El ComErCio DOMINGO 23 de enero del 2011 Zona Mundo b3
U
alerta en el viejo continente na vez más Europa está con-
frontada con un escándalo
de contaminación de comi-
Dioxina:
da con dosis prohibidas de dioxina.
Esta vez el ‘epicentro’ del caso está
en Alemania, pero los productos en-
venenados han traspasado las fron-
veneno sobre
teras de Holanda y el Reino Unido y
es muy probable que hayan llegado
más lejos en el circuito de las expor-
taciones germánicas. China y Corea
del Sur ya han anunciado un cierra-
las mesas
puertas comercial. Ante el nuevo
destape otra vez surge la pregunta:
¿Cómo es posible que estas peligro-
sas sustancias periódicamente lle-
guen a la mesa de los europeos ocul-
europeas
tas en los huevos, leche y carne que
consumen a diario?
En palabras de la Organización
Mundial de la Salud (OMS): “Las
dioxinas constituyen un grupo de
compuestos químicos que son con-
taminantes ambientales persisten-
Alimentos contaminados pueden causar problemas tes. Más del 90% de la exposición
humana [a estas sustancias] se pro-
en el sistema inmunitario e incluso cáncer duce por medio de los alimentos, en
particular los productos cárnicos
Erik struyf Palacios Corresponsal en Bruselas
y lácteos, pescados y mariscos. Las
dioxinas tienen elevada toxicidad y
pueden ocasionar problemas de re-
producción y desarrollo, afectar el
sistema inmunitario, interferir con
Escándalo. hormonas y, de ese modo, causar
cáncer”.
El 3 de enero se
descubrió en Ale- Estas sustancias, fundamental-
mania que más mente subproductos indeseados de
de 150 toneladas numerosos procesos de fabricación
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S de piensos (ali- tales como la fundición, el blanqueo
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mentos para ani- de la pasta de papel con cloro o la fa-
males) contenían bricación de algunos herbicidas y
77 veces más de plaguicidas, están en todo el mundo
la cantidad de y toda la humanidad vive expuesta a
dioxina permitida ellas [también pueden producirse en
por ley. procesos naturales como las erupcio-
nes volcánicas y los incendios fores-
tales]. “Todos tenemos una exposi-
ción de fondo y una cierta concentra-
ción de dioxinas en el organismo: la
llamada carga corporal. En general,
no es de suponer que la exposición de
fondo normal actual tenga efectos en
la salud humana”, resume la OMS.
Al profesor Jan Tytgat, toxicó-
logo de la Universidad de Lovaina
(KUL), le preguntamos por qué y có-
mo dioxinas, en dosis reñidas con la
salud, se cuelan con frecuencia en la
cadena alimentaria y terminan en los
platos de los europeos: “La respues-
ta lamentablemente no tiene que ver
con la ciencia. Detrás de estos casos
hay un móvil económico: el deseo de
empresarios sin escrúpulos de ganar
más dinero los lleva a mezclar grasas
industriales, poco costosas en Euro-
pa, pero saturadas de dioxinas, con
grasas animales [más caras] desti-
En América Latina
“no disponemos de datos sobre la
presencia de dioxinas en américa
latina, pues no existe legislación
ni controles para estas sustancias
como en europa”, refirió angelika
tritscher, de la oMS.
nadas a la fabricación de alimentos
para aves y cerdos”.
Tytgat no es el único en denun-
ciarlo. Nada menos que un colabora-
dor de la Autoridad Europea de Se-
guridad Alimentaria, Pere Puigdo-
menech, declaró hace unos días en
referencia al nuevo escándalo desta-
pado en Alemania: “Es un caso cla-
rísimo de fraude, de utilizar grasas
no permitidas en la elaboración de
los piensos para animales, y esto es
50 millones
de euros por semana seguirá
perdiendo alemania mientras se
siga extendiendo la crisis, señala
la unión de agricultores del país
germano.
fácil de detectar y de averiguar su ori-
gen”. Los expertos son conscientes de
que la contaminación con exceso de
dioxina también se puede producir
por negligencia o accidente. “Pero en
la mayor parte de los casos se trata de
puro y simple fraude”, subraya el pro-
fesor de Lovaina.
Escándalo alEmán
La crisis de contaminación que sa-
cude hoy Alemania la originó la em-
presa Harles und Jentzsch al mezclar
grasas destinadas a procesos indus-
triales (provenientes de una compa-
ñía de biodiésel) con grasas vege-
tales usadas para la elaboración de
alimento para animales. La alarma
se disparó el 3 de enero de este año:
más de 150 mil toneladas de piensos
que contenían grasas con 77 veces la
cantidad de dioxina permitida por
ley habían sido distribuidas por to-
do el país. Aproximadamente 6.000
granjas fueron cerradas y toneladas
de aves de corral tuvieron que ser sa-
crificadas.
Pero fue demasiado tarde. La
ministra de Agricultura del Estado
Schleswig-Holstein (norte de Ale-
mania) denunció que Harles und
Jentzch sabía desde marzo del 2010
que sus grasas habían traspasado
la cantidad de dioxinas permitida;
sin embargo, calló. Cientos de miles
de aves de corral y huevos tóxicos
habrían llegado a las tiendas y a los
platos de los consumidores, no solo
en Alemania, también en Holanda,
que compró varios lotes de huevos
infectados y vendió luego productos
derivados al Reino Unido. El 11 de
enero se supo que la contaminación
también afectaba a los cerdos.
La UE ha procurado tranquilizar
a la población asegurando que, pese
a contener cinco veces las dosis de
dioxina permitidas, los huevos conta-
minados solo podrían afectar la salud
humana de ser ingeridos en grandes
cantidades. Pero la población descon-
fía y en toda Alemania los consumido-
res se alejan de huevos y pollos como
si fueran la peste. China y Corea del
Sur han suspendido la importación
de carne de cerdo y huevos alemanes,
pese a que la UE y Berlín han asegura-
do que la situación está bajo control y
que ningún estado miembro, a excep-
ción de Holanda y el Reino Unido, ni
ningún país tercero, ha sido expuesto
a exportaciones tóxicas.
Para el profesor Jan Tytgat, la úni-
ca manera de evitar incidentes como
el que se ha producido en Alemania
es efectuando más frecuentes y con-
cienzudos controles en la cadena
alimentaria: “Si las autoridades
muestran laxismo, los inescrupulo-
sos aprovechan y hacen trampa. Hay
que mantener exigentes estándares
de control, aunque cueste mucho,
pues el consumidor europeo está
dispuesto a pagar con tal de tener
alimentos sanos sobre la mesa”. π