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15 Cristianismo, Iglesia, religiones: Dominus Iesus y didlogo interreligioso 1. Prenotandos: el gran desafio del didlogo interreligioso La historia notifica y registra c6mo la cuestiGn de la pluralidad de las religiones ha planteado y, desgraciadamente, sigue planteando serios y graves problemas de convivencia, Estén demasiado cercanas las gue- rras y luchas fratricidas en el territorio de la ex-Yugoslavia. Mucho més Tecientes son los draméticos acontecimientos del pasado 11 de septiembre en Nueva York. La conmocién internacional causada por el ataque contra las Torres Gemelas reproducfa de alguna manera las mis- ‘mas angustias y fantasmas que debieron de acompafiar al asedio y la toma de Constantinopla por los turcos, el 29 de mayo de 1453. Poco después legan a Occidente noticias de tropelias y crueldades que cau- san verdadera conmocién en la Europa cristiana. Ante esta situacién y esta amenaza, el cardenal Nicolds de Cusa (1401-1464) toma la plama para poner por escrito ~en forma de didlogo— su visién de La paz de la fe, una obrita que para el 21 de septiembre de 1453 ya estaba conclui- da, Casi al comienzo de ella, el Verbo encamado se dirige a los sabios representantes de los distintos pueblos de la tierra con estas palabras: «El Sefor, ey del cielo y de Ia tierra, ha ofdo los gemicos de quienes han sido ajusticiados, sometidos y teducidos a servidumbre por causa de Ia diversidad de religiones. Y puesto que todos los que cometen 0 padecen persecucién acttian porque ereen que ello conviene a la sal- vvacidn y agrada a su creador, el Sefior se ha compadecido de su pue- blo y ha decidido, mediante’ un consenso comiin de todos los hom- bres, que toda la diversidad de religiones sea armoniosamente redu- cida ‘a una sola, que seré en adelante inviolable»’ 1, Lapaz de la fe, n. 9; cto segin la tradueciGn de V. Sanz Santactz, Pamplona 1996, p. 53. : ' | ' CRISTIANISMO, IGLESTA, RELIGIONES... 381 Poco més adelante, en didlogo con el Griego, se pone en boca del Verbo humanado la tesis de la obra: «No encontraréis otra fe, sino la misma y tinica presupuesta en todas partes» (n, 10). Nuestro tiempo percibe con la mismaa urgencia que la paz religiosa es un requisito para la paz entre los pueblos, Hoy por hoy, somos cada vez més conscien- tes de que el pluralismo religioso est siendo «el destino hist6rico de nuestra fe cristiana» (C. Geffré); en consecuencia, nuestra situacién estd marcada por el gran desafio del didlogo interreligioso. Asi lo per- cibe Juan Pablo u: «En a situacién de un marcado pluralismo cultural y religioso, tal como se va presentando en la sociedad del nuevo milenio, este diélo- goes también importante para proponer una firme base de paz y dejar eLespectro funesto de las guerras de religidn que han batiado de san- gre tantos perfodos en la historia de la humanidad. El nombre del Unico Dios tiene que ser cada vez més, como ya es de por sf, un nom- bre de paz» (Juan Pablo m, Novo millennio ineunte, n, 55). La situacién del pluralismo religioso no es nueva. Lo nuevo es que, merced a las comunicaciones, la movilidad, Ia emigracién y el inter. cambio cultural, la pluralidad de las religiones y de las culturas se ha > convertido en una «experiencia real» para todo el mundo. En los tilti- ‘mos decenios esta situacién ha podido ser interpretada segtin la idea de gue las religiones més importantes son, a efectos practicos, caminos igualmente validos para encamnar lo que la religin significa en la vida humana. En consecuencia, se rechaza la unicidad del cristianismo, es decir, la pretensién de que a través de la fe cristiana se alcance algo funda- ‘mentalmente diferente de las otras religiones. Ello presupone que exis- te una esencia de la religién, algo bisico y comiin a todas las religio- nes. Una vez decidido que budismo, confiicianismo o eristianismo son religién, ya se sabe cémo han de ser evaluados. Esta nivelacién, que relativiza y rebaja la pretensi6n de absolutez del cristianismo, se llega 1 presentar como el principal pres paid €T didlogo initereligio- so, Dicho en términos més gréficos: siel cristianismo afirma que Jestis es «el camino, la verdad y la vida» (In 14,6), habria que cambiar ese articulo determinado en,ia forma indeterminada, de modo que Jesu- cristo serfa un camino, una forma apariencial de la verdad, una posibi lidad de vida. De manera sistemética, P. Knitter daba la vuelta a las palabras de Pedro, «no hay bajo el cielo otro nombre, que haya sido dado a los hombres, por el que debamos salvarnos» (Heh 4,12), for- mulando Ta pregunta que da titulo a su libro: {No hay otro nombre? “ SE 382 \VATICANO Il: REMEMBRANZA ¥ ACTUALIZACION Knitter respondfa: hay otros nombres en otras tradiciones religiosas, de modo que una afirmacidn de la absolutez de Jesucristo impediria | didlogo interreligioso®. De abt surge una conviecién bajo diversos matices— segtin la cual una religién debe poder relativizar su preten- sin de absolutez si pretende ser capaz. de entrar en didlogo. En conse- cuencia, Ia voluntad misionera de la Iglesia resultarfa descalificada como imperialismo, autoritarismo o intolerancia. Brota inmediatamente esta tensién fundamental entre las exigen. cias de igualdad y reciprocidad de un verdadero dilogo y la pretensién legitima del cristianismo como religién de ser la manifestaciéa abso- luta y definitiva de Dios en Jesucristo. La Declaracién Dominus lesus, sobre la unicidad y universalidad salvffica de Jesucristo y de la Iglesia, reflota esta importante cuestidn, que podemos coneretar en estas otras qué queda de la singularidad del cristianismo en la époce del plura- lismo religioso? ,Son las otras religiones, del mismo modo, «caminos de salvacién»? Por lo pronto, la misién evangelizadora de la Tglesia ha sido situada en las nuevas coordenadas del didlogo interreligioso, a) Et espiritu del didlogo y la misién evangelizadora de la Iglesia \ En su enefclica programética, Eoclesiam suam, Pablo vi hacfa esta afir- ‘\macién: «El didlogo es una nueva forma de ser Iglesia» (n. 63). Didlogo interreligioso y anuncio del Evangelio no son dos actividades ‘opuestas, como si la una pudiera sustituir a Ia otra. Ambas son facetas, de una tnica mision evangelizadora de la Iglesia. Este es el punto de partida de la Declaracién Dominus Iesus (DI 2). Asume, ademés, las indicaciones hechas por Juan Pablo 1 en el texto mAs citado por esta Declaracién, la encfclica Redemproris missio: «Conviene que estos dos clementos mantengan su vinculacién intima y, al mismo tiempo, su distincién, por lo cual no deben ser confundidos ni instrumentalizados, ni tampoco considerados equivalentes, como si fueran intercambia- >» (RM 55). ves a carta encflica, del 7 de diciembre de 1990, aborda expresa- mente la tematica misionera, enlazando con el decreto conciliar Ad gentes y con la exhortacién apostélica Evangelii nuntiandi. Sus conte- ‘nidos fundamentales, relativos al didlogo interreligioso, fueron exp! nados en el documento de! Pontificio Consejo para el Didlogo interre- 2. PE Kwirter, No Other Name? A Critical Survey of Christian Auiudes Toward the World Religions, New York 1985. lianas pyc ae ponnnaenneieieeet sie CRISTIANISMO, IGLESIA, RELIGIONES, 383 ligioso y la Congregaci6n para la Evangelizacién de los Pueblos que leva por titulo Didlogo y anuncio. Reflexiones y orientaciones sobre el didlogo interreligioso y el anuncio del Evangelio (1991). Este docu mento oftece importantes reflexiones de este tono: didlogo «significa 1 el conjunto de las relaciones interreligiosas positivas y constructivas con personas y comunidades de otras confesiones, tendentes a un conocimiento y enriquecimiento recfproco en obediencia a la verdad y respeto a la libertad. Esto incluye tanto el testimonio como el descu- brimiento de las respectivas convicciones religiosas» (DA 9). Recuerda en el n. 26 «la presencia operante del Espiritu Santo en la vida de los miembros de las otras tradiciones religiosas»; por ello, al hilo de la _ gneiclica Dominum et vivificantem, ratifica «la accién universal del Espiritu Santo en el mundo antes de la economia del Evangelio, al que esta accin estaba ordenada, y (...) la actual accién universal del Espi- ritu, aun fuera del cuerpo visible de la Iglesia». Brevemente: el «espiritu del didlogo» o la espiritualidad del didlo- 0 presupone una situaci6n en la que cada uno es consciente de que el 4, Espiritu actia en el otro; éste es el fundamento para «estar més pronto! a salvar la proposicién del préjimo que a condenarla», tal como reco- mienda Ignacio de Loyola en el frontispicio de su libro de Ejercicios Espirituales. Valya el principio, a su vez, para el mismo texto que va- mos a hacer objeto de nuestro andlisis, la Declaracién Dominus Iesus, sobre la unicidad y la universalidad salvifica de Jesucristo y de la Iglesia, puesto que ha suscitado reacciones encontradas tanto en el marco del ecumenismo intracristiano como en el émbito del didlogo interreligioso. Entre tantos dimes y diretes, las palabras pronunciadas por Juan Pablo men el Angelus del 1 de octubre de 2000 nos suministran algu- nas notas que le sirven de carta de presentaci6n: «Eri la cumbre del Afio Jubilar, con la Declaracién Dominus esus ~Jests es el Sefior-, que aprobé de forma especial, quise invitar a todos los cristianos a renovar su adhesién a él con la alegria de la fe, testimoniando unénimemente gue él es, también hoy y maiiana, “el camino, la verdad y la vida” Nuestra confesién de Cristo como Hijo tinico, mediante el cual noso tros mismos vemos el rostro del Padre, no es arrogancia que despreci las demés religiones, sino reconocimiento gozoso porque Cristo se nos 3. Reconoce expresamente en su n. 4: «El presente documento desarvolla més minu- ciosamente Ia ensefianza de Ia encfclica sobre el dilogo y su conexin con la pro- clamaciGn (ef. Redemproris missio 55-57), Por eso ha de leerse ala uz de esta enciclican 384 \VATICANO Il: REMEMBRANZA Y ACTUALIZACION ha manifestado sin ningtin mérito de nuestra parte, Y él, al mismo tiempo, nos ha prometido seguir dando lo que hemos recibido y tam. ign a comunicar a los demas lo que se nos ha dado, porque la verdad dada y el amor que es Dios pertenecen a todos los hombres» La alocucién hace esta otra observacién: «Con el Apéstol Pedro confesamos que “en ningtin otro nombre hay salvacién”. La Declara. cién Dominus Tesus, siguiendo las huellas del Vaticano 11, muestra que con ello no se niega la salvacién a los no cristianos, sino que se sefia- Ja que su fuente titima es Cristo, en quien estén unidos Dios y el hom- bre. Dios da la luz a todos de manera adecuada a su situacién interior y ambiental, concediéndoles su gracia salvifica a través de caminos {gue s6lo 61 conoce. El documento aclara los elementos cristianos esen- ciales, que no obstaculizan el diflogo, sino que muestran sus bases, porque un didlogo sin fundamentos estaria destinado a degenerar en palabrerfa sin contenido». De ahi se desprende una importante clave de lectura y de interpre- taci6n: DI declara los contenidos irrenunciables del mensaje cristiano yy debe ser situada en el proceso de recepcién del Concilio Vaticano 1; Por tanto, guarda profunda relacién, en primer término, con el decreto Ad gentes, sobre Ia actividad misionera de la Iglesia, y con Ia declara- cién Nostra aetate, sobre las relaciones de la Tglesia con las religiones no cristianas; en segundo lugar, como ya he indicado un poco més arti- ba, con la encfclica Redemproris missio. Por otro lado, arrojan luz sobre esta problemética el documento de la Comisién Teolégica Internacional, El cristianismo y las religiones, del afio 1996, y el docu- mento postsinodal Ecclesia in Asia, del afio 1999. Ahora bien, situados en el horizonte de interpretacién del Concitio Vaticano 11, cules son en este terreno sus aportaciones decisivas para Ja Iglesia que se adentra en el tercer milenio? Se pueden sefialar estos tres aspectos: 1) La libertad religiosa como un derecho fundado en la dignidad de la persona (DH 1-4), que presupone que el acto de fe es totalmente libre e inmune a toda coaccién, de modo que no puede reducirse a ‘un mero acto de obediencia. relectura del axioma tradicional extra ecclesiam nulla salus (LG 7 i 14-16), que contempla la unidad catélica del pueblo de Dios en un esquema de circulos concéntricos que prevé diversos grados de pertenencia, dentro de la Iglesia catdlica (n. 14), en las otras comu- nidades o Iglesias cristianas (n. 15), asf como la ordenacién al pue- blo de Dios de los hombres en general, llamados a la salvacién por CRISTIANISMO, IGLESLA, RELIGIONES.. 385 la gracia divina, a saber, judfos, musulmanes y «quienes buscan‘a _ Dios con sincero corazén» (n. 16). Finalmente, el reconocimiento de los elementos de verdad y de sgracia salvifica presentes en las religiones no cristianas (AG 11; NA 2.3), no valorados suficientemente en el magisterio pontificio anterior. Asf, por ejemplo, afirma NA 2: «La Iglesia catélica no rechaza nada de lo que en estas religiones es verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepen mucho de los que ella mantiene y propone, no pocas veces reflejan, sin embargo, un des- tello de aquella Verdad que ilumina a todos Ios hombres», i : i © b) El principio de realidad: pluralidad émica, cultural y religiosa Bien puede servir el modelo de la contemplacién ignaciana de la encar- nacién para asomarse a la pluralidad étnica, cultural y religiosa de "nuestro mundo y de nuestro tiempo: Si, como Ignacio, nos ponemos a contemplar la tierra junto con la ‘Trinidad en este umbral del tercer milenio del cristianismo. ,qué es Jo que vemos? Mas de cinco mil millones de seres humanos: unos varones, otros mujeres; unos ricos, muchos més pobres; unos amari- llos, otros cobrizos, negros, blancos; unos en paz, otros en guerra; unos crstianos (1.950 millones), otros musulmanes (1.000 millones), hindies (777 millones), budistas (341 millones), miembros de nuevos movimientos teligiosos (128 millones), creyentes de religiones in genas (99 millones), judfos (14 millones), sin religi6n alguna (1.100 Iillones). ;Qué significado tiene y qué oportunidad oftece para nues- tra vida y nuestra misiOn evangelizadora esta abundante pluralidad étnica, ciltural y religiosa que caracteriza a este mundo de Dios? ;Y c6mo hemos dé responder al racismo, a los prejuicios culturales, al fundamentalismo e intolerancia religiosa que marcan profundamente el mundo de hoy’s* Esta diversidad plantea diferentes situaciones de didlogo. La "Iglesia cat6lica ha renovado el diflogo judeo-cristiano desde la pro- mulgacién de Nostra aetate en 1965 (n. 4): con el pueblo judio nos une 4, 34 ConaReaacton Generat SI, «Nuestra misin y el dislogo interrligioso», n 1. Los datos estadisticos no estan actualizados; véanse los datos més recientes QUe ofrece M. FEDou, Las religiones segiin la fe cristina, Bilbao 2000, p. 32. 386 \YATICANO II: REMEMBRANZA Y ACTUALIZACION comin; ¢s la primera alianza nunca revocada. El Islam Cesar desarrollo Fomno fuerza religioss pllca y econdmi ca. NA (3) expres el aprecio hacia los musulmanes- En algunos p ses © estados,fundados sobre Ia Ley Islmics, <= dan dieukades mucho mayores qu impidenreconoce os lazos que unen alos musa manes con la Iglesia. El dslogo con los hindes ext favorecido por sus bésquodas iosficas, su mist, sus valores os, la erencia dl ashram y eric simbolismo de Is prcticasreligiosas. Ors gra rel an qu flue en las vidas de millones de personas de fodo el mundo es el budismo. Segin una tipologia corriente en la historia de las rli- glones se sue dstngur ent el dogo con las eigiones mono Sigs, 0 reigiones de trascendencia,y el dilogo con las religions de In jnmanencia, como el hinduismo y el budismo, Aun cuando el mono- tefso erstiano, como monotefsmotrintari, sea profundament dite rente de os ts dos monotefsmos (jo y musulmén),compartimos con ellos una herencia comin en lo que conceme a. Dios uno, vivo y subsistente, misericordioso y tadopoeros,creador del cso y dea ters, que ha hablado alos hombres, Estamos mucho més desaistidos para descubrir un eter comin cecuménicos respect de aqulias religiones no abrahémicas que rehisan personelizar la realidad tiltima del universo. c) La teologia de las religiones y el didlogo interreligioso a teologia de las religiones no puede esquivar esta pregunta: ;qué tonto Dede tener en el plan divino de salvaci6n Ia pluraidad de a Giciones vivas que caracterizan este mundo? BI problema dela el giones se puede plantear de una forma plistica con la imagen pro- puesia por M. Fédou para explicar las ues grandes tendencas de a steologie de las religiones» que se han desazllado en los tines decenios se trata de alcanzar Ia cumbre de una montafa; para ello se oftecen estas tres posbidades: existe un tinio camino pars Hegar ala cima; o existen ala vez un camino principal y unos eamnos secunde- Fios que se juntan con él o Ie estn subordinados; 0 existen numerosos caminos que van a dar todos a la cumbre, ain inacesibe (ya sea que uno de os eaminos se compruebe como mejor que tos dems, ya sta ue todos aparezcan como igualmente practicables). Ast las cosas, lt primera postura corresponderia a la que se denomina corrien 5. M, FEDOU, op. cit, pp. 71ss- serine CRISTIANISMO, IGLESIA, RELIGIONES. 387 sivista» y se remonta a la postura del tedlogo protestante K. Barth o a {a interpretacién radical hecha por L. Feeney del axioma fuera de la Iglesia no hay salvacién. La segunda corresponde a la llamada corrien te cinclusivista» y esta representada por tedlogos como H. de Lubac, . Congar y K. Rabner, con su idea de los «cristianos anénimos». La {ercera posibilidad corresponde a la llamada cortiente «pluralistay, que Se expresa de formas diversas, segiin que sus representantes reconoz can 0 no una preeminencia del cristianismo con relacién a las otras religiones. Ha quedado asociada a los nombres de J. Hick y P. Knitter, editores de la obra, aparecida en 1987, The Myth of Christian Unique. ness: Toward a Pluralistic Theology of Religions (El mito de la uvici. dad cristiana: hacia una teologia pluralista de las religiones)*. Dicho en otros términos: Cristo contra las teligiones, Cristo por encima de las religiones, Cristo junto a las religiones, Unas palabras de 1s primera carta a Timoteo expresan bien el niicleo del problema: «Esto ¢s bueno y agradable a Dios nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y Ueguen al conocimiento pleno de la verdad, Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesis, hombre también, que se entrego a sf mismo como rescate por todos» (2,3-6). O en el discurso de Pedro a los paga- nos: «De verdad caigo en la cuenta de que Dios no hace distincion de Personas, sino que en cualquier nacidn le es grato el que lo teme y Practica la justicia» (Heh 10,34-35), Y en otro lugar Pedro expresa a conviccién cristiana en sus palabras ante el sanedrin judio: «no hay bajo el cielo otro nombre, que haya sido dado a los hombres, por el que debamos salvarnos» (Ech 4,12), Estos textos del NT plantean el reto de descubrir la coherencia y la integracién entre Ia vocaci6n salvifica universal de Dios, que quiere _ ue todos los hombres se salven y les proveerd de los medios necesa. fios en modos sélo por El conocidos, y la mediacién universal de Jesucristo. El desafio se prolonga en ef hecho de millones de seres dumanos que han muerto y siguen muriendo sin conocerle, en la sal. vaci6n conereta oftecida en la incorporacién a la Iglesia, en el valor § Puede verse en castellano una amplia reflexion erica en G. D’Costa (ed), La Imicidad cristiana reconsiderada. El mito de una teologta de las rligiones pla, ‘alist, Bilbao 2000. R. BERNHARD (ed.), Horizontiberschreitung. Die plirelic: Uische Theologie der Religion, Gittersioh 1991; M. Von Brock - 1, Wenaice, Der eincig Weg zum Heil? Die Herausforderung des christlichen Absolute sanspruch durch pluralstische Religionstheologie, Freiburg 1993, G. Gave, Ve Religionen ~ Ein Wort Gottes. Einspruch gegen John Hicks phaticcns Religionstheologie, Gitersioh 1998, 388 \VATICANO II: REMEMBRANZA Y ACTUALIZACION religioso de instituciones, comunidades, libros sagrados... que han pre- cedido al cristianismo y que perviven paralelamente con él Sin relativizar en modo alguno nuestra fe en Cristo Jestis ni pres- ‘indir de una evaluaci6n critica de las experiencias religiosas, el hecho del pluralismo religioso nos invita a comprender més profundamente 1a verdad y el significado del misterio de Cristo en relacién con la his. toria universal de la autorrevelacién de Dios. Este es el tema capital de la Declaracion. Desde los presupuestos formulados en estos prenotan- dos, que son ya una clave de lectura, emprendo una presentacién de Ja Declaracién Dominus lesus. 2, Visién de conjunto: estructura, intencién y contenido de Dominus Iesus EI documento consta de 6 secciones o capitulos; distribuidos en 23 pardgrafos que transcurren entre una introduccién (nn. 1-4) y una con- Clusién (n. 23). Los titulos de esos seis capitulos despliegan el tema de fondo expresado por el subtitulo de la Declaracién: sobre la unicidad y la universalidad salvfjica de Jesucristo y de la Iglesia: 1. Plenitud y efinitividad de la revelaciGn de Jesucristo (nn. 5-8). Il. El , , Revelacién, Cristologfa y Eclesiologia son los tres grandes nucleos | tindticos de la Declaracién. En razén de la problematica del didlose interreligioso, me cefiiré a la cuestién cristol6gica; al final, en las ref. | xiones conclusivas, haré unas observaciones sobre el problema de la © universalidad y eclesialidad de la salvaci6n, La problemitica eclesio- _, }6gica de signo ecuménico, tal y como afecta a las Iglesias cristianas no catélicas, ya ha sido tratada en el capitulo 13. Con todo, cabe dejar indicado el modo en que se produce Ia interseccién entre las cuestio. + nes del dislogo interreligioso y las relativas al didlogo ecuménico, A la mediacion salvifica universal de la Iglesia esta dedicada la Sltima seccién (an, 20-22): citando RM 9 se establece el principio de «mantener unidas estas dos verdades, 0 sea, la posibilidad real de Ja selvacién en Cristo para todos los hombres y la necesidiad de la Izlesia _ tm orden a esta misma salvaciém. En definitiva, se trata de armonizar © laafirmacién (n. 21) de que «las diversas tradiciones contienen y offre _ on cleanentos de teligiosidad que proceden de Dios» (NA 2) y que “ forman parte de todo lo que el Espiritu obra en los hombres y en la his- toria de los pueblos, asf como en las culturas y religiones» (RM 29), Junto con esta otra: la verdadera religién subsiste en la Iglesia catdlica J apost6lica (DH 1). Esta l6gica que establece la relacidn Iglesia-otras religiones reproduce, mutatis mutandis, el esquema con que se plantea tn relaci6n entre la Iglesia catdlica-romana y las otras Iglesias y con, nidades eclesiales, a saber, en la clave de la «subsistencia» y de la too. : onan el momento de recoger la pregunta més radical que dejé indicada al cmienzo: es la afirmacién de la absolutez de Jesucristo el impedi- ‘mento para el didlogo interreligioso? A esta luz, el capitulo III consti. 392 \VATICANO II: REMEMBRANZA Y ACTUALIZACION tuye la clave de béveda del conjunto. El capitulo II compendia esta problematica haciendo suyo el subtitulo del documento: unicidad universalidad del misterio salvifico de Jesucristo (nn. 13-15), En é1 desembocan las reflexiones precedentes, que pueden ser recapituladas de esta manera: la confesién de fe en Jesuctisto como revelador defi- nitivo de Dios (capitulo I, nn. 5-8), como Dios hecho hombre (capftu- Jo H, nn. 9-12), y como tinico salvador universal (capitulo TH, nn, 13. 15), constituye no s6lo el nicleo del cristianismo, sino también la fuen- te principal de dificultades al entrar en didlogo con otras religiones. a) El cardcter definitivo y completo de la Revelacién de Jesucristo (nn. 5-8) eccién presenta a Jesucristo como plenitud y definitividad de la Rovelacton de Dios a los hombres. Pate de textos como Tn 8: «A Dios nadie Je ha visto jamés; el Hijo tnico que esté en el seno del Padre, él lo ha revelado». La Declaracién se apoya ademés en la cons- titucién Dei Verbum del Vaticano m, n. 2, y en especial n. 4: «Jesucristo, el Verbo hecho carne, Ileva a cabo la obra de salvacién que el Padre le confié (...) Jesncristo —ver al cual es ver al Padre (In 14.9} con su total presencia y manifestacién, con palabras y obras, sefiales y mila. ‘g10s, sobre todo con su muerte y resurreccién gloriosa y con él envio Gel Espiritu Santo, lleva a plenitud toda la revelaci6n y la confirma con el testimonio divino». Hay que subrayar el contenido expresado en estas tres formas verbales: «lleva a cabo», «lleva a plenitud» y «on: firma»'. En esta secci6n propositiva se saca esta consecuencia: la autortevelaci6n definitiva de Dios es el motivo fundamental por el que. Ia Iglesia es misionera por naturaleza» (RM 5). : ‘La Declaraci6n rechaza (n. 6) la tesis de quienes sostienen que la revelacién de Jestis seria complementaria a la de otras religiones, pues: to que el misterio de Dios no se puede expresa plenamente ent nos humans. Ast afirman algunos que Ia plenitud dela seveacin de Jesueisto es s6lo «cualitativan, pero no . Esa comple mentariedad vendria a contradecir te plenitud y definitividad de la revelaci6n. Bfectivamente, el misterio de Dios sigue siendo inexpresa ble en términos humanos. Ahora bien, la encamaciGn de Dios ¢s un ease Mo FisicHeL, «Reflexiones sobre la decaracin “Dine ® TS do a Congregation arta Dot dea Fe, leita y dened eh {Srelusn de Jesteniston:Renovactn Ecundnica XXXU/TS1 O00), p. 15 soc CRISTIANISMO, IGLESIA, RELIGIONES... 393 acontecimiento Unico en la historia, pues en Jestis se identifican el © revelador y la revelacién, La revelacién de Dios tiene su historia: F comienza con el acto creador, prosigue en la historia del pueblo judio, © ue Dios se escoge entre los dems pueblos para hacer que se eseuche | su voz; y se completa en Jestis de Nazaret, que es la Palabra del Padre, Esto permite afirmar que fuera de la revelacién biblica se pueden reco- nocer manifestaciones de Dios y huellas de su presencia; pero éstas, de por sf, no pueden definirse propiamente como «revelacién», Lo cual no elimina el cardcter de «rayos» y «elementos» de verdad que tienen las _ dems religiones, sino que pone de relieve su alcance, mostrando que son caminos e instrumentos para llegar al conocimiento del Misteri. El comienzo de la carta a los Hebreos nos permite glosar este cardcter de definitividad y plenitud de la revelacién Positiva de Dios: «Muchas veces y de muchos modos hablé Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos tiltimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituy6 heredero de todo, por quien también hizo los mundos» (1,1-2). Este cardcter de definitividad y plenitud de la revelacién afecta a la naturaleza de la opciGn de fe: ipor qué creer y comprometer plenamente la propia existencia, si aquello por lo que se entrega la vida es provisional y contingente? En este contexto habria que situar la distincién entre fe teologal y creen sia en las otras religiones (n. 7). La respuesta a la revelacién cristiana 2s «la obediencia de la fe», que es «don de Dios» y «virtud teologal», jue implica un asentimiento libre y personal a la verdad revelada por Dios Uno y Trino. La creencia en las otras religiones -se dice— es «ina experiencia religiosa todavia en busqueda de la verdad absoluta y wente del asentimiento a Dios que se revela». Dicha creencia se des su busqueda de Ja verdad, ha ideado y creado en su referencia a lo Divino y al Absoluto», segiin un pasaje de la encfclica Fides et ratio 51-32. {Qué decir de esta distincién? GBs esa «creencia» mera convicci6n 0 construccién humana, o de alguna manera esa referencia radical y sincera de quien busca a Dios fs respuesta humana a su gracia salvifica? La idea de revelacién éexpuesta en Dei Verbum sobrepasa una idea de revelaci6n en el senti- ido de una ensefianza sobre un dep6sito de verdades. No es mera in: ‘nuccién de doctrinas, sino un acontecimiento dinémico de salvacién, etal manera que la historia universal, la Biblia y la tradicién cristia. Ha pueden exhibir su conexién més profunda. La autocomunicacién de ios esté activa desde el comienzo de la historia de la humanidad y es 394, \ATICANO TI: REMEMBRANZA Y ACTUALIZACION i en fragmentariamente, en las otras corrientes religio- aan "Somprensioncde la revelacién inspira el modelo de didlogo interreligioso patrocinado por el Vaticano 1 (Nostra aetate 2), El ere. dere in unum Dew, como apertura confiada a Dios, es mas englaban- te ydesborda el spectocognositvo del fe, Sin elimina a dies cia entre fe teologal en el cristianismo y creencia en las otras relisio. nes habria sido més oportuna le bisqueda de analogias en la linea indicada en la enciclica Redemptor hominis: «la firme crencinesefes tp del spit de Verda, que actin mis ald os confines vise del Cuerpo mistico» (n. 6; citada en DA 26). La Declaracién suaviza en to Iga (0 20) eta sinc jt, a Une qu aso de indica, con unas palabras tomadas de Redempioris isso: Par aquellos que no son formal y visiblemente miembros de la Iglesia, “la slvacion de Cito acesible en itu de a rca au, aun teen do una misterisa relacién con la Iglesia, no Ts introduce formalmen- te lla sno go os iuina de manera ecu ens stain interior y ambiental, Esa graciaproviene de Cio; es fay de sactficio y es comunicada por el Espiritu Santo” (RM 10)». Volvamos, pues, a la cuestioncristol6gica. b) Unidad de la economia salvifica del Verbo encarnado -y del Espiritu Santo (nn, 9-12) is 6n de Dios en la historia ‘laci6n de Jesucristo conlleva la irrupci6n de fos hombres capitulo segundo rechszs aquellaspresentaciones de I figura de Jess de Nazaret que devalian la riginalidad del mis teri dl Verbo Inman come presencia reveadorsyslviica. Alp tedlogos pluralistas han propuesto interpretaciones de sy setae sorpentetet edocs os eat ienes hablaron del «mito de 1a unicidad de Ia salva a tens pelo elt de Dios enema’, Se ua de pres ralones de Jets de Nazaretcomo una figura hstria paula eu arable ala de oes fundadores de eliglones, Ser una panics < én salvif ero no el realizador de la mi de la accién salvifica de Dios, pero no el : a iad (vés reduce a Jesucristo a un Ia humanidad (véase n. 9). Por tanto, 0 se a0 an u te, como se da en humano en el que Dios actia y se hace presente, e daca oi anos (Buda, Mahoma), 0, por el contrario, se ol centarl to en el Popos de Dis, sn mucha relacion eon Ta Rg 9. J. Hick (ed), The Myth of God Incarnate, London 1977. CRISTIANISMO, IGLESIA, RELIGIONES, 395 histérica de Jests de Nazaret; otros lideres religiosos también mediat- © zan esa accién del Logos. Un representante de la corriente pluralista, como R, Panikkar, pre- senta el nombre de Cristo como el nombre que los cristianos dan ena realidad universal -el «Misterio»—, de modo que este mismo Misteria peibird otros nombres en otras tradiciones religiosas, El Cristo ol Logos, no se vincula absolutamente a Jestis de Nazaret. Admite que ‘destis es el Cristo», pero considera al mismo tiempo que «el Cristy Partir del Misterio de Dios, de un Logos o una sabiduria desvincu- Bios de Jests de Nazaret, facilita sobremanera verlo presente y | Scluante en las distintas religiones; ast se puede aplicar el concepto _ fenético de «mediador dela salvaciGn> a otras muchas figuras relign, | js Zs.una salida que nos deja insatisfechos. Estas posturas significan __ negaci6a del cardoterescatolégico de Jesucristo y la encasneeton da __ Dios. Contra estas hip6tesis, DI (a, 10) reitera la unsdad entte ol Vern j ctemo y Jestis de Nazaret: El ¢5 el Logos encamade dl Vere «que parable (.) Cristo no es sino Jestis de Nazaret, y éste el Vorbo de Dio hecho hombre para la salvacién de todos». Esta secciGn de la Declaracién rechaza estas otras dos hipStesis de {bajo: por un lado, una economia del Verbo no encamado (asarkon), fin relacién con el Logos humanado, y, por otro, una economia del Espiritu sin relacién con el Hijo". La primera linea de reflexion tadbax 42. por tanto, sobre la distincidn entre «ana economia del Verbo etereo J una economia del Verbo encamado» (n. 9). Dicho de otra forma: ce aria una mediacién salvifica del Logos etemo, no encarnado, para {odo hombre que viene a este mundo, que gozarfa de una plusvelie de unlversalidad respecto de la mediacién del Logos encamado. La De, slaracin rechaza, como contraria a In fe catdlica, dicha separaci¢n éntre la acci6n salvifica del Logos en cuanto tal y la del Verto hecho fame, subrayando la unicidad de Ia economia salvitica querida por 10. R. Panik, The Intrareligious Dialogue, New York 1978. HI. Vease L- Labania, «El Logos encamado y el Esptitu Sano en Ia obra de a eal ‘acids: L-Osservatore Romano 39-29 (Septiembre 2000) pp. 7-8. 396 \VATICANO II: REMEMBRANZA Y ACTUALIZACION Dios Uno y Trino, , «univer- salidad», ; este «pueblo mesidnico, aunque de hecho atin no abarque a todos los hombres y muchas veces parezca un peque- fo rebaiio, ¢s un germen muy seguro de unidad, de esperanza y de salvacién para todo el género humano». La Iglesia se describe, en consecuencia, como «e] sacramento visible de esta unidad salvifi- ca» para todos y cada uno. Dios sigue reuniendo y convocando a su pueblo para el Reino escatolégico. Un tedlogo medieval lo expre- saba con gran clarividencia: «Dado que el fin de la Iglesia es la vida eterna, que consiste en la visién de Dios, ésta es la raz6n fun- damental por la que es necesario afirmar que el fin del pueblo de Dios, que se da en el régimen de la gracia, fue el mismo bajo la ley de la naturaleza y bajo la ley de la Escritura»", Es importante resaltar, en este sentido, la conviccién expresada varias veces a lo largo de la Declaracién, al hilo de GS 22 (on. 2.12), de Ja accién misteriosa de la gracia salvifica de Dios ope- ante en el coraz6n humano de cara a su incorporacién al misterio pascual de Cristo. En esta clave se puede reafirmar a un tiempo la «necesidad de la Iglesia para la salvacién> (LG I, 14) y la accién de la gracia salvadora fuera de los limites juridico-sacramentales de la Iglesia catdlico-romana. Este es, asimismo, el contenido y la actualidad teolégica de la nocién de Ecclesia ab iusto Abel usque ad ultimum electum. 3) He sefialado anteriormente el punto de intersecci6n entre la cues- tin ecuménica y la problemética del didlogo interreligioso tal como se establece en DI: la correlacion entre la subsistencia de la Iglesia de Cristo en la Iglesia catélico-romana (LG I, 8) y la sub- sistencia de la verdadera religi6n en la Iglesia cat6lica y apostéli- ca (DH 1), reconociendo en ambos casos la existencia de «elemen- tos de santidad y.de verdad» fuera de sus limites visibles. Ello plantea, en el primer caso, la «eclesialidad» de las Iglesias y comu- 14, JUAN bE SEGOVIA, Liber de magna auctoritateepiscoporum in concilio general, Freiburg 1995, p. 223: «Quia igitur ecclesiae fins vita eterna est in Det visione onsistens, hace est ratio potisima, quare necesse est dicere, quod fins Populi Dai in lege naturae et in lege scripturae fui idem, qui in lege grate est 402 \VATICANO Il: REMEMBRANZA Y ACTUALIZACION nidades cristianas (DI, nn. 15-16) y, en el segundo, el valor salyif. co de las otras religiones. Para avanzar en el didlogo ecuménico, Ig subsistencia no debe relegar a algo anecdético los

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