereses usureros realmente nos conducen con sus créditos leoninos a una mejor calidad de vida como dice su publicidad; acaso el gobierno a través de sus órganos de control como Osiptel, Osinergmin, Ositran, SBS, SUSALUD, Indecopi, SUNEDU, SUNAFIL, y demás superintendencias, no tiene las facultades suficientes para regular y controlar a aquellas empresas que lucran desmedidamente, valiéndose de malas prácticas, de concertaciones, de sus contactos con el poder o de sus pagos bajo la mesa; es momento de decir basta a estas “políticas” que nos han conducido a los tres actos en este teatro de la vida real en el Perú.
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Y finalmente, como sucede en toda obra de teatro, para que pueda tener una concurrencia masiva se necesita de una adecuada campaña de difusión, y aquí el gobierno también tiene que tomar acción, no es suficiente que el presidente Martín Vizcarra hable todos los días, se necesita convocar a más actores, para que juntos, el gobierno, el sector privado, los medios de comunicación y la sociedad civil, puedan hacer de una vez por todas una verdadera campaña de concientización sobre la pandemia, no puede ser posible que hasta la fecha los medios de comunicación privados se hayan olvidado del rol social que les corresponde, sobre la salud se necesita crear conciencia en la población respecto de lo que debemos saber y hacer frente al coronavirus, sin embargo, parece que el sensacionalismo y el melodrama les da mejores resultados en el rating; sobre la educación a distancia es peor aún, es penoso ver que los medios de comunicación más grandes del país se hicieran de la vista gorda, mientras que los medios locales están cumpliendo su rol social a favor de la educación de nuestros hijos; y sobre el trabajo tampoco, parece que los intereses económicos de los auspiciadores tienen un mayor peso sobre las condiciones laborales dignas que deben existir en el Perú. Parece ser que los empresarios peruanos aún no comprenden que una sociedad más justa, culta, equitativa y solidaria les va a generar mayores réditos económicos al mediano y largo plazo, porque una sociedad mejor siempre buscará mejorar su calidad de vida, y esto significa estar dispuesto a gastar para crecer y avanzar hacia un estado de bienestar común, mientras que una sociedad precaria como la nuestra, que además de padecer de mala salud, mala educación y malas condiciones de trabajo, también padece de injusticia y corrupción, por lo tanto, los empresarios saben perfectamente cuál es el mejor escenario para su inversión, ¿o no? Sugerencia extra: cada peruano que obtiene el DNI azúl, al cumplir 18 años, debería obtener también una cuenta de ahorros asociada a su DNI en el Banco de la Nación sin costos de mantenimiento, igual para todos los peruanos, es inconcebible que en pleno siglo 21 el Estado no le pueda pagar un bono humanitario a los más necesitados obligándolos a recurrir a la banca privada que sigue discriminando por condición social, basta ver las resistencias que inventan cuando se trata de retirar tus fondos de AFP, ¿no les parece?