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Biblia Reina Valera Revisión 1960 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1960. Usada con permiso.
Las citas de la Escritura marcadas (NVI) corresponden a la Santa Biblia, Nueva Versión
Internacional® NVI® copyright © 1999 por Bíblica, Inc.® Usada con permiso. Todos los
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Las citas de la Escritura marcadas (RV95) se tomaron de la Reina-Valera Revisión 1995, versión
Reina-Valera 95® © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Usada con permiso.
Originally published in the U.S.A. under the title: The Judas Goat Published by Charisma
House, A Charisma M edia Company
Copyright © 2013 Perry Stone
All rights reserved
Perry
Contenido
Introducción
1 Dormir con una cabra en la cama
Esto no quiere decir que un creyente puede andar por ahí perdonando
pecados como lo hizo Cristo cuando estuvo en la tierra. Solo Cristo es
nuestro Sumo Sacerdote y puede expiar los pecados de la humanidad. Solo
él tiene el poder de perdonar y de limpiar al pecador. Aquí se está hablando
de cuando un individuo peca contra nosotros o nos ofende. Cuando un
creyente le pide perdón por alguna ofensa y usted lo perdona, el perdón se
da de inmediato. Sin embargo, si rechazamos perdonar, estaremos
reteniendo el pecado y este no será perdonado. El pecado que estamos
rechazando perdonar hace que entremos en el ámbito de la indisposición al
perdón, algo que el Nuevo Testamento define como pecado, con sus
respectivas consecuencias espirituales.
La palabra griega traducida como remisión es afiemi, que significa
“dejar ir o abandonar”. En el Nuevo testamento, la palabra remisión se usa
en diez pasajes, de los cuales nueve se refieren al perdón de pecados
(Mateo 26:28; Marcos 1:4; Lucas 1:77; 3:3; 24:47; Hechos 2:38; 10:43;
Hebreos 9:22; 10:18). Si usted viviera en la época del tabernáculo de
Moisés, o del primer templo o el segundo templo de Jerusalén, la remisión
de pecados en una persona habría estado perfectamente ilustrada en los
rituales del Día de la Expiación (Yom Kipur), cuando los pecados de toda
la nación eran traspasados al macho cabrío expiatorio al poner el sacerdote
su mano sobre la cabeza del animal. ¡Perdonar se equipara a “dejar ir” o
“abandonar” el pecado!
Cuando un creyente se muestra indispuesto a perdonar, y rechaza remitir
las ofensas de otros, está simbólicamente metiendo a su casa al macho
cabrío que lleva la transgresión, ¡y viviendo con él! Como dijimos antes, los
israelitas terminaron estableciendo la tradición de empujar al macho cabrío
por un acantilado, ya que los pecados que habían sido remitidos a través
del animal no podían regresar nuevamente, sino ser eliminados para siempre
de en medio de Israel. Dios declaró: “Yo soy el que borro tus rebeliones
por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43:25).
Si Dios perdona y olvida, ¿por qué nosotros no podemos hacer lo mismo?
Pensemos en dos miembros de iglesia que están en total desacuerdo con
algo, y que entablan una discusión que termina afectando su amistad. Sus
opiniones opuestas han cortado el cordón que los unía, y han dejado de
hablarse, evitando cualquier forma de comunión. Ambos han estado en
secreto buscando meter a otros en el problema para que los apoyen en sus
puntos de vista. Estas personas están metiendo a una cabra en su vida,
pues su actitud las hará terminar indispuestas a perdonarse. Cada día al
regresar de trabajar, están metiendo a la cabra con el pecado en su casa.
Cuando cenan, la cabra está ahí sentada con ellos, trayendo los aromas del
pasado. Cuando se acuestan a dormir en la noche, la vieja y fea cabra de la
indisposición al perdón está revolcándose al lado de la cama. ¡La única
manera de salir de la cabra es liberando la ofensa!
Una de las razones por las que perdonar este tipo de acciones es tan
difícil, es por la falsa impresión que tiene el ofendido de que al perdonar al
ofensor lo libera del juicio por las cosas terribles que hizo. Queremos ver a
la persona pagar con cárcel o que sea castigada por su crimen. Deseamos
que Dios juzgue al cristiano responsable de la atrocidad. Pero el perdón no
tiene el propósito de justificar al ofensor, pues la Biblia dice: “¡Ay de aquel
hombre por quien viene el tropiezo!” (Mateo 18:7). La indisposición al
perdón obstaculiza sus bendiciones espirituales. Es decir, el perdón es para
su propio beneficio, pues libera las barreras espirituales que impiden que
fluyan sus bendiciones.
CUARENTA AÑOS PREOCUPADO
A veces fallamos en darnos cuenta de que las divisiones producto de
desacuerdos, y las actitudes equivocadas afectan también al ofensor como
al ofendido. Cuando hemos sido ofendidos o heridos emocionalmente, a
veces pensamos que la persona que nos hizo el daño continua su vida sin
ninguna repercusión emocional o espiritual.
Mi padre contó una vez un incidente que ocurrió a finales de la década
de 1940, en el que dos hombres, uno un recién convertido y el otro un
pecador empedernido, entablaron una discusión en la iglesia. El recién
convertido terminó apartándose de la fe cristiana y de la iglesia durante
cuarenta años. Después de todo ese tiempo, los dos hombres se
encontraron accidentalmente en un pequeño café en un paraje de las
montañas. El que había iniciado el conflicto, ahora mayor de sesenta años,
reconoció al otro, se acercó a él y comenzó a hablarle. Le dijo:
“¿Recuerdas aquel incidente en la iglesia hace cuarenta años, cuando yo era
un infiel y fui a la iglesia a amenazar a las personas? Me enteré de que tú
abandonaste la iglesia y no regresaste jamás. Después de eso me sentí muy
avergonzado y me fui del pueblo”.
El ofensor había recibido a Cristo después de aquello, y le confesó al
ofendido algo que lo había perseguido durante todos esos años. Le dijo:
“¡Durante todos estos años me he preguntado si estabas vivo, o si habías
muerto sin el Señor! Muchas veces me sentí atormentado por el recuerdo
de mi estúpida actitud de joven rebelde, y he vivido con la condena de no
saber si habías regresado al Señor, o si algún día tendría que rendirle
cuentas a Dios por tu alma el día del juicio”.
Papá dijo: “El cristiano que se había apartado cargó con la ofensa
durante cuarenta años, ¡pero el ofensor cargó una condena durante todo
ese tiempo!”. El ofendido no tenía idea del dolor espiritual y personal que
sufrió el ofensor a causa de sus palabras y acciones. La vida había
continuado para ambos, pero el ofensor no había tenido paz hasta ese día
que le pidió perdón a la persona a quien había herido décadas atrás.
Cuando alguien ha afectado la vida, el hogar o el matrimonio de otra
persona, solemos pensar que el ofensor sigue viviendo como si nada, y que
borra de su mente los recuerdos de lo que hizo, sin sufrir ninguna clase de
angustia emocional, espiritual o mental. Imagine un instante a alguien que
abusó de una niña de su propia familia, y que años después este se la
consigue, ya casada y con hijos, sabiendo que ella está consciente de lo que
él le hizo. O a una madre que abusó de sus hijos, y que después de muchos
años ve a sus nietos y se arrepiente de la manera en que trató a sus niños,
consciente de que no puede deshacer el pasado. Las cosas que hicimos
cuando éramos jóvenes en algún momento producirán en nuestra vejez
momentos de alegría, reflexión, y a veces de remordimiento. Jamás será un
error perdonar a nuestros enemigos o a los que nos han ofendido.
Uno de los ejemplos de perdón más poderosos fue el que dio el papa
Juan Pablo II, quien recibió cuatro balazos en la plaza de San Pedro el 13
de mayo de 1981, por parte de un terrorista turco. Ese día, el papa perdió
seis pintas de sangre (unos tres litros) y casi muere.7 En una acción sin
precedentes, el papa perdonó años después a su frustrado asesino, de
nombre Mehmet Ali Agca; y en junio de 2000, a pedido del papa, Agca fue
perdonado por el presidente italiano Carlo Azeglio Ciampi, para luego ser
extraditado a Turquía, donde fue encarcelado por otro crimen cometido en
la década de 1970.8 Tal vez Juan Pablo sintió lo mismo que sintió Cristo
cuando colgaba de la cruz víctima de los soldados romanos, o lo que sintió
Esteban cuando moría apedreado por judíos radicales.
Es imposible predicar el perdón sin practicarlo. ¡Saque la cabra de su
casa, de su cama y de su vida, liberando el poder del perdón hacia aquellos
que lo han ofendido!
Capítulo 2
LA TRAICIONERA ESTRATEGIA
DE LA CABRA DE JUDAS
CRISTO USÓ LA figura de un pastor que separa sus ovejas de los cabritos
en la parábola en la que él separa las naciones de los buenos y de los
malos. Las ovejas fueron puestas a la derecha y los cabritos a la izquierda,
mientras que estos últimos fueron excluidos del reino (Mateo 25:32–46). En
la parábola, las naciones buenas son las naciones de las ovejas. Bajo una
perspectiva bíblica, desde el tiempo del Éxodo, el cordero fue el símbolo
del Mesías (ver Éxodo 12). El profeta Isaías usó la metáfora de un cordero
yendo al matadero para ilustrar el sufrimiento del Mesías. Escribió:
CUANDO A MÍ ME ESTAFARON
Hace unos años le estuve dando asesoría a un comerciante con su negocio.
Yo decidí no tomar el pago para mí, así que acordé con él que le pagara
cierta cantidad de dinero al ministerio por mi trabajo. Cuando llegó el
momento de pagar, este señor se excusó y se negó a pagar lo que debía.
Después de una serie de conversaciones sin resultado, le dije que me
reuniría con la junta directiva y que lo demandaríamos, ya que ese dinero no
era para mí, pero sí era muy necesitado en el ministerio. La junta no estaba
de acuerdo con demandarlo, pero acordaron apoyarme si ese era mi deseo.
Recuerdo que estaba frente al espejo rasurándome cuando el Espíritu
Santo puso en mi corazón la convicción de que no debía demandarlo. Las
palabras del apóstol Pablo en 1 Corintios 6 siempre llegan a mi mente. El
Espíritu Santo me instó a hacer algo más bien extraño, y que jamás había
escuchado a alguien hacer. Me pidió que le perdonara la deuda a este
hombre, y que le dejara ese dinero como si el ministerio se lo hubiera
donado. El Señor puso en mi mente la convicción de que si perdonaba la
deuda de este hombre y le donaba el dinero, Dios le daría al ministerio el
doble de la cantidad que él le debía. Tanto Dios como yo sabíamos que
este hombre estaba actuando mal y fuera de los principios bíblicos, y que si
yo lo llevaba a juicio obviamente lo ganaría, pero el mundo espiritual opera
bajo leyes diferentes a las del mundo natural.
Inmediatamente, oré en voz alta: “Señor, le perdono a este hombre la
deuda que tiene con el ministerio, y en el nombre de Jesucristo le siembro
nuevamente ese dinero”. No hubo fuegos artificiales ni se escuchó una voz
desde el cielo. Simplemente seguí afeitándome, y ya. No fue fácil liberar
más de doce mil dólares que en verdad necesitábamos, pero sentí un alivio
en mi espíritu y sentí que estaba siendo obediente a la Palabra del Señor.
No tenía claro de qué manera Dios devolvería el doble, ya que nuestras
ofrendas e ingresos estaban demasiado . . . cómo diría . . . “limitadas” en
ese momento. Al mismo tiempo, Dios puso en mi mente un versículo que
confirmó lo que el Espíritu había puesto en mi corazón:
¿QUE DE BUENO puede tener ganar una discusión pero perder el Reino?
Hace muchos años, Morgan Ball, un medio hermano de mi padre, se
convirtió a Cristo durante lo que se conoció como el “avivamiento de la
mina de carbón”, en la década de 1940. Morgan invitó a su hermano Fred
a asistir. Esa noche, Fred respondió al llamado del altar y comenzó su
recorrido con Dios, que terminó el 10 de marzo de 2011 cuando partió
hacia el cielo. Poco después de su conversión, él y Morgan estaban en el
altar orando, cuando de repente entró a la iglesia el hijo del pastor,
borracho y amenazando con un cuchillo. Cuando el hijo del pastor se
acercó, Morgan permaneció en medio de los asistentes y le pidió que
dejara de hablar así y que se saliera. El hijo del pastor mantuvo arriba el
cuchillo y comenzó a insultar a Morgan. De repente, el hijo del pastor se
abalanzó sobre Morgan, pero Morgan pudo dominarlo. En vez de
recriminar a su hijo borracho, el pastor tomó a Morgan, le pidió que se
fuera y que dejara a su hijo en paz. Se presentó una discusión en la que
Morgan quedó tan frustrado, que se fue de la iglesia lanzando improperios.
Durante muchos años se negó a asistir a cualquier servicio religioso. El hijo
borracho pudo haber ganado su discusión, pero Morgan casi pierde el
Reino. Cuarenta años después, Morgan se arrepintió, y antes de morir
asistió al funeral de mi papá y confesó que estaba siguiendo a Cristo.
Miles de miembros de iglesia pueden estar pecando contra otros
creyentes, poniendo en peligro sus bendiciones futuras y su posición en el
Reino de Dios. Muchos creyentes cumplen con su rutina en la iglesia al pie
de la letra, pero ignoran sus propias actitudes. Si no se arrepienten de su
actitud pecaminosa, su adoración podría convertirse en mero ruido, sus
oraciones verse entorpecidas, y su predicación ser inútil. Cristo pronunció
importantes palabras en este sentido:
“En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué
te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es
despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio,
¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo,
¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará
de ti, o le serás acepto?, dice Jehová de los ejércitos”.
—MALAQUÍAS 1:7–8
Los asalariados
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias
las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo
arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye,
porque es asalariado, y no le importan las ovejas”.
—JUAN 10:11–13
Los siervos
Cristo dijo:
Los amigos
Después de varios años compartiendo día y noche con sus discípulos,
Cristo les informó que los había elevado de la categoría de siervos, a
amigos. Como decimos actualmente, “los estaba ascendiendo”. La palabra
griega traducida en esta ocasión como amigos es filos, que se traduce
comúnmente como “amor”, y que describe a alguien que es muy amado. Un
amigo en este contexto no es un simple conocido, como cuando decimos
“este es mi amigo”, sino que se trata de un amor más afectivo. Incluye el
concepto de lealtad a los amigos, a la familia y a la comunidad. La palabra
griega filia describe el tipo de amor que se tienen los miembros de una
familia.
Los siervos que son leales son personas de la segunda silla, o del lugar
santo. Sin embargo, hay algunos siervos cuya amistad madura y se
convierte en un lazo más sólido, cercano y familiar, pasando de la segunda a
la tercera silla. La tercera silla es para los amigos más cercanos, y
representa al compartimiento más importante del templo judío: el lugar
santísimo. Solo el sumo sacerdote tenía permitido entrar a este lugar una vez
al año, cuando Dios mismo descendía del cielo durante el Día de la
Expiación. El sumo sacerdote hacía expiación por él mismo, por los
sacerdotes, y por el pueblo. Era el compartimiento más íntimo de los tres, y
solo una persona asignada podía entrar a este recinto sagrado. Este tercer
compartimiento, el lugar santísimo, estaba reservado exclusivamente para
llevar a cabo encuentros cara a cara y directos entre el sumo sacerdote y
Dios.
La metáfora de la tercera silla es importante, porque no debería
permitírsele a todo el mundo sentarse en la tercera silla de las
relaciones personales. Uno de los motivos por los que muchos creyentes
experimentan dolor, decepciones y traiciones, es porque permiten que
personas de la primera silla avancen y se sienten en la tercera silla,
enterándose así de información delicada o escuchando conversaciones
personales. Un asalariado en la tercera silla es una persona demasiado
inmadura como para manejar lo que ve o escucha en la primera silla, y
termina causándose daño él mismo y daño a otros, al traicionar su
confianza. Un asalariado cuya agenda oculta es hacerse íntimo de alguien
para satisfacer sus propios intereses, puede decepcionarse y causar mucha
angustia. ¿Le ha pasado a usted que ha hecho una amistad, y con el tiempo
comienza a confiar en la persona y a compartir con ella información
confidencial, pero la persona termina traicionándolo, y comienza a usar su
información privada como un arma que lo mantiene a usted secuestrado
emocionalmente? La Palabra de Dios es llamada metafóricamente la
“espada del Espíritu” (Efesios 6:17). Pero la espada de la Palabra jamás
debe ser usada como un arma para traspasar y herir a otros creyentes.
En diversas oportunidades he estado reunido con un grupo de amigos del
ministerio y hemos comenzado a discutir algún asunto importante, pero
privado. A veces le pido a la mayoría del grupo que nos disculpen durante
un momento. Los asalariados inmediatamente se quejan tras mis espaldas,
diciendo: “Al parecer no creen que soy lo suficientemente bueno como para
sentarme en esa sala con ellos”. Los siervos dicen: “Me pregunto por qué
nos pidió que saliéramos. Bueno, no es un asunto de mi incumbencia”. Los
amigos, sin embargo, acompañarán al grupo hacia afuera, y dirán:
“Vayamos a almorzar mientras ellos hablan, de manera que podamos
regresar más tarde a seguir trabajando”.
En relación a la obra del ministerio, muchos tienen una idea preconcebida
sobre lo que es esta clase de trabajo. Tal vez esto suene gracioso, pero hay
quienes creen que cuando yo llego a la oficina, me siento a orar todo el día
en el Espíritu, recibiendo revelaciones e inspiración. Esto ocurre porque
solo me han visto sobre un púlpito o dando conferencias. A veces vienen
personas a trabajar para nosotros con esto en mente, solo para descubrir
que durante ocho horas deben atender llamadas, tomar órdenes telefónicas,
orar por necesidades individuales, lidiar con algunas personas con actitud
de cabra por el teléfono, y de hecho, ¡trabajar! Cuando estos trabajadores
se muestran flojos o ineficientes, se les pide que se reúnan con Pam, quien
está encargada de las reuniones de negocios, y con los jefes del
departamento de personal de Voice of Evangelism y el Omega Center
International (VOE y OCI, por sus respectivas siglas en inglés). Yo le
delegué esa responsabilidad a Pam, después de darme cuenta de que ella
era más paciente y comprensiva a la hora de lidiar con las “cabras” en el
personal.
Todo el mundo necesita tener amigos verdaderos, pero no todos los
amigos son apropiados para ser sus amigos cercanos. Fíjese en lo que dice
Proverbios 18:24:
Así como hay tres sillas que ilustran los tres compartimientos del
tabernáculo y el templo judío, hay tres tipos de amistades que podemos
experimentar en cualquier ministerio o iglesia. Las tres pueden definirse
como amistades de cara a cara, de hombro a hombro y de espalda a
espalda. Las amistades de cara a cara son las personas de la primera silla,
que son sus amigos del atrio. A los amigos de hombro a hombro les gusta la
segunda silla, es decir, una relación más personal. Son las personas del lugar
santo. Las relaciones de espalda a espalda son nuestros amigos de la
tercera silla, que son nuestras relaciones íntimas o del lugar santísimo.
Salomón nos dio otra razón para trabajar en parejas, al revelar que dos
personas forman una protección contra los ataques:
Dos serán siempre mejor que uno. Cuando Dios formó a Adán, dijo:
“No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). En el original
hebreo, la palabra “solo” es la palabra malo. Estar solo significa estar
separado, o por su propia cuenta. Cosas “malas” pueden ocurrir cuando
usted vive como un solitario, sin nadie que lo anime, porque cuando uno
está solo es mayor la lucha mental. Fue en la soledad que Jacob “luchó”
con un hombre al rayar el alba (Génesis 32:24). Cuando Elías estaba solo,
luchó contra la depresión y le pidió a Dios que le quitara la vida (1 Reyes
19:4, 9–10). Dios lo creó a usted para que fuera amigable y tuviera
compañía, y no para que se aislara y llevara sus propias cargas. Debemos
sobrellevar “las cargas de los otros” (Gálatas 6:2) y orar “unos por otros”
(Santiago 5:16). Cuando mis hombros están cansados, necesito amigos
fieles y socios en el ministerio que me ayuden a sobrellevar la carga. Estas
personas que ayudan a sobrellevar la carga son los siervos de la segunda
silla que están dispuestos a permanecer en la brecha con usted y terminar la
tarea.
LA RETIRADA DE LA PIEDRA
Lázaro necesitaba una nueva vida, y la gran piedra redonda le evitaba salir y
experimentar la libertad. La retirada de la piedra no tenía la intención de
dejar salir el desagradable olor de la muerte, sino de que Lázaro se
levantara, dejara atrás su pasado y soltara los trapos de esclavitud que lo
ataban. En el caso de Lázaro, ellos conocían sus circunstancias y su
pasado. Estaba enfermo, había muerto, estaba envuelto en trapos de
muerte, y ya hedía.
Pero ahora viene la parte curiosa de la historia. Una vez que la piedra fue
retirada y Lázaro salió liberado de sus ataduras de lino, ¡nadie menciona
nada sobre el hedor! Esto siempre me intrigó, hasta que comprendí que
cuando Cristo trae a alguien de la muerte a la vida, ¡elimina su pestilente
pasado para siempre! El pasado quedó atrás cuando el poder de la
resurrección de Cristo fue liberado en ese cuerpo. ¡Cristo lo levantó y lo
sacó!
LA PÉRDIDA DE LA CONFIANZA
La confianza debe construirse en base al amor y el respeto mutuo. Cuando
una relación florece, comenzamos a apreciar las fortaleza de la persona y a
conocer sus debilidades. Ocurre a menudo en el ministerio, que la gente
comienza a ver alguna debilidad carnal o de actitud en alguien, y por eso le
pierden el respeto y comienzan a asociar esa debilidad con hipocresía.
Algunos de los más grandes hombres y mujeres de Dios han tenido
problemas de temperamento. Alguien puede airarse y aun así no pecar
(Efesios 4:26). Cristo se airó al ver las mesas de los mercaderes en el
templo, consciente de que la intención original del templo era ser una “casa
de oración” (Mateo 21:13). En este caso, su ira estaba justificada, pues un
lugar sagrado estaba siendo corrompido para obtener ganancias personales.
Como un ejemplo opuesto, tenemos al rey Uzías, quien se atrevió a usurpar
el lugar del sumo sacerdote en el templo para quemar incienso en el altar.
Solo el sacerdote seleccionado podía llevar a cabo esa tarea. La Biblia
dice: “Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina;
porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová
para quemar incienso en el altar del incienso” (2 Crónicas 26:16). En vez de
arrepentirse, leemos:
“Entonces Uzías, teniendo en la mano un incensario para ofrecer
incienso, se llenó de ira; y en su ira contra los sacerdotes, la lepra
le brotó en la frente, delante de los sacerdotes en la casa de
Jehová, junto al altar del incienso. Y le miró el sumo sacerdote
Azarías, y todos los sacerdotes, y he aquí la lepra estaba en su
frente; y le hicieron salir apresuradamente de aquel lugar; y él
también se dio prisa a salir, porque Jehová lo había herido”.
—2 CRÓNICAS 26:19–20
Uzías quiso hacer algo bueno de la manera equivocada. Para que las
oraciones del pueblo ascendieran al cielo, se requería que se quemara
incienso (Éxodo 30:7–8; Salmo 141:2). Como consecuencia de su
accionar, Uzías se volvió leproso. Fue depuesto como rey, y vivió en una
“casa apartada” hasta el día de su muerte (2 Crónicas 26:21).
El problema con la ira es que cuando esta se manifiesta, tiene un efecto
separador y aislante. Cuando a Moisés se le pidió que le hablara a la
roca, pero en medio de su frustración con el pueblo se airó y la golpeó,
perdió en ese momento su herencia al prohibirle Dios entrar a la tierra
prometida (Números 20:8–12). Cuando Caín mató a Abel por envidia, fue
enviado al a tierra de Nod, una palabra que significa errante (Génesis 4:16).
La razón por la que la ira, especialmente un temperamento desenfrenado, es
tan destructiva, es porque nadie quiere estar alrededor de alguien que esté
todo el tiempo molesto.
Se ha descubierto que cuando una persona se molesta demasiado, no
solo aumenta su pulso cardíaco, su presión arterial y su respiración, sino
que su sistema inmunológico puede neutralizarse durante un período de
cerca de seis horas.2 Sé de adultos que fueron criados por un padre o una
madre con temperamento violento, y que los acosaban verbalmente, que
hasta el sol de hoy no han podido sacar esas imágenes de su mente.
Salomón dice:
Los ojos físicos pueden ver los elementos naturales, pero los ojos
espirituales tienen la capacidad de discernir propiamente las acciones. Los
oídos oyen los sonidos naturales, pero también son una puerta de entrada a
la mente y la consciencia. Los oídos espirituales perciben las palabras y las
ordenan correctamente. A lo largo de mi ministerio he investigado y
enseñado cosas que no siempre son conocidas o entendidas por los que me
oyen. A mediados de la década de 1980, divulgué un mensaje profético
llamado: “Las cenizas de la vaca roja”, relacionado con la futura
reconstrucción del templo judío. Este fue uno de mis mensajes más
interesantes, pero también uno de los más criticados, pues mucha gente
jamás había escuchado hablar del tema, y su contenido era diferente a la
palabra profética acostumbrada.
En esa misma época, comencé a enseñar sobre el significado del pueblo
judío en sus pactos con Dios, y comenzaron a correr rumores de que yo
estaba enseñando “teología del pacto dual”. A finales de la década de
1980, comencé a hacer énfasis en las raíces hebreas del cristianismo,
incluyendo las festividades judías, y la manera en que Cristo cumple los
simbolismos y misterios ocultos en la ley. Algunos cristianos mesiánicos
comenzaron a asistir a los servicios usando talits; y de vez en cuando
algunos estandartes, tamborines y shofares pudieron verse en las reuniones.
Entonces, comenzaron a acusarme de judaizante, y de que estaba
empujando a los cristianos a la ley. Cuando comencé a ministrar fuera
del ámbito denominacional en el que me formé, ¡algunos líderes insinuaron
que los pastores no deberían permitirme predicar en sus púlpitos, porque yo
no era un hombre del sistema! Sus actitudes eran producto de la
ignorancia, del secuestro del sentido común, y en algunos casos, pura crítica
a ultranza.
LA EMBOSCADA CELESTIAL
En 2 Crónicas 20:21–22, el canto produce una emboscada contra los
enemigos de Israel:
CREYENTES ATORMENTADOS
POR DEMONIOS
En el libro de Job se dice que Dios había rodeado a Job, sus propiedades y
sus seres queridos con un “cerco” que prevenía que cualquier tipo de
maldad o de espíritu satánico afectara su salud, su bienestar, y su familia.
Cuando este cerco fue levantado temporalmente, Job perdió sus riquezas,
su salud, y sus seres amados. Dios era un hombre correcto que temía a
Dios y rechazaba el mal, y no había hecho nada malo para merecerse algo
así. Sin embargo, en la historia encontramos lo que hizo que el cerco
protector regresara.
Durante el juicio de Job, tres hombres (y otro que se unió
posteriormente) vinieron a verlo con razonamientos filosóficos y espirituales
para buscar el motivo por el cual él había perdido todo. Finalmente, Dios
mismo intervino y les dijo a los tres amigos de Job que ellos no habían
hablado de Él con rectitud, y que debían traer una ofrenda a donde Job
para que pudieran ser perdonados (Job 42:7–9). El siguiente versículo es
especialmente revelador:
Durante meses, los amigos de Job habían estado emitiendo sus opiniones
personales, observaciones equivocadas e interpretaciones erradas de los
acontecimientos. En vez de tratar de vengarse de ellos, enviarlos a sus casas
o negarse a hablar, Job se sentó en la arena y contrarrestó sus falsas
afirmaciones con hechos. Cuando el Todopoderoso expuso a estos amigos,
Job no abrió la boca para decir: “¡Sabía que yo tenía la razón y ustedes
estaban equivocados! ¿No era que Dios les había hablado?”. No. Job más
bien puso un sacrificio sobre el altar en favor de sus amigos y comenzó a
orar por ellos. ¡El cerco que había sido retirado inmediatamente le fue
restituido!
La Biblia hace mucho hincapié en las palabras y en la manera en que
tratamos a los demás. El mal uso de las palabras y el abuso verbal velado
hacia otros creyentes puede terminar iniciando un ataque satánico debido al
retiro de el cerco protector que usted posee. Así como un árbol no puede
producir dos clases de fruto, y una fuente no puede dar agua dulce y salada,
de una boca no pueden salir bendiciones y maldiciones (Santiago 3:10–14).
A pesar de que este dualismo no debería existir en un creyente, muchos lo
hacen. Algunos miembros de iglesia cantan, lloran y alaban en el coro, y
luego se sientan en un restaurante el domingo en la tarde y comienzan a
quejarse del director de canto, de los músicos, del equipo de adoración, y
del tipo de música que se utiliza. En su epístola, Santiago habla más de la
lengua y las palabras que cualquier otro autor del Nuevo Testamento. Él
aconseja: “Que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en
condenación” (Santiago 5:12).
El motivo por el que las palabras son tan poderosas y a veces tan
peligrosas es que por ellas podemos ser justificados o condenados (Mateo
12:37). Cuando la policía arresta a un sospechoso, se le leen los Derechos
Miranda y se le dice: “Cualquier cosa que diga puede y será usada en su
contra en un tribunal de justicia”. El juicio, determinado por las acciones y
las palabras, justificará y liberará a la persona, o la condenará y la llevará a
prisión. De la misma manera, todas nuestras palabras y acciones son
observadas por nuestro Dios Todopoderoso, el Juez celestial.
David escribió uno de los salmos más importantes sobre la manera en
que las palabras pueden ser usadas como armas de destrucción, refriéndose
a las conspiraciones contra los justos.
La medida con la que una persona juzga a los demás será la misma
medida que se usará contra ella. Esto ocurrió cuando David pecó
secretamente contra Betsabé y encubrió su pecado. Dios le reveló el
incidente al profeta Natán, quien visitó a David para contarle la parábola de
un hombre pobre que tenía una corderita y un hombre rico que tenía
muchos animales. Un viajero fue a visitar al hombre rico, y este, en vez de
tomar de sus vastas reservas para prepararle a su visitante, le quitó la oveja
al hombre pobre. Natán tenía la intención de ver la reacción de David,
quien en ningún momento se dio cuenta de que el relato representaba sus
propias acciones.
David se encolerizó y dijo que ese hombre rico debía ser condenado a
muerte, y que al pobre debía compensársele el daño con cuatro ovejas.
Natán le anunció entonces a David que él era ese hombre, y que Dios le
perdonaría la vida, pero que la espada del Señor jamás se apartaría de su
casa. Poco tiempo después de su vaticinio, el hijo que David tuvo con
Betsabé se enfermó y murió. Con el tiempo, David contabilizó un total de
cuatro muertes a consecuencia de su pecado. El asunto es que, al juzgar lo
que pensó era una situación ajena, David estaba decidiendo su propio
juicio. David pidió la muerte del hombre rico y que se le compensara
cuatro veces el daño al pobre, pero la muerte que deseó para otro fue
ejecutada en su propia casa y con sus hijos. La verdadera tragedia aquí es
que cuando alguien ha actuado mal y aparentemente se ha salido con la
suya, comienza a condenar esa misma falta en otros.
Siendo un ministro adolescente en Virginia, recuerdo la manera en que
algunos pastores hablaban negativamente y de manera abierta de algún
colega que caía en pecado y perdía su iglesia. Sin embargo, algunas veces
ocurría que años después esos pastores que se mostraban críticos y que
juzgaban a sus colegas, enfrentaban las mismas tentaciones y caían en los
mismos pecados de aquellos a quienes tanto criticaron. Un individuo de una
iglesia rural grande en las montañas de Virginia era tan estricto, que medía el
largo del cabello y el alto del ruedo del vestido de las damas que cantaban
en el coro. Dedicaba gran parte de su tiempo a predicar sobre la manera en
que debían vestir las mujeres. Era conocido como el predicador más
conservador y estricto de toda la región. Imagine ahora el escándalo que se
formó cuando se escapó con una joven secretaria de su iglesia.
Antes yo me preguntaba: “¿Cómo pueden predicar contra algo y
después caer en lo mismo que atacaban?”. Creo que encontré una posible
respuesta a ese fenómeno. Cuando un hombre está luchando en privado
contra algo, y se para detrás de un púlpito mostrándose elocuente en la
unción del Espíritu, está predicando con la esperanza de liberarse a sí
mismo de aquello que está condenando en otros. Un hombre confesó esto
al decir que cuando experimentaba la unción se sentía libre y predicaba de
manera más determinada, con la esperanza de que la unción rompiera el
yugo en su propia vida. A veces ocurre, y el Espíritu Santo libera a la
persona de una trampa que habría devastado su vida y su ministerio. Sin
embargo, otras veces pareciera que no se da la liberación, especialmente
cuando usan el púlpito con el fin de aplastar a otros para surgir ellos.
Cierto pastor cuyas acciones y pecados llegaron a ser conocidos a nivel
nacional es un ejemplo de esto. Cuando estaba en el apogeo de su
ministerio, su programa de televisión llegaba a muchos pueblos y naciones.
En un momento le comentó a su equipo de ministros que él era “el mayor
predicador desde el apóstol Pablo”, y que él “había sido levantado por el
Señor para alcanzar el mundo”. Uno de sus amigos más cercanos solía
sentarse a comer en la mesa con él y con su familia antes de la terrible
debacle de su ministerio. Este amigo decidió alejarse voluntariamente de la
mesa de este hombre, ya que cada vez que comían, el pastor y su familia
comenzaban a despotricar de cuanto ministro había, poniéndoles
sobrenombres y llamándolos herejes y falsos profetas. Además, se
regodeaban de su ministerio, y decía que era el mejor del mundo. A pesar
de eso, los pecados contra los que predicaba estaban presentes en su
propia vida. Pienso que Dios permitió que el cerco protector fuera retirado
de su vida y que él experimentara las mismas dificultades que juzgaba en los
demás. El ministerio de Cristo y del Espíritu Santo consiste en ser
abogados defensores. Solo Satanás es el acusador de nuestros hermanos
(Apocalipsis 12:10). La parte acusadora tiene el objetivo de atacar al
acusado a fin de obtener de él información que lo recrimine. Cuando le
hacemos el juego a Satanás de acusar a otros creyentes, nos convertimos
en acusadores en busca de un culpable al cual condenar, y eso no forma
parte del ministerio del Espíritu Santo. La obra del Espíritu Santo consiste
en mover a la persona al arrepentimiento para exonerarlo de culpa.
Según el Salmo 64, Dios mismo herirá a aquellos que lanzan como saetas
palabras amargas contra los que están justificados por fe y que viven para
Cristo. En el Salmo, estas personas tropiezan con sus propias lenguas, caen
en su propia trampa, y terminan como Amán y sus hijos en Persia, colgados
en las horcas que tenían preparadas para otros.
Otro ejemplo lo tenemos en Pedro. Cuando leemos el relato de Lucas,
vemos que Pedro fue víctima de una fuerte sacudida por parte del mismo
Satanás.
Había diez apóstoles más que también pudieron haber sido víctimas,
pero en este caso fue Pedro a quien Satanás quiso zarandear como trigo
(Lucas 22:31). Creo que la puerta abierta que permitió el ataque satánico
fue el orgullo con el que estaban cargadas las palabras y las actitudes de
Pedro. Él se había jactado públicamente de que si otros negaban al Señor,
él jamás lo haría, y que de hecho estaba dispuesto a morir con Cristo. Tenía
una actitud de superioridad espiritual, y de ser mejor que otros.
“Mas Dios los herirá con saeta; de repente serán sus plagas. Sus
propias lenguas los harán caer; se espantarán todos los que los
vean”.
—SALMO 64:7–8
LA RESTAURACIÓN DE MINISTROS Y
MIEMBROS DE IGLESIA QUE HAN CAÍDO
La gente tiende a olvidar que Dios usa recipientes humanos que tienen
defectos y debilidades. Los ministros son hombres (o mujeres) que han sido
seleccionados, pero que habitan una morada carnal y están sujetos a los
mismos ataques mentales, tentaciones y pruebas que enfrentan todos los
hombres y mujeres. Dos cosas separan a los ministros de las demás
personas: han sido “llamados” por Dios, y están “ungidos” por el Espíritu
Santo. En el libro de Hechos leemos:
“Por cuanto David había hecho lo recto ante los ojos de Jehová,
y de ninguna cosa que le mandase se había apartado en todos los
días de su vida, salvo en lo tocante a Urías heteo”.
—1 REYES 15:5
El bien que hizo David durante setenta años tuvo mucho más peso que
sus temporadas de pecado, a pesar de que su vida quedó marcada con un
“salvo en lo tocante a Urías heteo”. Sin embargo, hay muchos que aún
asocian el nombre de David con adulterio más que con su ministerio divino.
La misma discusión se presenta hoy, especialmente cuando ocurre un
desastre moral en la vida de un ministro. A pesar del perdón y la
restauración provista para todo aquel que se arrepiente de corazón, la
mancha oscura queda, recordada con dolor especialmente por aquellos que
fueron afectados por lo ocurrido.
¿QUÉ HACER CON UN MINISTRO QUE HA CAÍDO?
La opinión que me he formado con el paso de los años es que el proceso y
la explicación pública que se utiliza para lidiar con la falla moral de un
ministro puede terminar destruyendo a una iglesia, o salvándola. Existen tres
pasos importantes en cualquier tipo de restauración bíblica:
1. El arrepentimiento del pecado.
2. Una temporada de reflexión y recuperación.
3. La restauración en el llamado y el ministerio.
Arrepentirse va más allá de decir lo siento. Incluye apartarse de la
persona o de aquello que llevó al ministro a pecar. Si un ministro estuvo
involucrado sexualmente con una mujer, debe romper todo lazo que pueda
tener con ella. Si la transgresión está relacionada con malversación de
fondos, el ministro debe apartarse de cualquier responsabilidad relacionada
con las finanzas. Si se trata de un pecado de orgullo, la humildad y la
sumisión a los demás que integran el liderazgo forma parte del proceso de
restauración.
Fíjese, por ejemplo, en la falla de Simón Pedro. Aunque no se trató de
adulterio ni de algún pecado sexual, Pedro se dejó dominar por el orgullo, y
la debilidad le abrió la puerta al ataque de Satanás. ¡Negar al Señor en
frente de otros fue una transgresión grave! Cuando le preguntaron tres
veces afuera de la corte si él era seguidor de Cristo, Pedro mintió tres
veces al negarlo. La tercera vez incluso se enojó porque no le creían, y
maldijo y profirió malas palabras. Sin embargo, inmediatamente se sintió
culpable, se fue y “lloró amargamente” (Mateo 26:69–75). Mientras el
cuerpo de Cristo estuvo en el sepulcro, Pedro tuvo tres días para
reflexionar sobre lo ocurrido. En el momento de la resurrección, el ángel les
dijo a las mujeres que fueron al sepulcro: “Id, decid a sus discípulos, y a
Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo”
(Marcos 16:7). En ese momento había once discípulos, ya que Judas se
había suicidado. Fíjese que el ángel hizo hincapié en que Pedro debía estar
presente en la reunión. Para mí este es un indicativo de que Cristo estaba
interesado en restaurar el ministerio y la credibilidad de Pedro en frente de
los demás, que sabían que Pedro había negado a Cristo.
Más tarde, cuando los discípulos se encontraron con Cristo a orillas del
mar de Galilea, Cristo le preguntó a Pedro tres veces: “¿Me amas más que
a estos?”. Pedro le respondió que sí lo amaba. Entonces, Cristo le dijo:
“Apacienta mis corderos [ . . . ]. Pastorea mis ovejas” (Juan 21:15–19).
Creo que al cuestionar tres veces de manera pública el amor de Pedro por
Cristo, este estaba librando a Pedro de la culpa que sentía por las tres
veces que lo negó verbalmente en público. En este ejemplo vemos el
arrepentimiento por parte de Pedro, un período de reflexión y el proceso de
restauración en el que Cristo reafirma el amor de Pedro y su compromiso
con su Maestro.
Una de las diferencias entre una denominación y una congregación
independiente es que en las denominaciones suele haber una junta especial
de ancianos que tiene la función específica de manejar los procesos
disciplinarios cuando surgen acusaciones comprobadas contra los ministros.
En algunas iglesias, cuando el ambiente es más independiente, un ministro
puede ser culpable de alguna acción y seguir adelante, y a los que no están
de acuerdo se les pide simplemente que busquen otra iglesia.
Viniendo de un ambiente denominacional, algunas veces sentí que los
métodos sistémicos para tratar con los ministros que habían caído en
pecado eran un poco fríos e insensibles, más parecidos a un castigo
organizado que a un proceso en el que se buscaba el arrepentimiento y la
restauración. Era común que cuando un ministro era hallado culpable de un
pecado de carácter moral, se le pedía que renunciara y que se apartara del
ministerio durante un período de uno a tres años; pero después de tres
años, algunos hombres simplemente ya no querían regresar al ministerio. Ni
siquiera eran capaces de pararse a testificar, o de enseñar en un grupo
pequeño.
A veces, cuando pienso en la embriaguez de Noé (Génesis 9:21), el
incesto de Lot (Génesis 19:30–36), el fracaso de Sansón (Jueces 14–16),
el adulterio de David (2 Samuel 11), y la debilidad carnal de Salomón (1
Reyes 11:1–8), me pregunto cómo serían juzgados sus pecados y fallas por
una junta de ancianos, y qué restricciones les impondrían. Sin duda se trata
de un proceso doloroso tanto para los ministros como para los miembros
de la iglesia. Sin embargo, el bochorno, la humillación pública, y la angustia
que este causa en la familia, así como el reproche que crea en la iglesia, ya
es suficiente castigo para el culpable. Proverbios habla del adulterio en
estos términos:
Una vida de oración puede evitar que usted caiga en las primeras tres
direcciones. Es de vital importancia recordar que cuando creemos que
estamos firmes, podemos caer (1 Corintios 10:12). Pero resulta imposible
desequilibrar y hacer caer a un creyente que está de rodillas orando.
Capítulo 10
B ESOS DE TRAICIÓN
He compartido con amigos que habría preferido que mostraran sus
desacuerdos cuando hablaban conmigo, o que hubiesen expresado sus
sentimientos directamente, en vez de terminar hablando de mí a mis
espaldas o contando las decisiones internas del ministerio. Rara vez una
persona ajena a nuestro círculo tiene la capacidad de alterar decisiones, y si
alguien involucra a una segunda o tercera persona, generalmente lo hace
para que apoye su postura y sentir que está en lo correcto y los demás
equivocados.
En algunos momentos de mi vida he sido víctima del beso de Judas por
parte de personas que detrás de sus sonrisas escondían un plan siniestro.
Delante de mí me besaban, pero apenas pudieron me dieron una puñalada
por la espalda. El dolor no se siente sino hasta después que uno se entera
de lo que ha dicho la persona, que es cuando se manifiesta la herida.
EL ACEITE Y EL VINO
Lucas 10:30–37 cuenta la historia de un personaje anónimo que partió de
Jerusalén hacia Jericó. Durante su viaje fue atacado por unos ladrones,
quienes lo dejaron seriamente herido. Un samaritano (v. 33), un hombre
cuyo ADN era mitad judío y mitad gentil, encontró al hombre, vendó sus
heridas, y comenzó a curarlo con “aceite y vino”. El vino tiene cierto
contenido ácido que puede matar las bacterias y los gérmenes que el
hombre pudo haber recibido mientras yacía sangrando en el camino. El
aceite es relajante y se sabe que es efectivo en las heridas y los moretones.
El aceite de oliva tiene numerosas propiedades curativas.
Aquí hay una doble aplicación. Una persona que está herida emocional y
espiritualmente, debe tener tanto el aceite como el vino para recuperarse.
El vino se obtiene de exprimir las uvas; y entre los antiguos, la cosecha de la
uva siempre representaba alegría. Cuando usted es víctima de abuso verbal,
traición, o conflictos en una relación, la alegría se va hasta el fondo de su
tanque emocional, y es difícil sacarla de allí. Cristo debe ser nuestro
ejemplo. Leemos esto de cuando Él supo que se acercaba el momento de
su muerte: “El cual por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”
(Hebreos 12:2). Su gozo no estaba en su circunstancia presente, sino en
conocer el resultado de su elección.
El aceite se obtiene de las olivas exprimidas, y siempre ha representado
la unción del Espíritu Santo (1 Samuel 16:13). La unción es la vida de Dios
y la energía del Espíritu Santo, que capacita al creyente a actuar en libertad
y a llevar esa libertad a otros. Cuando ministramos a los que sufren,
necesitamos de la unción del Espíritu para romper yugos, y del gozo del
Señor para liberar las almas.
Fíjese que ambos elementos, las olivas y las uvas, requieren que sean
exprimidas antes de liberar las valiosas sustancias del vino y el aceite.
Cuando sentimos que la gente o las circunstancias nos agobian, podemos
decidir entre quedarnos en la cuneta mientras los demás pasan de largo; o
recibir ayuda, a veces de las personas que menos imaginábamos que podían
hacerlo.
En la historia del buen samaritano, el sacerdote y el levita pasaron y
dejaron en el camino al hombre herido. O no les importó, o estaban
demasiado ocupados con la obra de Dios para ayudar a un pobre hombre.
El sacerdote es una ilustración de la ley, y el levita del ministerio. Ni la ley
de Moisés, ni el ministerio del templo podían sacar a este hombre de su
desgracia. Se necesitaba el aceite y el vino de las manos del samaritano.
Los samaritanos eran una comunidad mixta que vivía en el corazón de
Israel, en una región llamada Samaria. Los judíos devotos despreciaban
literalmente a los samaritanos. Esta animosidad se remontaba hasta el
tiempo en que los judíos regresaron del cautiverio en Babilonia. Varios
sacerdotes se habían casado con mujeres que no eran judías, y Nehemías
les exigió que se separaran de ellas, o que abandonaran el ministerio
(Nehemías 13:23–29). Uno de los nietos del sumo sacerdote se había
casado con la hija de Sanbalat, el gobernador de Samaria. Este gobernador
lideró una conspiración para prevenir que los judíos reconstruyeran
Jerusalén. El sacerdote abandonó Jerusalén junto a otros y se fue a vivir a
Samaria. Según Josefo, los samaritanos construyeron más tarde un templo
en el monte Gerizim en Samaria. Esta era la misma área donde la mujer
samaritana en el Evangelio de Juan le preguntó a Jesús en qué monte estaba
el verdadero lugar de adoración, si en Samaria o en Jerusalén. En resumen,
estos judíos fueron expulsados de Jerusalén, se casaron con mujeres
gentiles, y eran un pueblo mixto.
Se ha sugerido que el motivo por el cual el sacerdote y el levita
rechazaron ofrecer ayuda, era porque el hombre herido posiblemente
también era samaritano. Si esto es correcto, se trató entonces de una forma
de racismo religioso, dado que los samaritanos eran odiados por ser
quienes eran y por el lugar en el que adoraban.
Fíjese que cuando Jesús—que era judío—, viajó a Samaria, a Él no le
interesó el antiguo lío familiar entre los judíos y samaritanos, la
confrontación religiosa, ni los argumentos religiosos de una prostituta
pueblerina que no le daba importancia a su pecado de dormir con cinco
hombres, pero que podía debatir de religión con cualquiera. Cristo fue al
pozo de Jacob, habló con esta mujer, y el resultado de este inesperado
encuentro produjo la primera evangelista entre los samaritanos: una
exprostituta (Juan 4:6–29). El método usado por Cristo debe inspirarnos a
no discutir o debatir asuntos religiosos, sino a permitir que el Espíritu Santo
obre a través de sus dones en aquellos que se sienten rechazados por la
sociedad, incluyendo a nuestros propios samaritanos, las muchas minorías
que viven en nuestro país.
LA CORONA DE ESPINAS
“Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una
caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le
escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!”.
—MATEO 27:29
Cuando Adán pecó, Dios maldijo la tierra para que produjera espinos
(Génesis 3:17–18). Adán sudaría trabajando la tierra para producir el pan,
o los alimentos. ¿Cuál fue el significado espiritual del acto de haber
colocado una corona de espinas en la cabeza de Cristo por parte de los
soldados romanos? Los crueles soldados se estaban burlando de Cristo
como Rey de los judíos. Para el Todopoderoso, sin embargo, esta acción
tuvo un propósito específico. El autor de Hebreos escribió un extraño
pasaje:
LA CAÑA EN LA CABEZA
Momentos antes de la crucifixión, los soldados golpearon a Cristo en la
cabeza con una caña:
LE ARRANCARON LA BARBA
Durante mis años de crecimiento en una iglesia cristiana tradicional, llegué a
escuchar a algunas personas mayores quejarse porque algún ministro tenía
vello facial. Recuerdo que era un tabú que un predicador tuviera bigote,
barba, o chiva. Sin embargo, al ver fotografías de ministros de principios de
siglo, me di cuenta de que casi todos los predicadores de todas las
denominaciones de esa época tenían barba, algunas bastante largas.
Seguramente los predicadores de esa época conocían este pasaje:
A los judíos del Antiguo Testamento les era requerido que se dejaran
crecer las puntas de sus barbas. Sabemos que el primer sumo sacerdote
Aarón tenía barba (Salmo 133:2), y que si un sacerdote judío se casaba
con una mujer no judía le arrancaban su cabello (Nehemías 13:25). La
barba era un símbolo de hombría. Antiguamente, cuando un ejército invasor
conquistaba a sus enemigos, rasuraba las cabezas y las barbas de los
vencidos para humillarlos públicamente.
El cabello largo era también una señal del voto nazareo. Ninguna navaja
debía tocar el cabello de un nazareo (Números 6:5). Cuando Dalila rasuró a
Sansón, este rompió su voto con Dios y perdió su unción (Jueces 16:19–
21). Hasta el cabello de una mujer era considerado un símbolo de la gloria
de Dios cubriéndola (1 Corintios 11:15).
Aunque no hay un versículo directo del Nuevo Testamento que mencione
que los soldados le arrancaron la barba a Jesús, hay una profecía en Isaías
50 que sin duda se refiere a la ocasión en que Cristo sería acosado por los
soldados:
LA FLAGELACIÓN
“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados,
vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”.
—1 PEDRO 2:24
EL FACTOR RECHAZO
Isaías dijo que el Mesías sufriente sería “despreciado y desechado”. Al leer
las Escrituras, a veces pasamos por alto el poder de esta profecía. Después
del nacimiento de Cristo, una gran cantidad de bebés fueron sacrificados
por Herodes, quien estaba tratando de acabar con el pequeño Rey judío
(Mateo 2). Para algunos, tal vez las muertes de los demás niños fueron
culpa del nacimiento de Jesús. De niño vivió en Nazaret, un pequeño pueblo
del que se decía: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Juan 1:46).
Sus propios coterráneos trataron de lanzarlo por un acantilado en Nazaret
después de haber predicado su primer sermón (Lucas 4). Durante su
ministerio hubo momentos en los que no tuvo un lugar para dormir (Mateo
8:20). Las multitudes del pueblo lo recibían, pero la jerarquía religiosa
buscó entramparlo y posteriormente prenderlo y matarlo. Durante su juicio,
los discípulos huyeron (excepto Juan y Pedro), pero Pedro cedió a la
presión de grupo, y terminó lanzando improperios y maldiciones para
convencerlos de que él no conocía a Cristo. Ni uno solo de las multitudes
que lo seguían se acercó a defenderlo. Más bien, pedían a gritos que este
Nazareno alto y quemado por el sol fuera crucificado. ¡Al parecer, Cristo
experimentó el rechazo de la humanidad desde el momento en que un rey
celoso envió soldados a matarlo, hasta que los soldados romanos lo
colgaron entre cielo y tierra en una colina llamada Gólgota!
El rechazo puede manifestarse en diferentes formas y niveles. Los niños,
sobretodo, van formando su autoestima gracias a sus padres, hermanos y
amigos. Durante su crecimiento, si usan frenillos comienzan a llamarlos
“dientes de alambre”, y a los niños con lentes “cuatro ojos”. A los niños con
sobrepeso se los llama “albóndigas con patas” y a las chicas simplemente
gordas. Los niños delgados y más pequeños son amedrentados, y los que
intentaran ser cristianos a esa temprana edad son presas fáciles de los no
creyentes. Estas palabras hirientes se siembran en el espíritu y con el tiempo
crecen y se convierten en un árbol de rechazo.
A Cristo lo llamaron demonio, y fue acusado de hacer milagros bajo
influencia demoníaca. Cuando usted combina el trato que Cristo recibió con
la oposición religiosa de numerosos judíos y grupos políticos, se da cuenta
de que en verdad soportó mucha oposición verbal. Cristo cargó con
nuestro rechazo para que nosotros pudiéramos liberarnos de su atadura.
LA HERMANDAD EN LA SANGRE
SE DICE QUE “la sangre llama”, y en algunas naciones con tradición tribal,
este dicho es aun más pertinente. El peso de la lealtad a la sangre está muy
marcado en la cultura árabe, por ejemplo. En esta cultura está prohibido
desacreditar o deshonrar al padre o un pariente mayor. Hace unos años,
cuando un presidente estadounidense tomó la decisión de sacar del poder a
un despiadado dictador árabe, este fue frenado por un poderoso rey árabe
del golfo que le dijo: “Este hombre es un dictador sanguinario, ¡pero
culturalmente usted no puede deshonrarlo ante el pueblo árabe!”.1 A esto se
le conoce como el honor árabe, que ha dado como resultado, incluso en
Estados Unidos, a lo que se conoce como asesinatos de honor, que es
cuando un padre mata a sus propias hijas por haber deshonrado a la familia.
Una de las fraternidades más poderosas que controló los juegos de
azar, el negocio de las drogas, y la prostitución en Estados Unidos durante
muchos años fue la Mafia. Cuando alguien lograba entrar en sus filas, se
realizaba una ceremonia de iniciación en la que se pronunciaban bendiciones
sobre el iniciado si este mantenía los secretos de la organización, y
maldiciones si los revelaba. Una de las maldiciones era que si por alguna
razón llegaba a revelar información prohibida, moriría de cáncer de
garganta. En la década de 1970, un hombre que logró infiltrarse en la
organización, presentó evidencia contra ella en una corte federal estando
cerca de la muerte, para luego morir de cáncer de garganta.2
Hay un motivo por el cual tantos jóvenes se unen a las pandillas en las
ciudades. En muchas áreas pobres hay una carencia de padres biológicos
que protejan y críen a sus hijos en un ambiente familiar sólido y amoroso.
Cuando un joven es “reclutado” por las pandillas, debe probar su fidelidad
peleando primero con los miembros del grupo, o robándose algo de valor, e
incluso asesinando a alguien, o una combinación de las tres cosas. Después
de cumplir la “misión” es aceptado y se le otorgan los colores de la pandilla,
recibiendo a cambio la protección de todos los miembros de esta. Este es
un ejemplo de confraternidad de sangre en la que cada miembro jura morir
por los otros. Muchas veces los jóvenes se unen a las pandillas en busca de
protección y la promesa de ser defendidos de enemigos externos.
Una de las formas más antiguas de confraternidad es la de un grupo
conocido como los masones, que usan códigos especiales, apretones de
manos secretos y rituales templarios para atraer a otros miembros a sus
logias. Todos estos secretos deben guardarse bajo un voto. Muchas
personas se unen a este grupo por “razones de negocios”. Lo cierto es que
esta antigua orden secreta que opera en Estados Unidos desde hace siglos
es otro ejemplo de confraternidad.
Todas estas formas de confraternidad son naturales, seculares, e incluso
de naturaleza carnal. Sin embargo, la confraternidad más importante del
mundo es la del pacto que Cristo estableció mediante su muerte y
resurrección, formando una familia espiritual para todo aquel que entre en
ese nuevo pacto. Como creyentes, nos llamamos “hermanos” y “hermanas”,
igual que si se tratara de nuestros hermanos físicos. El origen de la palabra
se relaciona con personas que han nacido de un mismo vientre.
Cuando una madre lleva a su hijo en su vientre, el bebé está en un
ambiente líquido. Al momento del parto, fluyen agua y sangre por el canal
de parto. A lo largo de las Escrituras, el agua y la sangre representan un
arma que derrotó al poder de las tinieblas. La sangre del cordero en los
dinteles de las puertas de los israelitas y el cierre de las aguas del mar Rojo
acabaron con el ejército del faraón y pusieron al gobierno egipcio de
rodillas. En el templo de Jerusalén el agua del lavatorio y la sangre del
sacrificio se combinaban para conferirle limpieza espiritual y ceremonial al
adorador. Cuando Cristo murió, brotó agua y sangre de su costado luego
de la estocada de la espada del centurión, sellando así el proceso de
redención de la humanidad. ¡Somos salvos por la sangre del Cordero y
sellados por el agua del bautismo! La sangre es la que nos hace miembros
de una familia biológica, y el agua bautismal es la que nos hace entrar a la
familia del Espíritu, la familia de Dios. Recibir la sangre de Cristo y el agua
del bautismo son señales de que usted ha establecido un pacto con Dios a
través de Cristo.
El pacto más antiguo instituido por Dios es el matrimonio. Cuando una
mujer es virgen y consuma la unión con su esposo durante la luna de miel,
derrama una pequeña cantidad de sangre, que viene a ser la prueba de su
virginidad. Esta manifestación física fue diseñada por Dios como un pacto,
dado que la mujer solo puede establecer este tipo de pacto de sangre con
un hombre. La prueba de virginidad era tan importante bajo la ley de
Moisés, que si había alguna duda sobre la virginidad de la novia, las
sábanas debían ser mostradas para probarla (Deuteronomio 22:13–19). La
finalidad original era que un hombre y una mujer establecieran el pacto del
matrimonio para toda la vida. El divorcio se convirtió en una opción a causa
de la dureza de los corazones de los hombres (Mateo 19:8). El Antiguo
Testamento comienza con un matrimonio en el Edén (Génesis 2), y termina
con la boda entre Dios e Israel (Malaquías 2). El ministerio de Cristo y su
primer milagro comenzaron en una boda (Juan 2), y el Apocalipsis tiene su
momento culminante en el cielo con una cena de bodas (Apocalipsis 19).
Debemos entrar a este pacto individualmente con Cristo, ya que nadie
puede entrar por nosotros o hacerlo a nuestro nombre. Después de que nos
ha sido imputada la justicia de Cristo, mantenemos el pacto públicamente
ante Dios y los hombres mediante la comunión. Beber de la copa que
contiene el jugo de la vid, y comer el pan son ilustraciones de la sangre y el
cuerpo de Cristo, y nos recuerdan su sacrificio redentor.
El asunto es que nosotros, que somos el Cuerpo de Cristo, estamos
vinculados como la familia de Dios a través de la sangre de Cristo y el agua
del bautismo. Fíjese en lo importante que es la sangre en todos los
diferentes tipos de pacto. Cuando Dios creó a Adán, sopló en su nariz
aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser viviente. Dios le impartió a
Adán la sustancia de la sangre, ya que “la vida de la carne en la sangre está”
(Levítico 17:11). Los hebreos debían circuncidar la carne de los prepucios
de cada varón al octavo día de su nacimiento como señal de su pacto con
Dios (Génesis 17:11). Luego de consumado el matrimonio, la novia sella su
pacto con el novio con la sangre como evidencia. Nosotros entramos a la
familia de Dios a través de la sangre de Cristo, que nos limpia de nuestros
pecados.
LA FAMILIA DE DIOS
Muchos se unen a pandillas, órdenes secretas, y organizaciones tribales con
el único propósito de confraternizar, pero los jóvenes y adultos que forman
parte del Cuerpo de Cristo deben entender la hermandad de sangre
sellada a través del pacto de la sangre redentora de Cristo. Ahora, si somos
una hermandad, ¿por qué a veces no actuamos como tal?
Una integrante de mi equipo trabajó en algún momento estrechamente
con las Fuerzas Armadas. Después de observar los lazos de hermandad
dentro de la institución militar, su respeto por la autoridad, y su énfasis en el
honor y la integridad, comentó: “Los hombres que juegan juntos se vuelven
competitivos, pero los hombres que luchan juntos se hacen hermanos”. El
espíritu de competencia puede verse dentro de la comunidad cristiana en
todo pueblo y ciudad de Estados Unidos. Recuerdo hace años haber visto
a una cadena cristiana de televisión satelital competir con otra cadena
cristiana, y me impresionó la manera en que una de las cadenas atacaba a la
otra. En resumen, lo que le preocupaba a cada una era su “territorio” pues
veía a la otra como una intrusa. Las iglesias compiten por atraer miembros,
asistentes y visitas; y especialmente por el dinero, pues no es mucho lo que
está disponible para el ministerio. Muchas congregaciones tienen ese
espíritu, e incluso ven a la iglesia que está del otro lado del pueblo como su
“competencia”. Esto ocurre porque no están luchando en el mismo campo
de batalla. Los soldados que pelean en una misma guerra se necesitan
mutuamente, y requieren de la fuerza de sus hermanos para sostenerse
cuando las balas zumban y la metralla vuela. Nuestro enemigo no es la
iglesia de la otra denominación, el pastor del otro condado, ni los miembros
que se han ido de nuestra iglesia. Nuestro enemigo es Satanás, y nuestro
objetivo debe ser el mismo: ¡Derrotar por medio del evangelio a los
poderes de las tinieblas que oprimen a hombres y mujeres!
El mismo Padre
La segunda verdad es que como hijos adoptados que somos, todos
tenemos el mismo Padre en el cielo. Pablo escribió que tenemos “un Dios y
Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios
4:6). El Todopoderoso es el Padre de esta familia, con hijos en el cielo
(aquellos que ya han muerto y que están en el paraíso celestial), y con hijos
en la tierra (los que están vivos y que esperan el regreso de Cristo).
La misma ciudad
Los hijos adoptados del Altísimo tienen una herencia en la misma ciudad,
llamada la Nueva Jerusalén, o el monte Sión celestial. El escritor de
Hebreos declara:
EL PODER DE LA VIDA Y DE LA
MUERTE ESTÁ EN SU BOCA
“De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta
copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la
sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y
coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe
indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y
bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados
entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos
a nosotros mismos, no seríamos juzgados”.
—1 CORINTIOS 11:27–31
LAS ETAPAS DE LA
VIDA DE UNA OVEJA
La etapa de “abatimiento”
Una de las etapas más interesantes en la vida de una oveja se encuentra
en el Salmo 42:11, donde David escribió:
La etapa de tormentas
Finalmente, tenemos la etapa de las tormentas que aparecen en la vida.
Hay tormentas naturales y espirituales que pueden afectar a su familia. Las
tormentas naturales, como los huracanes, los tornados y los terremotos,
pueden destruir propiedades, casas, vehículos y otros bienes.
Recientemente, un tornado de categoría F4 golpeó nuestra ciudad, dejando
solo las bases de las casas en ciertas áreas. Los hombres pueden predecir
una tormenta, pero no controlarla. Las tormentas espirituales incluyen la
muerte de un ser amado, conflictos matrimoniales, divorcios, hijos adictos a
las drogas, o una enfermedad repentina en usted o en un ser querido. No
siempre es la lluvia la que espanta a las ovejas. El sonido de los truenos y la
presencia de relámpagos—una combinación de lo que ven y lo que oyen—,
puede ocasionar inquietud en sus corazones. De la misma manera, nuestra
fe es sacudida por lo que vemos y oímos.
El mar de Galilea es famoso por sus tormentas repentinas. Algunas
tormentas raras son ocasionadas por terremotos que ocurren
ocasionalmente debajo del agua, ya que el mar está ubicado en la gran falla
sirio-africana del valle del Rift, que fue formada por antiguos volcanes. Es
común que ocurran sismos o terremotos en el mar. La tormentas más
comunes las crean los vientos que circulan entre las altas montañas y que
producen un efecto de remolino en las aguas del lago. Jesús y sus discípulos
quedaron atrapados en ambas clases de tormentas, llamadas tempestad en
el Nuevo Testamento (Mateo 8:24). Durante estas tormentas, quien vaya en
un bote podrá ver las ondas y oír la intensidad de los vientos. En marzo de
1992 una tormenta azotó el área, haciendo que grandes olas del lago
golpearan con fuerza edificios que se encuentran en la orilla. En un momento
el mar puede estar llano como un espejo, y minutos después las olas estar
agitadas a causa de una tormenta repentina.
Si usted viviera en el centro de Tennessee y en la televisión anunciaran
que una tormenta de nieve del oeste se dirige hacia el este, contaría con
suficiente tiempo para ir a la tienda a comprar pan y leche, llenar el tanque
con gasolina, y sacar su ropa de invierno en caso de que algunas ramas
congeladas se caigan y rompan algunos cables. Sin embargo, hay ocasiones
en las que el cielo está claro, y de repente comienza a granizar y un tornado
está a la vuelta de la esquina. En esos casos no hay tiempo de correr y
esconderse. La vida puede traer malas noticias en la forma de una llamada
telefónica, una crisis inesperada, o una tormenta espiritual repentinas. Todo
creyente necesita un pastor, un ministro o alguien especial que esté allí
cuando el trueno retumbe y el relámpago encandile. La confianza que las
ovejas sienten al escuchar la voz del pastor y sentir su presencia, les da
seguridad en medio de las tormentas.
Esto es lo que todo pastor, cada integrante del equipo y cada futuro
pastor debe saber.
• Las ovejas necesitan una cabeza visible, un líder, o un pastor al
cual seguir.
• Han de ser guiadas, pues han sido creadas para seguir, y no
son líderes por naturaleza.
• Han de ser alimentadas con los verdes pastos de las promesas
de Dios y el agua del Espíritu Santo.
• Han de ser leídas, queriendo decir con esto que el ministro
debe entender su manera de pensar y actuar con antelación, para
prevenir que surjan peligros.
• Necesitan una cama, o un lugar en el cual poder descansar.
Juan enseña que los creyentes no deben pecar, es decir, que no deben
practicar un estilo de vida pecaminoso. Cuando dice: “Y si alguno hubiere
pecado” está indicando que es posible pecar. Como creyentes, no estamos
exentos de tentaciones, y podemos caer en pecado frente a la presión y los
ataques del enemigo. Si esto ocurre, tenemos un “Abogado” en el cielo, que
es Cristo. ¿Qué objeto tendría contar con un abogado en el cielo después
de convertirnos en creyentes arrepentidos, si ya no es necesario un
abogado y no tenemos que confesar y arrepentirnos más? El abogado es un
mediador en un caso legal, y Cristo está en el cielo lidiando con Satanás,
que es el acusador (Apocalipsis 12:10).
INTRODUCCIÓN
1. Wikipedia.org, s.v. “Judas goat”, http://en.wikipedia.org/wiki/Judas_goat (visitada el 3 de
mayo de 2013); UrbanDictionary.com, s.v. “Judas goat”,
http://www.urbandictionary.com/define.php?term=Judas%20Goat (consultado el 3 de mayo de
2013).
CAPÍTULO 1
DORMIR CON UNA CABRA EN LA CAMA
1. JewishRoots.net, “The Day of Atonement”, http://www.jewishroots.net/holidays/day-
of-atonement/yom-kippur.htm# twogoats (consultado el 3 de mayo de 2013).
2. Ibíd.
3. Ibíd.
4. “Yoma 39,” JudaismsAnswer.com, http://www.judaismsanswer.com/Yoma39.htm
(consultado el 3 de mayo de 2013).
5. FiasCoFarm.com, “Horns, Horn Information and How to Disbud (Dehorn) Kids”,
http://www.fiascofarm.com/goats/disbudding.htm (consultado el 3 de mayo de 2013).
6. JewishEncyclopedia.com, s.v. “Azazel”,
http://www.jewishencyclopedia.com/articles/2203-azazel (consultado el 3 de mayo de 2013).
7. Henry Tanner, “Pope Is Shot in Car in Vatican Square; Surgeons Term Condition
‘Guarded’; Turk, an Escaped M urderer, Is Seized”, New York Times, 14 de mayo de 1981,
http://www.nytimes.com/learning/general/onthisday/big/0513.html# article (consultado el 3 de
mayo de 2013).
8. Alessandra Stanley, “Italians Grant Pardon to Turk Who Shot Pope”, New York Times,
14 de junio de 2000, http://www.nytimes.com/2000/06/14/world/italiansgrant-pardon-to-
turkwho-shot-pope.html (consultado el 3 de mayo de 2013).
CAPÍTULO 2
LA TRAICIONERA ES TRATEGIA DE LA CABRA DE JUDAS
1. W. E. Vine, Diccionario expositivo Vine de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento
(Nashville: Thomas Nelson, 1996), s.v. “hipócrita”.
2. Según el propio recuerdo personal del autor sobre este incidente.
3. Chai Chai, “One Difference Between Goats and Sheep”, Homestead . . . From Scratch
(blog), 25 de mayo de 2011, http://operationhomestead.blogspot.com/search?
q=difference+between+goats+and+sheep (consultado el 3 de mayo de 2013).
CAPÍTULO 3
CUANDO LOS CREYENTES PECAN CONTRA OTROS CREYENTES
1. EarlyChristianWritings.com, “The Didaché”, capítulo 11,
http://www.earlychristianwritings.com/text/didacheroberts.html (consultado el 6 de mayo de
2013).
CAPÍTULO 4
¿QUIÉN ES TÁ S ENTADO EN S U TERCERA S ILLA?
1. Kenneth Samuel Wuest, Word Studies From the Greek New Testament (Grand Rapids,
M I: William B. Eerdman’s Publishing Corintios, 1980), s.v. “restore”.
2. Lorin Shields-M ichel, “Jordan Rubin’s Seven Keys to Greater Health”, Healthy Living
News, abril de 2005,
http://www.crohns.net/M iva/education/articles/Jordan_Rubin_7_Keys_to_Greater_Health.shtml
(consultado el 17 de mayo de 2013).
3. Vine, Diccionario expositivo Vine de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento, s.v.
“miedo”.
CAPÍTULO 6
ES LO QUE VE, PERO NO ES LO QUE PIENS A
1. Judy Willis, “What You Should Know About Your Brain”, Educational Leadership 67,
No 4 (2009), ASCD, http://www.ascd.org/ASCD/pdf/journals/ed_lead/el200912_willis.pdf
(consultado el 24 de mayo de 2013).
2. EyewitnesstoHistory.com, “The Burning of Rome, 64 AD”,
http://www.eyewitnesstohistory.com/rome.htm (visitada el 28 de mayo de 2013). Ver también:
Henry Sienkiewicz, “Burning of Rome Under Nero: Introduction”,
http://historyworld.org/burning_of_rome_under_nero.shtm (consultado el 28 de mayo de
2013).
CAPÍTULO 7
CUANDO SATANÁS FUE ECHADO DEL CIELO, CAYÓ EN MI CORO
1. M ark Batterson, The Circle Maker (Grand Rapids, M I: Zondervan, 2011), Pedro 41.
CAPÍTULO 8
CREYENTES ATORMENTADOS POR DEMONIOS
1. Vine, Diccionario expositivo Vine de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento, s.v.
“demonio”, “demoníaco”, “diablo”, “diabólico”.
2. Samuel van Dorst, “The Roman Army”, The Roman Army Page,
http://members.tripod.com/~S_van_Dorst/legio.html (consultado el 30 de mayo de 2013).
3. Vine, Diccionario expositivo Vine de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento, s.v.
“atormentar”.
4. Ibíd., s.v. “consolador”.
5. Ibíd., s.v. “otro”.
6. Esta información le fue dada al autor por una fuente en Israel que desea permanecer
anónima.
7. ADL.org, “Tax Protest M ovement”. http://archive.adl.org/learn/ext_us/TPM .asp?
xpicked=4&item=21 (consultado el 4 de junio de 2013).
CAPÍTULO 9
LA RES TAURACIÓN DE MINIS TROS Y MIEMBROS DE IGLES IA QUE HAN CAÍDO
1. Los detalles de este incidente fueron reportados y hechos públicos en varios periódicos
locales de la fecha. Para proteger la privacidad de las personas involucradas, el autor y la
editorial han decidido no revelar su identidad.
2. Barnes’ Notes, banco de datos electrónico, derechos reservados © 1997, Biblesoft, s.v.
“Gálatas 6:1”.
3. Vine, Diccionario expositivo Vine de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento, s.v.
“restaurar”.
CAPÍTULO 10
HERIDO EN CAS A DE MIS AMIGOS
1 .David M araniss, “First Lady Launches Counterattack”, Washington Post, 28 de enero de
1998, A01, http://www.washingtonpost.com/wp-
srv/politics/special/clinton/stories/hillary012898.htm (consultado el 31 de mayo de 2013).
4. Barnes’ Notes, s.v. “Salmo 41:9”.
CAPÍTULO 11
LA HERMANDAD EN LA S ANGRE
1. Esta información le fue suministrada al autor en Israel por parte de una fuente árabe con
familia trabajando tanto en Jordania como en Arabia.
2. Esto apareció durante la década de 1970 en el Atlanta Journal.
3. The Temple Institute, “The Priestly Garments”,
http://www.templeinstitute.org/priestly_garments.htm (consultado el 4 de junio de 2013).
4. Rick Renner, Sparkling Gems From the Greek (Tulsa, OK: Harrison House, 2003), 19 de
enero.
CAPÍTULO 12
EL PODER DE LA VIDA Y LA MUERTE ES TÁ EN S U BOCA
1. El autor conoce personalmente a Gary Townsend y tiene fotografías e información de
este estudio particular.
2. El autor conoce personalmente al doctor David Van Koevering y tiene fotografías e
información de este estudio particular.
3. El sitio web del doctor David Van Koevering puede ser visitado en
http://www.davidvankoevering.com/index.html.
4. El Programa de Información del Agua, “Water Facts,”
http://www.waterinfo.org/resources/water-facts (consultado el 3 de junio de 2013).
5. Dean Radin, Gail Hayssen, M asaru Emoto, y Takashige Kizu, “Double-Blind Test of the
Effects of Distant Intention on Water Crystal Formation”, Explore 2, No 5 (septiembre de
2006): 408–411, consultado en http://www.explorejournal.com/article/S1550-8307(06)00327-
2/fulltext (consultado el 3 de junio de 2013).
6. Zamir Cohen, The Coming Revolution: Science Discovers the Truths of the Bible
(Jerusalén: Hidabroot, 2008).
7. Ibíd.
8. Ibíd.
9. Aquifers and Health Institute, “Too M uch Stress Harms the Immune System”,
http://aquifersandhealth.org/stress-and-the-immune-system/ (consultado el 3 de junio de 2013).
CAPÍTULO 14
EL ALIVIO QUE PRODUCE LA CONFES IÓN
1. Vine, Diccionario expositivo Vine de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento, s.v.
“confesar”, “confesión”.
2. Ibíd., “afligir”.
CAPÍTULO 15
LAS CRUCES QUE CAEN
1. John Foxe, Foxe’s Book of Martyrs (Alachua, FL: Bridge-Logos, revised edition 2001),
Pedro 6.