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Clase N° 08
Otoño 2019
10.- El subsistema de erosión litoral
Cuando tratamos el tema de geomorfología litoral y submarina, ya estamos fuera de los grupos
de sistemas de erosión morfoclimáticos o “zonales”. En efecto, los océanos son, por excelencia
el mayor sistema de erosión no climático o “azonal”.
Este sistema de erosión tiene diversos “estilos”, según sea el entorno: principalmente dos, un
ambiente litoral y un ambiente submarino. Sin embargo, en el ambiente submarino es posible
distinguir cuatro “facies” asociadas a la profundidad: el nerítico, el pelágico, el abisal y el
hadal; lo que veremos en la segunda parte de este capítulo.
Alrededor de los mares y los grandes lagos se desarrolla un sistema morfogenético peculiar
que, como hemos dicho, tiene sus propias características diferenciadas y que en buena medida
son independientes de las condiciones bioclimáticas. Hablamos de una franja de amplitud
variable entre el límite de la tierra y el mar.
El litoral es el sector que está directamente sometido a la acción de las aguas marinas, y
lacustres. La zona barrida por las aguas se llama estrán o zona intertidal. Su amplitud depende
de las mareas (no más de 20 metros) y de la pendiente de la costa. Se calcula un total de
150.000 kilómetros cuadrados en todo el mundo.
La influencia del mar se hace sentir mucho más adentro, lo que se llama línea costera. Se
encuentra entre el litoral y la zona pre-litoral. Esta es una zona en la que el relieve cambia con
mucha rapidez, incluso en el intervalo de una pocas décadas.
La erosión litoral tiene unos caracteres originales que combina procesos morfogenéticos
marinos aunque también hay que tener en cuenta la influencia de la intervención aérea.
La erosión marina, y los procesos morfogenéticos que conlleva, asocia de forma compleja
acciones mecánicas (olas y corrientes), químicas y biológicas. Pero además, una de las
originalidades del medio litoral es que existe una zona, el estero, que se ve periódicamente
sometido a fenómenos de sumersión y emersión y por lo tanto de humectación y desecación
muy rápidos, lo cual tiene consecuencias morfogenéticas muy importantes.
Además de las acciones morfogenéticas estrictamente marinas sobre el litoral también ejercen
su influencia los procesos ligados al medio bioclimático.
Tendremos en cuenta dos modos de intervención: los fenómenos atmosféricos que influyen
sobre la erosión marina y las combinaciones con los procesos morfogenéticos continentales.
El medio morfoclimático influye en las modalidades y la eficacia de los procesos morfogenéticos
que afectan al litoral. Distinguiremos dos modalidades, la directa, a través de la interacción con
procesos morfogenéticos continentales y la indirecta, a través del aporte de materiales a la
erosión marina.
Interacción con procesos morfogenéticos continentales
La acción directa de los procesos morfogenéticos continentales afecta a la franja litoral situada
detrás de la línea de costa, y son aquellos que corresponden con el dominio morfoclimático
correspondiente. La meteorización proporciona material ablandado para la abrasión marina, o
bien un roquedo más vulnerable, al verse sometido a mecanismos de transporte de los
fragmentos más efectivo, la dinámica de las aguas marinas. En dominios fríos y tropicales
húmedos esta acción en más efectiva que en los dominios templados y áridos.
El mar influye en las características de los procesos morfogenéticos continentales debido a su
influencia sobre el clima, formando un topoclima1 más estable y húmedo. En este sector son
más frecuentes las brumas y las precipitaciones, por lo que son más efectivos los procesos
ligados al agua, tanto mecánicos como químicos. Además, la salinidad del agua dificulta la
colonización vegetal, y por lo tanto la protección que esta ofrece ante la erosión. Este hecho
explica el corte vertical de los acantilados modelados en limos o arenas.
En la franja litoral es constante la presencia del viento. Su importancia morfogenética es mayor
en las regiones arenosas que presentan un amplio estero entre la marea baja y la alta. En esta
zona el viento ejerce toda su competencia morfogenética hasta acumularse en dunas. En
regiones de vientos fuertes la acción de viento se extiende a los relieves costeros próximos,
sobre todo en forma de dunas que pueden alcanzar varias decenas de metros.
Geomorfología de costas.
El contacto entre el mar y el continente es denominado “costa”. No es propiamente una línea,
sino una faja, que está delimitada por las cotas que alcanzan las mareas en la máxima pleamar
y la más baja bajamar. Esta faja “intermareal”, denominada estrán, constituye el contacto
entre mar y continente. En esta delgada zona se desarrolla la mayor parte de los procesos
geomorfológicos propios del litoral. En ella se produce la rompiente de las olas y su avance y
“resaca”, responsables del desplazamiento de los materiales sueltos que se encuentran en esta
área.
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Cuando algún lugar tiene un clima diferenciado del clima zonal decimos que es un topoclima.
Tipos de costa
Como consecuencia de las formas de ablación, su modelado y las formas de acumulación
podemos hablar de diversos tipos de costa. Podemos clasificarlas de muchas formas, pero nos
centraremos en dos tipos en los que la acción del mar es predominante, las costas primitivas (u
originales) y las costas evolucionadas.
Según sea su disposición y composición, las costas pueden ser altas o bajas, rocosas, arenosas
o pedregosas. En general el contacto entre mar y tierra se produce en forma suave
(constituyendo “playas”) o abrupta (en forma de “acantilados”).
Los litorales presentan formas muy variadas en función de las particularidades de la erosión
marina, las características litológicas y las influencias bioclimáticas. En un primer momento
podemos distinguir entre las formas de ablación y sus formas de modelado, y las formas de
acumulación, que nos dan distintos tipos de costa.
Como consecuencia de las formas de ablación, su modelado y las formas de acumulación
podemos hablar de diversos tipos de costa. Podemos clasificarlas de muchas formas, pero nos
centraremos en dos tipos en los que la acción del mar es predominante, las costas primitivas (u
originales) y las costas evolucionadas.
Las costas primitivas se caracterizan por que sus formas son, fundamentalmente, las iniciales,
las que caben esperar de la acción del contacto entre el mar y la estructura geológica
continental. Son resultado de un contacto reciente, o bien un mar poco activo. Podemos
distinguir las costas estructurales y las costas de los modelados subaéreos.
Costas estructurales. Las costas estructurales se caracterizan por que sus grandes líneas
se corresponden con las direcciones tectónicas de las rocas. Cuando son muy recientes, o están
activas se llaman costas tectónicas. Normalmente son algo elevadas. Se disponen de tres
formas diferentes con relación a la línea de costa, longitudinales, transversales y oblicuas.
Las costas longitudinales (tipo pacífico) son paralelas a la línea de costa. Presentan un trazado
rectilíneo, particularmente rígido cuando existen fallas, en las que el bloque hundido está
sumergido. El plano de falla forma, así, un falso acantilado, que dificulta la acción marina
cuando su base está por debajo de la rompiente de las olas. Este tipo de costa también se
forma cuando quedan al descubierto antiguas fallas que habían sido fosilizadas, costas de línea
de falla.
Cuando el mar entra en contacto con relieves plegados se forman las costas tipo dálmata. Se
caracterizan por la existencia de islas alargadas cuyo origen está en los sinclinales, sumergidos,
y los anticlinales, las islas, separados por surcos marinos, canali. Las aguas de estas zonas
suelen ser tranquilas, debido a la multitud de obstáculos que encuentra la corriente. Las
estructuras apalachenses dan lugar a costas del mismo tipo.
En las costas transversales (tipo atlántico) las estructuras geológicas son perpendiculares, más
o menos, a la línea de costa. Su trazado presenta entrantes y salientes continuos y muy
definidos. Hay, pues, multitud de cabos y golfos profundos entre ellos, consecuencia de la
inundación de las estructuras tanto plegadas, como apalachenses o falladas, en las que se
inunda el graben.
Cuando las estructuras geológicas se disponen de forma oblicua con la línea de costa (costas
con redans) se forman bahías en forma de hoz separadas por promontorios simétricos.
Especial interés tienen las costas primitivas de origen volcánico, ya que suelen ser muy
recientes o incluso activas. Hay que recordar que los archipiélagos volcánicos, y los volcanes en
general, se alinean a lo largo de las grandes fracturas tectónicas terrestres, o sobre las
dorsales oceánicas. Las islas volcánicas son, en realidad, un cráter. Cuando se abre una brecha
en el cono, el mar invade la caldera formando una bahía y una isla con forma de herradura, o
múltiples islas que rodean la caldera. La multiplicación de los volcanes a lo largo de las costas,
da lugar a un trazado lobulado cuyos cabos son las lenguas de lava más o menos recientes. La
originalidad de las costas volcánicas es que apenas han sido desmanteladas, ya que en caso
contrario se clasifican en uno de los tipos anteriores.
Costas de modelado subaéreo. Las costas de modelado subaéreo son aquellas en las que
la erosión ha conformado diferentes relieves y son estos las que entran en contacto con el mar.
Los ejemplos más típicos son las entradas de mar a través de los valles de ríos (rías) o
glaciares (fiordos).
Las costas de rías se forman en
regiones de relieve accidentado
profundamente entalladas por
los cursos fluviales. Se forman,
predominantemente, en regiones
de relieve sobre rocas
metamórficas, cuya
desembocadura es inundada por
el mar al subir su nivel
eustático. Su localización
depende de la red de fallas o la
existencia local de rocas menos
resistentes. El tipo clásico es el
de ría abierta, con forma de
embudo orientado hacia el mar,
pero también se da la ría en
botella, cuya salida está cerrada
por un paso estrecho. Ante la
salida de las rías suele haber
islas, residuos de rocas
resistentes. En los márgenes de
la ría se desarrollan
Ría gallega (Vigo) tímidamente, acantilados, áreas
pantanosas o flechas.
Las costas de fiordos se localizan en
regiones en los que la lengua glaciar ha
alcanzado la costa, y cuya parte más baja
también ha sido inundada por el ascenso
del nivel eustático del mar. No obstante, la
desaparición del peso del hielo ha
provocado el ascenso isostático del
continente, con lo que el contacto entre el
mar y el continente ha sido mucho más
variable, lo que ha dificultado la erosión
marina. El fiordo presenta una entalladura
muy profunda modelada sobre rocas
resistentes. Normalmente están
ramificados. Su localización depende de la
red de fallas o la existencia local de rocas
menos resistentes. Sus paredes son
notablemente verticales, con valles
colgados que vierten sus aguas en forma de
cascadas. Suelen estar enmarcadas por un
strandflat, una plataforma de abrasión que
ha quedado colgada debido al ascenso
isostático del continente. Los escollos
rocosos forman skjargaard. La
sedimentación en los fiordos es pobre, y
además la profundidad de los valles dificulta
la emersión de depósitos.
Fiordos Elefantes y Cupquelán. Región de Aysén
Las costas cubiertas por un inlandsis presentan formas que dependen de los modelados locales,
ya sean de excavación o sedimentación. Suelen presentar múltiples entalladuras y estar
precedidas de islas bajas. La inundación de los canales intermedios forman costas de fjards con
bahías y estrechos muy complejos. Delante de ellas se desarrolla el skjargaard. Cuando hay
valles digitalizados muy cerrados se habla de costa de forden. Pero lo más característico son
los amplios lóbulos frontales del inlandsis sobre los que se desarrollan bahías abiertas poco
profundas que conforman la costa de bodden.
Las formas de erosión
En las costas de erosión predominan los procesos ablación marina, acantilados y
plataformas de abrasión litoral. Las costas acantiladas bordean los mares con mucho
oleaje, sobre todo en regiones montañosas o de macizos antiguos y escudos. También
aparecen en rocas sedimentarias compactas, como las calizas. Los acantilados más verticales
se presentan sobre las rocas más sensibles a la acción mecánica y lo suficientemente
coherentes como para mantener la verticalidad.
Acantilado visto de perfil. En la parte superior, la terraza. Rompientes en arrecifes antepuestos a la costa. Hawaii
Situación inicial: contacto directo del mar con una Situación final: la erosión ha socavado el acantilado,
costa alta. Comienza el proceso de erosión del pie del dejando un estrán pedregoso antepuesto. El mar no
acantilado llega hasta el pie del acantilado y ha aparecido una
playa.
Los acantilados pueden presentar una muralla costera vertical que puede alcanzar los 300 y
hasta los 500 metros de altura, auténticos mega-acantilados como los de Irlanda, Escocia o
Galicia.
Mayores son los mega-acantilados de la costa del norte de nuestro país.
La Portada de Antofagasta
La terraza no es una plataforma lisa y regular, sino que tiene una amplia variedad de
micromodelado que traduce la estructura geológica de la roca: diaclasas, diferentes planos de
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Se conocen también como “terrazas litorales”.
capas, esquistosidades, líneas de debilidad, etc. Aparecen, así, surcos, crestas, cubetas y
resaltes rocosos que no superan el metro de desnivel.
La consideración del relieve continental inmediatamente adyacente proporciona indicaciones,
preciosas muchas veces, acerca de la importancia del retroceso de la tierra bajo la acción del
mar. En efecto, si el relieve continental está formado de colinas, y se da el caso que la parte
propiamente marina del acantilado esté continuada por una pendiente que desciende hacia el
interior, y no hacia el mar, se puede decir que el mar se ha “comido” por lo menos la mitad de
una colina. En el caso contrario (es decir, cuando hay una pendiente superior dirigida hacia el
mar), la erosión marina no ha llegado todavía a destruir la mitad de la colina; y prolongando
idealmente hacia abajo lo que queda de su pendiente se puede reconstruir lo que el continente
ha perdido; a menos que por una acción previa no se hayan destruido, y descombrado,
totalmente una o varias colinas delanteras; pero, en general, el examen de un sector bastante
largo de la costa efectuado por un observador experto permitirá decidir.
La formación de una playa es producto del oleaje y las corrientes de deriva. Son estas las que
transportan los materiales aportados por las corrientes fluviales a lo largo de la costa. En el
primer momento la acción de las olas se ve frenada por la acumulación de depósitos a cierta
distancia de la costa. Se forman así bancos litorales que acaban por emerger. Es entonces
cuando el oleaje ataca el depósito remodelando su configuración y desplazándolo hacia la
costa. La fuerza del swash es mayor que el flujo del retorno, lo que empuja el depósito en
avances sucesivos hasta lograr un perfil de equilibrio en el que el flujo de retorno y el swash se
compensan. Este perfil depende de la fuerza de las olas y el calibre de las partículas, así que es
muy inestable.
Los oleajes normales sólo movilizan arenas, mientras que los oleajes de los temporales
movilizan gravas y cantos, que pueden implicar modificaciones apreciables de las playas. Los
oleajes normales aportan material a la playa, engrosándola y levantándola, mientras que los
fuertes desalojan, mar adentro, arena de la playa. Cuando un oleaje muy fuerte desaloja la
arena de la playa hasta mostrar el sustrato en el que se asienta se observa un pequeño
escarpe que marca el límite entre el continente y la acción de las olas. El equilibrio de las olas
constructoras y destructoras depende del carácter del clima y sus variaciones estacionales.
Algarrobo Zapallar
Tipos de playas
La forma de una playa depende de cómo las corrientes de deriva litoral y el oleaje distribuyen
los sedimentos. A pesar de la variedad podemos distinguir varios tipos de playas agrupados en
dos familias: playas libres y playas bloqueadas, dependiendo de si los sedimentos se
encuentran atrapados por la topografía o no.
Entre las playas libres distinguimos: playas de cola de cometa, que se desarrollan detrás de un
obstáculo, islote o escollo, debido a la reducción de la velocidad de la corriente de deriva tras el
obstáculo y en paralelo al oleaje medio. La cola de la playa puede alcanzar la costa si se
encuentra próxima. El punto de contacto puede colmatarse con lo que se forma una playa de
tómbolo. Las playas de tómbolo unen la costa con un islote. Si el obstáculo es suficientemente
grande se crea una playa de tómbolo en cada lado, dejando en el centro una laguna. En mares
con mareas vivas las playas de tómbolo se ven interrumpidas por pasos. Si la corriente de
deriva es muy fuerte la playa de tómbolo se reduce a una playa de espiga, que se forma por la
destrucción del depósito. Por último, si los aportes sedimentarios son muy abundantes se
forma un cordón litoral por delante de la playa de espiga. Se forman así tómbolos triples.
Las playas bloqueadas se disponen perpendicularmente al oleaje medio. Entre las playas
bloqueadas distinguimos: las playas adosadas a la costa; suelen tener forma de arco y son muy
estables. Se sitúan en ensenadas abiertas entre promontorios. Las playas de ensenada son
continuamente enriquecidas por aportes, ya que no pueden desalojar partículas. En costas
acantiladas de trazado rectilíneo es más difícil a formación de playas. Se forman, no obstante,
playas de tránsito, que se desplazan a lo largo de la corriente de deriva a impulsos
discontinuos. Por el contrario, en las costas bajas sin acantilados las arenas colmatan las
pequeñas irregularidades lo que hace aparecer playas largas y rectilíneas. Estas playas tienden
a conformarse de manera rectilínea aún cuando existan entrantes, bahías. En el contorno de
los entrantes aparecen flechas, depósitos adosados al litoral por uno de sus extremos. En ellos
se acumulan arenas que forman fondos altos. Sobre ellos, las olas de temporal favorecen la
aparición de grandes ondulaciones paralelas a las olas, llamadas barras de antecosta. El oleaje
normal las amontona haciéndolas emerger y formando las flechas. La flecha termina en una
especie de gancho curvado hacia el interior. En la zona interior el gancho existe un punto
muerto móvil llamado fulcrum. Esta movilidad permite la formación de sucesivas flechas
superpuestas.
Las flechas pueden adoptar diversas posiciones con relación a la línea de costa: oblicuas
cuando el oleaje medio es también oblicuo a la línea de costa; flechas de centro de bahía,
dispuestas de espaldas a la línea de costa, y dejan pasos para las corrientes de marea; flechas
de entrada de bahía, que se desarrollan desde uno de los extremos, es la más común, y
tienden a transformarse en flechas de obstrucción, que encierran lagunas. No obstante, las
corrientes entre la bahía y el mar abierto dificultan en cierre completo de la flecha. En los
estuarios es la corriente fluvial la que mantiene abierto el paso. Este tipo de flechas reciben el
nombre de poulier, y el canal abierto el de musoir.
Las barras de antecosta, cuando emergen, forman cordones litorales libres, lidos. Con el tiempo
estas barras alcanzan las puntas salientes de la costa y dejan encerradas lagunas y albuferas.
Estas barras también tienen un dibujo arqueado, debido a que las corrientes son más fuertes
en el centro que en ellos extremos. No obstante, estas barras están rotas por pasos, graus,
que permiten el intercambio del agua entre la laguna y el mar.
Asociadas a las playas arenosas se encuentran dos formas de acumulación de agua: las
lagunas litorales o albuferas, que son el resultado de cursos de agua cuya competencia les
impide romper el cordón litoral; y las marismas, que son áreas inundables en costas muy
bajas, donde se mezclan aguas continentales y agua de mar infiltrada a través del cordón
litoral. En nuestro país casi todos los esteros de la zona central terminan en una laguna litoral;
y se puede encontrar marismas en la costa del golfo de Arauco.
La fuente de alimentación de la arena de las playas se encuentra en los ríos que llegan al mar,
ya que el mar por sí mismo prácticamente no produce arena. Las playas de rodados se
encuentran con mayor frecuencia en las costas rocosas alejadas de desembocaduras de ríos.
Las playas pedregosas se forman, regularmente, por los trozos de roca que el mismo mar
extrae del pie del acantilado que hace las veces de cabecera de la misma playa, ya que el
oleaje ─ayudado por los propios trozos de roca mencionados─ ataca permanentemente la base
de los acantilados, destruyéndolos paulatinamente.
Progresión de la urbanización sobre las dunas colgadas de Concón entre 1954 y 1996
Las dunas y el hombre
La ocupación humana en el borde costero se encuentra asumiendo una orientación paralela a la
línea de costa, generando una urbanización continua, favoreciendo las conurbaciones y en
definitiva desnaturalizando espacios de indudable valor natural: el ser humano se encuentra
coexistiendo con las dunas.
Estas unidades naturales están sometidas a una presión constante debido a una insuficiencia
de espacios para localizar actividades, es por ello que se experimenta una competencia de usos
(urbano, portuario, industrial, pesquero, acuícola, agrícola, recreativo), por un suelo cada vez
más escaso en las costas.
Las dunas, vistas como espacios con múltiples y muy variadas interacciones posibilitan
entregar algunas recomendaciones que permitan realizar una gestión sustentable de las costas
y de las dunas como uno de sus elementos característicos.
· La existencia de las dunas es un fenómeno natural y no existen entonces fundamentos para
oponerse a sus movimientos, salvo donde su desplazamiento presente un riesgo para las obras
humanas
· Se deben considerar las características diferenciadas de las costas y no abordarlas como
unidades únicas e indiferenciadas
· Es necesario conocer y comprender el funcionamiento de las unidades naturales con el objeto
de no interrumpir su desarrollo.
· Se deben elaborar cartografías detalladas de unidades fisiográficas costeras que muestren su
sensibilidad ecológica a diferentes usos.
? Es necesario estimular una ocupación transversal a la línea de costa, dejando “ventanas
verdes”, (como por ejemplo los campos de dunas) entre los espacios urbanos.
? Es imprescindible elaborar mapas de riesgos en la costa. (inundación, erosión, aluvión,
deslizamiento)
Como conclusión general, las dunas constituyen espacios de indudable valor ambiental,
geográfico y patrimonial, su protección debiera contar con una política de conservación que
permita incorporar estos y otros elementos particulares para su gestión y manejo territorial.
Concón (33º01’S), origen de las dunas colgadas y deterioro de la cubierta vegetal que las estabiliza por el
paso de vehículos todo terreno (H. Manríquez)
Nota
Para mayor información referente a las dunas chilenas, consultar el texto “Las dunas de las Costas de Chile” (R. Paskoff
y H. Manriquez), publicado por el Instituto Geográfico Militar (2004)
Las áreas pantanosas del litoral y las marismas
Además de arenas, gravas y cantos, en las aguas marinas también existen limos y arcillas, y
estas partículas más pequeñas también son sedimentadas. Son materiales aportados por los
ríos, la ablación marina y el viento. Esta sedimentación se hace en condiciones especiales,
rincones del litoral al abrigo de la agitación de las olas y aguas someras. Aparecen en las zonas
más altas de las mareas justo en su punto culminante y en el comienzo del descenso de la
marea. Surgen, así, regiones mal drenadas de carácter pantanoso y marismas. La zona
pantanosa del litoral se diferencia de la marisma en que esta tiene una pendiente contraria a la
dirección del mar.
La sedimentación marina de las partículas más finas, menores de dos micras, produce limo, un
fango viscoso, plástico e impermeable. Se compone de arcillas, restos orgánicos, en
proporciones inferiores al 10%, y hierro, en proporciones inferiores al 6%. La materia orgánica
confiere a los limos un color negro o gris, y el hierro un color rojizo. Mezclados con los limos se
encuentran fracciones de partículas más gruesas, menos del 20%. Este es un medio
permanentemente saturado de agua, suelo gley salado, lo que favorece la presencia de gran
cantidad de paltas y animales.
Dependiendo de las condiciones de sedimentación tendremos: limos arenosos (terre de bri),
que pueden tener hasta un 80% de arenas, la tangue contiene hasta un 80% de caliza, y las
marismas tropicales (potopoto) contiene grandes cantidades de materia orgánica. Pero,
además de condiciones de aguas tranquilas, la sedimentación se ve favorecida por la presencia
de vegetación que atrapa las partículas.
De polo a polo
De la distribución de las zonas marítimas del polo norte al
polo sur, se hace evidente qué partes de las regiones de la
Tierra se sitúan en cálido, frío, húmedo o seco. Se puede
distinguir la posición cercana al Ecuador y meridional del
océano Indico y la inmensidad del océano Pacífico en la
región tropical y subtropical (hasta unos 45° a ambos lados
del Ecuador), mientras que el Atlántico con casi la misma
latitud une las zona polares de la Tierra.
El 40% de la superficie de la Tierra se encuentra situada en
zonas climáticas tropicales, entre el Trópico de Cáncer y el
Trópico de Capricornio (23° 27’ de latitud septentrional y
meridional). Aquí donde la intensidad de los rayos solares
producen una mayor evaporación de los mares, los océanos
influyen fuertemente sobre el calor y la economía hídrica de
la Tierra.
Existen grandes diferencias entre los océanos respecto a la
superficie total oceánica y del tamaño de las cuencas
hidrográficas de los continentes. Por lo general, el Atlántico
está fuertemente rodeado por regiones llanas, en las cuales
desaguan las grandes corrientes, como por ejemplo: el
Amazonas, el Missisippi, el Congo, el Níger, el Nilo. El
océano Indico está rodeado sólo en parte por pequeñas
masas de tierra ubicadas en áreas secas. Son dignos de
mención los afluentes Zambese o Ganges.
El océano Pacífico en cambio está prácticamente limitado
por altas cadenas montañosas. Al este del gigantesco
océano hay sólo ríos del tamaño medio, como el Colombia o
Colorado, y al oeste, al menos, el Amir y Yang-Tsé, mientras
que del continente australiano no desembocan grandes
cantidades de agua.
El fondo marino de las profundidades
Si pudiéramos contemplar el fondo marino sin
agua, no veríamos solamente abismos. Más
bien podríamos contemplar un imponente
paisaje, donde abunda la diversidad de formas
como en tierra, con montañas y valles,
altiplanos y llanuras abisales, extensas cadenas
montañosas. Sin embargo, por encima del
mismo hay una media de 3.650 metros de
agua y, a partir de una profundidad de unos
500 metros, reina la más absoluta oscuridad.
Además, con una temperatura relativamente
constante de 1 a 3 °C, no es precisamente
cálido según criterios humanos y la presión
hidrostática del agua aumenta una atmósfera
por cada 10 metros de profundidad. ¡Eso
supone 1.100 atmósferas a once kilómetros de
profundidad!
Casi un 80 % del fondo marino está por debajo de los 1.000 metros, por lo que la presión
hidrostática normal para sus habitantes es unas cien veces superior a la presión atmosférica a
la que estamos habituados. La variación de la presión al aumentar la profundidad en los
océanos es un factor que no pueden evitar los organismos vivos y, en consecuencia, tienen que
adaptarse al mismo. Evidentemente, estas condiciones adversas no impiden el despliegue de
una diversa vida animal, pues incluso en los fondos de las simas más profundas encontramos
seres vivos.
Si durante mucho tiempo se creyó que las profundidades marinas constituían un hábitat
uniforme y escasamente poblado, sobre todo por la falta de nutrientes, esta imagen ha
cambiado a lo largo de las últimas décadas. Con el descubrimiento y la exploración de
comunidades bióticas desconocidas en las chimeneas hidrotermales o la sorprendente
biodiversidad en las montañas submarinas, se confirmó progresivamente la impresión de una
considerable variabilidad espaciotemporal de este ecosistema casi inaccesible.
Las transiciones entre las distintas zonas son fluidas: las zonas eulitoral y sublitoral están
marcadas por las mareas y la situación del borde de la plataforma continental, la zona batial
incluye el talud continental, la zona abisal engloba el pie del talud continental, las llanuras
abisales y las dorsales oceánicas. La zona hadal comprende las fosas por debajo de los 6.000
metros.
Corrientes en la profundidad
Como gigantescas cintas transportadoras, las grandes corrientes marítimas atraviesan los
océanos por diferentes pisos. Además la llamada circulación termohalina hace avanzar las
corrientes profundas: las aguas saladas y frías son más pesadas que las cálidas, y se hunden
en la profundidad. De la succión dejada por la corriente hundida lentamente fluyen a
continuación masas de agua cálida, que se enfrían y siguen la misma dirección.
La bomba más grande de éste tipo trabaja en el norte del Atlántico. La corriente del Golfo
mueve quinientas veces más agua que el Amazonas. La corriente del Golfo forma parte del
sistema de corrientes universales. Es calentada por el sol caribeño, luego fluye hacia el norte a
lo largo de las costas americanas hasta las aguas polares. Los vientos árticos entre Groenlandia
y Noruega, enfrían las masas de agua, de alta salinidad, provenientes de los trópicos, hasta
casi su punto álgido.
Por el alto contenido en sal, el agua se vuelve tan pesada que se hunde en la profundidad; en
invierno se hunden aproximadamente 17 millones de metros cúbicos por segundo, y así es que
la corriente lleva 20 veces más agua que los ríos en la Tierra. Las aguas frías comienzan su
recorrido por el globo al cabo de dos hasta tres kilómetros de profundidad: hacia el sur a través
de la cuenca occidental del Atlántico, hasta la corriente del círculo polar antártico, y desde allí
hasta los océanos Indico y Pacífico. En las áreas de flotación, aproximadamente por delante de
la costa peruana o californiana sale nuevamente el agua de mar sumergida después de cientos
de años.
Por un lado mientras los vientos remueven, empujan rápidamente y por todas partes el agua
de la superficie del Océano, por otro lado la corriente del Golfo alcanza hasta 9km/hora, en
cambio las aguas profundas, se mueven sólo muy lentamente, como máximo hasta
0,36km/hora. Sólo un ciclo de agua de mar a lo largo de las cintas transportadoras globales
tarda también aproximadamente 1000 años.
Geomorfología Submarina.
EL FONDO OCEÁNICO
LA EXPRESIÓN popular ¡Tan cerca y tan lejos! refleja muy bien la situación del fondo marino
con respecto a los exploradores, pues aunque se encuentra a sólo unos 3.7 km, en promedio,
de la superficie terrestre [en este caso bajo el nivel del mar (BNM)], y ¿qué es una expedición
de menos de 4 km para un explorador?, las enormes presiones hacen que la exploración del
fondo marino sea una empresa muy ardua. Sin embargo, los océanos ocupan 71% de la
superficie terrestre, y para saber lo que pasa en ésta no basta con conocer menos de una
tercera parte suya.
La batimetría, esto es, el mapeo de la profundidad del fondo oceánico o la topografía
submarina, comenzó muy temprano en la historia de la navegación. Al principio se llevaba a
cabo mediante sondas que eran simplemente pesos atados a la punta de un cable, que se
bajaban hasta el fondo (si alcanzaba el cable) y a veces se untaban con gterraza para recoger
muestras del suelo submarino.
Durante la segunda Guerra Mundial se desarrolló un equipo, llamado sonar, para hacer
sondeos acústicos; el sonar emite un sonido y calcula la distancia al fondo marino a partir del
tiempo que tarda el sonido en reflejarse en el fondo y volver a la superficie. Versiones
modernas muy sofisticadas de este método se usan en la actualidad para obtener una imagen
detallada de la batimetría.
Otro método de explorar el fondo oceánico era mediante el dragado, que consiste en arrastrar
una combinación de rastrillo con red que permite obtener muestras de rocas y seres vivos. Hoy
día hay vehículos robots o tripulados que permiten recolectar muestras e imágenes de zonas
muy profundas del fondo oceánico.
Otras medidas modernas de propiedades del fondo oceánico se refieren a su gravedad y
magnetismo, y barcos equipados con equipos de perforación (parecidos a los usados para la
exploración en la búsqueda de petróleo) han obtenido un buen número de muestras de la
estructura del fondo marino en muchos puntos de la Tierra.
Los estudios batimétricos indicaron la existencia de cuatro rasgos importantes del fondo marino
1) Grandes áreas relativamente planas que cubren la mayor parte del fondo a profundidades de
2 a 6 km, llamadas planicies abisales.
2) Profundas depresiones alargadas, llamadas trincheras oceánicas, que alcanzan grandes
profundidades.
3) Enormes cadenas montañosas muy extensas, llamadas cordilleras oceánicas.
4) Grandes zonas de fractura que separan secciones de las cadenas montañosas.
Estos rasgos y otras propiedades del fondo oceánico son algunos de los datos que apoyan con
más firmeza la teoría de la tectónica de placas, y que eran inexplicables hasta el surgimiento
de ésta. A continuación veremos con más detalle algunos aspectos de estas características del
fondo oceánico.
Antes de estudiar el relieve marino debemos situarnos en el medio. Para ello definiremos
primero brevemente las diferentes zonas o regiones oceánicas, sus correspondientes límites, y
algunos accidentes geográficos significativos.
Plataforma continental: En la configuración de los
fondos marinos, a una profundidad media de
aproximadamente unos 200 a 300 metros, se
distingue la llamada plataforma continental, extendida
en torno a la tierra firme con una mayor o menor
anchura, y con un relieve muy accidentado de valles y
alturas que se relaciona con el entorno físico de las
tierras emergidas en que se sitúa. Sobre esta
plataforma se van acumulando o sedimentando los
materiales erosionados que son arrancados de las
superficies continentales.
Región pelágica: En sentido estricto, es la región del mar abierto a partir de la plataforma
continental. Incluye el talud continental y las regiones nerítica, batial y abisal. En esta zona se
alcanzan las mayores profundidades.
Región batial: Comprende la zona del talud continental. Se sitúa entre los 200 y 2.000 metros
de profundidad aproximadamente.
Región abisal: Comprende las zonas marinas más profundas. Se extienden más allá del talud
continental, aproximadamente desde los 2.000 metros en adelante. La región abisal es la zona
del fondo marino más extensa del planeta; representa aproximadamente el 80% de las
superficies oceánicas, es decir, más de la mitad de toda la extensión de la Tierra. Está
comprendida entre los 2.000 y 6.000 metros de profundidad aproximadamente, pero en esta
zona se encuentran también las mayores depresiones, algunas llegan incluso a los 11 km. de
profundidad (véase el apartado sobre las fosas submarinas). En la región abisal, concretamente
en su zona más llana o llanura abisal, se manifiestan procesos de sedimentación constante por
efecto de la precipitación química de las sales disueltas, la descomposición de la materia
orgánica, y las materias procedentes de la erosión continental que se deslizan a través del
talud continental.
En lo que respecta a la producción biológica, la falta de luz solar impide la existencia de
vegetación; la fauna está adaptada a grandes presiones y manifiestan características biológicas
especiales, tales como ojos telescópicos o luminosos, e incluso degeneración total de esos
órganos (muchos son ciegos) por extrema adaptación a la oscuridad.
Llanura abisal: Es la superficie llana del fondo oceánico que se extiende por la región abisal.
La superficie llana o más o menos ondulada de la región abisal es la llanura abisal. Su desnivel
es inferior a 1º, pero su anchura puede alcanzar varios cientos de kilómetros.
A pesar de su regularidad orográfica, presenta ocasionalmente accidentes submarinos
salpicados por toda la superficie; entre ellos se distinguen cordilleras, mesetas, pequeñas islas
de origen volcánico, pitones (agujas aisladas producidas por erupciones volcánicas), y guyots
(similares a los pitones pero con las cúspides aplanadas).
Dorsales oceánicas: Son cordilleras o cadenas
montañosas submarinas, habitualmente situadas en
el centro de los océanos y con actividad volcánica.
Las dorsales oceánicas son cordilleras sumergidas,
habitualmente con actividad volcánica, que
constituyen los límites de las placas litosféricas
(también ocupan áreas continentales). En éstas
dorsales se manifiestan fuerzas expansionistas de la
corteza terrestre, y que al asomar a la superficie
dan lugar a la formación de archipiélagos de origen
volcánico; a lo largo de la historia geológica se han
ido modificando y reposicionando estos límites. En
las áreas existentes entre las dorsales y la
plataforma continental se desarrollan las cubetas
sedimentarias submarinas, consistentes en unas
llanuras muy amplias y profundas con numerosos
accidentes.
Las fosas oceánicas, al igual que las dorsales oceánicas, tienen especial interés para
comprender como funciona la tectónica de placas. Mientras que unas se asocian con una
plataforma continental, otras lo son con un arco de islas. Las dorsales se forman cuando se
separan dos placas litosféricas, mientras que las fosas surgen cuando dos placas colisionan y se
produce la subducción, es decir, una de las placas se introduce por debajo de la otra que
cabalga. Si una placa oceánica colisiona con otra placa continental, la oceánica se subduce por
debajo de la continental por efecto de la mayor densidad de aquélla, formándose una fosa en el
mar y una cadena de montañas volcánicas en tierra. Este fundamento se puede ver
materializado por ejemplo en la costa chilena, donde una subducción que se produjo hace unos
80 millones de años formó en tierra la cordillera de los Andes, a la vez que en el mar, y a lo
largo de toda la cordillera, se formó la fosa conocida como Peruana-Chilena, cuya profundidad
se estima en los 7.635 metros. Otras zonas de Indonesia y Japón se pueden observar ejemplos
similares.
La fosa de las Sandwich del Sur es un punto geológicamente activo. En esta zona hay una
placa muy pequeña, la de Scotia, que se subduce bajo la placa de América del Sur. Como se
sabe, la colisión de dos placas oceánicas produce generalmente la subducción de una de ellas,
es decir, una se sumerge bajo la otra dando lugar a una formación litosférica. En este caso la
actividad sísmica submarina es frecuente, por efecto del movimiento o rozamiento continuo de
las placas entre sí.
Fosa Peruano-Chilena
La fosa Peruano-Chilena se sitúa en el sector
Sudoriental del océano Pacífico, discurriendo
paralela a las costas de Chile y Perú,
concretamente frente a los departamentos
peruanos de Lima, Lambayeque, La Libertad,
Ancash, Ica, Arequipa, Moquegua y Tacna; y
los chilenos de Atacama, Antofagasta,
Tarapacá, Coquimbo y Valparaíso.
La fosa disminuye en profundidad conforme
discurre de Norte a Sur; la zona más profunda
es la llamada fosa de Atacama, frente a la
región chilena de Atacama, con una
profundidad máxima de 8.065 metros y una
fisiografía muy pronunciada en forma de V,
debido a la escasez de sedimentación. Otra
zona de gran profundidad es la que se
encuentra frente al departamento de Lima, con
unos 6.262 metros. Frente a las costas de
Coquimbo y Valparaíso la fosa disminuye
notablemente su profundidad.
Esta fosa se formó por acción de la subducción
de la placa de Nazca bajo el Subcontinente
sudamericano, que provocó el hundimiento del
suelo oceánico y posterior acumulación
sedimentaria procedente de los materiales Fosa de Atacama, frente a la costa de Chile
listosféricos.
Fosa de las Caimán
La fosa de las Caimán, también conocida como hoya de Bartlett, en reconocimiento al marino
del mismo nombre que la descubrió en 1880, está situada en el mar Caribe o de las Antillas,
entre Guatemala, Honduras, Sureste de la isla de Cuba, y Belice. Tiene una profundidad
máxima de 7.535 metros, y se extiende a lo largo de unos 2.000 km., con una anchura de
unos 200 km.
En la depresión de la fosa de las Caimán se ubican las tres pequeñas islas británicas de
ultramar del mismo nombre, caracterizadas por ser bajas, llanas y coralinas.
Por su parte, los arcos de islas se producen cuando chocan dos placas oceánicas. Una de ellas
queda subducida bajo la otra y se funde con el manto, dando lugar por un lado a una fosa y
por otro a un arco de islas volcánicas. Un ejemplo de arcos de islas asociadas a la colisión de
dos placas oceánicas son las Marianas, en las que se formó igualmente la gran fosa conocida
con el mismo nombre. Arcos de islas con génesis similar son por ejemplo las Aleutianas, Tonga-
Kermadec y Sandwich del Sur.
En las fosas oceánicas el agua es fría, normalmente no superior a 2º C. Aunque la presión le
aporta ligeros incrementos conforme aumenta la profundidad. A pesar de la escasez de
oxígeno, en las fosas existe producción biológica y constituye un hábitat para algunas especies
marinas, tales como determinados crustáceos y moluscos, así como anémonas, poliquetos y
holoturias.
El estudio de las fosas submarinas resulta técnicamente difícil, debido a las considerables
presiones, ausencia total de luz e inmensas profundidades. El físico suizo Auguste Piccard
(1884-1962), explorador de la estratosfera mediante globos aerostáticos, diseñó y construyó
en 1947 el primer batiscafo tripulado para la exploración submarina, consiguiendo realizar
varios descensos, uno de ellos en 1954 a 4.000 metros de profundidad.
En 1953 construyo su segundo batiscafo, el Trieste, mediante el cual su hijo Jacques Piccard
consiguió el 23 de enero de 1960 situar el record del mundo en 10.916 metros de profundidad.
Piccard, dirigiendo el Trieste y acompañado del teniente de la Marina Norteamericana Donald
Walsh, logro esta hazaña en la gran fosa de las Marianas, la más profunda del planeta, cerca
de de la isla de Guam (véase abajo el apartado sobre la fosa de las Marianas). A esa
profundidad el batiscafo tuvo que soportar una presión 1.000 veces superior a la atmosférica.
Figura 18.
1.TRINCHERAS
Las trincheras oceánicas son depresiones del fondo marino, angostas y alargadas, usualmente
en forma de arco, donde se encuentran las mayores profundidades de la superficie terrestre. La
figura 19 muestra la localización de las principales trincheras oceánicas; podemos ver que gran
parte de ellas se encuentra en las orillas del Océano Pacífico. Las trincheras más profundas son
la de Filipinas (11.52 km) y la de Marianas (11.03 km) que miden unos 1 200 y 2 000 km de
largo, respectivamente. La trinchera más larga es la de las Aleutianas, que mide 3 300 km de
largo y alcanza los 7.68 km de profundidad.
Figura 19.
Gran parte de las trincheras se encuentra en la frontera entre océano y continente, mientras
que otras se encuentran a lo largo de arcos de islas, los cuales son cadenas de islas de
composición volcánica, como por ejemplo las Islas Marianas y Tonga. Tanto en estas islas como
en los continentes, la mayor parte de la actividad volcánica se encuentra distribuida en
cinturones paralelos a las trincheras, que son montañosos en los continentes; por esta razón, a
veces se utiliza la expresión arco de montañas para referirse a la región de la trinchera en los
continentes.
Si se compara la distribución de estas trincheras con la de la sismicidad global mostrada en la
figura 8, puede verse que la mayor parte de los grandes terremotos profundos ocurren muy
cerca de las trincheras, del lado del continente o del arco de islas, según sea el caso. Estos
terremotos, otros menos profundos y la mayor parte de los sismos pequeños que ocurren en
estas regiones tienen mecanismos que son primordialmente reversos o normales.
2. CORDILLERAS OCEÁNICAS
La figura 20 muestra la posición de las principales cordilleras oceánicas (indicadas por pares de
líneas paralelas), y su representación en el fondo marino se puede ver en la figura 8. Las
cordilleras oceánicas son cadenas (algunas de ellas larguísimas, de miles de kilómetros) de
montañas (algunas de ellas muy altas, tanto como el Everest) alargadas, casi todas submarinas
(algunas de ellas asoman a la superficie del mar como islas), en cuya parte central existen
rupturas, también alargadas, de donde brotan erupciones de cojín de lava basáltica que forma
volcanes, y chorros de agua muy caliente (unos 350° C) con cantidad de minerales disueltos. A
los lados de la ruptura existen otros volcanes y chorros de agua, pero la actividad eruptiva, la
temperatura del agua y la concentración de minerales en ella, disminuyen rápidamente
conforme aumenta la distancia a la ruptura central, y cesan a unos cuantos kilómetros de ella.
Figura 20.
El término lavas basálticas de cojín merece una breve explicación. Cuando la erupción ocurre
bajo el agua, ésta enfría la superficie de la lava tan rápido que se le forma una costra de roca
sólida en la superficie, por debajo de la cual la lava permanece líquida y, como los basaltos son
poco viscosos, continúa fluyendo, de manera que forma una especie de tubos o cojines (de allí
su nombre) de roca interconectados.
Las rupturas de las cordilleras oceánicas se encuentran usualmente a unos 2.5 a 2.8 km de
profundidad, donde no llega ya la luz del Sol (penetra hasta menos de 1 600 m) y la vida a
estas profundidades es, en otras regiones de los océanos, muy escasa. Sin embargo, alrededor
de las rupturas de las cordilleras submarinas se encuentran colonias de plantas y animales que
aprovechan el calor y los minerales del agua para vivir. Algunos de estos seres, esponjas
silíceas en forma de champignon, largos "gusanos" en forma de tubo, algunos con capuchones
de colores, etc., no se encuentran en otros lugares y algunas de tales especies recién
descubiertas han recibido nombres como Riftias y Ridgeias, de las palabras inglesas rift y ridge,
que significan ruptura y dorsal (o cresta), respectivamente.
Las cordilleras oceánicas más grandes son:
1) La cordillera Mesoatlántica (CMA) que divide al Océano Atlántico aproximadamente a la
mitad, remedando la forma de las costas de Sudamérica oriental y África occidental. La cresta
de la CMA es muy escarpada, como se puede ver en la figura 21c que muestra un perfil
batimétrico a través de la cordillera, por lo que se le llama a menudo dorsal Mesoatlántica. En
la línea central de la cresta, la CMA presenta un valle central o valle de ruptura, en cuyo centro
se encuentran las rupturas volcánicas mencionadas arriba. En la figura 21b se muestra con
detalle del valle central de la cordillera Mesoamericana.
2) La cordillera del Pacífico Oriental (CPO) que abarca desde cerca de Manzanillo, en la costa de
Colima, hasta los 33° de latitud Sur, se diferencia de la CMA en que, aunque alcanza grandes
alturas sobre el fondo marino, su topografía es mucho más suave (Figura 21a), tanto así que a
menudo es llamada elevación del Pacífico Oriental. No presenta valle de ruptura en la cresta.
Figura 21.
3) Cordillera de Carlsberg (CCA) que divide el Océano Índico desde el Mar Arábigo hasta los
20° de latitud Sur (latitud del Madagascar central).
4) Cordillera Antártica. Esta cordillera rodea casi completamente a la Antártida (en el mapa de
la figura 20 su tamaño está muy exagerado a causa de la proyección) y conecta con las tres
cordilleras antes mencionadas. Su nombre es distinto para diferentes secciones: Antártico-
Pacífico, de Chile, Antártico-Americana, Antártico-Africana y del Océano Índico Medio.
Fue B. Heezen quien, en 1960, sugirió el papel de las cordilleras oceánicas como lugares de
creación de corteza. Basado en esta suposición, H. Hess pudo explicar el proceso de creación
de los montes submarinos conocidos como guyots (véase el apartado VII.4).
3. ZONAS DE FRACTURA
Si nos fijamos en las cordilleras oceánicas mostradas en la figura 18, vemos que cada
segmento está separado de los adyacentes por fracturas que se continúan hacia ambos lados.
El fondo marino presenta diferentes profundidades y diferentes edades de cada lado de cada
una de estas fracturas, a veces rectas, a veces curvas como segmentos de arco.
En algunos lugares se pueden ver grupos de fracturas tan cercanas que es imposible distinguir
entre ellas, se les llama zonas de fractura, algunas de ellas serán mencionadas más adelante y
unas cuantas están indicadas en la figura 20 con las letras ZF.
El tamaño de los sismos ocurridos en las zonas de fractura es mayor mientras menor sea la
velocidad de movimiento relativo entre las placas y mientras más larga sea la parte activa
(véase el apartado V.5) de la zona. Los mayores sismos ocurren cerca del centro de la parte
activa, lo que indica que las altas temperaturas de la corteza que se encuentran cerca de las
crestas de las cordilleras oceánicas no favorecen la ocurrencia de sismos.
4. LOS SEDIMENTOS EN EL FONDO DEL MAR Y SU EDAD
En primer lugar veremos algunos principios básicos de la sedimentación en los océanos, y a
continuación las observaciones que causaron los problemas mencionados en el capítulo I.
Las principales causas de sedimentación en los océanos son: productos de erosión de los
continentes arrastrados por ríos o acarreados por el viento, cenizas de explosiones volcánicas,
también acarreadas y distribuidas por el viento, y deshechos orgánicos formados por
fragmentos de conchas, esqueletos y otras partes duras de especies animales y vegetales, la
gran mayoría de los cuales habitan aguas menos profundas de 400 m.
Los productos gruesos de erosión continental son naturalmente más numerosos en las regiones
costeras, donde pueden depositarse de 50 a 500 m de sedimentos cada millón de años. Cerca
de un volcán activo, en la dirección de los vientos dominantes, pueden depositarse unos 10
m/Ma de cenizas.
Por otro lado, las partículas más finas de erosión y vulcanismo continentales pueden ser
acarreadas muy lejos sobre los océanos por el viento, después de lo cual pueden permanecer
largo tiempo en suspensión en el agua antes de ser depositadas, por lo que pueden alcanzar
una distribución bastante uniforme en las cuencas oceánicas. Estas partículas se depositan
produciendo arcillas abisales (a profundidades de 2 000 a 6 000 m) a razón de 1-20 m/Ma.
La producción de desechos orgánicos es mayor donde hay más concentración de vida marina,
principalmente de los seres microscópicos que forman el plancton, los cuales no se encuentran
distribuidos de manera uniforme por todos los océanos. Sus concentraciones son mayores en
zonas donde existen corrientes ricas en sustancias nutritivas, que se encuentran cerca de las
costas occidentales de los continentes, a lo largo del ecuador y, cosa curiosa, en el Ártico y en
el Antártico.
No todos los desechos orgánicos llegan a depositarse, pues gran cantidad se disuelve antes.
Los que están compuestos por carbonatos normalmente se disuelven por completo antes de los
3 700 m (profundidad de compensación de carbonatos), los de sílice alcanzan profundidades un
poco mayores. Esto quiere decir que no debemos esperar encontrar sedimentos orgánicos
donde la profundidad del fondo oceánico es mucho mayor que la de compensación. En regiones
someras se deposita un promedio de 10 m/Ma de sedimentos orgánicos.
En regiones donde hay gran densidad de población marina y, por tanto, gran densidad de
desechos orgánicos, el agua somera puede saturarse y la profundidad de compensación puede
aumentar. En estas regiones, como la ecuatorial, la sedimentación orgánica es mucho más
rápida, del orden de 15 m/Ma, y puede alcanzar profundidades de 5 000 m.
Un rápido cálculo nos indica que, tan sólo del Cámbrico (590 Ma A.P., cuando aparecen
animales con concha y esqueleto) a la fecha, se debían haber depositado unos 5 900 m (en
algunos hasta 8 850 m) de sedimentos orgánicos en lugares someros. Por otro lado, la fecha
de comienzo de la sedimentación está indicada por la edad de las rocas sedimentarias más
antiguas que se conocen, que tienen unos 3 400 Ma de edad. Desde entonces a la fecha se
debían haber depositado de 3 400 a 68 000 m de arcillas abisales en las cuencas marinas; de
170 000 a 1 700 000 m de sedimentos de origen continental cerca de las costas (en algunas de
ellas un poco más debido a depósitos volcánicos). Estas cantidades son claramente absurdas,
aun considerando sólo los mínimos y corrigiéndolos por compactación de los sedimentos.
En la realidad el espesor de los sedimentos es de unos 1 500 m en las cuencas oceánicas y
esencialmente nulo en las crestas submarinas. Además, bajo las arcillas abisales se encuentra
una capa de material orgánico, y en algunos lugares se encuentran debajo de ella otra capa de
arcilla y otra de material orgánico.
La observación que permitió explicar estas contradicciones (sin tener que recurrir a las
propuestas de que en el pasado los procesos de erosión y sedimentación eran distintos a los
actuales) es que la edad de los sedimentos orgánicos y del propio fondo marino aumenta
conforme más lejos se hallan de las cordilleras oceánicas.
Si se aceptaba la teoría de la expansión del fondo oceánico, era posible explicar la ausencia de
sedimentos en las crestas (recién producidas), el aumento progresivo de sedimentos orgánicos
que forman la capa orgánica próxima al fondo hasta alcanzar la profundidad de compensación,
y luego el depósito de la capa superior de sedimentos abisales conforme el fondo se hace más
profundo al alejarse de la cordillera.
Si, tras depositarse la capa abisal, el fondo oceánico pasa por una zona, como el ecuador,
donde la profundidad de compensación es grande, se puede depositar otra capa orgánica que
es a su vez cubierta por otra capa abisal al dejar atrás la zona de sedimentación orgánica. Esto
explica la existencia de las otras dos capas, pero se requería de la teoría de la deriva
continental para explicar por qué se encuentran en lugares alejados de las zonas en que
pueden producirse.
Estas observaciones apoyaban las teorías mencionadas, pero quedaba aún el problema de
dónde estaban los sedimentos antiguos y el fondo oceánico antiguo sobre el cual se deberían
haber depositado
5. BANDAS DE MAGNETIZACIÓN DEL FONDO MARINO
Durante los últimos años de la década de 1950 y los primeros de la de 1960, se encontró en el
campo magnético del fondo oceánico "bandas" de distinta polaridad alineadas con las
cordilleras oceánicas y distribuidas simétricamente a ambos lados de éstas. La figura 22
muestra un fragmento del patrón de bandas magnéticas obtenidas sobre la cresta de
Reykjanes (al sur de Islandia), sobre ellas se indica la edad del fondo oceánico correspondiente
a algunas de las bandas.
Figura 22
Por las mismas fechas se llevaban a cabo estudios de magnetismo remanente en rocas de la
superficie y se había planteado la posibilidad de que el campo magnético terrestre invirtiera de
vez en cuando su polaridad. Los cambios de polaridad observados para el fondo oceánico
coincidieron perfectamente con los observados en rocas de tierra firme.
F. Vine y D. Matthews, combinaron la teoría de Hess acerca de la creación de corteza en las
cordilleras submarinas con las investigaciones acerca de las edades de las bandas magnéticas y
propusieron el siguiente mecanismo para la creación de dichas bandas.
Cuando el material del manto llega a la superficie en la angosta zona de ruptura de un centro
de extensión se encuentra fundido, es decir, por encima de la temperatura de Curie. Al
enfriarse, pasa por la temperatura de Curie, y obtiene magnetización termorremanente en la
dirección del campo magnético terrestre existente en ese momento. Funciona en forma análoga
(aunque el mecanismo de grabación es distinto) a una grabadora donde cada tramo de la cinta
magnética graba el campo existente en el momento que pasó cerca de la cabeza de grabación
(la fuente del campo). Este proceso se ilustra en la figura 23 que muestra además los nombres
que han sido asignados a las diferentes épocas de una polaridad determinada, dentro de las
cuales ocurren eventos que son intervalos pequeños de polaridad inversa a la de la época.
Figura 23.
El descubrimiento de las bandas magnéticas en el océano es importantísimo, pues significa que
cada pedazo de fondo oceánico lleva escrita su historia. Basta con identificar la banda
magnética para saber cuándo fue formado y qué orientación tenía entonces con respecto al
polo magnético; además, el ancho de la banda indica qué tan rápida era entonces la extensión
en el centro donde fue creado.