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Consecuencias de la guerra

sobre la economía mundial

JOSÉ BAREA
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5 ABR 2003 - 00:00 CEST

Antes de empezar la guerra Estados Unidos-Irak las


perspectivas de la economía mundial eran sombrías. Para
Greenspan, Estados Unidos mantenía su debilidad:
disminución del empleo (300.000 puestos en febrero),
cayendo la confianza del consumidor hasta el punto más
bajo de los últimos años y fuertes desequilibrios
macroeconómicos, tanto en déficit público como en
balanza de pagos.
En la Unión Europea las últimas previsiones de
crecimiento, tanto de la Comisión como de la OCDE,
estiman que no superará en el 1% del PIB, con Alemania
en recesión y Francia en el entorno del 0,5%, evolución
negativa en el empleo y en el déficit público. En cuanto a
Japón se prevé que continuará con el estancamiento
económico que viene padeciendo desde hace varios años.
Panorama que hacía paradójico otro año perdido para la
recuperación económica.
El estallido de la guerra Estados Unidos-Irak agrava aún
más el panorama, no sólo moralmente por tratarse de una
guerra ilegal y desproporcionada, cuyo efecto no es el
desarme de Irak de los presuntos arsenales de
destrucción masiva, sino establecer un nuevo orden
internacional, comandado por Estados Unidos como
único imperio mundial, ya que desde el
desmoronamiento de la URSS el poder bipolar entonces
existente se ha convertido en unipolar.
¿Cuánto va a costar esta guerra? Con independencia de
las vidas humanas, civiles y militares, que va a cobrarse
y que no tienen precio, y del coste de las incertidumbres
que desde hace meses se ha introducido en el mundo
económico, el presidente Bush ha solicitado inicialmente
del Congreso una dotación presupuestaria de 75.000
millones de dólares, como coste estimativo para una
guerra de 30 días.
Han aparecido estimaciones privadas que alcanzan los
100.000 millones de dólares, que podrían subir a 200.000
millones si la duración de la guerra fuera mayor, y
llegaría al billón de dólares si fuera necesario mantener
un Ejército de ocupación y la total reconstrucción de
Irak.
Es casi seguro que Estados Unidos se negará a financiar
él solo tal volumen de recursos, por lo que una parte del
coste la haría recaer, en concepto de reparaciones, sobre
la única riqueza que tiene Irak, el petróleo, que en
definitiva supondría aumentar aún más la pobreza en que
ha vivido el pueblo.
No hay unanimidad entre los analistas acerca de hacia
dónde se dirigirá la economía mundial cuando la guerra
finalice. Los más optimistas piensan que se producirá
una fuerte caída del precio del petróleo y que la
reconstrucción de Irak tirará de la demanda en algunos
países, especialmente en Estados Unidos, lo que dará
lugar a una recuperación rápida de la Bolsa, como
anticipo de la reactivación de la economía.
Los optimistas, pero más realistas, dicen que para que
dicha recuperación sea sostenible se necesitará corregir
los desequilibrios macroeconómicos que ya existían
antes de la guerra y que se han visto agravados como
consecuencia de la misma.
Altos déficit, inflación ascendente, elevados déficit de
las balanzas de pagos por cuenta corriente, paro
creciente, bajas tasas de ahorro de los agentes
económicos y fuerte endeudamiento de las familias son
desequilibrios que con mayor o menor intensidad se dan
en casi todos los países.
Un escenario contemplado por los pesimistas es que los
desequilibrios macroeconómicos enumerados sólo se
corregirían si de verdad los Gobiernos se ponen manos a
la obra, dispuestos a afrontar las contestaciones que las
reformas estructurales iban a producir sin duda, y como
esto políticamente no se acepta, en especial en los
momentos actuales de muy bajo crecimiento, las
reformas estructurales no se realizarán.
Basta tener un poco de memoria y recordar que hace tres
años en la Cumbre de Lisboa los jefes de Estado y de
Gobierno estuvieron de acuerdo en efectuar reformas
estructurales para situar a la Unión Europea en la
economía más competitiva del mundo, eliminando el
fuerte desempleo que tiene la Unión. Prácticamente
ninguna reforma estructural se ha realizado y así se ha
reconocido por los diferentes países. Alemania y Francia,
que podrían haber hecho de locomotoras para la
recuperación, se encaminan al estancamiento.
Vamos a analizar la situación económica de Estados
Unidos, ya que sería el único país que podría tirar de la
economía mundial.
La confianza del consumidor ha caído en marzo 2,3
puntos, alcanzando los 62,5 puntos, después de una caída
de 14 puntos en febrero, el nivel más bajo de los últimos
años. De los diez últimos meses ha caído en nueve. El
índice de confianza en la actividad económica disminuyó
en 3,2 puntos, situándose en 62,5.
Todo ello, unido al alto nivel de endeudamiento de las
familias, ha disparado la alarma sobre la morosidad
persistente de aquéllas, con los efectos que podría tener
sobre la economía, ya que el gasto de consumo de los
hogares representa las dos terceras partes del PIB de
Estados Unidos.
Los desequilibrios macroeconómicos hace ya tiempo que
azotan a la economía estadounidense: el déficit de la
balanza de pagos, que se encuentra entre el 4% y el 5%
del PIB, y un déficit público fuerte, que se acentuará con
la ampliación del gasto derivado de la guerra con Irak. Y
que también aumentará con los recortes fiscales
aprobados por el Congreso en el Presupuesto 2003-2004
presentado por el Gobierno, ascendente a 626.000
millones de dólares, importe que ha sido reducido a
350.000 millones de dólares por el Senado. Es de
suponer que la cifra definitiva se fije en reunión conjunta
Congreso-Senado. El paro ascendente, que ha derribado
la creencia de una economía con pleno empleo, es otro
grave problema de la economía norteamericana.
Después de lo expuesto, Estados Unidos tiene que hacer
un fuerte saneamiento de su economía, con la
implantación de profundas reformas estructurales que
socialmente serán contestadas, lo que le impedirá asumir
el papel de locomotora mundial de la economía.
Con Japón y la Unión Europea en recesión y Estados
Unidos en una situación que puede conducirle por igual
camino, se prevé un escenario pesimista de recesión
mundial. Este pronóstico se agudizará en el supuesto de
que el precio del petróleo se instalara en el entorno de 50
dólares/barril, ya que la economía mundial podría llegar
a la estanflación, es decir, el estancamiento con
inflación, la situación más perversa para la economía
mundial.

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