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La sexualidad humana nace con el ser humano. Es el impulso vital que permite a alguien
vivir, lo que hace que desde que nace una persona empiece a construirse a sí misma,
vaya conociendo su cuerpo, pueda relacionarse con los demás, sienta amor, tenga
deseos de hacer cosas, de aprender, de crear, se viva a sí misma como varón o como
mujer, desee o no tener una pareja, tener hijos.
La sexualidad humana se construye, como todo lo que tiene que ver con las personas.
Se organiza a partir del contacto con otros; paulatinamente se aprenden formas de
relacionarse, de ser varón o de ser mujer, maneras de comportarse que están
determinadas por la cultura donde vivimos.
Si la actividad sexual del animal está organizada por el instinto, la del hombre lo está a
partir de lo que se llama pulsión. La pulsión es la forma que tiene de organizarse lo
biológico del ser humano, es el encuentro del organismo humano con todo lo psíquico y
cultural que caracteriza al hombre. Éste tiene necesidades biológicas, pero que son
transformadas porque deben de satisfacerse de forma humana, dentro de un mundo
humano, con un código determinado.
Toda esta serie de normas, vivencias, pautas culturales y variaciones personales
no tiene nada que ver con un instinto natural de conservación simplemente para
satisfacerlo.No existe en el hombre un instinto sexual natural que deba satisfacerse de
una sola manera, a través de la genitalidad y con una sola finalidad: la procreación.
La sexualidad humana, entonces, no es totalmente “natural”, sino que se organiza a partir
de la pulsión e intenta satisfacerse a partir del deseo humano, que siempre es particular
para cada persona.