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Samanta Schweblin,

"Conservas", enz Páioros en lo


boco, Bs. As.: Emecé,2OL2.

Pasa una semana, un mes, y vamos hacién-


donos la idea de que Teresita se adelantará a
nuestros plancs. Voy a lencr que rcnunciar a
Ia beca de estudios porque dentro dc unos me-
ses ya no va a ser fácil seguir. Quizá no por Te-
resita, sino por pura angustia, no puedo parar
de comer y empiezo a engordar. Manuel me
alcanza la comida al sillón, a la cama, al jar-
dÍn. Todo organizado en Ia bandeja, limpio en
la cocina, abastecido en la alacena, como si la
culpa, o qué sé yo qué cosa, lo obligara a cum-
plir con lo que espero dc cl. Pcro pierde sus
energías y no parece mu¡, feliz: regresa tarde
a casa, no me hace compañía, le m<¡lesta ha-
blar del tema.
Pasa otro mes. Mamá también se resigna,
nos compra algunos regalos y nos lr¡s entrega
l¿r conozco bicn- con algo de tristeza. Dice:
Éstc cs un cambiadr¡r l¿rvable con cierre
tle ve lcrrr... lllstos son cscarpine s de puro algo-
rk ¡n... Iilsllr t's la lolrllir con cl¡rtrcha cn piqlré...

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Samanta Schewblin Pdjaros en la boca

mira las cosas que nos van regalando y Tengo insomnio. Paso las noches despierta,
-papá en la cama. Miro el techo con las manos sobre
asiente.
no sé... yo, y no sé si me refie- la pequeña Teresita. No puedo pensar en nada
-Ay, -digo La verdad es que no más. No puedo entender cómo en un mundo en
ro al regalo o a Teresita-.
sé digo más tarde a mi suegra cuando cae el que ocurren cosas que todavía me parecen
-le
con un juego de sabanitas de colores-, no sé maravillosas, como alquilar un cochc en un país
ya sin saber qué decir, y abrazo las sá- y devolverlo en otro, descongelar del freezer un
-digo
banas y me largo a llorar. pescado lresco que murió hace treinta días, o
El tercer mes me siento más triste todavía. pagar las cuentas sin movcrsc dc casa, no pue-
Cada vez que me levanto me miro al espejo y da solucionarse un asunto tan trivial como un
me qucdo así un r¿rto. Mi cara, mis brazos, todo pequeño cambio cn la organización de los he-
mi cucrpo, y por sobre todo la panza, están cada chos. Es quc simplcmcntc no mc lcsigno.
vcz más hinchados. A veces llamo a Manuel y Entonces olvido la guía de l¿r obra social y
le pido quc sc p¿rrc a mi lado. A é1 en cambio lo busco otras alternativas. Hablo con obstetras,
veo más flaco. Adcmás , cada vez me habla me- con curanderos y hasta con un chamán. Alguien
nos. Llcga del trabajo y se sienta a mirar televi- me da el número de una comadr<¡nzr y hablo con
sión sosteniéndose la cabcza. No es que ya no clla por telófono. Pcro cada uno ¿r sll manera
me quiera, ni que me quiera menos. Sé que Ma- prescnta solucioncs conformistas o pervefsas
nuel me adora y sé que, como yo, no ticne nada que nada tienen que ver con lo que busco. Me
en contra de nuestra Teresita, qué va a tcner. cuesta hacerme a la idca dc rccibir a Teresita
Pero es que había tanto que hacer antes de su t¿rn temprano, pero tampoco quicro lastimarla.

llcgada. Y entonces doy con el Doctor Wcisman.


A veces mamá pide acariciar 1a panza. Me El consultorio qucda en el último piso de un
siento en el sillón y ella con voz suave y cariño- cdificio antiguo dcl ccntro. No tiene secretaria,
sa le dice cosas a Teresita. A la mamá de Ma- ni sala de espera. Sólo un pcqueño hall de en-
nuel, cn cambio, se le da por llamar a cada rato tracla, y dos habitacioncs. Wcisman es muy
para saber cómo estoy, dónde estoy, qué estoy arralrle, nos hace p¿lsar y nos olrccc cafó. Du-
comiendo, cómo me siento, y todo lo qttc sc lc ¡lnlc ll convcls¿rcirin sc intcrcsa cn cspecial por
puecla ocurrir prcgttnt¿lr. r'l li¡xr tlt' llrtttiliit t¡tte Ii¡r'nt:urlos, l)()r'ntrcslr-()s

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Samanta Schewblin PtÍjaros en la boca

padres, por nuestro matrimonio, por las rela- marcha, y no hay nada que discutir. Papá va a
ciones particulares entre cada uno de nosotros' preguntar algo, pero Manuel lo interrumpe:
Contestamos todo lo que pregunta' Weisman que hacer lo que les decimos
entrecruza los dedos y apoya las manos sobre
-Tienen
ce-. Entiendo lo que siente: tomamos esto -di-
en
el escritorio, parece conforne con nuestro per- serio y esperamos lo mismo de los demás, en la
fil. Nos cuenta algunas cosas sobre su trayec- hora y al tiempo que corresponda.
toria, el éxito de sus investigaciones y lo que nos Están preocupados y creo que no llegan a en-
puede ofrece¡ pero entiende que no necesita tender de qué se trata, pero se comprometen a
convencernos, y pasa a explicarnos el trata- seguir las instrucciones y cada uno vuelve a su
miento. Cada tanto mir<¡ a Manucl: escucha con casa con una lista.
atcnción, asicnle, parcce entusiasmado El plan Cuando concluyen los primeros diez días las
incluye cambi<¡s en la alimcntación, cn el sue- cosas ya están un poco más aceitadas. Tomo mis
ño, ejercicios dc rcspir-ación, meclicamentos' Va tres pastillas diarias en horario y respeto cada
a haber que hablzrr cr:¡n mamá y papá, y con la sesión de «respiración consciente,. La respira-
madre de Manuel; el papcl de ellos también es ción consciente es parte fundamental del trata-
impofiante. Anoto todo en mi cuadcrno, punto miento y es un método de relajación y concen-
por punto. tración innovadoS descubierlo y enseñado por
qué seguridad tenemos con este trata- el mismo Weisman. En el jardín, sobre el cés-
-¿Y ped, me centro en el contacto con «el vientre
miento?
-Pregunto.
lo que necesitamos para que todo húmedo de la tierra,. Comienzo inhalando una
-Tenemos Weisman. vez y exhalando dos veces. Prolongo los tiem-
salga bien
-dice Manuel se queda en casa' pos hasta inspirar durante cinco segundos, y
Al día siguiente
Nos sentamos en la mesa del living, rodeados exhalar en ocho. Tras varios días de ejercicio
de grillas y papeles, y empezamos a trabajar' inhalo en diez y exhalo en quince, y entonces
Anotamos lo más fielmente posible cómo se han paso al segundo nivel de respiración conscien-
ido dando las cosas desde el momento en que te y empiezo a sentir la dirección de mis ener-
sospechamos que Teresita se había adelantado' gías. Weisman dice que eso va a tomarme algo
Citamos a nuestros padrcs y somos claros con nr/rs clc ticmpo, pero insiste cn que el ejercicio
cllos: cl ¿rstlnt() cstá tlccicliclt¡, cl t t I i t I I i ' I t I I I t'l t t'sl¿i a lrri ¿rlc¿urcc, cn qr¡c tengo quc seeuir tra-
-
I i I t
Pdjaros en la boca
Samanta Schewblin

y se lo subrayamos repetidas veces-, gradual-


bajando. Hay un momento en el que es posible
mente, decía, ir haciendo menos llamados a
visualizar la velocidad a la que la energía circu-
casa y bajar la ansiedad por hablar todo el tiem-
la en el cuerpo. Se siente como un cosquilleo
po sobre Teresita.
suave, quc comienza por Io general en los la-
El segundo es, quizás, el mes de más cam-
bios, en las manos y en los pies. Entonces uno
bios. Mi cuerpo ya no está tan hinchado, y para
empieza a conlrolarlo: hay que aminorar el rit-
so¡presa y alegría de ambos, la par,za empieza
mo, lentamente. La meta es detenerlo por com-
a disminuir. Este cambio tan notable alerta un
pleto para, poco a poco, ret<¡mar la circulación
poco a nuestros padres. Quizás es ahora cuan-
en sentido contrario.
do entienden, o intuyen, en qué consiste el tra-
Manucl no pltcclc scr l.lltly cariñoso conmi-
tamiento. La madre de Manuel, sobre todo, pa-
go todavía. Ticnc c¡ttc scl l'icl ¿r las listas quc hi-
rece temcr lo peor y, aunque se esfuerza por
cimos y por lo tartlo, h¿rsla clcntto clc un mes y
mantenerse al margen y seguir su lista, siento
mcdio, manlcncrsc alc.iaclo, Ii¿rbl¿rr sólo lo ne-
su miedo y sus dudas y temo que esto afecte el
cesario v volver tat-cle a casa zrlgunas noches.
tratamiento.
Cumple su parte con csmcro pcro lo conozco,
Duermo mejor a la noche, y ya no me sien-
y sé quc, secretamcnte, ya cstá n'rejo¡ y quc se
to tan deprimida. Le cuento a Weisman mis pro-
muere de ganas de ¿rbrazarmc y clecirme 1o mu-
gresos en la respiración consciente. Él se entu-
cho que me cxlraña. Pero así hay que hacer las
siasma, parece que estoy a punto de lograr mi
cosas por ahora: no pudclnos atl icsgarnos a sa-
energía inversa: tan pero tan cerca que sólo un
lirnos ni un scgundo del guión.
velo me separa del obietivo.
Al mes sigo progresando en la respiración
Empieza el tercer mes, el anteúltimo. Es el
consciente. Ya casi siento que logro detener la
mes en el que más protagonismo van a tcner
encrgía. Weisman dice quc no falta mucho, que
nueslr( )s padles: estamos ansiosos por ver quc
apenas hay que esforzarse un poco más. Me au-
cumplan con su palabra y que todo salga a la
menta la dosis de las pastillas. Empiezo a notar
pcrlcccirin, y 1o hacen, y 1o hacen bien, y esta-
que la ansiedad disminuye y como un poco me-
nlr)s acraclccidos. La madre de Manuel llega a
nos. Siguiendo el primer punto dc su lista, la
(':ls¿l unu tar-rlc y l-cclam¿r las sábanas de colo-
madrc de Manucl hacc srt mc-iot' csl'rtct-zo v 1t-a-
r'('s (¡lr(' IrlbÍ:r tr':rÍrLr ¡rar-a'l'c'r-csi1a. Orrizá por'-
ta rlc, grltclttalntctrtc cslo t'tllilttlrt's ittl¡r.t lrtltlL'
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Sarnanta Schewblin Pdjaros en la boca

que había pensado en este detalle durante mu- sobre el escritorio, hacia mí, eI frasco de con-
cho tiempo, me pide una bolsa para envolver el servación. Está helado, y así debe mantenerse,
paquete. Es que así lo traje, dice, con bolsa, así por eso traje la vianda térr¡ica, como Weisman
que así se va, y nos guiña un ojo. Después les recomendó. Debo guardarlo en la heladera en
toca a mis padres. También vienen por sus re- cuanto llegue. Lo levanto: el agua es transpa-
galos, Ios reclaman uno por uno: primero la toa- rente pero espesa, como un frasco de a]míbar
Ila con capucha en piqué, después los escarpi- incoloro.
nes de puro algodón, por último el cambiador Una mañana, durante una sesión de respira-
lavable con cierre de velcro. Los envuelvo. Ma- ción consciente, logro pasar al úItimo nivel: res-
má pide acariciar por última vcz la panza. Me piro lentamente, el cuerpo siente la humedad de
siento en el sillón, ella se sienta al lado mío, y ha- la tierra y la energía que 1o envuelve. Respiro
bla con voz suave y cariñosa. Acaricia la panza una vez, ofra vez, ofra vez, y entonces todo se
y dice, ésta cs mi Teresita, cómo voy a extrañar detiene. La energía parece materializarse a mi
a mi Teresita, y yo no digo nada, pcro sé que, si alrededor y podría precisar el momento exacto
hubiera podido, si no hubiera tenido que limi- en el que, poco a poco, comienza a circular en
tarse a su lista, habría llorado. sentido inverso. Es una sensación purificadora,
Los días del úitimo mes pasan rápido. Ma- rejuvenecedora, como si el agua o el aire volvie-
nuel ya puede acercarse más y la verdad es que sen por sí mismos al sitio cn el que alguna vez
su compañía me hace bien. Nos paramos fren- estuvieron conten idos.
te al espejo y nos reímos. La sensación es todo Entonces llega el día. Está marcado en el al-
lo contrario a lo que se siente al emprender un manaque de la heladera, Manuel lo rodeó con
viaje. No es la alegría de parlir, sino la de que- un círculo rojo cuando volvimos del consulto-
darse. Es como si al mejor año de tu vida le agre- rio de Weisman por primera vez. No sé cuándo
garas un año más, bajo 1as mismas condiciones' sucederá, estoy preocupada. Manuel está en ca-
Es la oportunidad de seguir en continuado. sa. Estoy recostada en Ia cama. Lo escucho ca-
Estoy mucho menos hinchada. Eso alivia minar de un lado a otro, intranquilo. Me toco
mis actividades y me levanta el ánimo. Hago mi la panza. Es una panza normal, una panza
última visita a Wcisman. como la clc cualquicr muje¡ quiero decir que no
Sc ¿tcclc¿t cl ntomento dicc ó1, y cmpttia ('s luril l)anz¿r clc cmbar¿rzada. Al contrario,
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Pdiaros en la boca
Samanta Schcwblin

- tiembla el cuenlo, no tengo control sobre é1. Ma-


Weisman dice que el tratamiento fue muy in-
nuel se arrodilla junto a mí, me toma de las ma-
tenso: estoy un poco anémica, y mucho más fla-
nos, me habla pero no escucho lo que dice. Sien-
ca que antes de que el asunto de Teresita em-
to que voy a vomitar. Me tapo la boca' É1 ptrece
pezara-
reaccionar, me deja sola y corre hacia la coci-
Espero toda la mañana y toda Ia tarde ence-
na. No demora más que unos segundos: regre-
rrada en mi cuarto. No quiero comer, ni salit
sa con el vaso desinfectado y el envase plástico
ni hablar. Manuel se asoma cada tanto y pre- que dice «Dr. Weisman». Rompe la faja de se-
gunta cómo estoy. Imagino que mamá debe es-
guridad del envase, vierte el contenido translú-
tar trepándose por las paredes, pero saben que cido en el vaso. Otra vez siento ganas de vomi-
no pueden llamar ni pasar a verme.
ta¡, pero no puedo, no quiero: no todavía. Tengo
Ahora hace rato que siento náuseas- El es- una arcada, y otra, y otra, arcadas cada vez más
tómago me arde y late cada vez más fuerte, violentas que empiezan a dejarme sin aire. Por
como si fuera a explotar. Tengo que avisarle a primera vez pienso en la posibilidad de la muer-
Manuel, pero trato de incorporarme y no pue- te. Pienso en eso un instante y ya no puedo res-
do, no me había dado cuenta de lo mareada que pirar. Manuel me mira, no sabe qué hacer. Las
estaba. Tengo que avisarle a Manuel para que arcadas se intermmpen y algo se me atora en
Ilame a Weisman. Logro levantarme, me siento la garganta. Cierro la boca y tomo a Manuel de
mareada. Me dejo caer al piso y espcro un se- la muñeca. Entonces siento algo pequeño, del
gundo de rodillas. Pienso en la respiración cons- tamaño de una almendra. Lo acomodo sobre la
ciente pero mi cabeza ya está en otra cosa. Ten- lengua, es trágil. Sé 1o que tengo que hacer pero
go miedo. Temo que algo pueda salir mal y no puedo hacerlo. Es una sensación inconfun-
lastimemos a Teresita. Quizá ella sepa lo que dible que guardaré hasta dentro de algunos
está pasando, quizá todo esto esté muy mal. Ma- años. Miro a Manuel, que parece aceptar el
nuel entra a la habitación y corre hasta mí. tiempo que necesito. Ella nos esperará, pienso'
sólo quiero dejarlo para más adelan- Ella cstará bien: hasta el momento indicado.
-Yo digo-, no quiero que...
te... Entonces Manuel me acerca el vaso de conser-
-le
Quiero decirle que me deje acá tirada, que v¿rciírn, v al fin, suavemente, la escupo.
no impoña, quc colTa a hablar con Weisman,
t¡trc lorlo saliti rlal. Pclrr nt¡ ptrccl<l ltabl:rr'- Mc

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