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Ensayo de la ética del trabajo a la estética del consumo

Alejandra Bedoya

Alejandra Arroyave

Darío Serrano

Katheryn Zuluaga Garcés

¿Qué es la estética del consumo? De acuerdo con esta pregunta nos planteamos
una premisa y presunción.

La premisa dice que la sociedad posmoderna se rige por principios estéticos. El


trabajo debe propiciar el consumo de experiencias intensas, placenteras y
novedosas.

La presunción es que la gente no es consciente de la obligación internalizada que


imposibilita a la conciencia y en consecuencia a las personas a vivir ejerciendo
una libertad de su voluntad. Por eso las nuevas modalidades de contrato venden
la idea de vivir otras experiencias, como el manejo del tiempo y elección de
actividades según los intereses, lo que lleva a una idea global de ser el propio
jefe.

Las personas sacrifican su ser y su goce por una identidad impuesta por la
sociedad para poder ser reconocidos por otras personas, en ese sentido, un
ejemplo muy claro es como las personas cada día se preparan más -estudian-
para conseguir mejores empleos que les permita tener voluntad y capacidad de
consumir de acuerdo a estándares establecidos por la sociedad de consumo, esta
a su vez expone todos los días nuevas experiencias que podrían ser cumplidas
creyendo satisfacer un deseo que por el contrario es un deseo deseando otro
deseo como se afirma en el texto de Zygmunt Bauman. Este deseo se vuelve un
estado de culpa que se ve reflejado hoy en día en la sociedad posmoderna como
un estado de ansiedad y tristeza constante. Ese estado resulta de la idea de
pertenecer a un grupo social o llegar a un tope de experiencias nuevas y
novedosas que ni siquiera existe. Y si a esto le agregamos el narcicismo habilitado
por la sociedad de consumo individual que le permite a las personas ser los reyes
en su propio mundo, es decir, por la posibilidad que tienen de elegir, juzgar y
criticar; por consumir de manera individual y el ego que aumenta, debido al
reconocimiento de esa elección de consumo.

Para el trabajo, resulta importante destacar que, al encontrarnos en una sociedad


posmoderna, las empresas se ven en la gran necesidad de adaptar cada uno de
sus procesos, a las exigencias de los nuevos objetos de consumo -profesiones-
que funcionan como medio para las personas y se evalúa lo siguiente: qué
quieren, cómo lo quieren, para qué lo quieren y en cuanto tiempo lo quieren. Al ser
esto un nuevo desafío empieza a cambiar la estética del trabajo bajo otros
parámetros, en el caso de las organizaciones se ve a grandes rasgos aspectos
como: crear nuevos productos digitales más rápido, ser más flexibles para
satisfacer la demanda del mercado, generar costes equilibrados entre la carga de
trabajo y los ingresos, tolerancia al manejo de los tiempos que desean tener los
profesionales y tener disposición a incorporar nuevos procesos dinamizadores en
las empresas que al final son vistos como nuevos objetos de consumos más
extremos y deseables.

Sumado a lo anterior, las nuevas generaciones están tomando como objeto de


consumo el trabajo independiente y la idea de ser su propio jefe para vivir las
experiencias más extremas y emocionantes mediante consumos individuales, por
lo tanto, ya no es como la época moderna donde el trabajo significaba la
realización de persona como fin último. Hoy en día es todo lo contrario, la
profesión y las empresas son utilizadas como objetos de consumo por las
personas, para posteriormente consumir de manera individual y así alimentar su
ego y su individualidad.

El deseo de las personas por libertad, independencia y autogestión, de sentir


control y responsabilidad de cada acto en la vida laboral, se traduce en el deseo
constante de ser emprendedores y ser su propio jefe, para muchos el hecho de
quizás buscar estabilidad y un empleo donde se tengan prestaciones sociales y
todo lo que se considera necesario para suplir las necesidades básicas, es
sinónimo de perdida, de sumisión y pocas aspiraciones pero en realidad es el
circulo de satisfacción sin principio ni fin que nos vende la sociedad posmoderna,
es un deseo insatisfecho que busca a partir de la imposición de la sociedad
consumista hacer creer a las personas que tienen tiempo libre, control y
responsabilidad de cada acto que realizan.

Y ese trabajo, es lo que nos vende la sociedad como objeto de consumo, aquel
que tenga la libertad de no cumplir con una jornada determinada diaria, que no
espera quince días para recibir retribución por parte de su trabajo, es valiente, es
el objeto de envidia y de inseguridad para una gran parte de la sociedad. Cada vez
se hace más evidente la presencia de hostigamiento y presión por salirse de la
zona de confort, de apostar siempre por lo seguro y no de aventurarse por los
caminos desconocidos; nadie tiene por qué dar ordenes, nadie tiene por qué tener
potestad de manejar el tiempo de manera individual, la industria no tiene el control,
es la persona que tiene el manejo de la industria, ese es el pensamiento común,
estos son los personajes “ dignos “ de admirar y seguir, por lo menos eso es “ Lo
que la gente cuenta “. que al fin al cabo es la misma identidad nueva que surge
como objeto de consumo impuesto.

La estética del consumo, lleva a las personas a coleccionar experiencias a través


del trabajo como vocación, donde enseña a vivir esas experiencias de una manera
que no se hagan tareas monótonas, repetitivas y muchos menos, que no
contengan aventuras, sacando de cada ser humano su parte innovadora,
presentando desafíos a la mente y oportunidades que lo lleven a sacar lo mejor de
sí, tomando riesgos aunque no excesivos, teniendo en cuenta que se debe de
hacer de una manera individual donde no afecte los intereses de las demás
personas y dejando claro que debe mantener una identidad.

Podemos decir, que la estética del consumo en nuestros días gobierna donde
antes lo hacía la ética del trabajo, debido a que en la sociedad de consumo no hay
lugar para el aburrimiento, por que las personas creen sentir libertad de elegir y
hacer lo que mejor les conviene. Esa libertad, sigue siendo una identidad impuesta
por la sociedad de consumo que es supuestamente la capacidad de satisfacer las
necesidades de manera diferente y sin necesidad de crear ningún tipo de vínculo o
lealtad hacía alguien o algo.

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